Debajo del disfraz
* * *
Al día siguiente sería su cumpleaños, y lo mejor de todo es que ese día era sábado. Lily y Eileen se sentían emocionadas, pues su padre les había prometido una fiesta para ese día. Su primera fiesta juntas. Ambas se habían comprado un obsequio a escondidas de la otra mediante compras por lechuza. Hedwig II había ido y venido con ambas cartas durante esa semana. Cada una estaba en su cama, con las cortinas corridas mientras envolvían su presente en un papel brillante de estrellitas que les había dado el abuelo.
—¡Listo! —Exclamó Lily, evaluando su obra. El papel estaba mal puesto pero se veía decente.
Eileen amarró el moño dorado con mucho cuidado. Su regalo se veía peor que el de Lily.
* * *
Harry se encontraba evaluando el Gran Comedor, esperando poder decorar todo cómo si fuera una fiesta para niños muggle. Había colocado sus dedos unos contra otros, imitando un marco, y observaba a través de él. Algunos alumnos miraban con curiosidad sus movimientos.
—¿Se puede saber qué está haciendo? —Preguntó Severus, que había sido enfocado en el marco y le miraba con una ceja enarcada.
—Esta sería una buena foto —Bromeó Harry, sonriendo.
Severus gruñó y volteó la cara.
—Entonces, ¿para qué quería ver el Gran Comedor?
—¿Le parecerían muchas serpentinas por aquí? ¿Globos aquí y flores allá? —Interrogó mientras señalaba los lugares en los que pretendía poner todo eso—. Quizá el pastel debería ir allí… ¿Estaría bien de diez pisos?
—¿Piensa alimentar a todo el Reino Unido de pastel? —Inquirió—. Yo no sé de estas cosas, Potter… puede hacer lo que le venga en gana.
—¿Puedo traer algún grupo musical?
—Mientras no sean esas ruidosas Brujas de MacBeth, todo está bien.
—Bueno… la verdad es que no sé qué está de moda hoy en día… pero en fin…
La puerta del comedor se abrió intempestivamente, mientras Lily y Eileen corrían hacia sus padres. Muchos alumnos creyeron que el suelo se abriría al ver a Lily abrazar a Severus y este le correspondía.
—Papá, papá —Decía la niña—. Ya sabemos lo que queremos.
—¿Y qué es? —Preguntó Harry, acariciando el cabello de Eileen y mirándoles con cariño.
—¡Una fiesta de disfraces!
—¿De disfraces?
—¡Sí! En Halloween no tuvimos una.
—Vaya… ¿Y piensan invitar a todo el castillo?
—A todos —Sonrió la pequeña leona.
—Excepto a Alina Nott —Agregó Eileen, ambos hombres le miraron y Lily asintió.
—¿Alina Nott? ¿La hija de Theodore Nott? —Inquirió Harry, interrogando con la mirada a Severus.
—Y de Parkinson, me parece —Respondió este.
—Oh vaya… ¿Y por qué no habrían de invitarla?
—¡Porque es mala! —Argumentó Lily—. Se burla de nosotras, nos molesta siempre y se cree reloj de marca cara.
La mente de Harry fue asaltada por alguien que cumplía con esa descripción en sus años de escuela. En la oficina de algún departamento del ministerio, Draco también recordó a Harry por alguna extraña razón… y quería propinarle un buen golpe. Eileen asintió en acuerdo con su hermana.
—Creo que deberían intentar ser amigas —Sugirió Harry, aunque él nunca lo hubiera hecho con Malfoy. A pesar de todo, al parecer había madurado.
—¡Puaj! ¡Primero me como un gusarapo baboso!
—También creo que sería lo mejor —Dijo entonces Severus, apoyando a Harry aunque mostraba total indiferencia a ello.
Lily y Eileen le miraron por un momento, más luego asintieron con resignación, si su papá Severus lo decía, tenía que hacerse. Harry hizo un mohín.
—¿Por qué a él si le hacen caso y a mí no? —Masculló, sus tres amores lo ignoraron.
* * *
La fiesta iba a dar inicio, por sus pequeñas se había abstenido a dejar deberes -aunque se moría por hacerlo- y así pudieran disfrutar de su primer cumpleaños juntas. Se ajustó la túnica, cómo uno de los anfitriones tenía que lucir bien… aunque lucía exactamente igual que siempre. Un golpe en la puerta le sobresalto, puesto que no esperaba a nadie.
—Adelante.
Albus Dumbledore entró, con una habitual túnica azul con estrellas brillantes. Ridícula.
—¿Ya estás listo? —Preguntó con una sonrisa afable.
—Supongo —Contestó Severus echándose un vistazo más—. ¿Se te ofrece algo?
—¿Por qué lo preguntas? —Dijo Dumbledore con mal disimulada diversión.
—No estarías aquí si no fuera así.
—Oh… solo quería ayudarte un poco.
—¿Ayudarme? ¿En qué?
La azul mirada destelló con un brillo de malicia que le desubicó un poco, no esperaba que su viejo amigo, casi padre, fuera a sugerir aquello.
—¿Qué demonios haces, Albus? —Inquirió, mirando como el mayor le apuntaba con la varita, desafortunadamente la suya estaba en la mesita, muy lejos de él—. Bájala… no cometas ninguna locura.
—Lo siento Severus… esto me dolerá más a mí que a ti, créeme.
Severus iba responder algo, más de una rápida fluorita, todos sus sentidos se vieron aturdidos.
* * *
Eileen, ataviada en un vestido blanco y con alitas de ángel, miraba el salón repleto de personas buscando algo en concreto. Divisó una mancha negra, que corría hacia ella con mucha rapidez. Lily se plantó en frente, sonriendo enigmáticamente. Llevaba una capa que le cubría por competo y su cabello iba suelto, cómo siempre. Parecía una mini réplica de su padre, Severus.
—¡A qué mi disfraz mola mucho! —Exclamó alegremente, girando y haciendo ondear su capa.
—¿Te disfrazaste de papá? ¿No es eso una ofensa o algo así?
—¡No me disfrace de papá, boba! —Dijo divertida.
Se desprendió de su capa, dejando ver un vestido negro y unas alitas de murciélago ancladas a su espalda.
—Papá ha dicho que me iba bien, porque soy la más traviesa… así tu eres la santa niña pura.
Eileen se cruzó de brazos, mirándole con reproche. En ese momento, Harry entró al salón con una gran sonrisa, acompañado de Dumbledore.
—¿Se divierten? —Preguntó cariñoso.
—¡Sí! —Ambas asintieron, tomando cada mano del ojiverde.
—¿Y papá? —Interrogó Lily, mirando la entrada—. No ha visto mi disfraz.
—Tu papi se encuentra un poco indispuesto —Respondió su abuelo con resignación—. Ha dicho que le salió un inconveniente pero que vendrá en cuanto pueda.
—Oh…
Ambas niñas bajaron la mirada. Harry sintió el corazón apretujarse en su pecho al notar que ellas deseaban estar con él en ese momento. Así que, para animarlas, sugirió irle a buscar a las mazmorras después. Ellas asintieron, más ya no recuperaron el brillo hermoso de sus ojitos, ese que viera en un principio al entrar. Mientras cavilaba sobre que él daría lo que fuera por evitarle a sus hijas tales descontentos, la puerta del comedor se abrió de nuevo.
Una exclamación de asombro llenó el ambiente.
Los cuatro voltearon en esa dirección y vieron una gran cabeza de oso sobresalir de entre las de los alumnos, junto a algunos globos de colores. Lily y Eileen enarcaron una ceja, mientras Harry se preguntaba quién era el portador de tal botarga, él no había contratado a nadie… El oso camino con paso torpe por la multitud, hacia las pequeñas y le entregó un globo a cada una. Muchos más niños de primero se arremolinaron alrededor, pidiendo una de esas cosas redondas que volaban. El oso se mostró un poco renuente a dárselos, pero terminó haciéndolo aunque con menos alegría que a Lily y Eileen. Ese oso hasta parecía tímido.
—¿No será Bailey? —Preguntó Lily a Harry.
Éste evaluó la complextura de la persona que estaba dentro del disfraz. Podría ser. Estaba del vuelo de Bailey y también parecía delgado. No podía observar mucho… pero solo a Bailey se le ocurría llegar vestido así para divertir a sus hijas, además de que no veía al pelinegro por ningún lado. Sonrió. Bailey era una perfecta opción para ser padre.
—Sí, creo que es él.
Por un rato, las niñas estuvieron entretenidas molestando al oso, aunque también lo abrazaban mucho por lo pachoncito que estaba. La persona del disfraz también se mostraba muy cariñosa y, más de una vez, alzó en brazos a alguna de las dos.
—Dígame, señor oso —Decía Lily, sentada en su regazo—. ¿Usted sabe que es un bezoar? —El oso asintió, los ojos bordados en la tela no mostraban ninguna expresión—. ¿Usted no habla?
Volvió a asentir. Lily preguntó porque no lo hacía y él solo se encogió de hombros.
—¿No tiene calor allí dentro? —Preguntó Eileen, comiendo un trozo de pastel.
El oso negó y sacó pluma y papel quien sabe de dónde, comenzando a escribir algo.
—Dice que le han hechizado y necesita nuestra ayuda —Leyó Lily, mirando a Eileen con diversión—. Dice que si podemos hacer que papá le quite el hechizo.
—Oh, vaya —Exclamó Eileen interesada—. ¿Eres Bailey?
El oso no negó ni afirmo nada, solo se limitó a quedarse quieto.
* * *
—Papá —Llamaba Eileen, jalando la manga de Harry. El ojiverde charlaba con Ron y Hermione animadamente, tenía a Rose en brazos y esta dormitaba en su hombro—. ¡Papá!
Harry volteó.
—¿Sí, cariño?
—¿Podrías ayudarme con algo?
—Claro ¿qué sucede? —Preguntó con una sonrisa.
—No aquí… —Dijo con seriedad—. Es afuera.
—Oh —Dijo Harry—. Vale…
Dejó a Rose en brazos de su padre y tomó la mano de su hija, saliendo con ella fuera del salón. Eileen le condujo por un par de pasillos hacia un aula vacía.
—¿Qué hacemos aquí? —Interrogó al ver el pasillo oscuro.
—Lily y yo necesitamos tu ayuda.
Abrió la puerta y entró, el salón estaba iluminado por tenues lucecitas que flotaban en el aire. Lily se encontraba en brazos del oso, que parecía arrullarla.
—Lo he traído —Anunció la Slytherin acercándose, el oso también la abrazó.
—¿Qué es lo que sucede?
—El señor oso ha pedido tu ayuda —Aclaró Lily—. Dice que le han hechizado y no puede quitarse el disfraz.
—¿Quiere que rompa el hechizo?
—¡Sí!
—Vale —Sacó su varita y le apuntó, el oso dejó de abrazar a las niñas y puso las manos frente a él—. ¿Qué pasa?
Escribió un par de cosas en el papel y se lo entregó a las niñas, que inmediatamente se pusieron de pie y caminaron a la puerta.
—¿A dónde van?
—Dice que necesitan estar a solas —Rió Lily—. Creo que será un poco vergonzoso para él que estemos aquí.
—¿Qué, por qué? —Balbuceó Harry.
Sus hijas hicieron caso omiso y salieron, dejándolos solos, Harry miró al oso, quizá era un truco de Bailey para jugar un poco. Tragó en seco y murmuró un finite incantatem. Su cara se puso roja de vergüenza y sintió su corazón latir desbocado ante la visión frente a él. ¿Qué demonios?
* * *
Lily y Eileen cuchicheaban entre sí, yendo al salón por los pasillos tenuemente iluminados. Estaban tomadas de las manos y una sonrisita traviesa adornaba cada rostro.
—¿Crees que papá y Bailey hagan cosas raras? —Preguntó Lily en un susurro.
—¡Lily! —Le riñó Eileen con la cara roja—. ¿Por qué piensas en esas cosas?
—¿Es lo normal no? —Respondió con inocencia—. Así nos tuvieron papá Harry y papá Severus… ¡quizá quieran darnos un hermanito!
—¿Enserio te alegra que papá y Bailey…? —Susurró su gemela con un tono amargo—. ¿Qué hay de papá Severus?
—Bueno… hicimos todo lo que pudimos —Suspiró Lily—. Ellos… ellos no quieren estar juntos.
Ambas bajaron los hombros, ya tenían que resignarse a que sus padres no estarían juntos. Una sombra les hizo detenerse en seco. Lily y Eileen abrieron los ojos con asombro.
—¿Bailey? —Dijo Eileen. ¿Si Bailey estaba allí… quién estaba con su padre?
El pelinegro les sonrió de una forma extraña, bajo la luz de las antorchas tenía un aura tenebrosa que les provocó un escalofrío. Lo siguiente que supieron fue que un rayo les hizo lanzarse hacia los lados, Eileen chocó contra una columna y Lily con la contraria. Un rayo pegó de lleno en la leona, que cayó dormida en el suelo. Eileen buscó por todos lados algo que pudiera ayudarlas, más sin embargo no había nada. Tomó en sus manos la medalla del abuelo pero recordó que solo podía comunicarse con la de Lily. Bailey se acercó hacia ella, lo siguiente que supo fue que todo era oscuridad.
* * *
Harry casi iba a tener que correr por un balde si continuaba mirando esa figura. Sentía corrientes eléctricas recorrerle el cuerpo y se estremecía de una anticipación injustificada.
—Deje de mirarme, Potter —Dijo Snape con un tinte de incomodidad en la voz, intentaba cubrirse pudorosamente con cualquier cosa que tuviera cerca—. ¡Potter!
El susodicho paso saliva dificultosamente, su garganta estaba repentinamente seca y se sentía sus piernas temblar. El profesor gruñó ante la insistente mirada y fue que la desvió hacia el piso.
—L-Lo siento.
Comenzó a quitarse la camisa con torpeza, ahora fue el turno de Snape de no poder despegar la mirada de él. Harry ofreció la prenda al profesor que la arrebató con innecesaria rudeza y cubrió parcialmente su desnudez con ella. Severus tenía un leve rubor en las pálidas mejillas, es situación era por demás hilarante y vergonzosa. Harry cayó en la cuenta de que el del disfraz no era Bailey, era Snape… ¿Qué rayos hacia ese hombre con un disfraz de oso?
—¿Era usted? —Dijo tontamente, mirando al hombre con asombro más su sonrojo aumentó más al ver esos ojos negros y terminó mirando al piso nuevamente.
—No, Potter, era el vecino —Ironizó el pocionista.
—¿C-Cómo…? —Balbuceó—. ¿C-Cómo es que?
—Dumbledore.
Y con esa única palabra todo tuvo sentido. Harry pensó que el director quizá había enloquecido finalmente.
—¿Qué haremos? —Dijo, volteándose hacia la puerta—. No podemos salir así, hay niños allí afuera.
—Quizá pueda escabullirme a las mazmorras… —Caviló Severus—. Estamos en el camino recto.
—¿Piensa salir desnudo?
—¿Sugiere algo mejor?
—¿Y si alguien lo ve?
—Le tengo a usted para cubrirme —Respondió—. Además, un obliviate no estaría de más.
—Pero Snape…
—¡Vamos, Potter! ¡Su ropa es más pequeña que la de un gnomo!
—¡Oiga!
Severus empujó a Harry, que se olvidó de su abochornamiento y gruñó mientras abría la puerta para mirar a ambos lados, el pasillo estaba desierto. Ambos avanzaron en la oscuridad, esperando que nadie les viera en esa situación. ¿Qué pensarían de encontrarlos a uno semi-desnudo y al otro completamente?
Para su suerte, nadie pareció acordarse de la otra parte del castillo, Harry y Severus suspiraron al ver la puerta del despacho del profesor. Una pequeña sombra les hizo ponerse en guardia, la señora Norris se les quedó mirando pero luego bufó y se marchó.
—Nunca me ha agradado esa cosa —Declaró Severus recuperándose de su casi infarto y abriendo la puerta—. Vamos Potter, no se quede allí parado como idiota.
Harry se ganó otro empujón, eso ya no le agradaba mucho, así que intentó oponerse y enfrentarle. Severus trastabilló con una manga de la camisa de Harry y ambos cayeron dentro del despacho, cerrando la puerta tras de sí.
Jamás se imaginó que esa noche acabaría de esa forma, sintiendo el duro pecho de Snape oprimirle con un placentero peso. No se quejó en lo absoluto, a pesar de que el golpe en su cabeza aún palpitaba. Severus en cambio, profirió algo parecido a un gemido, la pierna de Harry parecía haber quedado en un lugar estratégico entre las suyas. El ojiverde se aventuró (con un valor que no sabía de dónde provenía pero siempre se hacía presente cuando Snape estaba cerca) y deslizó las yemas de los dedos a través del pecho ante él.
El calor zumbó a través del brazo, un calor intoxicante y más embriagador que el champán más caro del mundo. Un suspiro escapó por sus labios entreabiertos. ¿Cómo podía ese hombre afectarle tan poderosamente, casi magnéticamente? Era ilógico, sus personalidades chocaban y distaban mucho la una de la otra. Tenía que haber algo más en él, algo elemental. Algo más de la atracción física… era un cosquilleo sublime cada vez que rozaba esa piel, cómo si su magia jugara con la suya.
Severus sintió el tacto de Harry cómo si fuera de seda, etéreo y suave. Él también sentía aquella… ¿conexión?... sí, así podría llamarle. En la oscuridad del despacho, los ojos verdes de Harry parecían brillar cómo estrellas. ¿Cómo habían acabado así?
Harry siguió su camino y rozó los bíceps, más luego pareció querer levantarse, Snape ni se movió. Quedaron frente a frente, sus narices casi chocaban y sus alientos se entremezclaban, haciéndoles conscientes de la cercanía de sus rostros. Con mucho cuidado, cautelosamente, cerró los ojos y una energía invisible tiró con fuerza de él, que se arrimó más cerca todavía. Entonces sus labios se encontraron. Las olas de hambre, calor y pasión viajaron a través de ellos y todos sus pensamientos finalizaron. Las manos de Harry se deslizaron de los brazos hacia el cuello, posteriormente al espeso y sedoso cabello, sosteniéndole cautivo.
Los labios de Harry eran más suaves y más cálidos de lo que recordaba, el sabor dulce y terso de aquella boca tenía el poder de hacerle perder la cabeza. Una mano de dedos largos y suaves se posó en la rosada mejilla del más joven, que tembló ante aquella caricia. Severus apoyó la cabeza en el hombro del ojiverde y pareció gemir de dolor.
—Lo lamento… ha sido mi culpa —Susurró Harry con un nudo en la garganta e intentando levantarse. Severus se lo impidió.
—No se mueva...
A los oídos de Harry, esa voz sonaba a puro pecado… sí, pecado. Él estaba comprometido con otro hombre, tenía una promesa no dicha con Bailey… pero no podía… no podía mantenerla con Severus tan cerca. Con él se sentía como un helado bajo el sol de verano, se sentía expuesto y frágil. Con Severus no podía controlarse, anhelaba que aquellas manos le recorrieran nuevamente, que escudriñaran cada rincón de su piel.
De solo pensarlo, una descarga recorrió su espalda y se arqueó levemente. Pudo sentir cierta dureza apegarse a su pierna y Snape volvió a gemir. En ese momento entendió la petición que le había hecho.
—Con un demonio, Potter —Gruñó el pocionista—. Le dije que no se moviera.
El azabache sonrió, Snape le deseaba tanto cómo él, estaba comprobado. Decidido a provocarlo un poco más, inclinó su cabeza y sopló cerca del lóbulo de la oreja del ojinegro, el aliento chocó contra ese sensible lugar e hizo estremecer al pocionista.
—¿Q-Qué rayos hace?
Por toda respuesta, los labios de Harry cercaron el lóbulo y ejerció una pequeña presión. Severus suspiró, intentando negarse a aquellas sensaciones.
—¡Potter!
La risita divertida del ojiverde sonó a gloria, mientras éste llevaba sus manos a las mejillas del mayor y comenzaba a besarle nuevamente. En ningún momento pudo alejarse, en cambio, correspondió. Se estaban comiendo la boca, literalmente. Harry forcejeaba contra Severus, que ahora quería ejercer dominio en esa caricia inhumanamente placentera. La pierna traviesa de Harry comenzó un suave movimiento, rozando la entrepierna del profesor con delirante lentitud.
En la oscuridad y el suelo, Severus terminó de despojar a Harry de su ropa. Cuando ambas pieles se acoplaron, era como si hubieran llegado nuevamente al lugar al que pertenecían. No supieron ni cómo llegaron al sofá, solo que parecían desesperados por fundirse en uno. Harry rodeó con sus piernas a Severus, ansiando que le poseyera en aquel momento. La petición fue aceptada, puesto que el pocionista se acomodó entre ellas e irrumpió en él con suavidad. Eso era algo que le gustaba a Harry, Severus era suave y amable con él, no salvaje ni feroz, solo suave y apasionado.
—S-Severus… —Jadeó, apoyando las manos en los hombros del mayor. El aludido esbozó una tenue sonrisa que Harry no pudo ver.
Ambos estaban sumidos en un vaivén que conocían a la perfección, tenían un ritmo único que solo ellos conocían. Cuando estaban a punto de llegar al clímax, Harry atrajo a Severus hacia él, besando sus labios con suavidad. El pocionista no pudo aguantar más, aquel beso hizo sentir arder cada fibra de su ser y su sangre pareció convertirse en lava. Se recargó sobre el pecho del menor, aun temblando y jadeando. El ojiverde acarició su cabello con amor.
—Gracias —Murmuró tan bajito que el otro no alcanzó a escucharle. Sintió que Severus salía de él y se quejó levemente.
—Potter… —Susurró Snape, aún encima de él—. Potter… esto no…
Harry le miró y sus cejas azabaches se juntaron.
—No de nuevo —Se anticipó—. No se atreva a decirlo.
—Va a casarse, por Merlín.
—Lo sé… pero…
—¿Pero? ¿Qué peros hay en la infidelidad? —Dijo Snape con pesar—. Usted mejor que nadie debería saber que…
—¡Lo sé! —Exclamó, empujándolo -aunque lo hizo con mucha suavidad para estar enojado- e incorporándose—. Lo sé… sé que no ha estado bien… pero yo…
—La última vez pagamos los platos rotos… no quisiera que volviera a pasar ¿entiende?
—¿Los platos rotos? —Inquirió, levantándose para ponerse los pantalones—. ¡Deje de asumir que todo lo que hace conmigo es un error, Snape! ¡Nuestras hijas no son los platos rotos!
—No, yo no… yo no quise decir eso.
—¿Entonces qué es lo que quiere decir? Porque yo no lo entiendo, profesor.
—Ellas sufren…
—¡Por su culpa! —Soltó Harry—. ¡Es su culpa!
—¿Mi culpa? ¡No me dejaste vivir tu embarazo! —Reprochó—. ¡Ni la infancia de Lily!
—¿Y cómo querías que lo hiciera? —Exclamó Harry—. ¡Me dejaste sólo! ¡Y yo no disfrute la de Eileen!
—¡Tú fuiste el que se largó a viajar por el mundo! —Soltó Snape—. ¡Y te llevaste a mi hija!
—¡Pudiste haber venido conmigo! —Respondió con voz ahogada, sus ojos se habían cristalizado—. Yo… quería que vinieras conmigo… Era algo importante para mí, mis estudios… Mi carrera, mi futuro… Algo que ofrecerle a Lily y Eileen…
—Exacto Potter, preferiste seguir tus sueños.
—Era mi derecho… Era joven, tenía mucho que vivir aún. Tú te largaste cinco meses a España para aprender más de pociones, para fortalecer tu carrera y seguro mucho antes también lo habías hecho ¿Por qué yo no podía hacerlo también?
—Si tanto deseabas "vivir" —Escupió Snape—. ¿Para qué te embarazaste?
—¡No te atrevas a hacerme ver como el villano! —Le advirtió dolido—. Yo no sabía que fuera posible, jamás me lo habían dicho. Además, yo no descuide a mi pequeña, ni lo hubiera hecho si las hubiera tenido a ambas… Ellas son mi vida y lo más importante. Jamás me arrepentiría de haberlas tenido, así que no pongas palabras en mi boca, Snape.
Su mirada se tornó dura, como si tuviera años guardando todo lo que estaba diciendo.
—Yo no te abandone, Severus. —Susurró—. Fuiste tú quien me abandono desde el principio… Dijiste que había sido un error, que no debió pasar… Y rompiste mi corazón, te fuiste sin mirar atrás y no volviste, no enviaste una carta ni preguntaste nunca por mí… Yo te espere mucho tiempo pero tu preferiste olvidarte de lo que sucedió… Yo solo fui el juego de una noche.
—No, Potter, te equivocas —Intervino el pocionista—. Yo no quería atarte a mí, merecías algo mejor.
—Qué ironía…
—Aunque no lo creas, sólo te estaba protegiendo.
—No necesito que lo hagas. Lo hiciste por años, aunque no por mí, por mi madre —Dijo con tristeza y algo parecido a los celos—. Tu misión estaba hecha, yo ya era lo suficientemente grande para cuidarme solo…
—Potter, aceptémoslo, tu nunca podrás cuidarte sólo.
El ojiverde lo fulminó con la mirada. ¿Qué no podría cuidarse sólo? ¡Ja! Para empezar, había recibido educación privada en Edimburgo, por el primer Auror de consulta que había existido, David Wells, convirtiéndose en su sucesor y superándolo por mucho. Tenía mucha experiencia en defensa contra las artes oscuras, encantamientos poderosos y runas antiguas. Había derrotado a tres potenciales magos tenebrosos y resuelto al menos quince asesinatos alrededor del mundo. Su fuerte nunca había sido pociones, pero había mejorado bastante.
Ahora tenía distintas casas en distintos lugares, proporcionadas por los ministerios para los que trabajaba. Cada vez que necesitaba viajar para resolver algún caso, ya no tenía que buscar donde quedarse, siempre tenía un lugar al que llegar. Tenía propiedades en América, Hong Kong, Irlanda, y muchos otros lugares, todas igual de bonitas que la que ocupaba actualmente. Pero sobre todo, después de Hogwarts, el lugar donde él habitara sería el más seguro de todos ¿Y se atrevía a decir que no podía cuidarse sólo?
—Di lo que quieras —Sentenció, tomando su camisa y sus anteojos del suelo—. Yo me largo.
Snape le miró alarmado, mientras salía al pasillo. Su primer impulso era seguirlo, más su orgullo se lo impidió, como siempre.
* * *
La habitación estaba tan oscura que apenas y podían distinguirse la una a la otra. Lily miró a su alrededor, esperando ver algo más que solo penumbra. Sentía a Eileen temblar a su lado. Su hermana estaba hecha un ovillo, presa del miedo.
—Tranquila, estaremos bien —Intentó animarla.
Eileen solo asintió, afianzándose más a ella. Estuvieron sentadas por tanto tiempo que perdieron la noción de este. Ambas dormitaban cuando la puerta se abrió, dando paso a una cegadora luz. El lugar era un cuarto cerrado, húmedo y frío. Tenía manchones de moho tan grandes como una mesa y gotas de agua caían en una esquina. La perfilada figura de Bailey se dibujó a contra luz y se acercó hasta ponerse en cuclillas frente a ellas.
Lily apretó la mano de Eileen, que se agazapó contra ella, temerosa. Los ojos marrones del joven estaban turbios y parecían desenfocados.
Bailey les miró y acarició la mejilla de Lily con suavidad.
—No me toques —Gruñó ella, volteando la cara—. Eres un traidor.
El pelinegro suspiró cansadamente y arrugó la frente como si luchara contra algo. Con un movimiento de varita, ambas se vieron atadas de manos por una delgada cadena.
—Vamos —Dijo con voz triste—. No se opongan, no voy a lastimarles.
En un principio ambas se negaron a avanzar, más la fuerza del mayor les superaba. Las condujo por un pasillo viejo y enmohecido, hasta que fue mejorando, llegando a parecer que andaban por una casa lujosa. Al llegar frente a una gruesa puerta de roble, Bailey se detuvo y llamó cortésmente.
—Adelante —Se escuchó del interior. La puerta se abrió, dando paso a un salón donde solo había un sofá y un hombre sentado en él—. Ah, Barnett. Por fin.
El castaño ojiazul tendría la misma edad que Harry, treinta, en un principio su cara parecía amable y hermosa, más al mirarlo bien, tenía algo que las perturbaba. Algo en su mirada era atemorizante, les miraba de una forma… ¿Sádica? ¿Rencorosa?
—Las hijas de Potter, mi señor —Se inclinó Bailey ante él, mostrando con su mano a las niñas.
Se levantó del sofá, yendo hacia ellas y las miró con una sonrisa complaciente.
—Son tan hermosas como su padre ¿Realmente el otro progenitor es Snape?
—Sí, mi señor.
—Qué desperdicio, serían más bellas si fueran mías.
—Lo dudo —Murmuró Lily por lo bajo.
—¿Dijiste algo, terroncito? —Le preguntó con suavidad el hombre—. No te escuché.
—Qué lo dudo.
Enarcó una ceja. Había pensado que la niña no lo diría, más ahora veía que había sacado unas buenas agallas. Miró a la otra pequeña, que se mantenía cabizbaja.
—¿También lo dudas tú, linda? —Cuestionó, tomando su mentón. La mirada asustada de Eileen le fascinó. Quizá ella sería sumisa y obediente, perfecta para sus planes—. ¿Uhm? ¿Te comió la lengua el ratón?
—No la toques —Rumió Lily, anteponiéndose a Eileen y empujándolo—. Aléjate de ella.
La mirada amable se esfumó, dando paso a un odio como ningún otro. El castaño le apuntó su varita, donde un rayo rojo salió sin que pronunciara palabra. Bailey apretó los ojos.
—¡Lily! —Exclamó Eileen, cuando su gemela cayó al piso, golpeándose la cabeza con fuerza. Corrió hacia ella, arrodillándose a su lado.
—Eso te enseñará a guardar silencio. Y lo mismo deberías hacer tú, si no quieres que esto sea más doloroso. —Eileen le miró con el ceño fruncido—. Prepáralas para el ritual. Su magia debe ser mía antes de la media noche.
—Cómo usted ordene —Respondió Bailey, tomando a Lily en brazos con mucha suavidad.
* * *
Harry se detuvo a medio pasillo. No había señales de que alguien hubiera estado por allí en ningún momento pero, si aguzaba los sentidos, podía sentir la vibra mágica de un hechizo. Él había sido entrenado para sentir esa clase de cambios en el ambiente y así descubrir indicios sobre lo ocurrido en una escena del crimen. El aura de un hechizo de ataque, probablemente un aturdidor, seguía suspendida en ese espacio, podía hasta olerla.
Entonces lo vio.
Una medalla que brillaba con la luz de una antorcha cercana, se encontraba cerca de una columna, cómo si se hubiera caído por accidente. La tomó entre sus dedos, acariciando la E grabada.
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