La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Dame tu mano. Capítulo 11.- No se que pasó.

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MeiYua
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MeiYua


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Dame tu mano. Capítulo 11.- No se que pasó. Empty
MensajeTema: Dame tu mano. Capítulo 11.- No se que pasó.   Dame tu mano. Capítulo 11.- No se que pasó. I_icon_minitimeMiér Nov 23, 2011 12:35 am

Dame tu mano.

Capítulo 11.- No se qué pasó.





Harry sentía los cálidos brazos de Snape rodearlo firmemente, su acompasada respiración cayendo sobre su revuelto cabello, y se preguntó entonces si el hombre no se estaría durmiendo en esa cómoda posición. Al menos para él, si resultaba cómoda. Levanto lentamente la vista hasta toparse con los negros ojos de Snape, pendientes de él, de cada movimiento que realizaba en silencio. En su rostro surcaba una emoción que a Harry le causo unos ligeros escalofríos. Aunque, lejos de asustarle, provocaron que le gustara un mas estar entre aquellos brazos.



Miró el rostro de Snape tan cerca de él con sus finos labios casi rozando los de él y no pudo hacer más que dejarse llevar por la creciente necesidad que lo embargaba de rodearlo por el cuello. Sintió su vientre rozar el abdomen del mayor y como sus manos se aferraban a su cintura, dando unas ligeras caricias sobre la tela. Harry soltó un ligero jadeo y cerró los ojos, terminando de acercarse a los labios de Snape. Sintió el calor de sus alientos mezclarse y como Snape separaba sus labios para irrumpir dentro de su boca, explorando cada centímetro dentro de ella y debajo de la camisa suelta de Harry.



El chico se aferro más a él, a su cuerpo. Temblando ligeramente mientras tiraba de los botones de Snape, intentando con poca suerte abrir su ropa. Escuchó una ligera risa sobre sus labios y unos dedos arañarle suavemente la piel. Dejó escapar un quedo gemido mientras el mayor se separaba unos centímetros de su boca. Harry lo miro a través de los cristales de sus anteojos, con la respiración agitada y más manos firmemente sujetas de los botones, intentando aun arrancarlos.



Snape sonrió, tomando las manos de Harry con una de las suyas y separándolas de su ropa mientras negaba lentamente.



—No, Harry, aun no —dijo en un susurró



—¿P-Por qué no? —preguntó el chico un tanto extrañado— No te gusto, ¿verdad?



Snape negó lentamente y Harry tuvo el impulso de darle una cachetada, pero no alcanzo a hacerlo cuando el mayor habló.



—No es que no me guste, pero no creo que ahora sea el momento para eso. Me encantaría seguir, Harry, pero no en la estancia y no en este momento, no me gustaría que pienses después que solo te quiero para eso o algo parecido, menos ahora que estas esperando y te encuentras un tanto explosivo. Después, si sigues pensando que quieres estar conmigo de esa manera, entonces te enseñare todo lo que tienes que saber sobre eso.



Harry se quedo mirándolo sin decir nada y al cabo de un rato de silencio asintió lentamente, con un ligero tono rozado surcando sus mejillas. Era verdad, él no sabía qué hacer, ni con un hombre ni con una mujer, ¿Cómo había pensando entonces seguir? Pero es que aquellas ligeras caricias que le había dado Snape eran sencillamente hipnotizantes.



—Vale, igual no sé ni siquiera abrir un botón, ¿Qué será otra cosa? —dijo Harry riendo amargamente.



—Aunque no lo creas, Harry, me encantara que conmigo practiques y te equivoques con respecto a eso. Así sabré que eres y serás solo mío. De nadie más.



—Pero no te gustara —susurró mirando a otro lado— Y yo quería que tu borraras el toque de las manos de... de Voldemort.



Snape asintió tranquilamente.



—Hay más de una forma de borrarlas, Harry, y tengo que hacerte olvidas de otra manera antes de arrancarlas de tu cuerpo con el mío.



Harry abrió la boca, dispuesto a decir algo, pero la potente voz de Sirius le ganó desde un pequeño cuadro de una villa que estaba en el rincón.



—Si no pienses, Snape. ¡Te estoy mirando!



—¿Estabas mirando a hurtadillas, Black? Qué vergüenza, espiar en esos momentos a tu propio ahijado —dijo Snape sin dignarse siquiera a mirarlo.



—Calla, que el pervertido aquí eres tú.



Snape rodó los ojos y volvió a abrazar a Harry.



—Pensándolo bien, Harry, ¿Por qué no seguimos? Me estabas quitando la camisa... continua.



Harry se sonrojó hasta las orejas. No quería seguir con aquello si un cuadro, de quien fuera, lo estaba observando en primera fila. El chico se removió un tanto incomodo entre los brazos de Snape, respirando el aroma que despedía mientras intentaba zafarse del abrazos sin caer nuevamente en las tentaciones.



—S-Severus… no podemos —dijo en un susurro bajo que pareció más bien clamar por una de sus caricias.



Snape sonrió, mirando de reojo el furibundo retrato y se separó un poco de Harry.



—Vale, ¿por qué no subes? Es hora de dormir…



El chico asintió, agradeciendo por tener una oportunidad de recobrar su color natural y le sonrió tímidamente a Sirius. El hombre del cuadro parecía estas buscando incansablemente una varita en alguna parte de la pintura y Harry no dudaba que quisiera mandar un Crusio al trasero de Snape. Sintió una sutil caricia por parte de Snape a su vientre y se llevo las manos al sitio donde aun estaba su bebito. Le dedicó una significativa mirada a Snape y se giró, encaminándose a las escaleras.



Miró al pasar el enorme cuadro de la madre de Sirius, de alguna forma Snape había logrado volverlo solo una pintura Muggle común y corriente. Aunque ese hecho molestó un poco a Kreacher, que le tenía cariño a la señora, después se convenció de que aquello era lo mejor para el amo Harry y el pequeño amito que venía en camino. Teniendo completa libertas ya de hacer el ruido que se le pegara la gana, Harry subió las escaleras, lo más rápido que su creciente panza lo dejaba. Ahora que ponía más atención, los parpados de pesaban.



No tardo mucho en recostarse en su cama, con la puerta entrecerrada solo por la costumbre y, al cabo de unos minutos, quedó profundamente dormido abrazando un enorme cojín con la forma de un caldero rozado que Snape le había comprado a su bebita.



***



Harry sentía los fríos dedos de Snape recorrer su desnuda piel. Su boca vagaba por cada parte de su cuerpo, dejándole la marca de sus besos impresa en la piel, al lado de suaves mordidas de pasión. Sus gemidos hacían eco por las hechizadas paredes mientras los negros ojos de su amado miraban atentos cada expresión de su cara. Podía escuchar la agitada respiración del mayor en su cuello, pronunciando de tanto en tanto su nombre:



Harry… Harry…



Le gustaba escuchar decirlo con esa voz ronca cargada de pasión. Harry recorría en caricias con sus manos la firma espalda de Snape, sintiendo el calor de su cuerpo sobre el suyo. Sentía su cuerpo sobre él y podía notar como dejaba el espacio justo para sí vientre. Sonrió entre los gemidos provocados por las certeras estocadas de su amado ex-profesor, meneando rítmicamente la cadera, al compás que su pareja le marcaba, mientras sentía como llenaba perfectamente su interior con aquella virilidad oculta.



—¡Oh! Severus… así, así me gusta —gimió aferrando las manos a las sabanas que los cubrían.



—Harry…



Movió más la cadera. Las tiernas caricias, las deliciosas estocadas y la ronca voz de Snape se estaban desvaneciendo rápidamente. Ya no lo sentía sobre él, por las que se esforzara y, en su lugar, una voz delicadamente femenina surcaba el aire, llamándolo.



—Harry, despierta. ¡Harry!



El chico abrió los ojos de par en par de golpe. Respiraba agitado, bañado en sudor y podía sentir como le apretaba el pantalón. Miro alrededor, en busca de Snape, pero lo único que encontró fue a sus amigos, Hermione y Ron, parados al pie de la cama y tan rojos como una manzana.



—¿Ustedes? —preguntó sentándose en su lugar y buscando aun entre los rincones al mayor— ¿Dónde está Severus?



El sonrojo de Hermione se acentuó sobre sus mejillas a pesar de que parecía quererlo disimular.



—Harry, a mi me parece que estabas soñando. El profesor Snape esta enfrascando unas pociones en el estudio, nos dijo que podíamos venir a despertarte, pero… me parece que no debimos —dijo la chica lo más tranquila que pudo.



—Si, pobres ingenuos de nosotros… Te escuchamos hablar en sueños y entramos para despertarte, pensando que estarías teniendo una de esas horrendas pesadillas de antes. Para mi desgracia con lo único que nos topamos fue con… la carpa de un circo en tu cama.





Harry encorvó el cuerpo, tratando de ocultar su despierto miembro y se sonrojo desviando la mirada.



—¿Por qué no salieron? ¿Tenían que quedarse para ver y… escuchar?



Hermione abrió la boca, intentando responder algo, pero la volvió a cerrar sin haber pronunciado ni una sola palabra. Después miró a Ron que parecía haber encontrado de repente demasiado fascinantes sus dedos de sus manos. Harry soltó un resoplido y les arrojo su caldero rozado de peluche a la cabeza.



—¡Salgan los dos de aquí! Espérenme abajo, coman algo y sáquense la imagen de la cabeza, ¿entendido?



El par de chicos desaparecieron al instante con un par de sonoros chasquidos disparejos, causando que el cojín fuera a parar a la jarra de agua que Harry tenía en una mesita. Harry resopló, tallándose los ojos mientras intentaba volver a sentir el cuerpo de Snape y buscaba a tientas sus anteojos. No sabía cómo era que había terminado teniendo aquel vivido sueño, pero no le disgustaba. Aunque hubiera sido una ilusión se había sentido mil veces mejor que cualquier otra cosa que hubiera percibido antes.



Se levantó cuando comprendió que no podía seguir en la cama, intentando volver a dormir para continuar con el sueño y, luego de tomar un cambio de ropa de su baúl, se dirigió al baño, intentando arduamente pensar en otra cosa para que cierto bulto entre sus piernas bajara. Así pues, tomó un largo baño, descubriendo en su piel algunas estrías y maldiciendo por lo bajo mientras tomaba nota mentalmente sobre preguntar a Snape si conocía alguna poción contra ellas para que se la preparara una vez que tuviera a su bebe.



Al cabo de un momento más, Harry descendió al fin al primer piso. Ahora que el efecto adormilado se le había pasado y no se encontraba más tan somnoliento como para ponerse a pensar en lo que había estado soñando. Rememorar las cosas que había visto y sentido mientras dormía le estaban resultando demasiado embarazosos, ¿desde cuándo soñaba él que hacía el amor con Snape? Quizá desde el mismo momento en que había encontrado divertidos sus mordaces comentarios o dulce el sabor de sus labios mientras los besaba. Aquellos labios que en otro momento no hacían más que perjudicarle la vida, ahora le parecían un verdadero paraíso, uno que tendría solo para él de hoy en adelante.



Una sonrisa tonta se formo en su rostro mientras acariciaba su vientre rítmicamente



—Se siente bien saber que papi estará con nosotros, ¿verdad, bebe? —le dijo Harry distraídamente a su pancita.



—¿De verdad te gusta la idea, “Mamá”?



La masculina voz de Snape se dejo escuchar desde atrás y sus firmes brazos lo atraparon por la espalda antes de que Harry lograra siquiera asustarse. Harry lo miró de reojo y recordó entonces que justamente así había comenzado su peculiar sueño.



—¿Por qué no nos ahorramos el intro y vamos directamente al climas, Severus? —preguntó Harry en un tono asemejando una tierna caricia.



—Pues creo que nos ahorraremos todo el acto, Harry, porque tus amigos están aquí desde hace un rato.



—Oh, si… Lo sé muy bien —susurró Harry por lo bajo.



—¿Eso qué quiere decir? —preguntó Snape.



—Después te cuento, Severus.



Harry volvió a caminar, tratando de disimulas el hecho de que lo hacía intentando pegarse mas a cada paso al hombre, aunque tampoco era como si Snape estuviera poniendo demasiada resistencia. Cuando entraron al comedor miraron a Hermione y Ron, uno a cada lado de la mesa y con las cabezas demasiado juntas Estaban enfrascados en una acalorada discusión a susurros demasiado altos.



—Te lo digo, Ron, no podemos decirlo solo así. Querrán explicaciones.



—Las cuales les daremos cuando las pregunten, Hermione. No te compliques la vida.



—Para ti todo es demasiado fácil —gruñó la chica.



—Y para ti es complicado hasta estornudar —contesto Ron de inmediato



—¿Qué tal si se molesta? Le sentara mal para el bebe.



—¿Qué tal si le gusta la idea luego de molestarse?



—No me gusta nada esto —exclamó la chica



—Y a mí no me gusta tu mata de pelo y no por eso te rapo mientras duermes.



—¡Ronald!



—¿Qué, Hermione?



Harry y Snape se miraron con la misma expresión interrogante en el rostro e ingresaron a la habitación con sonoras pisadas para hacerse escuchar. Miraron como Hermione y Ron pegaron un salto y pusieron una cara que dejaba muy claro que intentaban pensar alguna forma con la que pasara desapercibidas sus indiscreciones, o al menos eso con lo que respecta a Hermione, ya que Ron parecía un tanto feliz, quizá era por el hecho de ya no estar mirando a Harry con tremendo bulto entre las piernas.



—¿De qué hablaban? —preguntó Harry pasando la mirada de uno a otro.



Hermione se alisó torpemente el cabello y trató de sonreír.



—Estábamos esperándote, Harry. ¿C-Como estas?



—Bastante bien, gracias. ¿De qué hablaban?



—De Ginny —contestó Ron antes de que Hermione dijera nada más.



La chica lo fulminó con la mirada mientras Snape arqueaba las cejas y Harry preguntaba:



—¿Qué pasa con ella?



—Ron, sigo sin creer que sea buena idea decirle —murmuró Hermione



—¿Y dejarlo sin saber, Hermione? —preguntó Ron— Es mi hermana, ¿sabes? Al que debería importarme encubrirla es a mí, pero ya ves que no. Además, esto no solo involucra a Harry, sino también a la bebita y no me salgas ahora con eso de que es niño, ¿vale?



—Pues sí, Ton, pero no es bueno causarle preocupaciones a Harry —alegó la chica.



—Hermione, si lo que sea que tenga que decir involucra a mi bebe, entonces quiero saber de que se trata —dijo Harry seguro.



—Pero Harry…



—Pero nada, Hermione. Hablen de una vez —apremió el chico impaciente.



Los chicos voltearon a ver a Snape, como buscando su permiso para hablar y fue Ron el que comenzó a relatar la historia al ver que el mayor no decía nada.



—Veras, Harry. No habíamos querido decirte, pero hace unas semanas tuvimos que llevar a Ginny al hospital. La encontramos desangrándose en el baño y bueno… ahora mama se siente mal por haber dudado de Snape, ya que la medimaga nos dijo que el vientre de Ginny estaba inservible ya y que había tenido que sacarlo.



—No me extraña —comentó Harry— Ustedes no miraron como estaba aquel lugar. Era asqueroso.



—A nosotros tampoco nos sorprende, Harry —dijo Hermione más animada a hablar—. La cosa es que parase que eso de enterarse que ya no puede tener bebes le afecto mentalmente, cosa que me parece absurdo, ¿si quería tener hijos entonces para que los mataba? En fin, Harry, ahora ella…



—Esta obsesionada con tu bebita —completó Ron.



—¿C-Con mi hijo? ¿Por qué? —Harry se cubrió instintivamente el vientre.



—Dice que lo menos que le debes es dárselo a ella, que con eso podrás pagarle por todo el daño que le has hecho.



—¿Daño? ¡¿Qué daño le he hecho yo?! —preguntó en un grito



Volteó inmediatamente a mirar aterrado a Snape. Ella no podía quitarle a tú bebe, era sencillamente imposible, ¿verdad? Tembló ligeramente y observo al mayor negar lentamente mientras sujetaba su mano.



—No te hará nada, Harry, a ninguno de los dos. No la dejare.



—Pero… ¿y si lo logra, Severus? —preguntó aferrándose a él.



—Papa la denunció al ministerio —dijo Ron por lo bajo—. Les dijo que intentaba atentar contra tu vida y la del bebe. Y ya sabes que no importa la calidad de ministro que haya, tú eres el salvador mágico y están siempre de tu parte. Así que cualquier cosa que te pase ella ira a Azkaban inmediatamente. Mamá está destrozada por eso… pero sabe que es lo mejor.



Harry volteó a verlo, extrañado.



—¿Por qué hizo eso?



—Aquí viene el lado bueno, Harry —comentó Ron—. Papá y Mamá nos enviaron a decirte que querían disculparse y que los invitaban a ambos, a ti y a Snape a comer a casa.



—Ellos están arrepentidos, Harry —completó Hermione.



Harry sopesó por un segundo la posibilidad de regresar a la madriguera, feliz de estar esperando un bebe y no lamentándose por ello. Sin embargo, por más que lo sedujera la idea, no dudó ni un instante en rehusarse ante ella.



—No, chicos. No voy a i a ningún lado —contestó Harry firme.



—Pero Harry… están arrepentidos de lo que dijeron, de cómo actuaron —susurró Hermione melancólica.



—Lo sé y no es por rencor que no pienso ir, si no por mi bebe. No lo voy a exponer al peligro que representa ir a la madriguera y toparme con Ginny. No lo hare.



Ron dio un paso al frente, apresurándose a contestar.



—Ella está desaparecida. El ministerio la llamó al juicio y salió huyendo de inmediato. No sabemos dónde está.



—Con mayor razón, Ron. Tú lo has dicho, no sabemos donde esta o en qué momento pueda aparecer, así que menos aun pienso ir. Si ellos quieren venir para acá, entonces adelante, que lo hagan, pero yo no voy.



Los chicos se miraron por un momento y asintieron suavemente.



—Vale, Harry. Se lo diremos y ten por seguro que ellos vendrán hasta aquí.



***



La luz se colaba por las cortinas entreabiertas de los ventanales. La suave fragancia que despedía la comida recién preparada de Kreacher para los invitados que acababan de arribar a la casa con tímidas sonrisas en los rostros, danzaba seductoramente por el aire, atrayendo a los presentes al comedor. El señor y la señora Weasley encabezaban a su familia por el recorrido que hacían por la casa. Todos mantenían las miradas clavadas en el piso y miraban discretamente a Harry y su abultado vientre cuando creía que ni él ni Snape los miraban.



Harry estaba sentado en una silla de la mesa, con una rebanada de tarta servida en un plato, justo al lado de Snape. Ron y Hermione habían llegado junto con el resto de la familia y estaban acomodando en una mesita medio alejada de todo los presentes que la familia traían para el bebe. Eran varios paquetes mal envueltos de lo que Harry creía serian mas ropa o juguetes. Con todas las cosas que él y Snape habían comprado, junto con las que les habían regañado, ya tenían la habitación del bebe bien surtida. Había juguetes mágicos que danzaban por el aire, tarareando canciones de cuna aunque ningún infante estuviera presente. Otros cuantos mas narraban cuentos maravillosos que Harry ni siquiera había soñado que existieran y por tanto se divertía de lo lindo escuchando cada uno de ellos, mientras Snape maldecía por lo bajo el haberlos comprado antes de que el bebe naciera.



Les sonrió a los señores Weasley para animarlos a decir algo. Ellos correspondieron el gesto tímidamente y la mujer echo a llorar mientras miraba fijamente la pancita de Harry. El señor Weasley la estrechaba con un brazo mientras nos demás jóvenes Weasley, junto con Fleur se disculpaban como podían con las miradas.



—Oh, Harry… me siento tan tonta —dijo al fin la señor Weasley— No puedo creer que después de todo lo que paso haya actuado de aquella manera. Y es que simplemente no quería resignarme a aceptar que mi hija, mi única hija era de ese tipo de mujeres pero... pero…



La voz se le quebró y se llevó un pañuelo a la nariz, silencio que aprovecho el señor Weasley para continuar.



—La hemos estado buscado por todas partes. George, Bill, Percy, Charley, Ron, Hermione, Hagrid… No lo podemos creer, ella parecía tan Buena niña, pero creo que no la pudimos educar bien con el transcurso de la Guerra.



Harry los miro sin saber que responder ante sus palabras. Era verdad que durante un momento los había odiado por tratarlo como si no fuera nada de ellos, como si todos aquellos años que vivieron juntos no hubieran servido de nada, ni para que le tomaran cariño. Quizá se había equivocado al no decirles toda la verdad, pero dudaba que esa fuera razón suficiente para ganarse todas aquellas cosas que le habían dicho. Aunque si lo pensaba bien, la única que le había hecho un verdadero daño era Ginny. Solo ella, aprovechándose de la nobleza de su familia a su favor. No podía seguirles guardando rencor, él quería que su bebe los conociera, que conviviera con una única verdadera familia que había conocido, que lo había querido.



Volteó a mirar a Snape y después de vuelta a ellos.



—No todo lo que dije fue verdad —comenzó a decir— Hay algunas cosas que declare mas por coraje que por otra cosa. Yo y Severus no estábamos juntos cuando iba a Hogwarts, el no será el mejor profesor del mundo, pero jamás se acostaría con uno de sus alumnos. Si quede esperando no fue porque yo lo planeara. Estaba devastado con la idea y las palabras de aliento que me daban Hermione y Ron, incluso Severus, no me terminaban por convencer. Quería terminar con mi vida, librarme de tanta cosa… y cuando fui con Ginny buscaba su apoyo, pero no lo encontré. Sé que yo también me equivoque por dejarme convencer por sus palabras… pero eso no importa ya. Severus y yo estamos bien, seremos papas y… me va a encantar que conozcan a una familia como la suya.



La señora Weasley se seco las lágrimas, con una sonrisa maternal bien grabada en el rostro y, antes de que Harry lograra reaccionar, se lanzo a abrazarlo. La sintió sollozar en su hombro y disculparse nuevamente, para después separarse de él e ir a estrechar la mano de Severus, con la misma sonrisa que le dedico a Harry.



—Cuida de ambos, ¿vale? Es un buen chico y estoy segura que si Lily fue tu amiga por tantos años es porque eres un buen hombre.



—Gracias, Molly. Y no tienes por qué decirlo, siempre eh cuidado de él y lo seguiré haciendo siempre.



Los siguientes minutos fueron de un borrón de abrazos y sonrisas. Harry no se había sentido tan feliz en mucho tiempo. Por fin los tenia de nuevo a su lado, ahora todo estaría bien…



—¡Harry, cuidado! —escuchó gritar a Sirius desde un cuadro de frutas.



Antes de que lograra encontrar cualquier cosa que fuera de lo que le advertía Sirius, Harry miro una lluvia de luces de hechizos y varitas volar. Sintió un par de brazos arrancarlo sin cuidado de la silla. Escuchó la voz de Severus llamarlo a gritos y lo miró empujar a quien se le cruzaba por el camino mientras miraba toda la habitación.



¿Por qué hacia como si no lo mirara? Estaba delante de él, a unos cuantos metros. Intento llamarlo, pero su voz no salió de su garganta. Los frágiles brazos seguían jalándolo, haciéndolo subir las escaleras mientras le arañaba la panza.



—Mi hijo, Harry… lo has cuidado bien, ahora… ¡dámelo!



La voz de Ginny le llego como un gruñido distorsionado a los oídos de Harry. El chico se agitó en su lugar, tratando de zafarse de aquel agarre y alcanzó a mirar de reojo a un hombre que en su vida había mirado. Después, delante de él, el cuerpo de Ginny fue apareciendo lentamente al paso que dejaba caer una capa de invisibilidad. Traía la ropa rasgada, teñida en sangre. Un par de marcadas ojeras sombraban sus ojos, adornando una torcida sonrisa. No quedaba ni rastro de la graciosa chica pelirroja que alguna vez había conocido.



La miro dar un par de pasos hacia ella, justo antes de que una luz roja le impactara en el cuerpo a la chica y callera desmayada en el suelo. Un desgarrador dolor le surco el cuerpo justo después de haber sentido una varita clavarse en su espalda.



Harry no supo que paso después… solo sabía que un segundo antes había estado arriba de las escaleras y ahora se encontraba al pie de ellas, recostado en un húmedo piso y con algo cálido empapando sus piernas.



—¡Harry! ¡Harry!



“¿Qué ha pasado?” —pensó mirando borroso varios pares de pies correr a su alrededor.


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