alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Retazos de vida. Capítulo 2 Lun Ene 25, 2010 8:50 pm | |
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Uff, vaya que estos han sido unos días raros. El lunes convencí a Remus que me acompañara al Ministerio a conseguir mi Licencia de Aparición.
Sabes, de tan absurdo es hasta gracioso. Todos los chicos de mi generación luchamos en una guerra devastadora y sin sentido, y aún así no se nos permite obtener la dichosa licencia hasta cumplir los diecisiete, ¿no te parece ridículo?
Cuando le pedí que me acompañara, Remus sonrió indulgente y accedió enseguida, supongo que pensó que la quería para poder deshacerme de los viajes a través de la condenada Red floo. No niego que es un bono adicional, pero mi verdadero objetivo era poder ser capaz de viajar por mi mismo, para regresar a Escocia y tratar de ver a Severus una vez más.
Cual no sería mi sorpresa cuando, al regresar del Ministerio, encontramos una lechuza de Hogwarts que me demostraba que viajar a Escocia iba a ser innecesario. Severus va a estar en el castillo este año.
¿No lo crees, verdad? Yo tampoco lo creía pero allí estaba, al pie de la carta donde me daban las instrucciones para el nuevo año pude leer claramente: “Subdirector:Severus Snape”
—Abuelo —Mark interrumpió la lectura de Harry, alzando una ceja interrogante y fijando la mirada en Severus—. ¿No y que estabas enfermo? ¿Acaso te operaste sin decirle a nadie?
Severus sonrió con ternura pero su respuesta se vio interrumpida por la voz clara de Harry.
—De hecho, yo me pregunté exactamente lo mismo. Ni te imaginas lo intrigado que estaba.
—¿Por qué no dejamos que tu abuelo siga leyendo y así no adelantamos la sorpresa? —sugirió Severus.
—Eso es exactamente lo que yo iba a decir —intervino Lisa, mirando furiosa a su primo.
Notando que las expresiones de los demás jóvenes eran similares a la de Lisa, Mark llevó la mano al corazón en son de paz y murmuró:
—Vale, ya me callo. Abuelo, puedes seguir.
Sonriendo aún más ampliamente, Harry alargó la mano, alborotó ligeramente el cabello de su nieto y regresó a la lectura.
Me quedé largo rato mirando la carta, atónito. ¿El profesor Snape Subdirector de Hogwarts? ¿Y las heridas? ¿Y el rostro desfigurado? Sabía que Severus era un hombre fuerte y de mucho carácter, ¿pero presentarse desfigurado ante todo el alumnado? ¡Imposible!
Busqué a Remus para preguntarle pero él estaba tan desconcertado como yo. La Profesora McGonagall le había comentado que pensaba que Severus era la persona ideal para ese puesto, pero dadas las circunstancias dudaba mucho que aceptara. ¿Por qué lo hizo entonces? ¿Acaso las circunstancias cambiaron? ¿Se habrá operado por fin?
Aunque no te niego que me siento extremadamente feliz con la idea de verle de nuevo a diario, aunque sea de lejos, no puedo evitar que todas estás dudas me atormenten. Bueno, pasado mañana voy a ir con Draco, Ron y Hermione a comprar los libros al Callejón Diagon, y tal vez Draco sepa algo de lo que ha pasado; al fin y al cabo, a él Severus le tiene confianza y no le desprecia como a mí.
—Abuelito, ¿por qué despreciabas al abuelo Harry? —preguntó Lisa, dando media vuelta entre los brazos de Severus y mirándole fijamente.
—Yo nunca desprecié a tu abuelito, mi niña —murmuró Severus, acariciándole el cabello.
—No, sólo pensabas que era un mocoso insufrible —se burló Harry, acariciando levemente la mano de su esposo.
—Bueno, eso lo sigues siendo —replicó Severus, y ante el alborozo general, agregó—. Igual que todos ustedes.
—¿Qué tal si sigues leyendo? —pidió Frank, intentando zanjar la discusión, pues sabía que cuando las cosas iban por ese rumbo, siempre su gemelo y él terminaban pagando los platos rotos; con eso de que ya tenían fama, el resto de la familia se aprovechaba.
Riendo al adivinar por dónde iban los pensamientos de su nieto, Harry tomó nuevamente su diario y se dispuso a continuar.
Recién regreso del Callejón Diagón y estoy muerto, la verdad nos la pasamos muy bien, excepto por un pequeño detalle que ahora te cuento.
Me reuní con los chicos en la heladería, teníamos que tomar fuerzas antes de empezar el recorrido; además, Draco quería contarles a Ron y Hermione sobre su embarazo. Llegué de primero —es que eso de aparecerse es una verdadera maravilla— y me senté en una mesa a esperar al resto. El primero en aparecer fue Draco y...
—Hola, Harry —saludó el chico rubio dejándose caer en una silla, suspirando—. Hace un calor de mil demonios y me muero por un helado —hizo una seña al camarero que se acercó de inmediato—. Me trae un banana split con ración doble de banana y seis... no, mejor ocho bolas de helado de sabores surtidos, pero que no tenga chocolate, en estos días no puedo ni olerlo —pidió mientras el hombre iba anotando—. Lo baña con sirop de caramelo y fresa, y le agrega nueces y almendras... ah, y nata, mucha nata.
Cuando el hombre se giraba hacia la cocina, Draco le detuvo.
—Espere, ¿acaso no piensa anotar el pedido de mi amigo?
—Disculpe —dijo el hombre, mirando a Draco entre confundido y asombrado—. Pensé que el pedido era para los dos.
—¡Que va! —declaró Draco, enfático, antes de mirar a Harry, quien también estaba asombrado ante el pedido—. Mejor será que pidas algo porque no te pienso dar ni una nuez.
—Vaya que tienes buen apetito, hurón —se escucho una voz burlona a sus espaldas.
—Pero si es la comadreja —saludó Draco con igual tono—, y la... preciosa Hermione —dijo, levantándose y dando un beso a la chica, para después estrechar la mano de Ron—. Llegan justo a tiempo para pedir, porque yo...
—Ya sabemos —le interrumpió Ron, mientras saludaba a Harry—. No nos vas a dar ni una nuez.
—Qué bueno que lo entiendas —declaró Draco con una sonrisa.
Después que el mesonero se retiró con los pedidos de todos, Hermione clavó sus ojos en la mirada gris del Slytherin.
—¿Y se puede saber por qué tienes tanto apetito? —preguntó, sospechosa.
—Por nada —desestimó el otro—. Soy un hombre joven y sano, ¿debo tener una razón para alimentarme bien?
—Cuando ‘alimentarte bien’ significa comer como un oso que acaba de salir de hibernación, sí, debes tenerla.
—Bueno, tengo que comer por dos —dijo sin pensar. Al ver las miradas extrañadas de Ron y Hermione fijas en él, aclaro—. Bueno, verán, resulta que... estoy embarazado.
—¡¿Embarazado?! —exclamó Ron, sorprendido—. ¿De Blaise?
—Por supuesto que de Blaise —contestó, mirándole furioso—. ¿Quién te crees que soy?
—Tranquilo, Draco —le calmó Harry—. Ron no quiso ofenderte.
—Por supuesto que no —se disculpó el pelirrojo—. Es que realmente me sorprendió la noticia, es todo.
—¿Y cómo te sientes al respecto? —preguntó Hermione, posando suavemente una mano sobre la de su amigo. Estaba sorprendida, pero también preocupada, sabía lo difícil que sería la situación para el chico.
—Bien —musitó Draco, aferrando su mano—. Es un inesperado regalo que me dejó Blaise y no puedo sentirme menos que feliz.
—Sabes que te apoyaremos en lo que sea, ¿verdad? —insistió la chica, mirándole con afecto.
—Lo sé. Gracias —murmuró con sinceridad, antes de cambiar de tema, claramente incómodo—. ¿Se fijaron que el profesor Snape es el nuevo Subdirector?
Al escuchar la pregunta, Harry se envaró y miró fijamente a Draco, al fin salía el tema que había querido tocar desde que vio a su amigo, pero antes de que pudiera hablar, llegó el mesonero con los helados para todos. En cuanto el hombre se marchó, preguntó, tratando de controlar su voz para no parecer demasiado ansioso.
—A mí también me llamó la atención —dijo como al descuido—. ¿Sabes algo sobre eso, Draco? Tú estás más cerca de él, te tiene confianza, ¿sabes si al fin se operó?
Draco le miró con simpatía, era evidente que Harry se moría por saber algo más sobre Severus, pero no consideró prudente burlarse al respecto. Sin embargo, antes que pudiera contestar, Ron se le adelantó, burlón.
—¿Así que aún sigues babeando por el cretino grasiento?
Mientras Harry enrojecía vivamente, tanto Hermione como Draco miraron furiosos al indiscreto pelirrojo.
—Definitivamente, Ron Weasley, tú no tienes remedio —declaró Hermione, echando llamas por los ojos.
—¿Qué? —dijo el aludido, fingiendo un aire inocente.
—Que acabas de perder una excelente oportunidad de quedarte callado —intervino Draco, arrastrando las palabras y haciendo un gesto desdeñoso.
—¿Acaso soy tan transparente? —se escuchó la voz de Harry, preguntando con cierto tono dolido.
Sus tres amigos se giraron hacia él.
—No lo eres, Harry, al menos no para todos —le tranquilizó Hermione—. Lo que pasa es que te conocemos y te queremos, y nos duele que sufras.
—No sufro —musitó Harry, sintiendo cierto alivio de poder hablar libremente de sus sentimientos—. Hace tiempo que acepté que me odia y eso no va a cambiar —levantó una mano y apartó un negro mechón que caía sobre su cara—. Pero no puedo evitar angustiarme sabiendo que está sufriendo.
—Si sufre es porque se lo buscó —declaró un imprudente pelirrojo, antes que tres padres de ojos le miraran, enfurecidos—. Vale, no dije nada.
—Ron, si de verdad eres mi amigo —pidió Harry con acento severo—, te ruego que no vuelvas a emitir comentarios desagradables sobre él delante de mí.
—Y eso se aplica a mí —agregó Draco.
—Y a mí —afirmó Hermione.
—Está bien, ya no digo nada —se rindió Ron al verse en clara minoría.
—La verdad —dijo Draco, volviendo a enfocarse en la pregunta inicial de Harry—, es que no he sabido nada. Cuando le escribí contándole de mi embarazo me respondió diciéndome que contaba con su apoyo y que me iba a ayudar en lo que fuera, pero no respondió a ninguna de mis preguntas sobre su salud. De hecho, estoy tan sorprendido y preocupado como tú. Y por otra parte —agregó, poniendo una mano sobre el brazo de Harry y apretándolo en un gesto fraternal—, no creo que Severus te odie, más bien todo lo contrario. Lo que pasa es que el muy bruto tiende a ocultar sus sentimientos y...
—Vaya, vaya, miren a quien tenemos aquí —le interrumpió una voz desagradable desde un lateral de la mesa—. Nada menos que al señor Malfoy... ups, disculpen, olvidé que ya no puede usar ese apellido, así que tenemos al señor Don Nadie con sus nuevos amigos, el cararrajada, la comadreja y la sangre sucia.
Al escuchar la voz de su antiguo ‘amigo’, Draco sintió que una oleada de asco recorría su espina dorsal.
—¿Qué quieres, Nott? —preguntó, sin dignarse a mirarle a la cara.
—Nada, sólo ver cómo le estaba yendo al pequeño traidor. ¿Te sientes a gusto rodeado por escoria como tú?
—Cierra la boca o te enfrentarás con mi varita —saltó Ron, tan impulsivo como siempre.
—No hagas mala sangre, Ron —aconsejó Draco, mirando por primera vez a los recién llegados—. Vaya, veo que heredaste a mis viejos guardaespaldas —comentó, mirando a Goyle y Crabbe con desprecio—. Yo que ustedes no iría tan tranquilo por la calle, puede que no hayan conseguido pruebas para mandarles a donde merecen, pero aún hay mucha gente resentida que anda por ahí cazando Mortífagos, y ya no tienen a sus padres para que les protejan.
—Aún somos más de los que piensas, traidor —amenazó Nott—; así que escucha tu propia advertencia, te aconsejaría que te cuidaras las espaldas.
—Suficiente —habló Harry por primera vez, sacando su varita y posándola sobre la mesa—. Les agradeceremos sean tan amables de librarnos de su desagradable presencia, a menos que quieran encontrarse recibiendo unos cuantos hechizos muy, muy incómodos.
Nott se quedó mirando a los chicos durante un minuto, pero sabiendo que estaban en clara desventaja, desistió de su actitud.
—Veo que encontraste buenos aliados, sabandija —clavó su mirada en Draco—. Pero no siempre los vas a tener para protegerte. Recuerda mis palabras, pronto estarás acompañando a tu amorcito.
Al oír la referencia a Blaise, Draco se paró de improviso y quedó cara a cara con su enemigo declarado.
—Sabes, en este momento sólo necesito una palabra, una sola, que me permita matarte como al perro que eres —masculló entre dientes, su tono tan gélido que todos los presentes se estremecieron—. ¿Me vas a buscar? Perfecto, porque voy a estar esperándote, y nada me va a dar más gusto que librar al mundo de una alimaña como tú.
Sin otra palabra, se sentó de nuevo, ignorando a los tres Slytheris, quienes imprecando con furia, dieron media vuelta y salieron del local
El resto del día transcurrió sin mayores contratiempos, pero yo quedé inquieto. Me preocupa que Draco pueda resultar dañado por sus compañeros de Casa, y en su estado no le va a ser fácil defenderse. Tendremos que hablar con Severus y la profesora McGonagall para que le encuentren otro sitio para dormir.
Severus
Menos mal que faltan pocos días para el regreso a clases, me muero por volverte a ver.
—Si se siguen riendo no leo más —advirtió Harry a sus nietos, que apenas aguantaban la risa—. Y lo mismo va por ti —agregó, mirando a Severus.
—No les hagas caso, abuelito —dijo Lisa, inclinándose para besar su mejilla—. Me parece muy romántico que estuvieras tan enamorado del abuelito Severus, de verdad.
—Y aunque nos riamos, a nosotros también —confesó Draco con cariño, antes de endurecer su mirada hasta que sus ojos parecieron dos pozos de acero—. No sé como mis bisabuelos fueron capaces de quitarles los apellidos a mis abuelos. ¿Cómo pudieron ser tan crueles con sus propios hijos?
—Eran tiempos difíciles, hijo —comenzó Severus, pausadamente—, y ellos, hombres muy equivocados. Siguieron a un loco bajo la premisa de falsos ideales y no fueron capaces de reflexionar y arrepentirse a tiempo.
—No les guardes rencor —agregó Harry, pensando en lo importante que era para su nieto no sentirse avergonzado de sus raíces—. Pese a todo lo que sufrió, Draco siempre quiso a Lucius, y sé que hasta el día de su muerte Blaise guardó la esperanza de que su padre rectificara. Los seres humanos somos en buena parte un producto de nuestros padres, y si tus abuelos fueron personas tan valiosas, algo rescatable tendrían sus padres, aunque ni siquiera ellos mismos lo supieran.
—Gracias —dijo Draco, con una ligera sonrisa.
Sin otra palabra, Harry tomó su diario y continuó leyendo.
Le he visto. ¡Merlín, le he visto! Cuando entró en el comedor, seguido de aquel puñado de pequeñuelos de primero, apenas podía creer que fuera verdad. Y está como siempre, como antes de la guerra, no puedo entenderlo.
Al principio me puse tan contento de verle bien al fin. Pero luego miré sus ojos y entendí que no estaba bien, para nada. Donde antes había tal vez algo de desprecio, pero un orgullo que le hacía ver fuerte, inquebrantable, ahora hay una tristeza y una soledad insoldable. Te cuento como fue todo para que entiendas.
—¡Miren, ahí está! —exclamó Hermione al ver abrirse las puertas, dando paso a Severus seguido de una veintena de niños asustados.
—Sí, ya le veo —exclamó Ron, estirando el cuello para ver mejor—. Ya puedes estar tranquilo, Harry, tu profesor se ve de lo mejor, está completamente recuperado.
Harry sólo miraba atentamente al mago que caminaba con pasos firmes y la cabeza en alto, anhelando que le dirigiera al menos una mirada y poder sumergirse en sus penetrantes ojos negros. Pero el nuevo Subdirector pasó de largo, sin dignarse lanzar una mirada hacia ninguna de las mesas de alumnos.
Luego de eso, la Ceremonia de Selección y la comida se le habían hecho eternos a Harry, quien se pasó todo el tiempo tratando de captar la atención de su profesor de Pociones, lo que resultó completamente infructuoso; el hombre había estado distraído, hablando con el resto de los profesores, y no le había prestado la más mínima atención.
Entonces pasó. Estaba terminando el banquete de bienvenida y un pesaroso Harry ya se estaba dando por vencido, cuando sus ojos verdes se encontraron con las esferas negras, y entonces lo supo. Todo estaba mal. No sabía cuál era el problema pero sabía que algo muy grave estaba pesando en el alma de su maestro, y en ese momento decidió que tenía que descubrirlo, y pronto.
—No pensarás ir al dormitorio de Snape —exclamó Ron, mientras Harry se cambiaba tranquilamente de ropa, poniéndose unos pantalones vaqueros negros y una franela también negra—. Si te descubre te va a matar.
—Me arriesgaré —contestó Harry, desestimando las advertencias de su amigo.
—Pero ya le viste, está perfectamente.
—No lo está, Ron —negó Harry—. Está mal, lo vi en sus ojos. Y debo averiguar qué le pasa.
—¿Y cómo piensas entrar en su habitación?
—Draco me dio la contraseña.
—Está tan demente como tú.
—Ron —musitó Harry, mirando a su amigo con el alma reflejada en la mirada—. Está sufriendo, y debo saber porqué. ¿Lo entiendes?
—No, pero trataré —concedió el pelirrojo con una sonrisa—. ¿Vas a ir ya?
—No, voy a esperar a que sea un poco más tarde, no quiero encontrarme con Filch o con su gata. Además, necesito unos momentos a solas para serenarme.
—Entonces suerte —dijo, apretando su hombro—. Yo voy a estar en la sala común hablando con Hermione. Nos vemos cuando regreses.
Así que, querido diario, aquí estoy, contándote esto antes de salir a enfrentarme con la fiera. Si sobrevivo, mañana te contaré cómo me fue.
Deséame suerte.
El chasquido de un elfo al aparecerse retumbó en la habitación que había quedado momentáneamente silenciosa.
—Amos —dijo la pequeña elfina con una reverencia—, ya pueden pasar al comedor, la mesa esta servida.
—Perfecto —exclamó Harry, cerrando el diario y depositándolo en la mesita del café—. Chicos, vamos a cenar.
—¿A cenar? —se quejó Mark ruidosamente—. No abuelo, yo no tengo hambre y todavía es temprano. Mejor sigue leyendo.
—Mark tiene razón, abuelo —intervino Draco con acento serio—. Apenas son las ocho.
—Pero la cena ya está servida —argumentó Harry.
—Es que queremos seguir escuchando, abuelito. Por favor —suplicó Lisa, poniendo la cara que sabía desarmaba a sus abuelos.
—A ver chicos, a esta hora todos deben estar muertos de hambre —al ver que su familia iniciaba una tanda de negativas, Severus alzó una mano, deteniéndoles—. No me lo nieguen que los conozco. Además, su abuelo y yo también estamos hambrientos, así que les propongo un trato. Vamos a ir a cenar tranquilamente, y quiero decir tranquilamente y regresamos aquí con los postres para leer un ratito más. ¿Qué les parece?
La sugerencia fue recibida por un conjunto de gruñidos y protestas, pero al fin, ante la hilaridad de los abuelos, los cuatro primos se levantaron a regañadientes y casi corrieron rumbo al comedor.
—¿Tranquilamente dijiste? —preguntó Harry, mirando a Severus con ironía.
El otro mago se limitó a sonreír y, pasando un brazo por los hombros de su esposo, le guió tras sus nietos, rumbo al comedor.
Última edición por alisevv el Sáb Feb 06, 2016 7:18 pm, editado 2 veces | |
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