Dame tu mano.
(Beta: Prince Katze)
Capitulo 03.- Tú no sabes. El dolor estaba presente, aumentando y disminuyendo al ritmo de su entrecortada respiración. Los latidos de su corazón resonaban como tambores de guerra en sus oídos, hipnotizándolo y llevando lentamente a un estado de letargo total. Podía escuchar perfectamente el trinar alegre de los pajarillos a la puesta del sol y los nada disimulados pasos de los animales al acercarse a él, asechándolo atraídos por el olor de la sangre que impregnaba el aire.
Harry se mantenía inmóvil, esperando impaciente que con este acto su hora de morir acudiera más rápido a su llamado. Se lamentó por un momento el no haber buscado una salida mas rápida y por haber pensado que sus minutos finales le darían un poco de preciada paz y quietud a su alma. Sin embargo, la espera solo lo estaba poniendo más sentimental que antes.
Los recuerdos acudían a su mente como su fueran cortos de una película, una que exponía su vida desde el inicio. Lo volvía a cegar aquella luz verde y los gritos de su madre resonaban lejanos anunciando en momento en que murió. Sentía el escozor en la frente y luego pasaba de golpe a sus días vividos con los Dursley. Miraba a detalle sus rostros y casi le parecía escuchar sus voces al lado suyo, tan antipáticos como siempre y haciéndolo sentir peor consigo mismo. Le dolía pensar que a pesar de todo lo vivido a su lado, no había sufrido tanto con ellos como lo hacia en ese momento. En aquel entonces siempre había tenido una ilusión que le volvía más llevadero todo, la magia. Pero ahora esta también le había dado la espalda, lo había traicionado de una forma que jamás hubiera imaginado.
Quería llorar hasta perder el sentido, hasta su último instante de vida, pero sus ojos estaban secos. Las lágrimas se rehusaban a salir y solo agrandaban en nudo en su garganta. No tuvo más opción que reparar en el escozor de sus muñecas, estas llevaban un rato ya demandando su atención, parecían pedir a gritos que la sanara y lo único que Harry encontraba algo gratificante era el calor que dejaba la sangre en su piel tras su paso, manchándolo de carmesí.
Abrió un poco los ojos para contemplar el mundo por última vez. Se sentía mareado, demasiado y en su vientre se mantenía una punzada constante que se volvía mas grande a cada segundo que pasaba. Se encontraba totalmente empapado en sangre y tierra. Sentía como su hora se acercaba, incluso le parecía escuchar los pasos de la muerte asechándole, podía olerla en el aire, una esencia de hierbas rezagadas. Su corazón latía muy lento, los parpados le pesaban y el mundo comenzaba a volverse borroso ante sus ojos. Se llevo inconscientemente una mano al vientre y escucho como el viento silbaba su hombre antes de sumergirse por completo en las penumbras.
***
Aquella mañana no había sido la mejor para Severus. Estaba cansado de luchar contra el casi permanente insomnio que lo venia asechando incansablemente desde aquel fatídico día y esa noche no había sido la excepción. Como tantas veces se la había pasado allí, sentado en un viejo sofá de respaldo alto, frente a la chimenea de su pequeña casa de la calle Hilandera. Se quedaba mirando fijamente el chispar de las brazas, apunto de apagarse y aferraba en las manos una copa medio vacía de Whiskey de fuego.
Las horas se le habían pasado sin pena ni gloria entre copa y copa que tomaba, sumergido en sus pensamientos, con la mirada fija en las llamas, pero sin mirarlas realmente. Los recuerdos aparecían tan nítidos en su mente que le hacia creer que estaba viviéndolos de nuevo. Podía sentir el peligro danzar en cada fibra de su cuerpo a los compas de la serpiente que se mecía en el aire. Su muerte estaba tan cerca y estaba completamente consiente de ello. Sin embargo, no podía entender por qué, lejos de preocuparse por salvar su vida, tenía a ese chico en su mente y le molestaba no saber por que repetía mentalmente su nombre una y otra vez.
Se llevo la copa a los labios y bebió de un trago su contenido mientras recordaba como Harry saltaba en su ayuda. Experimentó de nueva cuenta los sentimientos entre mezclados al mirarlo, el gozo de poderlo ver una vez mas, la rabia por que estuviera ofreciendo tan abiertamente la vida, la impotencia por no poderle gritar que se fuera y el dolor al contemplar el mas infame de los actos que había presenciado. Cerró fuerte los ojos, deseando con esto borrar la imagen de su mente. Había estado allí, a unos metros, considerablemente mejor que el par de chicos que yacían a su lado y sin embargo, no había podido mover un solo dedo para ayudarlo. Se había quedado congelado, observando el acto mientras trataba inútilmente de sentirse mejor consigo mismo ayudando a los que alguna vez habían sido sus mas detestados alumnos, pero al fin y al cabo unos chicos que necesitaban guía.
Se puso de pie de un salto cuando le pareció mirar los ojos de Harry, abnegados en lágrimas, dibujados en las cenizas frente a él. Había tratado tanto de convencerse a si mismo de que no le había dolido mirarlo en aquella situación y que si después lo había ayudando desesperadamente, deseando retroceder en el tiempo, era solo por que había mirado a Lily en su lugar. Pero no podía engañarse. Sus motivos habían sido otros, unos que inconscientemente se había negado a reconocer hasta que las circunstancias lo obligaron de la peor manera.
Se había paseado horas por las desérticas calles, tratando de idear una escusa para ir a buscarlo sin delatarse a si mismo, y agradeció a vida voz su suerte cuando la atolondrada lechuza de los Weasley se impacto en el árbol que había acabado de pasar. Ni siquiera se había preocupado de mirar despectivamente al animal, solo había corrido a coger la carta que traía anudada torpemente en las patas y leído apresuradamente la pequeña invitación que contenía el pergamino.
"Arthur y yo estamos organizando una comida hoy en honor de nuestros amigos fallecidos y por la noche haremos una conmemoración mágica a su memoria. Nos encantaría que vinieras a acompañarnos, Severus.
Molly Weasley." No lo había pensado dos veces para aceptar la invitación y, antes de que se diera cuenta, ya estaba en la madriguera, sintiéndose terriblemente fuera de lugar entre tantas risas y comidas demasiado elaboradas. Su verdadero motivo para estar allí no aparecía por ningún lado y había estado apunto de despedirse para marcharse cuando lo miro entrar abatido y subir las escaleras.
Le costo todo su empeño no ir tras de el y aun mas sonar casual al ofrecerse en ir a buscar a los jóvenes que faltaban en la cocina, pero lo había logrado. Se había abalanzado sobre las empinadas escaleras tan pronto los propietarios lo perdieron de vista y se detuvo en seco al escuchar las palabras de Harry:
—¡Es el hijo de Voldemort! será igual que él. Hará el mismo daño, Hermione, y yo no voy a poder detenerlo a él también —las palabras hicieron eco en sus oídos, aumentando su ya considerable culpa— chicos, sé que esto no sonara bien pero... no puedo, no quiero dejar que pase. Tengo que encontrar alguna solución. Tiene que haber alguna forma de...
Era consiente del dolor que Harry tenia que estar pasando en ese momento. A él mismo le calaba por dentro no haber levantado la varita en su ayuda. Sin embargo, el coraje que sintió al escuchar ese comentario provocó que las palabras salieran solas de su boca.
—Deshacerte de ese infante inocente, ¿verdad, Potter?
Había estado mal decir aquello y aun mas no detenerse en sus comentarios, así que el momento que había elegido para enmendar su error fue interrumpido y cortado de tajo por los justificados gritos de Harry y sus actos motivados por la furia. Al minuto siguiente ya se encontraba en medio del jardín, mirándolo partir y no lo pensó dos veces antes de saltar al limite de los terrenos e ir de tras suyo.
No supo cuanto tiempo estuvo yendo de un sitio a otro, desapareciendo de cada uno tras una corta mirada al rededor para comprobar que Potter no estaba allí. Perdió por un instante la esperanza de adivinar que sitio al que se había dirigido Harry y, resignado, giro sobre si para llevar a cabo su último intento. Llegó de inmediato al lugar donde pensó que Harry había sentido por primera vez el verdadero significado de dolor.
La sangre le bajo de golpe a los pies, el corazón le dio un vuelco y sintió que nuevamente había fallado en proteger a "esa" persona. Corrió hacia el cuerpo inconsciente de Harry y lo llamo con un hilo de voz esperando que lo que miraba no significara lo que temía.
***
Harry se encontraba más cómodo de lo que había estado nunca. Tenía el cuerpo completamente relajado y un gratificante calor le surcaba el cuerpo de pies a cabeza. El dolor que había sentido antes se encontraba ahora totalmente extinto, ya no le molestaban las muñecas y la humedad de la sangre en su ropa tampoco estaba, al igual que el punzante dolor en su vientre había desaparecido.
Estaba recostado sobre una superficie blanda, sentía el peso de una manta sobre su cuerpo. Se preguntó si cada vez que se moría se iría a un lugar distinto o si el motivo por el que esta vez era diferente seria por que ahora si era definitivo. Y ahora que lo pensaba bien, esa última idea le parecía considerablemente más lógica que la otra, ya que se supone que la gente solo se muere una vez y mucho menos se resucitaba.
No pudo evitar sonreír internamente, feliz con la idea de que al abrir los ojos miraría de nuevo a su madre, a su padre y al fin podría abrazarlos, tenerlos a su lado. Al igual que iba reencontrarse con Sirius y sus viejos amigos. Fascinado con la idea suspiro profundamente y se perturbó un poco por el hecho de que los muertos también pudieran hacerlo. Percibió de nueva cuenta aquella esencia a hierbas rezagadas que había olido antes del momento que pensaba había muerto.
Abrió entonces pesadamente los ojos para mirar la procedencia del olor. Suponía que quizá fuera ese el olor del otro mundo, ¿Quién lo sabia? Nadie que conociera se lo había dicho nunca así que se apresuro a mirar el lugar tratando de reconocerlo.
Todo estaba más nítido de lo que esperaba, aun con su borrosa vista por su falta de anteojos en ese momento. La luz procedía de un solo punto, a la izquierda, y podía ver desde su posición un techo parecido al de una casa de campaña mágica. Olfateo el aire por instinto, esperando percibir el olor a gato de la de los Weasley, pero no fue así.
Frunció el ceño y se sentó de golpe, sintiéndose de repente terriblemente estafado.
—“¿Que fue lo que paso? No estoy muerto… ¿Por qué no estoy muerto?” –pensó para si.
Miro alrededor, buscando algo o alguien a quien pudiera culpar por su fracaso y cuando al fin encontró a esa persona, pensó que estaba dormido y soñaba en ese preciso momento. Allí estaba, frente a él, Severus Snape, sentado en una silla, con un libro entre las manos y los ojos cerrados. Saltaba fácilmente a la vista que se encontraba cansado.
—¡¿Pero que demonios haces aquí, Snape? ¿Qué hiciste? —gritó furioso, arrojando al suelo la manta que lo había estado cubriendo por los hombros al saltar de la cama, ignorando olímpicamente el mareo que el acto le provocó.
Snape abrió inmediatamente los ojos y fijo su mirada en el chico. Harry no pudo evitar notar en el rostro del hombre un atisbo de alivio oculto en un semblante “sereno.”
>> Tu lo hiciste –acusó señalándolo con un dedo— Interferiste en mi decisión, me salvaste… ¿Con que derecho te metes?
—Siéntese Potter. Por que le aseguro que por muy bien que se sienta yo no curo al nivel de un medimago experto y algún dolor le puede pegar por impulsivo.
Harry lo fulmino con la mirada y gruñó como respuesta:
—Limítese a contestar.
—He sanado sus muñecas y repuesto un poco la sangre que perdió por medio de hechizos y pociones –comentó Snape, haciendo como si no hubiera escuchado a Harry y menos aun notara el tono acusador en su voz— Lo que me costo mas trabajo fue reparar el daño que su vientre sufrió al momento de aparecerse tan descuidada y torpemente. Lo bueno fue que esto no llego a perjudicar al bebe y he podido darle una protección especial para que no lo vaya a… dejar tirado por allí.
—¡Pues no debió hacerlo! –reprochó Harry a viva voz apuñando las manos— Si me iba a morir no importaba el daño que tuviera. Pero tal parece que no puedo morir cuando quiero… ya que ni eso lo decido yo, ¿verdad?
Snape se limito ha hacer un movimiento indefinido con la cabeza y susurró:
—Dudo mucho que sea su momento, Potter. Y no piense que voy a dejar que usted también se vaya, menos aun cuando esta a mi completo alcance impedirlo.
Harry sentía que la furia lo invadía. ¿Acaso era que Snape siempre le ayudaría en el momento que menos lo esperaba o quisiera? Estaba cansado de que otros siempre eligieran por él, lo detestaba.
—¿A ti que te importa si me voy o no?
—Tiene derecho a estar molesto y a querer librarse del dolor por lo que paso, no lo niego. Sin embargo no por eso me quedare de brazos cruzados, mucho menos cuando hay algo que tengo que decirle.
— ¡¿Qué me tendría alguien como tu que decir?! –preguntó Harry furibundo— ¿Qué yo tengo la tengo la culpa de lo que me paso? ¿Qué por mis delirios de héroe me gane tener el hijo de ese malnacido? ¿Eso me tienes que decir?
—Pues no, Potter. Lo que le tengo que decir es que no lo dejare solo. No dejare que se ciegue con el dolor que siente ahora y tampoco voy a dejarlo hacer algo de lo que después terminara arrepintiéndose –contestó sin levantar la voz y con aire de paciencia infinita.
Harry se quedo sin replica por varios minutos. Tan solo podía mirar fijamente a su antiguo profesor de pociones. Habría esperado cualquier cosa de él, cualquiera menos lo que acababa este de decirle.
— ¿Cómo dijo? –pregunto desconfiado pese a no estar seguro de querer escuchar la respuesta.
Snape desvió la mirada y a Harry se pareció notar en él un leve sonrojo en su pálida pez apenas iluminada. El mayor lo invito a sentarse con un movimiento de cabeza, pero desistió cuando miro que el chico no tenia intención de hacerle el menor caso.
—Ya una vez cometí el error de quedarme callado y no pienso repetirlo –comenzó a hablar con un voz queda— Le voy a confesar algo que seguramente no le gustara oír, pero le ruego, Potter, que no me interrumpa.
—Vale. Comience de una vez –apremió Harry “Entre mas pronto mejor”
—Usted sabe que a su madre fue a la primera y única mujer que ame. No puedo decir que no estuve con otras a lo largo de los años, pero simplemente ella era la única por la que estuve dispuesto a hacer todo lo que pudiera, incluso más. Hasta llegue a cuidar de usted –murmuró clavando la mirada en una lámpara de aceite— Cometí el error de guardarme para mi mis sentimientos, y lo único que conseguí con ellos fue dañarla. Nunca fui capaz de protegerle, hasta la puse inconscientemente en las manos de la muerte, así que cuando me dieron la oportunidad de enmendar mi error cuidando de su único hijo, de usted, acepte en memoria de ella, de Lily. La sombra de su padre, Potter, siempre estuvo allí, enfureciéndome en muchos sentidos y cegándome a ver la realidad por mucho tiempo… —guardó silencio por unos instantes antes de continuar—: Trate siempre de mirar a su padre y no ha usted, no lo niego. Sin embargo, tengo que confesar que a lo largo de sus cursos en Hogwarts fui notando que no se le parecía, a ninguno de los dos de hecho y yo no… no estaba preparado para ello— miró un segundo a Harry antes de volver a desviar la mirada y continuar diciendo en un murmullo—: Siempre hubo algo en usted, Potter, algo que hacia que me confundiera, que pensara que era todo por su madre y después que lo hacia simplemente por cuidarlo. Pero mi ética personal y profesional me hacía cerrar los ojos a la verdad inminente, auto engañándome e imponiéndome pensamientos y creencias con los cuales solo terminaba detestándolo más y más por estar confundiendo mis sentimientos sin saberlo.
— ¿Sentimientos? –se burló Harry.
—No fue hasta el día que me vi nuevamente incapaz de ayudar a “esa”, a usted, que lo entendí por completo –continuó diciendo sin reparar en el comentario de Harry— Me dolió mucho, Potter, demasiado el darme cuenta del peligro que corría usted al ayudarme y no poder hacer algo por impedirlo. No tiene idea de lo que sentí, de esa desesperación por tener que guardar las apariencias cuando lo único que quería era tomarle y salir corriendo de allí. Lo peor de todo fue ese momento, cuando mire a ese… —hizo una pausa reprimiendo un insulto y prosiguió—: ….ese hombre tocándole, saboreándose los labios por la lujuria contenida, por el deseo hacia usted. Me corroían los celos y la impotencia pero a pesar de todo estaba estático… impactado por lo que sentía, miraba y no hacia aunque lo deseará —hizo una pausa tratando de descifrar la mirada que Harry se dedicaba—Me sentí mal cuando lo entendí, como un pervertido, un pedófilo que se había fijado en alguien que podía ser su hijo, por no mencionar que era hombre. Tengo que confesárselo, Potter y no espero una respuesta, no le obligare ni le impondré mis sentimientos, tan solo quiero decírselo. Así que, Potter, yo… yo me enamore de usted.
Un ensordecedor silencio se extendió por el lugar. Harry no estaba seguro de por cuando tiempo permaneció en silencio, tan solo mirando a Snape impasible, y se sorprendió a si mismo de la voz que se salió de su garganta cuando al fin hablo.
—Déjate de tonterías Snape –dijo sonriendo burlón, aunque con un deje de amargura en la voz— ¿crees de verdad que este es el momento para bromear? ¿De verdad crees que es gracioso? Por que yo no lo creo, mucho menos con algo tan… tan absurdo y perturbador.
—No bromeo, Potter, pero aunque no lo crea yo…
— ¡Yo no soy Lily Evans! – gritó cargado de furia con todo lo que sus pulmones dieron de si— Usted amaba a mi madre, lo se, y ahora que no esta quiere a alguien que la reemplace, pues perfecto, no hay ningún problema, pero no me meta a mi en esto. Yo soy su hijo no soy ella, mis ojos son eso, míos, no son los de ella, ¡así que no me compare! –le temblaban las manos por la rabia contenida— Por una maltita vez en tu vida deja de burlarte de mi, Snape. Jamás entendí ni entenderé tu humor, pero se que es cruel… ¡que tú eres cruel! Hasta estoy acostumbrado a eso pero maldita sea eres un adulto ¡Compórtate como uno y no trates de lastimarme cuando ya estoy suficientemente herido!
—No quise decir eso. Yo trato de reemplazarla ni la miro a ella en su lugar. Simplemente…
— ¡Basta! –ordenó— La conversación de termina aquí.
Harry se giro sobre si mismo, buscando a tientas sus anteojos y varita. Una vez que encontró sus pertenencias se encamino apresuradamente a la salida, aunque la voz de Snape volvió a romper el silencio.
—Espere, Potter…
—Escúchame, Snape –interrumpió Harry sin voltear— Gracias por sanar…. Sanarnos, ¿vale? Si eso quiere oír se lo agradezco, pero ahora déjeme ir. Me quiero ir y… Me voy.
Harry salió a grandes zancadas de allí, con la furia flameando en cada rincón de su cuerpo y escucho algo lejana la voz de Snape, por último.
—No está solo, Potter. Yo voy a estar con usted.
***
Los días se fueron tachando en el calendario con una lentitud pasmosa para Harry que, yendo de un lugar a otro, buscaba encontrar algo, lo que fuera, para poder acabar lo que Snape había interrumpido, o al menos consolarlo un poco. Sin embargo, pensó que quizás conocía a demasiadas personas, ya que ante el mínimo riesgo de peligro, alguien iba y lo saludaba salvándolo irremediablemente. Por alguna razón, Harry le echaba la culpa a Snape, incluso le había parecido mirarlo siguiéndole varias veces.
En el transcurso de un mes noto como sui vientre iba creciendo más a cada día. Ahora podía notarse una puntiaguda bolita por encima de su ropa, la cual trataba sin éxito de disimular. El único consuelo que tenia era que las nauseas se iban ido considerablemente, aunque los mareos persistían a causa de la poca comida que ingería o quizá por el cuidado que tenia con su salud.
Hubiera querido seguir así hasta el final, solo, como cuando era niño. De la única forma que sabia estar sin terminar tan lastimado. Sin embargo, un día, cuando se mecía en el columpio de un parque, fue encontrado finalmente por sus amigos y no le quedo otro remedio más que ir con ellos. Soportó en silencio los reclamos y sollozos de la señora Weasley, la mirada de reproche de Ginny y las burlas de los hijos mayores Weasley diciendo que se había estado alimentando también que hacia engordado. No dijo nada, solamente agacho la cabeza con Ron y Hermione a su lado y subió a su vieja habitación en la madriguera cuando se le presento la primera oportunidad.
Se sentaba en el alfeizar de la ventana, mirando el jardín, sin salir a ningún sitio, algunas veces ni a comer alegando una dieta y fueron bastantes las veces que miro a Snape aparecer en la verja del jardín, permanecer unos minutos en ese lugar y luego desaparecer. Harry pensaba que le habría `puesto algún hechizo’ para saber su condición pero nunca llegaba a profundizar en sus cavilaciones, ya que constantemente sufría de incansables interrogatorios por parte de sus amigos. Preguntaban una y otra vez a donde había ido cuando se fue, que había hecho todo ese tiempo, por que Snape le seguía y por que motivo no les quería contar.
No pasaron mas de 4 días antes de que Harry se cansara y, dándose por vencido, les conto a detalle a donde había ido, lo que había pensado, lo que hizo, como Snape interfirió. Les conto lo que este le había confesado y había seguido su relato de largo sin detenerse a escuchar sus gemidos de asombro, hasta llegar al momento que ellos lo encontraron.
—Eres increíble —comentó Ron cuando el relato termino— si hubiera sabido que estabas intentando suicidarte hubiera mandado una lechuza al ministerio, al profeta, a la orden para que te buscaran y no le hubiera dicho a mamá que ibas a visitar a tus tíos.
—No hace falta que me regañes tu también Ron —murmuró Harry— Ya he tenido tiempo suficiente como para saber que hice una tontería pero…
—¿Ya no te quieres suicidar? — intervino Hermione
—No… creo que ya no pero…
—Pues que bien, por que ya perdí a un hermano como para perder también a un amigo que hace es como mí otro hermano.
—¡No lo entienden! — alzó la voz Harry para dejarse escuchar sin ser interrumpido— No quiero ya matarme pero… aunque no lo vaya a hacer mi vida esta acabada.
—Eso no es verdad, Harry –exclamó Hermione con el entrecejo fruncido — Tu vida sigue adelante, y ahora tendrás más familia.
— ¿Familia? Por dios Hermione ¿te has puesto a pensar lo que esto significa? –preguntó Harry mirándola fijo— ¿Cuánto tiempo mas crees que voy a poder ocultar que estoy esperando un bebe con lo… con lo que me persigue la prensa mágica? ¿Qué piensas que van a pensar, a querer hacer cuando se sepa que este bebe es hijo también de Voldemort?
—Pues… pues… —tartamudeo Hermione mirando a Ron en busca de apoyo.
— Les va a aterrorizar, Hermione, de la misma forma que a mí, salvo que ellos tendrán mas poder para efectuar la solución que se les ocurra hasta que lo consigan —los miró y continuó diciendo sin esperar respuesta— ¿Crees que el ministerio se quedara de brazos cruzados? ¿O lo que piensas es que me darán su apoyo para que tenga aun bebe que van a temer?
Ni Ron ni Hermione pudieron contradecir eso. El ministerio siempre había actuado de una forma errónea ante la amenaza de Voldemort y no dudaban que algo similar fuera a suceder.
>>¿Crees que voy a poder seguir con mi vida? ¿Crees que las personas van a estar a mi lado cuando sepan que voy a dar a luz al… al anticristo?
—Harry, no es para tanto… Nosotros no te daremos la espalda y creo que Snape tampoco. Así que…
—Hermione, por favor… ¿Cuándo tiempo crees que podrán soportarlo? —los miro a uno y otro alternamente— Acéptalo… mi vida se hecho a perder y la del bebe también. Al fin había vuelto con Ginny y ahora ella... ella no querrá estar conmigo si estoy esperando un hijo de alguien más…
—¿Qué estas que, Harry?
Una voz preguntó repentinamente desde la entrada. Los tres chicos sintieron una oleada de miedo y voltearon lentamente, con los ojos más abiertos de lo normal.
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