alisevv
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| Tema: Wrapped Around His Finger. Capítulo 5 Jue Abr 23, 2009 1:07 am | |
| Severus levantó la cabeza bruscamente, para ver a Harry parado en el umbral de la puerta, sosteniendo dos rollos de pergamino y luciendo muy serio.
—No hay nadie mejor y, además, no tengo intención de dejarle, si usted me permite quedarme.
El Profesor se reclinó de nuevo en su silla, su expresión comenzando a cerrarse y hacerse indescifrable mientras preguntaba:
—¿Yo, Potter? ¿No querrá decir Hogwarts?
—No, señor—Harry se acercó al escritorio de Severus, mirándolo pero sin buscar sus ojos—. Si lo único que quisiera fuera quedarme aquí, señor, podría haber enseñado Vuelo, o incluso convertirme en Aprendiz de McGonagall. Ella me ofreció esa posición a fines del verano pasado, pero Transformaciones no es a lo que deseo dedicar mi vida.
—Hay otros profesores de Pociones, Potter—replicó el mago mayor luego de un momento—. Si es lo que de verdad quiere hacer.
—Sí, señor, supongo que los hay—Harry posó el contrato sobre el escritorio, mirando finalmente los ojos de Severus—. Pero ellos no son usted.
El hombre alzó las cejas mientras, con firmeza, apartaba la insistente voz mental que le susurraba que todo eso era un sueño y despertaría en cualquier momento. Recordó la sugerencia de McGonagall de que le preguntara al joven qué tipo de relación deseaba entre ellos antes de firmar el contrato, y sondeó en los ojos verdes antes de indagar quedamente:
—¿Qué es exactamente lo que desea de su Aprendizaje?
Harry siguió mirándolo un largo rato y luego enrojeció, bajando la mirada.
—Aprender de usted.
—¿Y exactamente qué desea aprender?—la voz del profesor permanecía calmada, aunque su cabeza todavía estaba dando vueltas.
—Todo lo que desee enseñarme—contestó, levantando la vista de nuevo hasta la de Severus, aunque seguía ruborizado.
—Puede ser más específico que eso—Severus se mostraba inescrutable y trataba de ignorar el rincón de su mente que susurraba cuan delicioso se veía Harry ruborizado—. ¿Qué espera aprender de mí?
Harry mordió su labio y bajó la mirada, reuniendo coraje, antes de volver a mirar sus ojos y contestar sencillamente.
—Todo.
Severus frunció el ceño y se inclinó hacia delante, apoyando ligeramente sus antebrazos en el borde del escritorio.
—¿Está intentando decir que espera tener una relación personal conmigo, Potter?
El chico se estremeció ligeramente ante el tono y la expresión de Severus, y tragó con dificultad, casi deseando poder recoger sus palabras ahora que las había dicho.
—Supongo que se podría decir eso, señor.
—Yo… estaba esperando cualquier cosa de usted, excepto esto—admitió el maestro finalmente, después de una larga pausa durante la que observó como el Gryffindor mordía su labio.
—No me sorprende, señor—contestó Harry, encontrando finalmente un poco de la confianza que había perdido cuando Severus comenzara a interrogarlo—. Todos parecen pensar que yo debería hacer como hizo mi padre y casarme con una linda bruja, ya sea que la amara o no, y establecerme para criar a la nueva generación de Potter, pero yo no quiero una esposa, hijos y un trabajo de escritorio en alguna agobiante oficina que terminará logrando que odie el mundo. Quiero una relación con un hombre que me comprenda y entienda cómo ha sido mi vida, y que pueda contar con que me dirá cuando esté comportándome como un cretino y me apoye si las cosas se ponen rudas.
—Ese repentino interés suyo por Pociones, ¿no será sólo por estar cerca de mí?—preguntó Severus, tratando de darse unos momentos para pensar.
Lo que el chico estaba describiendo era exactamente lo mismo que había deseado a su edad, pero, a diferencia de Harry, y a instancias de Lucius, él había echo a un lado sus esperanzas y sueños para usar su talento para ayudar a Voldemort. Ése había sido el peor error de su vida, uno que había conducido a la muerte a varias personas que había conocido, y a dos que había amado, y del que se había arrepentido cada día durante los siguientes veinte años.
Ahora, Voldemort había desaparecido finalmente, y aquí estaba ese delicioso joven que lo había matado, ofreciéndose a si mismo en bandeja de plata. Harry era tan parecido a una de las pocas personas que había querido que casi pensaba que había recibido una segunda oportunidad, sólo que Severus ya no creía en eso. Las segundas oportunidades tenían el hábito de disimular inteligentemente las primeras elecciones que nunca hubieras tomado de haberlo pensado sensatamente.
—Quizás, al principio—contestó Harry, pensativamente—; pero mientras más aprendo sobre ellas, más deseo saber. Creo que Pociones es el desafío que necesito, algo a lo que puedo dedicar mi vida y nunca me encontraré en la posición de no tener nada que aprender—como Severus no decía nada, continuó—: Y sé que podría aprender Pociones de alguien más, pero no sería lo mismo. Confío en usted, señor, y pienso que podríamos estar bien juntos. Pienso que no hay nada mejor para mí que pasar los próximos cinco años con usted.
—¿De verdad cree que puede aprender todo lo que yo sé en cinco años?—Severus elevó las cejas, a pesar del hecho que su propio aprendizaje informal había durado menos de la mitad de ese tiempo—. Si firmara ese contrato, definitivamente, no le enseñaría sólo lo que sé de Pociones. Hay muchas cosas que no sabe, Harry, y como su maestro sería mi deber que las aprenda.
Harry enrojeció nuevamente.
—Los cinco años fueron pensados ppr ser un tiempo lo suficientemente corto como para que usted no rehusara firmar el contrato para evitar estar junto a mí demasiado tiempo, señor. Sé que podría ser su Aprendiz durantes los próximos veinte años y todavía tener mucho más que aprender. Hay muchas cosas que desconozco sobre el mundo mágico, incluso después de siete años transcurridos desde que me permitieron visitarlo por primera vez. Estoy seguro que hay mucho más que ni siquiera sé que no sé, si es que eso tiene sentido.
Severus asintió ligeramente.
—Lo tiene. Usted permanece lamentablemente ignorante de su herencia, pero habla bien de usted el hecho de que lo admita.
—Tengo más sentido común que tratar de seguir ocultándole las cosas, señor—replicó, torciendo ligeramente los labios—. Usted siempre parece descubrirlo eventualmente, y termino deseando habérselo contado desde un principio.
Severus bufó, tratando de no reír mientras decía secamente:
—Eureka, él puede aprender.
Harry sonrió apenado.
—Sí, señor.
Severus lo miró por largo tiempo y, finalmente, dijo:
—Bien, si vamos a estar viviendo y trabajando juntos por el futuro inmediato, creo que lo primero que vas a tener que hacer es dejar de llamarme señor todo el tiempo. Mi nombre es Severus.
Los ojos de Harry se ensancharon con la sorpresa mientras soltaba:
—¿No va a negarse y a maldecirme por desear tanto?
Los labios del hombre se curvaron en una diminuta sonrisa.
—¿Te gustaría que lo hiciera, Harry? Estoy seguro que puedo pensar en algo interesante, si lo deseas tanto realmente…
El Gryffindor se echó a reír, sorprendido porque, al parecer, el maestro estaba bromeando con él; luego, sonrió.
—Creo que puedo vivir con la decepción, señor—Severus alzó una ceja y Harry se corrigió rápidamente—. Severus.
El Slytherin se permitió una ligera sonrisa en respuesta mientras hacía un gesto hacia los contratos que el joven había dejado sobre el escritorio.
—¿Esos todavía serán suficiente?
—Deberían serlo, sí—contestó de inmediato, asintiendo.
La esquina de la boca del mago mayor se movió involuntariamente, mientras alargaba la mano para tomar uno de los rollos. Lo desplegó inmediatamente, levantando una ceja en un gesto de sorpresa, al tiempo que leía el breve contrato contenido en la hoja de pergamino.
Yo, Harold James Potter, acepto convertirme en el Aprendiz de el profesor Severus Snape. Acepto vivir con él en el lugar o lugares que elija y obedecerlo, a cambio de que el profesor Snape prometa continuar mi educación y proveerme de alimento y alojamiento.
Este Aprendizaje durará un periodo no menor de cinco años y podrá ser abolido en cualquier momento si ambas partes están de acuerdo, o si una de las partes y un testigo concuerdan en que hay diferencias irreconciliables.
Firmas: Harry J. Potter.
Testigos:
Severus levantó la vista hasta el chico, frunciendo el ceño.
—Harry, tu abogado es un charlatán. Este contrato te convierte en poco menos que un esclavo.
Harry enrojeció aún más profundamente que antes y se apresuró a decir:
—Creo que prefiero la palabra servidumbre, señor—se detuvo un momento antes de admitir—: Y el abogado me advirtió en contra de esto, aún cuando aceptó que era perfectamente legal. Intentó convencerme de un contrato muy diferente, que especificara los fines de semana libre y que usted tuviera que asegurarse que yo adquiriera el conocimiento para mis pruebas de Maestría al final de los cinco años, pero me negué. Éste dice todo lo que deseo; de ningún modo quiero atraparlo en esto.
Severus permitió que el contrato se enrollara de nuevo y lo dejó sobre el escritorio, frente a él, todavía frunciendo el ceño.
—Si firmara esa hoja de papel y tuviera un testigo, podría obligarte a hacer cualquier cosa, Harry. Podría enseñarte a hacer sólo una poción y luego ordenarte que lavaras los baños con un cepillo de dientes durante cada día por los próximos cinco años, y tú tendrías que hacerlo o estarías incumpliendo el contrato. Seguramente, te darás cuenta que eso no parece muy inteligente de tu parte.
—Confío en usted—las cejas del hombre se alzaron ante la sencilla declaración, y Harry agregó tranquilamente—. Ron y Hermione casi tuvieron su misma reacción. Sirius amenazó con tener que encerrarme en San Mungo, pero Remus me dijo que pensaba que era un contrato muy digno considerando quien es y lo que yo quiero. Estuvo de acuerdo en ser mi testigo y ayudarme a persuadir a Sirius de que no estoy loco—hizo una pausa, tratando de pensar en la mejor manera de explicarse, para luego encoger ligeramente los hombros mientras repetía—: confío en usted.
Severus miró al joven por largo rato y luego golpeteó el rollo de pergamino con la punta de sus dedos.
—Esto ni siquiera dice que estoy obligado a enseñarte Pociones, o que deba enseñarte por los cinco años, sólo que debo continuar tu educación. Podría enseñarte un hechizo sencillo y aún así estaría cumpliendo completamente el contrato.
Harry asintió.
—No quiero limitar esto sólo a Pociones. Sabe mucho más que yo, y confío en sus decisiones respecto a qué debo dedicar mi tiempo.
—Pero ni siquiera dice que tengo que ser quien te enseñe—insistió Severus, observando la expresión del joven—. Sólo establece que tienes que vivir conmigo. Yo podría hacer que tomaras lecciones con Binns y no te enseñara nada de Pociones, y aún así estaría cumpliendo la letra del contrato.
—Espero que no decida hacer eso, pero sí, podría—convino Harry.
El maestro lo miró fijamente unos cuantos minutos más y luego se acomodó en el asiento, su ceño ligeramente fruncido.
—Así que, en esencia, quieres ser mi Aprendiz, y no te importa lo que haga contigo ni lo que decida que aprendas en tanto vivas conmigo—Harry simplemente asintió, y luego de mirarlo un poco más, Severus suspiró—. Nunca pensé que diría esto, pero Black tiene razón. Estás loco—Harry enrojeció y bajó la mirada, y el mago mayor dejó que reflexionara un rato antes de agregar más suavemente—. Pero creo que debo aceptar, si no por otra razón, al menos para salvarte de ti mismo.
Harry levantó la cabeza rápidamente, sus ojos brillando con esperanza.
—¿Señor?
El hombre bufó suavemente, una comisura de su boca elevándose en una diminuta sonrisa.
—Escuchaste correctamente. Acepto.
Una radiante sonrisa iluminó el rostro juvenil ante eso.
—¡Gracias, señor!
—Severus, Harry, o Sev si lo prefieres—le corrigió, su sonrisa acentuándose a pesar de si mismo mientras constataba cuan feliz se veía el chico. Si convertirlo en su esclavo lo hacía tan feliz, estaba seguro que se mostraría extasiado cuando se diera cuenta que Severus tenía intención de que aprendiera a disfrutar un poco de la libertad que tanto había faltado en su vida.
—Sí, señ… Sev—se corrigió, todavía sonriendo mientras observaba como Severus abría uno de los cajones de su escritorio y sacaba una pluma con tinta verde oscuro. Sabía que muy poca gente podría llamarlo Sev sin conseguir terminar descabezados, y estaba extasiado de haber sido invitado a usar el familiar apodo. Había escuchado que Remus lo usaba con cierta frecuencia, aunque sospechaba que en realidad no se le había dado permiso de hacerlo, pero nadie más se atrevía.
—Son idénticos, ¿correcto?—preguntó el profesor y alcanzó el rollo de pergamino más cercano y lo abrió, levantando la vista mientras Harry asentía. Luego, bajó la vista hasta el pergamino y firmó con su fluida rúbrica mientras decía—: Todavía nos falta conseguir los testigos. Remus es una buena elección, dado que nos conoce a ambos bastante bien, y tiene una cabeza sensata que le permitirá lidiar con las cuestiones sobre el contrato—sopló sobre su firma y la tocó con la punta de los dedos para verificar que estaba seca, antes de volver a enrollar el pergamino, dejarlo a un lado y tomar el otro, levantando la vista hacia Harry—. Albus ya aceptó ser testigo en cualquier contrato que pudiéramos necesitar, ¿a menos que prefieras a alguien más?
—No, señ… Sev, está bien—contestó de inmediato, todavía sonriendo.
El maestro firmó el segundo contrato y luego volvió a soplar cuidadosamente sobre la tinta y se levantó, observando como, del otro lado del escritorio, Harry levantaba los dos pergaminos y el libro que había estado leyendo.
—¿Te gustaría ver tus habitaciones ahora, o después que hayan firmado los testigos?
—Cualquiera de los dos estará bien—contestó con una enorme sonrisa.
Los habitualmente turbios ojos verdes prácticamente brillaban de excitación y felicidad, y, de repente, al profesor le recordaron fuertemente a Lily. Se quedó mirando fijamente esos ojos, tan parecidos a aquellos que con frecuencia lo habían mirado con la misma expresión. Lily había amado el mundo mágico y encontrado deliciosa hasta la más pequeña parte del mismo, y frecuentemente compartía sus experiencias con él. Ella le había gustado más de lo que le había gustado nadie más, con la posible excepción de Lucius, y habían sido muy cercanos durante sus primeros años de escuela. Todavía extrañaba su rápido ingenio y su risa presta, incluso después de tantos años, porque ella le había comprendido como nadie lo había hecho antes, ni después.
Continuó mirando los ojos verdes hasta que, finalmente, Harry inclinó la cabeza a un lado, con una expresión interrogante en su rostro. Severus se dio cuenta que lo estaba mirando y apartó la vista, moviéndose hacia la estrecha zona de pared vacía al lado del escritorio, mientras sacaba su varita de la manga. Miró sobre su hombro y explicó:
—Como mi Aprendiz, te quedarás en mis aposentos, así que las protecciones deberán ser modificadas para responder ante ti. Saca tu varita y acércate, Harry.
—Sí, señor—sacó rápidamente la varita de su cinturilla y se colocó al lado del maestro, observándolo, expectante.
—Severus, Harry. No tienes que decirme señor cada vez que abres la boca, a menos, por supuesto, que quieras recordarme que soy lo suficientemente viejo como para ser tu padre—Harry se ruborizó de nuevo y Severus le lanzó una mirada ligeramente divertida, antes de alzar su varita y posarla contra el centro de una de las piedras—. Toca con la punta de tu varita la mía, aquí contra la pared, así puedo lanzar el hechizo para que te reconozca. Una vez que lo haga, sólo con que la toques con tu varita, la pared te cederá el paso—hizo como le indicaba, y entonces el mago mayor murmuró—: Commeatus
Harry sintió un repentino hormigueo en la mano que sostenía la varita y luego Severus retiró su varita de la pared, rompiendo el contacto con la del chico, mientras la pared aparentemente sólida brilló ligeramente.
Severus atravesó la pared, apartando la varita mientras decía:
—Sígueme.
Harry se movió rápidamente tras él y luego se detuvo y miró alrededor, sorprendido, guardando su propia varita en su cinturilla. Sólo le tomó un momento darse cuenta que estaban detrás de una hilera de estanterías que corría a lo largo del frente del almacén donde se guardaban los ingredientes para los estudiantes de Pociones.
—No tenía idea que esto fuera más que un almacén, y eso que he estado aquí más veces de las que puedo contar.
Severus se detuvo ante una sencilla puerta negra en el extremo más alejado del corto pasillo, luciendo divertido mientras lo miraba.
—No se supone que lo supieras, Harry. Esta área está protegida para que nadie que no conozca este pasadizo pueda encontrarlo, y piensen que la entrada al aula es el único camino para entrar y salir. Desde aquí, podemos ver y oír lo que sucede allí, pero los estudiantes traviesos no pueden vernos ni escucharnos.
—No me maravilla que siempre parezcas saber exactamente todo lo que ocurre aunque no estés alrededor—Harry dejó escapar una risita, y recorrió rápidamente el pasadizo para reunirse con Severus antes de agregar—: Pero no te preocupes, no le contaré a nadie.
—Si lo haces, estarás usando ese cepillo de dientes que mencioné, fregando pisos mientras yo pienso en otra protección—replicó secamente, antes de hacer un gesto hacia la puerta de madera negra—. Esta puerta, y la principal a mi habitación, de momento sólo responden a mi aura. Sólo se abren con mi toque, nadie más puede pasar a menos que yo les abra la puerta, ni siquiera el Director. Para cambiar eso, tengo que presentarte a las protecciones; después de eso, sólo tendrás que tocar las puertas para abrirlas.
Harry asintió, sorprendido de lo emocionado que se sentía sólo con el pensamiento de que podría entrar en las habitaciones de Severus.
—Suena bastante fácil.
—Lo es, si las protecciones te reconocen—dejó caer su mano sobre el centro de la puerta y lo miró, mientras proseguía tranquilamente—. Coloca tu mano al lado de la mía sobre la puerta, Harry, de manera que ambas se toquen—el joven hizo lo que le ordenaban, sorprendido de no necesitar las varitas; luego, Severus dijo ‘Levamentum’
La mano del Gryffindor se sintió repentinamente cálida, y luego la onda de calor pasó a su brazo y se extendió a través de su cuerpo, dejando un ligero hormigueo en su estela. Tan pronto como el hormigueo hubo pasado, tuvo la repentina e inexplicable sensación de haber llegado al hogar; luego, la oscura puerta de madera brilló, al tiempo que aparecía una fluida inscripción plateada.
Bienvenidos a Consuelo, hijos de Salazar. Aquí encontrarán habitaciones donde poder relajarse y vivir juntos con seguridad, libres de las distracciones y presiones del mundo exterior, todo el tiempo que deseen permanecer dentro. Entren y sean bienvenidos, pero protejan bien el privilegio
Tan pronto como leyó eso, Harry levantó la vista hacia Severus, y sus ojos se abrieron ante la sorprendida expresión en el rostro del hombre. El chico apartó la mano de la puerta e indagó:
—¿No hizo eso antes?
Severus dejó que su mano cayera, alejándola de la puerta, mientras sacudía la cabeza, mirando fijamente la inscripción de plata hasta que desapareció lentamente. Finalmente, miró a Harry y dijo, con cierta inseguridad.
—No, no lo hizo. Supongo que sólo muestra el mensaje cuando dos personas tocan la puerta.
—¿Nunca tocaste la puerta con alguien más cuando las protecciones fueron atadas a ti?—preguntó, la curiosidad brillando en sus ojos.
—No. El antiguo profesor de Pociones tenía sus habitaciones en la misma zona que los demás profesores. Hasta que me convertí en Jefe de Slytherin, estas habitaciones habían estado vacías por varias generaciones, resguardadas por las protecciones y los hechizos trampa dejados por su último ocupante. Me tomó más de un año descifrar cómo conseguir traspasarlos—miró a Harry e hizo un gesto hacia la puerta mientras agregaba—: Adelante, Harry; ábrela.
El chico asintió y enfiló su atención hacia la puerta mientras extendía su mano y la posaba sobre la madera, teniendo nuevamente esa repentina sensación de estar en casa, mientras ésta se movía con facilidad—. Funciona—comentó innecesariamente, abriendo completamente la puerta y mirando en derredor.
Severus resopló suavemente y caminó, pasando a su lado, divertido a pesar de si mismo.
—Sí, Harry. Gracias por declarar lo obvio.
—Disculpa—contestó el Gryffindor, sonriendo avergonzado mientras cerraba la puerta y miraba lo que le rodeaba.
Severus rodeó un mueble, haciendo un gesto hacia las dos entradas situadas en la pared, directamente en el otro extremo de la habitación en que se encontraba parado.
—Los dormitorios están aquí—dijo, señalando las puertas ubicadas a cada lado de un tapiz lleno de plantas, animales y objetos extraños moviéndose, mientras caminaba hacia la puerta a la derecha—. Mi habitación es la de la izquierda, y ésta es la tuya.
Harry cruzó rápidamente la salita mientras Severus abría la puerta y entraba en la nueva habitación. Había dado apenas unos pasos cuando exclamó:
—¡Mataré a ese elfo y lo cocinaré hasta convertirlo en pegamento!
Severus se movió para cerrar la puerta que daba a la salita de estar en tanto Harry miraba la espaciosa habitación con los ojos abiertos de par en par; una habitación cuyo decorado era bastante incongruente, considerando su ubicación. El rojo profundo y el amarillo brillante de Gryffindor eran los colores predominantes, con una cama de cortinas rojas con borlas doradas, y repleta de mobiliario en rojo ribeteado de amarillo. Había tapices móviles colgando de las paredes, representando famosos partidos de quidditch, y una foto mágica de los compañeros de Harry estaba colocada sobre la chimenea, donde el fuego ardía alegremente.
>>¡DOBBY!!—bramó Severus de repente, haciendo que Harry diera un salto y lo mirara con sorpresa.
Sólo un momento después, el familiar chasquido de un elfo doméstico llegando, anunció la presencia de Dobby frente a la chimenea.
—¡Dobby está aquí, señor!—dijo feliz, moviéndose de un pie a otro mientras retorcía sus manos—. ¿A Harry Potter le gusta su habitación, señor?
Severus lo miró furioso, boquiabierto, mientras adelantaba dos pasos hacia él, gruñendo en voz baja y obviamente furioso por los colores rojos y amarillos de la habitación. Harry intentó evitar sonreír al ver cuan excitado estaba Dobby y cuan libido estaba Severus, consiguiendo mantener su expresión razonablemente seria al tiempo que preguntaba—:
—Dobby, ¿tú hiciste esto?
—Sí, Harry Potter, señor; Dobby fue quien hizo esto—replicó con orgullo, sonriendo—. ¡El Profesor le dijo a Dobby que limpiara la habitación, señor, y le dijo que era para el gran Harry Potter! ¡Dobby sabía que el señor Harry Potter querría los colores de su Casa, así que Dobby arregló todo! ¿A Harry Potter le gusta?
—¡Dobby, criatura endemoniada, estas son las mismísimas habitaciones de Salazar Slytherin, no la maldita sala común de Gryffindor!—exclamó Severus—. ¡Volverás a dejar esta habitación tal y como estaba! ¡Enseguida!
Harry se esforzó en no echarse a reír ante la indignada expresión de la cara de Severus; en lugar de eso, miró a Dobby mientras decía razonablemente—:
—Sí, Dobby, por favor. Me gusta mucho el verde y el plateado. Estoy seguro que las habitaciones se verán muy bien como estaban.
Dobby frunció el ceño, confundido.
—Pero Harry Potter, señor, ¡usted es un Gryffindor, no un Slytherin! ¡Harry Potter, señor, debería tener los colores de Gryffindor en su habitación!
Severus gruñó, apretando los dientes y levantando las manos como si fuera a estrangular a alguien y dio otro paso hacia Dobby. Rápidamente, Harry se interpuso entre ellos, apenas conteniendo la risa.
—Ahora soy Aprendiz del profesor Snape, Dobby, así que también soy una especie de Slytherin—Severus miró rápidamente a Harry, sorprendido, pero éste no lo notó mientras continuaba—. Además, casi fui seleccionado para Slytherin. Disfrutaré las habitaciones tal y como estaban, Dobby. Lo prometo.
Dobby lanzó un enorme suspiro antes de decir, taciturno:
—Como Harry Potter desee, señor—el elfo chasqueó los dedos y se escuchó un fuerte chisporroteo mientras la habitación comenzaba a cambiar en un círculo que se ensanchaba desde el centro donde el elfo estaba parado.
Los brillantes colores de las mantas y las cortinas de la cama se convirtieron en verdes oscuros con reflejos gris plata, haciendo que la habitación pareciera más oscura aunque la iluminación permaneciera igual. Los sofás y las sillas, totalmente bordados con leones, desaparecieron en cuanto las alfombras fueron terminadas, siendo reemplazados por antiguos muebles Victorianos, que eran mucho más hermosos aunque lucían mucho menos cómodos. El efecto total era sencillo y austero, y Harry pensó que era todo muy apropiado para las habitaciones de Salazar; la decoración prácticamente gritaba que era la personificación de la elegancia purasangre Slytherin.
El sonido de chisporroteo cesó luego de unos momentos y Harry miró alrededor de la habitación, admirando los verdes con las suaves pinceladas plateadas mientras Dobby decía:
>>Dobby va a dejar el retrato del señor Harry Potter y sus amigos, en lugar del retrato de esa enorme y horrible serpiente que estaba allí, señor. Dobby no va a permitir que el Basilisco provoque pesadillas al señor Harry Potter, señor.
Severus bufó, lanzando al elfo una mirada desagradable, pero Harry le sonrió.
—Gracias, Dobby. Estoy seguro que disfrutaré el retrato de mis amigos.
El elfo le sonrió, ignorando la mirada de Severus.
—¿El señor Harry Potter, señor, desea que Dobby mude sus cosas ahora? ¡Dobby puede hacerlo en un instante!
—Todavía no, Dobby—contestó, sonriéndole al diminuto elfo—. Creo que me quedaré en la torre hasta que concluyan las clases. Te prometo que cuando tenga el permiso para mudarme y esté todo empacado, te llamaré para que lo hagas.
—Lo cual es una manera cortés de decir adiós—puntualizó Severus.
—Dobby vendrá en cualquier momento que Harry Potter lo llame—luego de decir eso, asintió y chasqueó los dedos, desapareciendo.
Harry miró a Severus, apenas capaz de contener la risa al ver la expresión de su rostro.
—Él sólo estaba tratando de ayudar—dijo impulsivamente, sus verdes ojos brillando con diversión—. Dobby me aprecia.
El hombre bufo.
—Con ayuda como esa, no necesitamos enemigos.
Harry sonrió ampliamente, disfrutando el hecho de que Severus se refiriera a ambos como ‘nosotros’, y el maestro se encontró cautivado por sus ojos. Había mirado esos ojos verdes varias veces a la semana durante siete años y todavía podía contar con una mano el número de veces que los había visto brillar como lo estaban haciendo en ese momento. Lucía como si le acabaran de ofrecer el mundo en una bandeja de plata, así que se quedó prendado unos cuantos minutos antes de sacudir la cabeza finalmente. Decidió que era mejor hacer que la conversación regresara a rumbos seguros y evitar mirarse en los ojos de Harry de nuevo, o estaba seguro que se perdería en esas insondables profundidades verdes.
Se alejó del joven para señalar una puerta en una esquina lejana.
—Ésa es la puerta del baño, el cual compartiremos. Toca antes de entrar, por favor.
—Sí, señ… Severus—contestó, apenas corrigiéndose antes de volver a llamarlo señor, y los labios del mago mayor se movieron ligeramente mientras se giraba para salir de la habitación.
A Severus le extrañó la forma en que Harry sonreía; el Gryffindor miró alrededor una última vez antes de seguirlo de regreso a la salita de estar.
—Mi laboratorio está ahí—dijo el profesor tan pronto como Harry se reunió con él, señalando una puerta a la derecha de la chimenea, al otro extremo de la habitación—. Preferiría que no entraras sin mí, dado que con frecuencia hay pociones extremadamente peligrosas, en diferentes etapas de elaboración.
—Por supuesto—aceptó, asintiendo.
—Mi estudio está aquí—mencionó, abriendo una puerta y entrando—. La mayoría de los libros que necesitarás ya están en este lugar, aunque estoy seguro que encontraré otros para añadir más adelante. Eres bienvenido a utilizar la biblioteca, pero hay ciertos volúmenes guardados en cajas de vidrio que te pediré que no toques, son muy peligrosos—colocó el libro y los pergaminos que llevaba sobre su escritorio y continuó—. Unos cuantos son tan peligrosos que con sólo tocarlos podrían matarte, y otros te conducirían a la locura si los leyeras sin el contrahechizo apropiado; así que, por favor, atiéndeme y déjalos en paz. Hay aquí suficientes volúmenes que pueden ofrecerte un desafío sin tener que tentar al destino enlodándote con ejemplares verdaderamente peligrosos. Te explicaré cómo están organizados en otro momento.
Le hizo un gesto para que regresara a la salita, siguiéndolo y cerrando la puerta del estudio tras él mientras observaba el pequeño reloj sobre la repisa de la chimenea.
>>Ya pasó hace rato el toque de queda, así que pienso que deberíamos esperar hasta mañana para conseguir a los testigos del contrato. ¿Tienes alguna objeción en que Remus y Albus los firmen cuando bajemos a desayunar?
—No, estará bien—contestó Harry de inmediato, sonriéndole.
Como respuesta, los labios del hombre se curvaron en una sonrisa, mientras rápidamente cruzaba la habitación hacia la única puerta que no había mencionado, y comentó:
—Te voy a mostrar cómo ingresar a la entrada principal y luego podrás regresar a tu Casa.
—Sí, señor. Quiero decir, Severus.
Harry lo siguió a la puerta y luego pasó delante de él ante un gesto de Severus. Se sorprendió al ver que emergían en un pasadizo oscuro, y aún no había descubierto dónde estaba cuando escuchó al maestro diciendo secamente detrás de él.
—Supongo que vas a necesitar semanas para dejar de llamarme señor cada vez que abres la boca.
Harry se giró hacia las habitaciones de Severus en el momento que la puerta se cerraba tras ellos, dejando una zona de oscuridad excepto por dos grandes ojos brillantes. Harry observó, fascinado, mientras los ojos verdes se cerraban y se encogían en dos puntos, antes de contestar tímidamente.
—Trataré de recordar no hacerlo, pero es un hábito.
El maestro bufó suavemente y murmuró:
—Lumus.
La punta de la varita los iluminó a ambos y a la pequeña serpiente de piedra en la pared frente a ellos, mientras agregaba en un tono más normal.
>>Los hábitos están hechos para ser rotos, Potter. Ahora, presta atención. La primera vez que abrí esta puerta parecía hablarme; puede tener que decirte algo a ti también, pero no debería herirte—Harry miró con recelo a la serpiente de ojos verdes en la pared de piedra frente a ellos, mientras Severus proseguía—. Deberás tocar los ladrillos en este patrón…—comenzó a mover su varita mientras hablaba, sin llegar a tocar la piedra—. Norte, oeste, este, sur, sur, norte, oeste. Luego, dices la contraseña: Solace. La puerta debería abrirse después de eso.
Harry asintió, y repitió:
—Norte, oeste, este, sur, sur, norte, oeste; luego, decir Solace… Hecho.
—Bien, entonces ábrela—pidió, haciéndose a un lado y mirándolo con expectación.
El chico asintió y sacó su varita de la cinturilla para luego comenzar a tocar el patrón alrededor de los brillantes ojos de la serpiente, para luego decir con confianza:
—Solace
Sintió como una oleada de fría pasaba a través de sus pies, impregnando todo su cuerpo, haciéndolo temblar mientras escuchaba un crujido y luego un seco susurro en su mente.
Gryffindor y Slytherin… Una extraña combinación, pero verdadera y correcta. Puedes entrar, hijo de Godric, pero protege bien el privilegio.
Finalmente, la serpiente de piedra brilló ante Harry, y luego una segunda vez antes que el contorno de la figura se animara lentamente. El joven observó fascinado mientras se desenrollaba, mostrando una cobra con la caperuza desplegada, mientras una lengüeta plateada oscilaba antes que la serpiente abriera sus fauces. La boca abierta comenzó a crecer rápidamente como si se dibujara en la pared, para revelar una puerta de madera oscura, casi negra, rodeada por la talla de una boca de serpiente abierta, con los dos grandes ojos verdes que casi parecían observarlo.
—Muy bien—Severus asintió—. Trata de recordar el patrón; la contraseña sola no funciona.
—Comprendo que debo proteger el privilegio de entrar en tus aposentos, eso no requiere explicación. ¿Pero qué quiso decir eso de Gryfindor y Slytherin, una combinación extraña pero verdadera?—preguntó, mirando a su profesor con curiosidad—. ¿Y por qué me llamó hijo de Godric, cuando la otra puerta nos llamó a ambos ‘hijos de Salazar’?
Las cejas de Severus se alzaron y pasó su mirada de Harry a los ojos de la serpiente sobre la puerta, y luego de vuelta al chico.
—Tú eres descendiente de Godric Gryffindor, Harry, a través de la línea Potter. El sobrerviviente más joven de los descendientes directos, de hecho. Quizás ésta es una protección basada en el linaje. A mí me llamó hijo de Salazar cuando finalmente descubrí como atravesarla, aunque yo no soy heredero de ese linaje, sólo emparentado. Del resto, me veo obligado a suponer que estaría refiriéndose al hecho de que casi fuiste seleccionado para Slytherin. Es muy raro que el Sombrero Seleccionador dude una elección entre esas dos Casas en particular. Quizás la protección sintió la misma diversidad en tus habilidades que sintió el sombrero.
—Es probable—concordó, asintiendo, aunque se preguntaba si la puerta podía haber estado refiriéndose a ellos dos. Definitivamente, eran una combinación extraña, pero él sentía que podría ser buena. Tenían más cosas en común que las que no, a pesar de la diferencia de edad, y muchas veces valoraban las mismas cosas.
Entonces, Severus se acercó y puso una mano en la puerta negra, que se abrió de golpe mientras el maestro decía:
—Estás en el final del pasillo que conduce al aula de Pociones. Ya ha pasado la hora en que deberías estar en la cama, Harry, así que te ofreceré las buenas noches. Llevaré los contratos al desayuno, para que Remus y Dumbledore los firmen.
Harry sonrió y asintió.
—Buenas noches, Sev. Te veré en el desayuno.
El hombre observó como Harry empezaba a recorrer el pasillo con seguridad, recordando otro joven que había tomado el mismo camino. Se giró y regresó a sus habitaciones, la boca de serpiente de piedra encogiéndose para ocultar la puerta tan pronto como fue cerrada, dejando el final del pasillo en la oscuridad, una vez más.
Última edición por alisevv el Sáb Abr 09, 2016 5:57 pm, editado 5 veces | |
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