La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Una poción efectiva 13

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Neki Snape
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Neki Snape


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MensajeTema: Una poción efectiva 13   Una poción efectiva 13 I_icon_minitimeLun Mar 21, 2016 7:26 pm

Una mirada diferente


En momento en el que los labios de ambos se unieran, lo que les rodeaba desapareció. Sólo estaban ellos, sólo sus esencias reconociéndose por primera vez.
 
Y así como todo lo demás, la chica que había entrado en aquel momento siguiendo a su amigo y les miraba desde un par de metros más allá, también se desvaneció. No notaron su gesto de dolor, ni como mordía su labio para ahogar un sollozo. Tampoco notaron el momento en que dio media vuelta y corrió fuera de allí, intentando huir de ese lugar.


* * *


Pansy se había refugiado en el único lugar donde se sentía segura, donde podía estar sola sin que alguien le molestara con preguntas o con burlas. Allí siempre había silenció.
Silencio y un joven, igual de callado que las plantas.

El invernadero siempre le había resultado agradable, allí había encontrado la paz que no obtenía en ningún aula, ni en la torre de astronomía, ni en el lago tampoco. Sólo allí se sentía bien y a salvó. Ahora estaba escondida detrás de un arbusto, mientras abrazaba sus rodillas y escondía su rostro entre ellas.

—Ya puedo más —Sollozó—. Ya no quiero sufrir…

Las lágrimas corrían por sus mejillas como raudales y sentía que se ahogaba. Había pensado que soportaría verlos juntos, que se sentiría dichosa por ver feliz a la persona que amaba, que podría superarlo...
Pero no, se sentía desolada, como si le hubiera arrollado un gran remolque o como si miles de aguijones se clavaran en su pecho impidiéndole tomar aire. Ahora más que nunca caía en la cuenta de que tan sola se encontraba, no tenía amigas de verdad, Draco tenía sus asuntos pelirrojos y Blaise... El ya no hacía nada más que acentuar el vacío creciente en ella. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué haría? ¿A dónde debía mirar ahora?

—¿Estas bien? —Pregunto una voz con timidez. Ella se sobresaltó mas no respondió ni se movió, no porque no quisiera, sino porque no podía, ya no tenía fuerza ni para eso—. ¿Te sucedió algo?

La preocupación impregnada en esa pregunta tan tonta le hizo agazaparse más en su lugar. Fue entonces que una mano gentil se posó en su hombro; levanto apenas la mirada como para lograr ver que la persona estaba frente a ella.

—Todo estará bien —Le susurro con cariño.
—¿Y tú qué sabes? —Hipo entre cada palabra debido a la falta de aire—. Deja de tenerme lástima, no necesito tus tontas palabras de aliento.
—Sé que no —Respondió con suavidad—. Pero cuando me siento mal, a veces pienso que no estaría de más que alguien me las dijera. Sé qué nada cambiara con eso pero me gustaría saber que hay alguien allí para mí... Yo estoy para ti —Lo último lo murmuro casi tan bajito que la pelinegra tuvo que esforzarse por entender.

La misma mano gentil, le tomo con delicadeza del mentón, levantando su rostro para que le mirara.

Neville tenía una mirada tan gentil como su toque, y le sonreía con calidez.

—No llores más —Llevó su mano a su mejilla y secó las lágrimas de Pansy con su pulgar, con tanto cuidado como si tocara la porcelana más fina. Ella se estremeció, sus ojos no se despegaron ni un segundo del rostro del castaño—. Tus lágrimas son demasiado valiosas como para que las dejes ir con tanta facilidad.

Pansy se dejó hacer. El llanto había cedido y el aire entraba con más facilidad a sus pulmones, pronto sus mejillas estuvieron secas. Neville le miró enternecido, la pequeña nariz de la Slytherin estaba roja, igual que sus ojos pero le parecía que lucía más frágil de lo que nunca había parecido. Era la primera vez que la veía tan de cerca y se veía tan dulce, tan sensual también.

—¿Por qué haces esto? —Musitó Pansy, como si tuviera miedo a la respuesta. Un tenue rubor apareció en las mejillas del chico, quien suspiró dándose valor para seguir allí, aparentando ser más fuerte de lo que era.
—¿Debo tener una razón?
—Sí, nada se hace porque sí. No se da nada si no se espera algo a cambio. —Bajó nuevamente la mirada, sintiendo el peso de sus palabras. Como toda una Slytherin, ella sabía muy bien eso.
—Bueno, en eso tienes razón —Sonrió. Pansy frunció el ceño sin mirarle, más él le hizo volver a hacerlo—. Yo solo quiero verte sonreír.

La chica le miró aturdida, no supo porque sintió arder sus mejillas pero así era, se había coloreado, cosa que no se notaba porque ya estaba roja de tanto llorar.

—E-Eso es tonto.
—Bueno, es lo único que pido a cambio —Se encogió de hombros y agregó—. Me gusta mucho verte sonreír.
—Enserio Longbottom ¿Es que te has vuelto loco?
—Puede ser… pero de verdad me gusta tu sonrisa, no —Se corrigió—. Me gustas toda tú.
—¿Y dime cómo puede ser eso? —Le exigió—. ¡No sabes nada de mí! ¿Cómo puedo gustarte?
—Te equivocas, yo sé mucho de ti —Susurró.
—¿Eh?
—Te he observado —Confesó—. Por mucho, mucho tiempo. Siempre estoy aquí, porque aquí me siento a salvo, me siento libre. —Miró el invernadero con añoranza y luego volvió a mirarla a los ojos—. Es mi escondite, mi refugio. Igual que el tuyo.

Pansy no respondió nada más, el brillo en la mirada marrón de Neville le hacía estremecer y le gustaba… pero eso la aturdía, había muchos peros en ese sentimiento.

—Tú también vienes aquí por las mismas razones que yo, y entiendo perfectamente. Sé lo que es estar solo e incomprendido, sé lo que es ver a los demás reír junto a sus amigos, mientras solo miras deseando que alguien ría contigo y te brinde su amistad, su apoyo, su amor… Sé que hay diferencias entre tú y yo, más por dentro somos muy parecidos —Tomó las manos de Pansy, que era más pequeñas y suaves, entre las suyas—. Te descubrí, como se descubre un capullo entre la maleza. Y quiero que dejes de sentirte así, quiero brindarte mi apoyo, quiero reír contigo… Quiero ser tu amigo… y si me lo permites, quiero ser algo más también.

Los ojos verdes de la chica se cristalizaron repentinamente y lloró a lágrima viva como una niña pequeña, asustando al castaño, que enseguida se apresuró a rodearla con sus brazos.

—Estoy aquí —Le susurró al oído, casi como un arrullo—. Me has tenido aquí desde hace mucho tiempo, solo tenías que mirar a tu lado…

La pelinegra contuvo el aliento al escucharle, sus sollozos se detuvieron al momento sintiendo su corazón removerse como nunca antes. Rodeó al Gryffindor por el cuello, abrazándolo efusivamente, como no había abrazado a nadie, escondió su rostro en el espacio del cuello del chico y lo humedeció con sus lágrimas, que más que de tristeza, eran de felicidad, de alivio… de confusión.

Neville sonrió, estrechándola aún más. Pansy Parkinson le había cautivado desde ese día en que la encontró, sentada cerca de las plantas de Stevia mientras acariciaba una de las florecillas blancas distraídamente. Nadie en su sano juicio entendería el porqué Neville Longbottom se había fijado en ella, nadie más que él. Aquella vez, la pelinegra no tenía su porte altivo ni su sonrisa socarrona, no tenía su mirada desdeñosa ni su actitud superficial. No. Ella solo estaba allí, suspirando ocasionalmente, su mirada se veían tan dulce como la planta que tenía a un lado. Y cuando sus labios se curvaron en una sutil sonrisa, fue como si un hechizo se activara. Él simplemente cayó rendido.
Y a partir de allí, la observaba a todas horas. En el comedor, en las clases, cuando ella iba al invernadero, cuando caminaba en los pasillos. Y siempre la veía rodeada de personas, más su mirada delataba la soledad que debía estar sintiendo. Cuando supo que ella estaba enamorada de Blaise, simplemente sintió el aguijón de celos… un aguijó que se convirtió en una meta.

"Has estado mucho tiempo en mi corazón" —Pensó al sentirla aflojar su agarre, como vencida por el cansancio—. "¡Quien iría a pensar que fueras una serpiente tan dulce!"

—Blaise… —Murmuró Pansy, perdida en sus pensamientos mientras sentía las manos de Neville se deslizaban por sus costados hasta posarse en su cintura con mucha sutileza. En ese momento había llegado a ella el recuerdo del moreno, abrazándole de esa misma forma tan cariñosa. Ella no podía imaginar que terminaría rompiendo el corazón del joven con ese simple susurro.  
Un repentino frío le invadió cuando Neville se alejó, abrió los ojos y se encontró con los marrones a unos pasos, mirándole con algo que reconoció como el dolor. Una solitaria lágrima brotó de estos antes de que el chico se levantara y saliera corriendo, perdiéndose entre los setos. Ella se quedó allí, mirando sin mirar el lugar por donde se fuera, sus brazos aun extendidos al querer evitar que se marchara. Dejo caer los brazos y hombros, y bajo la mirada.
Ya no quería estar sola, ya no más.



* * *


Pansy se había tirado en su cama, viendo el tiempo pasar con sumada quietud. Tenía la vista perdida en un punto fijo en la cómoda que estaba al lado izquierdo de su lecho, justo donde había una fotografía mágica donde tres Slytherin sonreían naturalmente. Ella ya no recordaba la última vez que su sonrisa había sido natural.
La amistad de ellos tres había comenzado en primero, cuando se sentaron juntos en la mesa para cenar el primer día. Habían intercambiado miradas nerviosas entre niños de primer año que no sabían lo que les esperaba, sí, era cierto que sus padres habían pertenecido a esa casa también, pero eso no quitaba el nerviosismo de sus pequeños cuerpos. Se habían visto en el tren antes, más no se habían dirigido palabra. Ella había dado el primer "Hola, soy Pansy" en aquel momento y Blaise había sido el segundo en responder, Draco, un poco más osco para las relaciones, había tardado un rato en unírseles. Lo siguiente fue lo natural, eran compañeros de clase, de casa y de horas libras, así que ¿por qué no? Se hablaron, tontearon y terminaron por agradarse.
Blaise era el más reservado, no le gustaba molestar a los demás como lo hacían Draco y Pansy, pero le agradaba la compañía que le ofrecían cuando no tenían que actuar bajo su máscara de serpientes.

En un principio su amistad había sido pura, infantil, pero con el paso del tiempo todo fue cambiando. Ya no importaba lo bien que se la pasaran, si no lo que unos con otros se ofrecían entre sí, todo era conveniencia. Y a ella le había tocado el peor papel.
Pansy comenzó a ser el juguete de sus amigos, la coartada, la muñeca de trapo. Draco siempre la utilizó para esconder que le gustaban los chicos, es decir, si estaba con ella nadie dudaría de su hombría ¿verdad? Pero en el proceso de protección al rubio, ella había salido lastimada. Draco había sido "su primer amor", ese en el cual eres una niña ingenua que cree que el otro es un príncipe encantado que ha llegado para amarte incondicionalmente. ¡Ja! Puras patrañas.

Y su segundo roce fue con su otro amigo, Blaise Zabini. Que la había utilizado para "desahogar" sus penas, sus frustres amorosos y sobre todo, sus ansias de dominar. Él la tenía dominada. Era cierto que Blaise era una persona increíble, era atento, dulce, amable y todas las cosas buenas… pero por algo también estaba en Slytherin. El chico tenía su lado oscuro, ese que sacaba a la luz cuando se molestaba o estaba triste. Solía llegar a ella y besarla con fiereza, someterla a él. Y eso era excitante… Un amor peligroso que la seducía.
Pero, con el tiempo —y después de su enamoramiento por Ginny Weasley— Blaise había cambiado, ya no la besaba, solo la abrazaba por horas mientras suspiraba, había ocasiones en las que se quedaba dormido en sus brazos y tenía una sonrisa tan dulce en el rostro, que le provocaba ternura… y también le agradaba ese lado suyo. Ese lado suave y cariñoso. Pasaba horas en el invernadero soñando que, quizá, esas sonrisas, esos suspiros, eran por ella y sus sentimientos lindos también.
Que gran equivocación.

Días después de la guerra, en la que, por suerte —o cobardía, llámese cualquiera—, salieron bien librados, Blaise había llegado furioso como nunca antes, diciendo que Ron Weasley había besado a Hermione Granger en la guerra, que se había enterado por una crónica que Rita Skeeter había escrito de los acontecimientos ocurridos durante el combate y que, probablemente, serían pareja de ahí en adelante. Ella había dejado caer su taza de té —que se estrelló contra el suelo y se rompió en mil pedazos, derramando su contenido— mirándolo fijamente mientras sentía que todo se había ido al garete.
Y así como su taza, se había roto su corazón. De nuevo.

Ella no podía competir contra ellos, ni contra Ron pelirrojo Weasley, ni contra Hermione sabelotodo Granger. No podía competir contra la belleza natural de ella, ni con su cabello castaño y densos bucles, con sus pecas en la nariz ni su sonrisa dulce ni su mirada inteligente. Ella había soñado demasiado, se había permitido volar y había caído duramente. Él había elegido a esa chica y ella no era esa chica.

Poco a poco, sintió que una especie de vapor cubría la habitación y le adormecía los sentidos, entro en una especie de sopor del que ya no deseaba despertar. Pero una voz le decía que no se rindiera, que debía seguir… que no estaba sola.
Era la voz de Neville, la que era gentil y suave como ninguna otra. Cerró los ojos, viendo tras los parpados, la sonrisa tranquila que él le ofrecía en el invernadero… ¿Sería tan malo volver a confiar?


* * *


Aquella semana había sido una de las mejores. El ambiente tenso que se esperaría hubiera en los pasillos, no era más que la ilusión de los casi graduados que sonreían en cada pasillo, despreocupados ya de lo que les esperaba. Esa había sido la semana de exámenes, la última semana de exámenes que tendrían en Hogwarts.
Harry había pasado casi con honores las pruebas, exceptuando pociones en la cual seguían siendo medianamente apto, consiguiendo ser capaz de graduarse con un promedio más que aceptable. Hermione, como siempre, había sido la mejor en promedios, ni siquiera los Ravenclaw habían podido contra ella. El ojiverde sonreía feliz al verla tan contenta y risueña, jamás la había visto así.

La castaña iba de la mano de Blaise, comentando lo que la última prueba había significado para ella y el moreno le escuchaba tan atentamente como si fuera lo más interesante que hubiera escuchado en su vida. Ambos, a su parecer, hacían una pareja estupenda. Blaise era dos o tres palmos más alto que ella y era tan fuerte y musculoso como para cargar la pesada mochila repleta de libros de Hermione, más la suya. Él podía hablar de temas que los demás no, leía tantos libros como ella y pasaban la mayor parte del tiempo en la biblioteca, juntos. La respetaba, la trataba como a su tesoro más preciado y, se notaba mucho, que la quería. Ambos pares de ojos, tanto caramelo como ámbar, brillaban intensamente con la flama del amor en ellos.
Sí, eso era mucho de todo lo que deseaba a su mejor amiga.

Sonrió aún más, cuando se encontró con Ron y Draco al principio de las escaleras que daban a las mazmorras. Ambos chicos se separaron al instante cuando repararon en él.

—Hola —Saludó alegremente—. ¿Qué es lo que hacen?
—Nada —Respondió Ron a la defensiva y muy nervioso—. Me tropecé con él.

Draco frunció el ceño y le miró asesinamente. Ron se mordió el labio inferior y entonces tomó a Harry de la mano, comenzando a caminar. Al ojiverde le sorprendió hasta donde podía llegar para que él no supiera que salía con su antiguo enemigo, su suplicio, Draco Malfoy.

—¡Weasley! —Exclamó el rubio, indignado por la falta de cortesía y la indiferencia con que le trataba. Ron se limitó a fingir no escucharlo y seguir caminando—. ¡No me ignores, idiota!
—Ron —Dijo Harry con calma, deteniéndose y oponiendo resistencia al jale de su amigo.
—No le hagas caso —Contestó nervioso—. Esta de insoportable, ya sabes.
—¡Te estoy escuchando, Ronald!

El pelirrojo se tensó al escuchar su nombre, apretó la mandíbula en espera de que Harry no se hubiera dado cuenta y siguió jalándolo. Al ver que su amigo no tenía intenciones de seguir, se volteó hacia él, que le sonreía burlonamente.

—Será mejor que le digas o esto se acaba ahora —Advirtió Draco, dándoles alcance—. No puedo seguir así.
—¿De qué hablan? —Preguntó Harry, haciéndose en desentendido pero su sonrisa no hacía más que contradecirlo.
—De nada, está loco. Vámonos.
—¡Weasley! ¡O le dices tú o le digo yo y terminamos!
—¡Draco! —Exclamó exasperado Ron—. ¡Por el amor a Merlín, cállate!
—¿Draco? —Inquirió Harry, burlón—. ¿Has dicho Draco?

Ron palideció hasta niveles extraordinarios, tapándose la boca y mirando a Harry aterrado. Fue entonces que el ojiverde explotó en una carcajada, incapaz de evitar reír por las reacciones exageradas de su mejor amigo.

—¿D-De qué te ríes? —Musitó un aturdido colorín.
—De ti, de quien más —Bufó Draco.
—¿De mí?
—Es lo que dije —Replicó el rubio, mirando a Harry con una ceja enarcada—. Basta Potter, no es para tanto, no tiene nada de gracia a decir verdad.
—Es que… es que… jajajajaja
—Pero… ¿qué es lo que le causa gracia?
—Él lo sabe —Suspiró Draco—. Lo sabe desde hace un tiempo.

El colorín miró a Harry entre asombrado, espantado, confundido y aturdido por un momento, mientras su amigo se secaba una lágrima de tanto reír. Harry suspiró, enderezándose.

—¿Lo sabías?
—Yo lo sé todo —Sonrió divertido—. Dumbledore me ha mostrado sus secretos para poder enterarme de cuanto pasa en estas paredes.
—¿Enserio? —Preguntó incrédulo.
—Obvio no, Ron. Hermione me lo ha dicho.
—¿¡Hermione lo sabe!? —Chilló casi al borde del colapso.
—Claro, fue ella quien los juntó —Le confesó Harry.
—¿Qué? —Preguntaron Ron y Draco al mismo tiempo
—En ese salón —Hizo una mueca—. Ella y Parkinson hicieron un plan para que Ron aceptara sus sentimientos o algo así, las mujeres son algo de temer ¿saben?
—¡Así que fueron ellas! —Exclamó Draco—. ¡Pansy se las verá conmigo!
—No —Advirtió Harry—. Deberían estar agradecidos, ellas les dieron una oportunidad —que aprovecharon muy bien por lo que — y aparte me convencieron de que debía aceptarlo —lo cual hice ese día que te amenacé Malfoy— y me mostraron que bueno… es su vida.

Ambos chicos se quedaron quietos mirando a Harry incrédulamente, oírlo hablar así le había hecho parecer una chica de verdad y además, había un par de datos que no sabían.

—¿Hicieron eso? —Inquirió entonces Ron—. Vaya… jamás me lo hubiera imaginado… espera… ¿Hermione y Parkinson son amigas?
—Supongo —Se encogió de hombros, la verdad era que él tampoco sabía.
—¿Y dijiste que amenazaste a Draco?
—Ah… eso fue el otro día que me lo encontré en un pasillo —Sonrió apenado—. Solo quería que supiera que estaba de acuerdo pero que había clausulas en el contrato.
—¿Contrato? —Dijo Malfoy—. Esto no es un papeleo de rutina Potter.
—Lo sé, lo sé. Es una expresión hurón.
—Más te vale.
—Bueno, el caso es que debiste confiar en nosotros Ron. Eres nuestro hermano, queremos que seas feliz.
—Sí, lo siento —Susurró avergonzado—. Prometo que no lo volveré a hacer.
—Vale… confianza ante todo —Sonrió Harry.
—El cazo le dijo a la olla —Masculló Draco. Harry, que había sido el único que le oyera, le miró sin entender. El rubio rodó los ojos—. Entonces Ron ¿vamos al gran comedor?
—¡Vale! —Exclamó el pelirrojo, comenzando a caminar.

Draco se tomó unos momentos antes de seguirlo, y antes de dejar a Harry parado en la escalera, le susurró:

—Yo también sé tú secreto, Potter.


* * *


El invernadero se encontraba callado y tranquilo como siempre, solo el latigazo de algunos arbustos que se movían era el sonido que se escuchaba allí. Hacía un día hermoso y soleado, era el principio de los días de verano y el clima ya no era tan frío como en otras ocasiones.
En una mesita, un joven quitaba algunas hojas secas de una pequeña plantita de Stevia que estaba en una maceta igual de pequeña y la regaba con agua, que brillaba con los rayos del sol. Se le veía tan bien sumido en su labor y sonreía contento mientras consentía a la Stevia, como si esa pequeña planta fuera un miembro más de su familia. Una Mimbulus Mimbletonia descansaba al otro extremo de la mesa, lista para volver a casa con su dueño ahora que se había graduado.

Neville tomó entre sus dedos con suavidad un pequeño brote de una florecilla blanca que apenas había abierto sus pétalos ese día y suspiró.

—Es una flor muy bonita ¿verdad?

Dio un respingo, soltando la florecita y miró al frente. Pansy tenía la vista en la planta y sonreía tímidamente. Neville adquirió un tono rosáceo en las mejillas y bajó la mirada, su cabello escondiendo sus ojos.

—Sí, lo es —Respondió en un susurro.
—Quería disculparme —Dijo Pansy, con el mismo tono dulce y neutro de voz que había utilizado al principio—. Por lo que ocurrió el otro día.

Neville apenas y levantó la mirada para verla. Había algo diferente ella. Su larga y negra cabellera tenía un broche por detrás, sujetando unos pequeños mechones, no tenía ningún tipo de maquillaje ni nada nuevo, pero había algo… algo que no podría decir que era.

—Y también agradecerte —Agregó ella, haciendo que él le mirara con asombro—. Fuiste muy gentil conmigo. Nadie lo había sido antes.

Él no dijo nada, solo sintió sus mejillas arder un poco más y se mordió el labio por dentro, sintiéndose tan nervioso. Pero ¿Quién lo no estaría? Le había confesado sus sentimientos, la había abrazado, ella había susurrado el nombre de otra persona y él se había mostrado débil ante ella, llorando como un niño por no ser correspondido. Eso debía ser una gran causa de vergüenza ¿verdad?

—Bueno… solo era eso —Suspiró ella, borrando su sonrisa al notar que no le respondería—. Nos vemos…

Neville miró casi en cámara lenta como ella daba media vuelta, su cabello siguiendo el movimiento. Fue como un suspiro en lo que rodeó la mesa y tomó su mano, deteniéndola.

—Espera…

Pansy se volvió hacia él, mirándole. Neville ahora tenía las mejillas rojas y parecía un poco indeciso para hablar.

—¿Sí?
—¿Q-Qué harás después de la ceremonia de graduación?
—Tomaré el tren a casa —Respondió ella como si fuera lo más obvio—. ¿Por qué?
—¿Quisieras salir conmigo? —Dijo atropelladamente—. Ya sabes, al bajar del tren. Podríamos ir a cenar.
—¿Cenar?
—Te… te puedo llevar a donde quieras —Sugirió, mirándole nervioso—. Tú elige el lugar.
—Vale —Sonrió. Neville sintió que el alma le regresaba al cuerpo y también lo hizo—. Pero con una condición.
—Lo que tú digas.
—No intentes besarme hasta la tercera cita, donde te golpearé por haberlo intentado ¿vale?

Neville ensanchó más su sonrisa y acentuó más su sonrojo. Asintió, ella también había adquirido un rubor en sus mejillas. Él soltó su mano y ella salió del invernadero con una sonrisa en el rostro.

—¡Sí! —Saltó, una vez estuvo solo. Inmediatamente regresó a su labor de mimar a la Stevia, suspirando con una ilusión en el pecho. Sus dedos mágicos siempre parecían dar vida al invernadero, o al menos eso decía la profesor Sprout, y ahora trabajan felices. Tenía una oportunidad que no desaprovecharía, haría que esa chica lo eligiera a él.

Pansy era la chica que él había elegido, que para él no tenía comparación. Ella no necesitaba ser de otra forma, no necesitaba ser la más bonita ni la más inteligente, solo ser ella…
Él siempre la escogería por eso.


* * *


—Gracias.

Draco había tomado las manos de su amiga, sonriéndole como nunca antes le había sonreído. Pansy ladeó la cabeza.

—¿Por qué?
—Por lo que hicieron Granger y tú —Respondió él—. Ya me enteré que ustedes fueron las que nos encerraron el aula aquella vez.
—Oh, vaya —Se asombró ella—. ¿Potter, verdad?
—Naturalmente —Rió Draco—. Y aunque me moría de hambre, sed y muchas otras cosas más… te agradezco la ayuda.
—Para eso están los amigos —Sonrió ella—. Yo solo cumplía con mi deber.
—Vale.

El rubio besó la mejilla de Pansy, que sonrió dulcemente. Antes de salir de la sala común, se volvió a ella, mirándole de arriba abajo.

—Te ves diferente —Le dijo.
—¿En qué?
—Tu mirada, te ves más... feliz.
—Ha de ser porque ya no te veré tan seguido —Bromeó ella. Draco negó con cabeza y siguió su camino.

Pansy se sonrió a sí misma, era hora de comenzar de nuevo.



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