alisevv
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| Tema: Retazos de vida. Capítulo 8 Miér Feb 24, 2010 11:52 am | |
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Merlín, todo ha sido tan increíble que no sé ni cómo empezar a contarte. Faltando pocos minutos para la medianoche, Remus, en su calidad de padrino, vino a buscarme para acompañarme al salón donde debía efectuarse la ceremonia
Habíamos elegido un amplio salón que acostumbra utilizarse para impartir clases de música. Entre la profesora McGonagall y la señora Weasley se habían encargado de transformarlo en un lugar de ensueño. Habían aplicado un hechizo sobre las paredes y techo, de forma que reflejaran el paisaje exterior, así que parecía que estábamos en medio de un paraje hermosamente nevado, pero sin tener las incomodidades del clima exterior.
Habían traído multitud de hadas que revoloteaban por todos lados, arrojando de tanto en tanto nubes de estrellas brillantes. En el aire flotaban velas de variados colores que daban al ambiente un aspecto irreal, y había varias mesas primorosamente vestidas ubicadas alrededor de una superficie de madera, claramente destinada al baile.
En un rincón, una pequeña orquesta de instrumentos embrujados tocaban música diversa, tanto mágica como muggle. En otro extremo, estaban servidas varias mesas con bebidas y bocaditos.
Y por último, al fondo, presidiendo el recinto, se hallaba un hermoso altar de mármol, adornado con flores de brillante colorido.
Claro, todo esto que te cuento lo descubrí mucho después. Cuando entré al salón, lo único que fui capaz de distinguir fue la alta figura de Severus, parado junto al altar y con Draco, que era su padrino de bodas, a su lado.
Se veía tan atractivo. Llevaba una túnica azul oscuro, pero en un tono realmente impresionante; la tela, un tejido de una belleza y caída que nunca había visto, se adhería a su figura, estilizándole y dándole un toque de distinción y elegancia. En su solapa llevaba un tulipán idéntico al mío, pero de color blanco.
Al verle, sentí que se me doblaban las rodillas y tuve que aferrarme al brazo de Remus para no caer. Caminamos lentamente hacia el Altar mientras los instrumentos encantados emitían una hermosa melodía que inundaba el ambiente.
Al llegar a la altura de Severus, tomé la mano que me tendía y el calor que me trasmitió me infundió confianza y esperanzas en el futuro, y de nuevo sentí que, de alguna extraña manera, todo iba a salir bien. Levanté mis ojos hacia los suyos y sonreí, y en respuesta, una de sus maravillosas sonrisas impactó en mi corazón.
—Estabas tan hermoso —murmuró Severus con añoranza, besando el pelo canoso de su pareja—. Lo más hermoso que había visto en mi vida, e ibas a ser mío —apoyó el mentón en la cabeza de Harry y sus ojos se llenaron de cariño—. En ese momento, pedí a todos los Dioses conocidos que tu rostro fuera lo último que viera antes de morir.
—Lagarto, lagarto, abuelo —exclamó Frank, haciendo gestos de rechazo con las manos—. No menciones la pelona por estas tierras.
Todos se echaron a reír, la efusión del gemelo había aliviando un tanto el ambiente melancólico que se había creado.
—Que boda tan linda, abuelito —dijo Lisa con los ojitos brillando de ilusión—. Y en verdad que los dos estaban muy guapos— confirmo, recordando las fotos que en tantas ocasiones le habían mostrado sus abuelos.
—¿Y quién fue el fotógrafo? —preguntó Draco, curioso—. Porque no creo que tú hayas estado para sacar fotos ese día —ironizó, mirando con picardía a Harry.
—Definitivamente, no —se rió el aludido—. Mínimo, las fotos habrían salido temblorosas, de tan nervioso como estaba. Ese día me ayudó Ron.
—¿El abuelo Ron? —Draco estaba desconcertado—. ¿Qué raro, nunca ha dado muestras de gustarle la fotografía?
—Es que desde ese día jamás volvió a tomar una foto —al ver que todos le miraban, intrigados, Harry explicó—: Ron había insistido en ser el fotógrafo oficial pero, como ya todos sabemos —sonrió ampliamente—, él no es muy bueno para la fotografía. Lo cierto es que a mí me dio pena decirle que no, así que acepté. Lo que no contaba era con que Severus le amenazaría.
—¿Amenazarlo? —inquirió Mark, todos estaban cada vez más curiosos—. ¿Con qué le amenazaste, abuelo?
—Verán —Severus no pudo evitar que una sonrisa de malicia iluminara su rostro—, la tarde anterior a la boda, nos reunimos a cenar con nuestros amigos más cercanos. Después de los postres, le dije a Ron que había puesto una poción en su comida, y que si las fotos de la boda no salían bien, no le administraría el antídoto.
—¿Y qué se suponía que haría la poción? ¿Matarle? —Draco no podía creer que su abuelo hubiera llegado a esos extremos por unas fotos.
—No, ¿por quién me toman? —se quejó Severus con fingida inocencia.
—Fue algo peor —agregó Harry.
—¿Peor que la muerte?
—Para Ron, sí —al ver la cara extremadamente curiosa de todos, explicó—. Severus le dijo que la poción le iba a quitar la sensación del gusto y el apetito de por vida. Que seguiría comiendo, pero no lo disfrutaría.
—Abuelo, eso fue definitivamente cruel —dijo Frank, entre las carcajadas de los demás—. Para el abuelo Ron eso realmente debió ser peor que la muerte.
—Lo que no entiendo es cómo el abuelo te creyó —comentó Draco, levantando una ceja—. Es más que obvio que tú no ibas a hacer una cosa así.
—Es que los Gryffindor son crédulos por naturaleza, menos mal que tú entraste a Slytherin —Harry y los gemelos comenzaron a protestar ruidosamente, pero Severus les ignoró—. Por cierto, pequeña, espero que tú también vayas a nuestra Casa —y ante ese comentario las protestas fueron definitivamente estruendosas. Cuando regresó la calma, Harry habló de nuevo.
—Lo cierto es que Ron se pasó la noche tenso, aterrado con cada mirada de Severus, y tratando de hacer una fotos maravillosas.
—Ni les cuento la cara que puso cuando nos mostró el resultado y me pidió el antídoto, y yo le dije que todo había sido una broma —dijo Severus.
—Todavía no puedes mencionar ante él la palabra fotografía sin que le dé urticaria.
Esta vez las carcajadas resonaron por todo el castillo.
La ceremonia fue hermosa. Dado que se trataba de un matrimonio imperecedero, el oficiante debía ser un miembro del Wizengamot. Por ello, Severus había hablado con un mago anciano, de frente amplia y rostro bondadoso, que había sido muy amigo del profesor Dumbledore.
Debo confesar que no recuerdo mucho de lo que sucedió después, todo pasó ante mis ojos como si se tratara de un sueño, y cuando trato de recordar sólo me llegan destellos de amor. La bendición de los anillos que Severus había traído; los intercambios de votos, sumergido en sus profundos ojos negros; las palabras del oficiante recomendándonos prudencia, respeto y amor en nuestra vida en común; la sonrisa de Draco y los demás al desearnos sus parabienes; el beso que me dio Severus mientras me sostenía contra su corazón.
La fiesta también estuvo increíble. Parecía como si después de tantos meses de tristeza, todos estuviéramos agradecidos de poder disfrutar unas horas de alegría. La gente charlaba, bailaba, contaba chistes, comía, bebía, reía como hacía mucho tiempo no hacían. Severus y yo brindamos con los demás y bailamos varias piezas románticas. No te voy a negar que disfruté estar ahí, rodeado por su cálido abrazo, mientras nos deslizábamos al compás de la música, pero conforme pasaba el tiempo, mis nervios y mi deseo de estar a solas con Severus iban en aumento, y los de él también.
Habíamos tratado de escaparnos en un par de oportunidades, pero Draco nos había detenido, y por complacerlo habíamos accedido a quedarnos un poco más.
Por eso nos extrañó cuando, mientras bailábamos una pieza lenta en medio de la pista, vimos a Draco dirigirse hacia nosotros en su silla voladora. No podíamos saber que en ese momento iba a empezar una... Pero mejor escucha, escucha y verás lo que pasó.
Harry bailaba en los brazos de Severus, ambos olvidados del mundo que les rodeaba, conscientes simplemente de la sensación de plenitud que les inundaba, cuando un ligero ruido les sacó de su ensoñación. Giraron la cabeza justo para ver como la silla de Draco avanzaba hacia ellos, mientras la gente en la pista dejaba de bailar y se apartaba para cederle el paso. Dejaron de bailar y esperaron, aunque en ningún momento el brazo de Severus abandonó la cintura de Harry, manteniéndole firmemente pegado contra si, en un gesto a todas vistas inconsciente.
—Perdonen que los interrumpa —dijo el joven rubio con sorna cuando llegó a la altura de ellos—, pero quiero entregarles un regalo especial de parte de todos nosotros —sacó un sobre dorado y se lo entregó a Severus, mientras el resto de los invitados les iban rodeando sonrientes.
Severus pasó el sobre a Harry, cediéndole el honor de abrirlo, cuando Draco le detuvo con un gesto.
—No lo abran todavía —disimuladamente miró el reloj mágico suspendido en una esquina del salón—. Primero vamos a sacar una foto, prepárate Ron —el pelirrojo se adelantó sonriente, cámara en mano. Si alguien le hubiera preguntado, Harry hubiera confesado que Ron y Draco estaban demasiado sonrientes para su gusto—. A la cuenta de tres —continuó el rubio, y todos comenzaron a contar.
—Uno.
—Dos.
—Tres.
Todo lo que Harry pudo escuchar antes de sentir el conocido tirón en el ombligo que indicaba que se estaba trasladando, fue la voz divertida de Draco, deseando:
—Buena suerte, chicos.
Como siempre que había usado un traslador, Harry aterrizó sintiéndose desorientado y confuso, y tuvo que aferrarse al cuerpo de Severus mientras conseguía recuperar el equilibrio. El maestro de Pociones le abrazó con fuerza, mientras se concentraba a su vez en estabilizarse. Después de unos momentos, ambos estaban lo bastante firmes como para poder estudiar el paraje que les rodeaba.
A pesar de que era noche cerrada y no había luz alguna hasta donde alcanzaba la vista, la luna, que estaba muy cerca de su plenitud, iluminaba el sitio lo suficiente como para distinguir que estaban en lo que parecía ser una playa desierta.
—¿Dónde estamos? —preguntó Harry, receloso, alejándose un tanto de Severus para intentar distinguir algo a la distancia.
—No tengo idea —contestó el hombre, entre intrigado y preocupado—. Parece ser una playa, y eso que está allá —señaló una gran masa de agua donde la luna se reflejaba—, parece ser el mar.
—¿El mar? —repitió Harry, su entusiasmo acallando su anterior preocupación—. ¡Genial, nunca he visto el mar!
La respuesta del mago mayor se vio interrumpida cuando notaron que el sobre que les había entregado Draco empezaba a resplandecer con un brillo dorado. Severus lo tomó y lo abrió con cautela; desplegando el pergamino que había en su interior, leyó en voz alta:
‘Hola chicos
Bienvenidos a su luna de miel.
Resulta que como sabía que ustedes no pensaban disfrutar su luna de miel por mi causa, y sabiendo que con lo tercos que son no habría nada que les convenciera, decidí tomar cartas en el asunto.
Se encuentran en una isla absolutamente desierta. La isla está en una zona libre de magia, bueno, al menos para ustedes, así que les será imposible trasladarse ni hacer ningún tipo de magia. Conclusión, están atrapados y van a estar obligados a disfrutar del lugar durante los próximos tres días, y créanme, es un lugar que definitivamente vale la pena.
Debo confesar que yo pensaba incluir en el paquete una cabaña a todo lujo, un refrigerador lleno de exquisiteces, un baño con jacuzzi y varias cosas por el estilo, pero —insertar sonrisa malvada— estuve conversando con Fred y George, y me convencieron de otra opción que es muchísimo más interesante, y que no les voy a contar, deberán descubrirla por si solos.
Pero no se preocupen, sí les incluimos una cabaña, para encontrarla caminen por la orilla del mar un kilómetro y giren a la izquierda, la divisarán enseguida.
No tiren esta tarjeta, es su trasladador de retorno y se activara dentro de tres noches a esta misma hora, una hora antes la tarjeta se iluminará para avisarles. Además, digamos que es algo así como un mini manual de instrucciones, ya se darán cuenta lo que quiero decir.
Disfruten su viaje
Les quiere
Draco’
—Mierda —gruñó Severus, contrariado.
—Mierda es poco, si Draco se alió con Fred y George para mandarnos aquí, estamos muertos —convino Harry.
—Bueno, creo que no nos queda otro remedio que encontrar la dichosa cabaña y ver qué demonios hicieron esos tres —propuso Severus, frustrado al ver caer por tierra todo lo que tan cuidadosamente había planeado para su primera noche juntos.
—Y de paso, también podemos disfrutar esta hermosa noche y nuestra compañía, ¿no crees?
Severus le miró a los ojos y vio que irradiaban un intenso resplandor verde, mezcla de deseo y afecto. Inmediatamente, olvidó su frustración, iban a tener tres interminables días para estar juntos y solos, libres de la tristeza y las preocupaciones, y pensaba aprovecharlos al máximo.
—Tienes razón —concedió, mientras se inclinaba y atrapaba el cuerpo de su esposo en un cálido abrazo, antes de buscar sus labios que devoró con pasión.
Las lenguas juguetearon en una interminable lucha de poder, mientras los cuerpos se plegaban uno al otro, sintiendo cada uno de los músculos de la pareja como si fuera propio. Las manos, como poseídas por voluntad propia, comenzaron a soltar botones hasta que las túnicas de gala terminaron en dos charcos brillantes sobre la arena.
En medio de la bruma que le envolvía, Severus logró encontrar fuerzas suficientes para separarse de los jugosos labios que le enloquecían y el ardiente cuerpo que se pegaba al suyo. Iba a ser la primera vez de Harry y no estaba dispuesto a que fuera algo salvaje en medio de una playa desierta. Quería ser cuidadoso y paciente, llevarle al máximo del placer para que opacara el dolor, y para hacerlo, mínimo debían llegar a la cabaña y a una buena cama.
—Harry, espera —pidió, rompiendo el beso y alejando al joven ligeramente.
—¿Qué ocurre? —la intriga y una ligera decepción era clara en los ojos verdes—. ¿Acaso no quieres...?
—Por supuesto que quiero —le abrazó de nuevo y depositó un beso en sus labios—. Pero no aquí. Quiero que esta noche sea especial y la mitad de la playa no es el lugar apropiado para lo que tengo en mente.
—Pues a mí me gusta mucho —replicó Harry, con una radiante sonrisa.
—No te apures —Severus también sonrió, antes de inclinarse y besar sus labios con ternura—. Mañana en la noche podemos hacerlo aquí —una mirada de picardía iluminó sus ojos—. Pero en estos momentos necesitamos una buena cama. Pienso dedicarme a ti el resto de la noche, y la arena está muy dura para eso —vio con deleite como el rubor inundaba las mejillas de Harry, quien bajó los ojos, avergonzado—. Vamos —propuso, enlazando sus dedos con los del chico—, que según la carta de Draco, aún nos queda un kilómetro de playa por recorrer. Sé que quieres ver el mar y bañarte en él, pero prometo que mañana pasearemos más tranquilos, en estos momentos, digamos que estoy apurado por llegar.
Enrojeciendo más si cabe, Harry sonrió y siguió a Severus rumbo a la cabaña. Caminaron en silencio tomados de la mano, disfrutando el olor del mar y la mutua compañía. Cuando habían recorrido lo que estimaban sería un kilómetro aproximadamente, giraron hacia la izquierda y el alma les cayó a los pies.
La ‘supuesta’ cabaña que Draco había mencionado, no era más que unas cuantas tablas de madera podrida por el mar, que precariamente se sostenían en pie.
—¿Ésa es la cabaña? —musitó Harry, la desilusión plasmada en su voz.
Severus se sentía igual pero no podía demostrarlo. Era la noche de Harry y tenía intención de que la disfrutara a tope, a como diera lugar.
—Tranquilo, a lo mejor por dentro no es tan malo.
Harry lo miró con serias dudas.
—Fred, George, Draco, ¿recuerdas?
Revistiéndose de valor, subieron los desvencijados escalones y se pararon frente a la puerta, dudando entre si entrar o no.
—Vamos —animó Harry, era su noche de bodas y no pensaba pasarla en el umbral de esa puerta, ni hablar—. Como tú dices, por dentro no puede ser tan malo.
Severus se adelantó un paso y empujo la puerta con cautela. Dentro reinaba la oscuridad más absoluta.
Se miraron a los ojos para darse confianza y, muy juntos, como requería la tradición, atravesaron el umbral. En ese momento, sintieron que sobre sus cabezas caía un baldazo de agua helada.
—¡Demonios!
—¡Maldición!
—¡Cuando les agarre, les mato!
Las exclamaciones proliferaban mientras se sacudían tiritando por lo helado del agua. De pronto, un brillante cartel iluminó momentáneamente una de las paredes del recinto.
“BIENVENIDOS AL PARAÍSO. QUE DISFRUTEN SU ESTANCIA ENTRE NOSOTROS”
El cartel brilló por unos segundos y luego desapareció, dejando un tenue resplandor en la estancia. Bajo la débil luz se podía distinguir una amplia cama, único mobiliario presente, y una puerta al fondo que debía conducir al baño.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Harry, cuyos dientes empezaban a castañear.
—Por lo pronto, quitarnos esta ropa húmeda antes de pillar una pulmonía —gruñó Severus, mientras se iba al diablo su idea de desnudar a su pareja lenta, muy lentamente.
Por un momento, Harry pensó en ir al baño, ya que estaba definitivamente abochornado, pero al final su valentía Gryffindor y su orgullo varonil ganaron la partida, no pensaba comportarse como una quinceañera virgen. Se desnudó, quedando sólo con los famosos boxers que Remus le había convencido de comprar. Después de desvestirse y quedar también en boxers, Severus se giró hacia Harry, y quedó deslumbrado por el cremoso cuerpo que se vislumbraba entre la tenue claridad reinante.
Harry era tan hermoso.
—¿Y cómo nos secamos? —preguntó el chico, algo turbado ante la mirada fija del otro mago.
—Pues, se me ocurren varias formas —Severus acortó la distancia que les separaba en dos zancadas—, pero la que me resulta más atractiva —rodeo la cintura del joven con su brazo y le plegó contra él—, es ésta —buscó sus labios que de inmediato se abrieron para recibirle, mientras los brazos de Harry se cerraban en torno a su cuello.
Las manos del Maestro empezaron a acariciar la espalda del joven con sensualidad, grabando en sus dedos cada contorno de piel, mientras bajaban con calma, cada vez más, hasta llegar a la cinturilla del boxer de Harry. Levantado levemente la cinturilla, se introdujeron sinuosas hasta llegar a las redondas nalgas, donde comenzaron un juego de caricias circulares. Harry, por su parte, tampoco estaba quieto; sus manos corrían arriba y abajo por la fuerte espalda de su compañero, mientras los gemidos y jadeos de ambos hombres llenaban el ambiente.
Severus, sin apartar los labios de la boca de su pareja ni las manos de sus nalgas, empezó a guiar a Harry hacia la enorme cama. Cuando las piernas del chico chocaron contra el borde del mueble, le empujó sobre la mullida superficie y se acostó sobre él, sus labios devorando la jugosa boca y sus caderas moviéndose lascivamente mientras las erecciones se frotaban una contra otra, cada vez con más frenesí.
Los cuerpos rodaron por la cama mientras las mentes se sumergían en la agonía y el tormento por completar la unión. De pronto, algo sacó a los hombres de su nube privada, regresándoles bruscamente a la realidad. La voz de Harry se escuchó agónica, pero con un tipo de agonía muy distinto al sentido hasta el momento.
—Severus, ¿soy yo, o en esta cama hay algo que pica? Y definitivamente, pica mucho.
Severus, que a ese punto también se sentía bastante incómodo, se levantó bruscamente de la cama, jaló a Harry para que se incorporara, y acercó su rostro a la sábana, intentando ver algo bajo la débil luz.
—¡Chinchillas mágicas! —exclamó furioso, al ver que toda la superficie estaba llena de esos pequeños insectos mágicos cuyo contacto con la piel producían un picor desesperante.
—Severus, me pica mucho —se lamentó Harry—. ¿Qué podemos hacer?
El aludido miró a su alrededor, desesperado, en busca de una solución.
—¡El baño! —exclamó, señalando la puerta cercana—. ¡Vamos a darnos una ducha!
—Espero que esta vez el agua no esté helada —Harry hizo un mohín de disgusto, mientras se precipitaba con Severus hacia la puerta. Cuando el maestro de Pociones asió el picaporte para abrirla, apareció un nuevo cartel luminoso, esta vez de advertencia.
“YO QUE TU NO ABRIRÍA, TAL VEZ NO TE GUSTE LO QUE VAS A ENCONTRAR”
>>Severus, no abras, mira lo que dice el cartel.
El hombre hizo un gesto con la mano y replicó:
—Nada puede ser peor que esta terrible picazón.
Giró la manilla y abrió con cautela.
—Una pared de ladrillos —exclamó Harry, decepcionado—. ¿Cómo vamos a traspasar una maldita pared de ladrillos?
Entonces apareció un nuevo aviso.
“SI TOCAS LOS LADRILLOS EN SECUENCIA CORRECTA, RECIBIRÁS UNA SORPRESA”
—Ya me están cargando los malditos carteles —gruñó Severus, enfurecido—. Y encima me pica hasta el culo —terminó en voz baja.
—Por favor, Severus, toca algo —suplicó Harry—. Y tócalo ya.
—¿Y qué se supone que toque, la Marsellesa?
—No sé, toca los ladrillos pares, los impares, dibuja la torre Eiffel, ¿qué se yo?
El mago hizo varias tentativas sin éxito alguno. Ya estaban desesperados cuando Harry gritó de pronto.
>>¡El Callejón Diagon! Prueba con la secuencia del Callejón Diagon.
Efectivamente, después de tocar los ladrillos en la conocida secuencia, estos empezaron a moverse revelando lo que permanecía oculto tras la puerta.
—¿Una letrina? —gritaron al unísono, al ver un simple hueco abierto en el piso. Un nuevo cartel iluminó el lugar.
“BIENVENIDOS AL PARAÍSO. POR EL MOMENTO NO DISPONEMOS MAS QUE DEL SERVICIO DE LETRINAS, PERO SI REGRESAN EL AÑO PRÓXIMO PODRAN DISFRUTAR DE NUESTRO BAÑO DE LUJO, SAUNA Y JACUZZI”
—Mierda, mierda, mierda —gruñó Severus, realmente iracundo.
—¿Y ahora que hacemos? —Harry se rascaba y retorcía, desesperado.
—¡El mar! —exclamó Severus—. ¿Cómo no lo pensé antes? El agua salada es el antídoto ideal para el veneno de chinchilla. Vamos, Harry.
Corrieron desesperados hacia la playa, pero al llegar a la orilla, el joven se detuvo, indeciso.
—¿Qué pasa, Harry? ¿Por qué te detienes? —Severus ya había empezado a entrar—. El agua está templada y el oleaje no es fuerte.
—Nunca he nadado en el mar.
—No entraremos muy adentro, no te preocupes —se acercó a él y le tendió una mano—. ¿Vienes?
—¿Y si hay tiburones?
—Los tiburones no llegan tan cerca de la playa —desestimó con una sonrisa, intentando tranquilizar al joven—. Y a menos que quieras continuar con esa picazón...
Este último comentario decidió a Harry y, tomando la mano de Severus, se dejó guiar dentro del mar. Al principio sintió cierto temor, pero al poco tiempo, la confianza de su pareja le permitió relajarse y disfrutar de la suave caricia del mar sobre su piel, que lentamente contrarrestó los efectos de las chinchillas
A medida que la picazón desaparecía, los magos comenzaron a ser más conscientes de la presencia del otro y el deseo tomó una vez más las riendas. Las caricias recomenzaron mientras los cuerpos se deslizaban uno contra el otro, y las bocas besaban y mordisqueaban lo que encontraban a su paso: labios, ojos, pezones, hombros. Harry se acercó al oído de Severus, y mordisqueando el lóbulo, suplicó:
—Severus, por favor, hazme el amor.
Los ojos negros estaban brillantes de ansiedad, pero persistía la misma duda que tenía cuando aquella odisea había empezado.
—Estamos en plena playa —murmuró, hundiendo sus besos en el cuello de Harry y corriendo suavemente a lo largo del mentón, mientras el joven echaba la cabeza hacia atrás para facilitarle el acceso y se arqueaba contra las caderas de Severus para hacerle notar su excitación—. Yo quería ser cuidadoso —un beso apasionado le interrumpió momentáneamente—, hacerlo en un sitio apropiado —un nuevo beso mientras Harry se impulsaba en el agua y enroscaba sus piernas alrededor de la cintura del mago.
—No importa el sitio y el lugar —replicó el muchacho—. Estamos juntos, solos, yo te amo y te deseo...
De repente, Harry quedó mudo, consciente de lo que acababa de decir; había metido la pata hasta el fondo. Intentó bajarse para correr lo más lejos que pudiera, pero Severus se lo impidió, aferrándole por las nalgas y sosteniéndole contra sí.
—¿Tú me amas? —repitió el hombre, incrédulo—. ¿Me amas? ¿Es cierto eso?
—Severus, por favor, déjame ir —suplicó con lágrimas en los ojos.
—No —contestó el otro, terminante—. Contéstame, Harry. ¿Me amas?
—¿Para qué quieres saberlo? ¿Para burlarte? —sin poderlo evitar, enterró la cabeza en el torso húmedo frente a él.
—¿De verdad crees que me burlaría?
El tono de Severus era tan dulce que Harry claudicó.
—Sí, te amo —confesó en voz tan baja que Severus apenas pudo oírlo—. Pero te prometo que eso no será molestia. Sé que tú no me quieres pero lo acepto, nunca oirás un reclamo mío al respecto. Te entiendo y...
—Yo también te amo —el susurro en su oído le hizo estremecerse.
El joven levantó la cabeza con los ojos llenos de incredulidad.
>>Yo también te amo, Harry —repitió Severus—. No sé cómo pasó, pero te amo.
Sus palabras murieron en los labios de Harry, quien le besaba con desesperación. Severus avanzó con dificultad rumbo a la playa, en parte debido al peso del muchacho, y en parte porque las atenciones de su esposo no le permitían ver por dónde iba. Al salir del agua, depositó a Harry sobre la arena y se acostó sobre él, continuando con el festín de besos y caricias.
Se recreó largo rato en los ansiosos labios antes de bajar por la mandíbula rumbo al suave cuello, adorando el cuerpo que se ofrecía confiado a sus atenciones. Siguió por la clavícula, donde dejo ardientes besos y suaves mordiscos, hasta recalar en un firme pezón que ya estaba duro como piedra.
—Sev —musitó Harry entre continuos gemidos, intentando cambiar posiciones para compensar el placer que estaba recibiendo—. Yo también quiero...
—Shhh —susurró, entendiendo los deseos del chico—. Ya lo harás conmigo, lo prometo, pero no ahora. Ahora quiero que me permitas adorarte —la voz, ronca por el deseo, se fue perdiendo en su ruta descendente, mientras la lengua trazaba un dibujo de fuego en el pecho de su pareja. Se detuvo brevemente en el ombligo y continuó bajando, donde un sendero de suave vello negro señalaba el camino a la gloria.
Pasando de largo el estandarte que clamaba a gritos por sus atenciones, siguió hacia el interior de los muslos, con besos y suaves mordiscos que llevaban al cuerpo agonizante bajo él al borde de la locura.
—Severus, por favor...
Apiadándose de su necesitada pareja, tomó el erguido miembro en su boca mientras sus manos seguían acariciando sin parar. Las manos de Harry se enterraron en su pelo mientras comenzó a arquearse desesperado, hasta que con un agónico grito, se dejó ir en la boca de Severus.
Sonriente, el maestro de Pociones regresó a la boca del joven que besó con avaricia.
—Merlín, Severus, eso fue grandioso —susurró Harry cuando pudo recobrar el aliento—. Pero tú no...
—No te preocupes —musitó Severus, acariciando su rostro y besando dulcemente sus labios—, aún tenemos mucha noche por delante —la ronca voz en su cuello, el cálido aliento en su oreja, la hábil mano en su masculinidad, muy pronto lograron que Harry se excitara nuevamente, sin contar con que las alborotadas hormonas juveniles ayudaron sobremanera.
—Quiere poseerte —susurró Severus en el oído de Harry, quien sólo asintió mientras se ruborizaba intensamente—. Al ser tu primera vez va a doler un poquito, pero prometo ser muy cuidadoso.
—Lo sé —musitó, arqueándose contra su mano.
Severus le besó una vez más y comenzó a prepararlo cuidadosamente, usando el propio semen del muchacho a falta de lubricante. Un dedo, dos, tres, hicieron su trabajo, acompañados por los gemidos de Harry, mezcla de dolor y placer. Cuando Severus consideró que estaba suficientemente dilatado, se colocó entre sus piernas y levantó ligeramente sus caderas, sosteniéndole con sus propios muslos.
—Esto te va a doler un poco —explicó a su chico con una sonrisa de aliento—. Si en algún momento necesitas que me detenga, sólo dilo.
Harry le miró con los ojos cargados de amor. Severus debía estar muy necesitado, se había contenido por mucho tiempo, y aún así su único pensamiento iba dirigido hacia él y su bienestar. Se enderezó ligeramente y alcanzó sus labios en un beso ansioso.
—Tómame.
Ante la ardiente petición, Severus se colocó en la entrada a la gloria y empezó a penetrar con lentitud, pendiente en todo momento de cualquier cambió de expresión en su pareja. Pero pese a los rictus ocasionales de dolor, Harry sonrió en todo momento, recordándole que eso era lo que más anhelaba. Luego de llegar al fondo y esperar unos instantes a que se acostumbrara a su intrusión, Severus empezó a moverse poco a poco, mientras su mano se cerraba en torno al pene juvenil, imitando los movimientos de sus embistes.
Muy pronto, los jadeos de placer de Harry y sus continuos movimientos pidiendo más, hicieron que Severus acelerará y profundizara sus embestidas, que se volvieron cada vez más erráticas hasta que, con un gemido, el Gryffindor se corrió en la mano de Severus y éste se derramó en el interior de su esposo.
Una vez recuperado de los espasmos del tremendo orgasmo que acababa de tener, el maestro de Pociones abandonó el cuerpo de su amante y, atrayéndole hacia sus brazos, hizo que apoyara la cara en su firme pecho.
—Gracias —musitó Harry, empezando a bostezar—. Fue maravilloso.
—No, gracias a ti, pequeño —le abrazó más estrechamente—. Ahora duerme, yo cuidaré de ti.
Pronto, ambos hombres dormían profundamente, con la paz y la alegría que daba el saber que eran correspondidos por la persona que amaban
Debo agregar que hicimos el amor un par de veces más esa noche, y en cada ocasión fue maravilloso. Severus es maravilloso. Y me dijo que me amaba, ¿te das cuenta de lo que eso significa?
Te preguntarás cómo nos terminó de ir en nuestro ‘viaje’, ¿no? Pues al despertar en la mañana, en lugar de la destartalada choza que se caía a pedazos, encontramos una cabaña ultra moderna, con aire acondicionado, jacuzzi, un refrigerador muggle lleno hasta el tope de los alimentos más deliciosos, un equipo de música con CD románticos, varias botellas de champagne y pare de contar. Flotando en medio del cuarto, había un cartel que rezaba:
“ESPERO QUE HAYAN DISFRUTADO LA BROMA TANTO COMO NOSOTROS ARMÁNDOLA. PERO YA ACABÓ, ASÍ QUE BIENVENIDOS A SU LUNA DE MIEL, ESPERAMOS QUE LA PASEN MUY BIEN”
Y vaya que la pasamos bien; recorrimos los alrededores, nadamos en un trozo de mar protegido por unos acantilados y que parecía un estanque, comimos como pachás, sacamos fotos con una cámara mágica que apareció en la cabaña, bailamos hasta cansarnos e hicimos el amor como conejos, mañana, tarde y noche. Definitivamente, fue la mejor luna de miel del mundo.
Gracias Draco.
—Viendo todas las veces que te saltaste pedazos, supongo que has debido relatar una luna de miel muy entretenida —comentó Draco, mientras Harry enrojecía y los primos se echaban a reír.
—¿Qué les dije de no burlarse de su abuelo? —regañó Severus, quien apenas podía contener la risa.
—Pero abuelito, es que es para reírse —comentó Lisa—. El abuelito Harry leía media hoja y se saltaba una, leía un cuarto y se saltaba otra.
—Lo que más me gustó es que al fin ambos se dijeron que se amaban —comentó Draco cuando al fin se calmaron las risas, especialmente de los gemelos, que estaban desternillados en el piso.
—Sí, es cierto —confirmó Harry—. Aunque hubo un momento, años más tarde, que llegué a dudar del amor de tu abuelo —tanto su rostro como el de Severus se entristecieron ante ese recuerdo.
—¿Cómo así? —preguntó Frank—. ¿Qué fue lo que pasó?
—Todo a su tiempo —dijo Harry, cerrando el diario—. Lo relato más adelante, no se preocupen que ya llegaremos allá.
—Por lo pronto es hora de comer —comentó Severus, mirando el reloj de pie en una esquina de la habitación.
—No, abuelito, otro ratito —suplicó Lisa.
—Es mejor que hagamos caso al abuelo y vayamos a comer. Lo que viene ahora es muy triste y necesitamos tener fuerzas para enfrentarlo.
—Es sobre mi abuelo Draco, ¿no? —preguntó el joven rubio.
Harry se limitó a asentir con la cabeza.
—Bueno, todos a comer —ordenó Severus, intentando animar a su tribu—. Y si se portan muy bien, quizás les cuente algunas de las travesuras que hizo su abuelo Harry cuando tenía su edad.
Ante eso, todos levantaron el ánimo y salieron conversando alegremente rumbo al comedor.
Última edición por alisevv el Lun Oct 12, 2015 7:18 pm, editado 2 veces | |
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