alisevv
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| Tema: Retazos de Vida. Capítulo 11 Vie Mar 05, 2010 4:39 pm | |
| Los adultos no pudieron evitar una ligera sonrisa al escuchar las exclamaciones de los nietos.
—Es inevitable, Lucius siempre fue el sospechoso habitual— se burló Ron.
—¿Qué quieres decir, abuelo?— pregunto Draco.
—Deja que Harry continúe y lo sabrás— una enigmática sonrisa asomó al rostro del anciano pelirrojo, mientras Harry tomaba el diario y se disponía a continuar.
Nosotros que pensábamos que tras las murallas de éste castillo íbamos a estar protegidos y ya ves, se la llevaron de nuestra propia habitación. Seguro que fueron Nott, Crabbe, Goyle, y quién sabe quienes más. Ellos amenazaron a Draco. Y tuvieron que ser estudiantes, es muy improbable que haya sido un profesor y nadie del exterior pudo haber traspasado las protecciones. Los muy malditos, estamos rodeados de víboras.
Y pensar que todo amaneció tan tranquilo y yo estaba tan contento. Hace una semana, me enviaron una lechuza del Departamento de Medimagia de la Universidad de Estudios Mágicos de Oxford, aceptando, en primera instancia, mi solicitud para inscribirme en la carrera en el próximo año académico, y dándome cita para hoy a media tarde para presentar el examen de pre-inscripción obligatorio para ser admitido como estudiante regular.
Llevaba días esperando la notificación y, con la ayuda de madame Pomfrey y de Severus, me había preparado a conciencia para poder aprobar, así que no tenía ningún temor. Mientras yo estaba en Oxford, Severus recibió una misiva urgente del Ministerio de Magia, donde le pedían que se presentara de inmediato a solucionar un problema con un papeleo que tenía que ver con la escuela, por lo que dejó a Esperanza a cargo de Remus y Bill.
Después de resolver sus asuntos en el Ministerio, o mejor dicho, perder su tiempo porque al final nadie supo explicarle para qué o quién le había citado, Severus decidió reunirse conmigo en la Universidad, y de allí nos fuimos a tomar una cerveza en Las Tres Escobas para celebrar que yo estaba seguro de haber aprobado el examen. Y cuando llegamos a Hogwarts nos encontramos el desastre. Escucha y verás:
Severus y Harry se aparecieron en los terrenos y se encaminaron al castillo, tomados de la mano, disfrutando el clima que, a inicios de la primavera, empezaba a ser mucho más benigno. Cuando traspasaron las puertas de entrada, unos muy agitados Ron y Hermione acudieron a su encuentro.
—Al fin llegan —fue el saludo del pelirrojo cuando estuvieron parados frente a ellos—. Llamamos al Ministerio y a la Universidad, pero dijeron que ya habían salido.
—¿Qué ocurrió? —inquirió Harry al notar la cara de preocupación de la pareja.
Al ver que ninguno de los dos se animaba a contestar, Severus frunció el ceño y repitió la pregunta de su esposo, esta vez con más énfasis.
—¿Qué ocurrió? —fijó sus fieros ojos en los muchachos—. Demonios, hablen de una vez.
—Esperanza desapareció —musitó Hermione casi sin voz.
—¿Cómo que desapareció? ¿Qué quieres decir? —estalló Harry, sintiendo como un puño de plomo apretaba su corazón.
—Se la llevaron, no se sabe quién —explicó Ron.
—¿Y Lupin y tu hermano? Se suponía que la estaban cuidando —los negros ojos estaban aún más oscuros por la preocupación.
—En la enfermería. Ellos…
Sin detenerse a escuchar el resto de la explicación de Ron, Severus y Harry dieron media vuelta y corrieron con dirección a la enfermería. Llegaron sin aliento, e irrumpieron cual tromba en la sala de hospitalización. Miraron en derredor y en seguida identificaron su objetivo, una cama al fondo del amplio recinto.
—Lupin, Weasley —espetó Severus por todo saludo, observando a Remus que se inclinaba sobre su pareja, quien se encontraba acostado en la cama todavía muy pálido—. ¿Qué demonios pasó con mi hija?
—Raptaron a la niña —explicó Remus, con el rostro profundamente serio.
—¿Y ustedes no pudieron hacer una mierda para evitarlo? —gritó Severus, completamente alterado.
—¿Por qué demonios crees que Bill está herido? —replicó el otro en el mismo tono.
—Tranquilícense —pidió Harry haciendo un gran esfuerzo, si permitía que esos dos siguieran discutiendo podrían decirse cosas irreparables, y lo que era peor, con eso no iban a lograr saber el paradero de Esperanza—. Por favor, Remus, ¿quieres contarnos lo que sucedió?
Bill presionó suavemente la mano de su pareja, quien respiró profundamente en un intento por tranquilizarse.
—Yo tuve que ir a mi clase, y cómo Bill tenía la hora libre, se quedó cuidando a Esperanza —comenzó a explicar, sentándose en el borde de la cama del herido—. Cuando regresé una hora más tarde, le encontré tirado en el piso, desmayado. Esperanza no estaba por ninguna parte.
—Entraron cuatro Mortífagos —continuó explicando el pelirrojo—. Con túnicas negras y capuchas, como siempre. Mientras tres de ellos se enfrentaban a mí, el cuarto tomó a Esperanza y salió —hizo una breve pausa intentando recuperar la voz—. Juro que no pude evitarlo.
—Le lanzaron varios Cruciatus —explicó Remus.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Harry de manera casi automática, su mente sólo tenía un pensamiento: ¿quién se habría llevado a Esperanza?
—Madame Pomfrey me dio unas pociones y ya estoy mejor.
—¿A qué hora ocurrió todo? —interrogó Severus con el rostro insondable.
—Unos veinte minutos después que tú partieras hacia el Ministerio.
—Fue una maldita trampa —masculló el profesor de Pociones.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Bill.
—Mi llamada al Ministerio —explicó—. Me tuvieron un montón de tiempo entretenido para después decirme que no había ningún tipo de documentación para Hogwarts, que seguramente había sido un error.
—Apuesto que sabían que yo iba a estar presentando examen hoy —musitó Harry.
—Y también debían saber que Hermione, Ron y yo tendríamos clases a esa hora, por lo que sería probable que Bill estuviera sólo con la niña —agregó Remus.
—¿Pero cómo conocían la contraseña de su habitación? —Bill frunció el ceño, extrañado.
—Porque probablemente fueron algunos alumnos de Slytherin —contestó Severus, siseando de furia—. Los prefectos de mi Casa tienen la contraseña, en caso de alguna emergencia.
—Seguro fueron Nott y sus amigotes —afirmó Harry—. Antes de empezar las clases les encontramos en el callejón Diagon y amenazaron a Draco.
—Pero no podemos culparles sin pruebas —acotó Remus, sabiamente—. Recuerda cómo está la situación en el Ministerio, aún hay muchos ex Mortífagos con influencia, enseguida gritarían que estamos acosando a los pobres chicos por ser Slytherins
—¿Entonces qué hacemos? —el rostro y el tono de voz de Harry era agónico.
—Ir a la cabeza —declaró Severus, antes de explicar—. Ellos no tienen ni la inteligencia ni el interés para hacer algo así, seguramente recibieron órdenes.
—¿Pero de quién? —preguntó Bill.
—De Lucius Malfoy —la angustia de Harry crecía por momentos, pensando el peligro que correría su niña en manos de ese desquiciado.
—De hecho —corroboró Severus.
—¿Y qué podemos hacer? —Bill repitió la pregunta que momentos antes había hecho Harry.
—Ustedes nada —sentenció Severus con una mueca de furia—. Yo parto ahora mismo a hablar con ese demente.
—Ni sueñes que vas a ir solo —afirmó Harry con determinación—. Como tú mismo acabas de decir, es un demente, y nadie sabe lo que se le pueda ocurrir. Además —levantó la mano derecha para impedir la protesta de su pareja—, también es mi hija y juré protegerla. Es mi derecho y mi deber.
—Y ni sueñen que van a ir solos —agregó Remus—. Yo voy con ustedes.
—Y nosotros —exclamó Hermione. Ella y Ron habían llegado poco después que Severus y Harry, y habían permanecido parados a prudente distancia mientras los otros hablaban.
—Además —Remus habló nuevamente, quería detener cualquier protesta—, van a necesitar varias varitas si quieren derrumbar las protecciones de la Mansión Malfoy o no van a llegar muy lejos.
—¿Avisamos al Ministerio? —preguntó Bill desde la cama.
—Por lo pronto es mejor que no —negó Severus—. Lucius todavía tiene muchos contactos allí, recuerden que mi citación fue una trampa. Y ya que estamos todos, andando —y sin transición se encaminó a la salida.
—¿Y tú a dónde crees que vas? —preguntó Remus, viendo que Bill empezaba a levantarse.
—Con ustedes.
—¿Acaso te volviste loco? Recibiste varios Cruciatus, todavía estás muy débil.
—Pero debo ir a ayudar, por mi culpa pasó todo esto —argumentó con angustia.
Harry le miró y se dirigió hacia su cama con una sonrisa.
—No es tu culpa en absoluto; te enfrentaste a ellos por defenderla y no tienes idea de cuánto te lo agradezco —posó una cálida mano sobre su hombro—. Pero debido a eso estás demasiado afectado y debes descansar.
—Pero quiero ayudar.
—Y lo vas a hacer —murmuró Harry—. Si no hemos vuelto en dos horas, avisa a Ministerio —y sin otra palabra, dio media vuelta y salió tras sus amigos
Ni te digo lo que nos costó traspasar las protecciones de la hacienda Malfoy: de hecho, lo pudimos lograr gracias a algunos datos que recordaba Severus de la época en que él y Lucius Malfoy todavía eran amigos, junto con un par de ideas que se le ocurrieron a Hermione —es una buena cosa ser el mejor amigo de una de las brujas más inteligentes del mundo mágico—. Además, para nuestra suerte, no había ningún Mortífago de vigilancia por los alrededores.
El asunto es que no todo salió como esperábamos. Te cuento lo que pasó.
Cinco figuras se deslizaban furtivamente por los terrenos pertenecientes a la Mansión Malfoy, cobijados bajo el manto de la incipiente noche. Llegaron a la puerta de la Mansión y, luego de susurrar un Alohomora, se colaron por la puerta entreabierta.
—Espérenme aquí —ordenó Severus, intuyendo que a esa hora Lucius Malfoy estaría en el estudio.
—Yo voy contigo —dijo Harry al instante.
—Es que no puede aceptar una simple instrucción, señor Potter —la voz de Severus sonaba entre molesta y resignada.
—Jamás —replicó Harry—. Pertenezco a la familia Snape, y los Snape somos muy tercos.
Severus no pudo evitar una minúscula sonrisa ante la ocurrencia de su pareja.
—Está bien —concedió, resignado—, pero ten mucho cuidado.
Harry siguió lentamente a Severus, mientras se encaminaban por un largo pasillo apenas iluminado por la luz de las teas colocadas que titilaban en sus soportes de las paredes y tan frío como las mazmorras de Hogwarts. Al fin, llegaron ante unas puertas dobles, fabricadas de un tipo de madera oscura realmente hermosa, y con unos picaportes que relucían brillantes bajo la luz mortecina.
Severus miró a su pareja con intención y ambos levantaron las varitas a un tiempo, mientras el mago mayor tomaba el picaporte y empujaba con decisión.
—Vaya, se tardaron en llegar hasta aquí —habló una figura que estaba al lado de una ventana al fondo de la habitación—. Bienvenidos a mi humilde refugio.
El humilde refugio en cuestión era un lujoso estudio, totalmente masculino. Los muebles eran de cuero negro y caoba pulida, el piso estaba recubierto de una espesa y lujosa alfombra, con toda seguridad obra de un artesano de renombre. Lámparas de la más fina cristalería pendían de un techo de madera, cuadros y estatuas de artistas famosos estaban dispersos por doquier, incluso las cortinas se notaban elaboradas con los materiales más ricos que se podían encontrar, clara muestra de distinción y elegancia. De hecho, el espacio total rezumaba riqueza y buen gusto.
>>—¿Gustan un trago? —preguntó el hombre rubio, levantando la copa tallada que tenía en la mano.
—Ésta no es una visita social —espetó Severus con acento fiero—. ¿Dónde está?
—¿Dónde está quién? —interrogó Lucius, enarcando una ceja en señal de extrañeza.
—No te hagas el imbécil que no estamos para juegos —replicó el hombre de ojos negros, con el mismo tono inicial—. ¿Dónde está Esperanza?
—¿Se les perdió su niña? —la burla y el desprecio era evidente en el tono de voz.
Severus se acercó y puso su varita en el cuello del mago rubio.
—No estoy para tonterías, Lucius —amenazó, con la voz fría como hielo—. Dime dónde está Esperanza.
—¿Y yo por qué tendría que saberlo?
—Deje esa actitud de una vez, Malfoy —habló Harry por primera vez—. Usted nos amenazó en el cementerio, así que no nos venga ahora con ese aire de inocencia.
Lucius paseó su mirada de Harry a Severus.
—Si quieren que esta conversación continúe es mejor que me sueltes —cuando el otro bajó su varita, se apartó y se dirigió a una mesita próxima, donde había dejado su copa — Cierto, les amenacé —sonrió, mirando cómo se movía el líquido ambarino en el cristal—. Me gusta amenazar, es lo que mejor hago.
—Lucius —advirtió el maestro de Pociones, su tono no presagiaba nada bueno.
—La verdad es que no tengo idea de dónde está la mocosa —tomó un trago de su bebida—, y no me importa lo más mínimo.
—Es su nieta —exclamó Harry, enfermo ante la actitud del patriarca Malfoy—, y puede estar en peligro. ¿Cómo es capaz de pararse ahí y decirnos que no le importa lo que le suceda?
—Ustedes mismos recalcaron que ella no era nada mío, yo sólo lo estoy ratificando.
—¿Y por qué habríamos de creer que no sabes dónde está? —inquirió Severus con suspicacia.
—Porque si la tuviera conmigo, ustedes dos no estarían aquí —al ver la cara de extrañeza de sus visitantes, prosiguió—: ¿Acaso creen que alguien puede pasar las protecciones de mi casa sin que yo me entere? ¿Tan estúpido piensan que soy?
—Por favor —intentó Harry de nuevo, con un tono de súplica—. Tal vez usted no la tenga, pero sin duda sabe cómo hallarla —hizo aún otro esfuerzo. Era la vida de su hija; si debía suplicar, suplicaría—. Por favor, ayúdenos a encontrarla.
—Ya les dije que no tengo idea de dónde pueda estar la mocosa —sus fríos ojos acerados si fijaron en las esmeraldas suplicantes—. No les puedo ayudar. Y ahora, les ruego que ustedes y sus amigos salgan de mi casa de inmediato
Salimos de esa casa con dos certezas: Lucius Malfoy no tenía a Esperanza, y no iba a ayudarnos a conseguirla. Cuando llegamos a Hogwarts nos esperaban todos los miembros de la Orden del Fénix que permanecían en Inglaterra, les había citado Bill en nuestra ausencia. Aunque a raíz de la muerte de Voldemort su principal objetivo había sido cumplido, y pese a que había muerto Dumbledore, que era quien les aglutinaba, todavía se reunían en casos excepcionales. Y éste era uno de ellos.
Estuvimos mucho rato reunidos, y al final de la sesión se decidió que cada uno de los presentes intentaría localizar a sus contactos y hacer averiguaciones. Si al amanecer no habían conseguido nada, no quedaría más remedio que dar parte al Ministerio.
Incluso Severus, Remus y Bill salieron a investigar y todavía no regresan. Se negaron a permitir que Hermione, Ron y yo les acompañáramos, y en eso Severus fue intransigente. En realidad, él tiene razón; nosotros no conocemos a nadie, y en estos momentos seríamos más un estorbo que otra cosa. Además, alguien tenía que quedarse en el castillo por si algo se presenta.
Por eso estoy aquí, escribiendo para no morirme de angustia y orando para que a mi bebé no le pase nada mano.
Por favor, reza por nosotros.
—¿No la tenía Lucius Malfoy? —Frank estaba asombrado—. ¿Entonces quién?
—¿Y por qué mi madre nunca me habló de este secuestro? —preguntó Draco a su vez.
—Decidió esperar a que tuvieras edad para entender todo lo que se ocultaba tras lo que había ocurrido —explicó Severus, lanzándole una mirada comprensiva.
—¿Entender? ¿Qué había que entender? —esta vez fue la voz de Mark la que se alzó en interrogación—. Un secuestro es un secuestro, ¿no?
—Pero a veces un hecho puede contener imponderables con las que no contamos —musitó Harry.
—Abuelito, estás hablando en chino, ¿sabías? —dijo Lisa, absolutamente perdida sobre de qué iba todo aquello.
—Por esta vez tengo que coincidir con la enana —intervino Frank, igual de intrigado.
—No me digas E-N-A-N-A —advirtió la niña, frunciendo el entrecejo.
—¿Sabías que cuando frunces el entrecejo como el abuelo Severus, asustas? — Mark fingió estar aterrado.
—A ver, chicos —medió Ron, calmando los ánimos—. Dejen de molestar a la pequeña para que Harry pueda continuar y verán cómo se aclara todo.
A veces, cuando uno ve todo oscuro, cuando piensa que no hay salida, llega algo o alguien que hace que empieces a confiar de nuevo en la humanidad. Y esto nos pasó con Esperanza, recibimos ayuda de quien menos pensábamos.
La otra noche, justo cuando estaba terminando de contarte, llegó Severus al dormitorio. Ya era de madrugada y venía absolutamente agotado y muy deprimido, no había tenido ningún éxito. Poco después, llegaron Bill, Remus, Molly, con idénticos resultados. Estábamos reunidos en la salita de nuestros aposentos, analizando los próximos movimientos, cuando un ligero toque en la puerta nos sobresaltó y todos tomamos nuestras varitas de manera casi inconsciente.
Severus se dirigió a la puerta y abrió con precaución. Al otro lado se encontraba Pansy Parkinson, con el semblante extremadamente grave.
No te he hablado nunca de ella. Es una chica de Slytherin, que era muy amiga de Draco y Blaise; a raíz de que ellos se pasaran de nuestro bando, su amistad se rompió definitivamente y jamás volvieron a hablar, o al menos eso era lo que todos creíamos.
Supongo que no tengo que decirte que ninguno de nosotros confiábamos en ella, por lo que no te extrañará si te digo que la recibimos muy fríamente. Verás…
—Parkinson, ¿qué hace aquí a estas horas? —el tono de voz de Severus era definitivamente agresivo.
—¿Me permite pasar, Profesor? —la voz de la chica era apenas un susurro tembloroso—. Si me ven aquí estoy muerta.
A regañadientes, Severus se hizo a un lado y permitió que entrara en la salita, antes de cerrar la puerta con cuidado.
—¿Y bien? —insistió, mirándola fijamente como tratando de descifrar las verdaderas intenciones de la joven.
—Necesitaba… —Pansy dudo, mientras se retorcía las manos y miraba al resto de los presentes con desconfianza—… hablar con ustedes —fijó su asustada mirada en Harry y Severus—. A solas.
—Las personas que se encuentran aquí son de toda confianza —replicó el Jefe de la Casa Slytherin, demasiado molesto y desconfiado; al fin y al cabo, esa chica era una de las que tenía acceso a la contraseña de sus aposentos—. Son nuestros amigos. En todo caso, no creo que usted tenga nada importante que decirnos.
—Severus, tranquilízate —musitó Remus, dirigiéndose a donde estaba Pansy y conduciéndola hasta un sillón cercano—. ¿No ves que está aterrada? Y tu actitud no está ayudando a que se calme —hizo que se sentara y convocó un vaso de agua, que le entregó a continuación—. Ahora, Pansy, ¿por qué no nos cuentas lo que viniste a decir?
Un tanto tranquilizada por la actitud de Remus, pero todavía mirando con precaución a un Severus que permanecía de pie con el ceño fruncido, al fin se atrevió a hablar.
—Sé quién tiene a Esperanza.
—¿Cómo? —exclamó Harry, que hasta ese momento se había limitado a observarla con aire ausente.
Severus iba a hablar pero una mirada de advertencia de Remus le contuvo, si querían sacarle alguna clase de información a Pansy deberían ir con mucho tacto.
—Y dinos, Pansy, ¿dónde se encuentra la pequeña? —preguntó Remus, suavemente.
—La tiene Theodorus Zabini.
—¿El padre de Blaise? —Severus se habría pateado a sí mismo, ¿cómo no lo había pensado antes?
—¿Estás segura, Pansy? —preguntó Harry; no quería albergar inútiles esperanzas.
—Sí. Hace un rato escuché, escondida, cuando hablaban algunos Slytherin en la sala común.
—¿Quienes? —preguntó Severus, mordiendo las palabras.
—Estaban Nott, Crabbe, McMillan y Goyle —contestó ella—. Ellos la raptaron y la llevaron a la Casa de los Gritos a través del sauce boxeador.
—¿Conocen ese paso? —Remus estaba asombrado.
La chica asintió en silencio.
—¡Maldición! —espetó Severus.
—¿Y por qué deberíamos creerte? —preguntó Harry, desconfiado—. Tú abandonaste la amistad de Draco y Blaise cuando se unieron a nosotros.
—Nunca les abandoné —las lágrimas caían por el rostro de la chica y Remus le pasó un pañuelo—. Ellos eran mis mejores amigos, yo les amaba —enjugó sus lágrimas y levantó la cabeza, mirando los verdes ojos de Harry—. Pero estaba aterrada, no soy tan valiente como eran ellos. Aún así, Draco y yo seguimos encontrándonos en secreto durante su embarazo, lo juro —a ese punto, las lágrimas corrían a raudales por su rostro.
—Te creo —musitó Harry, arrodillándose juntó a ella y rodeándola con sus brazos, al tiempo que Remus se apartaba; la chica enterró su cara en el hueco de su cuello.
—Y yo también —el tono de Severus ahora era suave y comprensivo—. Ahora tenemos que descubrir dónde la tienen.
—También lo mencionaron. El señor Zabini la tiene en su mansión de Gales.
—Mal nacido —masculló Severus, tomando su varita y disponiéndose a salir.
—No, Profesor —llamó Pansy—. Tiene que tener mucho cuidado, la finca está protegida por gran cantidad de Mortífagos, prácticamente todos los que quedan en Inglaterra. Es su base central.
—Necesitaremos refuerzos —comentó Remus—. Hay que reunir a la Orden y pedir al Ministerio que nos manden varios aurores.
—¿Y si alguien del Ministerio les alerta?
—Hablaremos con el nuevo Ministro —planteó Severus, con la cabeza llena de planes—. Diggori es de fiar, le pediremos que convoque a los aurores pero no le diga nuestro destino hasta última hora.
—Entonces, manos a la obra —musitó Bill—; tenemos que hablar con mucha gente, y no hay tiempo que perder… Y ni se les ocurra mencionar que debo reposar, porque esta vez no les pienso hacer ni el más puto caso.
—¿Y supongo que tú también querrás venir? —preguntó Severus, mirando a Harry con una leve sonrisa; a pesar de la angustia ahora tenían una esperanza de rescatar con bien a su bebita.
Harry asintió, sonriendo.
—Yo también les acompaño —afirmó Pansy, decidida.
Severus la miró fijamente, con el semblante serio.
—¿Estás segura?
—Sí —la joven le sostuvo la mirada—. Ya es hora de que deje de tener miedo, se lo debo a Draco y a Blaise.
Esa mañana, a primera hora, asaltamos la propiedad de Theodorus Zabini. Pero allí encontramos algo que ninguno de nosotros esperaba.
Luego de un cruento enfrentamiento, cuyo resultado fue un par de muertos del lado de los mortífagos, y varios heridos de ambos bandos, logramos acorralar a Zabini en la sala de su casa.
—Ríndete, Zabini, ya no tienes escapatoria —gritó Severus, mientras varias varitas apuntaban al mueble tras el que se escondía el Mortífago.
—Está bien, me rindo, pero no me ataquen —se escuchó su voz ronca.
—Tire la varita y salga con las manos en alto —esta vez había hablado el Jefe del Departamento de Aurores del Ministerio—. Muy, muy despacio.
El hombre hizo lo que le pedían y pronto estaba maniatado en el centro de la habitación.
—¿Dónde está mi hija, desgraciado? —preguntó Severus, acercándose hasta él, amenazante.
—No es tu hija —espetó el otro con furia, aunque en el fondo de sus ojos parecía detectarse una extraña tristeza—. Es mi nieta, y no te pienso decir dónde está.
—Estoy dispuesto a lo que sea para recuperar a Esperanza —los ojos de Severus relampagueaban de furia—, incluida la tortura. Y no creo que ninguno de los presentes vaya a evitar que lo haga.
—Haz lo que quieras, no pienso hablar.
Severus levantó la varita dispuesto a cumplir su amenaza, cuando un gritó surgió de la puerta
—No lo haga, por favor —una joven de unos dieciséis o diecisiete años, muy parecida a Blaise, se acercó al detenido—. Papá, ya basta, esto ha llegado demasiado lejos —miró a Severus con los ojos anegados y musitó—: Está arriba, tercera puerta a la derecha.
Severus y Harry se precipitaron escaleras arriba seguidos de los demás, la varita firmemente sujeta en posición de alerta. Sin detenerse a meditar, abrieron la puerta de madera y se quedaron congelados en medio del recinto.
Era claro que se encontraban en la habitación principal de la mansión. Había una amplia cama con doseles, y al fondo, junto a una ventana por donde entraban en ese momento los tempraneros rayos de sol, una mujer de no más de cuarenta años, sentada en una mecedora con un bebé en sus brazos.
—¡Esperanza! —exclamó Harry, haciendo amague de ir hacia la niña al ver que sollozaba sin parar.
—Espera —le advirtió su esposo—, no sabemos lo que pueda hacer esa mujer.
—No puede hacer nada —la voz de la hija de Zabini se escuchó desde la puerta—. Mi madre vive fuera de este mundo.
—¿Charlotte? —Severus estaba realmente asombrado, mientras se acercaba con cautela, acompañado por Harry. El joven se inclinó a recoger a la bebé de brazos de la mujer, quien no hizo movimiento alguno para impedirlo y continuó meciéndose con la mirada sin vida.
Harry sostuvo a Esperanza en sus brazos, siseándole quedamente palabras de amor, mientras Severus revisaba que estuviera bien. Al sentirse cobijada por sus padres, Esperanza se calmó lentamente y sus sollozos se transformaron en un débil gemido. Al ver que todo estaba bien con su hija, el maestro de Pociones fijó nuevamente su atención en la mujer de la mecedora.
>>Merlín, es Charlotte. Pensaba que había muerto en la guerra.
—En realidad, está muerta por dentro —explicó la joven, acercándose para acariciar la cabeza teñida de canas prematuras—. Empezó a morir cuando papá desheredó a Blaise y le botó de casa, impidiéndole verla. Ella siempre había sido emocionalmente frágil y eso fue devastador.
>> En ese tiempo, yo dejé Beauxbatons y vine a casa a cuidarla. Pasó un tiempo y se tranquilizó, y empezó a hacer planes conmigo para tratar de ver a Blaise a escondidas —se detuvo un momento, como intentando organizar sus pensamientos—. Entonces, llegó la batalla final, Blaise murió y mi madre quedó así, su frágil espíritu fue incapaz de soportar el dolor.
>>Mi padre estaba desesperado. Ella es el único ser humano al que ha amado en su vida; a nosotros nos ignoraba, pero a ella la adoraba. Cuando supimos que Draco había tenido una hija de Blaise, a mi padre se le ocurrió la descabellada idea de que, si traía a la niña hasta aquí, mi madre sanaría —alzó el rostro y miró a Severus y Harry, alternadamente—. Yo estaba tratando de convencerle de que se las regresara —musitó con un suspiro de cansancio—. Lo siento.
Harry la miró con los ojos repletos de lástima. Ahí tenía otra familia destruida por la ambición de unos cuantos y por esa maldita guerra.
En cuanto llegamos a Hogwarts nos dirigimos a la enfermería. Afortunadamente, madame Pomfrey encontró a Esperanza en perfecto estado de salud, sólo algo acongojada por la experiencia sufrida-, nada que un buen sueño, algo de comida y un montón de mimos no pudieran remediar. Gracias a Dios, Patricia, la hija de Zabini, la había cuidado adecuadamente.
Y aquí estoy ahora, mirando a Severus dormido en nuestra cama y abrazando a nuestra pequeña, que se acurruca a su lado con su hermosa carita serena. Y me siento alegre por haberla recuperado y triste por Charlotte, una buena mujer que no merecía el destino que le tocó vivir.
—Pobrecita, abuelito —musitó Lisa—. Qué historia más triste.
—¿Charlotte… todavía vive? —pregunto Draco con el rostro serio.
—Sí —contestó Severus—. Reside en una casa de reposo en Cornualles.
—Es un lugar muy hermoso —explicó Harry con una sonrisa—. Está enclavado en medio de un bosque y rodeado de flores y animales silvestres. Allí la tratan estupendamente y quiero creer que, dentro de su mundo perdido, es feliz en ese sitio.
—Hace unos años —terció Ron—, Harry y Severus decidieron que la fría atmósfera de la sala de dementes de San Mungo no era el sitio adecuado para ella e hicieron las gestiones necesarias para su traslado.
—Gracias —musitó Draco, con voz apenas perceptible. Luego de un momento, volvió a hablar, esta vez con más fuerza—. ¿Y mi madre sabe todo esto?
—Por supuesto —contestó Severus—. Se lo contamos cuando tenía tu edad; desde entonces nos ha acompañado cada vez que hemos ido a visitarla.
—¿Ustedes han ido a visitarla? —indagó Frank, asombrado.
—Todos los meses, religiosamente —contestó Ron por los otros dos.
—La próxima vez que vayan quiero acompañarles —pidió Draco.
—Por supuesto —aceptó Severus.
—Claro, si es que sobrevivimos —acotó Harry—. Tu madre quería ser quien te contara todo esto; cuando se entere que nos adelantamos, nos va a matar.
Las palabras de Harry y el tono ligero en que fueron dichas, sirvieron para relajar un tanto el ambiente.
—¿Y el padre de Blaise? —preguntó Mark desde la alfombra—. ¿Qué fue de él?
—Fue condenado a cadena perpetua en Azkaban —dijo Severus—. Murió en prisión varios años más tarde.
—¿Y la chica? ¿Vendría siendo la tía de Draco, no? —Frank estaba cada vez más interesado—. ¿Qué fue de ella?
—Ah, Patricia —recordó Harry con una sonrisa—. Sí, es la tía de Draco; algo loca, pero muy buena persona.
—Luego de que condenaran a su padre a Azkaban —explicó Severus con el rostro serio— pasó un periodo muy difícil. Resultó ser una muchacha muy dulce, con un carácter muy similar al de Charlotte, pero fortalecido por toda la situación que le había tocado vivir. No resistió la opresiva atmósfera que existía en el Londres mágico hacia todos y todo lo que estuviera relacionado con los Mortífagos y se fue a América, a vivir con unos familiares de su madre.
>>Cuando llegó a su destino, consiguió trabajo y empezó a estudiar en el mundo muggle, y finalmente se fue a vivir allí y se casó con un muggle. Estuvimos mucho tiempo en contacto vía lechuza; la última vez que supimos de ella, al menos directamente, fue cuando nació Kenny, su segundo hijo.
—¿Y eso por qué?
—Quien sabe, supongo que la consumió la vorágine de su vida.
—¿Habrá muerto? —preguntó Draco.
—Que va —intervino Ron, riendo—. Tiene un programa semanal de una hora en la televisión muggle: “Averigüe su futuro con Kassandra”. Es algo así como una Trelawney muggle.
—Merlín proteja a los muggles —agregó Severus con una mueca de exasperación.
Esta vez, las carcajadas resonaron por todo el castillo.
Vaya, aquí vengo a contarte que he pasado otro mes de locos, aunque esta vez ha sido muy satisfactorio.
Primero, tengo que decirte que Zabini y todos los magos que encontraron en su casa fueron juzgados y condenados. Zabini no fue culpado solamente del secuestro de Esperanza, sino de alianza estrecha con Voldemort y traición a la patria; al parecer, en su casa no sólo encontraron a varios de los Mortífagos prófugos, sino materiales y documentos que le vinculaban directamente con el Señor Oscuro y sus reiterados crímenes.
Theodorus Zabini se salvó por un pelo de que le dieran el beso del Dementor. De hecho, ese hubiera sido su destino si Severus y yo no hubiéramos intercedido en su favor. Y no creas que lo hicimos porque nos dio lástima ni nada de eso, sino por su familia; por Charlotte, que una vez le amó lo suficiente como para casarse con él; por Patricia, que a pesar de todas sus crueldades aún le quiere; y por la memoria de Blaise. En todo caso, no sé si le hicimos un favor o no. Para él va a ser una tortura estar encerrado recordando día tras día todo lo que tuvo y perdió.
Pasando a cosas más alegres, recibí la carta de aceptación en Oxford, así que ya tengo el puesto para el próximo curso en la Escuela de Medimagia; ni veas lo contento que estoy por eso, cada día estoy más convencido de que ésa es mi vocación. Hermione presentó hace unos días para una plaza en Derecho Mágico, dice que quiere especializarse en la defensa de los semi humanos y otras razas. Por supuesto que fue aceptada, así que aunque no es la misma facultad, vamos a seguir estudiando juntos.
Y hablando de Hermione. El día después del examen en la Universidad empezó con mareos y fatiga, así que pensando que era por el exceso de estudios y la presión del último año, fue a la enfermería con la intención de que madame Pomfrey le recetara un reconstituyente. ¿Y qué crees? Pues viene un pequeño Weasley-Granger en camino.
Ni veas la que se armó, especialmente a Ron, porque a Hermione todos la tratamos como si se fuera a romper. Molly le envió a Ron un howler de antología, creo que va a ser recordado en la escuela por mucho, mucho tiempo. En fin, decidieron que se casarán en cuanto acaben Hogwarts, y a pesar del chaparrón están muy felices.
Ron no va a seguir estudiando, quiere asumir la responsabilidad de su futura familia y dedicarse a los negocios; así que, luego de conversarlo con Sev, le dimos mi participación en la tienda de los gemelos como regalo de bodas. Sé que a partir de ahí Ron va a construir su propio destino, estoy seguro que lo va a lograr
—Yo voté por regalarle una bandeja, pero Harry me ignoró —aclaró Severus con una cálida sonrisa.
—Como dije antes —apuntó Ron, con otra sonrisa igualmente sincera—, yo también te quiero.
También realizamos la ceremonia para nombrar a Esperanza y designarle sus padrinos, algo parecido al bautizo muggle. Fue un acto precioso, oficiado por el mismo mago que nos casó… Y ahora que lo pienso, me parece que vamos a tener que contratarlo de manera más permanente.
La fiesta también estuvo hermosa, rodeados de amigos que llevaban a Esperanza de un lado a otro haciéndole cariños. Y mi niña sonreía feliz.
Te preguntarás a quiénes designamos por padrinos, ¿verdad? Pues Severus y yo nos sentamos a reflexionar sobre eso un buen rato. Dicen que los padrinos deben ser como segundos padres, que en ellos recaerá la responsabilidad si llegaran a faltar los verdaderos. Deben ser personas de confianza, dispuestos a arriesgarse y morir de ser necesario, con tal de proteger a su ahijado.
Definitivamente, hay varias personas a las que Sev y yo confiaríamos a nuestra hija con los ojos cerrados, Ron, Hermione, Remus, Ginny, Neville, cualquiera de ellos darían la vida por nuestra Esperanza. Pero hay dos que no sólo la darían, sino que ya se arriesgaron por ella. Por eso sus padrinos van a ser Pansy Parkinson y Bill Weasley. Bill se enfrentó a cuatro Mortífagos por defenderla, exponiéndose a maldiciones que pudieron matarle o herirle gravemente, y Pansy renunció a su familia y todo lo que había sido y tenido hasta ese momento por ayudarnos a rescatarla y a condenar a los culpables. Estamos seguros que, dado el caso, nuestra pequeña quedaría en las mejores manos.
—¿Por qué tía Pansy nunca se casó, abuelito? —preguntó Lisa, quien adoraba a la risueña anciana y era una romántica incurable—. Le encantan los niños y es tan amorosa.
—Yo diría que nunca superó la pérdida de su primer amor —contestó Harry.
Seis pares de ojos se fijaron en el anciano, mirándole con asombro.
—¿Su primer amor? —indagó Ron—. ¿Se puede saber de qué estás hablando, compañero? Que yo sepa, Pansy nunca tuvo novio.
Harry se echó a reír.
—¿Y tú? —preguntó, mirando a Severus—. ¿Tampoco se te ocurre quién era el amor secreto de Pansy? —al ver que su pareja negaba con la cabeza, prosiguió—: de verdad, ustedes dos son muy poco observadores. Pansy siempre estuvo enamorada de Draco.
—¿Del abuelito Draco? —Lisa estaba maravillaba, le encantaban las historias de amor. Los demás estaban mudos de la sorpresa.
—Sí, del abuelito Draco. Pero cuando vio que Draco estaba enamorado de Blaise, decidió seguir siendo simplemente la mejor de las amigas. Aún así, su corazón seguía fiel a su primer amor y así continuó a través de los años; no pudo, o no quiso enamorarse de nadie más. Y todo su afecto lo vertió en Esperanza, y luego en todos los niños que fueron llegando después, y en ustedes, y en el orfanato. Y aunque nunca tuvo pareja ni hijos propios, su legado de amor ha sido infinito y extenso, y nos ha inundado a todos.
—Y nosotros somos unos desagradecidos que hace un montón de tiempo que no vamos a visitarla —se reprochó Mark.
—No nos incluyas a todos, Lisa y yo fuimos hace dos semanas —informó Draco, con una sonrisa de suficiencia.
—Pues ya podían haber avisado —se quejó Frank.
—Les dejamos mensaje, pero al parecer ustedes dos están muy ocupados últimamente.
—Upss, es cierto —musitó Mark, mirando a su hermano—. Fue el día que salimos al cine con las chicas.
—Ni siquiera contestaron nuestra llamada —les regañó Lisa.
—Bueno, lo pasado, pisado; ahora tenemos que ponernos de acuerdo para ir a visitar a tía Pansy todos juntos, ¿vale? —sugirió Frank.
—Trato hecho —aceptó Draco—. Pero antes el abuelo tiene que terminar de leer el diario.
—Siiii —exclamó Lisa.
—Absolutamente —afirmó Frank
—Sin ninguna duda —agregó Mark.
—Definitivamente —declaró Ron.
—De hecho —sentenció Severus.
Harry les miró por un momento y empezó a reír a carcajadas.
Última edición por alisevv el Dom Feb 07, 2016 5:03 pm, editado 2 veces | |
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