Celos traicioneros
—Parkinson —Dijo Hermione, acercándose a la morena que guardaba sus cosas después de una clase de pociones sumamente incómoda. Solo quedaban ellas dos en el aula.
—¿Qué sucede Granger? —Respondió esta, echando su mochila al hombro y sonriéndole—. ¿No entendiste algo?
Por la sonrisa que Hermione le dio, cualquiera que no las conociera diría que habían sido amigas siempre.
—Pues ahora que lo dices, sí. Hay un tema que escapa de mi entendimiento.
La Slytherin arqueó ambas cejas.
—Oh vaya, eso es nuevo —Dijo, encaminándose a la salida. Hermione le siguió.— Dime… ¿De qué se trata?
—Hombres.
—¿Hombres? —Repitió incrédula.
—Específicamente —Sonrió Hermione—. Hombres tontos.
—Bueno, Granger —Pasó un brazo por los hombros de la Gryffindor—. Has venido al lugar indicado…
* * *
—Harry, anda di que sí.
Hermione le miró con carita de perro mojado y pestañeó adorablemente. Harry soltó un suspiro y con su dulce voz dijo:
—Vale, te ayudaré.
—¡Eres un ángel!
Se abalanzó sobre el femenino cuerpo de su amigo y le rodeó del cuello, dándole un sonoro beso en la mejilla. El ojiverde se coloreó de las mejillas por la efusiva muestra de afecto y sonrió a su mejor amiga. Habían detenido su paso a medio vestíbulo.
La puerta de gran comedor resonó al ser cerrada de un portazo. Harry volteó y tragó fuertemente al ver una figura negra parada frente a la entrada. La fría mirada de Snape le taladró antes de que éste girara y tomara camino hacia otro lado. Hermione, que no había soltado a Harry, en cambio, lo había estrechado más y también había escondido su cara en el cuello de su mejor amigo, solo le vio de reojo y una pequeña sonrisa apareció en sus labios. Sin embargo, esta desapareció cuando le soltó.
—Vale Harry, entonces tú y yo nos pegaremos como lapa. Jamás querrá que nos acerquemos nuevamente.
—Sí —Respondió él recuperándose del impacto. Luego miró a la chica con recelo—. Pero no olvides que tienes que decirme quien es.
—No te preocupes, lo sabrás a la brevedad.
* * *
—Pansy, sabes que te quiero y eres mi mejor amiga pero… ¿Es realmente necesario que estés tan cerca?
Malfoy miró interrogante a la pelinegra, que prácticamente estaba sentada encima de él. La chica acarició su rubio cabello y simplemente sonrió dulcemente, parecía que no rompería ni un plato.
—Solo quiero un poco de cariño Draco —Susurró tristemente—. Tú y Blaise solían mimarme mucho antes, ahora si apenas me hablan en la sala común cuando necesitan que les ayude con los deberes.
Draco la miró, el tono y la mirada de Pansy eran muy convincentes, su amiga ganaría millones si decidiera ser actriz. Pero sabía que era cierto, ellos, sumidos en sus asuntos personales, habían descuidado a su pequeña amiga. Claro, era su culpa que ella estuviera así… tenían que haberla mimado por tantos años.
—¿Y por qué no vas con Blaise? —Intentó pero sabía que daba patadas de ahogado. El agarre de Pansy a su cuello se lo confirmó.
—Porque me ha dicho que soy insoportable —Dijo Pansy en tono bajito, escondiendo la cara en el hueco entre su hombro y su cuello.
Esta vez el tono que ella uso no fue nada falso, tampoco lo fueron las dos rebeldes lágrimas que escaparon de sus ojos y chocaron con la piel del chico. Draco se sintió un poco mal por ella y la estrechó sutilmente, la mesa ocultando que lo hacía. Se quedó serio mientras cavilaba. Él sabía muy bien que las cosas entre sus amigos no iban bien desde hacía un tiempo, nunca habían sido pareja pero peleaban peor que una.
Dos pares de ojos les miraron a la distancia, con un sentimiento diferente al asombro y curiosidad de todos los demás presentes en el gran comedor. El profesor Snape caminó con su paso suave hacía la entrada, rodando los ojos cuando paso a su lado, al salir tardó un poco en cerrar la puerta pero luego la azotó, espantando a los demás. Pansy depositó un beso en la mejilla de Draco aprovechando que nadie más veía.
Unos minutos después la puerta del gran comedor se abría nuevamente. Harry y Hermione entraron como si nada, ignorantes de los acontecimientos y fueron a sentarse a lado de Ron, cada uno a un lado de éste para ser exactos. Pansy sonrió de lado levemente al sentir que Draco se tensaba y apretaba el tenedor hasta que sus nudillos se pusieron blancos.
* * *
—Ustedes dos están muy cariñosos hoy —Dijo Ron con una sonrisa.
Llevaba colgados a sus mejores amigos de cada brazo, lo que se veía muy curioso porque podría decirse que eran dos chicas.
—No tiene nada de malo, somos hermanos ¿no? —Respondió Hermione, lucía una radiante sonrisa que le iluminaba el rostro.
—Sí, tienes razón —Aceptó Ron, contagiándose de esa alegría. Se volvió a Harry, que les miraba con cariño—. ¿Pero tú, Harry?
El ojiverde se encogió de hombros y sonrió un poco nervioso. Sus mejillas se colorearon.
—Nunca antes lo habíamos hecho antes —Musitó, luciendo adorable—. Además, me hace feliz sentirme unido a ustedes.
—¿No nos rechazaras este gesto, verdad? —Dijo Hermione, enrollando con su dedo un mechón pelirrojo de Ron. Este negó con la cabeza y sujetó más firme sus brazos, inflando el pecho.
—Vale, que todo el mundo sepa que amo a mis hermanos más que a cualquier cosa.
Harry se olvidó de su nerviosismo y se apegó a Ron, recargando la cabeza en su brazo. El pelirrojo era mucho más alto que él y Hermione, y él lucía como una chica, así que no se vería nada extraño. Con ese pensamiento una radiante sonrisa como la de Hermione también apareció en su rostro, al parecer el buen humor de su amiga sí que era contagioso. Además de que él también los amaba y no le importaba que todo el mundo lo supiera… también un poco de alegría en su corazón no le vendría nada mal.
Cuando enfocó la mirada al frente vio que otro trío caminaba en dirección opuesta. Los tres Slytherins también venían unidos de los brazos, esta vez la unión era Pansy. Ron y Hermione hablaban de algo que él ignoraba y no repararon en ellos. Harry, sin embargo, notó la furia con la que los chicos les miraron —la chica fue otro asunto—, más no le dio importancia y se unió a la conversación sin darse cuenta que era él el que estaba más pegado a Ron.
* * *
—¿Y qué hacemos aquí?
—Hablar —Respondió Snape, tomando asiento frente a él—. No lo había hecho antes porque bueno, no quería castigarte. Pero Dumbledore insiste en que no puedes quedar impune.
—¿De qué hablas padrino? —Musitó Draco un poco nervioso.
—De que fuiste el causante de lo que sucedió a Potter ¿De qué más?
El rubio abrió los ojos como platos y tragó con fuerza. Snape le miraba con seriedad. Draco consideraba a su padrino un segundo padre y sabía muy bien que había tratado de encubrirle, aunque eso no quitaba el hecho de que ahora él sufría las consecuencias de sus actos, lo que le hacía sentir más culpable.
—Fue un accidente —Suspiró derrotado.
—Sí, lo noté.
—¿Me viste? —Preguntó aterrado.
—No directamente, Potter me mostró el recuerdo.
—Oh…
—Dragón, estoy consciente de que no puedas controlar tus impulsos pero de eso a que hagas explotar un caldero... ¿Te gusta tanto Potter?
Draco comenzó a toser, atragantándose con su propia saliva por la pregunta tan directa. Miró a su padrino como si éste hubiera dicho que traería de regreso a Voldemort del averno.
—¡¿Qué?! ¡No! —Exclamó alarmado.
—Me creo lo suficientemente astuto como para saber que actuaste por celos. Y si no era por Potter… Bueno, espero, por el bien del corazón y la presión de Lucius, que no me vayas a decir que por Weasley.
El silencio que se extendió por en el lugar y el hecho de que Draco no se atreviera ni a mirarle, así como sus mejillas sonrojadas, hicieron que Snape suspirara y se masajeara el puente de la nariz. Más para el rubio, ese suspiró le sonó más a alivio que a cansancio.
—Me creo capaz de enfrentar a mi padre para defender mis sentimientos —Le dijo Draco con determinación, Snape alzó la vista, sinceramente asombrado de ese temple. Jamás hubiera pensado ver a su ahijado defendiendo algo de aquella forma.
Weasley debía importarle mucho.
—Espero que tú también seas capaz de afrontarte a ti mismo para defender los tuyos —Agregó Malfoy en tono mordaz.
—¿De qué hablas Dragón?
—Tú sabes de que hablo. Sé que por mi culpa estas metido en un aprieto padrino y lo siento… pero ambos sabemos que el efecto del filtro amoroso ya ha pasado, solo es cuestión de tiempo para que Potter vuelva a la normalidad también.
—Draco, yo no…
—Creo que la astucia es un requisito para entrar a Slytherin —Le cortó—. Yo también me fijo bien en las cosas. Y ese azote de puerta esta mañana me dice que…
—Te estás equivocando en eso —Terció Snape—. Eso es imposible. Y si Potter vuelve a la normalidad, bien para él. A mí eso me tiene sin cuidado.
—Vale, lo que tú digas.
Draco sonrió burlonamente, a lo que Snape solo puso los ojos en blanco y se levantó de su asiento.
—Bueno, te veo en mi despacho a partir del lunes a las nueve.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Estás castigado dos semanas por orden de Dumbledore. Descuida —Agregó con una sonrisa ladina—. No seré tan duro contigo.
Sonrió satisfecho al escuchar el bufido del menor y salió del lugar, dejándole solo. Draco apenas estaba decidiendo quedarse un momento más a tomar un respiro, cuando escuchó que la puerta se abría nuevamente.
—¿Olvidaste algo?
Y ni siquiera tuvo tiempo de voltear cuando un aturdidor le puso a dormir.
* * *
Ron caminaba por un pasillo, mirando a su alrededor con confusión. En aquella parte del castillo casi no rondaba nadie, a decir verdad, era el ala más deshabitada de Hogwarts. Tenía en su mano una nota, arrugada y apretada entre sus dedos. Llegó al final del corredor que tenía un cuadro de lo que parecía ser un prado con flores, sin personaje alguno en él y se fijó en que había dos puertas, una a cada lado.
Miró de una a otra sin saber exactamente a cual entrar. Abrió la derecha y asomó la cabeza, dentro solo habían sillas apiladas en un rincón y más polvo de lo que podría haber en diez áticos deshabitados juntos. No había lugar donde sentarse más que el suelo, sucio como si no lo hubieran limpiado nunca. No, ese no podía ser.
Cerró la puerta y se dirigió a la de la izquierda, esta vez no asomó su pelirroja cabeza como lo hiciera en la primera, sino que entró directamente. Si no era la otra, tenía que ser esa. En cuanto la puerta se cerró, un click apenas imperceptible se escuchó. Una cabecita de cabellos castaños y brillantes se asomó en el cuadro, los ojitos azules centellearon divertidos y una risa infantil inundó el pasillo antes de que volviera a desaparecer.
* * *
La biblioteca jamás había sido un lugar donde pensaría llevar a acabo planes maquiavélicos. Estaba en un rincón alejado, esperando a que la otra llegara para saber si todo había dado resultado. Escuchó unos fuertes golpes, como cuando azotas libros contra la mesa.
Se asomó a un pasillo y su corazón retumbó cuando le vio, a él precisamente, tirando libros a una mesa con enojo.
—Maldita sabandija descerebrada —Murmuraba entre dientes—. ¿Por qué él y no yo? Su nariz es enorme, además de que es un gorila.
Hermione sonrió divertida al escucharle, se veía muy cabreado, lo que acentuaba su forma tan encantadora de arrugar la nariz. No sabía de quien hablaba pero imaginaba que estaba celoso de esa persona. Le vio dejar de tirar libros y apoyarse en el estante, pasando una mano por su cabello de forma distraída.
—Me pregunto que verá en él… Ella es tan linda y perfecta, él no puede ofrecerle nada. —Seguía murmurando—. Claro, no es como si tu pudieras hacerlo… tu familia también es traidora a la sangre y eres de clase media… Pero algo es algo ¿No?
Suspiró y se acercó a apilar los libros. Al terminar, se quedó con la mirada gacha hacia ellos.
—¿Por qué no podré decirle que me he enamorado de ella?
Hermione sintió que el alma se le fue a los pies, se abrazó un poco más a sus piernas mientras le veía marchar con los libros en brazos. Él estaba enamorado de alguien ya, ella no tenía oportunidad alguna. Quizá fuera Pansy u otra chica Slytherin... Es decir, él hablaba de tener algo que ofrecer. Que celos tenía de ella.
* * *
¡PUM!
Cayeron al suelo. Su cabeza se salvó de rebotar contra la dura piedra porque algo, blando y suave, se interpuso entre estas. Abrió los ojos y lo primero que capto fue el rostro rojo escarlata de un chico. Sus ojos marrones abiertos como platos y en su frente brillaban unas gotas de sudor. Era el fisgón de los invernaderos.
—Quítate —Le espetó molesta, empujándole para sacárselo de encima.
—¿T-te lastimaste?
Pansy reparó en la mano del chico cuando éste la saco de debajo de su negra cabellera, eso había sido lo que le impidiera golpearse.
—Estoy bien —Dijo con renuencia—. Gracias —Musitó bajito. El chico le miró con asombro, el sonrojo no le abandonaba nunca.
Ambos se quedaron así, quietos. Él mirándole a ella y ella mirando a otro lado.
—Pesas.
El pareció reaccionar, pues se quitó de encima y le ayudó a pararse.
—¿Vas a… a la biblioteca?
—Sí —Respondió ella sacudiéndose la falda—. Debo ver a alguien.
—Ah…
Pansy enarcó una ceja al escuchar el tono desilusionado. Unos pasos se escucharon en el otro extremo del corredor, al verlo venir ella sonrió. Sin embargo, él tenía la mirada gacha y paso sin siquiera verle.
La Slytherin le miró caminar y su semblante se volvió triste, entonces sintió que unos brazos le envolvían suavemente por detrás. El gesto fue gentil y sumamente cariñoso, la frente del chico se apoyó en su hombro. Ella no supo que hacer.
—No le mires más… —Escuchó que susurraba.
—¿Qué estás…?
—No me gusta que le mires… Quiero que me mires solo a mí. Mírame a mí.
La pelinegra sintió un cosquilleo en el estómago y sintió que el calor se subía a su rostro. ¿Era eso una confesión de amor? Nunca antes se le habían confesado, mucho menos confesar celos abiertamente. Era extraño... pero agradable…
El botón de emergencia se accionó en su cabeza y se zafó de los brazos con rapidez, alejándose del chico.
—Eres raro... —Dijo antes de seguir su camino a la biblioteca para informar a Hermione que el cuadro había dicho que el plan resultó a la perfección. En todo el camino no dejó de sentir su corazón retumbarle en los oídos.
* * *
Ron se quedó hecho piedra frente a la puerta. El aula estaba vacía a excepción de un rubio que dormía apaciblemente sobre una mesa. Su cabeza descansaba sobre sus brazos y su respiración era acompasada. Se volvió hacia la puerta para salir huyendo de ese lugar pero ésta no cedió ante su fuerza. Estaba cerrada.
Ahogó un gemido al entender que estaba encerrado. "Por Merlín, por merlín" Pensó mientras intentaba abrirla con la varita, cosa que no funcionó. ¿Qué demonios hacía Malfoy allí? ¿Por qué no podía abrir la puerta? ¡¿Qué demonios estaba sucediendo?!
Había ido allí porque Hermione le había dicho que quería hablar con él sobre algo concerniente a Harry, o al menos eso decía la nota que le había enviado. Escuchó un pequeño gemido que indicaba que el rubio estaba despertando y su palidez se acentuó al instante.
—¿Weasley? —Susurró Draco medio adormilado aún.
Ron deseó que la tierra se lo tragara en ese instante ¿Y si todo había sido una trampa del rubio?
—¿Qué sucedió?
Se volteó hacia él y le miró con el ceño fruncido.
—Dímelo tú. Seguro es uno más de tus planes.
Draco le miró confundido y se levantó del asiento. Su cuerpo estaba algo dormido por la posición en la que había estado.
—¿De qué hablas?
—Tú enviaste la nota ¿No es así? —Le acusó con el dedo.
—Yo no envié nada ¿De qué estás hablando?
—Ah claro, hazte el inocente —Bufó—. Es mera casualidad que una nota que parece ser de Hermione me llegue de la nada y yo venga como estúpido para encontrarte a ti aquí y ahora estemos solos encerrados en un aula vacía y alejada. ¡Vamos Malfoy, no soy tan idiota!
El rubio tuvo que contenerse de no responder algo hiriente y simplemente rodó los ojos.
—Yo no planee esto comadreja. Alguien me aturdió por la espalda cuando estaba desprevenido. No soy tan tonto como para encerrarme a mismo —Se palmeó los bolsillos y frunció el ceño—. ¡Y sin varita!
—¿Estás… h-hablando enserio? —Tartamudeó Ron, nervioso—. ¿No es una broma?
—¿Me estoy riendo acaso?
Malfoy le miró con seriedad y tuvo que aceptar que se veía igual de sorprendido que él. Suspiró derrotado e intentó abrir la puerta una vez más. Después de muchos intentos, se tiró sobre una silla, cansado.
—Es inútil.
—Eres inútil —Respondió Draco, sintiendo su estómago rugir del hambre.
—No te veo haciendo algo —Gruñó Ron molesto.
—¿Qué quieres que haga? No tengo varita.
Ambos suspiraron.
—Supongo que tendremos que esperar a que alguien venga.
—¿Estas bromeando? —Exclamó Ron desesperado—. ¡Por aquí no pasa nadie! ¡Es el ala más deshabitada del castillo!
—Pues no nos queda de otra —Resopló Draco—. No le veo salida a este lugar.
—Moriremos —Gimió el colorín, golpeando su cabeza contra la mesa.
El Slytherin sonrió tiernamente al ver el dramatismo de Ron, quien ahora miraba a todos lados con una mueca de horror.
—Bueno, hay que verle el lado posivo…
—¿Positivo? ¿Qué puede tener de positivo morir aquí?
—Para mí —Comenzó encogiéndose de hombros y sonriendo—. Que moriré contigo.
Ron enarcó una ceja, incrédulo por sus palabras. ¿Hablaba enserio? ¿Cómo demonios podía bromear en un momento así?
—Tu romanticismo me asquea Malfoy.
—Pero si no has visto mi lado romántico Weasley —Su mirada se volvió brillante al ver la oportunidad que se le estaba obsequiando—. Aunque si quieres puedo mostrarte…
—¿Así como le mostraste a todo el comedor con Parkinson?
Ron se sorprendió a si mismo al decir aquello, la imagen del rubio abrazando a la chica en su regazo había aparecido de repente, sin que lo quisiera. Las palabras habían salido de su boca sin que pudiera evitarlo, así como el enojo implícito en ellas. Draco enarcó una ceja.
—Eso no es así.
—¿Ah no? ¿Entonces cómo es? Que yo sepa ella es tu noviecita ¿No? Es normal que te la pases de melindroso con ella, total… si de sin vergüenzas y mentirosos se trata.
—No, no es mi novia —Siseó Draco ofendido—. Y si hablamos de melindrosos y sin vergüenzas… ¿Quién es el que se pasea del brazo por todo el castillo con Potter y Granger? Claro… como no sabes por quien decidirte.
—¡Son mis amigos!
—A otro perro con ese hueso, comadreja. Siempre andas de acaramelado con Potter, más ahora que es chica.
—¡Claro que no! Además, ¡es por ti que está así!
—Échame la culpa —Bufó.
—¡Agh! ¡Eres peor que una embarazada Malfoy!
—¡Estoy celoso, con un demonio!
—¡Celoso mis calzones! ¡Tú lo que estás es loco! ¡No caeré en ese cuento de que estás enamorado de mí!
Draco se levantó de su asiento y se acercó a Ron de manera amenazante, el león le miró retadoramente. El rubio puso los brazos a cada lado de él, acorralándole contra la mesa.
—Aléjate —Dijo, intentando parecer enfadado, aunque estaba más sorprendido.
—¿Por qué eres tan renuente en aceptar mis sentimientos?
El aliento del rubio golpeó su rostro de lleno, pero en lugar de besarle como parecía que iba a hacer, recargó la frente en la suya. Ron tembló cuando Draco cerró los ojos y susurró.
—Sólo déjate amar Ronald Weasley…
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