La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Una poción efectiva 4

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Neki Snape
Explota calderos
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Neki Snape


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MensajeTema: Una poción efectiva 4   Una poción efectiva 4 I_icon_minitimeDom Mar 20, 2016 10:16 pm

Cállese Potter


—Aquí Potter —Dijo la profesora McGonagall en cuanto cruzaron el hueco del retrato. Al verlo, la mujer había enarcado las cejas y había sonreído. Los alumnos que vagaban por la sala común a esa hora se volvieron hacia él cuando la escucharon. Un silencio incómodo surgió cuando avanzó hacia ella.
—Buenas noches, profesora —Saludó con timidez, sus mejillas se habían puesto rojas pero mantenía la frente en alto.
—Sí, buenas noches —Saludó ella con satisfacción—. Sígueme, te mostraré tu nueva habitación.
—¿Nueva habitación? —Preguntó, asombrado.
—Sí, el Director ha reservado una para tu uso personal debido a tu condición. Ya me he encargado de que tus cosas estén ahí —Se encaminó escaleras arriba, con el trío pisándole los talones. A sus espaldas los estudiantes habían empezado a cuchichear. Harry se sintió extraño cuando tomaron camino hacía los dormitorios de las chicas.

Miró de reojo a sus amigos, que le miraron un poco azorados, la profesora se detuvo después, frente a una puerta que antes no estaba allí. El dormitorio estaba después de la puerta que daba al de las chicas. Era pequeño pero parecido a todos los demás. Solo había una cama que a sus pies tenía su baúl, una puerta que daba al baño y una que otra cosilla curiosa, cómo una mesita y un espejo de cuerpo completo.

—Bien, Potter, éste será su dormitorio por ahora —Le dijo la mujer desde el resquicio de la puerta. Harry entró y se volteó al ver que sus amigos no entraban. Hermione pasó la puerta pero Ron se quedó afuera. La profesora le miró con una ceja enarcada—. ¿Por qué no pasa Weasley?
—Ah, bueno… es que es el dormitorio de una chica —Balbuceó el pelirrojo—. Los chicos no pueden entrar ¿no?
—A esta habitación puede entrar cualquier persona, siempre y cuando el señor Potter lo desee —Explicó—. Si él no lo desea, se le impedirá el paso. Ahora, con su permiso… Buenas noches.
La mujer se retiró y Ron entró ya más tranquilo. Harry cerró la puerta.
—Vaya, tendrás una habitación para ti solo —Exclamó el pelirrojo, recorriendo la habitación—. Que suerte tienes.
—Sí, supongo —Respondió él, no sonando tan entusiasta como habría deseado.
—¿Qué sucede, Harry? —Le preguntó Hermione, poniendo una mano en su hombro.
—Me siento un poco aislado, es todo.
—Podemos hacerte compañía siempre que quieras —Le sonrió la chica—. Solo dilo y si quieres hasta nos podemos quedar a dormir contigo.
—¿Enserio? —Dijo Ron desde el otro lado de la habitación, dejando de revisar todo, ganándose una mirada furibunda de su amiga—. Ehm, enserio Harry. Solo dilo, amigo y aquí estaremos.

Harry sonrió a sus amigos, agradeciendo que intentaran hacerlo sentir bien. Les miró significativamente y negó con la cabeza.

—No es necesario —Dijo, aunque realmente le hubiera gustado que Ron se quedara con él, pero sabía que solo lo haría sentir incómodo—. Estaré bien.
—¿Seguro? —Inquirió Hermione.
—Seguro —Le sonrió—. ¿Vamos a cenar?

Sus dos amigos asintieron y los tres bajaron. Al cruzar por la sala común, todos volvieron al silencio y les observaron salir.

—¿Enserio luzco tan mal? —Preguntó exasperado.
—No —Respondió Ron—. Te ves muy bien de hecho, pero tienes que aceptar que nadie se esperaba que lucieras así.
—Sí —Concordó Hermione—. Luces muy linda o lindo —Sonrió al ver el sonrojo de Harry—. Te queda muy bien mi uniforme.
—¿Es tuyo? —Exclamó Harry—. Oh, por Dios. Prometo que te lo devolveré sano y salvo.
—No te preocupes Harry.
—Saben, debo admitir que es cómodo usar falda.

Siguieron charlando tan normalmente que, por un momento, Harry se olvidó de su apariencia y reía animadamente al escuchar a sus amigos relatar todas aquellas historias ridículas sobre lo que sucedió aquel día en Pociones. Cuando entraron al Gran comedor, todos charlaban y conforme caminaban hasta su lugar en la mesa Gryffindor, un silencio sepulcral y opresivo se hizo en el lugar.

Harry se hundió en su asiento al sentir todas las miradas sobre él y decidió concentrarse en su cena. Sus dos amigos le imitaron y de vez en cuando Ron y Hermione lanzaban miradas de advertencia a los indiscretos.

—Ho…Hola Harry —Le saludó Neville, que se cambió de asiento para servir de escudo a su amigo—. ¿Ya estas mejor?
—Sí, gracias Neville —Le respondió, sonriendo agradecido.
—Nos tenías preocupados a todos —Dijo Ginny, imitando a su amigo y sentándose al otro lado de Harry—. Casi creemos eso de que mutaste a un Troll ¿verdad chicos? —Los demás asintieron, poco a poco, los cercanos a Harry se empezaron acercar y sacarle charla.

—Cielos Harry, te ves muy bien —Dijo Seamus lanzando un silbido—. Si no supiera quien eres te invitaría a las Tres Escobas.
—Y si yo no supiera quien eres,seguramente te lanzaría una maldición —Contestó Harry divertido.

Entre la plática animada, las demás casa comenzaron a actuar con normalidad, aunque aún lanzaban miradas curiosas. Harry echó un vistazo a la mesa de profesores, para ver si Dumbledore estaba allí. Sus ojos terminaron posándose en unos negros que le observaban de forma profunda, pero solo fue por un segundo, porque el profesor la desvió casi al instante.

—No te has perdido de mucho —Escuchó que decía Ron—. Snape, gracias a Merlín, casi no ha dejado redacciones.
—¿Qué? —Preguntó algo distraído.
—Sí, pareciera que está un poco ausente —Continuó Neville—. Esta de peor humor últimamente, pero no se descarga precisamente en nosotros. No me ha molestado en un par de días. Además su aspecto no es igual ¿han visto sus ojeras?

Harry miró de reojo hacia la mesa y descubrió que de nuevo le miraba. El hombre volvió a desviar la mirada y él le observo ahora. Era cierto, tenía unas pronunciadas ojeras y su piel lucia más cetrina. Se veía cansado.

—¿Y desde cuando te fijas tanto en Snape? —Inquirió Dean—. ¿No estarás enamorado, Neville?
—¿Qué? ¡No! —Neville se coloreó con bochorno. Harry volvió su atención a ellos.
—¡Qué asco Dean! —Rio Ginny—. ¿Quién se enamoraría de Snape?
—Sí, es un murciélago grasiento —Se burló Ron—.Ay de la pobre alma que pose sus ojos en él.
—Qué desagradable eres Ronald —Gruñó Hermione.

Cuando la cena se terminó, todos se levantaron. Harry, ya con el ánimo más arriba, caminó junto a sus amigos fuera del gran comedor. Ninguno se separó de él en todo el camino y al llegar a la Sala Común se dispersaron hacía sus habitaciones.

—Extrañare mi cama —Dijo el azabache a Ron, cuando éste se disponía a ir a su habitación. Se despidieron y él y Hermione caminaron hacia arriba.
—¿Seguro que estarás bien? —Preguntó su amiga cuando se detuvo frente a la entrada de los dormitorios de las chicas.
—Sí, me siento mucho mejor después de todo lo que han hecho por mí hace un momento.
—La profesora McGonagall habló con ellos mientras nosotros íbamos por ti —Le confesó ella con una sonrisa—. Supongo que les habrá explicado la situación y les pidió ayuda.
—Todos son increíbles —Musitó agradecido.
—Buenas noches, Harry —La joven le abrazó dulcemente y él respondió. Amaba a sus amigos más que a cualquier cosa en el mundo.
—Buenas noches, Hermy.



* * *


—Harry, se nos hará tarde para desayunar —Decía Ron mientras tocaba su puerta. Él y Hermione tenían unos minutos parados ahí, su amigo había respondido pero no salía.
—¡Un momento! —Le escucharon decir. Esperaron un momento más, pero nada que salía.
—¡Harry! —Exclamó el pelirrojo ya desesperado. La puerta se abrió para su asombro y Harry se asomó, su cabello estaba hecho un desastre.
—Yo —Musitó con timidez—. Hermione… ¿Podrías ayudarme?
—Claro Harry —Le sonrió ella, comprensiva—. Espera un momento Ron, saldremos en un segundo.
—Está bien —Bufó él. Sabía por experiencia que si las mujeres decían eso, tardarían más. Y lo peor era que ahora su mejor amigo también era una—. ¿Por qué Merlín? ¿Por qué? —Se lamentó cuando estuvo solo.

Hermione cerró la puerta y observó a su amigo. Aun no se ponía los zapatos y se veía en el espejo. Se acercó y acomodó el cuello de su blusa. Tomó el peine y se puso a cepillar su cabello.

—Esto es humillante. Lo siento si les causo molestias. —Susurró con pena.
—No digas eso, aun te estas acostumbrando y es normal.
—Sí pero no puedo ni peinar bien mi cabello. Es ridículamente largo —Se quejó—. Además toda mi ropa fue cambiada por la de una chica y no me agrada mucho.
—Bueno, sería extraño que usaras ropa de chico en este momento —Le dijo ella—. Ya está, ponte los zapatos antes de que Ron nos asesine.
Justo en ese momento, como si hubiera escuchado, el pelirrojo golpeaba nuevamente la puerta y una vez listo, salieron.

La primera clase de ese día empezó como siempre, las miradas hacia Harry eran más indiscretas cada vez. Uno que otro chico se había acercado para preguntar pero parecían arrepentirse al último momento. La clase transcurrió lo más normal que se pudo.

Sin embargo, a la hora de Transformaciones todos se arremolinaron frente a la puerta, en espera de la profesora.

—¡Miren, si es Potter! —Exclamó con arrogancia Draco Malfoy al verlos llegar. Harry le miró con odio, recordando que había sido él quien lanzara a su caldero la cosa que le tenía así—. ¿Ya te has acostumbrado a usar bragas? —El azabache enrojeció de ira y vergüenza.
—El único que usa bragas aquí eres tú, hurón —Le defendió Ron—. Déjale en paz.
—¿Defiendes a tu novia, comadreja? —Escupió con odio.
—Esto es tu culpa, Malfoy —Le soltó Harry del mismo modo.
—¿El qué? —Enarcó una ceja—. ¿Qué ahora tengas pechos?
—¡Tú lanzaste algo a mi caldero! —Le acusó iracundo y acercándose amenazador, lo cual era casi imposible ya que era más bajo que el rubio—. ¡Yo te vi!
—¡Pruébalo, cara rajada! —Ambos se miraron con odio.

Todos a su alrededor miraban la escena asombrados. La acusación de Harry era muy grave y Malfoy en realidad no la había desmentido.

—¿Qué sucede aquí? —Preguntó la profesora, abriéndose paso entre los alumnos.
—Nada, profesora —Respondió Malfoy, entrando al aula sin inmutarse. Antes de irse, lanzó una mirada fugaz hacia cierto pelirrojo.
—Eso no es normal —Le susurró Harry a Ron cuando tomaron asiento—. No me ha acusado con la profesora. Siempre se inventa cosas para meternos en problemas.
—Sí, es rarísimo —Concordó Ron. Ambos miraron al rubio más delante. Estaba con la cara apoyada en la mano y la mirada ausente.



* * *


—¿Qué es lo que se te ofrece? —Preguntó con voz monótona.
—Severus, he notado que pareces muy cansado últimamente. ¿Te sientes bien? —La preocupación en el rostro de Albus Dumbledore era evidente.
—Sí, mejor que nunca —Siseó—. Me pondría a saltar en este momento.
—No necesitas ser tan sarcástico.
—Estoy bien, Dumbledore.

El anciano le miró con sus ojos azules, haciéndole sentir que podía ver a través de él. Snape bufó molesto.

—Puedes confiar en mí —Le pidió el Director amablemente. Su sonrisa denotaba solo una única cosa: "Confía en mí tal y como yo confié en ti"
—No he dormido bien, es todo —Se rindió ante su mentor. El anciano le conocía muy bien como para no darse cuenta.
—¿Y?
—¿Y, qué?
—¿Cuál es el motivo? —Respondió con simpleza. El profesor se mostró inexpresivo. Meditó un momento sobre esta nueva situación. Su mal tenía nombre y apellido, no sabía cómo combatirlo, cómo deshacerse de él. No tenía cura, no aún.
—Harry Potter —Escupió.
—¿Harry? —Preguntó el anciano, impresionado ante aquella declaración—. ¿Qué pasa con Harry?

Snape no respondió. ¿Qué pasaba con Harry? Más bien, qué no lo hacía. No podía evitar mirarle y estremecerse, invadía sus sueños cada noche y su pensamiento todo el día. Durante la cena de la noche pasada no se pudo contener de mirarle, él chico se había dado cuenta de que lo hacía. Lo que lo hacía mucho más grave. No quería encontrar una explicación a aquello, no, no quería aceptar la inminente verdad.

—¿Severus? —Le llamó el anciano al ver que no salía de su trance.
—Necesito encontrar un antídoto que rompa el efecto de la poción. Necesito devolverlo a su forma normal. Necesito que deje de perseguirme —El anciano arqueó una ceja ante lo último—. Con un carajo, necesito sacarle de mi cabeza ¡Me estoy volviendo loco!
—¿A qué te refieres? —Preguntó con una mirada perspicaz, ahora entendía que era lo que sucedía. El profesor le miró y palideció, había hablado en voz alta. Aquello no le podía estar pasando.

Dumbledore esperó pacientemente a que respondiera, pero no lo hizo. Sonrió divertido al ver un tenue brillo, casi imperceptible, en los ojos de su amigo y una loca idea le cruzó el pensamiento. Se levantó del sofá donde había estado sentado.

—Bien, solo dime que necesitas para encontrarlo —Dijo con tanta amabilidad que Snape supo que se avecinaba una tormenta—. Mandaré a llamar a Harry para que te ayude él mismo.
—¡No! —Espetó, tan blanco como el papel—. ¡No, no quiero verlo!
—Pero sólo en él encontraras la respuesta.
—¡¿Acaso la vejez te ha atrofiado el cerebro?! ¡No podré contenerme!
—Confío en tu voluntad Severus —Respondió acercándose a él y poniendo una mano en su hombro—. Además los dos necesitan ese antídoto.
—Debe haber otra forma —Negó—. No puedo acercarme a él, no le fregaré la vida con esta estupidez.
—Tú no eres malo Severus —Aseguró el anciano. Su más grande deseo siempre sería ver feliz a aquel que consideraba un hijo—. Podrás con esto, lo sé.
—Estás demente —Suspiró adolorido el hombre—. Y viejo.
—Tengo el alma joven —Sonrió Dumbledore.


* * *


Estaba frente a un gran dilema, miraba a ambos lados esperando la respuesta a sus plegarias. Las ganas le mataban y tenía enredadas las piernas en un intento por menguar su necesidad. Le había entrado justo a media clase y ya no aguantaba más, frente a él estaban las entradas de los servicios pero no sabía a cuál debía entrar.

Si entraba al de chicas podría ver a alguna, esa idea le aterrorizaba; si entraba al de chicos, ellos le verían a él, eso le horrorizaba aún más. En todo el día muchos de ellos le había mirado con algo que jamás había visto en los ojos de quienes le miraban, un Slytherin prácticamente le había desvestido con la mirada, sentía nauseas de solo recordarlo.

Un escalofrío le recorrió la espina y supo que no podría aguantar más. Se metió rápidamente al baño de chicos y se encerró en un cubículo. Cuán grande fue su alivio.

Estaba a punto de salir cuando unas voces, masculinas para su desgracia, se escucharon por todo el lugar. Bajo la tapa del retrete y se agazapó sobre ella. El baño comenzó a llenarse, supuso que las clases habían terminado ya. Harry temblaba mientras abrazaba sus rodillas intentando no perder el equilibrio. Vio que alguien se agachó para ver si el cubículo estaba ocupado y luego intentaban abrir la puerta sin éxito. Suspiró cuando parecieron haberse rendido.

—¡Es una chica! —Exclamó alguien sobre su cabeza. Alzó la mirada para ver con horror que desde el otro cubículo un chico le observaba. Harry saltó de su lugar y abrió, todos los chicos que se hallaban ahí le miraron.
—¿Te equivocaste de servicio? —Se burló alguien. Harry se puso tan rojo como un tomate cuando algunos empezaron a reír.
—Es que es Potter —claró otro que no supo tampoco quién era—. Quizá ahora no sabe a cuál ir.
—¿Te dan miedo las chicas, Potter? —Dijo un Slytherin. Se acercó a él con aire arrogante y le miró—. Vaya, no estás nada mal. Si realmente fueras una chica, estarías muy buena.
Muchos rieron ante el comentario. Harry se abrió paso hasta la salida y corrió a todo lo que sus piernas daban lejos de allí.

Corrió sin ver hacia donde iba, aquello había sido humillante y la mirada de algunos chicos era perturbadora. Chocó de lleno con algo que no había visto de donde salió, su cuerpo rebotó contra eso y cuando sintió que le sujetaban para que no cayera al suelo, supo que no era algo, era alguien… ese alguien era muy cálido y suave. Le tenía aferrado de una forma tan sutil que parecía no querer romperle.

Sintió una respiración suave y pausada por encima de su oreja, se estremeció y todo su cuerpo pareció ser de mantequilla entre esos brazos que le provocaban una sensación agradable. La persona le soltó rápidamente y entonces pudo apreciar la mirada cargada de odio de Severus Snape.

—¡Potter! —Siseó a su alumno. Harry no respondió, se sentía aturdido ante aquel violento sacudón que dio su cuerpo al entrar en contacto con el de Snape—. Veinte puntos menos para Gryffindor por correr en los pasillos.
—Yo… Yo, lo siento —Musitó Harry, sacudiendo la cabeza para despejar aquella repentina bruma.
—No más que yo —Dijo con molestia—. ¿Por qué corría? —El ojiverde recordó la escena anterior y se encogió de hombros, bajando la cabeza.
—No quería llegar tarde —Musitó en tono lúgubre. Snape le miró y sintió unas ganas inmensas de abrazarle de nuevo. Compuso una mueca de asco.
—Da igual. Precisamente le buscaba —Dijo captando la atención de Harry. Su voz sonaba como si contuviera la ira— Le veré en mi despacho después de clases.

El hombre se alejó rápidamente, el ojiverde le miró desaparecer y luego siguió caminando.



* * *


—Prometo que si no vuelves a la torre, iré a las mazmorras por tu cadáver —Le dijo Ron con sinceridad. Hermione tenía la cara enterrada en un libro y rodó los ojos al escucharle. Les había relatado acerca de cómo Snape parecía estar furioso. Había omitido la escena en el baño de chicos, no quería que pensaran que se estaba volviendo débil.
—Vale Ron —Le sonrió—. Prometo defenderme si me ataca.
—No tienes oportunidad —Respondió el pelirrojo—. Snape es un mortífago entrenado.
—Vaya, gracias por el voto de confianza.
—Aunque tú eres el elegido y salvador del mundo mágico —Razonó su amigo—. Eso es un punto para ti ¿no?
—Deja de decir sandeces Ronald —Dijo Hermione desde la butaca donde leía. Harry había notado que no había cambiado la página desde hacía mucho tiempo y parecía estar pensando. Se sorprendió al haberse fijado en eso, nunca antes lo había hecho, pero ahora que lo pensaba no era la primera vez que viera a su amiga de esa forma.

Se acercó a ella y se sentó en una butaca de enfrente. Ron se quedó en la mesa leyendo un libro sobre Quidditch.

—Te sucede algo, Hermy? —Preguntó en voz baja. La castaña le miró, Harry tenía una cara preocupada.
—¿De qué? —Dijo intentando disimular que algo ocultaba.
—Has estado en esa misma página desde hace veinticinco minutos —Respondió con una sonrisita. Hermione miró el libro y boqueó un poco.
—Solo pensaba sobre lo que te ha ocurrido —Musitó sin dejar de mirar la página—. Quisiera poder ayudarte.
—No te preocupes por eso —Suspiró. Sabía que ese no era el verdadero motivo de la turbación de Hermione, podía sentirlo—. Si te sucediera algo más, me lo dirías ¿cierto?
Su amiga le miró, Harry vislumbró una chispa extraña en su mirada, y le sonrió. Asintió afirmando que lo haría, aunque un leve titubeo hizo a Harry dudar.

—Vale —Susurró, mirándole cariñoso—. Nos vemos después chicos.


* * *


Suspiró al llegar a la puerta, sentía un leve nerviosismo que no podía explicar. Tenía la sensación de que se dirigía al matadero, algo muy distinto a cuando lo vio en el pasillo. Aquella vez una calidez abrumadora se había extendido por todo su cuerpo, pero ahora un frío le calaba el esqueleto por completo. Retorció un mechon de su cabello que caía por su mejilla y luego lo devolvió detrás de su oreja. Se había cambiado el uniforme y llevaba una remera propia y unos jeans que había encontrado en su baúl, estos le calzaban a la perfección.

Tocó la puerta suavemente y esperó a que respondieran. Cuando escuchó la aterciopelada voz de Snape sisear "pasé", tembló. Se sorprendió al ver que Dumbledore también se encontraba allí.

—Buenas noches, Harry —Le saludó el anciano, sonriendo cálidamente.
—Buenas noches, señor —Devolvió Harry. Miró a Snape que estaba de espaldas hacia un armario—. Buenas noches, profesor.
—Buenas noches —Gruñó el hombre.
—Pasa muchacho, siéntate —Le animó el Director. Él obedeció y tomo asiento a su lado—. Bueno, te preguntarás porqué te hemos pedido que vinieras —Harry asintió y escuchó un gruñido por parte de Snape—. Cómo aun no encontramos una forma de revertir el efecto de la poción y ésta ya ha durado muchos días, he considerado lo indicado que el profesor Snape y tú se dediquen a sesiones de prueba para intentar encontrar alguna.
—¿Sesiones de prueba? —Repitió Harry sin entender.
—Sí, ya sabes, para hacer pruebas —Sonrió el anciano—. Quizá necesitemos un poco de tu sangre o algo de tu cabello.
—Ah, ya… —Respondió—. ¿Y qué tengo que hacer?

Un murmullo que sonaba a "dejar de existir" se escuchó por el lugar, Dumbledore y él voltearon hacia Snape, que parecía leer un pergamino. Harry sintió algo de desazón al notar que el hombre no le había mirado desde que llegara, parecía evitarle a toda costa. Aunque no entendía por qué sentía algo así.

—Bien, les dejaré a solas para que comiencen.

Snape se tensó y apretó el pergamino, arrugándolo levemente. Se volteó y miró a Dumbledore con odio, pero el anciano lo ignoró y salió sin la menor intención de escuchar lo que sea que el otro quisiera decir. En cuanto desapareció, un silencio pesado embargo la estancia. Harry esperaba que el pocionista le dijera algo, pero éste solo se concentró en lo que hacía antes de que Dumbledore se fuera.

Comenzó a balancear los pies y recorrió la estancia con la mirada. Había estado muchas veces ahí, pero los frascos con cosas repugnantes le seguían pareciendo asquerosos. Miró a Snape que se inclinaba sobre otro pergamino, le miró sin descaro pensando que el hombre no lo notaría. El otro aferró la pluma fuertemente y siguió escribiendo. De pronto ésta se partió en dos por la fuerza de su agarre.

—Deje de mirarme, Potter —Siseó. Harry dio un respingo y bajó la mirada.
—¿Me dirá que debo hacer? —Preguntó algo dudoso. Se aburría bastante.
—Mostrarme lo que le puso a su caldero.
—Pero ya le he dicho que no sé lo que Malfoy lanzó —Respondió molestándose. El hombre bufó exasperado y se levantó. Harry tembló cuando éste se detuvo amenazante frente a él.
—Piense en ese momento Potter —Susurró Snape suavemente, casi con cariño. Harry tembló aún más. Alzó la mirada, encontrándose con los ojos de Snape, que le miraba con algo que el menor no pudo identificar—. ¿Ya lo hace?
—No entiendo —Dijo, Snape rompió el contacto visual y bufó.
—Solo rememore los hechos, creo que por lo menos su pequeño cerebro podrá hacer eso —Harry frunció el ceño y cerró los ojos, recordando todo. Ahora podía verlo con detalle, cada movimiento. Sintió que algo se posaba en su cien y luego se alejaba. Sintió algo parecido a la confusión por un leve momento.

Abrió los ojos para ver como su profesor depositaba una hebra plateada en un vial. El recuerdo.

El hombre desapareció un momento tras una puerta y luego volvió con una vasija en las manos. Era la misma que tenía símbolos extraños grabados en los bordes, que había en el despacho de Dumbledore. Lo vio depositar el recuerdo y luego hacerle una seña para que se acercara.

Cuando llegó a su lado, le hizo una seña para que fuera el primero. Al hacerlo, sintió que caía hasta encontrarse en el aula de pociones, momentos después Snape también le había seguido.

—La Amortentia es el filtro de amor más fuerte y poderoso que existe en el mundo. Causa una poderosa obsesión en aquel que la bebe. Es caracterizada por tener un brillo nacarado, su vapor asciende formando unas inconfundibles espirales y tiene un aroma diferente para cada persona, haciéndoles recordar las cosas que más les atrae, incluso si esa persona no conoce la verdadera afición a dicho objeto —Decía otro Snape a su clase. Harry se sintió extraño al saber que había dos en la habitación. Era una idea horrorosa—. Por supuesto que la Amortentia no crea verdadero amor. Es imposible crear o imitar dicho sentimiento. Sólo produce un intenso encaprichamiento, una obsesión. Sus efectos son instantáneos, en cuanto una persona la bebe, se vuelve obsesivo y puede que peligroso para las demás personas.
»En esta clase intentaran elaborarla. Claro que no espero que sus primeros intentos sean positivos, es una poción difícil y sumamente poderosa. Encontraran las instrucciones en su libro, pero de todas formas —Hizo una fluorita y un texto apareció en la pizarra—. Aquí también podrán verlas. Ahora a trabajar, quiero completo silencio.

Los siguientes minutos, todos estaban completamente sumidos en su labor. El Snape del recuerdo paseaba por las mesas revisando a los alumnos.

—¿Crees que Snape le ha dado la poción a alguna mujer para se enamore de él? —Preguntó Ron en un susurro a Harry. El Harry actual palideció y miró de reojo al Snape que estaba a su lado. Sentía que se acababa de meter en un problema. El Harry que era un chico, se encogió de hombros sonriendo.
—Quizá, solo así alguien se enamoraría de tal pelmazo —El Harry chica quiso darse un golpe a él mismo para callarle. Ahora sí que estaba seguro que Snape le mataría al volver al despacho. Acababa de firmar su sentencia.

Sin embargo, en ese momento, un movimiento le alerto. Malfoy se volvió hacia ellos y se les quedó mirando. El Harry chico y Ron no se percataron de eso, siguieron sonriendo. El rubio ciñó los ojos y apretó la mandíbula. Vio que el Snape de verdad se acercó a su mesa rápidamente. Lo vio tomar algo y lanzarlo hacia Ron pero aquello calló de lleno en el caldero de Harry… la explosión no se hizo esperar. Luego todo quedo en oscuridad.

Harry sintió que le jalaban nuevamente y sintió el suelo del despacho de Snape bajo sus pies. Se quedó quieto, esperando la muerte que seguramente se había ganado.

—Cuerno de bicornio —Dijo Snape sin siquiera mirar a Harry. Éste le miró sin comprender porque no se abalanzaba contra él por haber dicho tales cosas. El profesor revolvía cosas en su estante y fue entonces que lo entendió.
—¡Ha visto que es! —Exclamó entre alegre y asombrado. El profesor se volvió hacia él, le miró un momento y luego regresó a lo que hacía—. ¡Ha visto lo que lanzo Malfoy! —Entonces le apuntó con  el dedo—. ¡Ha visto que fue Malfoy! ¡Yo no mentía!
—No sé de qué me habla —Respondió el hombre con voz forzada. Luego caminó hacia la chimenea y tomó algo de una cajita.
—¡¿Como puede hacerse el desentendido?! ¡Usted lo ha visto! ¡Fue Malfoy! —Le espetó con enojo. Ese hombre era un… un… no había palabras para definirlo.
—Dumbledore, he visto que ha sido ¿Puedes venir? No puedo soportarlo más —Había metido la cabeza en la chimenea, luego salió.
—¡¿Qué no puede soportarme?! —Gritó Harry enfurecido, se sentía repentinamente ofendido. Snape caminó hacia él pero el chico siguió gritando con su voz ahora chillona—. ¡No es justo, profesor! ¡Tiene que castigar a Malfoy! ¡Le diré al profesor Dum…!

Snape le tomó del rostro con delicadeza utilizando ambas manos y unió sus labios con los suyos tan de repente que Harry no tuvo tiempo de reaccionar.

—Cállese Potter —Susurró el hombre cuando se despegó un poco de él. Sus labios rozaron los suyos al hablar—. Por una vez en su vida, cierre la boca.

El ruido característico de cuando alguien llega a la chimenea se hizo presente y el profesor se separó abruptamente, alejándose lo más posible de él, dejando a Harry tieso, pálido y con los ojos abiertos como platos en el mismo lugar. Un segundo después Dumbledore estaba en la estancia. Miró a Harry y enarcó ambas cejas, luego miró a Snape que se removía desesperado por el lugar.

—¡Cuerno de bicornio! —Exclamó el hombre—. ¡Ha sido cuerno de bicornio! Pero no entiendo cómo es que…
—¿Harry? —Preguntó el anciano, preocupado de que no se moviera e ignorando a Snape.
—P… p... —Balbuceó el ojiverde. Dumbledore le tomó de los hombros.
—¿Harry, estas bien?
—¡No! —Estalló el chico y salió disparado del lugar no dando tiempo al anciano para detenerle, éste se volteó hacia el profesor con la duda plasmada en el rostro. El pelinegro lucia igual de pálido que el chico.

Se dejó caer en el sofá y se llevó las manos a la cabeza, la cual escondió entre las rodillas. Se revolvió el cabello con desespero.

Por Merlín ¿Qué había hecho?


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