La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Una poción efectiva 14

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Neki Snape
Explota calderos
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Neki Snape


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MensajeTema: Una poción efectiva 14   Una poción efectiva 14 I_icon_minitimeLun Mar 21, 2016 7:51 pm

Cómo todo comenzó


—Ven cariño —Dijo su madre con voz dulce, esa que solo utilizaba con él—. ¿Quieres un helado? —Asintió recatadamente, como le enseñaron que debía hacerlo, no tenía que ser efusivo ni gritar. Debía ser educado. Le dedicó una radiante sonrisa a la mujer, que le miró enternecida y acarició su mejilla con amor—. Entonces vamos.

    Le siguió de cerca, tomado de su mano. El callejón Diagon estaba repleto de gente que hacía sus compras. Era la víspera de ingreso a Hogwarts, por lo que había muchos niños emocionados corriendo por todo el lugar. Miraba curioso la tiendas y a los demás infantes que chillaban y saltaban mirando lechuzas y escobas. La vitrina del local de artículos de Calidad para Quidditch relucía una hermosa barredora de nueva generación, la más nueva, la más rápida. El mango brillaba pulcramente y lanzaba pequeños destellos de vez en cuando, lo que la hacía más atractiva.
    Muchos niños, de todas las edades, se pegaban al cristal con ojos soñadores mientras jadeaban de emoción.

    —¡Es la mejor escoba de todas! —Gritó un niño con emoción. Muchos cuchicheos le siguieron, y muchos otros grititos que decían "¡Papi, cómprame una!".

    Sintió muchos deseos de acercarse para verla mejor, pero su madre había expresado su desagrado a esas muestras de poca educación y una negativa a que participara en tales garullos. Suspiró resignado, después de todo podría pedirla para navidad, no había nada que no le negaran si lo pedía apropiadamente. Sin embargo, no era eso lo que deseaba, él quería correr y demostrar su asombro como los demás niños, quería charlar con algún otro que estuviera admirando lo mismo que él y hacer amigos. Quería un amigo.
    Solía jugar a veces con el hijo de los Zabini, pero era rara la ocasión. Además, no podían correr por los jardines ni explorar las mansiones. No podían jugar a que eran magos valerosos en busca de un tesoro robado por duendes. Oh, vale. No podían hacer nada que no fuera jugar ajedrez, leer juntos o cosas así. Muchas veces se habían escapado a sus habitaciones para jugar con sus juguetes y habían terminado castigados… eso no contaba.

   Iba tan distraído que no supo ni de donde salió la mota roja que le golpeó como bólido en el hombro. Gimió débilmente al sentir su trasero golpear el suelo.

   —¡Fred, George! ¡Vuelvan aquí! —Exclamó una mujer de brillante cabello rojo. Su expresión dejando notar lo molesta que estaba—. ¡Qué voy a haces con ustedes!

   Su madre se apresuró hacia él, poniéndose de cuclillas.

   —¿Estás bien mi amor?
   —Sí —Respondió distraídamente mientras miraba a los gemelos que a su vez miraban a su madre burlonamente. Uno de ellos, quizá el menos revoltoso, articulo un "lo siento" con los labios antes de volverse a seguir corriendo. Se levantó, sacudiéndose la ropa y alzando la frente con dignidad.

    Comenzó a caminar detrás de su madre nuevamente, esta vez sin tomarle la mano, mientras veía pasar a un grupito de pelirrojos que seguían a la mujer y los gemelos. Había un adolescente de largos cabellos rojos que iba junto a un hombre mayor, que debía ser su padre, también habían otros dos, menores que el primer pelirrojo. Uno de anteojos que llevaba un libro en los brazos y miraba reprobatoriamente a su madre y los gemelos, daba la impresión de que se avergonzaba. El otro checaba una lista con el primero, era más fornido y alegre. Al bajar la mirada a su altura, se dio cuenta de que había otro par de cabecillas rojas. Era un niño al que no le veía la cara porque miraba hacia abajo, donde sujetaba a su pequeña hermana para evitar que corriera tras los gemelos, la niña hacía pucheros por no conseguirlo.
    Ni cuenta se dio que había detenido sus pasos para mirar a la curiosa familia. Un sentimiento repentino le invadió.

   —Qué alboroto arman —Escuchó que bufaba su madre, más adelante—. Gente de poca clase. Pobretones.
   —Madre —Se apresuró a alcanzarla y tomar su mano nuevamente. Ella le miró, sonriéndole.
   —¿Sí, mi pequeño príncipe?
   —¿Puedo? —Dudó un poco antes de atreverse a decirlo, más al final trató de sonar seguro—. ¿Puedo tener un hermano o hermana?

   La mujer se detuvo abruptamente, no solo por la pregunta sino también porque su padre les había dado alcance. Su padre, un hombre rubio platino de largos cabellos acomodados con mucho cuidado, les miró intrigado.

   —¿Sucede algo Cissy? —Preguntó al ver la expresión sorprendida y sonrojada de su esposa.
   —¿Eh? No… no es nada Lucius —Se apresuró a responder—. Draco quiere un helado.
   —¿Ah, sí? —Sonrió solemnemente a su hijo, que le miraba con el sumo respeto que su presencia le hacía sentir—. ¿Iban a la heladería sin mí?
   —Te buscábamos —Respondió Narcissa—. ¿Vamos?
 
   El rubio asintió y los tres se encaminaron a Florean Fortescue. Al llegar, Lucius pidió al señor Florean un helado de crema y caramelo para Draco, mientras los otros dos iban a sentarse en la iluminada terraza tranquilamente. Entregó el dulce a su hijo y se sentó frente a él, mirando a la gente del callejón con notoria altanería. El pequeño se mantuvo en silencio sin tocar su helado.

    —¿Por qué no lo comes? —Preguntó el señor Malfoy, le había llamado la atención una gota que cayó a la mesa. El helado estaba derritiéndose. Draco frunció el ceño como siempre hacia cuando algo le preocupaba—. ¿Sucede algo?
   —Le he preguntado algo a madre —Respondió el niño mientras lamia su helado—. Y no me ha respondido… ¿Puedes tú hacerlo, padre?

   Lucius miró a Narcissa, enarcando una ceja. La mujer se tensó y se mordió el labio inferior.

   —¿Y qué es a lo que debo responder? —Agregó después de sentir que su esposa no le respondería.
   —Le he preguntado si puedo tener un hermano o hermana.

   El silencio se apoderó de la mesa donde se encontraban, el mayor mirando a su primogénito asombrado. Draco comió su helado solo para evitar que se derritiera pero lo que más deseaba era una respuesta rápida, no sabía porque su madre había evitado responderle y eso solo le hacía sentirse más curioso. Esperó pacientemente a que sus padres dejaran de enviarse miradas preocupadas y de advertencia como si no estuviera él allí, no podía abandonar sus modales si deseaba una respuesta afirmativa.

   —Verás Draco —Comenzó Lucius—. No es tan fácil…
   —¿Por qué?
   —Porque… —Miró una vez más a su esposa en busca de apoyo pero ésta solo le miró consternada. Ambos habían temido que ese momento llegara, aunque era normal, Draco era un niño y como a todos le entraba la curiosidad. Lo que no sabían era cómo plantear a su hijo de seis años el porqué no podían darle lo que pedía—. Porque hay que pedírselo a la Hipogrifo madre.

    Su esposa no pudo evitar soltar una risita al escuchar su excusa. Él le miró indignado pero luego se puso nuevamente en su papel.

   —Pues escribámosle una carta —Comentó Draco, sin entender de que se reía su madre—. Eso no es muy difícil.
   —Sí, pero habría que esperar a que ella responda si nos cumplirá el deseo —Explicó el mayor—. Y puede que quizá no quiera.
   —¿Y por qué no va a querer? —Objetó el niño—. Ella no lo cuidará, seremos nosotros.
   —Bueno, ella es la que los hace —Dijo Lucius sin saber ya más que hacer.
   —Si ha hecho miles, uno más no la matará.

   Los dos adultos no ocultaron su asombro ante las palabras de su hijo. Lucius inhaló exageradamente, armándose de paciencia.

   —Draco —Dijo entonces Narcissa—. ¿Para qué quieres un hermano? —Lucius le miró, incrédulo.
   —Para jugar con él —Respondió como si fuera lo más obvio, su helado casi se acababa—. ¿Para qué más?
   —Pero, si tienes un hermano tendrás que compartir tus juguetes, tus cosas. Ya no podríamos comprarte todo lo que pidieras, también le compraríamos a él.

   Entonces entendió. Sonrió y negó con la cabeza ante la malévola forma de pensar de su esposa. Si no se podía por las buenas, un poco de chantaje podría resultar.

   —¿Por qué? Tenemos mucho dinero.
   —¿Pero estas seguro? ¿Quieres compartir tus cosas y nuestro cariño con alguien más?

   Ante ese planteamiento, el pequeño rubio se quedó callado. Pensándolo bien, eso no sonaba tan divertido como parecía. Miró a su alrededor, justo a una mesa de allí, un niño y su hermano pequeño peleaban porque uno tenía un helado más grande, porque no quería darle o porque había manchado al otro… No, no era una buena idea.
   Pero luego volteó al otro lado, allí. Una niña compartía con su pequeño hermano su helado, el bebé reía contento mientras sus mejillas estaban llenas de chocolate. Su hermana limpiaba su boquita con mucho amor y luego apretaba dulcemente su nariz, el bebé le miraba con ojitos iluminados.
   Quizá una hermanita no estaría nada mal…

   —"Yo le enseñaría a comportarse" —Pensó—. "Le enseñaría a hablar, a leer, a caminar…"

   Narcissa y Lucius miraron espantados a los niños que compartían en la mesa de alado y la expresión ilusionada con que Draco les miraba. El rubio mayor tomó su varita y, sigilosamente, la movió debajo de la mesa. Repentinamente, el bebé comenzó a llorar ruidosamente y le dio un manotazo a su hermana en la cara, la niña chillaba mientras intentaba que su hermanito dejara de pegarle.
   Draco hizo una mueca.

   —¿Ves? —Dijo Lucius, sonriendo triunfante—. Tener hermanos no es tan divertido como parece.
   —Pero me gustaría… —Respondió Draco al ver que el bebé se detenía y veía a su hermana llorar, así que le daba palmaditas mientras el lloraba también—. No es divertido jugar solo.

   Tanto Narcissa como Lucius querían darse una palmada en la frente, desesperados por sacar esa idea de su hijo. No podían decir que solo era un niño por familia ya que había familias más grandes.

   —Nuestro tiempo caducó —Soltó Lucius sin pensar. Draco se volvió a él—. Sí, nuestro tiempo caducó, no podemos pedir otro bebé.
   —¿Qué? ¿Por qué? —Exclamó Draco, desilusionado.
   —Porque ya somos muy viejos —Narcissa le dio un puntapié por debajo de la mesa, lo que le hizo hacer una mueca de dolor—. Es decir… yo soy muy viejo.
   —¿Y si lo pide madre?
   —Tenemos que ser los dos, hijo.
   —¿Y yo? ¿Puedo pedirlo yo?
   —Solo cuando estés casado —Sonrió Narcissa, acariciando el rubio cabello de su niño—. Cuando crezcas podrás hacerlo.
   —Pero… yo quiero un hermano ahora… —Musitó con tristeza.
   —Puedes invitar a Blaise a la mansión —Sugirió Lucius—. Las veces que quieras, incluso podemos comprarte cosas nuevas ¿Qué te parece?

   Draco dio un largo suspiró y asintió. Miró de nuevo a la niña con su hermano, que ahora volvían a sonreír y se sintió muy mal. Narcissa acarició su cabecita nuevamente, sintiéndose pésimo por mentirle así a su hijo, la verdad era que no podía tener más hijos… y aunque pudiera Lucius no deseaba otro. ¿Cómo explicarle eso a Draco? Eso les haría explicar como vienen los bebés… aún no estaban preparados para eso.

   —¿Podemos irnos? —Pidió el niño de repente.
   —Claro hijo —Respondió Lucius, en parte aliviado de cambiar de tema—. Pero antes tengo que comprar una cosa más.

   Los tres se levantaron  y se dispusieron a seguir. El pequeño niño rubio ahora tenía una expresión aburrida y miraba todo con indiferencia. Caminaron hasta el callejón Knockturn donde, al ir pensando en otras cosas, Draco dio un mal giro y terminó en una calle que no conocía.
   Asustado, quiso regresar sobre sus pasos más no había prestado atención a donde se dirigía, así que terminó perdiéndose más y sus padres habían seguido sin él. Respiró una y otra vez para tranquilizarse, debía pensar con la cabeza fría. Caminó nuevamente por donde se le hacía conocido y pronto estuvo de nuevo a la entrada de Diagon. Asumió que sus padres volverían por él y se quedó en ese lugar. No obstante, los minutos pasaron y se sintió más asustado de que lo hayan dejado allí. Quizá no debió insistir en tener un hermano, quizá… No, no debía pensar tan pesimistamente.
   Se sentó en una banca, mirando la gente pasar.

   —"Si tuviera un hermano esto no pasaría" —Pensó con amargura—. "Pero no, no tengo uno" —Sin poderlo evitar, las lágrimas se agolparon en sus ojos. Tenía miedo de quedarse allí, abandonado y también quería un hermano—. "No Draco, no debes llorar. Padre dijo que los Malfoy no lloran."

   Pero fue imposible no hacerlo, sollozó quedito, temeroso de que alguien lo oyera.

   —¡Ginny! —Se sobresaltó cuando una niña pequeña se sujetó de su pierna para no caer. Levantó la mirada y se encontró con la pequeña pelirroja que viera hace un rato. La niña le miró fugazmente y luego se volvió para seguir corriendo—. ¡Vuelve aquí! ¡Mamá está furiosa!

   Bajo la mirada nuevamente, renegando más de su suerte que ahora le restregaba al par de hermanos en la cara. Pensó que el otro niño se iría con su hermana pero se sorprendió al ver que éste se ponía en cuclillas frente a él y ladeaba la cabeza para verle el rostro.

   —¿Estas bien? —Preguntó, mirándole con sus grandes ojos azules. Draco saltó en su lugar y volteó la cara sin contestarle—. ¿Por qué lloras?
   —¡Yo no lloro! —Exclamó indignado, sintiendo sus mejillas arder y limpiando sus lágrimas con fuerza—. Solo me arden los ojos por el polvo.
   —Sí, claro —Sonrió el niño, irónico—. Ya enserio, ¿qué tienes?
   —Ya te dije —Le miró ceñudo.
   —No, solo me diste una excusa para que no piense que lloras —Dijo burlón—. ¡Eh, a donde vas cara de rana! —Tomó en sus brazos a su hermana que en ese momento pasaba a su lado y la mantuvo junto a él.
   —¡Déjame bobo! —Exclamó Ginny forcejeando—. ¡Quiero una stinch!
   —¡Se llama Snitch! —Increpó su hermano, Draco dejó escapar una sonrisa—. Boba tú.
   —No, no, no, no —Repetía una y otra vez la pelirroja—. ¡Suéltame!
   —¡Agh, tu ganas! —La dejó ir y se volvió al rubio—. Lo siento, es muy molesta… tu entiendes.
   —No, no tengo hermanos —Respondió casi en automático.
   —¡Qué suerte! —Draco miró al chico como si este estuviera loco.
   —¿Suerte?
   —Sí, yo tengo… Bill, Charlie, Fred, George, Ginny, Percy… —Hizo una mueca mientras contaba con los dedos y decía los nombres, al final mostró cinco—. ¡Seis hermanos!    
   —Estas mostrando cinco —Le corrigió Draco—. Seis es así —Le mostró sus dedos y el pelirrojo se rascó la nuca mientras sonreía.
   —Sí, eso. Como sea… ¡Tengo seis! ¡Es una pesadilla! ¡Bill y Charlie son geniales! Pero se van a Hogwarts y no los vemos muchos… Percy es un pesado, siempre está de mal humor y es aburridísimo… a veces creo que la Hipogrifo madre se equivocó al traerlo. Fred y George siempre hacen travesuras, yo los admiro mucho porque mamá les regaña pero no les preocupa… pero no les digas que te lo dije —Susurró—. Aunque una vez me asustaron con una araña… y purrr —Un escalofrío le recorrió el cuerpo y tembló—. Mejor no hablemos de eso… y bueno ésta Ginny… que ya la conoces… somos muchos y es malo… no… y…

   Draco le miró mientras hablaba, escuchaba atentamente y miraba las expresiones que hacía al relatar sus historias. ¡Ese niño era tan parlanchín que le daban ganas de ponerle un corcho en la boca! Sonrió al verlo imitar a un monstruo, aunque más era por su cara, lucía demasiado… ¿lindo? Tenía muchas pecas y fruncía su nariz graciosamente.

   —¿Por qué me miras así? —Inquirió el niño, con una ceja levantada. El rubio despertó de su ensoñación y le miró con las mejillas coloreadas.
   —¿Así como?
   —No sé, eres raro.
   —¿Raro? —Bufó—. Raro eres tú… ni siquiera se tu nombre y ya sé toda tu vida.
   —Oh sí, soy Ronald pero todos me dicen Ron —Le saludó—. ¿Tú quién eres? Tienes cara de Brutus.
   —¡¿Brutus?! —Espetó indignado—. ¡Brutus tu abuelo! Mi nombre es Draco.
   —Es broma, es broma —Sonrió Ron—. Draco.
   —¡Jum!
   —¿Estás solo? —Indagó Ron, mirando a todos lados y sin ver a nadie con el rubio.
   —No, mis padres están conmigo… pero ellos… —Su semblante se volvió triste y miró hacia abajo.
   —¿Te dejaron solo? —Draco negó con la cabeza—. ¿Entonces?
   —Me perdí —Susurró.
   —Ohhhhh —Soltó un pequeño silbido—. Qué problema… ¿Quieres que te ayude a buscarlos?
   —¿Lo harías? —Preguntó ilusionado.
   —¡Claro! ¡Conozco el callejón como la palma de mi mano! —Draco sonrió y se levantó de la banca. Ron y él comenzaron a caminar—. ¡Ginny, dile a mamá que ahora vuelvo!
   —¡No! —Respondió la niña desde otro extremo, donde veía por un cristal.
   —Bien, vamos —Dijo Ron—. ¿Dónde los viste por última vez?
   —En el callejón Noc… noc algo.
   —¿En ese callejón oscuro y terrorífico? —Preguntó Ron, casi arrepentido de ofrecerse a ayudar.
   —Sí —Apremió Draco—. Dijiste que conoces el callejón como la palma de tu mano ¿No?
   —Sí pero… nunca he ido allí, mamá dice que es para magos feos y malos.
   —¿Feos y malos? Padre no es feo ni malo… ni madre… y ellos van allí.

    Ron pareció dudar, pero sin duda si su hijo era así, ellos no deberían ser feos ¿verdad?

   —Entonces sigamos —Suspiró.

   Los dos niños se adentraron en el callejón, más no habían recorrido ni cinco metros cuando Ron comenzó a temblar del miedo, allí había brujas con verrugas y magos andrajosos. Además de arañas en los rincones. Pero se mantuvo firme e intentó no mirar a los lados. Draco miraba divertido como el pelirrojo caminaba de forma tiesa y rígida… pero se sentía bien en su compañía.

   —¿Ron?
   —D-Dime…
   —Dijiste que tener hermanos es una pesadilla pero… creo que te equivocas.
   —¿Cómo? No, no… es horrible.
   —Es peor estar solo. Créeme. —Susurró—. Imagina que no tuvieras a ninguno de tus hermanos —Ron pareció meditarlo.
   —Bueno, sería algo extraño —Aceptó—. Aunque si quieres te canjeo a Percy por algún cromo de rana.
   —No tengo cromos —Sonrió Draco—. ¿Enserio me lo canjearías?
   —Creo que mejor me iría a vivir yo contigo, se ve que eres de esos que tiene mansión.
   —Bueno sí, yo vivo en una.
   —¿Enserio? ¡Genial!
   —Puedes venir a jugar si quieres —Sugirió con las orejas coloreadas, sintiendo su corazón latir rápidamente—. Me caes bien… Le diré a padre que…
   —¡Ronald Bilius Weasley!

   Ron se volteó pasmado al escuchar la voz de su madre. La mujer le tomó de una oreja y comenzó a jalarlo mientras le reprendía su insensatez e irresponsabilidad por dejar a Ginny sola y por ir a ese lugar tan espantoso. La pelirroja se reía de él a lo lejos, al igual que sus hermanos. El niño apenas y tuvo tiempo de voltearse y disculparse en silencio. Draco le sonrió tristemente mientras se reunía con su familia y se despidió con la mano.

    —¡Draco! —Esta vez fue su turno de voltear para encontrarse con su madre, que lo abrazó efusivamente—. No vuelvas a asustarme así. ¿En qué estabas pensando?
   —Me perdí —Respondió—. Pero estoy bien.
   —Menos mal —Suspiró Narcissa—. ¡Lo encontré Lucius!
   —¡Draco Abraxas Malfoy! —Exclamó su padre y Draco sonrió al escuchar su nombre completo al igual que el del pelirrojo a voz de su madre.
   —Lo siento padre, no volverá a pasar.
   —Más te vale.

   Draco miró una vez más hacia el callejón Diagon, Ron y su familia ya no se veían por ningún lado. Suspiró mientras tomaba la mano de su madre para seguir su recorrido, al menos ahora sabía que tener hermanos, efectivamente, era una pesadilla… y también que había encontrado a alguien especial.


*  *  *


   Ron abrió los ojos y lo primero que vio fue al rubio a contra luz. Estaban en una aula vacía, junto a una ventana que daba a los jardines, disfrutando de su último día juntos en el colegio. Él estaba recostado en las piernas de Draco, que miraba hacia afuera con una mirada alegre. Sonrió.
   Ese era un momento que no recordaba, pero en ese preciso momento acudía a él con mucha frescura. Draco se volvió a verlo y sonrió.

   —¿Por qué me miras así? —Ron amplió más su sonrisa.
   —¿Así como?
   —No sé, eres raro ¿Sabes?

   Una risa suave brotó de ambas gargantas y Draco se inclinó para besarlo en los labios. Ron correspondió el gesto de la misma forma gentil. Al separarse, se quedó mirándolo de una forma dulce.

   —Me mentiste —Le dijo sin dejar de sonreír. Draco en cambio, borró su sonrisa.
   —¿En qué?
   —Tu padre si era un mago malo y feo —Bromeó, ganándose un empujón que le hizo caer al suelo.
   —Eres un tonto —Sonrió nuevamente el rubio—. Me habías asustado.
   El pelirrojo se sentó y se acercó nuevamente, acariciando su mejilla y pegando su frente a la del rubio, cerró los ojos y suspiró.
   —¿Draco?
   —Dime —Susurró, cerrando también los ojos y esperando le dijera algo romántico.
   —Sigues teniendo cara de Brutus.

   Fuera del aula solo se escuchó un "¡Auch!" amortiguado por la puerta cerrada. Sí, así era como todo había comenzado.


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