alisevv
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| Tema: Retazos de Vida. Capítulo 10 Jue Mar 04, 2010 11:31 pm | |
| Sonriendo al recordar las maldades que había hecho Severus a su pobre yerno y lo insistente que había sido el simpático pelirrojo hasta lograr derrumbar todas las barreras impuestas por su gruñón esposo, Harry abrió nuevamente el diario, dispuesto a retomar la lectura, pero fue interrumpido por un ruido procedente de la sala principal.
—¿Quién vendrá a fastidiar a ésta hora y con éste clima? —protestó Mark, deseando que su abuelo continuara su lectura.
—Mark —advirtió Severus con voz dura—. ¿Qué modales son esos? ¿Esa no es forma de hablar de los invitados?
Antes que el chico tuviera tiempo de replicar, una sonriente cabeza pelirroja apareció por la puerta del estudio.
>>Mark, retiro lo dicho —gruñó Severus al ver quién era el recién llegado, y todos rieron.
—¿Hay alguien en casa? —saludó una voz ronca y alegre.
—Abuelo Ron —gritó Lisa, y corrió a abrazarle. Pese a que Ron sólo era abuelo de Draco, todos los chicos le amaban y querían como si fuera el propio.
—Hola, preciosa —saludó Ron, tomando a la pequeña entre sus brazos—. ¿Me extrañaste? —mientras Lisa asentía y sonreía, el hombre se volvió hacia los demás—. Y ustedes, chicos, ¿cómo están?
Todos le saludaron, sonrientes, mientras Severus preguntaba con un tono fingidamente despectivo, que ya todos conocían y nadie tomaba en cuenta.
—¿Y qué se supone que haces aquí, Weasley? Si no me equivoco, tus días con los chicos ya terminaron, ahora nos toca a Harry y a mí.
—Yo también te quiero, Severus —rió Ron, mientras se instalaba en un cómodo sillón—. Y en cuanto a tu pregunta, escuché que hacía mal tiempo por esta zona e imaginé que tendrían a los chicos encerrados —miró a Severus como diciendo ‘y no me equivoqué’—, así que vine a invitarlos a Londres, a ver un partido de la liga de Quidditch.
Mucho tiempo atrás, el equipo de los Chudley Cannons había tenido una gran cantidad de problemas. Ron, quien por ese entonces tenía una posición económica bastante holgada y un gran poder de convencimiento, animó a un grupo de amigos para crear una sociedad y comprarlo. Le había dedicado una gran cantidad de tiempo, esfuerzo y dinero, pero al fin había logrado que el equipo superara su escollo y surgiera nuevamente como uno de los grandes de la liga.
Durante esos años, Hermione y él habían levantado una hermosa familia de siete hijos, tres mujeres y cuatro hombres. Cuando se jubilaron y todos los hijos partieron de casa a emprender sus propios caminos, había entusiasmado a su esposa y ambos se habían dedicado a viajar, acompañando al equipo en sus juegos tanto a nivel nacional como internacional.
Pero dos años antes Hermione había muerto y a Ron le había inundado una soledad que ni siquiera la emoción y la alegría de los juegos podía llenar. Sólo le aliviaba la compañía de sus nietos y los buenos amigos de siempre, y todos lo sabían; por eso, siempre trataban de invitarle a comer, o a salir, y le rodeaban de todo el afecto posible. Y por eso, cuando la tristeza era demasiada para soportarla, él suplicaba en silencio por ayuda. Entonces invitaba a su gente a un partido de Quidditch.
Todos lo sabían, y les gustaba apoyar a Ron. Pero en ese momento querían seguir escuchando lo que decía el diario. Miraron suplicantes a Harry, quien a su vez miró a su esposo pidiendo permiso, al fin y al cabo también era su vida la que se plasmaba allí. Severus asintió ligeramente y Harry se giró hacia su amigo con una sonrisa.
—En realidad, estamos muy entretenidos por aquí — el rostro de Ron reflejó una instantánea desilusión—, pero se me ocurre que quizás quisieras quedarte un rato y escuchar.
—¿Escuchar? —preguntó Ron, aliviado; le invitaban a quedarse.
—Sí, el abuelo Harry está leyéndonos su diario —explicó Draco.
—¿Entonces sí llevabas un diario? —indagó el pelirrojo, asombrado.
—¿Tú lo sabías? —Severus frunció ligeramente el ceño.
—Bueno, saber, lo que se dice saber, no —explicó, mirando el cuaderno en las manos de su amigo—. Pero Hermione siempre insistió en que llevabas uno.
—¿Y por qué nunca me preguntaron? —Harry estaba muy extrañado.
—Yo quería, pero Hermi me lo prohibió. Dijo que eso era algo tuyo y que nadie tenía derecho a meter sus narizotas en ello —Ron sonrió ante el recuerdo—. Por supuesto, se refería a mis narizotas.
—Mi querida Hermione —el tono de Harry se impregno de melancolía. Al final, reaccionó, y mirando a Ron, preguntó:
—Entonces, ¿quieres quedarte a escuchar?
—¿Y me lo preguntas? ¿Enterarme de los secretos escabrosos de los señores Snape-Potter? —miró a Severus con burla cariñosa—. Soy todo oídos.
—Ni te entusiasmes —le desalentó Frank—. El abuelo se salta todas las partes ‘interesantes’
—¿Si? —la burla seguía en su mirada cuando la fijó en Harry y Severus—. Mejor, eso sería demasiada información para mí.
Ante la carcajada general, Harry tomó el diario y empezó a leer.
Esta tarde enterramos a Draco en el cementerio de Hogsmeade. Él lo había dispuesto así un mes antes; quería descansar en ese sitio pequeño, alejado del bullicio de Londres y de los periodistas y curiosos, al lado de la tumba donde casi un año antes había enterrado a Blaise.
Fue un servicio hermoso, y asistieron casi todos los alumnos del colegio, incluso algunos Slytherin. Era evidente que durante los últimos meses Draco había logrado granjearse el afecto de casi todo el mundo.
Era una tarde clara, luminosa, y el aire frío se colaba entre las ramas de los árboles sin hojas, dormidos en su letargo invernal. Severus y yo habíamos decidido llevar a Esperanza, era importante que acompañara a su papá en esos momentos finales aunque ella no tuviera conciencia del hecho.
Como está recién nacida y es muy frágil, le pusimos una buena cantidad de ropa de abrigo y la envolvimos en una manta caldeada mágicamente. Nos aparecimos en la entrada del pueblo. Yo la llevaba en mis brazos, y entre la cobija sólo se veía su naricilla roja por el frío, sus ojitos abiertos que me miraban con sorpresa, y su boca pequeñita que hacía pucheros de risa; mi pequeña iba feliz.
Caminé despacio hasta el pequeño cementerio y me quedé parado allí, junto a Severus, con los ojos húmedos, despidiéndome de mi hermano y sabiendo que, dondequiera que estuviera, en ese momento nos miraba con amor y era feliz.
Después del entierro dimos la vuelta para abandonar el lugar y entonces lo vimos, semioculto tras el tronco de uno de los árboles que rodea el cementerio. Severus se dirigió furioso hacia el lugar y yo le seguí, nervioso, apretando a Esperanza entre mis brazos. Cuando llegué al árbol, Severus le tenía aferrado por el cuello de la túnica y le zarandeaba con fuerza.
—Lucius, ¿qué demonios haces aquí? —gritaba en ese momento.
Creo que ya te he hablado de Lucius, ¿verdad? Era el padre de Draco, el que le desheredó y le quitó el apellido porque no quiso ser Mortífago. Siempre fue uno de los principales Mortifagos de Voldemort, el hombre en quien confiaba para hacer los trabajos más sucios. Pero como buena serpiente rastrera, Lucius Malfoy siempre fue un sobreviviente.
Al final de mi quinto año, la misma noche en que Sirius cayó tras el Velo, fue capturado en el Departamento de Misterios del Ministerio de Magia y encerrado en Azkaban. Pero ya sabes cómo es la burocracia, especialmente cuando se tiene dinero y poder. No pasó mucho tiempo en prisión, y meses después, Fudge le dio la libertad junto con una disculpa del Ministerio por las molestias ocasionadas. Si serán…
Lucius siguió trabajando para Voldemort. La Orden lo sabía, el Ministerio lo sabía, el Mundo Mágico lo sabía. Pero no había pruebas, y cuando derroté al famoso Señor Oscuro, la sabandija escapó una vez más sin el castigo que merecía. Y siguió paseándose por los pasillos del Ministerio y el Callejón Diagon como si fuera el rey del mundo.
Y ahora estaba allí, frente a nosotros. Y de repente sentí miedo; por Esperanza, por Severus. Ese hombre era poderoso, y era cruel. Aún podía hacernos mucho daño.
>>Responde —Severus seguía zarandeándolo—. ¿Qué haces aquí?
—¿Acaso necesito permiso para asistir al entierro de mi hijo? —preguntó Lucius con desdén.
—Tú no tienes hijo —Severus le soltó y dio un paso atrás—. ¿Acaso ya olvidaste que renegaste de él?
—No me interesa tu opinión. Además, éste es un sitio público —giró su mirada hacia mí y me quedé helado. Eran los mismos ojos grises de Draco, pero mientras en los de mi amigo siempre había calidez y amor, en estos no había nada, ni siquiera rencor o rabia, estaban vacíos, aterradoramente vacíos—. ¿Esa es mi nieta? —preguntó, extendiendo la mano.
Severus se interpuso entre él y nosotros, y le enfrentó una vez más.
—Tú no tienes nieta —masculló entre dientes—, la perdiste cuando rechazaste a tu hijo.
—No creas que me voy a quedar tranquilo —amenazó Lucius—. Esa niña es mi nieta, una verdadera Malfoy, la heredera de mi fortuna.
Yo estaba congelado; no podía hacer otra cosa que sostener a Esperanza contra mi pecho mientras observaba la pelea entre ellos dos y miraba atónito a Severus, que parecía estar transformado mientras defendía a su familia con uñas y dientes.
—Escúchame bien, porque no pienso repetirlo —su tono hubiera congelado el infierno—. No te acerques nunca más ni a Harry ni a mi hija, o te mataré.
—¿Es una amenaza?
—No —contestó antes de abrazarme y dar media vuelta—. Es una promesa.
Nos alejamos mientras yo me acurrucaba temblando dentro del abrazo de Sev. Y aún tiemblo. Lucius Malfoy es un hombre peligroso, y si le hiciera algo a Severus o a Esperanza, yo moriría.
—Vaya, Lucius Malfoy era realmente malvado —musitó Mark, poniendo en palabras el pensamiento de todos.
—En realidad el…
—No te esfuerces en disculparlo —Draco interrumpió a Harry, su hermoso rostro totalmente inexpresivo—. Las cosas son como son y no podemos cambiarlas. Puede que él haya sido mi bisabuelo genético pero Mark tiene razón, era un canalla —se quedó pensativo unos segundos durante los cuales nadie habló—. ¿Aún vive? —preguntó al final de sus reflexiones.
—No tenemos idea —contestó Harry, mirándole con comprensión—. Hace mucho tiempo que desapareció del mundo mágico.
—Hace más de veinte años —comenzó a explicar Severus con voz serena, utilizando ese tono protector y seguro que automáticamente tranquilizaba a todos —hizo unas inversiones fraudulentas y fue descubierto. Perdió su prestigio y prácticamente toda su fortuna; desde entonces no se ha vuelto a saber nada de él.
—Rodaron muchas especulaciones —intervino Ron—. Dijeron que se había suicidado, que había escapado al mundo muggle, que se había vuelto ermitaño y se había escondido en las montañas, pero nunca se supo nada de cierto.
—Y supongo que a nadie le importó demasiado averiguar, ¿no?
—La verdad, no —Severus habló nuevamente—. Al momento de desaparecer Lucius ya no tenía familia ni amigos, nadie a quien le importara lo que le pasara.
—Supongo que en esta vida todos cosechamos lo que sembramos —admitió Draco, con un lejano dejo de tristeza.
—Sí, supongo que sí —musitó Harry, tomando el diario y comenzando a leer una vez más.
Debo confesar que los primeros días tras el encuentro con Malfoy estuvimos bastante nerviosos. Fueron reforzadas las protecciones del castillo, buscando evitar cualquier posibilidad de que él las traspasara.
Asimismo, decidimos ejercer vigilancia constante sobre Esperanza, y como estábamos tan inquietos, incluso nos negamos a sacarla a los terrenos, poniendo como excusa que el tiempo era demasiado inclemente para una bebé tan pequeña, lo cual tampoco dejaba de ser cierto.
Sin embargo, con el paso de los días nos hemos ido relajando y ahora ya todo regresó a una peculiar cotidianeidad, pero sin que por ello hayamos bajado la guardia en absoluto.
Y digo peculiar porque con una bebé recién nacida las cosas son de todo menos cotidianas. No tienes idea del esfuerzo que significa criar un bebé. ¿Recuerdas el tiempo que me castigaron a limpiar baños y trofeos luego de mi escapada a ver a Sev? Pues eso no es nada en comparación.
Severus y yo nos pasamos el día y la noche entre pañales sucios y biberones; ¡es que la condenada cuando no está comiendo está cagando! Y el llanto; por Dios como llora, sus alaridos son aterradores. ¿Tienes idea de lo que es estar durmiendo calentito entre los brazos de Sev y que me despierten unos chillidos que parecen la sirena de una de esas ambulancias muggles en emergencia?
Los primeros días después de su nacimiento todas las mujeres del castillo, y algunas de fuera, se peleaban por ayudarnos. Mione, Molly, Ginny, Madame Pomfrey, hasta la profesora McGonagall, ayudaban con el baño, los teteros, los pañales, los gases. Si hasta en la noche siempre se la llevaba alguna de ellas para cuidarla.
Eso resultaba muy cómodo, para que nos vamos a engañar, pero no era justo ni correcto; ni para ellas, ni para Esperanza, ni para nosotros. Esperanza era nuestra y debíamos asumirla, queríamos asumirla. Así que espantamos a todas esas ‘viejas brujas’ como las llama Sev y quedamos a solas con nuestra bebé.
Pero debo confesarte algo: los hombres somos unos inútiles en lo que a bebés se refiere. ¿No me crees? Pues para que te des cuenta de que te digo la verdad, te voy a contar cómo resultó nuestro primer día realmente a solas con nuestra niña.
Severus y Harry se quedaron mirando fijamente la puerta por donde sus amigas acababan de salir diciendo: la quieren, pues es suya. Se miraron dudosos, y luego a su pequeña hija en brazos del maestro de Pociones.
—¿Crees que se molestaron? —preguntó Harry algo preocupado, mirando fijamente la puerta cerrada.
—Pues parece que un poco —Severus movió la cabeza con gesto resignado—. Pero no podíamos hacer otra cosa. Esperanza necesita figuras estables en su vida; nosotros somos sus padres, no puede seguir dando tumbos de una a otra persona —miró a su pareja y sonrió—. No te preocupes, entenderán.
El joven sonrió a su vez.
—¿Y ahora —preguntó, señalando al pequeño bulto en los brazos de Severus— qué hacemos?
—Bueno, creo que lo primero es cambiarla —sugirió, frunciendo la nariz con desagrado—. Huele, y no es precisamente a rosas.
¿Tienes idea de lo complicado que resulta cambiar el pañal de un bebé, sin magia? Y es que las mujeres nos convencieron que atender a la bebé al estilo muggle reforzaría el contacto con nosotros y sería de enormes beneficios para su desarrollo. Si me preguntas, creo que eso lo hicieron como parte de su venganza por quitársela. Pero en fin, te sigo contando lo del pañal.
Severus entró en el cuarto de esperanza con la niña en brazos y se dirigió a una mesita que habían adquirido para tener más comodidad para atenderla.
—¿Y ahora? —preguntó Harry, colocándose a su lado.
—Pues supongo que hay que quitarle el pañal sucio —empezó a desatar los pequeños enganches y abrió el pañal—. Demonios, esto huele asqueroso. ¿Cómo alguien que sólo come leche puede hacer ESTO?
El otro simplemente se tapó la nariz y tomó distancia prudencial.
>>A no, ni pienses que te vas a escapar de ésta —gruñó Severus mientras despojaba a Esperanza del apestoso pañal y se lo pasaba—. Toma.
—¿Y qué pretendes que haga con esto? —tomó el pañal con la punta de los dedos y arrugó la nariz—. ¿Y qué vas a hacer tú con ella?— preguntó, la mirada fija en el culito sucio.
—ESO, espero que lo botes —replicó—. Y en cuanto a esta niña preciosa y olorosa— le hizo cosquillas en la barriguita —, creo que sería bueno darle un baño. ¿Quieres preparar la bañera?
Mientras Severus alzaba en brazos a su hija, Harry sacó de un mueble anexo la pequeña bañera, y con un pase de varita la llenó de agua tibia. Luego se inclinó nuevamente y, mirando el repertorio de productos que allí había, preguntó:
—¿Cuál de todas estas cosas agrego al agua?
Severus le dio un leve vistazo y contestó, antes de seguir jugueteando con la bebé:
—Cualquiera sirve, elige tú.
Dado que no tenía idea de cuál era el mejor, decidió agregarle un poco de cada frasco. Pronto, la bañera estaba inundada de un multicolor surtido de burbujas.
—Está listo el baño.
—Señor Potter, ¿no le parece que exageró un poco? —se burló el mago mayor, mientras apartaba un gran cúmulo de burbujas y sumergía a Esperanza, quien de inmediato empezó a chapotear, contenta—. Ya, mi niña, ya, que nos vas a poner perdidos.
Ya supondrás como terminó el baño, los dos calados hasta los huesos y destilando agua.
—Vale, ahora toca ponerle el pañal —dijo Severus, luego que él y Harry habían echado un hechizo de limpieza sobre la habitación y sobre ellos mismos.
Te parece que es difícil quitar un pañal, pues ni te digo lo complicado que resulta ponerlo. Escucha.
Harry tomó un pañal desechable y lo abrió con cuidado.
—¿Esto va para arriba o para abajo? —preguntó, mostrándoselo a Severus.
—Para arriba —replicó el aludido, sin tener idea de cuál era la posición correcta, pero no lo iba a demostrar ante Harry ni estando demente. Una vez extendido el pañal sobre la mesa, colocó a Esperanza encima y se le quedó mirando, indeciso—. ¿Y ahora?
—Hermi me dijo una vez que hay que echarles crema —sugirió Harry, señalando un pote—. Para que no se les irrite el culito.
Severus le echó la crema y luego empezó el periplo para cerrarle el pañal. No te cuento porque es demasiado complicado para repetirlo; sólo diré que al terminar, más que un pañal, aquello parecía un paquete de regalo mal envuelto.
Y luego está la comida; ni veas la cantidad de veces que Severus y yo terminamos bañados de leche de bebé. Porque sabrás que mi nena es digna hija de Sev, estoy seguro que va a ser Slytherin. Uno le prepara un tetero perfecto, con la leche que le gusta, a la temperatura correcta. La toma en brazos, y ella sonríe y toma la tetina del biberón, y empieza a comer. Y claro, uno sonríe feliz porque la beba está comiendo, ¿no? Y una leche. Porque ella traga y traga, y en cuanto nos descuidamos, brurrrppp, bañados perdidos.
Pero sabes algo. No importa. Cuando sus hermosos ojitos me miran y su boquita sonríe feliz, yo olvido los pañales, los llantos, los buches de leche y las noches sin dormir. Lo olvido todo, y me inunda el amor por ella. Porque cada día la amo más, tenlo por seguro.
Simplemente, quisiera que ya tuviera quince años.
Harry bajó el diario y miró a su familia, resignado. Estaba seguro que ni un imperius podría lograr que dejaran de reír como desquiciados, así que, resignado, alzó nuevamente el diario y empezó a leer.
¿Alguna vez te he dicho que Sev es un hombre maravilloso? ¡Y es romántico! Ya, ya, sé que no me crees, es que hace un año ni yo lo hubiera creído, pero juro que es verdad. Y para muestra, aquí te dejo un botón. Escucha y decide por ti mismo.
Harry corría presuroso por los pasillos de las mazmorras, rumbo a sus habitaciones. Había estado estudiando con Ron y Hermione, mientras Severus cuidaba a Esperanza, pero ya llegaba la hora de dormir a su hija y ellos seguían hablando y hablando.
“Si hasta parecía que me retenían a propósito” pensó.
Llegó frente al cuadro que protegía su habitación y casi gritó la contraseña, antes de entrar como una tromba y encontrarse con … nada; sólo silencio y oscuridad.
Al principio, no pudo evitar asustarse. ¿Dónde estaban Severus y Esperanza? ¿Por qué no estaban allí, esperándole?
Se precipitó hacia su habitación, pero antes que pudiera entrar en pánico, descubrió que había algo sobre la cama, iluminado por una vela que flotaba justo encima.
Se acercó con cautela, todavía preocupado por dónde podrían estar su esposo y su hija. Sobre la cama se encontraba una túnica de gala espectacular, elaborada en seda de un color Burdeos, al lado un tulipán blanco, y flotando justo encima, una pequeña tarjeta.
Mucho más tranquilo al ver la flor, tomó la tarjeta con una sonrisa.
“Te espero junto al lago, ya sabes dónde.
Ponte la túnica, te vas a ver espectacular con ella.
Te amo
S.”
p.d: no te preocupes por Esperanza está con Remus y Bill.
Suspirando de alivio y de anhelo, tomó la flor, le lanzó un hechizo para que no se muriera, y la colocó en la mesita de noche al lado de su cama. Luego, corrió al baño.
Media hora más tarde, un sonriente y atractivo Harry salía por las puertas del castillo cubierto con la capa de invisibilidad —aún seguía siendo alumno, estaba en la hora de toque de queda y Filch… bueno, algunas cosas nunca cambiaban— y corría hacia el lago, al lugar que se había convertido en su sitio secreto, el que sólo Severus conocía.
Cuando llegó no podía creer lo que estaba viendo. Bajo el árbol en que se solía apoyar para ver el lago o hablar con su pareja, en ese momento se encontraba un hermoso mantel cubriendo el piso, y sobre éste, la más fina cubertería y los más exquisitos manjares. Dos velas flotantes irradiaban una luz ambarina, mostrando también dos enormes cojines.
—Los cojines son porque estamos muy bien vestidos para sentarnos en el piso —susurró una voz sobre su cuello, mientras unos fuertes brazos le abrazaban por detrás—, sin contar con que es demasiado duro para lo que tengo en mente —la boca susurrante se hundió en su cuello mientras Harry se arqueaba hacia atrás, reposando sobre el firme pecho. Luego de unos momentos, el joven se dio la vuelta entre los brazos del mayor y sus bocas se fundieron en un beso que lo daba y lo exigía todo, sin pausa ni clemencia.
>>Entonces, ¿te gustó la sorpresa? —preguntó Severus, cuando al fin se separaron para tomar aire.
—Me encantó —replicó con ojos brillantes—. Pero no entiendo ¿Por qué…?
—Bueno, digamos que esto era lo que tenía preparado para nuestra noche de bodas, pero como nos mandaron a la isla, no se pudo dar.
—¿Así que para nuestra noche de bodas? —musitó Harry, mientras se abrazaba más a Severus y frotaba sus caderas contra las de su pareja—. ¿Y lo de hoy viene con todo el paquete incluido? —preguntó con picardía.
—Absolutamente —Severus tomó con fuerza una vez más la boca hambrienta de su esposo. Besó, chupó, mordisqueó—. Llevamos unos días tan movidos con Esperanza que ya casi no tenemos tiempo para nosotros —el susurró ansioso murió en el cuello de Harry, mientras las caderas seguían frotándose una contra la otra y las ropas comenzaban a desaparecer a una velocidad asombrosa.
Harry rió dentro del beso de Severus.
—No sé para que me pediste que me pusiera esta túnica si me ibas a desvestir tan rápido.
—Luego la lucirás para mí —a ese punto ambos estaban sin camisa y Severus mordisqueaba los pezones de Harry, mientras sus manos manipulaban el cierre de su pantalón y lo bajaban, llevándose de paso su ropa interior—. No pensarás pasarte toda la noche en cueros —se retiró un poco y contempló el cuerpo ya desnudo de su pareja con una mirada llena de deseo y amor—. Aunque debo admitir que no me importaría en absoluto.
—Sólo si tú me imitas —replicó Harry, terminando de desnudar a su esposo.
A partir de ahí todo fueron caricias y jadeos, suspiros y besos, mientras dos cuerpos y dos corazones se estregaban a su amor una vez más.
—¿Soy yo o te brincaste unas cuantas cosas? —preguntó Ron, mirando a Harry, intrigado.
—Ya te dije que el abuelo se saltaba las partes escabrosas —le recordó Frank.
—¿Cómo que ‘escabrosas’? —se quejó Severus, mirando a su nieto con el ceño fruncido.
—Bueno, deben ser escabrosas porque si no las contarías —probó Frank con cara inocente.
—Buen intento —rió Harry—, pero te recuerdo que cuando ustedes van yo ya he vuelto, así que no me puedes engañar por más que lo intentes.
—¿Y estaba rica la comida, abuelito? No lo dijiste —preguntó Lisa con ingenuidad.
—No creo que se acuerde de eso… si es que acaso comió —se burló Mark.
—Más respetó a tu abuelo, jovencito —regañó Severus, mientras Harry se ponía rojo fuego.
—Ustedes dos realmente son imposibles —se rió Ron—. Tan parecidos a George y a Fred.
—Pero con la nariz Snape acotó Draco.
—Pero que bronca con lo de la ‘nariz Snape’ —se quejó Frank—. Nuestra nariz tiene mucha categoría, ¿verdad abuelo?
—Definitivamente —convino Severus.
—¿Y entonces? ¿Si recuerdas lo que comiste? —preguntó Draco, no resistiendo la tentación de avergonzar un poco a su abuelo, era muy divertido.
Enrojeciendo aún más furiosamente, Harry abrió el libro y empezó a leer. Sabía que lo que iba a decir cerraría la boca a todos, pero de la impresión.
No lo puedo creer. Por favor, dime que no es verdad, que estoy teniendo una pesadilla, que no secuestraron a mi Esperanza.
No había terminado de leer esas dos líneas cuando fue interrumpido por una salva de preguntas y maldiciones.
—¿Qué dijiste?
—¿Cómo que la secuestraron?
—Abuelito, ¿secuestraron a tía Esperanza?
—¿Demonios, qué pasó?
—¿Quién fue el maldito bastardo?
Y al final, un nombre exclamado por cuatro voces casi a un tiempo.
—¡LUCIUS MALFOY!
Última edición por alisevv el Mar Nov 10, 2015 6:21 pm, editado 4 veces | |
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