alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Retazos de vida. Capítulo 23 Miér Ene 19, 2011 8:53 am | |
| —Eso sí que fue un buen susto —comentó Frank.
—Sí, tío Richard y tía Esperanza pasaron un muy mal rato —agregó Mark.
—Sin contar a nosotros y el resto de la familia —terció Severus—. Fueron unos días difíciles.
—Aún así salió algo muy bueno de todo eso —bromeó Draco, levantando una ceja—. El abuelo Severus por fin aceptó a papá en la familia.
—Yo siempre quise a Richard, desde que era un mocoso impertinente — confesó el anciano con una sonrisa irónica—. Pero en aquel tiempo estaba reacio a aceptar a cualquiera, ninguno me parecía suficientemente digno de mi hija —su rostro se tornó serio antes de continuar—. El día de la operación de Esperanza, comprendí que Richard tal vez no fuera el más rico, el más guapo o el más inteligente —sonrió e ignoró el gesto de protesta de Draco—, pero amaba a mi niña y estaba seguro que la haría feliz.
—Te recuerdo que mi padre es muy inteligente —comentó Draco, entre indignado y divertido.
—Y guapo —agregó Lisa.
—De tres, uno —se burló Frank—. Buen promedio, abuelo.
—Pero deben reconocer que tío Richard carece del atractivo de la nariz Snape —rió Mark
Cuando se calmaron las risas producidas por los comentarios de los gemelos, Harry comentó con el rostro serio:
—Se que resulta divertido, pero quiero que reflexionen sobre lo que pasó —miró fijamente a sus nietos—. Aunque indudablemente un niño siempre es una bendición, hay que ser responsable a la hora de traerlos al mundo. Un bebé es una pequeña vida que necesita y merece lo mejor del mundo, y ustedes deben ser capaces de proporcionárselo. Los mayores vamos a estar ahí para apoyarlos siempre, pero van a ser su responsabilidad, no la nuestra.
Todos asintieron, pensando que esta vez, definitivamente deberían aprender de los errores de sus mayores para no cometerlos jamás.
—Bueno, yo he sacado una conclusión de todo esto —comentó Mark, que no pudo evitar bromear a costa de la situación. Cuando todos clavaron sus miradas en él, sonrió y agregó—; Cuando necesitemos una poción anticonceptiva, será mejor pedírsela al abuelo Severus.
Todos se echaron a reír nuevamente y Frank, imitando la voz de su tía Esperanza, comentó:
—Mi poción estaba bien. Era un tumor.
Mi niña se casó. Y aunque yo quiero mucho a Richard, y sé que van a ser muy felices, no puedo evitar sentir como si hubiera perdido a mi bebé para siempre. Y sé que Severus siente igual que yo.
Estaba tan hermosa que no lo creerías, con una túnica blanca entallada, con los puños de las mangas y el cuello fileteados con una cinta plateada que parecía haber sido hecha de plata pura. Parecía un ángel, nuestro pequeño ángel. Cuando Sev la vio vestida así observé su mirada, y estoy convencido que en ese momento estaba buscando desesperadamente la forma de deshacerse de Richard y encerrar a su pequeña en lo alto de una torre, donde nada ni nadie pudiera alcanzarla.
—Esperanza, ¿quieres quedarte quieta para que pueda terminar de arreglarte el cabello? —escucharon Harry y Severus al llegar frente a la puerta del cuarto de su hija para conducirla rumbo a su boda.
—Es que ese peinado no me gusta, está horrible —la parte de carácter Slytherin de su hija estaba poniendo a prueba la paciencia de su tía Hermione.
—Creo que mejor venimos más tarde —musitó Harry al oído de Severus, conocía demasiado bien ese tono en la voz de su hija.
—Definitivamente —aceptó Severus.
Cuando estaban dando la vuelta para alejarse lo más posible de la zona de conflicto, se abrió la puerta y apareció la cabeza de Molly, con el ceño fruncido.
—¿Adónde creen que van?
—Pues, como aún Esperanza no está lista —se excusó Severus—, pensamos que lo mejor sería regresar más tarde.
—Nada de eso, señores —Molly se plantó y apuntó a ambos con el índice—. Ustedes dos son los culpables de que Esperanza a veces sea tan… tan… tan Slytherin —escupió, como si eso fuera un delito—. Así que ahora van a entrar ahí y van a ver cómo le hacen para arreglar el humor de su hija.
Severus y Harry obedecieron al instante, seguros de que si no lo hacían, Molly sacaría su varita y la emprendería a maldiciones contra ellos.
—Papá Severus, papá Harry —en cuanto les vio, la chica salió corriendo y se lanzó a abrazarles, primero a Harry y luego a Severus, en cuyo pecho enterró la cabeza.
—Esperanza, el maquillaje —exclamó Hermione, que se veía como si fuera a hacer coro con Molly y maldecir a diestra y siniestra.
—A ver, pequeña, ¿qué ocurre? —preguntó Severus, mientras la apartaba de su pecho, y la miraba embelesado antes de guiarla hacia un diván cercano. Harry y él se sentaron, con Esperanza al medio, como hacían siempre que la muchacha tenía un conflicto.
—A ver, nena —musitó Harry, acariciando su mejilla—. ¿Qué pasa?
—Está horrible.
—¿Qué es lo que está horrible? —Severus levantó una ceja interrogante.
—Todo —gimió Esperanza—. Mi túnica, mi peinado, el maquillaje; me veo horrible.
Harry y Severus se miraron, extrañados. Su hija, la bruja más segura y coqueta del mundo mágico, quien decidió entrar en Gryffindor sólo porque le gustaba como le quedaba el rojo, ¿tenía una crisis de subestimación? Increíble.
—Cielo —musitó Harry—, pero si estás preciosa.
—No es cierto —negó la chica.
—A ver, ¿cuándo te he mentido?
—Siempre que no quieres que me sienta mal.
Ante la verdad del hecho, Harry sólo pudo enrojecer.
—Supongo que a mí no me acusarás de esa debilidad de carácter que tiene Harry con ustedes, ¿verdad? —preguntó Severus con gesto serio; al ver que la chica negaba, prosiguió—: Entonces, como queda claro que YO no te voy a mentir, te aseguro que estás preciosa y vas a deslumbrar en la boda.
Esperanza miró a Severus igual de seria y luego una ligera sonrisa comenzó a abrirse en sus labios.
—¿De verdad lo crees?
—Absolutamente —ratificó Severus—. Pero ahora ve a que tía Hermione te retoque el maquillaje y el peinado, a estas horas Richard debe estar pensando que te escapaste volando en una escoba.
Al ver que Esperanza se levantaba feliz e iba a terminar de arreglarse, Harry gruñó en voz baja.
—Mierda, ahora resulta que tú salvaste el día y yo soy un mentiroso.
Severus se echó a reír.
—Tienes que aceptarlo, es parte del encanto Snape.
El hermoso salón estaba profusamente iluminado cuando empezó la suave melodía que Esperanza y Richard había elegido como marcha nupcial; la radiante joven, asida a los brazos de sus dos padres, caminó con paso solemne hasta el altar, donde un muy nervioso y muy guapo pelirrojo la esperaba sonriente.
Al llegar a la altura del novio, Severus tomó la mano de su hija y la colocó en la mano tendida de Richard.
—Te estamos entregando a nuestra niña, nuestro preciado tesoro —musitó con voz seria—. Cuídala con tu vida y ámala tanto como la hemos amado nosotros.
—Lo prometo —musitó Richard con voz temblorosa por la emoción, alzando la mano de Esperanza y besándola entes de que ambos se giraban hacia el oficiante.
—Más te vale que lo cumplas —masculló Severus en voz baja, mientras se alejaban del altar— o te la verás con la punta de mi varita.
Harry se tuvo que morder los labios para no reír.
—¿De verdad habrías maldecido al tío Richard? —preguntó Frank con guasa.
—¿Si hubiera hecho daño a Esperanza? —Severus se incorporó del regazo de Harry y se acomodó en el sillón—. Sin dudarlo. Como maldeciría a cualquiera que atacara a Harry, o a cualquiera de mis hijos o yernos, Richard incluido —Severus miró a Draco, quien a su vez le miraba con una sonrisa irónica en los labios —o a cualquiera de mis nietos— miró a su familia con profundo amor—. Ustedes son lo más importante que tengo en la vida, les defendería con mi vida.
Con una sonrisa, Lisa hizo lo que todos querían hacer en ese momento: corrió a abrazar y besar a su abuelo.
—Y entregaron los dos a Esperanza en el altar —comentó Nicole, tan emocionada como el resto; sabía que ya formaba parte del círculo de amor de Severus y Harry—. ¿Eso no es muy tradicional, verdad?
—Pero definitivamente, era muy necesario —se rió Harry—. Si hubiéramos tenido que decidir cuál de los dos llevaría a Esperanza al altar, hubiera habido una pelea que ríete tú de la de Víktor.
Todos rieron y Harry continuó leyendo.
La ceremonia estuvo preciosa y la fiesta genial, pese a que Sev se quejaba de que esa música moderna era una locura y por eso todos los jóvenes estaban desquiciados. A diferencia de lo que marcaba la tradición, Esperanza y Richard se quedaron hasta el final de la fiesta; ¿la razón? Estaban esperando a que todos los invitados se fueran para hacer algo muy importante.
Como la gente parecía reacia a irse, los gemelos diabólicos —con la ayuda de Severus, Bill y Remus— pusieron en marcha un plan de evacuación instantánea. El cantante del grupo de rock que amenizaba se quedó sin voz y las cuerdas de las guitarras eléctricas y el cuero de la batería se rompieron —algo que Sev disfrutó extraordinariamente—. La luz de velas y antorchas bajo hasta casi extinguirse, y las bebidas que disfrutaban los invitados comenzaron a tener un fuerte gusto a picante.
La gente empezó a despedirse musitando cosas como que ese grupo debía ser una imitación de los verdaderos, que los dueños de casa deberían comprar mejor madera para la iluminación, o que los últimos tragos tenían un gusto raro aunque igualmente delicioso —con esto los gemelos decidieron patentar el picante que habían agregado a la bebida—.
Al final, sólo quedamos el clan Weasley y el clan Snape-Potter, todos muertos de la risa, debo decir. Entonces nos pusimos en camino para conceder a Esperanza un deseo que albergaba en lo profundo de su corazón.
Tengan cuidado, el camino está muy resbaloso —aconsejó Remus, que junto con Severus, Harry y Bill, encabezaban la marcha iluminando la oscuridad con sus varitas.
—Parece que hoy estuvo lloviendo —comentó Molly, intentando evitar que el barro del camino ensuciara su túnica.
—Esto está definitivamente tenebroso —dijo Hermione, mientras iluminaba las tumbas de alrededor—. La luz de las varitas es insuficiente, podríamos haber traído unas lámparas.
—¿No me irás a decir que tienes miedo, tía Hermione? —rió Nathan, que caminaba junto a Evan, tratando de idear alguna travesura—. Tú que estudiaste en un castillo lleno de fantasmas. Te estás volviendo vieja.
—Respeta a tu tía, jovencito —le advirtió Severus, apenas conteniendo la risa—, y pídele disculpas por llamarla vieja.
—Lo siento, tía Hermione —se disculpó, aunque por su sonrisa era evidente que no lo sentía en absoluto.
—No hay problema, ENANO —rió ella, sabiendo cuánto molestaba al niño que le llamara así.
—Auch, me pisaste —exclamó Adam, interrumpiendo la posible respuesta de Nathan y mirando molesto a la adolescente que caminaba a su lado.
—Si caminaras como manda Dios, no lo hubiera hecho —replicó Maria con displicencia.
—Y si tú caminaras más lejos, tampoco.
—Niños, basta ya —cortó Molly, que sabía que cuando esos dos empezaban así, las trifulcas que seguían eran apoteósicas.
—¿Y no habrá vampiros? —preguntó Vincent, con la precaución natural de los licántropos ante esos seres.
—En Hogsmeade no hay vampiros —le tranquilizó Rermus.
—¿Quieres recordarme por qué les invitamos? —preguntó Esperanza, mirando alrededor y apoyándose en su ahora esposo.
—De hecho, se invitaron solos —Richard rió, susurrando—. Al parecer, tuvieron la absurda idea de que nos gustaría que nos acompañaran.
Mientras ambos reían por lo bajo, se escuchó de nuevo la voz de Remus.
—Ya llegamos.
Mientras los mayores enfocaban con sus varitas para obtener algo de luz, Esperanza, ayudada por Richard, se acercó a las dos tumbas prolija y amorosamente cuidadas.
Ambos se agacharon y Esperanza alargó la mano, acariciando la piedra fría.
—Hola, papá Draco. Hola, papá Blaise —saludó con cariño, un amor que con la ayuda de Harry y Severus había ido creciendo y fortaleciéndose a lo largo de los años—. Me acabo de casar. Un Weasley; lo siento, papá Draco. Pero, sé que si vivieras, tú lo aprobarías con todo el corazón porque es el mejor hombre del mundo.
>>Soy tan feliz —la suave mano se detuvo sobre el nombre grabado, Draco Malfoy—. Gracias, papá. Gracias por sacrificarte y permitirme vivir una vida en la que soy tan feliz —miró a Harry y a Severus—. Y gracias por darme los padres que me diste. Les prometo, a ustedes y a ellos, que voy a hacer todo lo posible para que siempre estén orgullosos de mí —tomó el bouquet de novia que le entregó Hermione y lo puso entre ambas tumbas, mientras varias lágrimas rodaban por sus mejillas—. Les amo mucho —acarició una vez más los nombres de sus padres y se levantó, siendo cobijada de inmediato por los cálidos brazos de su esposo, mientras un soplo de brisa llegó a caldear todos los corazones. Un par de ángeles les daban su bendición
—¡Qué hermoso! —murmuró Nicole, mientras apretaba la mano de Draco.
—Sí —musitó el rubio, abrazando a su novia fuertemente contra él y enterrando la cabeza en el hueco de su cuello, en lo que él mismo hubiera llamado un inusitado despliegue de sentimentalismo—. Siempre que mamá lo cuenta se me hace un nudo de emoción en el pecho.
Mientras todos los demás guardaban un respetuoso silencio, Harry se secó disimuladamente una lágrima traidora que resbalaba por su rostro y comenzó a leer nuevamente.
Ya llegó Navidad y aquí estamos de nuevo, en la Mansión de Escocia. Este año ha sido particularmente frío. Estoy sentado en el estudio y a través del ventanal veo a mi tropa en medio de una estruendosa guerra de bolas de nieve, a la que no asisto porque estoy con un catarro monumental.
Severus tuvo que viajar unos de días a Ucrania y ni te digo cuanto le extraño. A pesar que la casa está llena de gente que amo, se ve tan vacía sin él. Menos mal que regresa mañana.
Ayer me envió una lechuza y casi me parto de la risa con lo que me contó. Definitivamente, la vida es justa. ¿Recuerdas a Víktor, el imbécil por el cual Sev y yo tuvimos aquella pelea tan terrible? Resulta que, por una apuesta o algo así, enamoró a una muggle de su tierra y la embarazó.
El muy ingenuo creía que como era muggle se iba a zafar del asunto sin problema, pero parece que el padre y los tres hermanos de la chica en cuestión son boxeadores, así que ya te imaginarás cuán fácil les resultó convencerlo de las bondades de la vida de casado.
Lo más divertido de todo es que al parecer ella es muy celosa y tiene un genio de los mil demonios… y también boxea, así que parece que tiene al hombre como pera de boxeo, y además de trabajar, le toca limpiar la casa y hacer la comida para ‘su señora’. Lo dicho, la vida es de una justicia que conmueve.
Vincent empezó este año en Hogwarts y entró en Gryffindor. Ni veas lo orgullosos que están Remus y Bill, si parecen dos pavos reales. Me alegro, se merecen la felicidad que les da Vincent, quien este primer trimestre ha demostrado ser un muchacho muy juicioso y estudioso.
Nathan está ‘un tanto’ más calmado, especialmente gracias a sus ‘charlas’ con Severus; es decir, Sev gruñe y grita, y Nathan jura que no lo va a volver a hacer. Sin embargo, sigo pensando que si no fuera por Josua Jonnansen, el Director de su escuela, no se graduaría ni de músico de feria.
Adam sigue responsable y estudioso, pero resulta que ahora se ha convertido en el galán de la escuela; al parecer, a las chicas les fascina su aire circunspecto y su estilo. Y él, que será serio pero de tonto nada, se deja querer.
Y vaya que se deja querer. Desde que empezaron las vacaciones, todos los días llegan tres o cuatro lechuzas diferentes con cartas y regalitos. ¡Y el muy condenado las contesta todas! Se ha puesto a trabajar media jornada en las tiendas del pueblo sólo para tener dinero para enviar regalitos. Remus se burla de Sev diciendo que el comportamiento de Adam es igualito al de Sirius en la adolescencia. Para qué decirte la que se arma cada vez que Remus dice eso.
Esperanza y Richard están muy contentos. Justo antes de empezar las vacaciones hicieron la primera, y única, cena formal en su casa, aprovechando que los chicos aún estaban en la escuela, porque no había espacio para alojar a la tropa en su minúsculo apartamento.
De hecho, sólo nos invitaron a Sev y a mí; a Ron, Hermione y Molly; y a Remus y Bill. Y nos hicieron jurar que no íbamos a comentarle de esto a nadie más, que nuestra familia es muy susceptible para ciertas cosas. Tienen un lugar muy lindo, y aunque es pequeño, para sus necesidades es más que suficiente. Entre los dos cocinaron una comida riquísima —cuando ninguno freía ni un miserable huevo siendo solteros— sacaron unas botellas de vino que sobraron de la boda y nos trataron como príncipes.
Nosotros les llevamos algunas cosas que pensamos les iban a ser de utilidad en su nueva vida. Molly les llevó varios juegos de lencería y un par de edredones; Remus y Bill les regalaron un equipo de televisión y sonido muggle, ya que su apartamento queda en una zona muggle de la ciudad; Ron y Hermione les compraron una enciclopedia de medicina y otra de pociones, algo con lo que ambos soñaban pero no tenían suficiente dinero para comprar; y yo convencí a Severus de las ventajas de la tecnología muggle, y aunque un poco a regañadientes, aceptó que les regaláramos una computadora con conexión a Internet.
Ahora te dejo, que acaba de llegar una lechuza con otro mensaje de Sev y un paquetito. ¿Qué será? ¡Merlín, cuanto amo a ese hombre!
—¿Y que tenía el paquetito que te había enviado mi amoroso abuelo —se burló Mark—. Digo, si todavía te acuerdas
—Cómo repitas lo de ‘amoroso’ te voy a enseñar lo que significa meterse con tus mayores —advirtió Severus, mirándole con seriedad, aunque en sus ojos brillaba una chispa de diversión.
—Por supuesto que me acuerdo. Eran dos entradas para una obra de teatro que yo tenía muchas ganas de ver y una invitación formal —sonrió, mientras Severus se acostaba nuevamente y acomodaba su cabeza sobre su regazo. Harry le miró de inmediato—. ¿Te sientes mal? ¿Estás muy cansado?
—Para nada, sólo extrañaba tu contacto —musitó, lo suficientemente bajo como para que sólo pudiera ser oído por su pareja.
—¿Y se fijaron lo galán que era papá? —la voz de Frank les sacó del mundo privado al que habían escapado por unos segundos.
—No tienes idea —se rió Harry.
—Desde entonces y hasta que terminó la escuela, todas las vacaciones trabajó a medio tiempo para pagar los regalos que enviaba a sus admiradoras —explicó Severus.
—Abuelo —Fran miró a Severus con aire burlón—. ¿Parece que papá de veras se comportaba como tío Sirius, no?
Mientras Severus le arrojaba un cojín a su nieto y todos se partían de la risa, Harry tomó el diario una vez más.
Vale, soy un ingrato al no haber vuelto a escribirte en más de un año, pero entre el hospital, el orfanato y la casa no tengo tiempo para nada.
Sin embargo, hoy sentí necesidad de hablar contigo, digamos que te extrañaba.
Este año ha sido bueno para todos. Los estudios de Severus sobre la droga contra el cáncer han avanzado mucho, y al laboratorio le ha ido extremadamente bien con la venta de las otras pociones, tanto que han comenzado un programa para ofrecer drogas gratuitamente a todos aquellos que no pueden proveerse de las mismas. Es un programa donde han involucrado a los Ministerios de Inglaterra, Alemania y Ucrania, y están tratando de incluir a los del resto de Europa, especialmente para los casos de pociones demasiado costosas.
Los chicos están bien. Adam con sus mismas ínfulas de galán pero sacando muy buenas notas, Nathan un poco más sensato, y además del violín ahora también está aprendiendo a tocar el fagot, y Esperanza y Richard están estudiando a full —no tienen tiempo ni para respirar— pero están muy contentos. Los amigos también están bien. Para el aniversario de bodas de Remus y Bill, entre todos les regalamos un recorrido en el Expreso de Oriente, un tren muy famoso donde se desarrolla una de las novelas más conocidas de Agatha Christie, una autora muggle que a Bill le encanta.
El Expreso fue remodelado en Rusia para emular el encanto y elegancia que tenía cuando se construyó en Suiza en mil ochocientos ochenta y tres, y aunque ya no recorre la ruta original entre Francia y Turquía, se utiliza como tren turístico entre Moscú y Pekín.
Severus y yo fuimos a despedirles —una gran ventaja mágica esa de poder aparecernos donde nos apetezca— y nos invitaron a dar un vistazo al tren antes de partir. Es fabuloso. Desde los sofás de terciopelo a las puertas de caoba, desde el salón de música a la tienda de lujo o la biblioteca, de los desayunos servidos en la cama a la impecable atención, todo allí respira glamur y elegancia. Y Rem y Bill la pasaron tan bien que estoy decidido a raptar a Sev y llevarlo a hacer un viaje parecido en nuestro próximo aniversario.
Y hablando de nuestro aniversario, éste fue… ufff. Severus y yo llevábamos cuatro días de locos. Resulta que el veintiocho de Diciembre se presentó una epidemia de una enfermedad que se creía totalmente erradicada del mundo mágico.
Es una variedad extremadamente virulenta de gripe mágica que sólo afecta a niños y es muy contagiosa, y si no es tratada a tiempo, mortal. El primer caso llegó al hospital el día veintiocho a las seis de la tarde.
En cuanto ingresó el primer niño, las autoridades del hospital convocaron a una reunión de emergencia con los medimagos y especialistas en pociones del país. Al parecer, la poción que se utilizaba para contrarrestar la enfermedad había sido descartada hacía años y había que tomar las provisiones necesarias de inmediato.
En la reunión se tomaron todas las decisiones tendientes a manejar la situación. Por suerte, tanto Severus como otros especialistas en Pociones precavidos, tenían en sus almacenes algunas dosis, que servirían para soportar las primeras horas, pero debían ponerse de inmediato a elaborar más suministros. Los medimagos, por otro lado, deberíamos administrar sabiamente la cantidad de poción de que disponíamos y aplicar medidas para bajar la fiebre y evitar los espasmos, principales efectos de la enfermedad.
Para cuando salimos de la reunión a las diez de la noche, ya había veinte niños ingresados, y a las seis de la mañana del siguiente día, la cifra había aumentado a ochenta y cinco.
Fue la locura; cuatro días luchando como desesperados para salvar a los niños. Al fin, en la madrugada del primero de Enero, la enfermedad pudo ser controlada totalmente, sin ningún deceso, gracias a Dios. Sev regresó a Escocia, pero yo tuve que quedarme en el hospital para controlar a los niños que todavía seguían en estado crítico. No fue sino hasta las siete de la noche, cuando pude liberarme y regresar a casa.
Era tarde, pero aún tenía unas horas para disfrutar de mi aniversario con Severus; veinte años ya, quién lo diría. Me paré en una tienda muggle, compré una botella del vino que más le gusta a Sev —una cosecha que me costó un ojo de la cara— y me aparecí en las puertas de la Mansión.
Aunque todo estaba iluminado cuando llegué, la casa estaba extrañamente silenciosa. Y Cuando tomé el pomo de la puerta para abrir, sentí una brusca jalada por el ombligo.
Cuando recuperé la conciencia de lo que pasaba, me encontré sentado en una silla, con los ojos cubiertos por una venda y sin poder moverme.
—Pero qué demonios —gruñó Harry, tratando de liberarse de sus ataduras mágicas. No sentía ningún temor. Hacía años que los mortífagos habían sido controlados y la mansión tenía fuertes protecciones, así que era más que improbable que hubiera sido un secuestro. Lo más probable es que fuera una estúpida broma.
—Fred, George, estoy muy cansado, es mi aniversario y añoro ver a Severus. De verdad que no estoy para juegos.
—¿Quién dijo que era un juego, señor Potter? —musitó en su oído una voz que envió escalofríos a lo largo de su columna vertebral.
—¿Sev?
—Profesor Snape para usted, jovencito —musitó la voz roncamente sensual, mientras una lengua ardiente lamía su oreja.
—Severus, ¿qué haces? —Harry se estremeció cuando unos dientes mordisquearon su lóbulo suavemente.
—¿Cómo me llamó? —los dientes mordieron con un poco mas de fuerza.
—Pro… profesor Snape.
—Así está mucho mejor —la lengua dejó una húmeda estela de calor mientras bajaba por su nuca, hasta que los labios se posaron en el dulce cobijo entre el cuello y el hombro.
—Sev… —un mordisco un tanto fuerte le detuvo y rectificó— …Profesor Snape —su susurro parecía un jadeo—, ¿por qué no me suelta y me permite participar en la diversión?
—¿Acaso no se está divirtiendo, señor Potter? —una mano experta empezó a desabotonar su túnica.
—Sí, profesor, pero me gustaría participar un poco más —Harry estaba terriblemente excitado.
—Me parece que todavía no va a ser posible —los hábiles dedos terminaron con los botones de la túnica, que desapareció con un movimiento de varita de Severus—. Aunque, pensándolo bien —la boca del maestro de Pociones ya besaba la comisura de los labios de su pareja— me parece que puede mover su boca libremente.
Su boca se hundió avasallante en esa otra boca que le recibía, ansiosa por participar en el juego. Sus manos febriles desabotonaron la camisa de Harry, dejando al descubierto el fuerte pecho y los oscuros pezones. Abandonando los labios de su pareja, la boca de Severus se cerró sobre uno de esos puntos, a estas alturas completamente endurecido, mientras la mano pellizcaba a su gemelo, y Harry sólo podía gemir sin parar.
—¡Merlín, Sev, libérame ya!
El mago rió sobre su pecho, aumentando la excitación del más joven, y luego de quitarle la camisa, dejó que sus manos resbalaran por los costados del cautivo, rodaran hasta el plano estómago, y siguieran su camino hasta posarse sobre la fuerte erección que ya era más que evidente.
Con una mano masajeó sensualmente sobre la tela mientras con la otra empezaba a desabotonar el pantalón. El sonido de la cremallera al bajar, no sólo envió oleadas de excitación a Harry, sino también a su propia ingle.
Severus abandonó sus caricias y bajó hasta los pies de Harry, dejando penitente a un hombre cuyos sentidos estaban aún más exacerbados al no poder ver lo que estaba haciendo su pareja.
—Sev, por favor —la voz de Harry era una súplica agónica.
—Un momento más, amor —musitó el hombre, empezando a desabotonar sus zapatos lenta, muy lentamente.
Cuando terminó con los zapatos y las medias, volvió a besar a Harry con pasión, mientras de un tirón le quitaba los pantalones y los boxer, dejando al descubierto una deseosa erección.
>>Parece que, a diferencia del resto de tu cuerpo, tu erección tiene vida propia —le dio un pequeño beso en la rosada punta y se alejó. Harry sintió la súbita pérdida de calor y emitió un gruñido de protesta.
>>Tranquilo —musitó Severus, mientras con un nuevo hechizo despojaba a Harry de la venda. Después, parado muy cerca de su pareja, empezó a quitarse la ropa.
Harry empezó a gemir; tener a Severus tan cerca, desnudándose, y no poder besarlo ni tocarlo era una verdadera tortura.
—Sevvv…
—Sólo un poco más, cariño.
Severus terminó de desnudarse con rapidez, pues él también estaba dolorosamente excitado. Convocó un cómodo sillón y lo colocó frente a Harry. Luego tomó a su chico y lo sentó sobre su regazo. Mientras con una mano acariciaba todo su cuerpo, la otra recibía un pequeño frasco que acababa de convocar.
Girando a su esposo lo suficiente como para tener acceso a sus deliciosas nalgas y el cálido abismo que protegían, empezó a prepararlo amorosamente.
—Sev —musitó Harry entre gemidos—. Si estoy completamente paralizado, ¿cómo es posible que sienta todo lo que —un nuevo jadeo incontrolable— me haces y esté excitado?
—Eso es algo que, si te portas bien —besó ardientemente a su hombre— quizás algún día te rebele.
Harry intentó fruncir el ceño pero no le fue posible, los dedos de Severus no le daban tregua.
—Sev, por favor, de veras que ya no aguanto —rogó lastimeramente—. Quítame el hechizo.
—Un segundo más, falta lo último.
Mientras le volvía a besar y las lenguas de ambos se acariciaban, Severus sacó sus dedos, colocó a Harry sobre su regazo con una pierna a cada lado, y lentamente le dejó caer sobre su endurecida masculinidad.
Harry emitió un gemido de satisfacción al sentirse repentinamente lleno y Severus jadeó de excitación, antes de pronunciar unas suaves palabras.
—Ya estás libre.
Era todo lo que necesitaba Harry para actuar. Abrazó el cuello de Severus, inclinándose sobre su pecho, y se alzó hasta que Severus estuvo casi completamente fuera de él, antes de dejarse caer nuevamente con un suspiro de satisfacción. A partir de ahí todo fue una rápida vorágine de embestidas y jadeos, hasta que poco tiempo después, Harry se venía en la mano y el abdomen de Severus, y éste en el cálido nido de su amante.
Cuando al fin pudieron recuperar el aliento, estando todavía en el interior de su esposo, Severus musitó:
—Feliz aniversario, Harry.
—Definitivamente feliz, amor
Te puedo asegurar que fue un aniversario realmente excelente.
—No, abuelo, ahora sí tienes que aclarar —reclamó Frank—. Explícanos como pasaste de estar atado en una silla a Te puedo asegurar que fue un aniversario realmente excelente.
Esta vez, no sólo Harry se ruborizó furiosamente, sino también Severus.
—Bueno, tienes que entender que veinte años de casados no se celebran todos los digas —comentó su gemelo—. Aunque después de tantos años no creo que haya sido tan divertido.
—No sé —argumentó Frank—. Recuerda que el abuelo Harry estaba atado a una silla. ¿Perversiones a esas alturas, abuelitos?
Esta vez fueron dos almohadones los que volaron hacia los gemelos, que impactaron con muy buena puntería.
—Si en algo valoran su integridad física, les sugiero que cierren el pico —aconsejó Draco.
—¿Qué son perversiones, abuelito? —preguntó Lisa con ingenuidad, mirando a Harry.
—Miren lo que consiguieron —gruñó Severus.
—No es nada, mi niña, tonterías de los gemelos —contestó Harry.
—¿Y por qué estabas atado?
—Por nada, es sólo que el abuelo Severus quería darme una sorpresa —miró a los gemelos con cara de ‘si dicen amén, les juro que les mando un cruciatus’ y los chicos, muy sensatamente, mantuvieron su bocota cerrada.
—¿Y qué pasó con la enfermedad? —preguntó Nicole, quien estaba algo turbada por las bromas de los gemelos y prefería cambiar de tema—. ¿Por qué se desarrolló tan repentinamente?
—Al parecer, el germen había estado latente por años y reventó de repente, nunca se supo porqué —explicó Harry, quien también estaba aliviado por el giro de la conversación—. Los investigadores se pusieron a trabajar aceleradamente y pronto estuvo lista una vacuna más resistente y efectiva.
—¿Tú la hiciste, abuelito? —preguntó Lisa, mirando a Severus con orgullo.
—Yo solo no, hijita —contestó Severus—. Se formó un gran grupo de investigación y trabajamos en conjunto, fue una labor de todos por el bien de nuestros niños. Trabajamos ad honoren con la condición de que el Ministerio suministrara los ingredientes para que la vacuna pudiera ser administrada en forma gratuita a toda la población infantil. Como habíamos dado la voz de alarma, todos los países enviaron expertos para ayudar en la investigación y los respectivos Ministerios de Magia también se comprometieron a distribuir la vacuna entre sus niños, sin costo alguno. Fue una de las cosas más hermosas en que he participado.
—Bueno, creo que es hora de que nos vayamos a cenar y a dormir, Severus está cansado —decidió Harry, observando a su esposo.
—No, abuelito, sólo un poquito más —suplicó Lisa.
Los demás nietos se unieron a la súplica y Harry cedió al fin.
—Vale, voy a leer el próximo fragmento porque es pequeño, pero después de eso todo el mundo va a ir a cenar y a dormir, ¿entendido? —ante la afirmación unánime, Harry abrió el diario.
No lo vas a creer. De hecho, ni yo lo puedo creer. Llevaba varios días sintiéndome mal, con náuseas y mareos, así que Severus insistió en que fuera a ver a William, que a estas alturas ya sólo con ser internista de nuestra gran familia podría ganarse la vida.
—Vaya, miren a quien nos trajo tormenta —saludó el medimago, levantándose de su escritorio para saludar a Harry y Severus con una sonrisa—. ¿Qué les trae por aquí?
—Es Harry —contestó Severus, mientras ambos se sentaban ante el escritorio de William—. No se ha sentido bien en estos días.
—¡Qué sientes? —preguntó, mirando al enfermo, esta vez con aire profesional.
—He estado vomitando mucho y toda la comida me repugna, vivo con el estómago revuelto.
—¿Tú has sentido lo mismo? —preguntó, mirando a Severus. Al ver que éste alzaba una ceja con extrañeza, explicó—: Lo digo porque en los otros embarazos de Harry tú sentiste los síntomas.
—¿Embarazo? —musitó Harry, conteniendo el aliento—. No, no, no, ni siquiera pienses que estoy embarazado. Estoy demasiado viejo para eso.
—Estamos —coreó Severus, a quien la idea de empezar de nuevo con pañales y biberones, definitivamente le aterraba.
—Bueno, eso es algo que podemos comprobar fácilmente.
Y lo comprobó. Estoy absoluta y completamente embarazado.
No te voy a negar que al principio la noticia nos afectó. Yo tengo treinta y siete años y Sev cincuenta y siete, estamos demasiado grandes para tener un bebé. Sin embargo, cuando logramos digerir la bomba, comprendimos que es nuestro bebé y vamos a adorarlo igual que lo hicimos con los otros tres. Ahora estamos planificando cómo darles la noticia al resto de la familia; los gemelos van a burlarse de nosotros hasta Navidad. En fin, ya te contaré cómo lo tomaron.
Harry cerró el diario y miró a sus nietos.
—Bueno, chicos, a cenar.
—¿Qué? —exclamó Mark, frunciendo el ceño—. No nos puedes dejar así, ni hablar.
Al ver que las protestas empezaban a desplegarse, alzó una mano.
—Ustedes aceptaron mi propuesta, ahora no pueden desdecirse. Además, su abuelo está realmente cansado.
Todos miraron a Severus y se dieron cuenta que Harry tenía razón.
—Hemos estado abusando de la salud del abuelo —dijo Draco.
—No, yo estoy bien —protestó Severus— y apenas son las siete.
—Por supuesto que estás bien, pero debes descansar —le regañó Harry—. Además, aunque el día ha sido especialmente cálido, está empezando a refrescar.
—Pero quizás la cena aún no esté lista, son sólo la siete —siguió protestando el hombre—. Y no quiero acostarme tan pronto.
—¿Y si yo te acompaño y te leo ciertos pasajes? —musitó Harry sugerente, bajando la voz para que sólo su pareja pudiera oír y levantando el diario.
Los ojos de Severus se iluminaron y se levantó con presteza.
—Creo que tienes razón, ya está empezando a serenar —comentó, tomando la mano de Harry y encaminándose hacia la casa.
—¿Qué demonios le diría el abuelo para que cambiara de opinión tan rápido? —preguntó Frank, extrañado al ver que Severus casi corría.
—Mejor ni preguntes —se rió su gemelo, yendo también hacia la casa—. Mejor ni preguntes.
Última edición por alisevv el Dom Ene 31, 2016 6:57 pm, editado 1 vez | |
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