Moony & Paddy
Sentía un calor invadirle, era una sensación dulce y le daba mucha tranquilidad, no recordaba haberse sentido tan bien después de una luna llena jamás.
—Remus —Escuchó en una suave y adormilado susurro.
Sonrió dentro de su sopor, eso había sido como un roce a su cansado corazón. Esa era la voz que amaba. Frunció el ceño súbitamente, algo allí no encajaba… Abrió los ojos de golpe y miró a la persona que le estrechaba con tanto cariño.
¡¿Cómo rayos había acabado en los brazos de Sirius?!
Sintiendo la repentina tensión en el cuerpo de Remus, el animago abrió los ojos. El gris destelló como la plata al verse observado por esos ojos color miel que tanto le gustaban. Sonrió.
—Buenos días —Susurró—. ¿Haz dormido bien?
Remus se puso tan pálido que parecía un muerto y su respiración se volvió irregular, agitada. El ojigris no pudo evitar alarmarse.
—¿Qué sucede? ¿Te sientes mal?
Cómo si le dieran una descarga, el licántropo saltó de la cama, cayendo en el suelo con todo y manta. No, no, no. ¿Qué hacía allí? ¿Qué había dicho o hecho? ¿Y si había hablado de más? ¡Merlín y Morgana! ¡¿Qué había sucedido?!
—¿Estas bien Moony? —Preguntó Sirius, preocupado. Se acercó a él por el borde de la cama y se puso de cuclillas frente a él, su torso estaba desnudo y sólo llevaba el pantalón de un pijama azul oscuro.
El ojimiel palideció aún más si era posible y todo giró a su alrededor, sintiendo que caía. Más Sirius le tomó de los hombros impidiéndole perder el conocimiento.
—¿Q-Qué ha pasado? —Tartamudeó—. ¿C-Cómo llegue aquí?
—¿No lo recuerdas? Llegamos aquí juntos, quise llevarte a tu habitación pero te negaste a ir… Aunque, para serte sincero —Se detuvo solo para sonreí con picardía, lo que hizo que el castaño le mirara horrorizado—. Me alegra que lo hicieras.
De golpe, Remus se sintió consciente de su propia desnudez. Llevaba la parte superior del pijama de Sirius, que le llegaba hasta los muslos al ser unos palmos más bajo que el animago. Se puso de pie de pronto y prácticamente corrió al baño, donde se encerró para infortunio de Sirius, que no pudo detenerle.
—¿Remus? —Intentó, pegándose a la puerta—. ¿Qué es lo que sucede? Me estas asustando.
Dentro, el licántropo se había agazapado en una esquina mientras se agarraba la cabeza con ambas manos, intentando recordar. No entendía porque no podía hacerlo si había tomado la matalobos, hecha por la mano del propio Snape. No quería ni pensar en lo que había hecho.
¿Y si se había aprovechado de Sirius? No, jamás se lo perdonaría. Sirius era la persona que más amaba en el mundo (junto con Harry) por quien daría su vida. Aún podía sentir en las noches, en sus pesadillas, lo que sintió cuando creyó haberlo perdido tras el velo. Fueron días de mucho dolor y sufrimiento, de culpa y remordimientos. No dormía, no comía y simplemente no quería seguir. Solo lo había hecho por Harry, que estaba tan destrozado como él. Y Dumbledore los había apoyado demasiado, tanto en las investigaciones como en los ritos que llevaron a cabo para traerlos de vuelta.
—¡Remus, por Merlín!
Miró la puerta con añoranza, escuchar su voz cada día era una bendición. Cuando por fin pudo sacarlo de ese horrible lugar, se sintió como un errante que había vagado por el desierto y al fin había hallado el oasis que le devolvería las fuerzas.
Sirius era su oasis.
Y por eso mismo se odiaría si llegara a lastimarlo, si llegara a ponerle una mano encima.
La puerta se abrió de golpe, asustándolo. Sirius llevaba su varita en la mano y se acercaba rápidamente a él.
—¡No! —Exclamó, poniendo una mano frente a él—. No te acerques…
—Con un demonio, Remus ¿Qué es lo que te sucede? —Dijo Sirius exasperado, su frustración era tal que se reflejaba en su rostro.
Lupin se sintió mal de verle obligarse a cumplir su petición de no dar un paso más, escondió la cabeza en las rodillas, abatido.
—Dios Sirius… —Musitó—. Dime que no te dice algo… dime que no…
—¿Hacerme algo? —Inquirió confuso—. Bueno, hiciste muchas cosas…
El licántropo levantó la vista, escandalizado.
—Diste vueltas en círculos alrededor de mí, me diste unos cuantos golpes en la espalda. Jugaste con mi cabello… Creo que me arrancaste un mechón, por cierto —Agregó, haciendo una mueca mientras se palpaba la melena, que brillaba con la luz del sol que entraba por una ventanita—. Ah sí y me abrazaste… Eh… ¿Moony?
Para ese entonces, el castaño estrellaba su cabeza una y otra vez contra sus rodillas, murmurando cosas ininteligibles. Sirius se acercó y le detuvo con delicadeza.
—No hagas eso —Le pidió. El otro le miró suplicante—. ¿Qué es lo que te preocupa?
—¿De verdad no te hice nada? ¿No te toque indebidamente? ¿No hice algo impropio?
—¿Eso sería tan malo?
—¡Sirius!
—Vamos Moony, ni que fueras a violarme —Intentó bromear, luego hizo como que se lo pensó—. En dado caso, no sería violación…
—¡No bromees con eso! —Increpó Remus—. ¡No quiero hacerte daño!
—¿Daño dices? —Tomó sus manos entre las suyas y le miró con amor—. Tú nunca me harías daño Remus, lo sé —Afirmó—. No entiendo que es a lo que le temes pero te aseguro que nada me hace más feliz que tenerte aquí, conmigo. Cuando… estuve atrapado en la oscuridad… solo pensaba: "Oh Dios, por favor solo déjame ver a Remus una vez más. Quiero decirle que lo amo…"
Esas últimas palabras hicieron que los ojos del castaño se cristalizaran, era la primera vez que Sirius le decía que lo amaba y, sinceramente, no esperaba que lo hiciera nunca.
Remus había esperado y soñado tanto que ese día llegara. Desde su quinto año se había dado cuenta de sus sentimientos por su compañero de aventuras, más siempre pensó que era imposible que éste le correspondiera. ¿Cómo alguien tan apuesto y popular como Sirius, se llegaría a fijar en alguien humilde, solo y, para colmo, licántropo como él? Además estaba el hecho de que se suponía que a Sirius le gustaban las mujeres.
—Tan siquiera dime algo —Imploró Sirius. Remus no se había dado cuenta de cuánto tiempo se mantuvo callado hasta ver su expresión triste—. No te quedes callado… Sé que tu no sientes lo mismo que yo, pero…
—¿Qué quieres que te diga? —Preguntó con un tono de voz más grave del que pretendía usar, las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas Sirius pareció entenderle mal porque dejo caer los hombros y miró al suelo con abatimiento.
—Lo siento… debe parecerte repugnante el que un hombre te diga algo así… yo nunca pensé en que me gustaras, eres el único que me ha gustado desde siempre, yo…
—Tú eres el hombre más tonto, idiota, irritante, terco, necio, cabeza hueca… —El ojigris fue componiendo una mueca de dolor al escucharle decir cada palabra, más luego Remus suavizó su tono de voz y añadió—. Y el más maravilloso que pude haber conocido… y te amo desde hace tanto tiempo…
Sirius levantó la vista y Remus le sonrió llorosamente.
—¿Estas… hablando en serio? —Él castaño asintió y Sirius sonrió ampliamente, tomando su rostro entre sus manos—. ¡¿Por qué no me lo dijiste?!
—Se supone que te gustaban las mujeres —Respondió Remus, sintiendo como Sirius limpiaba sus lágrimas—. El otro día dijiste que te agradaba Nymphadora…
—Sí, pero era porque pensaba que te gustaba a ti —Dijo Sirius, haciendo una mueca—. Ella me confesó que le gustas desde la primera vez que te vio y… bueno, sonríes tanto con ella que yo pensé que te interesaba…
—No, a mí me interesas tú —Susurró Remus—. Siempre me has interesado tú…
Sirius unió sus labios a los de él, besándole suavemente, estuvieron así un momento, disfrutándose uno al otro. Al separarse, ambos se miraron.
—¿Era por eso que tenías miedo de tocarme?
—A-Ajá —Respondió, sonrojándose.
—Es decir… ¿que todo este tiempo estuviste reprimiéndote porque pensabas que no me gustabas?
—Algo por el estilo… yo no puedo controlar al lobo siempre… y él, bueno… él te ha reclamado como su pareja…
—¡Es genial!
—¡No, claro que no lo es! —Replicó Remus—. ¡Imagina que un día no pueda controlarlo y me abalance sobre ti!
—¡Eso me encantaría! —Rectificó Sirius.
—¡Sirius!
—¿Qué tiene de malo? ¡Haz dicho que somos pareja!
—No, yo no… —Se encogió de hombros, tan rojo como un tomate—. Yo dije que el lobo…
—El lobo, tú ¿a quién le importa? Eres mío —Dijo, feliz. Tomó a Remus para besarlo una vez más.
Esta vez, le tiró al suelo, quedando encima de él. Se separó y lo observó con admiración, tenía una mirada tan canina que a Remus casi le pareció ver las orejas de perro en su cabeza y la cola moviéndose tras él.
—Ahora seremos una familia —Le dijo—. Traeremos a Harry a vivir con nosotros ahora que se ha graduado y no saldremos de aquí ¡Viviremos los tres juntos!
—Sirius, Harry es casi un adulto —Le recordó—. Irá a estudiar en la academia de aurores o a donde decida… no se quedará aquí, salvo para dormir.
—No importa —Hizo un mohín—. Quiero consentirlo como no tuve oportunidad, como James tampoco la tuvo, quiero compensarlo.
—¿Y qué hay si se casa?
—¡Jamás! ¡Sobre mi cadáver permitiré que se lo lleven!
Remus sonrió, enternecido por la sobreprotección de Sirius para con su ahijado. Acarició su mejilla y le acercó a él para besar su nariz.
—Te amo.
Sirius besó sus labios y pegó la frente a él.
—Te amo Moony.
—¿Vamos a desayunar? —Sugirió Remus, invadido por el hambre repentinamente.
—Vale —Respondió, poniéndose de pie y le ayudó a que también lo hiciera—. ¿Tú los huevos y yo el tocino?
—Como siempre.
El animago entrelazó sus dedos con los de Remus y ambos salieron del baño con una nueva sonrisa en sus labios. Al fin se habían dicho lo que faltaba, ahora sí podrían vivir como una pareja de ahí en adelante.
Capítulo SiguienteCapítulo AnteriorInicio