alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Wrapped Around His Finger. Capítulo 3 Miér Abr 01, 2009 1:36 pm | |
| Harry caminó a lo largo de la orilla del lago, mirando el terreno justo delante de sus pies y raspando de vez en cuanto la punta del zapato en la tierra. Ron y Hermione no estaban en los dormitorios, en la cabaña de Hagrid, ni en los jardines, y Harry se estaba preguntando dónde se habrían metido y qué pensarían si Snape lo tomaba como su aprendiz. Había estado trabajando por esa meta durante un buen tiempo, desde un día en que, en su sexto año, se había levantado temprano y se había dado cuenta que disfrutaba las Pociones a pesar de los constantes ataques de su profesor contra él. Otro día, alrededor de un año mas tarde, se dio cuenta que también le gustaba el propio Snape, y ello le dio otra razón para ganarse el respeto y confianza del hombre, lo cual pensaba que ya había logrado, dado el modo en que éste se había mostrado casi amistoso al tratarlo, apenas un poco antes.
Hermione sabía que él quería informarse sobre el Aprendizaje. Le había pedido que le recomendara un buen libro sobre las tradiciones y leyes concernientes al tema, pero no le había dicho que quería ser Aprendiz o porqué. Al principio había sido porque no estabas seguro de cómo decírselo, pero luego de que investigara más, había descubierto otras cosas que hicieron que dudara sobre decir a alguien lo que había planeado. Dependiendo del contrato utilizado, los deberes del Aprendiz podían incluir cosas desde asegurarse que su amo tuviera las medias limpias hasta satisfacer sus necesidades sexuales, y Harry no deseaba admitir ante sus mejores amigos que estaba tratando de convertirse no sólo en estudiante sino también en el juguete sexual de Snape.
A Harry, eso le sonaba como una manera muy agradable de vivir, especialmente dado que Snape vivía en Hogwarts todo el año, pero estaba bastante seguro que Hermione y Ron no lo verían de esa forma. Estar abierto ante la posibilidad de que Snape lo metiera en su cama, incluso invitarlo tácitamente; estaba seguro que si se lo decía a sus amigos, pensarían que se había vuelto loco. A Hermione parecía gustarle Pociones, pero en más de una ocasión había dejado claro que pensaba que su profesor no era un hombre agradable. En Hermione, eso era tanto como decir que era un ‘imbécil baboso’, así que él no esperaba que saltara de felicidad cuando le dijera que esperaba pasar los siguientes cinco años como Aprendiz de Snape, especialmente si ella leía el contrato específico que deseaba utilizar. A Ron todavía le aterraban las clases de Pociones, y probablemente, cualquier otra circunstancia en que tuviera que estar en la misma habitación con Snape, así que lo más seguro era que el pelirrojo perdiera el control incluso antes de saber sobre el contrato.
Sus dos amigos, quienes ya tenían todo su futuro planeado, le habían preguntado repetidamente qué deseaba hacer con su vida. En cada ocasión, Harry había sido muy vago en sus respuestas, diciéndoles solamente que quería hacer algo que representara un desafío, pero que realmente no había concretado planes más allá de eso. Quería ser feliz y deseaba permanecer en Hogwarts, pero realmente no tenía la ambición que lo condujera a hacer otra cosa con exclusión de todo lo demás. Eso hacía que, a veces, se sintiera extraño, especialmente cuando Hermione estaba toda excitada y efusiva acerca de sus propios planes, o cuando Ron estaba todo esperanzado con la idea de convertirse en Auror.
Ron estaba esperando conseguir entrar en el curso de entrenamiento para Aurores para poder llegar a ser miembro completo de la Orden, y con frecuencia había sugerido a Harry hacer lo mismo, pero éste nunca aceptó. Sabía que Ron, en realidad, tenía muy poca fe en conseguir entrar en el entrenamiento para Auror, ningún Weasley lo había hecho en las tres últimas generaciones, a pesar de una docena de intentos; por eso, había hecho arreglos para trabajar con su padre en la Oficina del Mal Uso de Artefactos Muggles, en el Ministerio, en caso de que lo otro no resultara. Hermione insistía en que tener un sólido plan en reserva era algo inteligente por parte de Ron, aunque a Harry más bien le parecía como si su amigo estuviera planeando fallar.
A Harry, Hermione le había sugerido con frecuencia asistir a la universidad de Oxford con ella, pero eso no tenía mucho atractivo para él. La zona mágica del campus estaba en uno de los armarios de la conserjería del edificio de administración, cosa que el chico encontraba bastante extraña, y no era realmente una universidad en absoluto, pues estaba casi completamente concentrada en el entrenamiento de sanadores. Cuando Harry le dijo a su amiga que había pasado demasiado tiempo en la enfermería como para sentirse bien en ese lugar, ella le sugirió aplicar para un puesto en el Ministerio, trabajando en Relaciones Muggles, dado que abía mucho sobre ellos. Pero él no quería vivir en Londres, o tener una oficina que requeriría pasar gran cantidad de tiempo con los muggles y sus ‘artefactos’, y lo había declarado en variadas ocasiones.
En opinión de Harry, ser el Niño-Que-Salvo-A-Todos no era divertido, pero era mucho mejor que ser El Chico Que No Tenía Diploma De Secundaria Y Tendría Que Ocultar Sus Habilidades Mágicas Mientras Trabajaba Como Cavador De Zanjas, así que buscar algo en el mundo muggle, sencillamente estaba fuera del asunto. Al comienzo de su sexto año, cuando los Weasley lo habían liberado del sótano de los Dursley, había decidido que ya había tenido suficiente de vivir con, o incluso cerca, de muggles. Había hablado con Dumbledore en la primera oportunidad, y le había dicho que prefería convertirse en fugitivo que volver a ese lugar. Al anciano no le había gustado, pero luego de escuchar que Harry no había salido de su encierro ni una vez en todo el verano y que Hedwig había sido obligada a retorcerse para entrar y salir por un vertedero de carbón para no morir de hambre, se había aplacado. Le prometió que haría otros arreglos para sus vacaciones y que era el fin de su relación con los Dursley.
Estuvo encantado cuando finalmente le notificaron, al final del año, que podría quedarse en Hogwarts y utilizar los meses de verano para perfeccionar sus conocimientos y aprender otros que le ayudaran en su lucha contra Voldemort. De inmediato, se había propuesto hacer su mayor esfuerzo para que los profesores que trabajaran con él, McGonagall, Flitwick, Binns y Snape, con la ocasional ayuda de Sirius y Remus, no se arrepintieran de ceder parte de su tiempo libre para enseñarle. Le había fascinado pasar el verano en la escuela, aprendiendo en las mañanas, ayudando a Hagrid a cuidar los animales cada tarde, y teniendo el mando de la biblioteca cada noche.
Ya sólo con quedarse en el castillo todo el verano hubiera estado contento, pero McGonagall pensó que era justo que tuviera algo de libertad y le había solicitado a Dumbledore algunos privilegios adicionales para él. El jueves, luego de que las clases concluyeran, le informaron que los fines de semana podría recibir las visitas de sus amigos si así lo deseaba, y que le sería permitido ir a Hogsmeade cada sábado. El único requisito era que, para abandonar Hogwarts, debería utilizar Poción Multijugos, pareciéndose a alguien menos conocido todo el tiempo que permaneciera fuera de los terrenos de la escuela.
Una carta a los gemelos Weasley pidiéndoles consejo sobre por quien hacerse pasar, especificando que debería ser alguien con estructura corporal semejante a la suya para que le sirvieran sus ropas, le había asegurado la donación de una dreadlock (*) de Lee Jordan. Eso le facilitó suficiente cabello para todo el verano, y al final de su primer día completamente solo el Hogsmeade, se había sentido más libre que nunca antes en toda su vida. Ron y Hermione, o Fred y George, lo habían visitado casi cada fin de semana después de eso, incluso los cuatro juntos a veces, y el verano había pasado más rápidamente que cualquier otro que pudiera recordar.
Para cuando comenzó su séptimo año, siendo Premio Anual, había tomado varias decisiones. Iba a quedarse absolutamente en el mundo mágico durante algunos años, incluso si eso significaba tener que convivir con el recordatorio constante de su fama, y tenía intención de planear su vida luego que la escuela terminara y Voldemort se hubiera ido, sin permitir que personas bien intencionadas como McGonagall lo hicieran por él. Ante todo, deseaba quedarse en Hogwarts permanentemente, así que decidió confiar en la inteligencia de Hermione y trazar alguna clase de plan de reserva, en caso de que las cosas no funcionaran con Snape. Su ‘plan B’ era bastante simple: convencer a Dumbledore de que lo dejara tomar el trabajo de Madame Hooch. Rolanda se había asegurado que todos supieran que planeaba tomar el puesto de Directora Técnica de los Chudley Cannons al concluir el periodo escolar, y se rumoreaba que todavía no había ninguna solicitud para el puesto. La profesora de Vuelo lo había llevado aparte varias veces para señalarle que estaba muy bien calificado para el cargo, e incluso le había prometido que si aceptaba el trabajo, le daría sus recomendaciones antes que comenzara la Copa. Claro, eso había sido antes de que, luego del históricamente corto último juego por la Copa, pasara varias horas intentando convencerlo de mudarse con ella a los Chudley Cannors, como su nuevo Buscador.
Después de unos años entre el personal, esperaba poder aplicar a una verdadera posición docente. Profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras era el cargo que más deseaba, si Remus hacía lo que Dumbledore deseaba y se convertía en el enlace a tiempo completo entre humanos y hombres lobo, pero aún no le había contado eso a nadie. No quería arriesgarse a que Remus descubriera que él deseaba la cátedra de Defensa; estaría feliz de enseñar Vuelo y encargarse del Quidditch todo el tiempo que tuviera que hacerlo si eso le permitía quedarse en Hogwarts. Remus era el tipo de persona que dimitiría y dejaría que Harry obtuviera el trabajo aunque él lo deseara, y el muchacho no podía permitir que eso pasara hasta que Remus tuviera algo mejor para hacer.
Además, sabía que había cosas mucho peores para él que enseñar. Cada intolerable posibilidad le había sido sugerida al menos dos veces en el último año.
Severus estaba sentado tranquilamente en la bastante incómoda silla de su oficina, reclinado contra el respaldo de madera, con los codos sobre los altos apoyabrazos. Tenía las manos cruzadas al frente y las puntas de sus dedos índices descansando contra sus labios, mientras observaba fijamente un pequeño montón de pergaminos, que estaban posados en el escritorio ante él, al lado de su varita. Se debería estar dirigiendo a cenar, pero finalmente había terminado de corregir todos los exámenes y estaba enfrentado con algo que nunca había visto como profesor.
Estaba muy orgulloso de ser un maestro muy estricto y cuidadoso, al que nunca le había faltado algo que tachar, pero es que nunca antes había tenido un examen como el que ahora descansaba sobre su escritorio. Él mismo había logrado un resultado perfecto en su examen final de Pociones, pero ningún otro estudiante desde entonces se había ni siquiera acercado a una marca perfecta… hasta ahora.
Sentía como si fuera casi un insulto hacia él que un estudiante hubiera logrado un resultado perfecto y había tratado de encontrar algún error que pusiera remedio a la situación, pero revisar el examen repetidamente había resultado inútil. Había pasado su buena media hora buscando la más mínima cosa para tachar, pero el resultado siempre era el mismo. Cada palabra estaba correctamente escrita, y si hubiera sido un profesor indulgente, como Flitwick o McGonagall, incluso hubiera estado tentado a premiarlo con puntos extra, por la innecesaria minuciosidad de muchas respuestas, donde además de las pociones que había enseñado en clase, otras pociones alternativas eran explicadas con lujo de detalles.
Sabía que había un motivo oculto para que las respuestas fueran tan exhaustivas, y sabía que el examen era sólo otra prueba de la testarudez y determinación del estudiante en cuestión, pero aún así no podía tomar esto por algo menos de lo que era. El hecho concreto era que ese papel merecía una puntuación perfecta, más el crédito completo por las dos preguntas de bono, y la parte práctica había sido intachable. No tenía duda de que el estudiante podría tener un futuro brillante dentro del campo de las pociones, siempre que continuara aplicándose a ello.
Repentinamente, estiró la mano y tomó su varita para meterla en su manga, su silla arañando sonoramente el piso de piedra mientras se levantaba. Miró el examen unos segundos más antes de pasar rápidamente a su aula de clase para luego salir al pasillo, encaminándose directamente al Gran Comedor. No notó las miradas extrañadas de los estudiantes, especialmente los Slytherin, mientras pasaba tan campante junto a ellos, pero si lo hubiera hecho las hubiera ignorado de todas formas.
Tenía tanto derecho a sonreír en los pasillos como cualquier otra persona, incluso aunque ninguno de ellos lo hubiera visto hacerlo con anterioridad.
—¡Arry!
El bramido de Hagrid hizo que el chico se apartara rápidamente del lago y mirara hacia la cabaña del hombretón.
Ron, Hermione y Fang estaban saliendo del bosque justo por detrás de la cabaña, seguidos por Hagrid y uno de los Threstal de la escuela. Trotó de inmediato hacia ellos, mientras el guardabosque conducía al distraído caballo con alas de dragón hacia un rústico corral cerca de su vivienda, preguntándose porqué Hagrid estaba encerrando a Tenebrus. En realidad, la cerca no era suficiente para detener al Threstal, por supuesto, pero sabía que de todas formas, Tenebrus se quedaría donde el semi gigante lo dejara. El animal adoraba a Hagrid y haría cualquier cosa por él; incluso, pretender que esa cerca baja podía evitar que se echara a volar.
El hombre le dio un muslo de carne que estaba transportando, mientras Ron y Hermione le observaban, y Harry llegó justo en el momento en que el mayor se giraba para mirar nuevamente hacia él, radiante.
—Estábamos esperándote, Arry, pero no podía saltar la cena de Tenebrus, así que los parientes de Sibyll partieron directamente—comentó, jovial, rodando los ojos mientras lavaba sus manos en el barril de agua de lluvia colocado al lado de la casa—. Ella está volando a Londres porque ‘los presagios’ son malos para aparecerse o usar la red flu esta noche, y también tenía una mala sensación sobre quedarse aquí otro día—secó sus manos en la sucia toalla que colgaba del barril antes de enfrentar a Harry, sonriendo todavía—. ¿Dónde estuviste? Te extrañamos mientras estuvimos buscando a Tenebrus.
Harry le sonrió a su vez.
—Estuve leyendo, y luego tuve una pequeña charla con el Profesor Snape.
El mayor pareció un tanto sorprendido, antes de volver a hablar mientras Hermione y Ron intercambiaban miradas.
—¿Snape? ¿De qué estabas hablando con él, Arry?
Se encogió de hombros, haciendo un breve movimiento con la mano, como desestimando e asunto.
—Principalmente, sobre un libro de Pociones que he estado leyendo. Es un raro ejemplar que él había estado buscando, así que se lo presté.
—¿De qué más hablaron?— indagó Hermione enseguida, haciendo que Harry levantara la mirada hacia ella, sorprendido.
—No mucho, en realidad. Hablamos sobre el libro, y de cómo he mejorado este año en Pociones—contestó, para cambiar de tema, agregando—: ¿No deberíamos ir a cenar?
—Sí, tienes razón, Arry, ya es hora—replicó Hagrid, asintiendo—. Vamos a entrar.
Hermione y Ron intercambiaron otra mirada que hizo a Harry pensar que muy pronto tendría que contestar unas cuantas preguntas, pero no dijeron nada. El guardabosque los guió tan rápido como pudo hacia la escuela, dejándolos en el patio. Harry lo atravesó rápidamente y entró en el castillo, con sus dos amigos avanzando perezosamente tras él, y casi estaba llegando al Gran Comedor cuando Hermione lo atrapó por el brazo.
Internamente, el chico se felicitó por ser capaz de analizarla tan bien, mientras la chica los empujaba a él y a Ron a un lado y empezaba a argumentar.
—Harry, de verdad pienso que deberíamos hablar—declaró, mordiéndose el labio inferior para evitar decir algo más y luciendo muy seria.
—¡Sí!—agregó Ron, mostrándose preocupado—. ¿En serio estás planeando pedir a Snape que te permita ser su Aprendiz para no tener que abandonar Hogwarts?
Hermione golpeó el brazo del pelirrojo.
—Francamente, Ron, te pedí que me dejaras manejar este asunto—el chico tuvo la gracia de mostrarse avergonzado, pero ella ya estaba mirando a Harry de nuevo mientras le preguntaba, casi vacilante—. ¿Lo estás?
El joven de ojos verdes asintió.
—Ya lo hice. Él me dará su decisión mañana.
Por unos segundos, Ron lo miró aterrado, antes de volver a hablar.
—¡Pero, Harry, los aprendices tienen que hacer cualquier cosa que el maestro les diga! ¿Realmente quieres que ese imbécil baboso tenga tal control sobre tu vida? ¡Podría hacerte lo que quisiera, y tendrías que tolerarlo a lo largo de todo tu aprendizaje!
—Pero él no lo haría—razonó Harry—. Y Dumbledore lo le permitiría maltratarme ni aunque él quisiera. Sé todo sobre el Aprendizaje, Hermione me encontró un libro muy bueno sobre el tema cuando empezaron las clases.
Ron le lanzó a Hermione una mirada de desaprobación, como si pensara que ella tenía la culpa de todo por haberle dado el libro, pera la chica lo ignoró.
—Harry, nunca te hubiera animado de haber sabido que era Snape con quien te querías poner de Aprendiz. Esperaba que fuera McGonagall, quien me mencionó que estaba buscando un Aprendiz, y sé que tú lo has hecho muy bien en sus clases.
—Me está yendo bien en todas mis asignaturas, Hermione. Estoy seguro que Snape no aceptaría un Aprendiz que no fuera así—contestó de inmediato, todavía intentando sonar tan razonable como fuera posible, pues en verdad que no quería tener que discutir sobre eso—. He conseguido al menos Supera las Expectativas en todos mis EXTASIx, puedo apostarlo.
Ron se veía como si tuviera náuseas.
—Pero Harry, es Snape. ¡Él les capaz de hacerte cualquier cosa!
—En la actualidad, algunos contratos no permiten eso, Ron—dijo Hermione inmediatamente, aunque ella tampoco lucía para nada feliz—. Estoy segura que puedo ayudar a Harry a encontrar uno bueno, que sólo permita enseñar, limpiar y cosas como esas.
—El que tengo listo le permite hacer todo lo que desee conmigo—bajó la mirada para recoger una mancha de tinta con su dedo derecho; no estaba completamente seguro de querer observar sus reacciones—. Establezco que permaneceré con él y haré cualquier cosa que me pida, siempre y cuando continúe enseñándome y proveyéndome de comida y alojamiento.
—¿Acaso te volviste malditamente loco?—exclamó Ron, incrédulo—. ¡Eso no es Aprendizaje, es convertirte en un esclavo! ¡Vas a estar apenas más seguro que un elfo doméstico!
—Harry, ese contrato realmente suena como una mala idea. Y posiblemente sea ilegal—agregó Hermione, frunciendo el ceño.
Harry sacudió la cabeza, sin levantar la mirada.
—Es perfectamente legal, George me puso en contacto con un abogado del mundo mágico que me ayudó a redactarlo, y me dijo que era un tipo de contrato que mostraba un alto nivel de confianza entre las partes, que es precisamente lo que deseo.
El abogado también le había dicho que debía alegrarse de que el Aprendizaje no fuera obligatorio, porque lo que pedía Harry, obviamente, no sonaba muy cuerdo; pero no iba a contarles eso a ese par.
>>Quiero dejar claro desde el principio que confío en él. Salvó mi vida demasiadas veces como para que ahora lo insulte al no confiar en su buen juicio,
—Si realmente quieres que él te capacite, bien—Hermione enrojeció profundamente—. ¿Pero qué hay sobre dormir con él? En un contrato como el que estás describiendo, Harry, eso es permitido, casi esperado.
El chico levantó la mirada finalmente, reuniéndola con la de Hermione y tratando de ignorar su propio rubor.
—Él no tendría porque hacerme nada. En todo caso, yo soy gay.
—¿Pero Snape?—insistió Hermione, sin mostrar sorpresa ante la revelación, aunque Ron estaba jadeando por la impresión—. Podrías conseguir a cualquiera, Harry. Cualquier maestro de Pociones saltaría de gusto ante la oportunidad de enseñarte, si eso es lo que quieres hacer con tu vida. No tiene que ser él, y ciertamente no por todo el tiempo que el quiera enseñarte. Podrían ser veinte años si el disfruta de ordenarte, y todos ellos pasarán en esa mohosa mazmorra suya.
—Yo quiero que sea él—replicó Harry sencillamente—. Confío en él, y además, Hogwarts es mi casa. Quedarme aquí no es malo para mí, ni siquiera en las mazmorras.
—Entonces toma el puesto de Madame Hooch—se apresuró a sugerir la chica, luciendo molesta—. Ella se va a ir, y Dumbledore nunca te rechazaría como instructor de Vuelo, Harry. Todos saben que eres uno de los más talentosos Buscadores de la historia, y que nadie vivo puede manejar una escoba como tú. No tienes que entregar tu vida a Snape sólo para quedarte aquí.
—No me estás escuchando—replicó, repentinamente frustrado. Levantó una mano para pasarla por su cabello mientras apartaba momentáneamente la vista de Hermione, tratando de encontrar las palabras necesarias; luego de unos momentos, la miró nuevamente—. Quiero ser el Aprendiz de Snape, Hermione, no de cualquiera—expresó con firmeza—. Querría estar con él aunque eso significara que tuviera que partir de Hogwarts. En tanto no me haga vivir entre muggles, lo cual él no haría ya que apenas los soporta, donde él quisiera que viviéramos sería el único hogar que he tenido, además de Hogwarts.
Finalmente, Ron encontró la voz de nuevo y espetó:
—¿Estás tratando de decir que sientes un… bien, algo por él?
Harry se ruborizó y no contestó de inmediato, pero no le tomó mucho tiempo decidir que era mejor decirlo todo de una vez. Encontró la mirada de Ron mientras asentía y decía con tranquilidad.
—Sí, supongo que sí. No es tan malo como pensábamos que era, no en realidad. Es solamente una persona muy reservada a quien le resulta difícil confiar en las personas. Tú también lo serías si hubieras tenido que sufrir algunas cosas por las que ha pasado él. Hay un buen hombre bajo ese irritable bastardo exterior, lo sé.
—¿Es por eso que quieres ser su Aprendiz?—preguntó Hermione, frunciendo el ceño de nuevo—. ¿Sólo para estar cerca de él?
—Por supuesto que no—contestó, ligeramente afrentado—. No soy tan burro, Hermione. Si sólo quisiera estar cerca de él, hubiera aplicado para el puesto de profesor de Vuelo y todo hubiera sido más fácil para mí—se detuvo brevemente para dejar que lo asimilaran antes de proseguir—. Me gusta Pociones, y me gusta que, sin importar cuánto aprenda, siempre va a haber algo allá afuera que no voy a saber. Quiero decir, míralo, ha estado enseñando Pociones alrededor de dieciséis años y todavía está todo el tiempo estudiando y desarrollando nuevas pociones, y muchas de ellas ayudan a la gente. Yo quiero hacer eso. Quiero ser bueno para algo más que ser el cebo de Mortífagos o perseguir la snitch. Quiero hacer algo de lo que pueda sentirme orgulloso.
Hermione y Ron lo miraron en silencio por un rato antes que, finalmente, la chica admitiera a regañadientes:
—Él es el mejor maestro de Pociones de Gran Bretaña, y también es muy buen profesor.
Harry asintió de inmediato.
—Y si yo fuera su Aprendiz, se aseguraría que diera lo mejor que pudiera, pero no me mentiría ni me diría que lo estaba haciendo estupendo cuando en realidad apestara. No podría confiar en que cualquier otro maestro de Pociones actuara con objetividad conmigo, no con el Niño-Que-Vivió. Snape nunca fue agradable sólo por mi cicatriz… Necesito eso.
Ron se encogió de hombros y miró a Hermione, mientras preguntaba lastimeramente.
—¿Tú me dijiste que creías que él quería ser el Aprendiz de Snape?
La chica parpadeó, confundida.
—¡Sí, lo hice! ¡Tú me preguntaste!
—Podías haberme mandado a la mierda—Ron se veía más que un poco infeliz—. Ahora, se me quitó el hambre.
—No te atrevas a culparme por tu falta de apetito, Ronald Weasley. Además, estoy segura que recuperarás el hambre en cuanto estés frente a la comida, siempre lo haces. Vamos—aferró su mano, ignorando completamente las quejas de Ron sobre lo que la gente le hacía a su estómago, mientras comenzaba a arrastrarlo hacia las puertas del Gran Comedor.
Harry los siguió, sacudiendo la cabeza y tratando de decidir si todo había salido bien o no. Hermione parecía estar verdaderamente apegada a su habitual reacción ante cualquier cosa que él deseaba hacer que ella no aprobara: decirle que era un estúpido, escuchar sus argumentos, y luego alejarse un rato para pensar. Más tarde, lo volvería a emboscar y le diría exactamente cuan equivocado estaba, tal como hacía siempre, pero esta vez no se dejaría disuadir. Deseaba esto demasiado como para escucharla.
Minutos más tarde, estaban tomando sus asientos habituales en el extremo superior de la mesa de Griffindor, mientras sus amigos los recibían con recomendaciones sobre los diferentes platos y preguntas acerca de sus planes para el verano. Harry eludía o ignoraba las preguntas tal y como había hecho durante semanas, aunque ahora Ron se mantenía lanzándole extrañas miradas. Pretendió ignorarlo y se centró en su plato de comida, echando una mirada hacia la mesa de los profesores antes de comenzar a comer.
Una sorprendida sonrisa floreció en el rostro de Harry; luego, la felicidad ganó fácilmente a la sorpresa, cuando vio que Snape, ubicado en su lugar habitual dos puestos a la derecha de Dumbledore, le sonreía abiertamente. El Profesor inclinó la cabeza y Harry le sonrió, para luego regresar la atención a su plato y comenzar a comer, aún sonriendo para si mismo. Nunca había visto una sonrisa igual en el rostro de Snape durante una comida, ni una en siete años. Se veía verdaderamente feliz por algo, y Harry esperaba fervientemente que fuera por sus calificaciones. Había estudiado de forma constante por todo un año y sabía que serían muy buenas; probablemente, las mejores de la escuela. Si la vida era completamente justa, Snape tendría que estar impresionado.
Hermione notó la sonrisa de Harry y se inclinó más cerca de Ron, susurrándole algo al oído que hizo que el pelirrojo levantara la vista hacia Snape. Miró atentamente al profesor de Pociones y luego regresó la vista hacia la chica, claramente sorprendido, verbalizaba en silencio:
—¡Snape está sonriendo.
La chica asintió, sonriendo de repente mientras comenzaba a comer, mirando con frecuencia tanto a su amigo como a la mesa principal. Snape parecía estar observando a Harry con algo más de frecuencia de la habitual, y se veía decididamente complacido mientras comía y conversaba con el profesor Flitwick, quien estaba sentado a su izquierda, charlando animadamente. Hermione pronto notó que otros profesores también observaban a Snape y a Harry, y hacían gestos ante la pequeña sonrisa de Dumbledore. Por el modo que los observaban, podría jurar que el profesor de Pociones ya había corregido la prueba de Harry y decidido aceptarlo como su Aprendiz.
Ron ignoró a Hermione, Harry y los profesores, y sólo trató de sacar todo de su mente. Quería comer, no pensar en Harry viviendo con Snape, así que se sumergió en su conversación con Dean, Seamur, Parvati, Neville y Lavender. Estaban planeando el mejor momento para poder hacer una fiesta para celebrar su despedida de la escuela y ya habían asegurado el lugar: el apartamento que Fred y George tenían en el Callejón Diagon. Eventualmente, Hermione y Harry también se dejaron arrastrar a la conversación, y durante un rato, los tres olvidaron todo el asunto del posible Aprendizaje del Gryffindor.
—Realmente, deberías decirle, Severus; estoy seguro que el muchacho estará fuera de si—comentó el profesor Flitwick, mientras se levantaba de la mesa un rato más tarde, sonriendo feliz—. Será tan agradable tenerlo permanentemente; siempre ha sido un chico útil, y aprende rápido.
—Pero él será mi Aprendiz, Filius, recuérdalo—replicó Severus secamente, aunque divertido—. Estará bastante ocupado entre sus estudios y ayudarme en las clases, así que no va a tener tiempo de estar haciendo mandados para nadie más.
—Sí, sí, por supuesto—aceptó con tono jovial, moviendo una mano—. Sabes lo que quise decir. Que tengas buenas noches.
—Buenas noches, Filius—contestó, levantando su copa para tomar un sorbo de vino, mientras el diminuto profesor de Encantamientos salía por la entrada del personal. Severus bajaba nuevamente su mano para colocar su copa a un lado en el preciso momento que alguien se instalaba en el asiento que acababa de abandonar Flitwick, atrayendo su atención.
—¿Qué es todo eso que he escuchado sobre Aprendizaje, Severus?—interrogó Remus, sonriendo.
Asintió, perplejo ante lo rápido que corrían los comentarios.
—Uno de mis estudiantes de séptimo me ha pedido convertirse en mi Aprendiz, y luego de comprobar que sus calificaciones son las más altas de su curso, he decidido aceptar. Dumbledore ya me ha dado sus entusiastas bendiciones, así que no tengo duda que el joven permanecerá aquí cuando el resto de los estudiantes regresen a casa.
—¿Y ese estudiante no será Harry por casualidad?—Remus amplió la sonrisa.
Severus asintió, preguntándose distraídamente si Harry ya habría hablado con sus otros amigos. Había estado culpando a McGonagall y Dumbledore por la rapidez con que se había extendido el chisme al resto del personal, pero también era posible que los otros profesores lo hubieran escuchado de sus estudiantes.
—Sí, Remus, se trata de él. ¿Habló contigo sobre eso?
—Puede que lo haya mencionado dos o tres veces, sí—contestó Remus, sus ojos ámbar brillando divertidos—. Él y Sirius, este fin de semana en mis habitaciones, tuvieron una buena discusión sobre eso. La mayoría lo hubiera llamado una pelea, pero Harry sabe que Sirius sólo es escandaloso por naturaleza y no deja de ladrar un rato para disuadir.
—No lo dudo—contestó Severus, mientras las esquinas de su boca se curvaban hacia arriba en una sonrisa—. No hay mucho que se pueda hacer para disuadir a Potter cuando él está determinado a hacer algo.
—Cierto. Y Harry no pide muchas cosas, así que cuando pidió permiso a Sirius para ser Aprendiz, él no discutió tanto como pudo haberlo hecho—hizo una pausa antes de añadir con una sonrisa—. En realidad, Sirius aceptó su decisión con bastante elegancia, especialmente, considerando el hecho de que Harry no tenía que pedir permiso y él lo sabía—Severus bufó suavemente, sus ojos brillando divertidos, mientras Remus proseguía con tono jovial—. ¿Harry sabe que vas a aceptar?
El maestro de Pociones sacudió la cabeza ligeramente, levantando nuevamente su copa de vino y mirando hacia la mesa Gryffindor, donde Harry, Neville y Ron estaban riendo mientras Dean y Seamus argumentaban sobre algo que tenía a varias chicas quejándose en voz alta.
—Le dije que se lo haría saber mañana, pero pretendo decírselo en cuanto termine la comida. Si no lo hago, seguramente Flitwick o McGonagall lo harán por mí, felicitándolo.
Mientras Severus tomaba otro sorbo de vino, Remus rió entre dientes y siguió la mirada del profesor de Pociones hasta la mesa de Gryffindor. Observó como Harry añadía su plato a una pila de vajilla vacía colocada en el centro de la mesa, para luego fijar su mirada en Severus.
—¿Cómo le fue en su examen de Pociones?
El mago posó la copa y se levantó, lanzando a su compañero la sonrisa más sincera que le había visto desde que eran estudiantes, y completamente ignorante de que Harry miraba hacia ellos, sonriendo.
—Perfectamente—contestó en un tono casi, casi engreído, y ensanchando la sonrisa—. Ni una palabra incorrecta, e incluyó un buen trozo muy por encima de lo que se le había pedido.
—¿Ves muchos resultados perfectos en los exámenes finales de Pociones?—indagó Remus, con expresión curiosa.
En ese momento, Severus miró hacia Harry, e ignorando las miradas sorprendidas de los demás estudiantes, le sonrió brevemente antes de fijar su atención nuevamente en su compañero.
—El primer y último resultado perfecto que había visto personalmente fue el mío, en mil novecientos setenta y ocho. Buenas noches, Remus.
El licántropo rió entre dientes, pensando que todo lo que Harry había estudiado había sido muy bien recompensado.
—Buenas noches, Severus.
El maestro de Pociones asintió y se alejó, rodeando la mesa principal para dirigirse hacia la de Gryffindor. Los estudiantes que seguían allí, mayormente de sexto y séptimo, dejaron todo lo que estaban haciendo para observarlo con cautela. El silencio se extendió rápidamente hacia las mesas cercanas, mientras todos se aprestaban a escuchar lo que fuera a suceder, pero Severus ignoró a su audiencia y caminó hasta el extremo más alejado de la mesa para detenerse detrás de Harry, que se giró parcialmente para mirarlo con curiosidad.
Severus le sonrió.
—¿Puedo hablar con usted en privado, Harry?
—Por supuesto, señor—contestó, levantándose de un salto y siguiéndolo apresuradamente hacia la puerta principal. Ambos ignoraron la forma en que los estudiantes que quedaron en el Gran Comedor empezaban a susurrar entre si, cada uno acostumbrado a que los cuchicheos los siguieran, aunque por razones diferentes.
Remus los observó hasta que atravesaron las puertas y luego se giró hacia Albus, sonriendo.
—Las cosas se van a poner muy interesantes por aquí en los próximos meses. Es posible que tenga que quedarme para poder asistir a la diversión.
Albus rió entre dientes, sus ojos azules brillando mientras observaba al otro por encima de sus lentes.
—Estoy muy de acuerdo, Remus. Desearía poder quedarme también, pero tengo compromisos previos que me van a obligar a ausentarme la mayor parte del verano. Por supuesto, tú eres bienvenido a quedarte, como siempre—tomó un caramelo de limón del recipiente de golosinas y lo llevó a su boca—. Aunque, creo que todo funcionará sin mi ayuda. Ambos están solos, y son más semejantes que diferentes. Les irá muy bien.
Remus asintió, satisfecho.
—Yo también lo creo.
Última edición por alisevv el Sáb Abr 09, 2016 2:08 pm, editado 5 veces | |
|