Dame tu mano
Capítulo 12.- Dame tu mano.
Harry yacía tendido boca abajo en el frio mármol de Grimmauld Place, al pie de las escaleras. Había caído, despedido por el hechizo del mago que, junto con Ginny, se habían colado a la casa Black. Había sido un error muy grande olvidar que la chica conocía el paradero de la propiedad y que, al igual que el resto de los Weasley, sabia entrar y salir a la perfección de allí. ¿Cuánto tiempo llevaría oculta en la casa, espiando, mirando desde las sombras pacientemente, a la espera del momento perfecto para actuar? ¿Había escogido el mejor momento o se había desesperado al mirar a su familia en ese lugar, pidiendo perdón, dándole la espalda? Sea lo que fuese, ahora era prisionera de la varita de su hermano mayor. Sin embargo, por más magos calificados que hubiera en la propiedad, por más que hayan querido hacer algo a tiempo, no lo habían logrado. Habían estado tan sumergidos en la dicha del momento que pasaban que no habían puesto la más mínima atención al rededor y la consecuencia de ello había sido el ataque traicionero a Harry. Le había lanzando una maldición por la espalda, mientras lo tenían bien sujeto, acuchillándole el cuerpo, causándole heridas internas y externas, estas últimas borboteando incansablemente sangre. Un charco del cálido liquido se iba formando de bajo del chico, empapándole la ropa, colándose por su boca y nariz, impidiéndole con esto respirar adecuadamente. El cuerpo le escocía como nunca, sentía palpitar cada trozo de su carne. El vientre se le contraía dolorosamente y los gritos no podían salir de su garganta.
Se había encorvado, abrazándose a si mismo mientras sentía como si unas cuchillas entraran y salieran de su cadera. Todo el cuerpo le temblaba, tenía la vista borrosa por la falta de sus anteojos que en algún momento había perdido, pero aun así, lograba divisar los pies de todos corriendo a su alrededor, intentando levantarle, llamándole a gritos o con incesantes sollozos. Las lagrimas se derramaban por las mejillas de Harry, estaba desesperado, había sentido como su un globo hubiera explotado entre sus piernas justo al mirar la capa de Snape ondular cerca de su cara. Sintió al hombre tomarle las manos mientras la humedad en su cuerpo crecía. Parecía como si se hubiera hecho del baño encima.
—Harry... Harry... —Repetía Snape dividiéndose entre abrazar al chico para consolar un poco sus lagrimas, sacar su varita y sanarlo en lo posible o llevarlo directamente a San Mungo
El chico sintió como si algo en la garganta se le quebrara por el esfuerzo que estaba haciendo para hablar. Se mordió luego los labios, hasta el punto de trozarse la piel con los dientes por la fuerza con la que los apretaba al tratar de ahogar el dolor. Era consciente que la cara se le distorsionaba de tanto en tanto, cuando sentía los ardientes alfileres encajarse en su vientre.
Escucho la voz de Hermione recitar un hechizo en un leve susurro y fue como si hubieran sacado la roca que obstruía su garganta. Un grito desgarrador resonó inmediatamente por las viejas paredes de la casa, haciendo estremecer a los pacientes y que Snape se aferrara más a su mano.
—D-Duele... Severus, ¡me duele! —sollozó Harry a viva voz
El hombre tembló ligeramente, con los ojos fijos en Harry, en la sangre y en las heridas que el chico tenia por todo el cuerpo. Un nudo se le había formado en la garganta. Sentía como si hubieran tirado un ancla dentro de su cuerpo, mando hasta el fondo su fuerza, su voluntad. Recordaba el cuerpo inerte de Lily y incesante llanto del bebe, del pequeño Harry Potter en la cuna. No podía mover un solo musculo, no teniendo frente a él, en esas condiciones, a una persona más que él había amado. ¿Era acaso una maldición su amor?
—Severus... —habló en señor Weasley tomándolo de un hombro—. Tenemos que llevarlo al San Mungo, Severus. Se le ha roto la fuente y tiene una fuerte hemorragia. No podemos esperar más.
El hombre lo volteo a mirar mecánicamente, regresando de inmediato la vista a Harry. el chico se contorsionaba de dolor, tratando con todas sus fuerzas de mantenerse consiente, de calmar el dolor con su respiración, pero simplemente no le era posible.
—Vale... -susurró Snape y se alejó un palmo de Harry.
—¡No! —gritó el chico estirando una mano hacia él— Severus, no te vayas, no me dejes solo... Tengo miedo, Severus.
El mayor se aclaro la garganta, tratando de recomponer un poco su porte se siempre.
—No te dejare solo, Harry. Vamos a llevarte a San Mungo, estarás bien... ambos lo estarán.
—Severus, Severus... ya no puedo...
—Lo sé Harry —murmuró apuntándolo con una varita, medio sanando las heridas y regresando un poco de la sangre de vuelta a su cuerpo.
El mayor de puso en pie, miró de reojo a Ron abrazando a Hermione que no paraba de llorar, a la señora Weasley tratando de hacerse la fuerte mientras el señor Weasley les decía a sus hijo que hacer, como tratar a Harry, no como transportarlo. Parecía comprender que Snape no estaba en condiciones en ese momento como para dar órdenes. Severus agradeció internamente la ayuda de los Weasley y concentro su atención en no quebrarse frente a Harry. Permaneció inmóvil, mirando cómo se preparaban para desaparecerse rumbo a San Mungo, mientras Fleur, Bill y George planeaban llevar a Ginny y el mago desconocido al ministerio.
Otro alarido se escuchó potente por toda la habitación. Harry lloraba entre quejidos de dolor, estirando una mano a Snape, suplicante.
—Severus... Severus, ven conmigo... tengo miedo. Duele, duele mucho... Severus, ya no puedo. ¡Por favor! por favor... dame tu mano.
Snape suspiró profundamente y tomó la mano de Harry, sintiéndolo aferrarse a él cómo su estuviera al borde de un precipicio, desquitando del dolor en el agarre.
Por un momento todo de volvió un remolino grisáceo de figuras y al minuto siguiente ya estaban en la sala de urgencias del conocido San Mungo. Harry apenas y contorsionaba un poco su cuerpo y cara cuando le llegaban las oleadas de dolor. Se encontraba mareado, los parpados le pesaban, no podía mas seguir consiente. Harry escuchó las voces distorsionadas de los mayores. Ordenaban cosas, lo ponían en una camilla y lo transportaban a toda velocidad a lo que él pensaba que sería un quirófano. Sentía como intentaban hacerlo pasar distintos tipos de pociones y el cosquilleo de los hechizos sanadores al impactarse contra él.
—El parto se adelanto, tenemos que sacar el bebe inmediatamente y tratar a ambos antes de que sea tarde —dijo la medimaga que había hecho el eco—. El señor Potter tiene heridas internas y no podemos tratarlas completamente con el bebe rogando por nacer.
Severus asintió ligeramente, percibiendo como el agarre de Harry iba perdiendo fuerza hasta que cayó pesadamente, quedando colgando al borde de la camilla.
—Haga todo lo que pueda... sálvelos —susurró Snape, mirando cómo se llevaban a Harry se su lado.
La medimaga asintió y salió corriendo de tras del par de magos que llevaban al chico por atención medica, dejando a Snape, de pie, inmóvil al lado de los señor Weasley, Charley, Ron Y Hermione, sintiéndose totalmente impotente y devastado por lo que le podría pasar a Harry y al bebe.
***
Harry sentía como si estuviera flotando en medio del espacio o recostado sobre las blancas y esponjosas nubes del cielo. Podía escuchar algunos murmullos lejanos, ordenaban cosas, pronunciaban hechizos o indicando el momento en el cual verter alguna pasión. Parecía que algo malo estaba pasando, ya que todas aquellas lejanas voces parecían preocupadas. Decían cosas sobre falta de sangre, sobre heridas internas, infecciones, consecuencias de hechizos y de una caída. No entendía que era exactamente lo que decían o porque estaban tan preocupados cuando el se sentía en el paraíso. Ya nada dolía, absolutamente nada.
Sentía ligeras cosquillas recorrerle el cuerpo de pies a cabeza. Era como si estuviera tendido al sol sobre un campo cubierto de algodón. Los cálidos rayos del día le llegaban al cuerpo, acompañados del ulular de lechuzas que por algún motivo, y a pesar de conservarse con los ojos cerrados estaba seguro que se hallaban revoloteando a unos metros por encima de su cabeza. Harry se estiro perezosamente, sintiendo al como parecido a la tela de su pijama rozar con su piel. Se llevo entonces una mano a la cara, tallándose los ojos por costumbre al sentirse adormilado, como si acabara de despertar por la mañana y necesitara ayudar a sus ojos para que se abrieran correctamente.
Entre abrió los parpados y la claridad lo encandilo por unos instantes. Se conservó tumbado mientras sus ojos sea acostumbraban a la intensidad de la luz y se fue sentando lentamente, entrecerrando los ojos para volver mas nítida la escena frente a él. Miro a su alrededor, tratando de encontrarle forma, ubicación al lugar en el que se encontraba, pero la ambientación cambiaba con cada uno de sus pestañeos. Un segundo estaba en un fresco valle, al otro al pie de una iglesia, después en medio de un glacial, dentro de un volcán apunto de erupción...
Se paso las manos por el cuerpo mientras se lo miraba. Esperaba encontrarse desnudo como la última vez que había estado en un extraño lugar luego de perder la conciencia. ¿Abría muerto de nuevo? no lo sabía y, sinceramente, no veía razones por las cuales debería importarle. Ya encontraría la salida en algún momento y si no lo hacía, al menos no se aburriría de estar siempre en el mismo lugar. Se puso en pie luego de mirarse la aburrida ropa de siempre en el escuálido cuerpo que tenía cuando vivía con los Dursley y se puso en pie. Se estiró felinamente, rascándose un poco la cabeza y miro a su alrededor. Sentía la mirada de alguien puesta en él desde alguna parte, pero sus constantes parpadeos no lo dejaban ubicar a la persona.
Miró entonces un punto, brillante y lejano. De un naranja incandescente y en el centro, una figura negra. Estaba demasiado lejos como para que pudiera encontrarle dueño a esa silueta, así que sin pensarlo dos veces comenzó a caminar hacia ella, muy lentamente, más de lo que en realidad pretendida. Cada uno de sus pasos parecía tardar una eternidad en concretarse.
No fue consciente de cuánto tiempo se mantuvo caminando o cuantos lugares había visto ya, pero al fin divisaba frente a él a aquella persona. A pesar de su borrosa vista podía percibir que se trataba de un hombre, un tanto alto y de una complexión normal. Sin embargo, no alcanzaba a distinguir de quien se trataba. Las sombras que proyectaba la luz le hacía imposible distinguir sus facciones y tuvo que agudizar más la vista para lograr identificarle.
—¿Q-Quien es usted? —se aventuró a preguntar Harry.
Le aprecio que el hombre sonreía ligeramente y avanzaba un paso mientras contestaba:
—¿No me reconoce, joven Potter? —cuestionó el hombre con una voz ronca, como cansada por los años.
Con el ligero avance del hombre, Harry pudo distinguir mejor su rostro, aunque aun estuviera en sombras. Era n hombre, adulto, de no más de 40 años, con la piel blanca y los ojos oscuros, apagados, sin un solo brillo en ellos. Tenía la piel delgada, como de una hoja de papel, surcada de arrugas al rededor de los ojos y, aunque trataba de sonreír ligeramente, Harry podía notar que estaba sufriendo, que se conservaba en una constante pena.
El chico asintió ligeramente, cuando termino de hacer memoria y contesto:
—Si... yo lo conozco. Ustedes es Tom Riddle, el padre de Voldemort —susurró mirándolo un tanto desconfiado— ¿Que hace aquí?
—Este es mi lugar, joven Potter —contestó el hombre con calma— Desde el momento en que mi... mi hijo me acecinó estoy en este lugar. Esta es mi penitencia, por todas las atrocidades que hice en vida. Revivo a cada minuto cada uno de mis pecados a una velocidad descomunalmente lenta. Cada día vuelvo a morir y a volver a empezar con la tortura...
Harry se quedo mirando mientras el hombre hablaba. Parecía que extrañaba poder platicar con alguien, que lo escucharan y le respondieran, que lo libraran un segundo de su tormento.
—¿Esto... es como un limbo? —volvió a preguntar Harry.
—No lo sé, pero yo siempre lo he considerado así. No importa que sea en realidad. Lo que si importa es el por qué tu estas aquí. Nos es tu tiempo, ni siquiera has muerto...
—¿Como lo sabe? —lo interrumpió.
—Por eso... --señalo las cambiantes escenas— Si fuera tu hora una de ellas se conservaría, se mantenía en tu cabeza y te haría estar en ella por una eternidad antes de pasar a la siguiente. Tú no deberías estar aquí, ¿recuerdas donde te encontrabas antes de venir?
Harry entrecerró los ojos, haciendo memoria. No se había dado cuenta hasta ese momento que le estaba siendo cada vez mas difícil recordar sus memorias, sus momentos vividos. Le llego entonces a la cabeza la imagen de Severus a su lado, sosteniéndole la mano, los sollozos de Harry, la sangre empapando su ropa, el dolor en el vientre, las borrosas paredes de San Mungo...
—Estaba en el hospital —declaró al fin—. Me atacaron... Severus estaba conmigo. Nos preocupada nuestro bebe... ¿Q-Que paso con mi bebe?
El chico se llevo las manos al vientre. Estaba plano, como si jamás hubiera estado esperando un hijo.
—Oh... ese bebe —susurró el hombre sintiendo lentamente— Perdóneme, joven Potter.
—¿Perdonarlo? —repitió Harry... - ¿Por qué he de perdonarlo?
—Por lo que hice. Por haber creado a Voldemort...
—Usted estaba bajo el efecto de un filtro de amor, no tuvo la culpa de nada.
El hombre sonrió y negó suave.
—No hablo de eso, si no de haberlo hecho quien era. Fue mi culpa, joven Potter. Si yo no lo hubiera despreciado aun antes de conocerlo, teniendo mi propia sangre, si hubiera aceptado el amor de esa chica, de Mereope, él no hubiera hecho tantas cosas malas. No hubiera estado en un orfanato, habría recibido el cariño de su madre, de mí. No habría detestado a los muggle y ninguno de aquellos horrores habría parado. Pero es que... es que mi orgullo de hombre no me dejo pensar con realidad. No me gusto la idea de que una simple mujer, una chica con ella, tan pequeña y frágil allá podido doblegarme, que me haya podido controlar y me enfurecí cuando al fin estuve en mis cinco sentidos... Fue mi culpa.
El hombre se llevo las manos a la cara, notablemente arrepentido por aquellas acciones. Harry se conservo en silencio, observándolo. No sabía que decir, si seguir tratando de animarlo diciendo que no tenía la culpa, o aceptando lo que el decía. Miró al hombre tomar un profundo suspiro y levantar la mirada hacia él.
—Regrese, joven Potter, vaya con esa persona que ama y que lo ama también y con su bebe. Olvídese de quien es el que lo engendro, de quien es su otro padre y cuídelo, dele su cariño, amelo, protéjalo, este allí para él siempre. No cometa el mismo error que yo cometí. No cree a otro Lord Voldemort, joven Potter. Y si... algún día quiere hablarle de mi, de Mereope, incluso de mi hijo, haga que no le duela tanto enterarse de todas las atrocidades que los Riddle cometimos. Que sepa que no es uno de nosotros, si no de ti.
Harry asintió levemente y dijo:
—L-Lo hare, se lo prometo.
—Muchas gracias. Ahora... mejor vaya con el hombre que lo llama.
Harry lo miró desconcertado y sin preguntar nada, agudizo el oído. Uno de aquellos susurros se estaba haciendo cada vez más fuerte, se escuchaba con más claridad.
"—Harry... Harry, despierta. No te vayas, no nos dejes solos... Harry, por favor"
La voz de Snape retumbando en sus oídos fue disolviendo el lugar, sumergiéndolo en un pozo demasiado profundo y haciendo cada vez más clara la voz que lo llamaba.
***
Snape estaba arrodillado al pie de la cama en la que estaba Harry. Hacía tres días que el chico no reaccionaba, que no movía ni un musculo y eso lo devastaba. Tenía la cabeza apoyada en el colchón mientras sujetaba firmemente la mano mas cercana de Harry, mientras sollozaba por lo bajo.
—No me dejes tu también, Harry. No quiero que te vayas... por favor, despierta, tienes que verla, Harry, es preciosa.
Snape sintió el ligero movimiento del cuerpo de Harry al tomar conciencia. Sintió como el chico apretaba un poco su mano y levanto un poco la cabeza para mirarle el rostro. Harry pestañeaba lentamente, con una ligera mueca de dolor asomándose en momentos en su rostro. Parecía un poco desconcertado, quizá por el efecto del sedante en su cuerpo, pero al cabo de un momento logro voltear a mirar a Snape.
El chico sonrió, mirando al mayor con un rostro que parecía haber presenciado un milagro.
—¿Tan bien luzco? —peguntó en un susurró Harry, haciendo un esfuerzo por sentarse.
—Despertaste... —dijo Snape poniéndose en pie de un salto.
—Creo que sí, ¿tardé mucho?
Snape sonrió y asintió un poco.
—Más de lo que podía soportar.
—¿Que ha pasado? ¿Y mi hijo? —preguntó palpándose el vientre, aun quedaban dos meses para que naciera, ¿no?
—Ya no esta allí, Harry —le dijo Snape, pasándole las manos por el pelo— Con la caída el parto de adelanto. Estaba un poco pequeña, así que tuvieron que ayudarla para que terminara de desarrollar bien sus pulmones y la tuvieron un par de días en... llamémoslo incubadora. Ahora está bien, y el "hija", Harry.
Harry sonrió un poco mientras Snape le acomodaba la almohada en la espalda.
—¿Así que me ganaste? ¿Es una niña?
—Pues si —contesto Snape, satisfecho— Te lo dije, sería una niña. El señor Weasley esta que no cabe de felicidad por haber acertado, creo que piensa que aun está en mi clase y recibirá una buena nota por ello.
—No lo dudo —rio por lo bajo Harry— ¿Dónde está?
Snape señalo con la cabeza una pequeña cuna al lado derecho de la cama de Harry. El chico volteo a ver, alargando un poco el cuello, y miro a una bebita, de piel clara y un par de cabellitos saliendo de una gorrita de varón. Sonrió ampliamente mirando a Snape cogerla en brazos con una notable devoción y cariño. La cargo con más cuidado del necesario cuando se la entrego y la arrullo un par de veces, logrando tan dolo despertar a la menor.
La pequeña abrió los ojos, con una expresión que parecía estar disgustada por que la hubieran despertado y miro fijamente a Harry. Lo único que Harry reconoció en ella fueron sus centellantes ojos esmeraldas. No tenía las facciones de serpiente que Harry tanto había temido. Era solo una preciosa y pequeña bebita que parecía fajinada de estarlo mirando.
—Ya han juzgado a la señorita Weasley, no la han mandado a Azkanan, pero si a la sección de psiquiatría de alta peligrosidad de San Mungo. No saldrá de allí nunca, Harry, no después de lo que le hicieron...
El chico no lo miro, siguió haciéndole mimos a su pequeña y preguntó:
—¿Que le hicieron?
—¿Recuerdas la cámara en la que conservaban los restos de Voldemort? Pues la metieron allí, le drenaron la magia, completamente.
Harry lo volteó a ver y asintió sin saber que decir exactamente, Snape lo miró, se inclinó a robarle un beso, hacerle un cariñito a la bebe que pareció más que feliz de recibirlo y preguntó:
>>¿Como le pondrás?
Harry miró detenidamente a su hija y como la pequeña mantenía la manita aferrada al dedo de Snape y dijo:
—Se llamara Lilián Snape.
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