La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Retazos de vida. Capítulo 5

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alisevv

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Retazos de vida. Capítulo 5 Empty
MensajeTema: Retazos de vida. Capítulo 5   Retazos de vida. Capítulo 5 I_icon_minitimeDom Ene 31, 2010 10:56 pm

Retazos de vida. Capítulo 5 Retazoss_zpssjarjxac
Retazos de vida. Capítulo 5 Cap.5_zpslol4uypf


—Vaya que éste ha sido un día muy largo —comentó Severus, mientras acompañado de Harry entraban en su habitación.

Los aposentos privados de los patriarcas de la familia Snape-Potter eran como sus dueños, sobrios y elegantes, pero a la vez cálidos y acogedores. Constaban de una pequeña salita, la habitación propiamente dicha, y un lujoso y enorme baño, cuyo mayor atractivo era una bañera redonda donde cabían cómodamente hasta cuatro personas.

La salita donde se encontraban en ese momento estaba decorada con tonos suaves, beige, crema, y algunos toques de marrón y verde bosque. El suelo estaba totalmente cubierto con una espesa alfombra con dibujos en diferentes tonos que variaban desde el ocre suave hasta el amarillo tostado, y alrededor se desperdigaban varios cómodos sillones de estilo moderno.

En las paredes, uno que otro cuadro de pintores magos ahora famosos, pero que en su tiempo habían sido regalados a los esposos como muestra de aprecio de parte de agradecidos artistas pobres a quienes habían ayudado. Algunas estructuras de caoba donde se alineaban los libros preferidos, y aquí y allá, hermosas esculturas en cobre o bronce.

Una chimenea de mármol, en la que en esos momentos chisporroteaba un alegre fuego, daba calidez al ambiente en las noches frías, contribuyendo a acrecentar la sensación de hogar.

Al fondo de la habitación, una puerta doble de cristales daba hacia un pequeño balcón desde el que se podían divisar el lago y el bosque cercano.

Hacia ese lugar se dirigió Severus con paso pausado, abriendo las puertas y saliendo al exterior. Era un ritual; en cuanto entraba a su refugio al final del día, se dirigía hacia los ventanales y salía al balconcito a respirar el aire sereno de la noche. Aunque muchas veces Harry le acompañaba, éste no podía entender cómo era capaz de salir incluso en las noches de invierno más cruentas.

Pero Severus no lo podía explicar. La paz que le inundaba al mirar la superficie plateada del lago o la oscuridad de bosque, al sentir el perfume de las flores nocturnas o el ruido de los pequeños animales e insectos, era algo que no podía poner en palabras.

Esa noche, la luna llena se reflejaba esplendorosa en la superficie del lago, y Severus no pudo evitar pensar en Remus y en que ya podía admirar esa luna sin temor, gracias a la nueva versión de la Poción Matalobos que el propio Severus había desarrollado muchos años antes. Y tampoco pudo evitar que su rostro se ensombreciera cuando su mente rememoró los tristes acontecimientos que había conllevado ese proceso, a Jarson y todo aquello por lo que había estado a punto de...

—Sí, ha sido un día alucinante —concedió Harry, mientras le abrazaba y apoyaba su mentón en el cálido cuello de su esposo—. ¿Y en qué estabas pensando, amor?

Severus desecho sus anteriores pensamientos y se giró hacia Harry con una sonrisa.

—En lo mucho que te amo —contestó, dando un tierno beso a su pareja.

—Vaya, ¿y por eso tenías esa cara tan triste?

—Es que también pensaba en lo cerca que estuve de perderte y...

—Shhh —le interrumpió Harry, poniendo una cálida mano sobre los labios amados—. Nunca estuviste a punto de pederme, no te hubieras podido deshacer de mí ni aunque lo hubieras querido mil veces —se acercó más y posó sus labios sobre el anguloso mentón de su esposo, y fue depositando tenues besos hasta ir a recalar nuevamente al hueco del cuello y musitar—: Ahora quiero que olvides eso y me cuentes más sobre los olores. ¿De verdad eres capaz de reconocerme por el olor?

Severus le estrechó con fuerza entre sus potentes brazos.

—No sólo eso, también soy capaz de reconocer tus estados de ánimo.

Harry se separó y le miró con cierta guasa.

—¿Con que si?

—Por supuesto —replicó Severus con suficiencia—. Puedo distinguir tu olor cuando estás triste, o enojado, o deprimido, o eufórico...

—No me digas —le interrumpió con tono sensual, frotando su nariz contra el cuello de su pareja—. ¿Y me podrías decir cómo huelo ahora?

Severus se acercó a su boca y le dio un apasionado beso que le dejó sin respiración. Sus lenguas se trenzaron en una lucha ya conocida, en un camino recorrido infinitas veces y que siempre parecía nuevo e intransitado, con más experiencia y definitivamente más amor, pero las mismas ansias y la misma pasión de la primera vez

—En estos momentos —entre besos, Severus empezó a empujarle hacia la puerta que se comunicaba con el balconcito, rumbo a su dormitorio—, hueles a que estás muy, muy excitado.

—Pues para eso no necesitas olfato —musitó Harry sobre su boca, pegándose a su ardiente cuerpo para que pudiera sentir su más que abultada excitación.

La risa ronca de Severus no se hizo esperar. Merlín, cuánto amaba a ese hombre que le había acompañado por más de media vida. Sin dejar de besarse, entraron en el dormitorio, empezando a retirar las molestas prendas de ropa, ansiosos por sentir el roce de sus pieles y el calor de sus cuerpos desnudos.

No fue difícil, muchos años de práctica les había hecho definitivamente hábiles, así que, minutos después, dos cuerpos desnudos caían entrelazados sobre la cama, las bocas buscándose con ansiedad y las manos acariciando cada milímetro de piel disponible.

Harry se sentó a horcajadas sobre el aún plano estómago de su esposo y se deslizó arriba y abajo, frotando sus excitaciones con desesperante lentitud, mientras gemidos ahogados salían de ambas gargantas. Sin dejar de frotar, bajo su cabeza hasta los oscuros pezones y comenzó a lamerlos y mordisquearlos, mientras las manos de Severus bajaban acariciadoras por su espalda, pasando por sus caderas y terminando en sus redondeadas nalgas, donde comenzaron a hacer sensuales caricias circulares.

—Merlín, Harry, te amo tanto.

Por toda respuesta, Harry se apoderó nuevamente de la boca de su pareja, besándole como si se estuviera ahogando y los labios de Severus fueran su única salvación. Separándose brevemente de esa boca, el mago mayor convocó un frasco de lubricante, y el otro no pudo evitar sonreír.

—Por Dios, Severus, después de tantos años todavía sigues convocando el lubricante. Sabes bien que no lo necesito.

—Nunca —musitó, poniéndose repentinamente serio—. Jamás te tomaré sin prepararte antes.

—Vale —concedió Harry, frotándose contra su esposo una vez más—. Además —agregó con una amplia sonrisa y un guiño pícaro—, debo confesar que me gustan los preliminares.

Tomando nuevamente la sonriente boca en la suya, Severus untó sus dedos en el lubricante y su mano acariciadora se deslizó a lo largo de la columna de su pareja, hasta llegar a las invitadoras nalgas, y lograr deslizar un par de dedos ansiosos en el abismo entre ellas. Mientras preparaba a Harry con el mismo cuidado de siempre, su boca inquieta iba de su cuello a sus hombros, y de estos de nuevo hasta la otra boca, en una caricia apasionante, pensando que a pesar de los años, la piel de su esposo seguía igual de tersa y delicada, sintiéndose cual seda ardiente entre sus manos, una seda que esperaba poder acariciar hasta el día de su muerte.

—Sev... por favor —se escuchó la voz suplicante de Harry.

—Tan impaciente como siempre, señor Potter —la burla cariñosa salió de los labios, mientras Severus se deslizaba fácilmente en el tibio interior de su pareja y comenzaba a embestir lentamente.

—Señor Snape —rectificó Harry, mientras subía con fuerza sus caderas para unirse con las de su esposo—. Y de hecho —los jadeos y gemidos de los amantes llenaban el ambiente—, hoy estoy un poquito más impaciente que de costumbre.

Sonriendo ante las palabras y los lujuriosos movimientos, Severus aceleró la fuerza y el ritmo de las embestidas.

—¿Y se puede saber por qué estás tan ansioso? —preguntó al oído de Harry, empujando con fuerza una vez más, al tiempo que su mano se cerraba con firmeza alrededor de la masculinidad de su pareja y empezaba a bombear al mismo ritmo de sus acometidas.

Harry lanzó un gemido aún más sonoro.

—No sé —apenas pudo contestar, abrumado por la cercanía del final—. ¿Alguna idea?

Severus quiso reír y replicar, pero a ese punto, la inminencia del orgasmo se lo impidió. Jadeando, aceleró aún más el ritmo de sus embestidas y, segundos más tarde, se derramaba dentro del cálido cuerpo, seguido casi de inmediato por Harry, quien se descargaba sobre su vientre con un gemido agónico.

—¿Estás bien? —murmuró Harry, acurrucándose en el pecho de Severus, quien de inmediato alzó los brazos y rodeó su cuerpo, apretándole contra si.

—Claro —contestó con tono de suficiencia, no desprovisto de una nota de calidez—. ¿Por qué lo preguntas? ¿Acaso quieres repetir?

—De hecho, si tuviéramos veinte años menos no lo dudaría —la voz de Harry destilaba diversión—. Pero a estas alturas, dudo que eso sea posible.

—Supongo que lo dirá por usted, señor Snape —replicó Severus, fingiéndose ofendido—. Yo puedo repetir en el momento que quieras —declaró, contundente.

—¿Cómo? ¿Acaso terminaste la poción? —preguntó Harry, incorporándose ligeramente para ver la cara de su esposo. Severus llevaba varios meses perfeccionando una poción similar al viagra muggle, pero sin todos los efectos secundarios de esta droga; un hallazgo que si llegaba a buen término, era seguro que marcaría un hito dentro de la medimagia moderna. Ante el asentimiento de éste, continuó—: ¿Y por qué no me lo dijiste? Eso es maravilloso, Sev.

—Bueno, en realidad quería darte una sorpresa, con cena de celebración y postre, por supuesto. Además, hoy no pensé que lo necesitaras —bromeó el hombre.

Harry le dio una palmada a guisa de regaño.

—¡Al fin perfeccionaste la droga! ¿Sabes lo que eso significa?

—¿Qué vamos a poder hacer el amor con más frecuencia?

—No, tonto —el hombre más joven rió y se acurrucó de nuevo contra su pareja—. Me refiero al mérito científico, a todo el tiempo que has trabajado para lograr que esa poción tenga éxito. Estoy tan orgulloso de ti. Aunque, claro —continuó con picardía—, el hecho de que podamos hacer el amor más seguido es una ventaja que no podemos desestimar —mientras Severus soltaba una carcajada, Harry continuó—: ¿Y por qué no me das un poquito de esa poción a ver qué podemos hacer justamente ahora?



Retazos de vida. Capítulo 5 Gif-animados-WebDiseno-Lineas-Particion_06432_zpsi58j44am



—¡Al fin, abuelitos! —les recibió la excitada voz de Lisa cuando Harry y Severus llegaron al comedor la mañana siguiente.

—Vaya que se demoraron esta vez —se quejó Frank, frunciendo los labios en un gesto característico.

Harry sonrió y Severus alzó una ceja interrogante, mientras observaban a sus cuatro nietos, que esperaban impacientes, sentados a la mesa.

—La verdad, me extraña sobremanera —comentó Severus con ironía—. ¿Quiénes son los que siempre se quejan de que están en vacaciones y es criminal obligarlos a levantarse a las nueve para desayunar en familia? Especialmente en un día como éste —miró hacia el gran ventanal que daba a los terrenos, donde se podía distinguir la cascada de agua que azotaba sobre la zona en esos momentos.

Mientras tanto, Harry se giró hacia la elfina que acababa de aparecerse en el comedor.

—Buenos días, amos. ¿Van a desayunar?

—Sí, Tixi, por favor —contestó Harry con una sonrisa.

—Nosotros le dijimos que ya podía ir trayendo todo —comentó Mark—, pero replicó que hasta que ustedes llegaran no había desayuno. La tienen demasiado bien entrenada, ¿sabían?

—Por supuesto —dijo Severus, sentándose en su lugar a la cabecera de la mesa—. Los entreno yo mismo. Lástima que no he logrado ser igual de efectivo con todos ustedes —comentó con fingida severidad

Sus nietos, que ya conocían cuando el abuelo Sev hablaba en serio y cuando no, se limitaron a sonreír, mientras atacaban el desayuno que acababa de aparecer en la mesa.

—Vamos a seguir con el diario después de desayunar, ¿verdad? —preguntó Lisa, ansiosa, lanzando a sus abuelos una mirada de súplica.

Al ver la misma mirada en los cuatro rostros juveniles que les rodeaban, Severus movió casi imperceptiblemente la cabeza en dirección a Harry, quien sonrió.

—Vale, ya que el día no es apropiado para salir —concedió—, creo que podemos anidar en casa y leer, el problema es que Draco se lo va a perder. ¿Tenías una cita en Londres, no?

—De hecho, la cancelé —al ver que todos se le quedaban mirando, atónitos, inquirió—: ¿Qué pasa?

—Déjame ver si me aclaro —se burló Mark—. ¿Estás queriendo decir que cancelaste una cita con esa diosa que tienes por novia para quedarte en el castillo? No lo puedo creer.

De hecho, ninguno lo creía, a juzgar por sus caras de asombro.

—¿Acaso creen que yo no tengo curiosidad? —preguntó Draco, impasible, alzando una ceja interrogante, y a Harry y Severus les dio un vuelco en el corazón; en momentos como ése, parecía que retrocedían en el tiempo y tenían de nuevo a Draco Malfoy sentado frente a ellos—. Estoy tan intrigado como cualquiera de ustedes por saber qué pasó.

—Entonces —sugirió Frank, mirando los platos parcialmente llenos del resto de la familia—, y en vista de que ya todos terminamos, ¿qué tal si seguimos con lo nuestro?

Severus dio un suspiro de resignación; era un hecho, jamás podría inculcarle buenos modales a los gemelos. Harry, lanzando una carcajada, se levantó y concedió:

—Vale, vamos entonces.




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Te preguntarás porqué no he escrito ni una letra en estos dos meses. Si creías que te había olvidado, te equivocas; el hecho es que no he tenido ni un segundo libre en todo este tiempo.

Y también te preguntarás cómo es posible que no tuviera tiempo libre justo en los primeros meses de clases, cuando no hay exámenes ni tantas presiones, ¿verdad? La explicación es muy simple: ¡ME ATRAPARON!

La noche de mi escapada a San Mungo regresé al colegio perfectamente, te conté todo lo que había pasado y me fui a dormir tan tranquilo, había salido del colegio y nadie se había enterado. ¿Nadie? ¡Y una mierda! A la mañana siguiente, antes de ir a desayunar, tuve que enfrentarme con mi cruel realidad. Escucha, escucha.

—Hola, Harry —le saludó Bill Weasley cuando el chico de cabello negro salía por el retrato de la señora gorda—. ¿Cómo amaneciste?

—Bien, gracias —contestó Harry, sin poder evitar sentirse inquieto ante la presencia de su Jefe de Casa—. ¿Qué haces por aquí tan temprano?

—De hecho, venía a buscarte —contestó Bill con una sonrisa—. ¿Me acompañas?

—¿Pasa algo malo? —preguntó, cada vez más inquieto.

—Lo sabrás cuando lleguemos a nuestro destino —y sin más, comenzó a caminar rápidamente


Sabes, mientras seguía a Bill mil cosas empezaron a correr por mi mente. Al principio, pensé que tal vez Severus había sufrido alguna complicación y me aterré, pero luego lo descarté. Si hubiera sido eso, ¿para qué llamarme a mí? Pero entonces, ¿qué era? ¿Le había pasado algo malo a alguien conocido? ¿Habían atacado algunos de los Mortífagos que todavía permanecían escondidos? Ni por un momento pensé que el asunto tenía algo que ver con mi ‘viaje’ de la noche anterior.

—Adelante —me dijo Bill cuando llegamos frente a la oficina de la Dirección, mientras la gárgola se hacía a un lado como si nos hubiera estado esperando.

Al entrar en la oficina de la profesora McGonagall sentí que el mundo me caía encima. Allí se encontraba reunido prácticamente el plantel docente en pleno, madame Pomfrey y Filch incluidos. Definitivamente, allí pasaba algo muy, muy malo.

—Pase, señor Potter —invito la Directora, mientras Harry entraba en el recinto—. Tenga la bondad de sentarse.

El asiento que señalaba Minerva McGonagall se encontraba justo en el centro de la habitación, en medio del círculo que formaban todos los presentes.

“Esto parece una reunión de Voldemort y sus Mortífagos” pensó Harry, sintiéndose cada vez mas incómodo. Sin decir una palabra, avanzó y se sentó en la silla que le habían indicado.

>>Señor Potter —volvió a hablar la Directora—, ¿me podría decir dónde estuvo ayer por la noche?

“Mierda” pensó Harry, tragando fuerte. “Me descubrieron”

—Señor Potter —habló Bill Weasley, como Jefe de su Casa—, ¿haría el favor de responderle a la profesora McGonagall?

“Ni que estuviera demente”, pensó, mientras negaba con la cabeza.

—Harry —intervino Remus Lupin, con un tono más suave—. Sabemos que ayer saliste del colegio. Por tu bien, es mejor que digas adónde fuiste.

—Lo siento, Remus. No puedo decirlo.

—Bien, señor Potter —volvió a la carga la Directora, con gesto cada vez más severo—. Supongo que entenderá que no podemos permitir que abandone las dependencias del colegio cada vez que a usted le parezca. Estuvimos considerando seriamente su posible expulsión... —levantó la mano para impedir la protesta de Harry— No, señor Potter, su oportunidad para hablar pasó. Decía que pensamos en la posibilidad de expulsarlo, pero el profesor Lupin y el profesor Weasley intercedieron a su favor y nos recordaron todo lo que le debe el mundo mágico —el alivio fue evidente en el rostro de Harry—. Sin embargo, no podemos dejar esto así. Por lo tanto, a partir de ahora y hasta que se gradúe, le está terminantemente prohibido volver a Aparecerse.


Debo confesarte que eso no me preocupó lo más mínimo; si de mí dependía, no pensaba volver a Aparecerme en mucho, mucho tiempo. Pero esa no fue ni con mucho la peor parte del castigo. Me dieron dos meses de detenciones, distribuidas entre todos los presentes. ¡Dos meses!

Conclusión: estoy hasta el gorro de pulir estatuas, limpiar cuadros, catalogar libros, acomodar oficinas, rodar muebles, servir de blanco para la práctica de hechizos, alimentar animales extraños, y un largo etcétera que sería terriblemente pesado relatar.

La única parte del castigo que realmente disfruté fue el tiempo que pasé ayudando a madame Pomfrey en la enfermería. Ya la noche que había visto nacer a la pequeña en San Mungo, había sentido que ésa era una profesión realmente gratificante, pero luego de los días que pasé en la enfermería, creo que ya encontré mi vocación: quiero ser medimago. De hecho, pedí a madame Pomfrey que, una vez terminado mi castigo, me permitiera ayudarla unas horas al día; así que, a partir del lunes voy a ser ayudante de enfermería durante dos horas diarias, estoy realmente feliz por eso.

Pero volviendo al asunto del castigo, me tocó ayudar a todos los docentes de Hogwarts, a todos menos a quien en realidad deseaba ayudar: Severus.

Él llegó tres semanas después de mi escapada, y si supo de mis detenciones, jamás hizo comentario alguno. De hecho, desde que regresó no me ha prestado ni la más mínima atención. Ya ni siquiera es hiriente y burlón en las clases de Pociones, ni me quita puntos como hacía antes. Toda la Casa de Gryffindor está feliz con eso, todos menos yo. Para mí es sólo otra muestra de que no le intereso en absoluto, ni siquiera para molestarme.


—No es por nada, abuelo, pero eras masoquista —le interrumpió Frank, burlón—. El abuelo dejó de incordiarte y quitarle puntos a tu casa, y tú te quejabas.

—Si yo lo digo —acotó Severus, sonriente—. Es que no hay quien entienda a la gente. No hay manera de tenerles contentos.

—Muy graciosos —Harry miró torvamente a abuelo y nieto—. ¿Pero saben qué es lo peor de todo? —al ver que todos le miraban con expectativa, continuó—: Después de tanto tiempo, todavía no sé cómo demonios se enteraron.

—Eso es para que vean que deben portarse bien, nunca se sabe quién está vigilando —declaró Severus con el rostro serio, aunque a duras penas podía contener la risa.

—Espera un momento —de repente, una luz de comprensión iluminó a Harry—. Tú fuiste. Tú le contaste a Minerva sobre mi escapada —al ver que su esposo no hacía nada por negarlo, continuó—: ¿Cómo pudiste? ¡Yo había ido a verte a ti! —los ojos de Harry echaban chispas.

—Cierto —aceptó Severus, sonriendo en un gesto de disculpa—. Pero no podía permitir que tu salida permaneciera oculta. Todavía quedaban muchos Mortífagos sueltos, gente que te odiaba, era inaceptable que salieras nuevamente.

—Pues no debías estar demasiado preocupado cuando no dijiste que estabas despierto en la habitación de San Mungo. Igual tenía que regresar solo a Hogwarts.

—Sí, tienes razón —aceptó Severus—. Mi única excusa es que estaba demasiado aturdido en ese momento. Cuando reaccioné, ya te habías ido.

—¿Tienes idea de cuántos baños tuve que limpiar? ¡Al estilo muggle!

—Vale, vale, haya paz —medio Draco.

Sus abuelos rara vez discutían, pero cuando lo hacían era apoteósico. También sabía que cuando se daban unos minutos, enseguida se calmaban y la sangre no llegaba al río. En circunstancias normales, habría dejado que continuaran, era muy divertido verles, pero eso significaría que su abuelo no seguiría leyendo el diario. No podía permitirlo.

Con la misma línea de pensamiento, Frank sugirió:

—Vamos, abuelo, continúa leyendo.

Lanzando una última mirada furiosa a Severus, Harry retomó la lectura.


Pero mejor no te amargo con el tema de Severus, déjame contarte cosas más alegres.

En estos dos meses, Draco ha sido ‘adoptado’ por la Casa Gryffindor. Sigue durmiendo en los aposentos de Severus y va a clases con sus compañeros de Casa, pero come y pasa todas sus horas libres con nosotros.

Al principio, todavía quedaban quienes le trataban con desconfianza. A pesar de que renegó de su padre y peleó contra Voldemort, todavía pensaban que era arrogante y prepotente. Sin embargo, poco a poco han aprendido a conocer al verdadero Draco, y como le ven embarazado y solo, se han convertido en sus ángeles guardianes.

El mes pasado comenzó con sus antojos, y no te quiero contar la de combinaciones extrañas y claramente desagradables que se le ocurren. Por esa razón, a cada rato puedes ver a algún Gryffindor camino de las cocinas en busca de un emparedado de mantequilla de maní con pepinillos o un tazón de cereales con jalea de mango.

Yo me estoy encargando de lo que se refiere a su salud, no quiero dejarlo en manos de nadie más. El único que interviene de vez en cuando es Severus. El mes pasado fuimos a San Mungo para su control. El medimago que le atiende es tan guapo que ni lo creerías. Se llama William y tiene 28 años; es alto, de cabello castaño y ojos pardos. No es que sea vanidoso, pero desde que me vio noté que me admiraba; de hecho, desde que sabe que no soy pareja de Draco me ha estado flirteando descaradamente.

Draco se ríe y dice que despierto pasiones por donde voy. ¿Y qué más da, si quien realmente deseo ni siquiera me mira? Incluso ha pedido a Draco que le advierta cuando voy a ir a su habitación, sólo para no verme. Merlín, ojalá pudiera arrancarme este sentimiento del pecho y hacerle caso a William o a cualquier otro.  


—¿Por qué actuabas así, abuelo? —preguntó Draco, mirando a Severus—. Ayer dijiste que querías ver al abuelo Harry cuando estabas enfermo; entonces, ¿por qué despreciarlo después?

Severus bajó la vista hacia sus manos y contestó con un susurro:

—Tenía miedo.

—¿Miedo? —preguntó Harry, que aún seguía algo molesto por el intercambio previo—. ¿De qué?

—De ti —confesó el patriarca, mirando a su esposo a los ojos—. De enamorarme irremediablemente. Me gustabas, claro que me gustabas, más de lo que me había gustado nadie jamás. Eras tan hermoso, dulce, alegre... tan joven; alguien tan distinto a mí como la luz de la sombra —se detuvo unos segundos antes de terminar—. Tenía miedo de enamorarme y sufrir.

Harry no dijo nada, pero se levantó del sillón donde estaba sentado y fue a acurrucarse entre los brazos de su pareja. Tomó el libro y se dispuso a continuar.


En la última revisión, el medimago dijo a Draco que todo estaba perfectamente. Le hicieron una especie de ecosonograma mágico y pudimos ver al bebé. Tiene un buen tamaño y es perfecta, porque sí, es una nena. Draco enloqueció de alegría cuando se lo dijeron. Viene en buena posición, por lo que al parecer todo va muy bien.

Sin embargo, estoy preocupado. En los últimos días, Draco se ha visto muy desmejorado, apenas come y está siempre cansado, con demasiada frecuencia para ser normal, incluso al estar embarazado. Menos mal que la semana que viene le toca una nueva revisión, estoy deseando ver qué le dice el doctor.

Una buena noticia: Remus y Bill son pareja oficialmente. La semana pasada me invitaron a comer en sus habitaciones y me lo contaron. Sí, oíste bien, sus habitaciones; Bill se mudó a las dependencias de Remus.

Ellos están felices y yo también, especialmente por Remus. Es bueno que después de tantas tristezas tenga a alguien en su vida que le cuide y le ame, él más que nadie merece algo así.

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Harry dejó de leer y levantó el rostro, en sus ojos una mirada soñadora.

—No tienen idea de lo feliz que estaba Draco al pensar que su bebé era una niña —musitó con voz suave, sin poder evitar que unas lágrimas inundaran sus ojos—. Estaba transformado, nunca le había visto así.

—De ese tiempo es la foto que me regaló mi mamá, ¿verdad? —preguntó Draco, también con cierta nostalgia por aquel amor que la vida le había impedido conocer.

—Sí —contestó Harry, con una sonrisa—. Yo había llevado una cámara mágica al consultorio, quería plasmar la expresión de su rostro cuando le dijeran de qué sexo era su bebé. Esa foto siempre estuvo en la mesita de noche de tu madre, junto con otra que conseguimos de Blaise, de su época de colegio.

—Sí, mamá también me la dio —quedó pensativo unos segundos y luego, como avergonzado por el momento de fragilidad, propuso—: Vamos abuelo, sigue leyendo.




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Retazos de vida. Capítulo 5 Querido%20diario_zpsfx1kusrz


No sabes la angustia que siento en este momento, tanta que corrí a mi habitación para poder contarte, es la única forma que veo para evitar que esta tristeza acabe conmigo

¿Recuerdas que te conté que Draco no se había sentido muy bien? Pues esta noche se puso mucho peor. Había estado cansado todo el día, por lo que le acompañé a su cuarto; cuando estábamos entrando en la salita de la Cámara de Severus, palideció intensamente y se desmayó. Grité pidiendo ayuda mientras trataba de reanimarle; por suerte, Severus se encontraba en la habitación y acudió de inmediato.

Dejándolo a su cuidado, corrí a la chimenea para contactar con William en San Mungo. Él vino de inmediato y...

—Harry —un hombre alto vestido con bata blanca salió por la chimenea de la salita de Severus Snape—, ¿qué ocurrió?

—No lo sé, William —contestó el joven de pelo negro mientras le guiaba a la habitación de Draco, a donde Severus le había transportado—. Llevaba algunos días sintiéndose mal y cansado. Hoy estuvo especialmente agotado, así que decidí acompañarle hasta aquí; cuando estábamos llegando, se desmayó —Harry se apartó, dejando entrar al medimago a la habitación, donde estaba Draco, todavía muy pálido pero consciente.

—Buenas noches —William saludó a Severus y luego se dirigió a su paciente—. Entonces, Draco, ¿qué fue lo que te pasó?

—No es gran cosa, sólo me desmayé —Draco trató de restarle importancia al incidente—. Lo que ocurre es que este par —señaló a Harry y Severus con la cabeza— son unos exagerados y corrieron a llamarte sin necesidad.

—Yo decidiré lo que es necesario o no —replicó el medimago con gesto profesional—. Ahora, si me disculpan, señores, voy a revisar a mi paciente.


Los minutos que pasaron mientras Draco era examinado fueron un infierno. En mi interior tenía la sensación de que algo andaba muy mal, y la cara de Severus evidenciaba que pensaba lo mismo.

Cuando estaba a punto de gritar de desesperación, se abrió la puerta del cuarto y William se perfiló en el umbral, la expresión de su rostro me indicó que mis peores temores eran acertados.

—Harían el favor de entrar —pidió el medimago con el rostro muy serio.

Los dos magos entraron y se dirigieron hacia la cama, donde Draco estaba acostado, con el rostro sereno y decidido.

>>Verán, señores —empezó el sanador con tono grave—, como ya le he explicado a Draco, sufre de una dolencia mágica que no es muy común en los magos embarazados. Cuando un mago o bruja se embarazan, su magia se ve profundamente mermada por la presencia del bebé. Los primeros meses este efecto no es muy notorio, pero en el último trimestre es realmente fuerte, de allí que el cuerpo de la persona embarazada comience a generar unas nuevas hormonas que permiten compensar la pérdida drástica de magia de la madre o el padre portador.

>>El problema es que Draco no genera esas enzimas, y por eso su bebé está consumiendo poco a poco su magia.

—¿Y por qué no se dio cuenta hasta ahora? —preguntó Severus con cierta agresividad.

—Porque la presencia –o en este caso ausencia– de la enzima, no es notoria hasta los últimos meses —explicó el sanador con paciencia, entendía perfectamente la impotencia que sentía el otro hombre.

—¿Y qué se puede hacer? —preguntó Harry, mirando primero al medimago, y luego a Draco y Severus, quienes estaban extraordinariamente pálidos. Casi sin pensar, se sentó sobre la cama de su amigo, y pasando un brazo sobre sus hombros, le atrajo contra si en un gesto confortante.

—Lo siento, Harry, no hay nada que se pueda hacer —contestó William.

—Quiere que aborte a mi bebé, Harry —musitó Draco, abandonándose a su angustia sobre el pecho de su amigo.

—Lo siento —repitió el medimago con pesar—. No hay alternativa. Si continúa con su embarazo, Draco morirá.

Harry miró horrorizado a William y luego giró hacia Severus, como esperando que él negara las palabras del otro hombre, pero su expresión no hizo más que confirmarle la verdad. Tragó con fuerza y acarició el suave pelo rubio, antes de preguntar:

—¿Hay algún peligro en que Draco aborte a estas alturas?

—No —se negó el joven rubio, apartándose de su abrazo—. Nunca. No permitiré que dañen a mi bebé.

—Pero, Draco —musitó Harry, tratando de hacerle comprender—, si no abortas, morirás.

—Lo sé —se limpió las lágrimas que caían por su rostro—. Pero es mi bebé, el bebé de Blaise, no puedo matarla. No podría vivir con eso —miró a Severus y a Harry, desesperado—. Por favor, prométanme que no permitirán que muera mi bebé.

El rostro de Severus era una máscara inexpresiva, sólo la oscuridad de su mirada denotaba el dolor que se escondía en su interior. Poniendo una mano sobre el hombro de Draco, musitó:

—No lo permitiremos.

Y con eso, el joven rubio se derrumbó nuevamente en brazos de Harry, sollozando por la hija que no iba a poder ver crecer.


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Última edición por alisevv el Mar Sep 15, 2015 6:56 pm, editado 1 vez
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Yuki Fer
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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 5   Retazos de vida. Capítulo 5 I_icon_minitimeMar Jun 10, 2014 5:44 pm

oh este capitulo es entre exitante y triste...lo primero porque woah que lemon...>////< pero lo segundo por draco pobre el sber que no conocera a su hija es muy triste...u_u
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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 5   Retazos de vida. Capítulo 5 I_icon_minitimeMar Jun 10, 2014 9:18 pm

pobre Draco, en verdad siento trastesa por la situación del chico Sad
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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 5   Retazos de vida. Capítulo 5 I_icon_minitimeMiér Jun 11, 2014 2:24 pm

Sí, Draquito lo está pasando mal, poecito. Creo que me porte demasiado mal con él, pero mi snarry lo necesitaba  Embarassed Twisted Evil 
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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 5   Retazos de vida. Capítulo 5 I_icon_minitime

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