Luna Llena RojaSangre.
Fue lo que empañó su vista y volvió todo color carmesí. El rostro de Draco Malfoy estaba salpicado por grandes y pequeñas gotas, mientras sus brazos y sus piernas luchaban con la bestia. Era grande, peluda y monstruosa, un licántropo. Papá lanzó una piedra a su cabeza en su intento por ayudar al rubio, esta le dio de lleno en la oreja, su parte más sensible y le miró, con sus ojos oscuros brillando de forma asesina. Se vio reflejado en ellos. Era como ver la muerte a la cara.
Se giró hacia él, enseñando los colmillos ensangrentados, los que habían desgarrado la carne de Draco al intentar proteger a Ron de ellos. Sabía que le pasaría lo mismo a él. Gruñó y movió la oreja afectada, luego avanzó hacia él cada vez más rápido.
Papá se negó a cerrar los ojos, quería estar consciente hasta el final.
Un lobo emergió de entre los árboles, lanzándose y arremetiendo contra el licántropo. Sus fauces se clavaron en el cuello de la bestia y esta respondió lanzando zarpazos. Papá fue alcanzado por la tía Hermione, quien le jaló para que se pusieran a salvo pero él se negó. El lobo, mucho más enorme que uno promedio, tenía el pelaje negro y gotas oscuras se escurrían entre él, su sangre era espesa.
Pelearon durante lo que pareció una eternidad, hasta que un sonido rompió el aire, como el de una varita al romperse pero multiplicado por diez. Papá se quedó helado, mirando fijamente. El lobo negro fue el primero en moverse y depositó el cuerpo del licántropo en el suelo. Estaba muerto.
Sus ojos oscuros lentamente se degradaron a un marrón terroso y ya no era un hombre lobo el que lo miraba sin mirar, era un hombre. Era de piel clara, peludo en su mayoría y un hilillo de sangre escurría por la comisura de sus labios. Papá miró al lobo, los orbes oscuros, más que los del licántropo, le devolvieron la mirada. Este dio la media vuelta y se internó en el bosque, cojeando y emitiendo sonidos dolorosos.
Papá no dudó ni un segundo y lo siguió teniendo que correr para alcanzarle. No podía creer lo rápido que las cosas daban un giro, en un momento estaban en Hogsmeade, celebrando el primer festival del grano de la nueva tienda que acaba de abrir apenas hacía unos días. El profesor Dumbledore muy amablemente había accedido a que los estudiantes que tuvieran permiso para salir asistieran allí después de la ceremonia de bienvenida para el nuevo año. Era ya de noche y la luna rojiza que caracterizaba la época se empezaba a alzar en el horizonte. El hombre lobo se anunció con un aullido y lo siguiente fue confuso. Pánico, terror y sangre.
Logró alcanzarlo casi al llegar a Hogwarts, la mancha oscura cayó en el suelo con un golpe sordo y se apresuró a él. La transformación le tomó por sorpresa, la piel blanca se abrió paso y el cabello negro cubrió su rostro. El profesor Snape se incorporó con dificultad, su pierna estaba herida y estaba cubierto de las marcas de las garras del licántropo. Al mirarlo, papá se asustó, su cara estaba herida también.
—Profesor —Musitó, acercando sus manos temblorosas a la piel desnuda. El contacto dio paso a una especie de pudor que se obligó a alejar debido a la urgencia.
—Le dije a Dumbledore… —Dijo el profesor con voz áspera—. Le advertí que pasaría…
—¿Cómo…? —Preguntó papá, quitándose la túnica y poniéndola sobre los hombros del profesor, aunque esta era demasiado corta para cubrirle por completo—. ¿Cómo lo sabía…?
—Es atraído por los más jóvenes, llevo meses intentando alejarlo de aquí —Tosió un poco y tirito. El aire se volvía más fresco conforme los días pasaban.
—Será mejor que le lleve con Madame Pomfrey, profesor.
Le ayudó a levantarse y, apoyándolo sobre él, lo llevó hasta el castillo. Los alumnos aún estaban de camino allí y algunos profesores estaban en la puerta, ya avisados por alguien más. Madame Pomfrey, la sanadora del castillo, prácticamente se abalanzó a ellos y entre ambos llevaron al profesor a la enfermería. Minutos después entraron llevando a Draco, Ron iba pegado a él, cubierto también de sangre que no era suya.
—¿Va a estar bien? —Preguntó papá al profesor, ver a su amigo pelirrojo tan afectado le preocupaba.
El profesor simplemente suspiró. Draco Malfoy no volvió a ser el mismo desde entonces. Y el tío Ron tampoco.
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