La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Una poción efectiva 10

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Neki Snape
Explota calderos
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Neki Snape


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MensajeTema: Una poción efectiva 10   Una poción efectiva 10 I_icon_minitimeLun Mar 21, 2016 7:05 pm

Besos de seda


  —¿Lo trajiste? —Preguntó Hermione cuando le vio llegar. Él asintió y saco un viejo pergamino de un bolsillo de su túnica.
   —¿Qué hace ella aquí? —Inquirió receloso al reparar en Pansy.
   —No te preocupes, puedes confiar en ella —Respondió su amiga, sonriéndole a la Slytherin—. Además, sin ella no me habría dado cuenta nunca.
   —Uhm, ok —Aceptó—. ¿Entonces? ¿Ya me dirás?
   —Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas —Dijo Hermione y reviso el mapa, ignorándole.

  Cuando pareció encontrar lo que buscaba, se volvió a verlo con expresión seria.

   —Harry… Primero tienes que prometer que no te alteraras y que pensaras objetivamente.
   —Sí, lo prometo.
   —Bien, mira aquí —Señaló Hermione.

   Al ver el punto específico al que señalaba la chica, Harry abrió los ojos desmesuradamente y palideció. Aquello tenía que ser una broma, una broma de mal gusto.

   —¿¡Qué!? ¡No! —Bramó—. ¡Eso sí que no! ¡Primero lo caso con la gata de Filch!
   —¡Harry, lo prometiste!
   —¡Y lo mantengo! ¡Pero esto es ridículo!
   —¿Ridículo? —Interrumpió Pansy—. Sí Potter, tienes razón. Es ridículo que actúes como un crío.
   —Tú no te metas —Le advirtió Harry—. También eres una serpiente ponzoñosa, seguro es una forma de vengarse por todos estos años.
   —No eres tan importante para dedicarte mi tiempo, Potter —Respondió, poniendo los ojos en blanco—. Además, creo que lo de "todos estos años" ha sido exactamente por esto —Agregó, poniendo su dedo justo al lado de los dos puntitos que rezaban "Draco Malfoy" y "Ronald Weasley".
   —¿A qué te refieres, Parkinson?
   —A que hay una razón para que nos molestaran —Respondió Hermione por ella.
   —¡Claro que la hay! —Exclamó Harry—. ¡Están locos! ¡Tenemos que sacar a Ron de ahí!

   Se escuchó un bufido por parte de las dos chicas y Harry gruñó, enfurruñado por no ser tomado en cuenta.

   —Escucha Harry, Malfoy te molestaba porque estaba celoso de ti, a él le gustaba Ron. Más era un niño como todos nosotros y, por lo tanto, era inexperto, no sabía cómo demostrarlo ni tampoco como sentirse al respecto de que un chico le gustara y de que este le detestara. Ronald en cambio, en un principio creyó odiarlo. Pero la verdad era que ambos tenían la excusa perfecta para atacarse.
   —¿Ah sí? ¿Y cuál es? —Preguntó, ya más calmado.
   —¡Tú, Harry! ¡Ellos se atacaban por medio de ti! —Exclamó Hermione por la lentitud de su amigo—. Draco te retaba e insultaba por estar cerca de la persona que le gustaba, y Ron se ofendía cuando lo hacía, así que lo atacaba en tu defensa ¡Es simple!

   Harry se lo pensó un momento. Quizá pudiera ser cierto, más no podía concebir esa idea. Se quedó mirando los puntitos que no se movían del lugar y estaban tan juntos que parecían ser uno mismo.

   —Es casi lo mismo que te sucede a ti con tu "oscuro" problemita —Añadió Hermione en tono mordaz. Harry abrió mucho los ojos y la sangre se agolpó en sus mejillas.
   —¿C-Cómo lo supiste?
   —Harry, ustedes los hombres son muy tercos y necios para aceptar sus sentimientos, pero también son muy malos para esconderlos —Explicó inteligentemente—. Además, desde lo que te sucedió te he notado muy extraño.  
   —Sí, pero eso no…
   —Ron se pondría exactamente igual que tú si yo le dijera —Terció la castaña—. Ambos pusieron su vista en las personas que menos imaginaban, así que tienen que aceptarlo quieran o no. Y si no te gustaría que Ron también se pusiera como batracio, deja de actuar como uno.
   Harry suspiró, no podía negar aquello así que decidió resignarse. Asintió aun con un poco de renuencia. Hermione sonrió complacida y miró a Pansy.
   —No entendí mucho, pero bueno, no es como si me importara —Dijo la pelinegra, sentándose en la mesa.
   —¿Cómo es eso de que por Parkinson te diste cuenta? —Preguntó Harry.
   —No hables como si ella no estuviera aquí —Increpó Hermione. Luego suspiró armándose de paciencia—. Verás, no fue muy difícil. Cuando fuimos a Hogsmeade, Ron no estuvo con nosotros ¿Recuerdas? —Esperó a que Harry asintiera y entonces continuó—. Bueno, después de eso lo noté muy extraño. Estaba como molesto y además no dejaba de mirar a la mesa de Slytherin, donde estaba Malfoy que tenía un moratón en la mejilla y el labio partido. Primero pensé que quizá se habían agarrado a golpes pero él no tenía ningún rasguño, lo que era muy raro. Luego hablé con Pansy y ella me dijo que a Malfoy le gustan los hombres. Y finalmente, cuando los escuché hablando en la sala común, Ron dijo que un hombre se le había declarado y no quiso decirte su nombre, solo fue cuestión de atar cabos.

   A Harry le tomó unos momentos asimilar la información y entender como la chica había llegado a esa conclusión, muchas dudas pasaron su cabeza, tales como "¿Qué hacía Ron con Malfoy en Hogsmeade? ¿Por qué no había notado los moratones de Malfoy? ¿Cuánta atención le prestaba realmente a su mejor amigo? ¿Por qué Hermione hablaba con Pansy? ¿Y desde cuando eran tan amigas? ¿Cuánta atención le prestaba a ella también? ¿Qué faltaba? ¿Qué Neville anduviera con Zabini?" pero al fin, luego de lo que pareció una eternidad, subió la mirada con la luz de la iluminación mental.

   —¡Ron es miope!
   —¿Qué? —Inquirió Hermione confusa—. ¿De qué hablas Harry?
   —Pues… debe estar ciego para fijarse en Malfoy.

   Pansy azotó las manos en la mesa y le miró furibunda, como si quisiera atravesarle con miles de dagas.

   —Draco es una persona maravillosa, Potter —Siseó—. Su amigo el pelirrojo tiene mucha suerte de que él lo mirara. Además, lo que ellos decidan no tiene nada que ver contigo, es muy su problema ¡Si tu amigo es feliz, tú deberías estar feliz por él! Y si no, deberás aceptarlo si o si y punto.
   —Pansy tiene razón Harry, si Ron quiere a Malfoy, nosotros no debemos entrometernos —Coincidió Hermione—. En cambio, debemos apoyarlo.
   —Lo sé —Aceptó el ojiverde encogiéndose de hombros—. Yo apoyaré a Ron en lo que decida, solo decía mi opinión sobre el tema.
   —Sí, solo debemos esperar a que decida decirnos —Suspiró Hermione—. Espero que el que los encerráramos aquí funcione y que nuestro querido tonto acepte sus sentimientos.

   Harry asintió en acuerdo pero entonces su gesto tranquilo se descompuso en uno alarmado.

   —¡¿Qué hicieron qué?!



* * *


   Ron asintió.

   Sus mejillas estaban rojas al igual que sus orejas, casi tornándose del color de un saludable tomate. Draco abrió los ojos al sentir el movimiento y ambos, gris y azul, se encontraron frente a frente. Ron desvió la mirada hacia el suelo y volvió a asentir. El rubio sonrió enternecido por la actitud algo tímida que demostraba el pelirrojo.
   Ambos se quedaron en silencio por un momento más.

   —Y… ¿Ahora qué? —Preguntó Ron, tan bajito que apenas y se escuchó. Temía mucho romper el momento. Draco rio con ligereza.
   —¿Me permites besarte?

   Ron le miró, asombrado de que le pidiera permiso. Volvió a asentir un poco titubeante y enseguida sintió los suaves labios de Draco rozar los de él. Fue un beso distinto al primero que le había dado, ese había sido rudo y demandante, muy contrastante con este que era tan dulce y suave que parecía ser de seda.
   Sonrió dentro del beso, eso sonaba bien… un beso de seda.

   —Malfoy, yo… —Suspiró cuando se alejaron.
   —Draco —Le corrigió el rubio, delineando sus labios mientras le sonreía—. Dime Draco.
 
   Ron se estremeció al sentir el suave contacto de los labios de Draco, que había ladeado su cabeza con gentileza y ahora depositaba suaves besos en el contorno de su mandíbula. Después de un momento lo abrazó y apoyó la cabeza en su hombro, restregándose como un gatito.

   —Ni lo sueñes hurón —Sonrió Ron en voz baja, mientras correspondía al abrazo con manos temblorosas.
   —¿Por qué tiemblas? —Cuestionó medio en burla, sintiéndose muy feliz.
   —¿Quién tiembla?
   —Tú.
   — No, yo no.
   —Sí, mira —Acarició con sus manos el dorso de Ron, quien se estremeció al instante—. ¿Lo ves?
   —Ah, cállate —Gruñó, haciendo que el otro riera—. Tú también tiemblas.
   —Sí, lo hago —Respondió, alejándose para mirarlo a los ojos y tomando una de sus manos para llevarla a su pecho, donde se hallaba su corazón latiendo con fuerza—. ¿Lo sientes? Esta es la prueba más contundente que puedo darte de que no miento.

   Draco le miró tan intensamente que Ron pensó que se derretiría allí mismo, las piernas le temblaban como gelatina. Inesperadamente, acortó la distancia entre ellos, besando al rubio quien abrió los ojos sorprendido porque el pelirrojo iniciara el beso esta vez pero, ni bien tuvo tiempo de corresponder a la caricia pues Ron se separó tan rápido como se acercara y se alejó.

   —No, esto no está bien —Decía yendo de un lado a otro, su rostro ahora era de angustia—. Ambos somos chicos, por Merlín.
   —¿Y eso qué tiene? —Le dijo mientras intentaba pararlo sin ningún éxito—. Yo te amo y no importa nada más.
   —Pero… ¿Qué dirán los demás? ¿Qué les diré a mis padres? ¿Qué le dirás a los tuyos? —Respondió Ron desesperado—. ¿Qué le diré a Harry y a Hermione?
   —Y vas de nuevo con Potter y Granger —Gruñó repentinamente molesto—. ¿No puedes pensar en nada más?
   —¡Tú convertiste a Harry en chica! —Le recriminó—. Accidente o no, celoso o no, le has hecho la vida imposible por años, no le agradará saber que… que tú y yo…
   —¿Y crees que me importa? —Terció—. ¿Crees que me importa lo que piensen los demás? Sea Potter, Granger, tu familia, mi familia, incluso el mundo entero. Por mi pueden irse al demonio, yo solo quiero estar contigo. ¿Es que acaso no lo entiendes?
   —Yo también quiero estar contigo, pero no sé, es que… —Calló abruptamente al pensar en lo que había dicho. Draco se había detenido de seguirlo y le miraba con las mejillas coloreadas—. Er… yo…
   —¿Quieres estar conmigo?
   —Pues… sí, fue lo que dije.

   El chico se apresuró donde el pelirrojo y le tomó del rostro con ambas manos.

   —Solo eso basta —Susurró antes de unir nuevamente sus labios.

   Esta vez, Ron también cerró los ojos y se dejó llevar por lo que sentía, sin pensar en nadie más que en el rubio que le besaba como si la vida se le fuera en ello. Su corazón latía desbocado, no entendía por qué pero le gustaba sentir el calor de Draco muy cerca, era cómo… cómo si siempre hubiera estado esperando por él.


* * *



   Snape entró en sus aposentos, se despojó de su túnica y se quedó con la pulcra camisa blanca que siempre llevaba debajo. Se dejó caer en el sofá y con un movimiento de varita encendió la chimenea. Llevó su antebrazo izquierdo sobre sus ojos y se permitió descansar por un momento, pensar en nada.
   Luego de unos minutos de completo silencio en el que solo se escuchaban las llamas crepitando, suspiró largamente y abrió los ojos. Removió la manga para dejar al descubierto su piel, ahora tan blanca como lo había sido antes de unirse a los mortífagos. Recordaba perfectamente el día en que había desaparecido la horrorosa marca, Dumbledore había encontrado una poción que lograba desvanecerla por completo, como si nunca hubiera estado allí.

   Más aun podía sentirla, el dolor abrazante y la sensación de repugnancia. Sus pecados seguían tan vivos dentro de él que era torturante mirarse al espejo. Era una agonía verse reflejado en los ojos de gente buena e inocente sin no sentirse sucio, indigno. Sobre todo si eran esas esmeraldas pertenecientes a cierto azabache que últimamente asaltaba su mente. Debía aceptar que Draco tenía razón, tenía que aceptar sus sentimientos, aquellos de los que rehuía a todas horas. Porque aunque pareciera imposible, el odioso profesor de pociones se había enamorado.
    Y no de cualquier persona, se había enamorado de Harry Potter.



* * *



    Pansy entró en la sala común con su paso elegante y su sensualidad desbordante de siempre para ir a su habitación. Había pasado con Granger y Potter a abrir la puerta donde estaban Draco y Weasley encerrados, antes de irse a descansar un poco. Al ser viernes no le preocupaba ya mucho la tarea, podría hacerla al siguiente día. Sacó un libro de encantamientos, que era la materia que más le costaba, y se tiró en su cama para estudiar un poco pero ni había terminado de leer un párrafo cuando unos golpes a su puerta le hicieron levantarse.

   —Más vale que sea algo bueno, acabas de interrumpir mi hora de estudio… —La cara de Blaise le sorprendió tanto que parecía haber visto a alguien volver de la tumba. El chico arqueó una ceja ante la reacción.
   —¿Ya no tienes tiempo para mí? —Preguntó con una sonrisa socarrona.
   —¿Deseas algo? —Respondió, relajando los músculos y recargándose en la puerta con gesto impaciente. Blaise la miró, ella estaba descalza, su blusa estaba desfajada y la corbata solo colgaba de su cuello.
   —¿Sigues molesta?
   —Nunca lo estuve realmente —Se encogió de hombros y se miró las uñas de la zurda con aparente desinterés—. Solo no me gusta que me ordenes cosas, no soy una niña, se aceptar cuando me equivoco.
   —Ya —Respondió Blaise con sarcasmo—. Y por eso siempre andas burlándote de los demás.
   —No tengo tiempo para estas cosas —Dijo repentinamente seria—. Si me disculpas, debo volver a estudiar.
   —No, espera —Pidió el moreno, deteniendo la puerta antes de que la cerrara. Ella le miró sin inmutarse—. Lo siento.
   —¿El qué? Tu ceguera no es culpa tuya, creo yo.
   —Por… todas las cosas que te dije y por como actué. No fue maduro portarme así.
   —Exacto —Concordó—. Tú me hablas de madurez cuando no te das cuenta que el inmaduro eres tú, yo ya no soy la misma de antes de la guerra Zabini. Cuando todos me apuntaron en el gran comedor por abrir la boca, entendí que debía ser más prudente…
   —Pansy…
   —Pero tú no ves eso, solo juzgas sin saber —Sentenció—. ¿Ya puedo ir a estudiar?
   —¡Pansy!
   —¡¿Qué?!

   Blaise le empujó dentro de la habitación, al ser prefecta, Pansy contaba con voto de confianza de no llevar chicos dentro. Forcejeó contra el agarre del moreno, escuchando como la puerta se cerró después de una patada de éste, sin embargo, terminó en el piso con el chico sobre ella.

   —¡Suéltame! —Exclamó sin dejar de moverse.

   Pero él fue más inteligente, pegó sus labios a los de ella en lo que no podría considerarse un beso sino un apretón. Automáticamente, Pansy detuvo sus movimientos y le miró aterrada. Ninguno de los dos cerró los ojos.
   Blaise se fue alejando lentamente, sin dejar de mirarla.

   —Cierra la boca.

    Repentinamente, los colores se subieron al rostro de la pelinegra. Se puso tan roja que nada tenía que envidiar a la cabellera de Ginny. Su gesto de indignación fue tal que Blaise no pudo contener la risa.
   Ella le pateó, mandándole lejos y se levantó. El chico le miró desde el suelo, asombrado.

   —¡Eres un zángano! —Exclamó casi al borde del llanto.
   —Solo era un juego —Respondió él, volviendo a sonreír—. No te lo tomes a pecho.

   Se acercó nuevamente a ella y la jaló a la cama, donde la empujo con suavidad sobre las almohadas y se recostó sobre su pecho, abrazándola. Pansy parecía una muñeca a la que movía a su antojo, no se negó a rodearle con sus brazos y dejarle tomar lo que quería. Blaise cerró los ojos y suspiró.
   Siempre era lo mismo. Llegaba cuando estaba frustrado, triste, inquieto, enojado a que ella le consolara, le calmara, le ayudara a descargarse. Nunca llegaba cuando estaba feliz.

   —Ya no quiero jugar, me lastimas —Musitó quedito.

   Blaise abrió los ojos y le miró, se quedó petrificado al ver las lágrimas que corrían por las mejillas de su amiga, ella miraba hacia arriba, impávida ante el llanto que emanaba de sus ojos. Se levantó, temiendo haberle hecho daño y le tomó el rostro haciendo que le mirara.

   —¿Te duele algo? ¿Te lastimé?
   —¿Podrías irte? —Dijo, pero sus ojos decían "quédate", "elígeme".
   —¿Qué? ¿Por qué?
   —Tengo que estudiar…
   —Pansy… ¿Qué te sucede?
   —¿Qué te sucede a ti?
   —Me siento… mal.
   —¿Y por qué no haces algo al respecto? El que te refugies en mí no lo cambiará. Dijiste que hay un límite para los juegos y he llegado al mío.

   Pansy se levantó y le empujó para llevarlo a la puerta, donde lo volvió a empujar. Antes de cerrar la puerta, Blaise le miró, herido.

    —¿Por qué?
    —Porque ha llegado el tiempo de crecer. Draco está haciendo su vida, tomando sus propias decisiones y arriesgándose… deberíamos imitarle.
    —Pansy…
    —Buenas noches.

    Al cerrar la puerta, se apoyó en ella y resbaló hasta quedar sentada en el suelo. Aspiró como si le faltara oxígeno y se llevó los dedos a los labios, aun podía sentir el calor de los de él. Se levantó y miró la puerta, sin poder creer lo que había hecho.

    —Se acabó el juego.



* * *



    —La puerta está abierta.

    Ron no podía creer lo que escuchaba, había intentado abrir esa bendita puerta por todos los medios y no había podido, ahora Draco solo había girado el picaporte y se había abierto. El rubio le extendió la mano para que se acercara y se marcharan, pero Ron se quedó en su lugar.

    —¿Qué sucede? —Preguntó Draco, preocupado.
    —¿Podemos quedarnos aquí para siempre?

    Draco sonrió, divertido por el pensamiento de Ron. Sabía bien que afuera todo sería diferente, que el pelirrojo aún no estaba preparado para enfrentar al mundo y tenía miedo de eso. Se acercó y tomó su mano.

    —Vamos Comadreja, se supone que el valiente eres tú.
    —¡Y lo soy! —Aseveró Ron—. Pero…
    —Nada de peros, vamos que tengo hambre.
    —Vale, solo lo hago por la comida —Resopló.
    —¿Solo por la comida? —Arqueó una ceja—. ¿Seguro que esa es tu respuesta final?
    —Apúrale hurón —Dijo Ron saliendo por la puerta, como si no le hubiera escuchado—. Mi intestino grueso se quiere cenar al delgado.
   
   El rubio sonrió y se dispuso a seguirle, tenía que admitir que se había fijado en un cabeza dura sin remedio.


* * *


Harry se tensó al ver llegar a Ron a la sala común. El pelirrojo se despidió muy sonriente de él para ir a dormir y el ojiverde solo se quedó mirándolo hasta que desapareció escaleras arriba. Una vez creyó que ya estaría en su habitación. Harry no pudo evitar jalarse el cabello.

   —¡¡¿Por qué Malfooooooooooooooooooy?!!



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