Luna Llena del Perro—Buen movimiento, Potter.
—Gracias, Ernie… pero ya te dije que me llames Harry.
—Potter es más interesante, te dota de un aire de poder ¿sabes?
Papá rio ligeramente y se sonrojó de forma tenue, como hacía mucho tiempo no lo hacía. Llevaba dos años de entrenamiento y, según sus instructores, tenía pinta de ser líder de aurores. Y si se esforzaba, podría lograr serlo. Nymphadora Tonks, su “profesora más favorita”, decía que lo quería en su escuadrón al salir de los cursillos. A papá le agradaba bastante, tenía el cabello de colores y, al ser metamorfomaga, hacía muchos trucos divertidos. Era joven y bonita, muchos aurores estaban detrás de ella pero, al parecer, ella solo tenía ojos para alguien. Su otro profesor favorito, Remus Lupin.
Cuando papá supo que aquel era un hombre lobo, se acercó lo más que pudo a Tonks, bombardeándola de preguntas sobre su trato. Qué le molestaba y qué le gustaba. Pero al parecer, no había mejor forma de complacer a un licántropo, que darle su espacio.
Para papá todos eran sus profesores favoritos, pero en especial Tonks… y después seguía el galán, mega rico, super guapo… Sirius Black. Papá desarrolló una especie de lazo paternal hacía él después de enterarse que había sido amigo del abuelo James y rápidamente empezaron a frecuentarse después del entrenamiento.
Fue uno de esos días en los que se le ocurrió que sería buena idea invitarlo a casa, después de todo, el profesor jamás se asomaba por allí. Tomaron unas cervezas y charlaron sobre muchas cosas, papá estaba especialmente interesado en la peculiar habilidad de Sirius de convertirse en un gran perro negro, muy parecido al profesor mientras era un lobo. Había planeado por semanas pedirle que le asistiera en el aprendizaje de ser un animago.
—¿Podrías… enseñarme como lo haces? —Le pidió con la seguridad del alcohol corriendo por su sangre. Sirius, que ya se lo esperaba porque parecía conocerle más de lo que pensaba, asintió. Palmeando su cabeza.
—Puedes pedirme lo que quieras, Harry. Excepto acostarme contigo, porque eso va contra las reglas de profesor-alumno.
Rio de su propia broma y papá también, atontado por el alcohol. Aunque él nunca pensaría en acostarse con Sirius.
La transformación dio paso al gran canino, que a diferencia del profesor, tenía los ojos plateados. Quizá, por esa única diferencia, papá se sintió decepcionado.
—Eres más guapo así —Bromeó, acariciando el pelaje oscuro. Sirius sacó la lengua, sonriendo y se dejó hacer.
Entonces se paró en dos patas y se recargó en papá, lamiendo su mejilla.
—¿Qué sucede aquí?
Papá se sobresaltó tanto que le dio un ataque de hipo, recuerda que fue chistoso pero estaba asustado en ese momento. El profesor Snape había aparecido de la nada —quizá por la chimenea de la sala y por eso no lo había visto—. Al ver a Sirius, que también le miró a él, su nariz se arrugó y gruñó. La transformación fue repentina e inesperada. Papá lo vio abalanzarse sobre Sirius y ambos forcejearon por la cocina como perros rabiosos. Escuchó un quejido por parte de su instructor y se asustó tanto que se lanzó hacia ellos para separarlos. Se colocó en el medio y protegió a Sirius con su cuerpo.
Papá recibió un zarpazo por parte del profesor Snape y en su mejilla aparecieron tres cortes ardientes y sangrantes. En cuanto vio lo que había hecho, el profesor bajó las orejas y se alejó con la cola metida entre las patas. Sirius volvió a su forma original y miró a papá asustado.
—¿Estás bien, Harry?
—Sí —Dijo papá secamente, no creyendo lo que acababa de pasar—. Lo siento Sirius, no quise que esto pasara… será mejor que te vayas. Lo siento.
—Pero… —Alegó, intentando mirar su herida.
—Por favor, vete…
Sirius miró entre confundido y enfadado al profesor Snape, que aún no volvía a su forma humana y asintió. Papá no esperó a escuchar el sonido de la chimenea, salió disparado a su habitación, con lágrimas rebozando sus pestañas. Se encerró, dejándose caer al pie de la cama y se deshizo en un llanto silencioso con gotas saladas que incendiaban la piel abierta.
El profesor no tocó su puerta pero pudo ver la sombra de sus pies debajo de esta, paseando de un lado a otro toda la noche.
* * *
—¿Harry, que te ha ocurrido? —Preguntó Tonks cuando volvió al entrenamiento. Papá había aplicado díctamo pero aún no sanaba del todo. Imaginaba que porque era herida de un hombre lobo—. Oh, Merlín… ¿te lo ha hecho él?
Papá se quedó callado y ella suspiró.
—No entiendo que pasó —Logró decir al fin. Se había machacado el cerebro intentando entenderlo pero aún no lo lograba—. Invité a Sirius a casa… y solo me mostraba su transformación de animago… iba a pedirle que me diera asesoría particular para poder hacerlo también. Pero entonces apareció él… y se lanzó sobre Sirius. Intente detener la pelea y esto es lo que me ha pasado por creer que puedo contra un lobo.
Tonks le escuchó atentamente y luego meditó un poco.
—Territorialismo —Dijo después de un rato.
—¿Qué?
—Llevaste a “otro” a su casa, a su territorio. Y por lo que veo, sus instintos le traicionaron. Solo defendía su propiedad.
—¿Estás diciéndome que atacó a Sirius porque no lo quería en su propiedad? —Papá estaba perplejo.
—No, estoy diciéndote que atacó a Sirius porque estaba encima de ti. Tenía sus “patas” sobre lo suyo.
Por un momento, papá dice haber sentido que el mundo daba vueltas y le pareció que Tonks tenía, como mínimo, diez cabezas. Ella chistó la lengua y le tomó del mentón.
—Esto no se ve nada bien, será mejor que vayas y hables con él.
—No —Respondió papá con firmeza—. No, imposible. No volveré a esa casa.
—Es normal que le temas ahora —Dijo ella con suavidad y su mirada fue como una suave caricia—. Pero dime… ¿Qué es a lo que él más le teme?
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