alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Retazos de Vida. Capítulo 12 Sáb Mar 13, 2010 5:25 pm | |
|
Uff, acaba de terminar otro mes de locos. Sabes, cuando me enteré que Herm estaba esperando a su bebé, pensé que estaría tan ocupada con su embarazo que nos dejaría de presionar con eso de estudiar para los EXTASIs día y noche, pero que va. Y lo peor de todo es que Sev la estuvo apoyando todo el tiempo en su crueldad, aunque yo llegaba tan agotado en las noches que apenas tenía ánimo para arrastrarme hasta el dormitorio y caer en la cama cual muerto. Menos mal que en este tiempo, Severus se dedicó totalmente a Esperanza para darme algo de alivio, aunque eso tampoco me gustó del todo, que apenas he podido ver a mi bebita en todo el mes.
En fin, ya terminó, y pese a mis quejas valió la pena, pues salí muy bien.
La graduación fue hace dos días. Me sentí tan bien cuando la profesora McGonagall me llamó para entregarme el diploma; y cuando Severus, olvidado todo protocolo, me abrazó con fuerza y me estrechó contra su pecho. Sólo dos pesares golpearon mi corazón en ese instante: que el viejo director Dumbledore no estuviera allí para entregarme el pergamino que decía que ya era un mago graduado, y que Draco y Blaise no pudieran estar a mi lado recibiendo los suyos.
Te cuento que la fiesta que siguió fue apoteósica. Es que a la Directora se le ocurrió la peregrina idea de permitir a Fred y George que la organizaran; ni veas la que armaron. En todo caso, estuvo muy, muy divertida. Aunque lo mejor de la noche fue la noticia que nos dieron Remus y Bill. Escucha…
Harry y Severus estaban en la pista bailando una melodía romántica, cuando el mago mayor atrajo un poco más a su pareja y susurró a su oído:
—Aunque me quedaría bailando contigo el resto de la vida —depositó un levísimo beso en el cuello de Harry—, o mejor, danzando en nuestra habitación —otro pequeño beso que enviaba oleadas de excitación a lo largo de la columna vertebral de su pareja—, creo que ya es tiempo de que vayamos a relevar a esos dos —terminó, señalando con un gesto de la cabeza a Bill y Remus, que estaban en una esquina del salón jugueteando con Esperanza.
—Tú sí que sabes desinflarme la nube —rió Harry—; primero te pones romántico y luego, ZAS, baldazo de agua fría.
—No es mi culpa que usted se excite con tanta facilidad, señor Potter —se burló Severus, besándole apasionadamente—. Pero llevamos un montón de tiempo bailando, y los demás también tienen derecho.
—Por supuesto —convino Harry—; pero estoy viendo a Minerva al lado de la mesa de los bocadillos, y tiene una enorme cara de aburrida. ¿Qué te parece si, simplemente cambiamos de niñera, y luego nos vamos a las mazmorras a ver si todo está bien —sugirió, pegando sus caderas con disimulo a las de su pareja—. Ya sabes, quizás alguna poción puede provocar un accidente, hay que ser cautos cuando se trabaja con sustancias peligrosas.
—¿Tan cauto como la vez que tiraste los frascos de media estantería sólo para besarme? —preguntó Severus, bajando una mano hasta posarla en el trasero de Harry y comenzar a acariciarlo con movimientos circulares, mientras agradecía a los cielos que estuvieran en un rincón oculto y que la luz fuera tan amortiguada que era imposible detectarlos, o eso pensaban.
—Eso fue un accidente —se dieron un nuevo beso apasionado— y no escuché que te quejaras.
—Bueno, me quejé al día siguiente —recordó Severus, riendo—, y al otro, y al otro. ¿Sabes cuántas pociones tuve que volver a elaborar?
—Claro que lo sé, ¿olvidas que yo te ayudé?
—Era lo justo dado que tu habías cometido el estropicio —replicó Severus, mordisqueando el lóbulo de su oreja.
—Anda, vamos a cambiar de niñera y desaparecer por un rato antes que terminemos haciendo una escena en público.
Se alejaron y respiraron profundamente en un intento por serenarse antes de encaminarse hacia donde estaban Remus y Bill, ahora acompañados por Ron y Hermione.
—Epa, chicos —saludo Harry con una sonrisa; al instante, Esperanza le tendió sus bracitos—. ¿Cómo está mi niña? —preguntó, mientras la tomaba en brazos y empezaba a hacerle cosquillas—. ¿Te portaste bien?
—Como un ángel —contestó Bill, sonriendo—. Es muy buena, es un placer cuidarla.
—Ya vimos que ustedes dos estaban muy entretenidos —comentó Ron.
Harry enrojeció hasta la raíz del cabello, y Severus carraspeó, antes de comentar, en un intento de desviar la conversación:
—Venimos a relevarlos del cuidado de Esperanza. No han podido bailar en toda la noche.
—Me parece una magnífica idea —aceptó Remus, tomando la mano de su pareja—. Vamos a bailar un rato.
—Espera —musitó Bill, reteniendo a Remus y mirándole con ternura no exenta de cierta duda—. Antes, tengo algo que decirte… o más bien, pedirte.
El mago de ojos color miel se le quedó mirando, intrigado, pero no dijo nada. El pelirrojo respiró con fuerza, miró al grupo que tenía alrededor, a quienes se habían unido Minerva y el resto de los Weasley sonriendo de una forma bastante peculiar. De hecho, según pudo constatar Harry, el grupo cada vez se hacía más grande.
>>Verás —miró a la familia y los amigos que les rodeaban como buscando valor para hablar—, había pensado que —un nuevo instante de duda, pues no sabía cómo reaccionaría Remus a lo que iba a pedir—, ya que Ron y Hermione se van a casar… pues —respiró profundo, cerró los ojos y terminó de soltarlo—, podríamos aprovechar y casarnos nosotros también.
Abrió los ojos con miedo y los fijó anhelante en los de su pareja. Remus se quedó estático, incapaz de reaccionar. Cuando al fin tomó conciencia de lo que Bill le estaba pidiendo, sus ojos color miel se anegaron de la emoción y una maravillosa sonrisa iluminó su rostro.
—Sí —apenas fue un murmullo antes que Remus abrazara y besara a su pelirrojo como si nunca fuera a dejarlo ir. Cuando la falta de aire fue notoria, se apartó y posó su frente contra la del hombre que amaba—. Si, Bill, claro que quiero. Te amo.
Conclusión, en unos días vamos a tener boda doble, ¿qué tal?
—Qué declaración más romántica —suspiró Lisa.
—¿Tú también? —Ron fingió un gruñido, haciendo un mohín bastante cómico.
—Pobre abuelo —le consoló Draco, sabiendo el porqué de su gruñido.
—Herm no dejó de recordármelo nunca —los ojos del anciano pelirrojo se llenaron de añoranza—. ‘Ya podías aprender algo de tu hermano’ —decía—. ‘Eso sí que es ser romántico’. ‘Todo el espíritu romántico de los Weasley se lo llevó Bill’. Y seguía hasta que le recordaba que había algunos peores que yo —terminó, con una sonrisa cómplice.
—¿Peores, abuelito? —preguntó Lisa, intrigada—. ¿Quién?
—Sin ir muy lejos, Severus —fue la sencilla respuesta.
Ante la carcajada general y el mohín de ‘¿y tú qué estás diciendo, capullo?’ de Severus, se alzó la voz de Harry en protesta.
—Oye, que eso no es cierto —reclamó—. Severus es muy romántico.
Ahora el mohín de ‘¿y tú que estás diciendo, capullo?’ fue dirigido hacia Harry
—Sí, lo que ocurre es que lo disimula —acotó Frank.
—Y como es tan buen espía —siguió Mark, pues todos los nietos conocían sobre el tiempo que el abuelo había trabajado espiando a Voldemort—, ha sabido disimular muy bien.
—¿Se olvidan de la flor y la nota que me dio antes de casarnos? —inquirió Harry con satisfacción.
—Sí, eso fue muy romántico —Lisa tenía una sonrisa radiante.
—Y hubo otros detalles, ya verán —agregó, retomando el diario.
—¿Cómo que ya verán? —el gruñido de Severus se perdió entre la carcajada general.
Estamos pasando las vacaciones en un lugar precioso. Es una mansión, aunque yo más bien diría que es un mini castillo, ubicado en Inverness, en las Tierras Altas de Escocia.
El lugar es increíble. Hay un bosque plagado de árboles centenarios, y un lago, y estamos rodeados de montañas. Además, el sitio está protegido del mundo muggle, por lo que podemos usar magia sin problema.
Estos días hemos adquirido una rutina estupenda. Nos despertamos como a las ocho —pues después de esa hora Esperanza se pone muy inquieta y empieza a berrear— desayunamos, nos ponemos los trajes de baño, embadurnamos a nuestra pequeña en protector solar, y nos vamos al lago cercano. El lago es tan hermoso que no lo creerías; sus aguas son de un azul cristalino y es tan tranquilo como si estuvieras en una bañera.
Nos pasamos la mañana nadando y enseñando a nadar a Esperanza. Le encanta el agua. Da gusto verla, mientras chapotea con su carita sonrosada y una sonrisa feliz. Cuando nos cansamos de nadar, nos vestimos y nos acostamos bajo un árbol a jugar con Esperanza o simplemente descansar. Es tan hermoso ver a mi niña acostada sobre el pecho de Sev mientras ambos duermen plácidamente que podría pasarme la vida observándoles.
Algunas veces, después del almuerzo y de descansar un rato, nos vestimos con ropas muggles, instalamos a Esperanza en uno de esos cochecitos muggle para paseo, y nos vamos caminando hasta el pueblo cercano.
Stillness Village es un sitio precioso, que tiene muy bien ganado su nombre, ya que por sus calles empedradas se respira paz y armonía. Al parecer, las protecciones del lugar son muy fuertes; dice la leyenda que provienen del mismísimo Mago Merlín, y que nadie con ira o temor en el corazón es capaz de encontrarlo jamás. Por tal razón, permaneció oculto a los ojos de Voldemort y sus secuaces, y sigue intacto, tal como fue creado hace ya tantos siglos.
La entrada al pueblo es algo así como una versión campestre de la entrada al andén 9 ¾ . Hay que enfilar hacia una de las colinas cercanas y, durante unos diez minutos, ascender por una suave pendiente bordeada de árboles, hasta llegar a un inmenso castaño. Luego de eso, sólo tienes que caminar tranquilamente hacia el árbol y entras al pueblo. Por cierto, me pregunto qué les cuesta poner algo así en King Cross en lugar de que uno tenga que lanzarse contra la pared como demente; así me hubiera ahorrado un buen porrazo en mi segundo año en Hogwarts. No te apures, algún día te contaré lo que pasó entonces.
Bien, como te decía, caes en un pequeño sendero que te lleva directo al centro del pueblo. Allí se encuentra una plaza pequeña, casi una glorieta, con una estatua de Merlín en el centro; la estatua tiene las manos extendidas hacia arriba y de sus dedos brotan chorros de agua. De noche, los surtidores son iluminados con luces de colores y es un verdadero espectáculo visual; aunque, en mi opinión, la forma de la imagen no es muy respetuosa que se diga hacia Merlín.
Alrededor de la plaza se encuentra lo que se podría llamar la zona comercial del pueblo. Multitud de tiendas cuyas fachadas están pintadas de colores alegres, y cuya multiplicidad de ofertas no tiene nada que envidiar al Callejón Diagon.
Allí encuentras librería, heladería, ventas de túnicas, de mascotas, una venta de golosinas que haría palidecer a Honey Dukes y de la cual es casi imposible sacar a Esperanza, una de Pociones de la cual es muy difícil sustraer a Sev, y una de escobas y accesorios de Quidditch de la que mentiría si dijera que es fácil sacarme a mí, además de muchas otras tiendas que se haría muy largo relatarte.
También está El Refugio del Mago, un lugar similar a Las Tres Escobas pero con la ventaja que de noche se presenta un pianista y toca melodías bailables. Así que un par de noches hemos dejado a Esperanza con Timy, la dueña de la tienda de Pociones —una amiga de Sev de la niñez a quien le tiene absoluta confianza— y nos hemos ido a bailar y a tomar algo. No creo que tenga que decirte cómo acaban esas salidas, ¿verdad? Suerte que Esperanza ha hecho buenas migas con Timy y a ninguna de las dos les molesta pasar la noche juntas.
La verdad es que en el pueblo todo el mundo conoce a Severus desde niño. Aún cuando le fue prohibida la entrada durante un tiempo en que él estuvo muy equivocado, cuando volvió a ser quien era le recibieron con los brazos abiertos y el mismo cariño de siempre.
Y por la misma razón, todos nos aceptaron a Esperanza y a mí enseguida; así, nos detienen en la calle para saludarnos, o nos invitan a la heladería para comentar noticias del mundo mágico, o raptan a Esperanza para llevarla a comer golosinas. Es maravilloso sentirse arropado por el afecto de tanta gente sencilla sólo porque soy Harry, el esposo de Severus, y no porque sea el Salvador del mundo mágico o algo así.
También nos hemos unido a un grupo que hace excursiones por los alrededores en bicicleta, ya que según ellos no hay que despreciar los buenos inventos muggles. La verdad, yo nunca había montado en bici, pero Sev es un experto. Practiqué un poco, y luego de un par de lecciones ya me podía defender encima de una, con el consiguiente comentario irónico de mi ‘maestro’, quien resaltó con ironía cuán lamentable era que no tuviera igual disposición para las Pociones.
A la bicicleta de Sev le instalamos una pequeña silla delante, para poder sentar a Esperanza, y a la mía un cajón para meter la cesta de la comida; así muchos días nos vamos a descubrir sitios nuevos y hacer un picnic al aire libre. Yo he tomado la costumbre de llevar una cámara para hacer fotos mágicas y tengo una que definitivamente tengo que ampliar: Sev y Esperanza en la bici, mi niña con un sombrero y Severus con el cabello atado en una coleta, mientras el viento les golpea de frente y ambos sonríen felices.
Otras veces nos quedamos en casa, y mientras yo juego con Esperanza, Sev se mete en el laboratorio de Pociones que tiene en la mansión, y aunque habitualmente se dedica al trabajo serio, a veces nos llega con una golosina recién desarrollada, sólo para ver los ojitos de alegría que pone su hija cuando se la da.
En la noche, nos acomodamos frente al fuego, Esperanza en mis brazos y yo en el regazo de Sev, y escuchamos como con su voz ronca y melodiosa lee un cuento muggle o nos cuenta una historia inventada hasta que Esperanza, y la mayoría de las veces yo, caemos profundamente dormidos.
Como Severus es el padrino de bodas de Remus y yo soy el padrino de Ron, le pregunté qué le parecía si les ofrecíamos el castillo para celebrar la ceremonia —para mi es el lugar ideal para algo así— y de paso les quitábamos de encima el gasto que implicaba contratar un local de festejos.
Así que les invitamos a almorzar un domingo y lo propusimos. Al principio se negaron, pero hicimos resaltar nuestro privilegio como padrinos y al final cedieron. Así que ahora tenemos a los elfos trabajando a millón, pues en cinco días habrá boda en la Mansión.
—¡Miren nada más qué hora es! —exclamó Harry, cerrando el diario—. Es tardísimo. Es mejor que vayamos a cenar.
—No, por favor, abuelo —suplicó Mark—. Un rato más.
—Por fa, abuelito.
—Creo que un rato más de espera no nos mataría —sugirió Ron.
—Yo creí que me iba a morir sin ver esto —se burló Severus—. Ron Weasley rechazando una buena comida.
—Pues, comer, como todos los días, pero un diario de Harry sólo se da una vez en la vida —replicó con una sonrisa.
Harry se echó a reír.
—Pues el dueño del diario se muere de hambre, así que, ¿qué les parece si pedimos unos emparedados y algo de beber? —al ver que su propuesta era recibida por múltiples muestras de aceptación, llamó a la elfina principal—. Tixi.
—¿Me llamaba, amo Harry? —pregunto Tixi, quien se había aparecido con un suave chasquido.
—Por favor, ¿podrías traernos unos emparedados surtidos y algo de beber?
—Enseguida —contestó la elfina—. ¿Qué quieren beber?
—A Severus le traes un whisky —contestó Harry—. ¿A ti que te apetece, Ron? —preguntó, girándose hacia su amigo.
—Una copa de vino estaría bien.
Harry se volteó de nuevo hacia la elfina.
—Trae también una botella de Bordeaux de la cava, una jarrita de jugo de calabaza para mi pequeña —le sonrió a Lisa—, y cerveza de mantequilla para los chicos —se giró de nuevo, esta vez hacia Draco—. ¿Prefieres algo más fuerte?
—Tomaré vino también —contestó el aludido con una sonrisa.
—Eso no es ni medianamente justo —se quejó Frank.
—¿A qué te refieres, hijo? —preguntó Harry, mirando a su nieto.
—A que me da gastritis cada vez que alguien le pregunta a Draco si quiere algo más fuerte y a nosotros lo más que nos ofrecen es cerveza de mantequilla.
—Draco ya tiene dieciocho años —les recordó Severus—. Además, a ustedes no les gusta el vino.
Mark reflexionó que la única vez que lo había probado, había sentido como si bebiera colonia, pero apoyó a su gemelo.
—Pues aún así no es justo.
—Hagamos algo —propuso Harry—. Ya que estamos pasándola tan bien, y como no quiero verlos molestos, yo también beberé una cerveza.
—Y yo —agregó Ron con una sonrisa.
—Vale, tomaré cerveza de mantequilla —accedió Draco, mientras los gemelos le miraban con atención—. Pero no se acostumbren.
Ahora los muchachos clavaron sus ojos en Severus.
—Ah, no, no, no, ni sueñen con que renuncie a mi whisky. Lo tomo religiosamente hace treinta años; es medicinal.
—Si quieren yo también tomo cerveza de mantequilla —propuso Lisa.
—En tus sueños —replicó Severus.
—Entonces, Tixi, un whisky para Severus, jugo de calabaza para Lisa, y cerveza de mantequilla para los demás.
—Enseguida, amo.
Y con otro chasquido, la elfina desapareció
En este momento sólo soy capaz de decir una cosa… ¡Por fin se casaron! La verdad es que no sabía cuán agotador era organizar una boda, especialmente cuando las madres de los contrayentes son Molly Weasley o Helen Granger. ¿Por qué las mujeres tienen que ser tan tremendamente complicadas y detallistas?
¿Recuerdas que te contaba sobre nuestra agradable rutina vacacional?... La destruyeron. Prácticamente se mudaron a la Mansión y empezaron a dar órdenes a diestra y siniestra, al punto que si esto dura un día más, estoy seguro que los elfos se hubieran puesto en pie de guerra.
Severus, como buen Slytherin, decidió alejarse lo más posible del peligro, así que tomó bajo custodia total a Esperanza e inventando excusas pueriles, se desaparecían todo el día dejándome solo en manos de esas desquiciadas.
En resumen: nos hemos pasado la semana mudando muebles, bajando y subiendo lámparas, cambiando cuadros, e infinidad de cosas más.
Supongo que pensarás ¿y de qué se queja éste? ¿Acaso no es un mago? Un movimiento de varita y ya.
Pues hubiera sido así si esas dos damas no fueran una mata de indecisión. Te aseguro que después que usas la varita para cambiar veinte veces los muebles de posición, o treinta veces los cuadros de lugar, o cincuenta veces los adornos del jardín y las mesas para invitados, usar la varita deja de ser divertido.
Pero debo admitir que valió la pena. La decoración para la fiesta quedó increíble, y la disposición de algunos muebles nos gustó tanto a Sev y a mí, que decidimos dejarla así de manera permanente.
La ceremonia fue encantadora. Hermione se veía preciosa en su túnica de seda blanca, con una corona de rosas en la cabeza; parecía un hermoso ángel, un ángel que nos había cuidado durante los últimos siete años. Y los chicos estaban todos muy guapos. Remus estaba vestido con una túnica borgoña, y Ron y Bill con túnicas azul marino.
Ginny era la madrina de Hermione y Ron, y la profesora McGonagall la de Remus y Bill. La pobre Minerva lucía una cara de resignación que ni veas, y para serte sincero, con toda la razón del mundo. Las consuegras se habían empeñado en que ambas madrinas se debían vestir igual, y eligieron unas túnicas rosadas que… ni siquiera a Ginny le quedaba bien, pero a Minerva le sentaba espantoso. Con decirte que se pasaron toda la ceremonia huyendo del fotógrafo, y en cuanto terminó, salieron corriendo para cambiarse.
Claro, no saben que yo sí alcancé a tomarles una foto que conservaré, uno nunca sabe cuándo puede necesitar extorsionar a alguien.
Pero lo más tierno de todo fue mi Esperanza. Aunque apenas tiene 6 meses, todos los novios se empeñaron en que tenía que ser la niña de anillos, así que la vestimos con una túnica blanca preciosa, le pusimos sobre su cabecita una corona similar a la de Hermione, y al cuello una cadena con una cajita de oro donde iban los anillos bien cerrados, para evitar que en un descuido los dejara caer. Y así entró, en brazos de Severus, mientras saltaba, mirando los adornos con entusiasmo.
La fiesta fue estupenda pero agotadora y me siento muy cansado, así que ya no te cuento más, sólo te diré que rezo porque a partir de ahora la vida les de una dicha tan grande como la mía.
—¿Verdad que Herm estaba hermosa? —musitó Ron con añoranza.
—Preciosa —aseguró Severus, sonriendo.
—Nunca vi una novia más linda —musitó Harry, también con algo de nostalgia.
—Sí, en las fotos que nos enseñaba la abuelita Herm, se veía muy linda —dijo Lisa, una de cuyas aficiones era mirar fotos viejas—; y los tíos y todos ustedes muy guapos.
—¿Oye, y no podríamos ver esa foto de las madrinas? —preguntó Frank, curioso.
—Imposible —negó Harry, simulando tristeza—. Hace unos años, tu tía Ginny la encontró por casualidad y la quemó. Y me dijo que como ella se enterara de que había una copia, la próxima vez quemaría otra cosa.
—Es que mi tía tiene un carácter… —Frank no terminó la oración, pero todos sabían a qué se refería.
—A veces me pregunto cómo Neville puede aguantarla —comentó Ron.
—Porque el amor es ciego —sentenció Draco.
—Mudo, y especialmente sordo, muy sordo —agregó Mark, recordando los gritos que pegaba Ginny a toda su familia cuando estaba enojada.
—Vamos, no exageren y no hablen así de su tía —les regañó Severus.
—¿Exagerar? —repitió Frank—. Cómo se nota que a ti nunca te ha gritado.
—Mejor dejemos a Ginny en paz, no sea que atraigamos la mala suerte y venga a visitarnos —aconsejó Ron—. Anda, Harry, sigue leyendo.
—Ron, eres imposible —Harry se echó a reír y abrió el diario una vez más.
Ayer pasé, de lejos, el mejor cumpleaños de mi vida. Para comenzar, Severus me despertó con el desayuno en la cama, y ni te digo la cantidad de cosas ricas que había, todo colocado cuidadosamente sobre una bandeja de plata, con la platería y cubertería que se usa solamente en ocasiones muy especiales.
Harry despertó al sentir como la luz brillante del sol daba de lleno en su rostro. Bostezando y parpadeando en un intento por espantar los últimos rastros de sueño, pudo distinguir la figura de su esposo, que se acercaba con una bandeja en las manos y una sonrisa en su rostro.
—Vamos, señor Snape, no pensarás pasarte durmiendo todo el día —le dijo, posando la bandeja ante el sorprendido muchacho e inclinándose para darle un beso—. Feliz cumpleaños.
—Vaya —Harry no sabía qué decir ante la inusual actitud de su pareja, su vista viajando de la bandeja repleta de manjares hasta el rostro de su esposo—. Por lo visto, pusiste a los elfos a trabajar desde temprano.
—¿Cómo qué a los elfos? —replicó Severus—. Yo hice el desayuno.
—¿Tú hiciste todo esto? —Harry lucía verdaderamente atónito.
—¿Tiene razones para poner en duda mis habilidades culinarias, señor Potter? —inquirió el otro, fingiéndose ofendido.
—Ninguna —Harry le regaló una sonrisa radiante—. Ninguna en absoluto —le besó suavemente—. Gracias.
Después del desayuno, que obviamente compartí con Severus, fuimos a buscar a Esperanza y salimos de excursión con las bicicletas. Nos pasamos la mañana explorando parajes desconocidos y, alrededor de las tres de la tarde, nos fuimos a almorzar a El Refugio del Mago, donde me esperaba una nueva sorpresa.
La verdad, yo había pensado pasar el día sólo con Sev y Esperanza, pero Severus tenía otras ideas. En el restauran me encontré con una fiesta sorpresa, y no sólo estaban los nuevos amigos que habíamos hecho en el pueblo sino los viejos, los Weasley, los profesores de Hogwarts, Pansy, incluso Ron, Hermione, Remus y Bill habían hecho un espacio en su luna de miel para venir a la fiesta.
Cuando todos se fueron, Molly nos pidió permiso para llevarse a Esperanza esa noche —yo creo que ya lo había cuadrado con Severus, pero me hice el inocente— y Sev y yo partimos rumbo a nuestra mansión, bajo la noche estrellada.
—¿Feliz? —musitó Severus, deteniéndose cuando estaban llegando a casa e inclinándose para mirar a su esposo.
—Muchísimo —contestó Harry, acercándose al cálido cuerpo de su pareja, abrazándole y enterrando la cara en el hueco de su cuello—. De hecho —ya la boca ansiosa lamía y mordisqueaba el cuello de Severus—, sólo falta una cosa para que éste sea el cumpleaños perfecto.
—A su mandar —contestó el Slytherin, y abrazándole con más fuerza, se desaparecieron rumbo a su dormitorio.
—¿Vieron que su abuelo también puede ser tierno? — preguntó Harry, suspendiendo la lectura.
—Si vuelves a repetir eso te vas a enterar cuán tierno puedo ser —gruñó Severus con el ceño fruncido—. Así que sigue leyendo, y ustedes —fijó su mirada de águila en los demás—, no se atrevan a reírse o se la verán conmigo.
Dijo papá, dijo papá, dijo papá. ¡Esperanza dijo papá! ¿Tienes idea de lo emocionado que estoy? Te voy a contar como pasó…
Harry se encontraba en la salita pequeña jugando con Esperanza sobre la alfombra, mientras esperaba que Severus terminara su trabajo en el laboratorio, para cenar.
—Entonces, mi niña preciosa —musitaba, mientras con la varita le enviaba animalitos de colores que Esperanza atrapaba entre sus manos regordetas chillando de alegría—, ¿cuándo me vas a decir papá? A ver, repite conmigo, PAPÁ.
Llevaba alrededor de un mes repitiendo la dichosa palabra mañana, tarde y noche, mientras Severus se reía y le decía que no comiera ansias, que pronto lo diría.
>>Vamos, preciosa, es fácil —de la punta de su varita salió un hipopótamo color rosa—. PAPÁ.
—Brup, urp, glup —Esperanza gorjeaba, feliz.
—Pues si tú eres terca yo lo soy más —esta vez la varita desprendió un dragón azul con rayas rojas—. PAPÁ… PAPÁ.
—Pa…
—Sí, mi niña, eso es —exclamó Harry, entusiasmado—. PAPÁ.
—Pa —atrapó entre sus manitas un pato violeta—. Pa… pa…pa.
—Siiiiiii —gritó Harry, alborozado, mientras alzaba a Esperanza y daba vueltas con ella alrededor del salón—. Dijiste papá. Mi princesa dijo papá.
—¿Qué está pasando? —preguntó Severus, que entraba en ese momento con el ceño fruncido—. ¿Por qué estás dando vueltas con la niña en brazos? La vas a marear.
—Sev —Harry corrió hacia él con una sonrisa radiante—. Sev, dijo papá.
—¿Dijo papá? —repitió Severus, en su voz sonaba un ligero tono de decepción que Harry, en su entusiasmo, no percibió.
—Sí, ya verás —miró a la pequeña—. A ver, amor, repite lo que dijiste. PAPÁ.
—Brup, urp, glup.
—No, cariño —insistió Harry—; como lo hiciste antes. PAPÁ.
—Brup, urp, glup.
—Creo, señor Potter —la voz de Severus sonaba extrañamente alegre, mientras tomaba a Esperanza en sus brazos—, que estás escuchando lo que quieres oír.
—Pero sí dijo papá…
Esa noche, cuando la acostábamos a dormir, volvió a repetirlo, esta vez muy claro.
—Bueno preciosa, a dormir —musitó Harry, acostando a Esperanza en su cunita—. ¿Por qué no repetiste papá, encanto?
—Porque lo estás imaginando —se rió Severus.
—Es hermosa, ¿verdad? —musitó Harry, mientras la arropaba con su cobijita rosa, plagada de snitchs y calderos—. En un futuro me gustaría tener la casa llena de niños, ¿a ti te gustaría, Sev?
Severus se envaró ligeramente y puso un gesto como de desagrado; aunque Harry lo notó, no le prestó demasiada atención, pendiente como estaba de Esperanza, y sin relacionarlo con ninguna cosa en particular, simplemente siguió soñando.
>>Un niño de ojos negros como los tuyos —miró a su pareja—, pero eso sí, sin tu nariz. ¿Cuántos niños te gustaría tener Sev?
—Pues, yo…
—Pa-pá.
Ambos hombres se giraron hacia la cuna —donde Esperanza movía sus brazos llamando su atención— uno con alegría y otro con alivio.
—Pa-pá.
—¿Viste, Sev? Dijo papá.
—Bruo, url, uops…Pa-pá…
Pero Sev nunca quiso aceptar que horas antes me lo había dicho a mí. Aquí entre nos, creo que está celoso.
Y yo estoy feliz. ¡Mi niña dijo papá!
—Sí estaba celoso —admitió Severus.
—¿En serio? —preguntó Harry, burlón.
—Es que… —dudó entre decirlo o no—, pues yo también había estado repitiéndole papá, papá, durante muchos días, y va y te lo dice a ti solo —terminó, con un mohín de frustración.
—De verdad, pagaría por haber podido verlos con mamá en aquellos días —comentó Draco con una sonrisa.
—Podríamos poner los pensamientos de los abuelos en un pensadero y observar —sugirió Frank.
—Ni loco —exclamó Harry.
—Ni muerto —convino Severus.
—Pues dado que yo observé unas cuantas escenas muy divertidas —ofreció Ron—, podría prestar mis pensamientos por un rato.
—Señor Weasley —Severus habló con el severo tono Snape de antaño—, haz eso y prepárate para dormir con un ojo abierto el resto de tu vida. No tienes idea de cuán vengativos podemos ser los Snape-Potter.
—No hace falta que le amenaces, Sev —dijo Harry—. Un Obliviate y ya, es muy fácil.
—Pues sí, y si sale como el de Lockhart, le conseguimos un cuarto soleado en San Mungo. Tienes razón.
—Pero cuanta agresividad —se burló Ron, aunque los miraba con cierta duda—. Lo siento, chicos, creo que por mi salud mental es mejor que me quede calladito.
—De hecho —Severus sonrió. Estaba seguro que el pelirrojo lo pensaría muy bien antes de abrir su bocota.
Al fin puedo decir que soy estudiante universitario. Las clases comenzaron hace dos días y son estupendas, y yo estoy super contento. La mañana del primer día, cuando salí del baño listo para irme, encontré sobre la cama un paquete voluminoso, y encima, un tulipán y una tarjeta.
Toda la suerte del mundo
Severus
Abrí el paquete. Presuroso, y encontré un completísimo equipo médico, del que acostumbran a usar los medimagos en su maletín cuando visitan a los enfermos. Ni veas lo feliz que me puse. Lo cierto es que, aunque cuando había dicho a Severus que iba a estudiar medimagia se mostró completamente de acuerdo, desde ese día no había vuelto a mencionar nada al respecto, y yo, sintiéndome algo decepcionado al pensar que no le interesaban mis estudios, tampoco lo volví a mencionar.
Pero allí estaba la muestra clara de que sí le interesaba; con ese detalle me mostraba que confiaba en mí y sabía que podría con la meta que me había propuesto.
Un sonoro ruido proveniente de la chimenea principal interrumpió la lectura de Harry.
—Sigue siendo igual de desastrosa que tú para viajar en polvos floo —musitó Severus, mirando a su esposo.
—Definitivamente —se rió Ron.
—Hola a todo el mundo —saludó una melodiosa y joven voz desde la puerta del estudio—. ¿Qué es esto? ¿Un cónclave familiar y no me invitaron?
Última edición por alisevv el Dom Feb 07, 2016 5:05 pm, editado 2 veces | |
|