alisevv
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| Tema: Retazos de vida. Capítulo 24 Miér Ene 19, 2011 12:26 pm | |
| —Y entonces —murmuró Severus, mientras cerraba los brazos en torno a la cintura de su pareja, le apretaba contra sí y le empujaba suavemente hacia la enorme cama de matrimonio—. ¿Me vas a leer la parte del diario que no quisiste leer a los chicos?
—Caramba, amor —replicó Harry con picardía, mientras sentía a Severus contra él, adaptándose a su cuerpo como un guante—, no pensé que tu memoria estuviera tan mal. Hubiera jurado que recordarías el día que concebimos a Eli.
—Por supuesto que lo recuerdo, segundo a segundo. ¿Pero estás seguro que Eli fue concebida ese día? —Severus frotó sus caderas contra las de Harry en un movimiento incitante—. Si no me equivoco, al día siguiente lo volvimos a hacer.
—Y al otro, y al otro —Harry rió, cruzando los brazos sobre el cuello de Severus, y le besó—. En aquellos tiempos era usted muy ardiente, profesor Snape. Pero volviendo a su pregunta, sí, estoy seguro.
—¿Cómo que era muy ardiente? —inquirió Severus, levantando una ceja—. Lo sigo siendo, ¿quieres que te lo demuestre?
—Me encantaría, pero te recuerdo que tu yerno te recetó reposo.
—Olvida a Richard, ese haría cualquier cosa por fastidiar —desestimó Severus—. Puedo conseguir la nueva poción y…
—Eso ni hablar —negó Harry.
Severus frunció el ceño, intrigado.
—¿Qué tiene de malo la nueva poción?
—Que no tienes idea del mal rato que pasé pensando que esa dichosa poción era la que te había enfermado —explicó Harry, contrito—. Y luego, cuando tuve que preguntarle a Richard…
—¿Le preguntaste a Richard? —indagó Severus, incrédulo. Cuando Harry asintió en silencio, el hombre fue incapaz de contener una carcajada.
—No te rías, que fue muy bochornoso —le regañó Harry.
—Imagino que sí —hizo un gran esfuerzo por contener la risa—. Pero supongo que te aseguró que la poción es totalmente inofensiva, así que… —empezó a besar su cuello con ardor.
—Aún así estás de reposo, así que nada de esfuerzos —insistió Harry, alejándose ligeramente, en los ojos un brillo mezcla de diversión y frustración.
—¿Y qué hago yo con esto? —tomó la mano de Harry y la llevó hasta su masculinidad endurecida, frotando—. Y eso que aún no bebí la poción.
—Lo mismo que yo, darnos una ducha de agua fría —ante la sonrisa predadora que apareció en los labios de su esposo, dio una última caricia al erguido miembro y con esfuerzo, agregó—: Tú primero y yo después.
—Aguafiestas —musitó Severus, mientras se dirigía hacia el baño, refunfuñando entre dientes, seguido por la risa sonora de Harry.
—Hola chicos —saludó Harry, mientras en compañía de Severus entraba en el comedor para desayunar—. ¿Cómo durmieron?
Mientras todos contestaban al saludo, entusiasmados, Severus alzó una ceja y abrió la boca para hacer un comentario irónico, pero fue interrumpido por una alegre voz.
—Jamás pensé que llegara el día en que vería a los herederos Snape-Potter desayunando con alegría a las nueve de la mañana en un día de vacaciones.
—¡Tío Remus! ¡Tío Bill!
Las exclamaciones de júbilo fueron seguidas de un alboroto mientras las sillas se corrían y todos los chicos acudían presurosos a saludar a los recién llegados.
En lugar de venir de un recóndito lugar ubicado en el fin del mundo, Remus y Bill parecía que acabaran de regresar de un viaje por el mediterráneo. Estaban delgados y bronceados, Remus usaba su inmaculado cabello castaño con un excelente corte y Bill lucía una prolija cola que deslumbraba, y ambos vestían túnicas de impecable corte
—¡Qué alegría verles! —comentó Harry, cuando le permitieron acercarse a la pareja para abrazarles.
—Al fin les vemos el pelo, que seis meses sin aparecer es mucho descaro —saludó Severus, tendiéndoles la mano.
—¿Y dónde estaban que no les vimos en el pasillo? Si apenas acabamos de entrar —preguntó Harry, extrañado.
—Les veníamos siguiendo —aclaró Remus—. El elfo que nos recibió nos dijo que los chicos ya estaban en el comedor y queríamos sorprenderles a todos juntos. Por cierto, no sabía que tenían un elfo nuevo.
—Es sobrino de Antón —explicó Severus—. Él se jubiló el mes pasado.
—Aún me parece increíble que los elfos se jubilen —comentó Bill, riendo—; aunque no tan increíble como verles a todos ustedes —fijó la vista en sus sobrinos— alegres y espabilados tan temprano. ¿A qué se debe semejante milagro?
—Lo diré brevemente —explicó Draco—. El diario del abuelo Harry.
—Juro que si alguno de ustedes dos también saben del diario, le retorceré el pescuezo a mi hija menor —renegó Severus con una mueca de frustración, pensando que sería absolutamente humillante ser el único ignorante del asunto; los chicos y Harry lanzaron una sonora carcajada.
—¿Diario? ¿Qué diario? —preguntó Bill, intrigado.
Remus no dijo nada, limitándose a sonreír; después de todo, él le había obsequiado ese diario a Harry.
—Gracias, Merlín —el susurro de Severus fue apenas perceptible.
—Ya se los contaremos, ahora vamos a desayunar —Harry rió y les guió hacia la mesa. Cuando estuvieron cómodamente instalados y había aparecido el desayuno, miró a sus amigos y preguntó—: Entonces, ¿a qué se debe esta gran alegría?
—Pues ayer Vincent nos avisó del concierto de Nathan y Evan —Remus miró preocupado a Severus—, y también nos dijo que te sentiste mal. Así que decidimos venir unos días a verles.
—¿Es que nadie en esta familia es capaz de guardar un secreto? —se lamentó Severus—. No entiendo como no está la casa inundada de gente.
—Si te sirve de consuelo, Esperanza sólo se lo dijo a Vincent. Al parecer, estaban conversando y se le escapó, después le hizo prometer que no vendría a verte ni le diría a nadie más —explicó Bill.
—Pero se lo dijo a ustedes.
—También se le escapó —replicó Bill con cara cómica.
—Pero, ¿cómo te sientes? —el tono de Remus era preocupado—. Te ves un tanto cansado.
—No te preocupes, estoy bien. Sólo tengo que cuidar la comida y bebida por unos días, y descansar —comentó Severus, antes de torcer la boca en una sonrisa irónica—. Y hablando del aspecto, ¿están seguros que ustedes dos acaban de llegar de las misiones? Porque si es así, Harry y yo podíamos irnos unos días a trabajar allí.
Tanto Bill como Remus soltaron una carcajada.
—Es culpa de Vincent y su novia —explicó Remus—. Ayer nos tomaron por su cuenta y no nos soltaron hasta dejarnos así.
—Creo que se asustaron cuando nos vieron llegar —agregó Bill.
—Pues es estupendo que se vayan a quedar hasta el concierto —comentó Harry, quien aún reía de imaginar cómo habrían llegado esos dos.
—De hecho, creo que nos vamos a quedar un tiempo más —declaró Bill.
Al ver la expresión interrogante de todos los rostros, Remus explicó:
—Vincent armó un escándalo. Que no era justo que nos viéramos un par de veces al año, que él se iba a casar y quería que sus hijos tuvieran a sus abuelos cerca, que mi salud no era la mejor después de tantos años expuesto a mis transformaciones antes que Severus desarrollara la poción, que un día nos íbamos a morir en un mísero rincón lejos de la familia, y no sé cuantas cosas más.
—Cuantas verdades más, diría yo —señaló Severus. Remus sólo le sonrió.
—Conclusión, Vincent nos convenció y decidimos quedarnos —explicó Bill.
—De veras que es estupendo —comentó Frank.
—Y ahora, ¿me quieren explicar qué es todo eso del diario?
Entre risas, los chicos explicaron cómo encontraron el diario y de qué se trataba.
—No puedo creer que al final utilizaras el diario y no me lo contaras —Remus miró a Harry, asombrado.
—Bienvenido al club —masculló Severus.
—Ahora que recuerdo, el abuelo leyó que tú le regalaste el diario —comentó Draco, mirando a Remus.
—Anda, si es verdad —exclamó Severus—. Lo había olvidado.
—Sí, y según decía en el diario… tío Remus, tú también llevabas uno, ¿no? —preguntó Mark.
Remus enrojeció y Bill le miró, atónito.
—¿Tú llevabas un diario?
—Vaya, creo que me estoy sintiendo mucho mejor sobre ese bendito diario —comentó Severus, mordaz.
Al ver que Remus enrojecía aún más profundamente, Bill le lanzó una mirada de ‘ya hablaremos tú y yo más tarde’ y cambió de tema
—¿Y están leyendo el diario de Harry? ¿Podemos oír?
Todos se quedaron mirando fijamente al anciano.
—¿Tienen algo que hacer en las próximas horas? —fue su respuesta, acompañada de una amplia sonrisa.
Ahhhh, llevo menos de un mes de reposo y estoy a punto de volverme loco. ¿Qué piensas? ¿Qué ya lo estoy? Cierto, es que no te había contado. Resulta que a causa de mi edad y las complicaciones que puede provocar en mi embarazo, William me ha recetado reposo absoluto.
Y déjame decirte que para Severus, absoluto es ¡ABSOLUTO! Es que el muy… no me deja caminar ni para ir al baño; me lleva cargado a TODAS partes, ante la mirada burlona de todos, que no soy tonto y me he dado cuenta. Vale, ya sé lo que me vas a decir, que todo es por mi salud y la de mi bebé; por eso aguanto, pero no quiere decir que deje de ser frustrante.
Pero bueno, dejemos eso y voy a narrarte lo que pasó cuando se lo contamos a la familia. Escucha.
Harry y Severus se encontraban en la terraza de su casa de Hogsmeade; Harry se hallaba recostado en un cómodo diván, mientras Severus iba saludando a los invitados que iban llegando.
Ese domingo, bajo el pretexto de hacer una reunión familiar especial, habían invitado a toda la familia a almorzar. Y vaya que a Severus le había constado que estuvieran todos. Había tenido que ir a hablar en persona con el Director de la escuela de Nathan, el único que a la sazón sabía la verdadera causa de la reunión. Remus había renegado diciendo que no era una buena idea que Adam y Vincent salieran en medio del curso, que los demás niños iban a decir que había favoritismo; Esperanza y Richard se habían quejado de que tenían mucho que estudiar; Ron había dicho que los Chudleys tenían un importantísimo juego y no podía faltar; y los gemelos habían aducido que el domingo era el mejor día de la semana en su tienda de bromas.
Sin embargo, el antiguo profesor de Pociones no sería quien era si dejara que esas quejas banales le detuvieran. Tenía intención de reunir en casa a toda su familia y eso era lo que iba a hacer o dejaba de llamarse Severus Snape.
Así que, a regañadientes, ahí se encontraba el clan en pleno.
—Muy bien, ustedes dos —habló Molly en voz alta, plantándose frente a Severus y Harry con las manos en la cintura y mirándoles con el ceño fruncido. A su alrededor, todos habían dejado juegos y charlas, y también miraban a los anfitriones—. Confiesen.
—¿Perdón? —Severus levantó una ceja interrogante.
—Digan a lo que vinimos —intervino Remus, sonriente—. No pensaran que vamos a creer que nos reunieron aquí a principios de Febrero para compartir un domingo en familia, ¿verdad?
—Sin contar las ‘sutiles’ amenazas que Severus tuvo que emplear para que asistiéramos todos —agregó Ron.
—Es cierto, papá —Esperanza estaba muy intrigada—. ¿Por qué todo esto?
Severus miró las caras expectantes y tragó con fuerza. Ahí iba.
—Harry y yo estamos esperando otro bebé.
Luego de unos momentos en que no se escuchó ni un alma, pues todos los presentes seguían demasiado atónitos para hablar, se escuchó la voz de barítono de George.
—Severus, Harry, ustedes son mis héroes.
Entonces sí estalló la debacle, todos hablando a un tiempo.
—¿Pero cómo es posible que sean tan irresponsables? —Esperanza sonaba entre preocupada y molesta—. ¿Acaso no saben lo peligroso que es un embarazo masculino a la edad de papá Harry?
—Pues a mí no me parece tan mal —comentó Adam, quien sabía que un hermanito bebé derretía a cualquier chica; sus puntos en Hogwarts iban a subir como la espuma.
—Pues yo pienso como Esperanza, es inconcebible que tomaran ese riesgo —comentó Molly.
—Sin contar con lo difícil que va a resultarles a estas alturas empezar a criar un bebé —opinó Remus.
—Si es que deberían estar preparándose para ser abuelos —exclamó Ron, a quien la idea de empezar a cambiar pañales y preparar biberones de nuevo le parecía simplemente espantosa.
Los comentarios siguieron hasta que Nathan decidió intervenir. Con sus apenas once años, se plantó en medio del maremágnum de voces y habló con tal tono que todos se quedaron callados como por arte de magia.
—¿Pero qué les pasa? —miró alrededor y todos se sintieron repentinamente avergonzados—. ¿Acaso no escucharon? Viene un bebé, voy a tener un hermanito. ¿No les parece algo maravilloso, lo más maravilloso del mundo? —señaló hacia sus padres, que estaban en el diván con las manos unidas y una sonrisa—. Mírenlos, ellos están felices con su bebé. Y yo también —fue hacia sus padres y les abrazó—. Papá Harry, papá Severus, gracias por darme un nuevo hermanito
Por supuesto, después de eso todos reaccionaron y nos felicitaron, y ahora ya toda la familia está haciendo planes con la o el heredero. Pero lo que más me asombra es la madurez de mi hijo menor. Y no veas lo que me dijo Remus luego que Nathan terminara de hablar: Cuando hace desastres y travesuras es idéntico a ti, pero en momentos como éste es cuando se le notan los genes Snape
¡Vaya morro!
—Sabrás que aún no te perdono ese comentario —declaró Harry, deteniendo la lectura y mirando a Remus. Estaban en el estudio, en sus asientos habituales, con Remus y Bill cómodamente instalados en el sillón que días atrás había ocupado Ron.
—La verdad duele pero no ofende —se burló Severus, que de nuevo estaba acostado con la cabeza en el regazo de su esposo.
—Como sigas por esa vía te veo en la alfombra con los gemelos —advirtió Harry.
—Tranquilo, abuelo, que te damos asilo —aseguró Frank, riendo por el intercambio—. Pero, abuelo Harry, ¿qué tal si mientras tanto sigues leyendo?
Con una mueca burlona, Harry continuó:
Realmente estos meses pasados han sido verdaderamente duros, incluso hubo momentos en que pensé que iba a perder a mi niña y que hasta yo iba a morir de tan delicado que estuve. Pero gracias a Dios, y al inmenso amor y cuidado de Sev y mi familia, sobre todo mis niños, aquí estoy, a punto de dar a luz.
Sí, mi bebé es una niña: Elizabeth Snape Potter. El nombre lo escogieron los chicos y a Severus y a mí nos pareció encantador.
En este tiempo todos se han portado increíblemente. Esperanza y Richard se han pasado los fines de semana en casa; así, mientras yo descansaba en un diván del estudio, ellos estudiaban en el escritorio para permitirle a Severus unas horas libres para seguir sus investigaciones en el laboratorio de casa.
Entre semana, cuando Severus necesitaba salir por cualquier cosa, los amigos se peleaban por cuidarme. Hermione, Ron, Remus, Bill, Ginny, Pansy, y los gemelos —aunque en el caso de estos dos, Molly y Sev intentaban por todos los medios evitar dejarme a solas con ‘esos cabezas huecas’, como les llama mi marido—.
Adam vino a verme cada día que tocó salida para Hogsmeade; y Nathan suplicó e incordió a tal punto, que le permitieron venir a verme un par de veces.
Pero la locura se hizo patente en vacaciones. Como no pudimos viajar a Escocia debido a mi estado, nuestra pobre casita de Hogsmeade se llenó de gente. Si me preguntas cómo alojamos a todos, te diré que en parte fue gracias a algo de magia que hizo Severus, y en parte a que la gente menuda decidió que hacer camping en el jardín de la casa era genial.
Para el día de mi cumpleaños ya sabíamos que nuestro bebé era una nena, pero ni Sev ni yo habíamos encontrado un nombre apropiado. Esa noche, luego que todos habían comido pastel y brindado por mi niña y por mí, me sentí muy cansado y Severus me acompañó a acostarme. Estábamos en la cama, él leyendo y yo dormitando, cuando tocaron la puerta y entraron Esperanza, Adam y Nathan, acompañados de Richard, Vincent y Evan.
—Chicos, que sorpresa —comentó Harry al ver entrar a su hijos y sobrinos.
—Espero que no se trate de un motín o algo parecido —advirtió Severus, frunciendo el ceño.
—Realmente no puedes evitar ser tan Slytherin, ¿verdad, papá? —lo de Esperanza, más que una pregunta era una afirmación.
—Tratándose de ustedes, debo extremar las precauciones —replicó Severus, pero relajó el ceño y sonrió levemente—. ¿Entonces?
—Lo que ocurre es que ya resolvimos su problema —sentenció Nathan.
—¿Nuestro problema? —Harry estaba realmente intrigado.
—Sí, el del nombre para la bebé —explicó Esperanza—. Hicimos una reunión y elegimos uno.
—Así que ustedes eligieron un nombre. ¿Y se puede saber con permiso de quien? —aunque Severus estaba encantado de que los chicos se hubieran puesto a pensar en eso, no pensaba demostrarlo.
Los chicos, que conocían a su padre y distinguían a la perfección cuando bromeaba y cuando hablaba en serio, ni caso hicieron.
—Ay, Sev, no los molestes —le regañó Harry, antes de mirar a los chicos—. ¿Y qué nombre consiguieron?
—Bueno, papá, pensamos que sería genial llamarla Elizabeth —informó Adam—. Es un nombre de Reina y Princesa, y como ella va a ser nuestra princesita…
—Es guay, tíos —Vincent estaba entusiasmado—. Además, la podemos llamar Lizzi o Eli, que son diminutivos muy lindos.
Harry y Severus miraron a su prole y luego se miraron mutuamente.
—Elizabeth —musitó Harry, pronunciándolo lentamente—. Es un nombre hermoso, me gusta —miró a Severus—. ¿Qué te parece a ti?
—Es simplemente perfecto.
Así que está decidido, la beba se va a llamar Elizabeth Snape Potter
De repente, los ojos de Harry se oscurecieron con un velo de tristeza y pasó la mano sobre la página del diario, como acariciándolo. Antes que nadie pudiera hablar, siguió leyendo.
Ay, amigo, estoy tan triste y preocupado por mi pobre pequeña, me siento tan impotente, sabiendo que no hay nada que pueda hacer, que sólo puedo esperar y rezar porque los cielos nos ayuden y protejan a mi bebé. Como siempre, voy a contarte desde el principio para que entiendas.
Mi niña nació el veintitrés de agosto a las ocho de la noche. El parto fue largo y difícil, y yo lo pasé aferrando la mano de Sev y rogando porque mi bebé llegara con bien.
Cuando escuche su llanto y Severus la puso en mis brazos, sentí un alivio y una alegría que había sentido pocas veces en mi vida. Ahí estaba mi preciosa chiquita, con su pelusita rojiza y su naricilla fruncida, acurrucándose contra mi pecho y aferrando con todas sus fuerzas un dedo de Severus. Besé a Sev, cansado pero feliz, los nueve meses de angustia y cuidados completamente olvidados ante la alegría de tener ese montoncito de carne sana y salva a nuestro lado.
Pero, lamentablemente, no todo era tan feliz como pensábamos. Estuvimos tres días en San Mungo, y cuando estábamos preparando todo para regresar a casa, William entro en mi habitación con el rostro grave, demasiado grave para mi gusto.
—¿Listos para partir? —preguntó William, observando como Harry, con ayuda de Severus, terminaba de vestir a la pequeña Elizabeth.
—Sí, al fin —contestó Harry, feliz—. No me malentiendas, aquí nos tratan muy bien, pero ya quiero estar en casa.
—Claro que te entiendo —el medimago esbozó una tenue sonrisa—. Pero antes que se vayan, hay algo que tengo que conversar con ustedes.
Ante el tono serio, Severus depositó a la bebé en su cunita y Harry y él dedicaron toda su atención al sanador.
—¿Qué ocurre?— Severus sentía un inexplicable temor.
—Vamos a sentarnos —propuso William, indicándoles los sillones cercanos—. Verán, como ya saben, fue un embarazo difícil y un parto complicado.
—Es cierto, pero gracias a Dios y a ti, Eli está perfecta —comentó Harry. Al ver la sombra que cubrió el rostro del hombre, insistió—. ¿Elizabeth está perfecta, verdad?
William contestó con otra pregunta.
—¿Recuerdan que esta mañana estuvimos haciéndole unas pruebas? —cuando ambos padres asintieron, el sanador continuó—: Cuando los niños nacen, su magia tarda un tiempo en desarrollarse, generalmente un día o dos. Las pruebas que hicimos esta mañana fueron para comprobar la magia de Elizabeth. Los resultados fueron negativos.
Por unos momentos, Harry y Sev quedaron en silencio, intentando entender lo que William estaba tratando de decir.
—¿Quieres decir que mi niña es una squib? —logró preguntar por fin Severus.
—Por el momento, sí.
—¿Qué demonios significa que por el momento sí? —su tono sonaba muy alterado; Harry, por su parte, estaba tan aturdido que no acertaba a hablar.
—Verán, cuando un feto se ve sometido a tantas presiones como su niña tuvo durante su periodo de gestación, a veces repliega su magia para protegerla y evitar que sea destruida; la magia no está perdida, sino latente.
—¿Eso es lo que pasa con Eli? —preguntó Harry, quien al fin había encontrado la voz—. ¿Su magia está latente?
—Es lo más probable, pero no estamos seguros. En algunos casos muy graves, la magia se pierde definitivamente —William les miró con tristeza—. Lamento no poder decirles más de momento.
—¿Qué debemos hacer para que Eli recupere su magia? —Severus se negaba tan siquiera a pensar en la otra posibilidad.
—Hay que ponerle un tratamiento.
—¿Cuánto tiempo?
—Un año, quizás menos. Si después de eso no ha recuperado su magia, es muy poco probable que lo logre.
—Lo logrará —aseguró Severus abrazando a Harry, por cuya mejilla rodaba una lágrima silenciosa—. Lo hará.
Fue una noticia devastadora. Ni Sev ni yo podíamos siquiera pensar en que nuestra niña se convirtiera en squib. Un par de días después, mientras los chicos preparaban sus cosas para el reinicio de clases, estábamos Sev y yo hablando sobre eso en el estudio de la casa de Hogsmeade.
—Merlín, Sev, ¿qué vamos a hacer si Eli no recupera su magia? —se lamentó Harry, mientras, acurrucado en el abrazo de su esposo, mecía suavemente a la pequeña dormida en sus brazos.
—La recuperará, amor —le tranquilizó Severus, besando suavemente su alborotado cabello.
—¿Y si no?
—Entonces la querremos y protegeremos igual —musitó el mago mayor con un suave tono tranquilizador—. Será nuestra pequeña princesa.
—Pero no podremos protegerla por siempre —argumentó Harry—. ¿Y cuando nosotros ya no estemos? Tú sabes cómo trata el mundo mágico a los squibs —se estremeció al recordar a Filch, el viejo vigilante de Hogwarts—. La despreciarán y la maltratarán, no va a tener cabida ni en el mundo muggle ni en el mágico.
—Estás exagerando, amor —le confortó Severus—. Aunque Eli no tuviera magia, hay muchos squib en el mundo mágico que llevan una vida valiosa y feliz. Y aunque nosotros ya no estemos, va a tener mucha gente que la va a querer y a proteger.
—Papá tiene razón, papi —se escuchó la voz de Esperanza. Ambos hombres levantaron la vista sobresaltados y observaron a su hija mayor parada en el umbral, los ojos anegados en lágrimas. La joven se acercó presurosa y se arrodilló a los pies de Harry.
>>Papi, te prometo que Eli siempre va a ser amada y protegida, tenga o no tenga magia —acarició suavemente la cabecita de su hermana—. ¿No ves que todos adoramos a esta preciosidad? De hecho, compadezco al pobre mago que se enamore de ella, con tantos padres, hermanos y primos con los que batallar —miró a Harry a los ojos y acarició su mejilla—. No sufras más, papi, todo va a salir muy bien.
Eso nos consoló profundamente y nos dio fuerzas y fe. De alguna forma, dentro de mi angustia, algo me dice que todo va a salir bien al final. Ruego por eso.
—Fue una época muy difícil —comentó Remus, el rostro triste ante el recuerdo.
—Sí, mucho —susurró Harry, mientras Sev le hacía bajar la cabeza y le daba un beso consolador.
—Pues conociendo a tía Eli, no tenían que haberse preocupado —comentó Draco, con una dulce sonrisa—. Aún siendo squib, de habérselo propuesto estoy seguro que hubiera llegado a Ministra de Magia.
—Concuerdo con eso —agregó Frank.
—Definitivamente —rubricó Bill.
—Ahora vas a contar cuando descubrieron que tía Eli era bruja, ¿verdad abuelito? — preguntó Lisa, Harry asintió con una sonrisa—. Por favor, lee rápido, ya quiero saber.
Harry sonrió a su nieta y comenzó a leer.
¡Es bruja, es bruja, es bruja! Mi pequeña es una preciosa y traviesa brujita con todas las de la ley. Y lo mejor de todo es que dio muestras de empezar a recuperar su magia antes de los seis meses, lo que al parecer indica que su magia va a ser fuerte y poderosa.
Tiene casi un año, ya camina y balbucea algunas palabras, y según William su magia ya es perfecta para su edad. Si vieras que hermosa es; nos tiene a todos completamente embobados, especialmente a Severus, aunque él, por supuesto, lo niega rotundamente. Pero, cuando ella le tiende sus bracitos para que la alce y empieza a jugar con su pelo o su nariz, los ojos de Sev brillan de tal manera que iluminarían el mundo.
Y hablando de narices, mi pobre niña es toda una Snape, así que no tengo que ser brujo para ver en su futuro una bonita cirugía estética. Cómo siempre dice Adam, ¿por qué los genes Snape referentes a la nariz tienen que ser tan malditamente fuertes?
El asunto es que entre todos están transformando a Eli en una pequeña tirana. La adoran, se derriten ante su sonrisa, y la muy manipuladora lo sabe y utiliza sabiamente tal conocimiento. Así, cada vez que alguien llega, se sube a sus piernas, le sonríe con su carita de ángel y empieza a revisar en sus bolsillos. Y si no encuentra nada para ella, pone una carita tan triste que ya nadie se atreve a venir a casa sin traerle algo.
Y no vale de nada que Sev y yo les digamos que les está manipulando, que no la consientan; la gente ignora nuestros ruegos y le siguen trayendo golosinas. Definitivamente, vamos a tener que hacer algo al respecto o en poco tiempo va a estar tan consentida que no va a haber quien la controle.
Y es que para colmo es un diablillo travieso, idéntica a Nathan. Y yo que pensé que con él había pagado todos mis pecados del pasado, pero al parecer no fue suficiente. Merlín nos ayude a Sev y a mí.
Por cierto, dicen que las buenas noticias nunca vienen solas y tienen razón. El mismo día que nos enteramos que Eli estaba empezando a recuperar su magia, a Severus le enviaron un comunicado del Departamento de Magia Internacional, donde a él y al Profesor Kistler les concedían la Orden de Merlín en Primera clase, por los logros alcanzados en la nueva versión de la Poción Matalobos y la droga contra el cáncer.
Sev estaba radiante y nosotros estallábamos de orgullo. Días después, asistimos a la entrega del galardón. Además de que la ceremonia fue realmente emocionante, en la recepción que siguió tuve una gratificación extra, algo que definitivamente me hizo sentir muy, pero que muy bien. Escucha.
La ceremonia de entrega del galardón había sido preciosa y Harry había sentido reventar de orgullo cuando observó cómo era colocada sobre el pecho de su esposo la reluciente insignia, el reconocimiento a la importancia del trabajo realizado por Severus a favor del mundo mágico.
Era irónico como las cosas solían llegar cuando menos se las esperaba o anhelaba. Harry suponía que tal vez así es como debería ser.
Mientras se dirigían hacia el salón donde iba a realizarse el cóctel, Harry se disculpó con su pareja, animándole a entrar a la sala de fiestas, y fue en busca de un baño. Cuando regresó al salón, vio a Severus charlando animadamente con un alegre grupo, en el cual destacaba, desagradablemente, cierto profesor de Pociones de la universidad.
Ensayando su mejor sonrisa, y pensando que si ese imbécil no dejaba de tocar el brazo de su esposo le iba a cortar la mano, Harry se acercó al grupo.
—Buenas noches —saludo, sonriente.
—Harry, tú tienes que ser Harry —le saludó una dama rubia con unos ojos azules que irradiaban alegría y que al recién llegado le simpatizo en el acto.
—¿Nos conocemos? —preguntó con cortesía.
—Por supuesto que no; en ese caso, me sentiría ofendida si me hubieras olvidado —bromeó la bruja—. Es que el otro día me encontré con Severus y me habló mucho de ti. Además, me mostró la foto que guarda en la cartera.
—Entonces tú debes ser Ángela —la sonrisa de Harry se amplió—. Sí, Severus me habló sobre su encuentro.
—Amor —se escuchó la voz de Severus, y Harry de inmediato supo que ese trato era en honor de cierto personaje, su esposo no acostumbraba ser tan cariñoso en público—, quiero presentarte a Efraín —el esposo de Ángela— Irving, Rubén —Harry saludó a todos con una sonrisa y un fuerte apretón de manos—, y a Fred Lockwood ya le conoces.
Harry se limitó a saludarle con un movimiento de cabeza.
—Buenas noches, Profesor.
—¿Así que éste hermoso hombre es tu esposo? —comentó Rubén, con una sonrisa apreciativa.
—Aja, y te advierto que te mantengas alejado de él a menos que quieras enfrentarte a la punta de mi varita —comentó Severus en broma, pasando el brazo por la cintura de Harry y cerrándolo contra sí.
—Recuerda que nuestro amigo es más celoso que el Otelo muggle —advirtió Ángela, riendo.
—¿Y qué ha sido de su vida en estos años, señor Potter? —indagó Lockwood con malicia—. No he oído hablar mucho sobre usted. ¿Siguió como medimago?
—Pues vaya que estás desinformado, Fred —comentó Severus, mordaz—. Harry es Director del Departamento de Oncología de San Mungo.
—Tal vez sea porque allí me conocen como Harry ‘Snape’ —replicó, haciendo énfasis en el apellido—. O quizás es que el estar inmerso en su importante trabajo en Pociones en la universidad, no le permite estar al tanto de lo que acontece en el mundo exterior —insinuó con ironía—. Aunque es mejor así, que mantenga sus ’manos’ alejadas de los asuntos que no le interesan, así no se mete en desagradables problemas.
—De hecho —completó Severus.
Frad Lockwood tensó la mandíbula, mientras sus ojos refulgían de ira. Mascullando una excusa fútil, se despidió del grupo y dando media vuelta partió apresuradamente.
—¿Qué fue todo eso? —indagó Efraín, intrigado.
—Eso, mi querido esposo —explicó Ángela, divertida—, fue una advertencia que le hizo Harry para que dejara en paz lo que no era suyo, acompañado de una amenaza implícita —miró a Harry—. ¿Me equivoco?
—En absoluto —contestó éste con una sonrisa.
—¿No puedo creer que ese tonto todavía ande tras de ti? —comentó Irving, mirando a Severus, asombrado.
—Es el encanto Snape, amigo mío —rió Rubén.
—¿Ven con lo que tengo que lidiar a diario? —preguntó Harry, fingiendo una cara de frustración.
Todos se echaron a reír mientras Severus rumiaba:
—Muy gracioso, deja que lleguemos a casa y verás
—Realmente es increíble que ese hombre siguiera siendo tan desagradable a pesar de los años que pasaron —comentó Remus.
—Sí, su animadversión hacia mí jamás disminuyó.
—Y al parecer, tampoco su amor hacia el abuelo Severus —se burló Frank. Un nuevo almohadón contra él fue la única respuesta que obtuvo.
—En todo caso, como ya dije una vez —Draco sonaba muy aliviado—, gracias a Merlín ya no enseña Pociones en la universidad.
Última edición por alisevv el Lun Feb 01, 2016 6:41 pm, editado 2 veces | |
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