alisevv
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| Tema: Retazos de Vida. Capítulo 17 Jue Mayo 06, 2010 11:11 pm | |
| —Pues sigo insistiendo en que lo único que le falta a la villa en una tienda de trucos como la de los tíos —comentaba Frank, mientras se dirigían al estudio.
Era media tarde y todos venían contentos y animados. Se habían pasado la mañana en el pueblo, y entre los amigos que reencontraron y las tiendas que visitaron, por unas horas se habían olvidado incluso del diario.
Como la mañana había amanecido soleada, se encaminaron temprano hacia la villa. Mientras los más jóvenes se habían dedicado a recorrer la tienda de golosinas, la de música y videos mágicos, la de videojuegos y la heladería, Severus y Harry habían ido a la tienda de pociones —lugar imposible de evadir cuando estaba Severus presente—, a la librería y a la cafetería del pueblo, donde habían pasado un buen rato charlando con los viejos amigos.
Al final, ambos grupos habían coincidido en la tienda de Quidditch, donde el dueño, un amigo de muchos años de los patriarcas Snape, había invitado a la gente menuda a probar un nuevo modelo de escobas recién salidas del horno. Al momento, los muchachos, los nietos del dueño de la tienda, e incluso Harry, pese al ceño extremadamente fruncido de Severus, estaban enzarzados en un mini juego de Quidditch en el campo cercano a la tienda.
Ya eran cerca de las dos de la tarde cuando se sentaron a disfrutar un opíparo almuerzo, antes de regresar a la mansión, hinchados, felices y completamente reaprovisionados de golosinas.
—Definitivamente —confirmó su gemelo—. No sé por qué no se les ocurrió montar una sucursal de Trucos Weasley en Stillness.
—Porque como su nombre lo indica —replicó Severus—, es Villa Tranquilidad
—Una tienda como la de los gemelos —agregó Harry— la convertiría en Madness Village
—¿Villa Locura? —dijo Mark—. Pues la verdad es que suena muy bien.
—Por lo contentos que vienen, supongo que la debieron pasar muy bien —comentó Draco, en cuanto el animado grupo entró en el estudio.
—Mucho —le aseguró Harry—. Nicole y tú debieron habernos alcanzado allí.
—Nicole —gritó Lisa, corriendo a abrazarla.
Nicole White era una hermosa joven de diecisiete años, de mediana estatura, cabello castaño y ojos pardos, que siempre miraban con expresión bondadosa. Era una persona muy dulce, y su sonrisa tan sincera que era la fiel expresión de sus bellos sentimientos. Draco y ella se habían conocido en Hogwarts y llevaban ya dos años con una relación formal; una gran locura, en opinión de los gemelos.
—Probamos las nuevas escobas que llegaron a la tienda del señor Reynolds en un juego de Quidditch —explicó Frank, mientras Nicole se dirigía a saludar a los ancianos—. Si las vieran, son absolutamente geniales. Hasta el abuelo Harry las probó.
—¿El abuelo montó en escoba y jugó Quidditch? —Draco alzó una ceja, extrañado, observando a su abuelo que en ese momento era abrazado y besado por Nicole. Luego miró a Severus—. ¿Y tú le dejaste?
—Ni lo menciones —bufó Severus, frunciendo el ceño.
—No te enojes, abuelo Severus —pidió Nicole, abrazando y besando al anciano—; estoy segura que el abuelo Harry fue muy precavido —se alejó ligeramente y se quedó mirando atentamente al mago mayor—. ¿Te sientes bien? Te noto algo decaído.
Mientras Harry se fijaba una vez más en su pareja con expresión preocupada, Severus movió una mano quitándole importancia al asunto.
—No es nada, hija. Sólo un poquito de cansancio por el paseo.
—Pues lo que tenemos que hacer para que descanses —propuso Mark, frotándose las manos—, es sentarnos cómodamente y empezar a leer el diario.
Severus, a quien no había pasado desapercibida la expresión preocupada de Harry, convino de inmediato para desviar su atención.
—Me parece excelente idea —condujo a su esposo a su diván de siempre y, sentándose, le cobijo en sus brazos mientras le pasaba el diario que estaba sobre una mesita lateral.
—Les agradezco muchísimo que me hayan permitido escuchar un trocito del diario —dijo Nicole con una sonrisa, mientras ella y Draco se sentaban en el sofá cercano, y Lisa se ubicaba en la alfombra con los gemelos—. Draco está verdaderamente entusiasmado, se pasó la mañana hablándome de eso.
—No hay nada que agradecer —Harry sonrió a la joven—, sabes que tú eres una nieta más.
—Bueno, ahora todos calladitos —pidió Mark—. Abuelo, lee.
Con una última sonrisa divertida, Harry comenzó a leer.
Vaya, medio año desde que hablamos por última vez. Adam ya cumplió seis meses y vieras lo hermoso que está, pese a que Sev se sigue lamentando porque es más que evidente que nuestro hijo heredó la nariz de los Snape.
Como te imaginarás, estos meses han sido absolutamente agitados. Hemos estado girando entre pañales, biberones y llantos nocturnos. Pero, como en el caso de Esperanza, han sido absolutamente maravillosos.
Severus, como siempre, me ha ayudado un montón, especialmente en los primeros días, cuando yo estaba muy adolorido como para atender apropiadamente a mi bebé. Aún hoy día, muchas veces se levanta a darle de comer o cambiarle los pañales, mientras yo, como es mi costumbre, sigo dormido como un lirón.
Y mi Esperanza. Es tan increíblemente bello verla tratando de ayudarnos. Para que no se sienta alejada, le permitimos hacer cosas sencillas, como echarle talco a Adam cuando le cambiamos los pañales o ayudarnos a sostener el biberón mientras le damos de comer. Además, tratamos de mostrarle todo el tiempo lo mucho que la queremos y lo importante que es para nosotros, así como lo valiosa que es su ayuda para atender a Adam.
Para que entiendas lo hermosa que es nuestra relación familiar, te voy a contar lo que pasó hace unos pocos días. Escucha.
Harry se despertó con una sensación de frialdad. Sin abrir los ojos, estiró el brazo hacia el lado de la cama donde dormía Severus y lo encontró vacío, aunque aún permanecía cierta tibieza en las sábanas, por lo que dedujo que no hacía mucho que su pareja se había levantado.
Abrió los ojos con lentitud; la oscuridad profunda sólo era paliada por una pequeña vela flotante que pendía sobre la mesita de noche del lado de Severus. De repente, escuchó un sonido atenuado proveniente de la salita. Aguzó el oído, tratando de identificarlo. ¿Aquello era música?
Muy intrigado, se levantó y se encaminó despacio hacia la puerta que comunicaba su habitación con la salita familiar. Se asomó por la puerta entreabierta y se detuvo en el umbral, mudo de asombro y henchido de amor.
En medio de la salita, iluminado solamente por las llamas de la chimenea, Severus, vestido sólo con el pantalón del pijama y el negro cabello peinado en una coleta, bailaba meciéndose al son de una suave música muggle que salía de un rincón; en sus brazos, un Adam medio dormido se acurrucaba feliz contra su pecho, la carita enterrada en el cuello de su padre.
—Se ven hermosos —escuchó una vocecita a sus pies.
Sorprendido, bajó la mirada y encontró a Esperanza, sentada en la alfombra con las piernas cruzadas y enfundada en su pijama de ositos, mirándole sonriente. Al momento, estaba sentado también en el piso y con la pequeña cobijada en su regazo.
—¿Qué haces aquí, mi niña? —preguntó, besando su oscuro cabello.
—Me dio sed e iba a la cocina por un vaso de leche —explicó, rebujándose contra el pecho de Harry—. Entonces les vi. Adam lloraba y papá Severus puso música suavecita y empezó a hablarle, mientras bailaba. Al ratito, Adam dejó de llorar pero papá siguió bailando. Se veían tan hermosos, papi —la niña sonrió, enternecida—. Por eso me quedé aquí, observándoles.
—Tú sí que eres hermosa, mi amor —musitó Harry, besando su carita sonrosada.
En eso, la música cesó y Severus dio la vuelta, con Adam ya dormido en sus brazos, y miró asombrado al resto de su familia, que le observaban sonrientes sentados en la alfombra.
—¿Qué hacen ahí? —susurró extrañado, cuando se acercó a ellos.
—Los mirábamos —repuso Esperanza, sonriente.
—Y los amábamos —completó Harry, mirando a sus dos hombres con el rostro inundado de amor.
—Se veían tan hermosos, bailando juntos a la luz de las llamas —recordó Harry con añoranza, mientras Severus le daba un suave beso.
—Draco tenía razón —musitó Nicole, mirándoles enternecida—, ese diario es hermoso. Lástima no haber podido escuchar desde el principio
—Vas a tener que sacar copias para toda la familia — propuso Mark.
—Ni muerto —aseguró Harry antes de seguir, mientras todos estallaban en carcajadas.
Cuando estaban a punto de cumplirse los tres meses que me habían dado de reposo por el parto, se nos presentó un gran problema. Yo tendría que empezar a trabajar si no quería perder mi puesto en el hospital, y Severus, entre Hogwarts y sus investigaciones, apenas tenía un momento libre en el día. Entonces, ¿con quién dejábamos a los niños?
La idea de llevarlos con Molly no era una opción, aunque para convencerlo de embarazarme le dije a Sev que tenía mucho tiempo libre; ya suficiente tenía la pobre con atender a Richard y María. Y Remus y Bill tenían sus clases. Tampoco queríamos poner a Esperanza en una escuela muggle, Sev desconfía de ellas por naturaleza y la verdad es que yo tampoco tengo muy buenos recuerdos del mundo muggle. Estábamos en un verdadero predicamento.
Entonces llegó la solución a nuestros problemas de quien menos te imaginarías. Después de graduarse en Hogwarts, Ginny y una amiga, Luna Lovegood, habían pedido permiso en el Ministerio para estudiar en una Institución muggle una carrera que no existía en las universidades mágicas: Psicopedagogía Infantil. Su idea era adaptar esos conocimientos al mundo mágico y fundar una escuela infantil, donde se entrenaría a los niños desde el parvulario hasta que tuvieran edad para ingresar a Hogwarts. Sería una institución absolutamente innovadora, pues no había nada en su estilo dentro del mundo mágico.
Cuando entraron a su segundo año de carrera empezaron su peregrinar por el Ministerio, conscientes de cuánto les iba a costar convencerles de las ventajas de su propuesta, para que les dieran permiso para crear su escuela.
Su lucha no fue en vano, y cuando estábamos a punto de desesperación sobre qué hacer con los niños, les llegó el permiso. De inmediato pusieron manos a la obra. Apoyadas financieramente por los gemelos, rentaron una casita en las afueras de Hogsmeade, y entre todos les ayudamos a conseguir el mobiliario y los implementos que necesitaban para empezar: escritorios, pizarrones, material didáctico, mesas de trabajo, incluso unas cuantas cunas y un par de corrales inmensos. Molly se unió a la empresa con entusiasmo, así que entre las tres estaban facultadas para encargarse de un grupo importante de niños.
Sobra decir que Esperanza, Maria, Adam y Richard fueron los primeros alumnos en inscribirse, pero no los únicos. Tal ha sido el éxito, que tuvieron que contratar a tiempo parcial tres estudiantes de Psicopedagogía, dos chicas y un chico, que seguramente pasaran a engrosar el plantel de profesores en cuanto se gradúen. Por cierto, también pertenezco a la plantilla de la escuela; soy el medimago oficial y la chimenea de mi consultorio está conectada directamente con la de ellas por cualquier accidente que pueda acontecer.
Si vieras mi consultorio. Es relativamente pequeño, pero para mí representa un mundo. Sev, Remus y Bill me ayudaron a decorarlo. Por un lado tiene un toque personal, con algunas fotos, cuadros y adornos de buen gusto, pero por el otro tiene detalles infantiles, que permiten a los niños que van a consulta sentirse cómodos; claro, en la medida de lo posible.
Pobres mis pacientes, el primer día todos vienen tan asustados; sin embargo, me he dado cuenta que cuando regresan por una segunda cita vienen mucho más calmados, sus madres dicen que es porque yo les inspiro confianza.
Además de la consulta de rutina, que es todas las mañanas, algunas tardes y noches tengo guardia en emergencia. Los primeros días estaba francamente aterrado, no tienes idea de las cosas terribles que se ven allí. Aún así amo a mis pequeños pacientes, cada vez estoy más convencido que elegí la profesión correcta.
Hermione montó un pequeño despacho, donde ofrece sus servicios para defender a los semi-humanos y criaturas no humanas ante los abusos que cometen contra ellas. La verdad, Sev y yo —y creo que todos los demás— tememos que no le vaya a ir demasiado bien. Y no es porque ella no sea buena en lo que hace, que es excelente, sino porque sus defendidos son habitualmente seres muy pobres y con una precaria posición social, mientras que aquellos que les atacan son poderosos e influyentes. Como dice Ron, nunca será rica pero al menos es feliz.
Por lo menos el negocio que tienen Ron y los gemelos va viento en popa, por lo cual disfrutan de una posición holgada. No tienes idea de cuánto me alegra ver que mi amigo ya no tiene esa espada de Democles que era su pobreza guindando sobre su cabeza, y puede dar a su familia y a él mismo la vida que tanto merecen.
Por ahora no te cuento más, voy a ver a Adam, que tiene un cabreo que hasta aquí llegan sus gritos
—Y pensar que hoy en día el colegio de tía Ginny es famoso e incluso ha sido imitado en las zonas mágicas de otros países —comentó Draco.
—Pues empezaron con la uñas —explicó Harry—. Los dos primeros años fueron muy difíciles.
—¿Y qué me dicen de tía Hermione? —agregó Frank—. Gracias a ella fueron cambiadas muchas leyes en el mundo mágico, y sus casos son estudiados en el pensum de la carrera de Derecho Mágico.
—Yo siempre supe que la pequeña sabelotodo llegaría a ser alguien muy importante —confesó Severus, con una sonrisa nostálgica—. Desde joven tuvo madera; fue y siempre será la bruja más lista que tuve el gusto de conocer.
—En realidad, su carrera despegó hacia la estratosfera a raíz del caso de Remus —comentó Harry.
—Sí, realmente fue brillante —convino Severus.
Todos se quedaron callados, recordando a la hermosa e inteligente bruja que tanto habían amado. Sin decir nada más, Harry abrió nuevamente el diario y comenzó a leer.
Uy, ya Adam tiene tres años cumplidos así que hace ya más de dos años y medio que no escribo en tus páginas. Lo siento, juro que no te olvido pero la vida corre tan rápido que a veces no da tiempo a sentarse y meditar.
Muchas cosas han pasado en estos años, pero lo más importante es que la familia se ha visto agrandada con un nuevo miembro: Nathaniel Snape Potter. Mi hijo nació el quince de Julio, y en estos momentos es un hermoso y revoltoso bebé de dos meses, con los ojos oscuros y —como no— la nariz de Severus, y con un pelo negro, bastante abundante para su edad, y que a todas vistas apunta a ser tan rebelde como el mío. Pobre mi niño, no pegó una.
Supongo que te sorprenderá que después de la pataleta que hizo Sev con la concepción de Adam, yo me haya vuelto a embarazar. Para ser sincero, ni yo entiendo cómo sucedió. Lo cierto es que siempre deseé una gran familia, una como la de Herm y Ron, que hace un año tuvieron un par de gemelos. Adam tenía casi dos años y me pareció que si íbamos a aumentar la familia, era mejor hacerlo ya. Así que tomé valor y fui a hablar con Severus.
Harry se acercó al laboratorio de Severus en las mazmorras y se quedó largo rato en la puerta, todavía tratando de definir cómo iba a plantearle a su esposo el deseo que ardía en su corazón. Temía que Severus se negara rotundamente; si eso ocurría lo aceptaría, pero sabía que siempre le quedaría la tristeza de no haber podido tener otro bebé. Recurriendo a todo su valor Gryffindor, levantó la mano y tocó la puerta de madera.
—Pase —escuchó la voz desde el interior.
Cuando entró al laboratorio, pudo observar que había tres calderos con pociones cocinándose a fuego lento. Su esposo estaba inclinado sobre uno de ellos, tomando la temperatura.
>>Enseguida le atiendo —Severus habló sin alzar la mirada, mientras anotaba unos datos en una tablilla que tenía en la mano.
—Si estás muy ocupado puedo volver después.
Sorprendido, el hombre levantó la mirada y sonrió ampliamente.
—No, dame sólo un minuto, termino de hacer unas anotaciones y soy todo tuyo. Estas pociones deben hervir al menos dos horas.
Harry se dedicó a curiosear por el laboratorio. Se rió internamente, pensando cuánto había detestado el Laboratorio de Pociones durante su adolescencia y cuánto le agradaba ahora. El sitio se parecía a su esposo; aparentaba ser frío y triste cuando lo observabas a la distancia, pero era cálido y acogedor cuando te permitías conocerlo.
Adosados a las paredes de piedra, podían verse pulcramente ordenados los calderos y demás utensilios de pociones, así como los ingredientes. En un gabinete especial cerrado con magia se encontraban los ingredientes muy costosos, y en otro —protegido con unas puertas de vidrio— estaban las diferentes muestras obtenidas como resultado de los estudios para mejorar la Poción Matalobos.
Traspasando una puerta, se encontró en un rinconcito más acogedor: el estudio de Severus. Un escritorio de caoba y un par de cómodos sillones, frente a una chimenea que, dado que estaban a finales de agosto, en ese momento se encontraba apagada. Harry sonrió, pensando en cuantas veces se había sentado en esos sillones a estudiar, mientras Severus trabajaba en su escritorio y Esperanza jugaba con Adam en la alfombra. Quería otro bebé, era definitivo.
—Ya estoy —Severus entró y abrazó a su pareja por detrás, hundiendo la cabeza en su cuello y besándole con avaricia—. ¿Y a que debo el placer de su visita, señor Potter? —a medida que hablaba, iba empujando a Harry, hasta acostarle en la alfombra y tenderse sobre él—. Te extrañé —y con eso tomó su boca en un beso apasionado.
—Eso es evidente —rió Harry, aferrando su cuello y pegándose a su cuerpo—. ¿Y se puede saber por qué me extrañaste tanto? —los dedos febriles de ambos hacían que las ropas desaparecieran con mucha rapidez.
—¿Creerías que no lo sé? —las manos acariciaban los cuerpos ya desnudos, mientras Severus frotaba su erección una y otra vez contra la de su pareja—. Lo cierto es que he pasado toda la tarde anhelando tenerte entre mis brazos, estaba a punto de ir a buscarte —ya el mago mayor había convocado un frasco de lubricante y su dedo jugueteaba en la entrada del Gryffindor.
Harry abrió las piernas, permitiendo que un dedo de Severus se deslizara con facilidad en su interior, seguido muy pronto por otros dos. Mientras su esposo le dilataba cuidadosamente, un jadeante Harry logró preguntar:
—¿Por casualidad estuviste trabajando con algún afrodisíaco?
Sin detener el trabajo de sus manos, Severus se inclinó y mordisqueó una tetilla de su pareja.
—Ya que lo mencionas, estuve manipulando testículos de Dragón —se colocó entre la piernas del joven y frotó su pene contra la cálida entrada, mientras fuertes jadeos de anticipación llenaban el aire—. Es un potente afrodisíaco.
—Benditos sean los dragones —musitó Harry, mientras su esposo se abría paso en su interior y comenzaba a moverse suavemente, permitiendo que su pareja se acostumbrase a su intrusión.
Entonces no hubo más palabras y todo se aceleró cual un calidoscopio fuera de control. Los suspiros y los jadeos se unieron a los ruegos y los gemidos, mientras las embestidas eran cada vez más fuertes y rápidas, hasta que todo el universo explotó, dejando solamente el relax del deseo satisfecho y la certeza del amor incólume. Poco después, Severus se deslizó fuera de Harry y le besó amorosamente.
—¿Y para qué me buscabas?
Harry se le quedó mirando fijamente. Se sentía tan completo que estaba seguro que nada podría salir mal, así que mientras acariciaba el rostro de Severus, musitó:
—Verás, yo sé que tú tuviste serias reticencias sobre mi embarazo, y entendí tus razones —el mago mayor fue a hablar pero Harry alzó una mano—. Déjame terminar, por favor. Sé que has estado muy temeroso por mí, pero ya ves que todo salió bien —se acercó y besó suavemente a su pareja—. Y yo deseo tanto una gran familia que me preguntaba… —dudo ligeramente, pero pronto terminó—. Sev, yo quisiera que tuviéramos otro bebé.
—Sí —contestó el hombre con una sonrisa.
—¿Qué dijiste? —Harry tenía la boca abierta por el asombro.
—Dije que sí, mi amor —Severus tomó al aturdido joven en sus brazos y le apretó contra su pecho—. Sí quiero que tengamos otro bebé.
Como verás, Sev jamás dejará de sorprenderme. Tomé nuevamente la poción fertilizante y me embaracé enseguida; mi embarazo fue grandioso, sobre todo porque Severus volvió a sufrir las náuseas por mí, aunque esta vez creo que mi sentido de supervivencia me alertó y no fui tan molesto con los antojos como en el embarazo de Adam.
Esperanza se puso feliz y, al igual que hizo con Adam, se ha tomado con mucha seriedad su puesto de hermana mayor. Adam sí se puso algo celosillo al principio y hacía berrinches y tal, pero ya las aguas volvieron a su cauce y también está muy contento con su hermanito.
Eso sí, éste va a ser el último heredero Snape-Potter, ya tres son suficiente para nosotros.
—Si hubieras sabido entonces que en tu camino aún quedaba tía Eli —comentó Draco con una sonrisa.
—Sí, Eli fue bastante inesperada —musitó Harry con cierto tono de añoranza.
—Pero no por eso menos amada —agregó Severus—. De hecho, demasiado buena salió con tanta gente consintiéndola, empezando por sus hermanos —observó a sus nietos con mirada aguileña—. Y no se les vaya a ocurrir contarle que yo dije eso.
—Abuelo Harry, ¿y por qué te quedaste un buen rato mirando el diario sin decir nada? —preguntó Nicole, intrigada.
—Ya te acostumbraras, primita —se burló Frank, mientras los demás chicos reían—. Cada vez que en ese diario hay escrita alguna escena escabrosa, el abuelo Harry se la salta.
—Vale añadir, que ha hecho unos cuantos saltos desde que empezó a leer —agregó Mark.
—Ah, no molesten —exclamó Harry, ruborizado, y empezó a leer nuevamente.
Ya Nathan cumplió su primer año de vida y está de un hermoso que ni te cuento… y de un terrible también; es un absoluto diablillo. Lo peor es que es tan simpático que al momento logra que todos perdonen sus diabluras.
Para celebrar le hicimos una fiesta sólo con la familia, con una inmensa torta de chocolate, su preferida. Claro, cuando digo sólo con la familia no implica que la fiesta fuera pequeña; muy por el contrario, nuestra familia ha crecido muchísimo. Estaban los niños nuestros, los de Ron y Hermione, los de los gemelos, los de Ginny y Neville —ellos se casaron hace varios años, algún día te contaré cómo fue eso—. También estaba un sobrino de Minerva que estaba pasando unos días en el castillo, y los hijos de Seamus y Parvati, cuyo contacto no perdimos estos años.
La reunión estuvo muy bien; los niños corrieron, rieron, rompieron la piñata y se atiborraron de dulces y pastel. Como ya es costumbre, Bill se vistió de payaso e inventó juegos y bromas con los pequeños.
Pero esta vez nuestro payaso estaba extraño, como ansioso, y se quedaba mirando a los niños con añoranza. Y no sólo él, Remus también. Cuando terminó la fiesta y los niños ajenos hubieron marchado y los nuestros estaban rendidos de cansancio en sus camas, Severus y yo nos sentamos en la salita de nuestros aposentos, en compañía de Remus y Bill, pues les habíamos pedido que se quedaran para una última copa. Queríamos saber qué estaba pasando a esos dos.
—Remus, Bill, ¿qué van a tomar? —preguntó Harry, que parado al lado del barcito estaba sirviendo un brandy para Severus y un licor de almendras para él.
—¿Tienes licor de café? —preguntó Bill.
—Por supuesto— confirmó Harry, y se giró hacia Remus.
—Yo voto también por un brandy —pidió éste con una sonrisa.
Después que todos estaban cómodamente instalados con sus respectivas bebidas, Harry arrebujado en los brazos de Severus en un diván, y Remus y Bill tensos y nerviosos en el sofá de enfrente, Severus espetó sin darle más vueltas.
—A ver, ¿qué les pasa a ustedes dos?
—Tan directo como siempre, ¿no Severus? —Remus sonrió levemente, con una sonrisa cálida pero tristona.
—Ya me conocen —declaró el maestro de Pociones—. ¿Entonces?
—Remus y yo hemos estado conversando —esta vez fue la voz de Bill la que se escuchó. Miró fijamente a sus amigos y musitó—: Quisiéramos intentar tener un bebé.
Harry y Severus se quedaron mirando a la pareja, asombrados; ninguno de los dos había manifestado con anterioridad el deseo de tener un bebé.
—¿Un bebé? —Harry fue el primero en reaccionar—. Pero ésa es una maravillosa idea.
—De todas maneras, les anticipo que Remus no podrá ser el portador, la Poción Matalobos tendría efectos nefastos para el niño —explicó Severus.
—Lo sabemos y no hay problema, se embarazaría Bill. Pero queríamos saber… —la voz de Remus tenía un tono de preocupación, mientras se dirigía a Severus—. ¿Crees que el hecho de que yo esté tomando la poción pueda afectar al bebé, aunque el portador sea Bill?
—En absoluto —aseguró Severus con una sonrisa—. En ese aspecto, Bill puede embarazarse sin preocupación. De hecho, aunque no lo he comprobado, lo más posible es que el consumo de la poción evite que el bebé herede tu licantropía.
—¿Y cuándo van a embarazarse? —Harry estaba francamente entusiasmado.
—Mañana mismo vamos a hablar con William —Bill deslizó su mano temblorosa entre las de su pareja.
—Genial, pronto tendremos un nuevo miembro en nuestra gran familia —declaró Harry, efusivo, mientras abrazaba a quien era como un padre para él y a la pareja de éste.
Pero tristemente tal maravilla nunca podrá ocurrir. Luego de examinar a Bill, William descubrió que tiene una malformación genética que, en caso de embarazo, le impediría desarrollar el canal de nacimiento; es completamente imposible que tenga un bebé y no tienes idea de cuánto nos duele eso.
Al menos tienen un montón de sobrinos que les adoran.
Harry detuvo la lectura y levantó la vista; toda su familia estaba triste y pensativa, imaginando lo que debía haber sido para sus magníficos y joviales tíos recibir una noticia tan ingrata. Sin decir una palabra, pasó la página y retomó la lectura.
Este ha sido otro año muy movido. Severus terminó de perfeccionar la Poción Matalobos, pero antes de darle la patente y el permiso de elaboración, el Departamento de Salud Mágica Internacional exigió el desarrollo de pruebas con sujetos de investigación.
Para ello instalaron un laboratorio especial en Ucrania, financiado inicialmente por una donación ofrecida por una fundación que se dedica a la defensa de criaturas mágicas desprotegidas —un par de locos maravillosos como Hermione, supongo— y empezaron a hacer pruebas con animales, paso necesario antes de hacer pruebas con licántropos; lo que han hecho con Remus no es válido ni legal, pues no tenía los permisos correspondientes.
Esto suponía un gran trabajo y muchos viajes de Severus a Ucrania, por lo cual decidió renunciar a Hogwarts y dedicarse a tiempo completo a la investigación. Por suerte, el donativo le permite tener un sueldo bastante decente y hoy día, entre eso y lo que yo gano en San Mungo, podemos seguir viviendo holgadamente sin necesidad de recurrir a nuestros respectivos patrimonios.
Ante la renuncia de Sev a Hogwarts se nos presentó la disyuntiva de encontrar un lugar para vivir, algo que debo confesar yo venía deseando desde hacía algún tiempo. No podíamos vivir en la mansión de Escocia pues quedaba demasiado lejos de la escuela de los niños, y a todos nos gusta el ambiente cercano a Hogwarts, así que compramos una casa en Hogsmeade. Es muy hermosa y antigua, de dos pisos, con techo a dos aguas y con las paredes laterales y trasera cubiertas de hiedra. Al frente hay un lindo jardín que en primavera se llena de flores de mil colores, y en la parte de atrás un amplio terreno donde los niños pueden correr y disfrutar a sus anchas; incluso posee un pequeño estanque, donde se puede nadar en los días cálidos y patinar en invierno.
Ha sido un buen cambio y los niños están muy felices, especialmente porque Herm y Ron, siguiendo nuestro ejemplo, se mudaron a la propiedad de al lado. Por cierto, Sev mencionó algo sobre Esperanza y Richard que no entendí y luego gruñó;, no sé qué le pueda pasar con eso.
Herm sigue luchando con su pequeña oficina y poco a poco ha ido ganándose el respeto de la comunidad legal del mundo mágico. No ha sido muy afortunada en los casos importantes que le ha tocado tratar, las influencias y el poder la derrotaron, pero igual ha logrado cosas que otro mago no hubiera podido obtener. Sigue luchando y dice que algún día conseguirá que el mundo mágico sea más justo. Admiro su fe.
En cuanto a mi trabajo, cada día lo disfruto más. Hice una especialización en Detección y Tratamiento de Cáncer Mágico. Es duro que ni veas. Cuando esos pobres niños enfermos llegan a mí por primera vez, siento que mi corazón se rompe en pedazos. Pero luego, cuando se curan o al menos se mejoran y los veo sonreír de nuevo, se reconstruye pedacito a pedacito, mucho más fortalecido que antes. No tienes idea de cuánto he aprendido de mis pequeños pacientes, de su fe y fortaleza, de cómo se aferran a la vida con uñas y dientes y cómo, bien orientados, logran enfrentar su enfermedad con optimismo.
Por cierto, además del trabajo en San Mungo, tengo una obligación adicional que disfruto muchísimo, todo gracias a Pansy. Déjame contarte.
Harry estaba en su consultorio revisando los análisis de uno de sus pacientes y sonriendo con satisfacción, al parecer la enfermedad había remitido completamente. En eso, un toque ligero en la puerta hizo que levantara la cabeza y fijara su complacido semblante en su secretaria.
—¿Viste esto? —preguntó, mientras alzaba la carpeta y sonreía—. Parece que el pequeño Peter está curado.
—Así parece —la chica también sonreía, sabía por experiencia cuán feliz hacía a su jefe que uno de sus pequeños se curara.
—Llama a la señora Miller y cítala para esta misma tarde, ya quiero ver la carita de Peter cuando se los diga.
—Enseguida —la joven bruja giró para marcharse y de repente se detuvo, recordando a lo que había venido en primer lugar—. Doctor Harry, afuera le está esperando la señorita Parkinson.
—¿Pansy? —la sonrisa del hombre se amplió—. Hazla pasar enseguida.
Un momento después, la rubia y esbelta Slytherin entraba, sonriente.
>>Vaya que te vendes cara, mujer —la saludó Harry, dándole un abrazo y un beso.
—Pues lo mismo podría decir de ti —contestó la joven—. Al menos yo he ido a la escuela de Ginny a ver a los chicos, pero tú de mi, si te he visto no me acuerdo.
—No me regañes —pidió Harry, mientras la guiaba a un cómodo sillón que había en un lateral del consultorio—. Lo sé, soy un ingrato; pero aunque no es una excusa, ya sabes todo el trabajo que tengo— se quedó mirándola fijamente y cambió súbitamente a una expresión seria—. ¿Y por qué estás aquí? ¿Acaso estás enferma?
—Para nada. ¿Es que acaso una chica no puede visitar a los amigos sin motivo?
—Que nos conocemos, Pansy —Harry le brindó otra cálida sonrisa—. ¿Cuál es el problema?
—En realidad no es un problema sino una propuesta —la chica dudó un momento—. Sé que tienes mucho trabajo pero…
Harry observó su duda y la animó a continuar.
—¿Una Slytherin de pura cepa dudando? ¡Merlín me proteja! —alargó el brazo y tomó su blanca mano con afecto—. Anda, desembucha.
—Pues verás, hace un par de meses me encontré con Millicent; no sé si la recordarás, iba conmigo a Slytherin.
—Muy levemente. Era una chica más bien robusta, ¿no?
Pansy se rió.
—Estás siendo suave para lo que era Milli en aquella época, pero ahora no la reconocerías. Adelgazó e hizo un tratamiento de belleza; está impresionante.
—¿Pero supongo que no habrás venido hasta aquí para alabarme la belleza de tu amiga, no?
—Tan impaciente como siempre —lo regañó Pansy, riendo—. Bueno, el hecho es que el esposo de Milli pertenece a la Junta Directiva de un orfanato y ella me llevó al centro. Si los vieras, Harry. Son tan frágiles y desvalidos, y están tan desprotegidos. Hay varias personas trabajando en el orfanato, todas de forma gratuita, y también varios que ofrecen donativos periódicamente; pero todo resulta poco, sus necesidades son muchas.
—¿Y el Ministerio no ayuda?
—Para nada. Con o sin Voldemort, esos burócratas son unos inútiles.
—Pues en lo que pueda ayudar lo haré con gusto. Estoy seguro que Severus no se negará a que aportemos una cantidad mensual y…
—En realidad te lo agradezco —le cortó la joven—, pero lo que necesito de ti es algo mucho más concreto. El mes pasado el sanador que nos ayudaba con los pequeños tuvo que mudarse a Francia, así que nos quedamos sin medimago. ¿Me preguntaba si tú querrías el puesto? Sé que no hay paga y es más trabajo para ti, pero…
—Acepto —la cortó Harry.
—¿Aceptas?
—Por supuesto —el hombre sonrió y tomó sus manos—. A partir de ahora cuentas con un medimago a bordo
Es una tarea hermosa. En principio voy un sábado cada quince días y les hago una revisión general, y también me pueden llamar en cualquier momento que se requiera con urgencia. Ni veas lo maravillosos que son los niños del orfanato. Y todos ocultan historias tan tristes que se te encogería el corazón.
Al principio iba solo a mis visitas sabatinas, pero al cabo de pocas semanas, Severus y los niños empezaron a acompañarme. Y no sólo ellos; de vez en cuando también vienen Ron y Hermione, o Remus y Bill, con los bolsillos repletos de golosinas para los niños. Pero lo mejor, o lo peor según se mire, es cuando van los gemelos; eso aterroriza a las responsables del lugar porque siempre llegan cargados de un montón se bromas, a cada cual peor, y arman un alboroto de mil demonios.
Por cierto que nos pusimos todos de acuerdo y este domingo, junto con Pansy, Millicent y su esposo, los vamos a llevar a un parque de diversiones muggle y luego a comer hamburguesas y perros calientes. Te juro que compadezco a los empleados del McDonald, especialmente porque Fred y George están incluidos en el paquete.
—Es increíble que aún hoy día persista esa fuerte relación que tienen con los chicos del orfanato —musitó Nicole, con una sonrisa—. Es una gran labor la que han hecho con esos niños.
—El mayor mérito es de Pansy. Ella es la que ha trabajado con más fuerza por sacarlos adelante —comentó Harry—. Y todos ellos se han convertido en personas de bien.
—De hecho, muchos magos y brujas destacados han salido de allí —agregó Severus.
Sintiendo un leve cansancio en la voz de su pareja, Harry levantó la vista hacia él.
—Amor, ¿estás bien? —preguntó, frunciendo el ceño, preocupado—. Si estás muy cansado podemos dejar esto para mañana.
—Por supuesto que no —desestimó el mago mayor—. Me siento perfectamente y los chicos está muy entretenidos, así que sigue leyendo.
No del todo convencido, Harry retomó la lectura.
Gran Merlín, Sev y yo ya cumplimos diez años de casados, como pasa el tiempo. Para celebrarlo, mi marido me invitó a un crucero por el Caribe. Sí, como lo oyes. Es lo que se llamaría el último grito en diversión mágica. Unos cuantos enajenados con dinero, como dice Severus, crearon una compañía muggle y compraron varios barcos de paseo. Lo brillante de la idea, es que ofrecen viajes tanto para el mundo muggle como para el mágico, de manera que los magos y brujas tienen garantizado un viaje donde pueden hacer magia sin preocupaciones y no resultan extraños para los muggles, pues ellos tienen sus propios viajes.
Si vieras cómo se están forrando. Y con razón; pasamos siete días deliciosos. Partimos justo el primero de Enero, dejando a Remus y Bill encargados de nuestros niños. Al principio confieso que tenía algo de remordimientos, pero los olvide en cuanto nos aparecimos en el muelle.
El barco es una maravilla, parece una ciudad flotante. Tiene restaurantes, piscinas, casino, salas de juego. Severus reservó el mejor camarote que consiguió; de hecho, no quiero ni pensar en lo que le habrá costado. Es una preciosidad, decorado en tonos grises y azules. Tiene una cama obscenamente grande —para tratarse de un barco— y un pequeño balconcito desde donde parece que puedes tocar el mar con la punta de los dedos.
Nos hemos pasado las mañanas visitando las islas en las que atracaba el crucero y bañándonos en sus playas, con un mar tan transparente que parecía cristal, o descansando en la piscina mientras probábamos unas bebidas tropicales realmente deliciosas. En las tardes nos dedicamos a recorrer las diferentes diversiones que ofrece el barco; incluso entramos al casino y aprendí a jugar ruleta, y creo que ya puedo confesarme un vicioso total de ese juego.
Por las noches nos vestíamos elegantemente e íbamos al comedor principal, para luego recorrer los espectáculos y salas de baile. No tienes idea lo romántico que era bailar abrazado a Severus en la cubierta del barco, mientras bebíamos champaña bajo la luz de la luna, para regresar a nuestro camarote y amarnos hasta el amanecer.
Merlín, ha sido el mejor viaje de mi vida.
—Por lo visto la pasaron muy bien en ese viaje —se burlo Frank, tratando de picar a sus abuelos, pero ninguno de los dos se dio por aludido.
—No tienes idea —fue la simple respuesta de Severus mientras Harry volvía a leer.
Estoy de los nervios. En pocos días mi pequeña va a empezar sus estudios en Hogwarts. ¿Te imaginas? La veo tan grande, y casi ni lo creo.
Ella y Richard están muy emocionados por empezar la escuela. Y es que Richard, a pesar de que le faltaban unos meses para cumplir once, presionó y presionó para que le permitieran empezar.
En principio Minerva se mostró intransigente, aduciendo que nunca en toda la historia de Hogwarts se había dado una situación parecida. Pero mi ahijado insistió, argumentando que le podían hacer exámenes de ingreso o lo que quisieran, y Minerva, quien en realidad siente debilidad por él, al fin aceptó y logró el permiso del Ministerio.
Lo más gracioso es que estoy seguro que Richard no lo hizo por sus ansias de empezar ya, sino por estar con Esperanza. Cada vez que le digo eso a Sev, gruñe.
Volviendo a Esperanza, estamos todos acelerados. Ya fuimos a comprarle sus útiles y adquirió su varita; me sentí tan orgulloso cuando la vi empuñarla con firmeza en la tienda. Ahora la pregunta de los sesenta mil galeones es a qué Casa va a asistir.
Tú me dirás que no hay ningún misterio en eso, que lo más seguro es que asista a Slytherin como sus padres. Pero no te creas; de hecho, Sev paso unos días con un disgusto mayúsculo porque Esperanza dijo que quería ir a Gryffindor. Espera y te cuento.
—No lo puedo creer —se lamentaba el antiguo profesor de Pociones—. ¿Por qué quiere ir a Gryffindor?
—No te mortifiques —le consolaba Harry un poco cansado, pues su pareja ya llevaba varios días con esa cantaleta—, debe ser por una tontería. Además, no es tan grave que quiera ir a Gry.
—¿Cómo que no? —Severus estaba realmente molesto—. Draco y Blaise pertenecieron a Slytherin, sus genes son Slytherin. ¿Por qué no quiere ir allí? Debe ser por algo que yo hice.
—No seas bobo, lo más seguro es que quiera estar en la misma casa de Richard o algo así.
Al ver que su esposo seguía enfurruñado, Harry tomó una decisión. Se dirigió a la ventana y llamó a Esperanza, quien estaba practicando movimientos con su varita en la parte de atrás de la casa, mientras Adam y Nathan jugaban en el césped.
—¿Si, papi? —preguntó la jovencita cuando llegó a la sala donde estaban sus padres.
—Verás, tu papá Severus y yo tenemos una curiosidad —preguntó Harry, sonriente—. ¿Por qué quieres ir a Gryffindor? ¿Es porque piensas que Richard va a ir allí y no quieres alejarte de él?
—Eso en parte, papi —contestó, mirándoles fijamente—, pero no es la principal razón.
—¿Entonces?
—Simple, me encanta el rojo —replicó, con una incipiente coquetería que mostró a sus padres que ya entraba en la adolescencia. Luego se giró hacia Severus—. Siento no querer ir a Sly, papá, pero es que el verde me va fatal.
Y sin agregar nada más, dio la vuelta y salió nuevamente de la casa, dejando a Severus mudo de asombro y a Harry muerto de la risa
Lo dicho, a mi niña le gusta el rojo.
A ese punto, todos estaban retorciéndose de la risa.
—No le veo la gracia. Yo pasé unos días terribles y todo porque a Esperanza le sentaba mal el verde —su tono se percibía realmente agotado.
—Severus, ¿seguro que te encuentras bien? —Harry se inclinó y tocó su frente—. Merlín, estás sudando frío.
—No te preocupes, es sólo un ligero mareo —el mago recostó la cabeza en el respaldo del sillón, sintiendo que fallaban sus fuerzas.
—¿Cómo que un ligero mareo? —Harry incorporó ligeramente a su pareja y posó su cabeza en su pecho. Entonces lo sintió. Severus era un peso muerto: se acababa de desmayar—. Dios, Severus —llamó, tratando de reanimarle—. Draco, corre, llama a tu padre, que venga enseguida —mientras el joven rubio corría a la chimenea, Harry musitó, acariciando el rostro de su pareja—. Resiste, mi amor, resiste.
Última edición por alisevv el Dom Feb 07, 2016 5:14 pm, editado 2 veces | |
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