Luna Llena de la RosaCuando cumplí once, me sentí muy especial. Mi carta llegó con la lechuza de papá, Hedwig. Y aunque me conocía Hogwarts de cabo a rabo, me sentía como en el día de navidad, todo volvía a ser nuevo porque ahora podría pertenecer allí, como una estudiante.
Creo que para papá fue un poco difícil verme partir hacia los dormitorios, donde permanecería a partir de ese momento. Me abrazó más fuerte de lo que debía y me arregló el cabello. Me dijo que estaba orgulloso y partí para ser seleccionada en una casa. No pareció sorprenderle que fuera a Gryffindor, después de todo no hay nadie más valiente y aventurera que yo.
Luna resintió más nuestra separación, porque fue rápidamente reemplazada por mis nuevas amigas. Yo no me di cuenta que la lastimé. Conocí a muchas personas, entre ellas a quien se convertiría en mi mejor amigo.
La primera vez que nos vimos no fue precisamente agradable, él era un Slytherin bastante creído y a mí me desagradaban los petulantes. Todos le ovacionaban que era muy bueno en los hechizos y eso me hacía sulfurar la sangre, porque quedaba en segundo lugar. Mi primera clase de vuelo fue desastrosa, papá se había contenido de todo y solo me había sonreído, actuando como si no me conociera, eso fue bueno. Pero aquel estúpido Slytherin creyó que sería bueno demostrarme que no era TAN buena volando y dijo que se me veían las bragas. Mi lado lobuno es sensible a la humillación y enseguida tuve el impulso de gruñirle. Papá le llamó la atención y, luego de que el hijo del profesor Longbottom tuviera un accidente, nos quedamos solos. Mirándonos retadoramente entre nuestros demás compañeros.
En ese instante supe que él no sería cualquiera en mi vida, porque ambos pensamos lo mismo. Alzar el vuelo causo un gran alboroto y hacer una carrera pareció divertirles. Obviamente gané yo, aunque derrape lo suficiente como para lanzar un poco de lodo fangoso a la cara de mi muy enojado progenitor. Ambos terminamos castigados al final del día y descubrí que estar cubierta de lodo no es nada femenino y ahuyenta a las demás chicas…
Pero a Tobias Zabini no le importó.
—Buena carrera, Snape —Me sonrió con su mirada petulante brillando con diversión—. Quien diría que las chicas pueden ser tan divertidas como los chicos.
—Bueno, no me conocías a mí —Le presumí. Tenía once, no me importaba en lo absoluto ser femenina.
* * *
Luna desapareció un día, y papá estaba tan histérico que temblaba como una gelatina. Corrió por todos los rincones de Hogwarts gritando «Accio Luna», como si eso fuera a convocarla realmente. Al no encontrarla en el castillo estaba a punto de entrar a buscarla al bosque prohibido, no obstante, Luna apareció caminando alrededor del lago con toda la parsimonia del mundo, estaba en su forma lobuna y el viento acariciaba su pelaje. Luna siempre parecía en paz siendo un lobo y cuando papá le preguntó dónde estaba, ella solo dijo…
—Por ahí.
—¿Te das cuenta del miedo que tuve? —Le amonestó papá, sacudiéndola—. Creí que te había pasado algo.
—Ya soy mayor, papá. No te preocupes por mí.
—¿Mayor? ¡Tienes diez años! ¿En qué mundo eres mayor?
Mentalmente, yo respondí esa pregunta. Luna evitó contestarle y solo se zafó para volver a nuestra habitación. En ese momento me di cuenta de qué tan distanciada estaba de mi hermana pequeña y me sentí mal. Pero ella ya no era la misma y yo tampoco. Algo había cambiado en Luna mientras paseaba… por ahí…
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