Mientras tanto...
La noticia de que Harry Potter había sufrido un accidente durante la clase de pociones había corrido como reguero de pólvora por todo el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, y ¿cómo podía no haberlo hecho? Aquel fatídico día el estruendo sonoro se había escuchado hasta dos pisos más arriba.
La profesora McGonagall, que bajó rápida como la luz hacía el lugar de origen, había encontrado a los alumnos fuera del aula de la cual salía un denso humo, mientras cuchicheaban percibiéndose claramente intrigados. Se apresuró a alzar la voz sobre los murmullos y preguntar que había sucedido pero nadie supo darle una explicación clara. Sólo se sabía que el caldero del chico Potter había explotado y que el profesor Snape había salido con él del aula rápidamente, solo dejando la orden de dejar absolutamente todo como se encontraba.
Por el alumnado corrían todo tipo de teorías, desde la más lógica a la más descabellada. Existía una que afirmaba —según algunos Gryffindor— que Harry había recibido la explosión directamente en la cara y había sufrido graves quemaduras. La más convincente.
Según unos Slytherin, Potter había añadido a su caldero un ingrediente, sacado de Merlín sabrá donde, que parecía mocos de Flobberworm con la intención de envenenar a Snape pero que se había sobrepasado en la dosis y había explotado. Ésta teoría juraba que a Potter le había explotado la cabeza y habían visto su nariz volar por el aire, aunque otros decían que era una de sus orejas.
Muchas otras aseguraban que había mutado y ahora tenía tentáculos de calamar, cabeza de Grindylow así como cara de Troll.
Pero lo que más revuelo causaba en todo el castillo era aquella oleada cálida que sacudió el lugar momentos después. Incluso Hagrid aseguraba haberla sentido.
Habían pasado tres días sin tener noticia alguna sobre lo ocurrido a Harry. Ron y Hermione acudieron a la enfermería desde el primer día, se plantaron en la puerta y no se marcharon hasta que la sanadora les abrió solo para decirles que su amigo estaba bien pero no podía recibir visitas así que les avisarían cuando pudieran verlo. Ambos estaban muy preocupados, pero sobre todo, sabían que les estaban mintiendo.
El pelirrojo se había mantenido pálido desde que salieron del aula y no había dicho ni una sola palabra. Una vez les habían dejado marchar, la había jalado por los pasillos hasta encontrar un aula vacía y le había contado todo lo que vio antes de que Snape interviniera. Hermione no se lo podía creer.
* * *
Durante las primeras treinta y seis horas Harry había despertado un sin número de veces, todas gimiendo de dolor y removiéndose incómodo. Madame Pomfrey estaba al pendiente de cada vez que sucedía para administrarle otra pequeña dosis de poción para dormir sin soñar, así como pociones para aliviar el dolor, bajar la fiebre, revitalizantes y suplementos que le ayudarían a no desnutrirse ni deshidratarse.
La tarde del segundo día había abierto los ojos pesadamente y se sentía entumido de todo el cuerpo. A su mente llegaban pequeños fragmentos de imágenes que pasaban rápidamente y cambiaban de inmediato con un flash. Se sentía mareado y desorientado.
Recordaba un dolor tan agudo como jamás había experimentado y como si todos los huesos de su cuerpo cambiaran de lugar, también el sabor metálico que los gritos desgarradores habían provocado en su garganta. Recordaba haber despertado en algún momento a mitad de la noche o quizá de la mañana, aunque de aquello solo veía imágenes borrosas del techo de la enfermería y susurros tranquilizadores de la sanadora, puede que estos últimos solo fueran alucinaciones.
Parpadeó un par de veces tratando de que sus ojos se acostumbraran a la luz.
A su mente llegaron unos profundos ojos negros mirándole de una forma que no podía descifrar. Una caricia que quemaba.
Llevó una mano a su rostro cuando logró enfocar bien el techo verificando que, efectivamente, no llevaba sus gafas puestas pero podía ver perfectamente.
Se sentó con un poco de dificultad en la cama, haciendo que la manta que le cubría resbalara hasta su regazo y miró hacia todos lados, el lugar estaba vacío. El movimiento le hizo percatarse de algo inusual.
Levantó la mano derecha para tocar su cabello y la deslizó por éste, extrañándose al ver que su longitud había aumentado. ¿Cuánto tiempo había estado dormido?
—Oh, vaya. Ya ha despertado, Potter —Le sorprendió Madame Pomfrey saliendo desde su oficina y dirigiéndose a él con una bandeja en las manos. Harry sintió la garganta realmente seca, había despegado los labios pero no dijo nada. La mujer depositó la bandeja en la mesita que había a un lado de la cama e hizo aparecer un vaso, al que agregó algunas pociones, dándoselo para que tomara—. ¿Se siente mejor ahora?
Él asintió mientras tomaba lo que parecía ser jugo de calabaza, la miró tomar asiento y removerse un poco nerviosa, se dio cuenta que quería decir algo. Apresuró todo el contenido del vaso sintiendo un gran alivio, luego posó su mirada en la mujer que seguía sin saber que decir.
—Potter —Dijo indecisa. Él esperó pero ella despegó un par de veces los labios solo para volver a quedarse en silencio—. Creo que mejor iré por el Director.
—¿Para qué? —Preguntó difuso. Había enarcado una ceja pero su expresión se tornó escandalizada al escucharse a sí mismo. Los recuerdos volvieron a él tan rápida y vívidamente que todo empezó a dar vueltas. Madame Pomfrey se levantó de su asiento para sujetarle de los hombros, preocupada ante la palidez que debió adquirir.
—Muchacho tranquilícese y escuche.
Pero Harry hizo todo menos aquello, se soltó de su agarre y se pasó las manos por el rostro con pavor, luego bajó palpando desde sus clavículas hasta su pecho. Abrió mucho más los ojos al sentir algo esponjoso, bajó la vista y abrió la parte superior del pijama de rayas que tenía puesto arrancando los tres primeros botones con brusquedad.
¡¿Pero que demonios?!
Comenzó a temblar sin dejar de mirar su pecho desnudo con horror ¡No! ¡Aquello no podía ser cierto! ¡Tenía que ser una pesadilla!
—¡Potter! —Exclamó la sanadora y cerró su pijama inmediatamente, el chico le miró suplicante—. Escuche, debe tranquilizarse y…
Negó con vehemencia y se revolvió como si quisiera quitarse su propia piel. Solo quería despertar de aquel horrendo sueño.
—¡No me obligue a tener que amarrarle a la cama! —Le advirtió la mujer. Harry se detuvo aspirando como si le faltara el aire, aunque solo era que resoplaba exageradamente. Se tiró hacia atrás cayendo nuevamente en la cama.
—Por favor —Rogó con voz temblorosa. Sus ojos se cuajaron de lágrimas—. Por favor, dígame que esto un sueño… una pesadilla.
—Lo lamento —Respondió ella con congoja—. Pero me temo que esto es real.
—No… No... ¡No! ¡No quiero… No quiero estar así! ¡Tiene que volverme a la normalidad!
—Lo siento Potter, pero hasta no saber que ocurrió no podemos encontrar una solución —Dijo la mujer más profesionalmente—. Esto es algo muy inusual.
—¿Qué? —Harry le miró con angustia—. ¿Quiere decir que no hay un antídoto?
—Ciertamente nunca había visto un caso… como el suyo. No hay registro de que haya pasado esto antes.
—¡Tiene que haber algo! —Insistió él. La sanadora solo negó—. Pero…
—Escuche, haremos todo lo que esté en nuestras manos para solucionar esto pero usted tiene que poner de su parte ¿Recuerda que fue lo que sucedió?
—Yo… —Harry se quedó pensativo intentando recordar, sin embargo, todo era muy confuso. Solo podía recordar a Ron llamándole como si se encontrara al otro lado de un túnel—. No…
—¿Nada? —Inquirió la mujer, luego suspiró—. Bueno, es normal. Sufrió una leve contusión en la cabeza quizá por el golpe; además su cuerpo estuvo sujeto a muchos cambios drásticos durante este tiempo. Irá recuperando la memoria poco a poco, yo espero.
—¿Espera? —Repitió desesperado—. ¿No está segura?
—Bueno, no le puedo asegurar al cien por ciento las cosas. El tiempo dirá —Harry suspiró luctuosamente y se quedó mirando al techo—. Le traeré algo para comer —Anunció. Él asintió—. Enseguida vuelvo.
Cuando la enfermera salió él ni siquiera se movió un centímetro.
¿Qué iba a hacer ahora? ¿Qué había hecho para merecer tal cosa? ¿Era acaso que estaba pagando culpas de su vida pasada? ¿No había alimentado bien a Hedwig? ¿Qué? ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué la vida se empeñaba en mostrarle que, aunque todo fuera mal, le podía ir peor?
¡Con un demonio! ¡¿Por qué simplemente no le mataban y ya?!
* * *
—¿Estas seguro que es esta?
—No pondría mis manos al fuego pero estoy casi convencido que sí —Respondió con voz neutra. Dumbledore escrutaba una vial que contenía una sustancia de un color rosa pálido, eran por lo menos unas cinco o seis gotas.
—¿La has analizado ya?
—Hice una serie de pruebas —Dijo Snape—. Pero me temo que no he podido identificar el o los ingredientes que la han vuelto así y no hay suficiente para desperdiciarla en más pruebas. Potter tiene que decirnos que fue lo que agrego.
—¡Ah! Hablando de eso —Exclamó Dumbledore recordando algo. El pocionista arqueo una ceja interrogante—. Poppy me ha informado que Harry ha despertado hace unas horas.
—¿Y? —Inquirió.
—Esta muy alterado —Comentó. Luego soltó un suspiro—. Aun no asimila bien las cosas y tal parece que se encuentra en un estado de negación.
Snape le miró aguzando los ojos hasta hacerlos finas rendijas.
—Me refiero a si el mocoso ha dicho que sucedió —Siseó—. No me interesa en lo más mínimo como se encuentre.
—Deberías ser un poco más comprensivo, Severus —Contestó el anciano mientras negaba—. Harry esta sufriendo mucho y no entiende lo que sucede.
—Bueno, eso no es novedad. La capacidad de entendimiento de Potter es casi nula —Desestimó—. ¿Me dirás si ha hablado?
—No recuerda con claridad los hechos, la impresión de todo lo ocurrido le ha afectado en sobremanera —Dijo con resignación.
—Qué conveniente —Bufó Snape.
—¿Qué tal si hablas con él? —Sugirió el anciano—. Tú estuviste allí, puede que recuerde algo si te ve.
—Me niego.
—Pero…
—Con tu permiso, me retiro.
Dio media vuelta y salió por la puerta con rapidez dejando a un muy sorprendido Dumbledore con la palabra en la boca.
Desde que saliera de la enfermería no había podido dejar de pensar en lo ocurrido cuando se encontró a solas con Potter. Se había dedicado a encontrar que era lo que contenía aquella poción pues estaba mas que convencido de que era la culpable de su actitud.
Pero en todo el proceso no pudo lograr sacar de su cabeza la imagen del rostro femenino de su alumno y lo jodidamente atractivo que era. Recordar aquel aroma solo había empeorado la sensación de exasperación que sentía.
Estaba totalmente desquiciado.
Por ello necesitaba con urgencia un antídoto, más que para volver a la normalidad al idiota de Potter, deseaba dejar de sentirse de aquella manera.
Las noches eran un suplicio. Rodaba por el colchón intentando conciliar el sueño que tanto necesitaba ¡pero él… o ella… lo que fuera, aparecía allí, arruinándolo todo! ¡Mil veces condenado mocoso! Unas bien disimuladas ojeras se ubicaban bajo sus ojos. Se sentía cansado pero, sobre todo, se sentía idiota.
Necesitaba ese antídoto… y lo necesitaba ya. Sin embargo, una cosa era mirar a Potter en sus pensamientos, en los cuales una y otra vez fallaba; y otra muy distinta mirarle frente a frente, donde sabría que todo sería peor. No, no estaba dispuesto a pasar de nuevo por lo mismo que en la enfermería. ¡Merlín sabía que quizá no podría contenerse!
¡Maldita la hora en que al caldero de Harry Potter se le había ocurrido explotar!
* * *
—Ya les he dicho que no puede recibir visitas —Escuchó que decía Madame Pomfrey con su cabeza metida en el espacio que dejaba la puerta semi abierta.
—Pero queremos saber como está —Respondió la voz suplicante de Hermione desde afuera. Harry se sentó en la cama como impulsado por un resorte e intentó ver por el espacio a sus amigos.
—Él esta bien —Aseguró la sanadora.
—¿Entonces por qué no nos deja verlo? —Exclamó Ron entre enojado y desesperado. La mujer suspiró.
—Yo misma les avisaré cuando se pueda —Les prometió.
—Pero…
—Ron, esta bien, no podemos hacer nada —Le dijo Hermione suavemente. Harry pudo imaginar que le apretaba el hombro para que se calmara—. Gracia, Madame Pomfrey.
—Buenas noches —Se despidió la mayor para después cerrar la puerta. Él se recostó nuevamente y se hizo el dormido, la mujer paso de largo a su oficina.
—Lo siento chicos… —Susurró con pesar.
Harry apenas y había comido aquel día. Se había mostrado renuente a moverse de la cama así que la mayor parte de las veces había fingido que dormía. Madame Pomfrey solo llegaba para dejarle comida, que apenas jugueteaba, y darle una que otra poción. Incluso se negaba siquiera a ir al baño, la necesidad obviamente le había ganado la batalla pero solo iba cuando la urgencia era imposible de contener. Evitaba todo contacto con su cuerpo, lo cual incluía el visual y el táctil.
Su cara se ponía roja como un tomate a la hora de la verdad, así que cerraba fuertemente los ojos y ponía la mente en blanco. Eso parecía funcionar un poco. Ducharse era lo que no había pensado en intentar, le parecía algo enfermo y unos hechizos de limpieza habían sido más que suficientes.
Extrañaba a sus amigos más que a nada, deseaba tener un poco de compañía en aquellos momentos… pero tenía miedo. No podía regresar a la torre así, tampoco ir a clases. ¿Qué haría? ¿Cómo actuaría? Seguramente se burlarían de él, podía imaginarlos.
Una solitaria lágrima escapó de sus ojos y enterró la cara en la almohada.
* * *
—…
—¿Qué sucede?
—…
—¡Remus! —Le riño ante el silencio que había adoptado el ojimiel desde hacía unos minutos, le miraba de una forma que solo le transmitía angustia y eso le desesperaba aún más si era posible.
—No sé… —Comenzó—. No sé como decírtelo.
—¿Qué? ¿A que te refieres? —Inquirió ahora asustado. El licántropo volvió a quedarse en silencio, examinando la forma correcta de expresar la situación—. ¡Por el amor de Dios, Lupin! ¿¡Qué es lo que sucede!? —Un pensamiento le hizo bajar el rostro—. ¿Es acaso que…? ¿Piensas marcharte? —Dijo en tono lúgubre.
—¿Qué?... ¡No! —Respondió espantado.
—¿Es eso, cierto? Ya te has cansado de estar aquí encerrado, conmigo.
—¡Por Merlín! ¡No! —Le dijo mientras le tomaba por los hombros—. Yo estoy de lo más cómodo en tu compañía. —Le aseguró. Sirius le miró y un leve sonroso se sombreó en las mejillas de Remus, que carraspeó desviando la mirada y soltándole—. Es solo que, es algo complicado.
—¡Oh, vamos! ¡Suéltalo ya! ¡Me pones los nervios de punta!
—Es… sobre Harry.
* * *
—¡No! ¡No quiero!
—Vamos Potter, tiene que hacerlo —Intentó tranquilizarle la mujer—. Ya ha estado aquí por cinco días y no se ha movido de esa cama.
—¡He dicho que no! —Espetó volviéndose a tapar con las sabanas.
—Harry, por favor —Le pidió Dumbledore con tono conciliador—. No puedes seguir así.
Harry no respondió absolutamente nada, se negaba a acatar aquella orden, petición o lo que sea que fuera. El anciano director suspiró cansinamente, el día anterior había sido exactamente igual y no habían logrado que el chico obedeciera.
De repente la sabana, con la que se cubría y le servía de único resguarde ante todo, fue impulsada hacia arriba, soltándose de su fuerte agarre haciendo que sus dedos ardieran por la fricción y quedando totalmente desprotegido. Dejo de estar hecho un ovillo y se apoyó sobre sus brazos para mirar a ambos adultos frente a él pero, curiosamente, estaban igual de impresionados.
—Deje de comportarse como un malcriado, Potter —Siseó peligrosamente una voz—. No estamos para soportar sus estúpidas rabietas.
Los ojos esmeraldas se volvieron fieramente hacia la figura negra que se encontraba más allá de su cama muy cerca de la puerta. Tenía varita en ristre y le miraba con su habitual expresión desdeñosa.
—¿Usted que hace aquí? —Le soltó furioso— ¡Esto no le incumbe!
—Ten más respeto Harry, Severus es tu profesor —Le riñó Dumbledore—. Y yo le he pedido que viniera por…
—Por un motivo que es a usted a quien no le concierne, mocoso insufrible —Le interrumpió Snape—. Y quizá debería agregar "mugriento" debido a su falta de higiene —Agregó con sorna.
Harry enrojeció de furia y apretó los puños. Quería abalanzarse sobre ese hombre y apretarle el cuello con sus propias manos hasta que pasara por todos los colores del arcoíris. Sin embargo, solo gruñó en respuesta.
—¿Cómo es posible que no quiera darse un simple baño? —Le preguntó Madame Pomfrey con exasperación.
—Estoy más que seguro de que es así como le gusta estar, sucio —Le ofendió el pocionista.
—Severus —Le reprendió Dumbledore e, increíblemente, Harry se levantó bruscamente y caminó hecho una fiera hacia el baño, donde se adentró dando un portazo. Snape torció los labios en lo que se podría llamar una sonrisa de triunfo. Dumbledore se dejó caer en una silla cercana. Había acertado al llevar a Snape frente a Harry, sabía que al sentirse retado por el hombre no tardaría en demostrar que el oscuro profesor se equivocaba.
Pero a diferencia de lo que Dumbledore pensaba, Snape no disfrutó del todo en retar al chico, se había estado obligando a mirar cualquier cosa que no fuera él. La jarra a un lado de la cama, la almohada a su espalda, todo, menos a Potter.
—Qué dicha verme incluido en tus escabrosos planes, Dumbledore —Dijo, dándole a conocer que sabía para qué le había llamado.
—A situaciones extremas, medidas desesperadas —Contestó el anciano con una sonrisa divertida.
Snape bufó y puso lo ojos en blanco.
—Jamás entenderé porque siempre me tengo que ver inmiscuido en esta clase de cosas —Gruñó.
Hubo un momento de silencio en el que solo se escuchaban pequeños ruidos de frascos chocando, levantar de platos y susurros de sabanas al ser tendidas. Madame Pomfrey se había puesto a dar un poco de orden al lugar donde hasta hace un momento Harry había habitado. Dumbledore parecía sumido en sus pensamientos y Snape en los suyos propios. Tenía los brazos cruzados y una expresión dura, más sin embargo ausente.
—¿M-Madame Pomfrey? —Se escuchó un leve llamado de una chica. Todos voltearon hacia el lugar de donde provenía. Harry había asomado su cabeza, con el cabello chorreante y la cara tan roja como el cabello de los Weasley—. ¿Me podría p-pasar mi ropa? —Pidió avergonzado.
Snape apretó la mandíbula tan fuerte que sus encías se entumieron levemente.
—Claro, querido —Respondió la mujer enternecida por la expresión de Harry y se apresuró a pasarle lo que necesitaba.
—G-Gracias…
Cuando volvió a salir del lugar, se encontraba con su ropa de vestir habitual. Ésta le quedaba un poco más holgada. Tenía el cabello húmedo y despeinado, y su cara seguía muy roja.
—¿Fue tan horrible? —Le preguntó Dumbledore con una sonrisa. Harry gruñó sin abandonar ese color escarlata. Sí, había sido horrible… MUY horrible.
Se sentó en la cama que crujió levemente al resentir su peso y clavó la mirada en sus pies descalzos. Madame Pomfrey se acercó con un peine en sus manos y, aunque dudó un poco al hacerlo, cepilló el cabello de Harry. Éste se puso tan tenso que parecía una estatua.
—Ay —Exclamó cuando la mujer jaló un poco mas de lo normal.
—Disculpe si ha dolido —Dijo—. Pero es su culpa por no haberlo hecho antes. Tiene unos nudos espantosos.
—Ya… —Fue todo lo que dijo. Suponía que Snape le miraba con burla, debía verse tan humillante.
—¿Ha recordado ya algo de lo ocurrido? —Le escuchó decir, no miró, pero por el rabillo del ojo pudo darse cuenta que el hombre no le miraba, estaba de vista hacía la oficina de la sanadora.
—Creo que sí —Respondió—. Aun es todo muy confuso pero recuerdo que algo cayó en mi caldero.
—¿Algo cayó? —Replicó—. ¿No es más bien que usted le puso algo indebido?
—¡Claro que no! —Contestó molesto—. ¡Alguien tiró algo en mi caldero!
Snape se volteó hacia él, Madame Pomfrey ya había desenredado su cabello y le había atado una cola de caballo, sin embargo, unos cabello rebeldes salían de su amarre para caer a un lado de su rostro. Frunció los labios ante el sentimiento cálido que le recorrió.
—Ya —Logró articular con voz más gruesa de lo que deseaba—. No cabe duda que siempre culpará a los demás de sus actos.
—¡Pero yo no he sido! —Repuso con indignación—. ¡Ha sido…! —El recuerdo apareció, aunque borroso, tan fresco en su cabeza—. ¡Ha sido Malfoy!
Snape bufó.
—Claro, Malfoy es el culpable de todas sus desgracias —Dijo ácidamente—. Como siempre.
—Y como siempre, usted defiende a su serpiente rastrera —Escupió rencoroso.
—¿Estas seguro, Harry? —Intervino Dumbledore.
—¡Sí! —Aseguró—. ¡Ha sido él!
—Basta, Potter. Diga la verdad.
—¡¿Por qué nunca me cree?! —Harry le miró con los ojos cristalizados, sintiéndose impotente.
—¿Va a llorar? —Enarcó una ceja con arrogancia.
—¡No! —Rugió.
—Tranquilo Harry, no hace falta que te pongas así —Le tranquilizó Dumbledore poniendo una mano en su hombro.
—Pero… —Harry sintió ese nudo característico de cuando deseas llorar y gritar. No sabía que le estaba ocurriendo, aquella sensación era nueva… pero no se pondría a llorar ¡Él no era una nena llorona, con un demonio!
—Entonces —Interrumpió Madame Pomfrey, compadeciéndose de él—. ¿No sabe que fue aquello que provocó la explosión?
Harry negó, aun peleando con aquella sensación en su interior. Pero era cierto, no sabía que era lo que Malfoy le había lanzado. Entonces se volvió a Dumbledore con el horror plasmado en la cara.
—¿No lo han descifrado aun? ¿No han encontrado una cura?
—Me temo que no Harry, no hay suficiente poción para realizar las diversas pruebas y, si tu tampoco sabes, entonces estamos en un gran dilema.
—Pero ¿Qué pasará conmigo? —Preguntó en un hilo de voz.
—Pues, tendrás que seguir —Contesto Dumbledore con tranquilidad—. No puedes estar encerrado aquí para siempre.
—¿Qué? No… —Harry palideció visiblemente—. No estará diciendo que…
—Sí, Harry. Deberás volver a la torre Gryffindor y seguir con tus clases.
* * *
—¿Lo han traído? —Preguntó la sanadora amablemente. Ambos asintieron y Hermione le entregó un uniforme suyo. No entendían para que lo quería, lo más lógico era que les hubiera pedido uno de Harry, pero la castaña había sacado sus conclusiones y ahora se mostraba ansiosa—. Esperen aquí.
La mujer desapareció nuevamente tras la puerta y ambos se miraron nerviosamente. Esperaron unos minutos que se les hicieron eternos y, cuando la puerta se abrió nuevamente, contuvieron el aliento. La sanadora parecía enfadada.
—Apresúrese —Decía mientras halaba.
—¡Por las barbas Merlín! —Exclamó Ron cuando una chica, ataviada en el uniforme que Hermione había llevado, salió negándose a hacerlo realmente. Ambos se quedaron petrificados en su lugar cuando Madame Pomfrey cerró la puerta tras ella, dejándoles a los tres solos frente a ella.
Harry no sabía donde meter la cabeza y se removía incómodo en su lugar, lanzando vistazos nerviosos a sus amigos, que le miraban como si estuvieran frente al perro de tres cabezas del tercer piso. Sus mejillas ardían de la vergüenza.
Hermione despegó los labios, abrió y cerró la boca reiteradas veces sin articular palabra alguna. Ron en cambio, había palidecido tanto que parecía un fantasma. Tragó dificultosamente, sintiendo la garganta reseca.
—¿Tan mal luzco? —Preguntó apretando sus manos entre sí. Nada—. ¡Vamos, no se queden así!
—¿Ha…Ha…Harry? —Logró pronunciar Hermione—. ¿En verdad eres tú?
—Quisiera que no… —Musitó con el alma en el suelo.
—Pero ¿Qué…? ¿Cómo… Cómo ha pasado?
—No tengo idea —Dijo frustrado—. ¡Es… es… horrible! ¡Luzco horrible!
—Bueno, eso no es cierto —Ella se acercó y le dio un abrazo reconfortante. Harry le correspondió, había deseado uno desde hacía días. Cuando se soltaron, ella le sonrió nerviosamente—. Te ves muy… eh… lo que quiero decir es…
—Tranquila, está bien —Le aseguró. Ambos se volvieron hacia Ron que seguía igual de pálido y tieso como antes y aun no decía ni una palabra—. Eh…
—E-Eres… —Musitó con voz temblorosa, como si acabara de despertar y ver una araña—. ¡Eres una chica!
—¡Ron! —Le amonestó Hermione.
—Así parece —Respondió Harry con un nudo en la garganta y se encogió de hombros.
—¡Una chica! —Repitió el pelirrojo.
—Sí, Ronald. Ya lo habías dicho. —Gruñó la castaña.
—¿Qué se siente? —Espetó Ron de repente y Harry, que había bajado la mirada, le miró sorprendido.
—Eh... diferente, supongo.
—Esto es extraño —Ron parecía estar luchando contra algo dentro de sí. Harry asintió.
—¡Entonces era verdad! —Irrumpió en el silencio Hermione. Ambos le miraron.
—¿El qué? —Preguntó Harry.
—No era que no pudieras recibir visitas —Respondió con el ceño fruncido—. ¡No querías vernos!
—¿Es verdad Harry? —Le preguntó ahora Ron.
—Bueno, yo —Dijo culpable—. Tenía miedo, no sabía como lo tomarían y…
—¡Estábamos preocupados! —Dijo la castaña con lágrimas en los ojos.
—Creíamos que te había pasado algo grave —Esta vez Ron—. Venimos muchas veces pero siempre era lo mismo.
—Lo siento.
—Bueno —Ron puso una mano en su hombro y sonrió nerviosamente—. Yo hubiera hecho lo mismo en tu lugar, bueno no, quizá me hubiera lanzado por la ventana —Agregó con una mueca de espanto ante la sola idea. Harry sonrió—. Así que no te preocupes, Hermione solo está siendo dramática.
—Cállate Ron —Espetó indignada pero luego sonrió ante las sonrisas de los otros dos—. ¿Volverás a la torre, Harry?
—Madame Pomfrey ya no me quiere más en la enfermería. Así que no tengo de otra. Dumbledore dice que no puedo quedarme encerrado hasta que vuelva a la normalidad porque aun no saben cuando tiempo será.
—Y, no es que no te quiera allí o algo por el estilo pero... ¿dónde vas a dormir? —Preguntó Ron un tanto avergonzado.
Harry se quedó callado, ahora que lo pensaba no había preguntado sobre eso. No podría dormir en la habitación con los demás chicos ¿o si? Sería algo vergonzoso para ellos y para él ¿Y con las chicas? ¡No! ¡Ni pensarlo! Su mente era aun la de un chico, eso sería todavía más extraño.
Los tres se miraron en silencio.
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