Ya no dudaré más
Molly Weasley sollozaba en un pañuelo, limpiando sus lágrimas con mucha frecuencia mientras miraba a su esposo y sus demás hijos, abrazando al menor de ellos, así como a Harry y Hermione, que también eran parte de la familia.
La madre de Hermione también se había unido a ella, y ambas comentaban cuanto habían crecido sus retoños en tan poco tiempo. Sirius, conmovido, se había unido a ellas diciendo que los hijos se escapaban de las manos muy rápidamente, que lo sentía mucho por ellas que sus hijos ya tenían pareja.
—Ataré a Harry a la casa para que no se vaya nunca —Comentó, soplándose la nariz ruidosamente—. Mi pequeño no dejará el nido jamás.
—Eres un exagerado Sirius —Rió Harry. Aunque por dentro se sentía un poco mal al ser el único "sin pareja".
Los Weasley se habían tomado muy bien la relación de su hijo con Draco a decir verdad, Molly le había abrazado efusivamente cuando el rubio les pidió permiso de amar a su hijo y prometió cuidarlo cuanto le fuera posible, además de darle todo lo que necesitara; Arthur le había dado la bienvenida a la familia mientras estrechaba su mano, aclarando que no había rencores.
Lástima que no todo podría ser miel sobre hojuelas, Lucius prácticamente había caído desmayado mientras Narcissa no quitaba su expresión de haber visto una lechuza parlante. Draco abanicaba a su padre mientras éste se quejaba ruidosamente como si fuera a morir en cualquier momento. Al parecer se había olvidado de toda elegancia y porte.
—¡Tú lo que quieres es matarme! —Aclamaba dramáticamente, mirando al techo y alzando los brazos—. Salazar, limpia a mi impuro hijo con tu gracia.
—Qué calamitoso eres padre —Dijo Draco, rodando los ojos—. Si quieres puedes desheredarme, quitarme el apellido Malfoy, lo que quieras… pero no renunciaré a él.
—¡Ay, no! ¡Me muero! —Se quejó, llevándose la mano al corazón—. ¡Merlín viene por mí!
—¡Padre! —Le riñó su hijo—. Toma seriedad, por favor. Somos adultos.
—Lo haces a posta porque sabes perfectamente que eres mi único heredero —Le acusó con voz dura, apuntándole con el dedo—. No puedo hacer eso porque ¡¿quién se quedaría con el imperio Malfoy?!
—Yo te pedí un hermano —Le respondió él—. Y me saliste con la bobada de la Hipogrifo madre en lugar de aclararme que madre estaba delicada de salud. Eres un irresponsable.
—¡Draco Abraxas…!
—¡Ya sé cómo me llamo! —Replicó exasperado, luego suspiró—. Escucha… será mejor que llevemos esto en paz, soy tu hijo por el amor a Merlín, se supone que debes velar por mi felicidad.
—¡Y porque lo hago te prohíbo que…!
—Lucius, cariño —Intervino Narcissa, posando su mano en la de su esposo con suavidad—. No creo que lo hagas cambiar de opinión con nada —Opinó—. En ese aspecto es igual a ti, es tan terco como una mula.
—¡Madre!
—¡Cissy!
Narcissa sonrió divertida ante el reproche de ambos al unísono. Negó con la cabeza y miró a sus dos amores con cariño.
—De tal palo…
* * *
—Tal astilla…
Harry se volvió a mirar a la persona que le hablaba. Había salido a la escalinata de la entrada al castillo para estar un poco en tranquilidad. Remus había salido a buscarlo y se estaba sentando a su lado.
—¿Por qué lo dices? —Preguntó curioso.
—Tu padre también vino aquí en su graduación —Respondió con añoranza—. Estaba un poco nervioso de empezar una vida propiamente dicha… con tantas responsabilidades.
—Sí bueno, eso no me preocupa —Aseguró, suspirando—. Es solo que, no sé qué haré desde ahora… Los veo a todos, felices y con sus parejas… planeando un futuro. Y yo, yo estoy aquí, en blanco.
—¿No tienes planes? —Dijo Remus—. ¿No quieres viajar por el mundo? ¿Conocer lugares? ¿Develar misterios? ¿Tener un empleo genial? ¿Casarte… o tener hijos quizá?
—Hmm, no… no lo sé a decir verdad.
—Creí que te gustaba Ginny… pero ahora que la veo con Dean Thomas… ehm… ¿Te rechazó?
—No, nada de eso —Sonrió—. Somos muy buenos amigos y… ya sabes —Dijo, apoyando la cara en su mano y mirando hacia el horizonte.
—¿Hay algo más?
Harry se tomó su tiempo en responder. Escrutó el cielo azul, poblado de nubes esponjosas y miró a lo lejos dos pajarillos que volaban en círculos.
No tenía planes para el futuro, su futuro anteriormente se resumía a derrotar a Voldemort y ver si salía vivo o muerto de ese combate, y ya. Así de simple, así de sencillo. Había pensado en entrar a la escuela de Aurores y convertirse en uno, aun quería, pero no era una idea muy atractiva para ese momento.
Quizá debía tomarse su tiempo para pensarlo y descansar mientras tanto, vivir como el niño normal y amado que nunca fue.
Pero entonces a su mente vino una visión, era él sentado en un sofá mirando la vida pasar cuando una mano se posaba en su hombro. Snape le sonreía y él le devolvía el gesto, tomado de la mano, llevaba un niño muy mono que gritaba algo que no lograba escuchar. Ser padre sería algo increíble ¿verdad?
—Quisiera quedarme aquí —Susurró. Remus le miró arqueando las cejas—. No quiero irme del castillo…
—¿Un motivo en especial?
—Se lo dije antes a Paddy… Me enamoré.
—¿Podría saber de quién? —Inquirió, aunque ya temía saber. Solo había que conjeturar, esa persona se quedaría en el castillo. Solo había un par de opciones… y dudaba que Dumbledore fuera del gusto de Harry.
—Del profesor Snape.
* * *
El tren hacía King Cross partiría pronto. Los alumnos se arremolinaban felices por el inicio de las vacaciones de verano y subían entre pláticas a los vagones.
Harry, Ron y Hermione iban lado a lado por la plataforma, mirando por última vez el castillo a lo lejos.
—Se siente extraño ¿verdad? —Musitó Hermione—. Sabes que ya no volveremos…
—Me deprimes Hermione —Protestó Ron—. Yo estoy feliz de saber que ya no habrá más clases y punto.
—Eres un pesado Ronald —Gruñó.
Harry sonrió, sus amigos nunca iban a cambiar y, en parte, eso le aliviaba. Contempló el castillo una vez más, quedándose parado mientras los demás alumnos subían al tren. Para él era triste. Hogwarts había sido su hogar desde siempre, le había acogido y aceptado con los brazos abiertos. Y aunque ahora tenía una casa a la que llamar "hogar" fuera de allí, con Remus y Sirius, extrañaría demasiado la torre de Gryffindor.
Regresó la vista hacia sus amigos, a los cuales se les habían unido Draco y Blaise, Neville y Pansy, junto a Ginny, Luna, Dean y Seamus, curiosamente, Nott también estaba allí. Todos reían felizmente, mientras se ponían de acuerdo para hacer algo en las vacaciones o se comentaban diversas cosas mientras entraban al tren. Deseó poder unírseles pero jamás había podido vivir como un chico normal, sin preocupaciones ni nada por el estilo.
Él era diferente.
Se preparó para subir, sopesando con amargura que no debía mirar atrás pero, después de que subiera un par de escalones dentro del tren, la vida le hizo hacer exactamente eso mismo.
—Potter…
Giró tan rápido el cuello, que sintió como este tronaba ligeramente, más no le dio importancia. Snape estaba allí, parado en la pista vacía frente a él. Respiraba agitadamente, como si hubiera corrido hasta allí y su mirada… oh, esa mirada… era fuerte, como el café sin azúcar, como la noche en el día. En ese momento podría haber estado pensando miles de cosas… pero de algo estaba seguro. Su mirada lo decía todo.
—Potter… —Jadeó aún sin aliento.
Quizá estaba soñando, quizá se había desmayado y se había golpeado la cabeza, quizá tantas cosas…
—¿Profesor?
—Potter… —Repitió en un susurro, dando un paso al frente. Lucía un poco atormentado, como si algo le impidiera avanzar.
Tenía que aceptarlo, tenía que decirlo… pero decirlo significaba que tenía que comenzar una nueva etapa, y el miedo al cambio era abrumante. No obstante, no decirlo significaba vivir sin él.
—¿Sí?
No quería vivir sin él, no podría vivir sin él.
—Potter…
—¿Sucede algo?
Ya no dudaría más.
—Harry…
Los ojos del azabache se abrieron desmesuradamente, le había llamado por su nombre… ¡Severus Snape le había llamado por su nombre! El semblante del hombre se había suavizado al hacerlo, como si todo lo que le angustiaba se hubiera evaporado. No supo cuánto tiempo pasó en silencio, contemplando la casi imperceptible sonrisa que el pocionista había esbozado, con sus ojos clavados en los negros.
El pitido que anunciaba que el tren ya partía se hizo presente, en las ventanas unas caritas curiosas miraban pasmadas la escena. Bajó un escalón con torpeza, casi enredándose con sus propios pies, jadeando de emoción, de júbilo.
Los ojos de Snape lo decían…
"No te vayas"
Apretó los labios, no sabiendo bien que hacer. Sentía que en cualquier momento su corazón explotaría de felicidad, o se detendría, quien sabe. Sus rodillas comenzaron a temblar y dragones en su estómago lanzaban fuego a forma de celebración.
—¡Harry debes entrar, el tren va a partir! —Escuchó que le gritaba Ron. Harry gruñó, más inoportuno no podía ser—. ¡Harry!
—Al diablo el tren —Dijo, mientras se lanzaba hacia Snape con una sonrisa, bajo la mirada aterrorizada de su pelirrojo amigo (que trató de sujetarlo para que no saltara) y todos los demás pegados a la ventana, para rodearlo por el cuello y unir sus labios en un suave roce.
Severus se quedó quieto, mirando el rostro de Harry, que había cerrado los ojos y tenía un suave rubor en las mejillas. Con mano temblorosa, tocó su cintura y cerró los ojos lentamente, mientras comenzaba a responder a la caricia.
Ese ya no era un beso robado, ni un beso forzado, mucho menos uno necesitado. Ese era suave, cálido y de parte de ambos. Ese beso era un sentimiento.
—Harry —Susurró cuando los labios del menor se alejaron. Miró los ojos verdes, que le observaban con alegría.
—¿Sí? —Preguntó ansioso.
—¿Te has lanzado de un tren en movimiento por mí? —Inquirió, enarcando una ceja y sonriendo burlonamente. Harry se coloreó un poco más de las mejillas.
—No se le vayan a subir lo humos —Advirtió—. Solo ha sido por esta vez.
—Me conformo con ello —Sonrió, volviendo a besarlo con mucha sutileza.
* * *
—¡Suelta a esa alimaña, Harry Potter! —Bramaba Sirius, apuntándole con el dedo. Su cara estaba tan roja y fruncida que daba la sensación de ser una saludable baya—. ¡Te lo ordeno!
—Paddy —Intentó tranquilizarlo, soltando la mano de Snape y alzando las suyas en son de paz—. Tranquilo.
—¡Tranquilo mi trasero! —Soltó—. ¡Sobre mi cadáver permitiré esto!
—Pero Paddy…
—¡No Harry James Potter! ¡No y mil veces no!
—Sirius —Intentó Remus, poniendo las manos en sus hombros—. Creo que te estas precipitando un poco… si Harry desea…
—¡No! ¡Harry es un niño! ¡Snape ya está muy viejo para él! ¡Podría ser su padre!
Snape bufó, mirando irritado al animago que parecía querer clavarle lo primero que encontrara, hasta con un palito de paleta lo descuartizaría de ser posible. La negra mirada se encontró con la gris, que lucía fría y fiera como aquellos días de antaño en el colegio.
—Black tiene razón —Dijo, después de suspirar cansinamente. Sus hombros se bajaron, dándole una apariencia de derrotado—. Sus argumentos son tan válidos como los de cualquiera.
Sirius le miró estupefacto, con la boca levemente abierta. El merodeador esperaba que Snape comenzara una discusión sobre su falso sentido de paternidad o algún comentario mordaz a cerca de algo que hubiera hecho él, por lo que suponía un gran contraste a verle admitir que él tenía razón.
Entonces frunció el ceño.
—¡¿Estás diciendo que no lucharas por Harry?! —Bramó—. ¡Estúpido murciélago! ¡Harry no merece tal basura!
—¡Jamás dije eso, chucho idiota!
—¡Malnacido!
—¡Ya basta! —Gritó entonces Harry—. ¡Basta Paddy, esto no es de tu incumbencia!
—¿Qué no es de mi incumbencia? —Replicó—. ¡Soy tu padrino!
—Exacto —Corroboró el ojiverde—. Mi padrino, no mi padre.
—¡James se levantará de la tumba para impedir esto!
—¡No lo invoques! —Soltaron Harry, Remus y Snape al mismo tiempo. Sirius se agazapó un poco por los tres gritos, más no se amedrentó.
—Mis muchachos —Dijo Dumbledore—. Yo opino…
—¡No hables veterano! —Espetó Sirius. Dumbledore sonrió divertido y mejor se quedó callado.
La tensión era tan grande que se podía cortar con un cuchillo, ambos hombres, pocionista y animago, se miraban con odio, casi echando chispas por los ojos. La verdad era que Severus y Harry ni siquiera habían dicho nada, solo habían vuelto al castillo juntos. No habían ni entrado, cuando Severus tomó su mano, para depositar un beso casto en ella… Sirius, que se había quedado un momento con Remus mientras hablaba con Dumbledore sobre tomar el puesto de profesor de DCAO en Septiembre, se había asomado por la puerta del Gran comedor, presenciando la escena.
Merlín bendito, mejor hubiera sido que pasara un tornado.
—Digas lo que digas —Dijo entonces Harry—. Hagas lo que hagas, no puedes impedirme nada, soy mayor de edad y estoy graduado.
—¡Pero Harry!
—Moony me apoya ¿Verdad? —Miró al licántropo, quien sonrió en respuesta y asintió—. ¿Y usted profesor Dumbledore?
Se volvió al anciano, que seguía sonriente y éste también asintió. Harry, ya con más seguridad, tomó la mano de Snape y entrelazó sus dedos, el hombre apretó su mano con suavidad y le miró significativamente. Su mirada decía "aceptaré tu decisión".
—Tú amas a Remus ¿verdad? —Preguntó a su padrino.
—Por supuesto que sí —Aseguró sin dudar—. Me ofende esa pregunta.
—¿Renunciarías todo por él?
—Obviamente.
—¿Permitirías que lo alejaran de tu lado?
—No, mataría a quien se atreviera. Remus y tú son lo más importante para mí.
—Entonces —Continuó Harry—. ¿Por qué no entiendes que el profesor Snape es para mí, lo que Remus es para ti?
Sirius miró un poco aturdido, como Snape abría los ojos sorprendido y miraba a su ahijado como si no creyera que lo había escuchado decir eso. Harry le sonrió al pocionista con mucha dulzura y éste le devolvió la sonrisa, levemente.
Jamás había visto a Snape sonreír, mucho menos sonreír de esa manera.
—¿Él te hace feliz? —Preguntó, haciendo que todos le miraran.
—¿Cómo voy a saberlo si no me dejas estar con él? —Respondió con sinceridad—. Esto es nuevo para mí, Paddy, pero puedo asegurarte de que no me arrepentiré de esta decisión, por si eso te preocupa.
Asintió, entendiendo el punto de Harry.
—Está bien —Suspiró—. Pero te vigilaré —Añadió, mirando al pocionista con remarcada advertencia—. Haces un mal movimiento y juró que te degollaré.
—No es como si me dieras miedo, Black —Respondió Snape con voz neutra—. Pero aprecio la confianza.
Sirius le hizo un gesto de "te observaré" con los dedos y tomó a Remus de la mano, regresando al comedor. El castaño le sonrió a Harry y a Severus, luego le dijo algo en voz baja a su pareja mientras caminaban. Dumbledore les miraba a ambos con una expresión de niño en navidad.
—Me alegra haber tenido la vida suficiente para ver este día —Dijo, afable—. Creo que ahora puedo irme en paz.
—Ni bromee con eso, profesor —Contestó Harry—. Usted vivirá todavía muchos años más.
—Espero que no Harry, los cien no me sientan como primavera.
—Pero que va —Dijo Snape—. Según Kingsley, a usted lo que le sobra es estilo.
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