Transformación
Snape, antes que el humo se dispersara por completo, tomó a su alumno en brazos y salió disparado del aula como alma que lleva el diablo. Estaba confundido ¿Qué demonios había hecho Potter?
Le miró con el ceño fruncido, el chico estaba lívido, respiraba agitadamente y tenía los ojos muy abiertos, sus esmeraldas verdes destellaban aturdimiento y, ahora que los anteojos de pasta se habían ido Merlín sabrá donde, se miraban perfectamente. Hermosas.
Su rebelde cabello crecía a cada paso que daba, pronto había sobrepasado el nivel de los hombros. Aquello era extraño. Potter aun tenía la complextura de un hombre, pero su rostro mostraba los finos rasgos de una chica. ¿Qué estaba sucediendo?
¿Qué pudo haber provocado que la poción de Potter explotara? La Amortentia no tenía aquella posibilidad pirotécnica, a menos que de Seamus Finnigan se tratara.
Su alumno cerró los ojos en una mueca de dolor y se recargó en su pecho.
—Potter —Le llamó. El chico seguía en aquella posición, y estaba flácido como un muñeco de trapo en su agarre—. ¡Potter! —Exclamó más fuerte. Esta vez Harry gimió levemente—. ¿Le duele algo? —Preguntó. Su alumno asintió débilmente, aquello era grave—. ¿Qué le duele?
—Todo -Respondió con voz suave y agónica. La voz de una chica—. No puedo moverme —Agregó con otro gemido. Snape aceleró el paso.
Al llegar a la enfermería, pateó la puerta lo más fuerte posible y llamando a la sanadora a voz suelta.
—¡Ya voy! ¡Ya voy! —Exclamó abriendo la puerta de madera con enojo—. ¿Pero que te sucede Severus? A… —No pudo terminar. Snape entró en el lugar sin importar empujarle. La sanadora cambió su expresión de enojo a una de asombro y en otro instante a preocupación, aquello debía ser muy grave si el profesor de pociones estaba preocupado, porque sabía que lo estaba.
Le siguió hasta la cama en la cual el hombre había depositado, a no estaba segura si era alumna o alumno, que parecía inconsciente pero respiraba agitadamente. Se acercó con varita en mano y procedió a hacer complicadas fluoritas con ella para verificar su estado. Todo parecía en orden, pero aquello era inusual.
—Severus ¿Podrías explicarme que…? —Nuevamente fue interrumpida, pero estaba vez por un grito desgarrador. Al voltear, vieron con horror como Harry se retorcía cual gusano, apretando las sabanas con las manos y enterrando los pies en el colchón. Su cara se transfiguraba en una mueca que parecía casi irreal por la agonía que mostraba. De su garganta brotaban alaridos propios de un animal. Casi podían sentir su garganta desgarrándose. Conforme el dolor del chico iba en aumento, se comenzó a hacer notorio el motivo.
Se escuchó el sonido de un hueso al romperse.
Los hombros de Harry se hicieron más angostos y con ello un grito lastimero brotó de lo más recóndito de su ser, sus rasgos se hicieron más finos y delgados. Poco a poco, aunque leve bajo la ropa, se fueron sombreando los pechos. Su cadera se ensanchó levemente y apretó las piernas con rudeza de repente.
Gritó, lloró y se retorció plenamente, mientras ambos adultos estaban en su lugar, pálidos y petrificados ante la aterradora visión que presenciaban, era como ver la transformación con la poción multijugos, pero en una versión sádica y aberrante. Aterradora y sumamente dolorosa.
Pronto los gritos fueron disminuyendo, así como los movimientos bruscos y retorcijones. Todo volvió a quedar en silencio tan rápido como llegó, solo se escuchaba una respiración agitada y leves gemidos. Ante sus ojos tenían a una chica, propiamente dicha.
Harry Potter se había transformado.
Estaba bañado —o bañada— en sudor y su pecho bajaba y subía con rapidez. De un momento a otro pareció caer en la inconsciencia, aunque esta era muy intranquila.
Madame Pomfrey jadeó asustada y volteó a ver al hombre ataviado de negro que estaba a su lado, exigiendo con la mirada una explicación. Se veía aterrada. Snape, con su mascara insoldable, pero aun con los ojos muy abiertos, sintió la garganta repentinamente seca.
—Es Potter… —Musitó con voz ronca.
* * *
Madame Pomfrey salió disparada hacía su oficina, dispuesta a llamar a Dumbledore. No dando tiempo a que el hombre dijera una palabra más. Quería que el director estuviera presente cuando lo hiciera.
Snape se quedó a solas, con el único enfoque de Potter convertido en chica. Muchas preguntas se arremolinaban en su cabeza. Fijó su negra mirada en él… o ella. Era todo muy confuso. Se acercó.
Aquella visión era hermosa, y a su vez perturbadora. Sintió un aroma suave y dulzón. Aspiró suave e inconscientemente. Calderos de chocolate, césped fresco, tarta de melaza… era un aroma embriagador y agradable, raro, puesto que casi no le gustaba lo dulce. Luego cambió levemente el matiz de las cosas. Era el mismo aroma que sentía al preparar amortentia. Su mente se quedó en blanco.
Harry tenía los labios entreabiertos, respirando con rapidez, y sus mejillas estaban encendidas. Acercó su mano para retirar de su frente los cabellos que se habían quedado pegados a ella por el sudor. Ardía en fiebre, pero era… tentador.
El sonido de las voces de Madame Pomfrey y el profesor Dumbledore, aunado a la puerta abriéndose, le sacaron de aquel trance y se alejó con premura de su lado ¿Pero en qué demonios pensaba? Puso su mejor mascara de indiferencia y miró a los otros dos.
—Severus ¿Qué ha pasado? —Preguntó Dumbledore con suma preocupación, acercándose a la cama donde Harry estaba, observándole toda la anatomía.
—Yo… —Comenzó, dándose cuenta que no sabía realmente como hacerlo—. No lo sé, Albus —Aceptó, mirándole con el ceño fruncido. El anciano enarcó las cejas—. Todo sucedió tan rápido. Su poción explotó, se dificultaba la visión y escuché un ruido sordo —Recordó aquel momento, en el que el humo era tan denso, sus alumnos tosían y él no sabía hacia donde dirigirse—. Cuando logré dar con él, estaba en el suelo, pero su rostro…
Snape no supo como continuar aquello. Harry solo se había transformado. Procedió a relatar su camino a la enfermería, y la perturbadora transformación del chico. Dumbledore escuchó atentamente, meditando en un silencio que inquietaba al profesor.
—Poppy —Dijo cuando hubo terminado de cavilar—. ¿Ya lo has revisado? —Preguntó, la sanadora asintió.
—Si Dumbledore, esta bien, todo se encuentra normal —Afirmó la mujer. El anciano pensó un momento más.
—¿Y su núcleo mágico? —Inquirió—. ¿Lo haz revisado también? —La sanadora más abrió los ojos y negó—. ¿Podrías? —Pidió, la mujer sacó la varita nuevamente y la movió. De Harry emanó una esfera de luz tan brillante que los presentes se cubrieron los ojos con las manos y, entrecerrándolos, pudieron ver como se encogía, solo para volver a agrandarse, pero esta vez menos.
—¿Albus? —Dijo la mujer. Snape también miró al anciano director, que observaba todo en silencio.
Harry se removió nuevamente y gimió. Su núcleo se hizo cada vez más grande. Todo comenzó a temblar levemente. Snape —y seguramente el resto del castillo también— pudo sentir la magia de Harry en su ser. Era cálida. Poderosa.
Los gemidos de Harry se apagaron nuevamente, pero esta vez ya no respiraba agitadamente, sino con dificultad. Se había desmayado. El resplandor de su núcleo disminuyó a la vez, quedando una pequeña motita de luz. Todo quedo en calma. Dumbledore prácticamente se abalanzó sobre Harry y le tomó el pulso, luego miro significativamente a la sanadora quien se apresuró a un armario y sacó muchos frascos de pociones para después proceder a atender al chico.
Severus se mantuvo al margen, observando, al sentir la magia de Harry apagarse, un repentino frío le había calado el cuerpo. Tuvo la sensación de que si esa calidez se extinguía, su existencia también, y aquello le aterró.
Estaba extraño, sentía muchas cosas impropias de él. Cosas que nunca había sentido, y cosas que no sabía que se podían sentir. Casi había sido él quien se abalanzara sobre el chico. Eso no era normal, por suerte había logrado contenerse.
Cuando la sanadora logró estabilizar a Harry, informó a ambos hombres que debía tenerlo en observación, puesto que los cambios aun no terminaban. Estos eran internos.
Snape salió de la enfermería rumbo al aula de pociones. Debía averiguar que había sucedido y que había ocasionado aquel incidente, puesto que éste, era más que obvio que no solo había afectado a Potter.
También a él.
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