La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Retazos de vida. Capítulo 3

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alisevv

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MensajeTema: Retazos de vida. Capítulo 3   Retazos de vida. Capítulo 3 I_icon_minitimeSáb Jun 13, 2009 11:56 am

Retazos de vida. Capítulo 3 Retazoss_zpssjarjxac
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—En la vida los he visto comer con tal velocidad —se rió Harry, mientras en compañía de Severus entraba de nuevo en su estudio, para encontrar a sus cuatro nietos ya instalados, esperando.

Draco se había ubicado cómodamente en el sofá previamente ocupado, y distraídamente acariciaba el cabello de Lisa, acostada a su lado y con la cabeza reposando sobre su regazo. Los gemelos se habían tirado nuevamente sobre la alfombra, esperando con impaciencia al regreso de sus abuelos.

—Lo peor no es eso, sino la velocidad a la que nos obligaron comer a nosotros —gruñó Severus, mientras se dirigía hacia su sofá favorito.

Todavía riendo, Harry se acercó al barcito ubicado en una esquina, sirvió dos copas de coñac y se acercó al diván donde lo esperaba Severus. En un accionar aprendido a lo largo de los años, le entregó una copa a su pareja y se sentó a su lado, acurrucándose contra su cálido cuerpo, mientras Severus automáticamente lo abrazaba junto a sí. Esa copa de licor íntimamente compartida a la par del tibio abrazo, se había convertido en el ritual diario antes de irse a acostar, donde ambos se relajaban y hablaban de lo sucedido durante el día, compartían noticias de los hijos o los nietos, o se limitaban a abrazarse en silencio, generalmente acunados por la melodía de alguna vieja balada.

Pero esta vez no iba a ser una velada tan tranquila, no señor, los herederos de la dinastía Snape-Potter no pensaban permitirlo.

—Vamos, abuelo —animó Mark, tendiéndole el diario a Harry—. Queremos saber qué pasó en tu visita al abuelo Sev.

—Sí, abuelito, por favor —suplicó Lisa—, sigue leyendo.

Viendo que la curiosidad se reflejaba en los rostros de toda su familia, Severus incluido, fingió un suspiró y tomó el diario.

—Al parecer, he abierto la Caja de Pandora —bromeó. Se acomodó mejor contra el regazo de su esposo y comenzó a leer:



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¡Merlín, si me vieras! Mi cabeza está a punto de estallar y mi corazón late como un tambor. Me debato entre una mezcla de sentimientos encontrados: angustia, temor, furia, tristeza, pero también alegría, expectación y ganas de luchar por lo que amo. Por aquel a quien amo.

Te preguntarás el porqué de este jaleo que me inunda, pero para poderme explicar, voy a tener que empezar desde el principio, así que voy a respirar hondo y a contarte desde que salí en busca de Severus. Tal vez así logre organizar esta jaula de pájaros que es mi cabeza en este momento, para poder definir qué debo hacer ahora.

A las once en punto, Harry, cargado con el Mapa del Merodeador y la capa invisible, bajó las escaleras que conducían hasta la sala común de Gryffindor. Tratando de pasar desapercibido ante los pocos alumnos que quedaban en la salita, les lanzó una tenue sonrisa a Ron y Hermione, que conversaban frente a la chimenea, y salió por el hueco del retrato.

Se deslizó furtivamente por los pasillos rumbo a las mazmorras, mientras de tanto en tanto revisaba el Mapa para asegurarse de no tener ningún encuentro desagradable en su camino, especialmente Filch o su odiosa gata.

Sin embargo, los pasillos estaban desiertos; por lo visto, tanto el celador como los profesores se habían retirado tranquilos, pensando que al ser el primer día de clase ninguno de los alumnos estarían merodeando por el castillo en busca de líos. Claro, pensaba el chico sonriendo con ironía, se habían olvidado de la existencia de Harry Potter y su afán por romper las reglas, como siempre decía el profesor Snape.

—Severus —musitó Harry con expectación.

Ansiaba verlo de cerca, quizás hasta se atreviera a hablarle, aunque temía su reacción. Pero él era un Gryffindor, había enfrentado y vencido a Voldemort, no iba a arredrarse ahora ante Severus, ¿verdad?

Ya había llegado al territorio de las serpientes, así se lo indicó el aire gélido que empezaba a rodearlo. ¿Cómo era posible que ese sitio estuviera frío siempre, sin importar la época del año en que se encontraran? ¿Y cómo podían los Slytherins acostumbrarse a vivir así? No quería ni pensar lo frías y húmedas que serían las habitaciones en invierno, no sería para nada grato dormir en ellas... aunque si fuera en una habitación en particular...

Desechó ese pensamiento porque se estaba empezando a excitar. Últimamente, se alteraba con mucha frecuencia; de hecho, siempre que pensaba en Severus, lo cual ocurría constantemente.

Tratando de centrarse de nuevo en lo importante, es decir, encontrar la habitación de Severus antes que le descubrieran, giró en una esquina y bajó unos pocos escalones de piedra, para sumergirse en un pasillo tenuemente iluminado por un par de teas encendidas ubicadas a ambos lados del corredor de piedra.

Allí estaba. La puerta de madera del fondo comunicaba directamente con los aposentos privados de su profesor de Pociones. ¿Y ahora qué haría? ¿Tocar la puerta esperando que el hombre le abriera o utilizar la contraseña obtenida de Draco?

No, tocar no era una buena idea, conociendo a Severus lo más seguro era que le botara a cajas destempladas y se negara a abrirle, y él tenía que verle sin importar las consecuencias, así que acomodándose bien la capa para que le cubriera completamente y respirando profundo, susurró:

—Condenados Gryffindors.

Rió para sí. Realmente, Severus había llevado la rivalidad entre Slytherin y Griffindor hasta límites insospechados.

Abriendo con el máximo de los cuidados, entró a tientas en una habitación apenas iluminada por la chimenea encendida. Bajo la escasa iluminación pudo distinguir unos muebles, una mesita de centro y varias estanterías, y frente a la chimenea, un sillón de alto respaldo. Caminó sigilosamente, pensando que su profesor estaría en ese momento en su habitación, que debía ser una de las dos puertas que podían distinguirse al fondo.

Mientras sopesaba si sería bueno para su salud entrar a las habitaciones del hombre y correr el riesgo de ser descubierto, un ruido proveniente de la chimenea llamó su atención. Fijó su vista con más cuidado y descubrió algo que en un primer momento le había pasado desapercibido. Hundida en el sillón de alto respaldo, una figura miraba el fuego del hogar detenidamente.

Moviéndose con la máxima cautela, se fue acercando sigilosamente hasta tener una vista completa de la persona allí sentada, y no pudo evitar exhalar un pequeño quejido de angustia y horror. Allí, con toda la parte del rostro que Harry alcanzaba a ver desfigurada, se encontraba el hombre que poblaba sus sueños, Severus Snape.

—¿Quién anda ahí? —preguntó la voz dura del maestro de Pociones, volteando hacia donde se encontraba Harry, oculto bajo la capa invisible. Al girarse, el chico pudo notar que el otro lado de su rostro permanecía intacto—. Le escuché, así que es mejor que se muestre —Harry apenas si respiraba, temblando bajo la capa al ver que el otro se acercaba peligrosamente a él. De repente, Severus estiro la mano hacia la capa y la jaló con ferocidad—. Potter, debí suponerlo —su tono era bajo, pero terriblemente amenazante—. ¿Se puede saber qué hace aquí, incursionando de noche en mis habitaciones privadas? ¿Acaso vino a burlarse del pobre hombre desfigurado?

—No... no, profesor... yo —Harry titubeó sin saber qué decir.

—¿Usted no qué, Potter? —el tono era cada vez más amenazante.

—No vine a burlarme —el joven retorcía sus manos con fuerza—. Es sólo que necesitaba saber...

—Claro —le cortó Severus—, el héroe del mundo mágico es tan curioso que debe averiguar todo lo que pasa a su alrededor.

—¡No es eso! —casi grito Harry. Luego, bajando la voz, musitó—. Estaba preocupado.

—¿Preocupado? ¿Por mí? No me haga reír —declaró Severus con desprecio—. ¿Quería burlarse, verdad?

—¡No, que empeño con eso! —gritó el joven al ver que insistía con lo mismo—. Además, yo no sabía que todavía estaba... así. ¿Cómo es posible, en el comedor parecía estar bien?

—Una pregunta muy propia de usted y su habitual ignorancia, señor Potter —continuó con el mismo tono de desdén—. ¿Acaso no ha oído hablar de los hechizos de glamour?

—Sí, lo he oído —contestó el otro, ofendido por las palabras del hombre—. Pero usted no los necesita —continuó—, podría operarse.

—¡No me pienso operar! —declaró Severus, contundente.

—¿Por qué no?

—Eso a usted no le importa, señor Potter —replicó el maestro—. Ni a usted ni a nadie. De la misma forma que a mí no me importa lo que los demás piensen.

—Sí le importa, o no se hubiera lanzado el hechizo de glamour.

—Ya que tanto le interesa, saciaré su curiosidad. Fue una exigencia de la Directora —lanzó una sonrisa amarga—. Tiene miedo de que asuste a los malditos mocosos.

—Pero a usted también le afecta —insistió Harry—. Y podría operarse, los médicos dicen que...

—Ya le dije que no —gruñó Severus, acercándosele amenazadoramente. Harry retrocedió involuntariamente—. ¿Qué ocurre, Potter? ¿Le doy miedo? ¿Asco?

El chico tragó con fuerza, avasallado y excitado ante la viril esencia que manaba del otro hombre.

—No, señor —negó con vehemencia.

—Mentira —la voz del mago destilaba veneno—. Mire como tiembla sólo al verme. Como todos, sólo es capaz de ver la apariencia exterior, se deja deslumbrar por lo que sus ojos ven.

—¡Eso no es cierto! —volvió a negar.

—¿No? —el hombre se acercó aún más, su cálido aliento soplando en la mandíbula de Harry—. ¿Está seguro? ¿Ha pensado lo que sería acariciar un rostro como el mío? —se acercó aún más, hablando casi sobre los labios del chico, pero sin tocarlos—. ¿Ser besado por alguien como yo?

Las últimas palabras murieron en los labios de Harry, mientras Severus le besaba con una mezcla de pasión y de ira. Al principio, la impresión le impidió responder, pero ante la insistencia de la boca, dura y ardiente pero no exenta de ternura, Harry se aferró al cuello de su maestro y, pegándose a su cuerpo, abrió la boca y le contestó con pasión. Las lenguas juguetearon por un largo rato, antes que Severus tomara conciencia de lo que estaba haciendo y se apartara bruscamente del joven, alejándose unos cuantos pasos y dándole la espalda.

—¡Váyase, Potter! —ordenó con voz aún ronca por la pasión compartida.

—Profesor, yo...

—¡Váyase! —repitió sin voltear a verlo.

Harry se acercó una vez más a Severus y musitó a su espalda:

—Sus heridas no me molestan en absoluto —susurró con voz apenas audible—. Ellas sólo le hacen una persona más valiosa. Pero a usted, aunque lo niegue, sí le causan infelicidad —extendió la mano con la idea de posarla sobre el hombro del hombre, pero a último minuto, desistió—. Y es tan fácil solucionarlo, darse una oportunidad de volver a ser el que fue —se detuvo esperando que el otro dijera algo, pero nada pasó—. Sólo piénselo —y sin otra palabra, tomó su capa y el Mapa del Merodeador, y salió de los aposentos de Snape.


Ay, mi diario, no sé ni como llegué hasta aquí, estaba tan aturdido. Y verlo así me angustió tanto. Ojalá lo que le dije le haya servido de algo, pero lo dudo, es casi imposible que me haga caso.

Y ese beso. ¡Merlín, ese beso! Mientras me besaba mi corazón voló de alegría y mi estómago se llenó de mariposas. Sí, ya sé lo qué vas a decir, que me besó para herirme, sólo por coraje. Pero aún así fue tan maravilloso y apasionado. No tienes ni idea. Definitivamente, hoy soñaré con ese beso.

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—¿Beso? —preguntó Mark, desconcertado—. ¿Qué beso? No leíste nada de un beso.

Ante la extrañeza de todos los rostros, Harry enrojeció.

—Un momento, ahora entiendo —dijo Frank, iluminado de repente—. Antes, cuando titubeaste mientras estabas leyendo, ¿te saltaste un pedazo, cierto?

Harry se echó a reír.

—Ay no, abuelito, tienes que leerlo todo —se quejó Lisa, contrita—. Sobre todo si tiene que ver con besos.

—Sí, estoy de acuerdo —agregó Mark, mientras su gemelo asentía y Draco, un poco más discreto por su edad y su naturaleza, sólo sonreía.

—Pues no, jovencitos —declaró Harry, rotundo—. A partir de ahora pienso saltarme algunos párrafos, así que quedan advertidos.

—Pero abuelo... —comenzó Frank.

—Es eso o nada, ustedes decidan —insistió Harry.

Al ver que sus nietos iban a seguir con sus quejas, Severus decidió intervenir.

—Ya escucharon a su abuelo, es definitivo. Además, tiene derecho a conservar su privacidad, ¿no creen? —a regañadientes, todos estuvieron de acuerdo—. Así me gusta. Harry, puedes continuar —dijo Severus, aunque en el oído de su esposo, susurró—: Aunque más tarde me lo vas a leer completo.

Intentando mantenerse impasible ante el escalofrío que recorrió su cuerpo al sentir el ardiente susurro de su pareja en la oreja, con esa insinuación implícita, Harry retomó la lectura.




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En cuanto entramos al comedor esta mañana, lo primero que hice fue buscar a Severus con la vista. Pero no estaba. En eso llegó Draco y, antes de dirigirse a su mesa, me susurró rápidamente ‘tengo algo que contarte, nos vemos a la salida’.

Apenas pude tragar bocado. Severus no se presentó a desayunar, y algo me decía que Draco quería hablarme sobre él. En cuanto vi que había terminado de desayunar, si es que a eso puede llamársele desayuno ya que comió menos que yo, ambos nos paramos y salimos del comedor. Como si tuviéramos la misma idea, caminamos hacia los terrenos y no nos detuvimos ni dijimos una palabra hasta llegar a orillas del lago.

—Deberías comer más —dije lo que venía rondando por mi mente desde que le vi picotear el desayuno—. Necesitas alimentarte, por el bebé.

—Lo sé —hizo una mueca de desagrado—. Pero es que las náuseas matutinas me tienen desesperado.

—¿No estás tomando la poción que te dieron en San Mungo?

—Sí, pero parece que es inútil. De todas maneras, Severus dice que pronto cesarán, serán sólo durante los primeros meses —replicó Draco, haciendo un movimiento con la mano como restándole importancia al asunto—. Pero no es de mí de quién quiero hablar, sino de mi padrino.

—¿Qué pasa con el profesor Snape? —aunque traté de disimular, no pude evitar el temblor en mi voz. Draco no dijo nada, sólo me miró con ojos comprensivos.

—Partió para San Mungo esta mañana —musitó, poniendo una mano sobre mi hombro—. Se va a operar.

—¿Se va a operar? —repetí casi sin podérmelo creer—. ¿Pero cómo? ¿Por qué ahora? —luego caí en cuenta de algo—. ¿Y tú sabías que estaba desfigurado todavía? ¿Por qué no me lo dijiste?

—Me enteré ayer, mientras hablabas con él.

—¿Tú estabas allí? —pregunté, mientras enrojecía súbitamente, recordando el beso.

—Juro que cerré los ojos —se burló Draco, echándose a reír—. Pero sí, estaba ahí. No podía dormir y salía de mi habitación cuando los vi y me detuve para no interrumpir.

—¿De tu habitación? —estaba francamente extrañado.

—Sí. Anoche, después que terminó el banquete de bienvenida, la profesora McGonagall me llamó a la Dirección y me dijo que a partir de ahora voy a dormir en las habitaciones de mi padrino.

—Me alegro —admití con una sonrisa—. Allí vas a estar más seguro.

—Bueno, cuando te fuiste, hice mi ‘magistral’ aparición y hable con él.

—¿Hablaste? ¿De qué?

—Ven, vamos a sentarnos y te cuento con calma.

—Padrino —musitó el joven rubio, poniendo una mano en el hombro de la figura oscura, que había permanecido inmóvil por largo rato después de la salida de Harry.

Severus se giró bruscamente hacia su ahijado.

—¿Draco, qué haces aquí? —le miró, molesto—. ¿Escuchaste algo?

—Lo suficiente.

—¿Lo suficiente para qué?

—Para saber que Harry tiene razón —contestó Draco con tono suave, intentando serenar a su padrino—. Debes operarte.

—No —negó el hombre, rotundo.

—Padrino, ya pagaste con creces tus culpas. Debes dejarlo ir —el hombre le miró, atónito—. ¿No entiendes cómo sé lo que pesa en tu alma, verdad? —al ver que el otro continuaba mirándole, sin cambiar su expresión, agregó—: Sucede que sé reconocer el tormento que me aquejó por tanto tiempo. El fantasma de la culpa.

—¿Qué culpas puedes tener tú? —preguntó, mirándole con afecto—. ¿Y cómo puedes compararlas con las mías? —sin poder soportar la mirada límpida de los ojos grises, Severus volteó la cara hacia la chimenea encendida.

—Más de las que crees. Cometí muchos errores —levantó una mano al ver que el hombre se giraba con intención de argumentar—. Pero eso es pasado y debe quedarse ahí. Ambos hicimos cosas que nos permitieron enmendar el camino. Y aunque tus culpas fueran mayores, tu sacrificio por la causa también fue mucho más largo y arriesgado —hundió la mirada en las oscuras orbes—. Padrino, sea lo que sea que hayas hecho, ya lo pagaste. Un nuevo sacrificio, además de ser inútil, es una estupidez. Debes operarte.


—Así que tú le convenciste —musité, algo triste sin poderlo evitar. Por un momento me había ilusionado con la idea de que mis palabras habían hecho el cambio.

—No, TÚ le convenciste —rectificó Draco—. Le llevaste hasta el borde del abismo y con el tiempo hubiera cedido. Digamos que yo aceleré la caída —concluyó con una sonrisa.

—¿Y cuándo le operan?

—De hecho, no lo sé —me contestó—. ¿Qué te parece si vamos a hablar con la profesora McGonagall y le preguntamos? Igual la primera hora teníamos Pociones, así que estamos libres.

Acepté con una sonrisa y partimos rumbo a la Dirección. La Profesora nos dijo que acababa de hablar con Severus y le iban a operar al día siguiente. Así que sólo me queda esperar.

Pero que larga se me va a hacer la espera.

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—Me operé por ti —confesó Severus, abrazando a su esposo con más fuerza.

—Quería estar guapo para ti —se burló Frank.

—Pero abuelito, pudiste pedir que de paso te arreglaran la nariz, ¿no crees? —agregó Mark, burlón.

—Pues sí, pero ya que la herencia es cuestión de genética, eso no hubiera influido en la adquisición de la tuya.

Todos se rieron ante el mohín de disgusto de los gemelos, ya que siempre les hacían bromas pues su nariz era una copia casi idéntica de la de su abuelo Severus.

—Quien tiene techo de vidrio... —recitó Draco con guasa.

Al ver que estaba a punto de formarse una trifulca familiar, Harry se apresuró a leer de nuevo.




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La profesora McGonagall nos dijo que ya operaron a Severus y todo salió bien, pero va a tener que quedarse unos cuantos días en San Mungo, así que he decidido ir a verle.

Los chicos intentaron hacerme desistir, pero no pudieron convencerme; al final, se rindieron y aceptaron hacerme el quite ante Bill.

Por cierto, no te he contado sobre Bill Weasley. Es el hermano mayor de Ron, un tipo encantador, y desde este año el nuevo profesor de Duelo y Jefe de la Casa Gryffindor, ya que al ascender nuestra Jefa anterior a Directora, le resulta imposible ejercer esas funciones.

Nos enteramos que era nuestro nuevo profesor en el tren camino a Hogwarts. Por cierto, te hubieras podido reír al ver la cara de Remus cuando vio a ese tipazo pelirrojo, delgado y atlético, avanzar por el andén con una sonrisa. Llevábamos un año sin verlo y al parecer el cambio impacto sobremanera, y muy positivamente, a mi querido Remus.

Ron me dijo que Bill también es gay, así que de verdad espero que ellos dos puedan llegar a tener una relación. Remus ha sufrido tanto. Merece tener un pedacito de felicidad.

Está decidido, mañana pienso ir a San Mungo a ver a Severus

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—Y hablando de Remus y Bill, ¿dónde andan esos dos que hace un montón de tiempo que no sé de ellos? —preguntó Draco, alzando una ceja con curiosidad.

—En un lugar perdido de la mano de Dios —contestó Severus—. No sé si Laos o Afganistán.

—¿Quien nos diría que al final iban a irse como misioneros? —musitó Harry, sonriendo ante el recuerdo de los queridos amigos.

—Cualquiera que les conociera un poco. Bill tiene alma de aventurero, y Remus, sólo se deja llevar.

—Es cierto —confirmó Harry, riendo.

—¿Y al final te escapaste a ver al abuelo Severus, abuelito? —preguntó Lisa, curiosa, cambiando de tema.

—Sí —confirmó Severus.

—¿Y tú cómo lo sabes? —inquirió Harry, asombrado.

—Sigue leyendo y después te cuento —sonrió su esposo.

Con expresión un tanto desconcertada, Harry empezó a leer nuevamente.





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Última edición por alisevv el Sáb Feb 06, 2016 7:23 pm, editado 14 veces
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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 3   Retazos de vida. Capítulo 3 I_icon_minitimeSáb Jun 13, 2009 5:57 pm

Ey!!! Quiero la continuación por favor palms . Está muy interesante.

Bss bravo por el fic

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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 3   Retazos de vida. Capítulo 3 I_icon_minitimeDom Jun 14, 2009 4:15 pm

Hola linda, gracias por el comentario. No te preocupes, voy a seguir subiendo el fic por aquí, pero con calma, que estoy dándole una revisadita primero, y así lo pulo angel

Ahorita me pongo a subir un nuevo capítulo

Besitos
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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 3   Retazos de vida. Capítulo 3 I_icon_minitimeMar Jun 10, 2014 1:47 pm

me encanto la parte del beso hahaha la cara de los gemelos cuando preguntaron ¿que beso? ahahah si casi casi los visualizo..XD muy bueno el cap..>.<
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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 3   Retazos de vida. Capítulo 3 I_icon_minitimeMar Jun 10, 2014 7:26 pm

muy lindo capitulo, Bill y Remus de misioneros?? eso si fue un buen cambio, para ellos, espero que lo estén disfrutando jajaja
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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 3   Retazos de vida. Capítulo 3 I_icon_minitimeMiér Jun 11, 2014 2:14 pm

Yuki, los gemelos son muy curiosos y les escaquean información, poecitos  lol! 

Helen, Bill y Rem están juntos y ya con eso disfrutan todo

Besitos
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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 3   Retazos de vida. Capítulo 3 I_icon_minitime

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