Y de cómo terminó
* * *
La mañana llegó nublada, gris y un poco fría. Las nubes que el día anterior habían teñido el cielo de gris habían dejado caer una pequeña llovizna que hacía que el ambiente oliera a tierra mojada.
Severus abrió los ojos, sintiéndose mejor que nunca. Jamás había despertado en los brazos de alguien y era precisamente ese bienestar el que su alma necesitaba para poder estar tranquila. Sopesó que su cuerpo aún estaba unido al de Harry, sorprendiéndose de que el ojiverde no se hubiera movido en toda la noche. Salió cuidadosamente, procurando ser "amable". Pero el quejido sonoro de Harry le hizo sentirse pésimo.
Lo que él no sabía era que se había quejado por el repentino vacío, no por dolor.
Se sentó en la cama, mirando el ligeramente más pequeño cuerpo a su lado. Harry tenía "marcas de amor" por casi todo su cuello y parte del pecho, marquitas traviesas y rojas que bajaban por su abdomen hasta perderse en la sábana que les cubría. Su rostro mostraba un rictus de dolor demasiado notorio. Llevó una mano a su cara, saboreando aún el sabor de la piel de su exalumno. Por el maltrato reflejado en Harry, podía deducir que había sido un salvaje, lo cual le aterraba. No sabía que lo había impulsado a todo aquello… quizá la soledad reflejada en esos ojos verdes, lo abrumante de esas lágrimas… Dios, Harry seguía siendo un niño aún… le faltaba mucho por vivir, no podía arruinarle la vida de esa forma.
Además estaba seguro de que se arrepentiría de aquella noche en la que había dejado que el "grasiento murciélago" le pusiera una debo encima.
Se incorporó, bajando de la cama y mirando la habitación. La ropa estaba regada por el suelo como si un huracán hubiera pasado por allí. Tanteó el piso en busca de sus prendas y comenzó a vestirse, sabiendo que el chico despertaría pronto y quizá se asustara por lo que había ocurrido. Aunque él jamás se arrepentiría.
El menor abrió los ojos cuando ya se había vestido por completo y se colocaba los calcetines. El mundo que Harry veía era borroso, muy borroso, solo distinguía la silueta del hombre como una mancha negra muy cerca de allí. Sonrió al notar la calidez que se encontraba donde, hasta hace poco, podría decir estuvo aquel hombre. Palpó la mesita de noche buscando sus gafas, una vez las encontró, el mundo se volvió nítido. Su sonrisa se borró al notar que Snape abandonaba la cama sin siquiera mirarle y salía de la habitación.
Lily y Eileen aparecieron en aquella escena, como espectadoras, justo en el momento en el que Harry también salía de la habitación bajando una playera de manga corta rápidamente por su abdomen.
—Señor —Le llamó algo dudoso. No sabía porque el hombre tenía tanta prisa por abandonar su apartamento. Snape suspiró y se volvió hacia él.
—Lo siento, Potter —Dijo con su tono de voz neutro. Harry pareció verle en cámara lenta mientras pronunciaba las palabras—. Esto no debió ocurrir, acepto toda la culpa.
Todo se desquebrajó al instante, tanto para Harry como para sus hijas, que miraban boquiabiertas a Snape. Claro que no entendían del todo lo que había pasado, se habían perdido la "mejor" parte. ¿Por qué no hablaba de los besos, verdad?
—¿Qué? —Logró musitar Harry.
—Que esto no debió pasar —Rectificó el hombre. El menor sintió que todo daba vueltas… ¿Estaba diciendo que lo mejor que le había pasado en la vida había sido un error? —. Ha sido un error.
Sí, eso estaba diciendo. Harry se quedó mirándole aturdido, no lograba conectar algún pensamiento coherente, lo que no le permitía notar que las palabras que salían de la boca del pocionista le provocaban al mismo un dolor infinito.
—Un error —Susurró. Sí, había sido un error soñar tanto, Snape no sentía nada por él, debía haberlo adivinado—. Sí… entiendo.
—No se lo tome a mal, Potter —Dijo con tono áspero—. Podemos hacer de cuenta que no pasó nada.
—Sí, claro.
Severus arrugó el ceño ante la aparente indiferencia. Esperaba que le dijera algo más, que le dijera que no importaba, que quería seguir viéndolo… claro que eso no lo diría nunca. Un temor creció en su corazón… ¿Y si Potter solo lo había hecho para burlarse de él?
—Me retiro entonces —Anunció repentinamente molesto, tomando su gabardina del perchero—. Qué tenga un buen día, Potter.
Harry lo vio salir sin poder evitarlo. Una vez se encontró solo, no se movió de su lugar, se quedó estático aún sin asimilar lo que había ocurrido.
—Igualmente… señor.
Lily y Eileen quisieron protestar, más la escena difuminada no les permitió emitir palabra. La imagen de Harry parado en medio de su sala de estar, con un gesto desamparado, era algo que no podían soportar. Su padre estaba sufriendo.
* * *
—¡No lo entiendes, Hermione!
—¡Por supuesto que no, Harry! ¡No lo entiendo! ¿Cómo puede ser "esto" una mala noticia?
—¡¿Qué le voy a decir?! —Gimió desesperado mientras llevaba sus manos a la cabeza para alborotar más, de por sí, su cabello.
—¡La verdad!
—¿Y sí no lo quiere? ¿Si lo repudia? ¿Si lo niega? ¿Qué es lo que voy a hacer, Hermione?
La chica miró a su amigo con pena, la angustia en el rostro de Harry era tal que las lágrimas parecían querer salir de sus ojos, más él no se estaba permitiendo hacerlo, a pesar de estar tan descontrolado últimamente, no se permitiría llorar en un momento así.
Se sentó a su lado en el sofá, donde él escondía la cara entre las rodillas y puso una mano en su pierna.
—Si no lo quiere es un idiota —Le dijo con suavidad—. Harry… un bebé es una bendición y tú eres afortunado.
Harry dejó escapar un sollozo y llevó una mano a su vientre, aun plano. Lo miró como si ya fuera prominente y dejó correr libremente el llanto.
—Lo siento bebé —Susurró arrepentido—. Lamento haber dicho que eres una mala noticia… no lo eres.
Sí, estaba embarazado. Harry Potter estaba embarazado. ¿Qué cómo era posible? Ni el mismo lo sabía. Hacía un mes que se notaba inestable, los hechizos no le salían y su magia hacía lo que deseaba cuando le daba la regalada gana, lo cual le había preocupado mucho, llevándolo a consultar a un medimago en San Mungo.
No es que realmente estuviera TAN preocupado por ese hecho, era solo que había aceptado estudiar en Edimburgo y su magia era necesaria para sus lecciones, además de que no lograba concentrarse en el papeleo y los arreglos para mudarse. Aunque también estaba el asunto de que se sentía cansado, se mareaba y amanecía con nauseas… Ah, y Ron y Hermione habían insistido tanto que prácticamente lo habían lanzado al consultorio en contra de su voluntad.
El medimago le había hecho exámenes de sangre y de energía mágica, entre muchos otros para descartar cualquier enfermedad no deseada o una baja en su sistema inmunológico. Rutina.
No obstante, cuando los resultados llegaron, la "rutina" se esfumó. El medimago ordenó nuevos análisis, cuyo resultado llegó el mismo día a una hora de espera en el hospital, ya no dejando lugar a dudas. Estaba embarazado.
—"¿Embarazado?" —Había dicho para luego sonreír—. "¿Es una broma, no? Los hombres no se pueden embarazar".
Y allí había comenzado la cosa, el doctor no supo bien cómo explicarle a su "especial" (Léase especial de "El Gran Héroe") paciente, la particularidad en la genética de algunos magos, mucho más complicada que la de los humanos comunes denominados muggles. Casos especiales donde magos sangre pura heredaban dichos genes que permitían la reproducción en caso de resultar homosexuales, así asegurando la descendencia; y otros casos de magos, también especiales, que podían dejar en estado a su pareja por la misma razón. Harry había terminado por querer quemar su árbol genealógico y rogar a Merlín que fuera una horrenda broma del día de los inocentes, cosa imposible porque esa fecha aún no era.
Luego había estado la cuestión de "¿Sabe quién es el padre señor Potter?" ¡Ja! Claro que lo sabía, lo sabía muy bien. No había estado con ninguna persona antes ni en aquel momento, ni pensaba estarlo… no después de su última desazón amorosa. Además, las chicas no podían embarazar a un chico, tampoco es que hubiera estado con una.
Harry sabía perfectamente que el padre de su hijo era Severus Snape.
Las gemelas abrieron los ojos como platos ¡Ellas estaban allí dentro! ¡Era a ellas a quienes Harry les hablaba en ese momento!
—Hablaré con él —Sentenció el ojiverde, secándose las lágrimas sin dejar de acariciar su estómago con amor—. Y si no quiere aceptarlo, peor para él. Yo me quedaré con la mejor parte.
—Así se habla Harry —Le animó Hermione—. Te apoyaré en todo lo que necesites. Puedes contar conmigo, lo sabes.
—Muchas gracias —Sonrió su amigo, abrazándola cariñoso—. Eres la mejor hermana que nunca tuve y pude desear.
* *
*
—Pareces una pelota de playa, hermano —Se burló Ron. Harry le dedicó una mirada asesina a través del espejo.
Tenía que admitir que era cierto, estaba redondo… y grande.
—Vamos a meterte gemelos a ti, a ver si no luces igual.
—No gracias, Hermione aceptó ser ella quien se infle en mi lugar.
—Lo que le espera —Suspiró Harry—. Esto es tan horrible como hermoso.
Ron sonrió al verle acariciar su prominente vientre. Ahora sabían que su amigo tendría gemelos, él no había querido saber el sexo de estos hasta que nacieran pero por lo menos ya venía adelantado que serían un par. Era irónico, dos por uno. Las gemelas de once años, sonrieron al ver a su padre cargando con ellas, lucía cansado y se quejaba del dolor de espalda. Ambas se prometieron compensar a su padre por tanto esfuerzo.
—¿Cómo te sientes?
—Si he de ser sincero, nervioso —Respondió Harry—. Esto se aplazó demasiado.
—No es tu culpa. ¿Qué ibas a saber tú que se iba a largar a un curso para pocionistas en España por cinco meses? El que el grasiento decidiera salir de Londres es un milagro de Merlín, debo admitirlo… pero más inoportuno no podía ser.
Harry asintió. El día que habló con Hermione había decidido decirle… en aquel entonces contaba con un mes de embarazo, nada notorio. Pero su "adorado" exprofesor había salido al dichoso curso esa misma semana, para su infortunio, Dumbledore le había informado que volvería en enero para el inicio de clases después de las vacaciones de navidad, cuando arribó a su oficina pidiendo verlo. Y no quería informarle de algo tan delicado vía lechuza.
Había disfrutado de su embarazo desde entonces, sus amigos habían tomado encantados la noticia (a excepción de Ron, que tardó un par de meses en asimilarlo. Solo al verlo con una pancita aceptablemente voluminosa fue que le cayó el veinte) y le habían consentido como nunca. Dumbledore se había autoproclamado abuelo al enterarse.
Y todo había sido felicidad a partir de allí. Lástima que en Enero no pudo hablar con él, ya que sus estudios habían empezado y se había mudado, acaparando su atención durante dos meses más. Dos meses más de aplazamiento para el momento de la verdad. En ese instante contaba con ocho saludables meses y estaba a un paso de tener a sus bebés en los brazos, lo que significaba incapacidad en su empleo. Era el momento perfecto.
Y el tiempo no podía estar más de acuerdo, pronto daría comienzo la primavera, por lo que hacía un clima soleado pero fresco, perfecto para dar una buena noticia.
—¡Harry! —Escuchó que le llamaba Hermione desde la planta baja de La Madriguera. Con ese simple llamado supo que el momento había llegado.
Había citado a Snape en aquel lugar, a pesar de que el hombre se sentiría incómodo. Había accedido a que Draco Malfoy y Blaise Zabini le acompañaran, solo para que no fuera el único que se sintiera fuera de lugar. La reunión sería algo sencillo en el patio trasero de la casa de los Weasley, que le habían dado hospedaje en los días que pasara en Londres.
Bajó la escalera con Ron delante, quien no pudo evitar ponerse rígido ante la presencia de las serpientes. Lily sonrió al ver al tío Draco.
—Weasley —Saludó Snape con cortesía al verlo llegar a la salita. Ron movió la cabeza cortésmente.
—Tanto tiempo comadreja —Dijo entonces Draco, sonriendo de lado. Ron le miró monótonamente y suspiró.
—No el suficiente, Hurón. Hola Zabini.
—Weasley —Respondió el moreno.
Harry entonces se animó a salir. Los presentes enarcaron una ceja al ver su voluptuosidad.
—Vaya Potter, no pierdes el tiempo —Se burló amistosamente Draco—. ¿Qué rayos te pasó? ¿Te comiste a Hagrid?
— Ja, ja —Respondió el azabache, amigable—. Muy gracioso Malfoy, pero no. También me da gusto verte. Zabini, Profesor Snape.
Hasta entonces, el ojinegro se había mantenido con el ceño fruncido desde que le viera, algo en su mirada presagiaba tempestad. Harry tragó fuertemente cuando movió la cabeza a forma de saludo.
—¿Gustan algo de tomar? —Preguntó Molly, entrando a la salita y rompiendo el momento de tensión.
—Por supuesto —Respondió Blaise, que era el menos aprehensivo de los tres, con una sonrisa cortés.
—¿Me acompañan a la cocina, entonces? —Les dijo la mujer, Draco, que entendió la indirecta de su novio al ser tomado de la mano, le siguió junto al moreno. Ron también decidió ir.
Harry y Snape se quedaron solos.
—¿Y bien Potter? —Suspiró el mayor—. ¿Para qué me ha citado en este… —Miró la casa un momento—. Ilustre lugar…?
—¿Me acompaña afuera? —Preguntó con suavidad. Snape se encogió de hombros y se dejó guiar al jardín, donde había una pequeña mesa para dos con el té servido.
Severus no tomó asiento, solo se quedó viendo como Harry luchaba para acomodarse en la silla.
—Siéntese, por favor —Le pidió el ojiverde, con sus manos acariciando su redondez. El hombre obedeció.
—Debe ser incómodo —Comentó, mirando como el ojiverde se movía de nuevo en busca de una posición cómoda.
—Sí, no sabe cuánto.
—¿Ésta a término? —Indagó—. Da la sensación de que explotará en cualquier momento, sin ofender.
—No me ofendo —Sonrió Harry—. Los Weasley tienen la manía de decir cosas parecidas. Y sí, estoy a un mes.
—Vaya…
—De eso precisamente quería hablarle —Comenzó, jugando con sus pulgares y clavando la mirada en la taza de té frente a él.
—¿Por qué? Yo no sé nada de embarazos…
—No es por su conocimiento —Aclaró.
—¿Entonces?
—Es… sobre el otro padre.
Snape arqueó una ceja. ¿Sobre el otro padre? ¿Es que acaso al chico no le bastaba con restregarle en la cara que estaba en estado? No, claro que no… ahora quería hablarle de su pareja actual y no sabía porque cojonuda razón. Si lo había creído inocente, cuanto se había equivocado.
—No creo que me interese mucho su relación marital, Potter.
—No estoy casado.
—¿Ah, no? —Inquirió—. ¿Entonces? No me irá a decir que le dejó así y le abandonó ¿verdad? En tal caso… tampoco me interesa.
—No, señor —Suspiró Harry, armándose de paciencia.
—Entonces no entiendo que es lo que desea —Confesó. No tenía ánimos de hablar mucho de esos temas—. ¿Quiere alguna poción o algo parecido?
—No.
—Hable ya, sin rodeos.
—Usted es el padre.
Bueno, había ido al grano. Sin rodeos había dicho, eso era ir sin rodeos ¿no? Le miró fijamente, sin dudar. Snape frunció el ceño como si no entendiera sus palabras, su gesto se tornó duro.
—No tiene gracia —soltó después de un silencio que a Harry se le hizo eterno.
—Quizá sea porque no he hecho un chiste.
—¿Qué es lo que quiere en verdad, Potter?
—Solo que lo sepa.
—¿Saber qué?
—Que tendrá, no solo un hijo o hija, sino dos y los tendrá dentro de un mes —El hombre no respondió absolutamente nada, solo se dedicó a taladrarlo con la mirada—. No le estoy pidiendo nada en realidad —Agregó—. Solo quería informarle.
Nada, ni una sola palabra. Hasta parecía que el hombre había dejado de respirar. Comenzó a sentirse nervioso y tuvo que desviar la mirada hacia el pasto, que se mecía con una suave brisa.
—¿Por qué hasta ahora? —Lo miró. Snape no tenía expresión alguna, su gesto era insoldable y su mirada parecía hacer cerrado mil puertas de acero a él. Algo que dolió mucho—. ¿Por qué no me lo dijo antes? ¿A que está jugando?
—A nada, si no lo hice antes fue porque usted se encontraba de viaje y no le iba a enviar una lechuza diciendo "Buen día profesor Snape, solo quería decirle que va a ser padre. Mis mejores saludos" —Ironizó—. Quise esperar a que volviera pero tuve un par de contratiempos con mis estudios en Edimburgo, por lo que no pude volver antes. Así que, aquí me tiene ahora.
—No le creo —Dijo entonces el hombre, estaba un poco (un mucho mejor) aturdido.
—No me importa si lo hace o no, yo ya cumplí con informarle. Solo dígame si lo acepta o no, de todos modos yo me haré cargo de ellos.
—¿Aceptarlo? —Siseó—. ¡¿Aceptarlo?! ¿Cómo puede pedirme que lo acepte? Qué sé yo si son míos o no, pudo haberse metido con cualquiera.
—No me ofenda —Respondió Harry en el mismo tono—. ¡Yo no le estoy pidiendo absolutamente nada, ni dinero, ni apellido ni nada! Solo quiero saber si querrá verlos o no…
—¡Obviamente sí, Potter! ¡Si son mis hijos querré verlos!
—Pues bien. Podrá visitarlos en Edimburgo cuando lo desee.
—¿Edimburgo? —Inquirió incrédulo—. No eso sí que no.
—¿Cómo qué no? Mi casa se encuentra allí, mi empleo. Es el lugar donde vivo ahora.
—Mis hijos se quedan aquí —Sentenció Snape—. Ellos no se mueven de Londres, no le permitiré que se los lleve.
—¡Pero Snape!
—¡Nada de peros! Quería que lo supiera, bien. Los quiero conmigo y punto.
—¡No puedo volver a Londres!
—¡Pues yo me quedaré con ellos, usted vuelva a Edimburgo!
—¡¿Qué?! ¡No!
—Ah… ¿me impedirá verlos, entonces? —Siseó amenazante.
—Por supuesto que n…
Harry cayó abruptamente, sus ojos se abrieron enormemente. Snape le miró con pasmo, mientras el chico se doblaba presa de un fuerte dolor. Se levantó de un jalón, derribando la mesa con las tazas de té, que estaban intactas, y se acercó a él.
—Potter ¿le sucede algo?
—Duele… —Musitó con dificultad, agarrándose el vientre—. Duele mucho…
—¡Weasley! —Exclamó Snape. Mientras ayudaba a Harry a levantarse para llegar a la casa.
La familia pelirroja, junto con Hermione, Draco y Blaise, corrió hacia ellos mientras Snape depositaba al azabache en el sofá. Harry se retorcía de dolor.
—¡Harry! —Exclamó Hermione—. ¡¿Harry, estás bien?! ¡Ron! ¡Hay que llevarlo a San Mungo!
* * *
—Tranquilo señor Potter, todo estará bien —Decía el medimago en turno que atendía a Harry. Movía su varita en torno al vientre de Harry, que aun sufría dolores. Tenía una hora con lo mismo… Su cuerpo decía que ya era hora, sin embargo no estaba acondicionado para dar a luz cómo una mujer—. Es normal que los partos se adelanten en estos casos…
A su lado, se hallaba Snape, mirando el proceso mientras casi se comía las uñas. Llevaba una bata azul de hospital y un cubre bocas, también estaba totalmente esterilizado para poder presenciar el alumbramiento de sus hijos.
Era tan irónico como la vida daba tantos giros, hacía unas horas renegaba de su suerte por su monótona vida y hace unos momentos se había enterado que sería padre. Ahora estaba allí, listo para recibirlos.
Harry ahogó un grito de dolor, mientras el medimago seguía en lo suyo. Una luz comenzó a brotar de su abdomen, formando una esfera de color dorado brillante. Sus pequeños querían nacer ese día, querían conocer a su otro padre, al que habían sentido en el momento en el que pisó La Madriguera, él también lo había hecho… la magia de sus bebés reconociendo la de su otro padre.
Lily y Eileen se tomaron de las manos, mirando el proceso de su propio nacimiento ansiosas. Harry parecía sufrir mucho y entonces volvieron a reiterarse el recompensar a su padre por los martirios que le habían causado… quizá nunca terminarían de pagar lo mucho que le debían.
En la esfera, la imagen de una runa antigua bien formada se plasmó sobre la superficie, el médico le pidió a una enfermera que se preparará para el momento. El embarazo masculino era muy raro de ver en esos días, solo ciertos magos cada cierto tiempo podían tener uno y era maravilloso de ver.
La runa lanzó una luz brillante y, como por arte de magia (valga la redundancia) se materializó entre chispitas el cuerpecito de un bebé, estaba en la clásica posición fetal dentro del campo que se volvió de un color rosa pálido.
—Es una niña —Informó el hombre.
Severus miró con ojos fascinados como la enfermera tomaba al pequeño pedacito de ángel con sus manos y se lo llevaba para verificar que estuviera en perfectas condiciones.
Un pequeño llanto se escuchó en el lugar.
—Esa debes ser tú —Dijo Eileen—. Eres una gritona.
Lily golpeó su hombro con suavidad, mientras veía como la envolvían en una colcha, no estaba segura de sí era ella o no, pero era tan mona.
La runa volvió a brillar en la esfera, esta vez de un tono purpura igual de pálido que el rosa anterior y otro cuerpecito se materializó.
—También es una niña —Sonrió el medimago, mientras otra enfermera tomaba a la bebé y se la llevaba. Lentamente fue dejando de mover la varita, Harry respiraba agitadamente mientras el proceso terminaba, el dolor había cesado por fin.
Otro llanto inundó los oídos de sus padres. Harry sonrió, exhausto y cerró los ojos, feliz. Severus casi corrió hacia la enfermera para pedirle que le diera a la bebé que ya habían vestido y la tomó en brazos, mirándola con adoración. Estaba envuelta en una mantita beige, con un gorrito a juego, su piel era tan blanca como la suya. Acarició la pequeñita nariz, agradeciendo al cielo el que hubiera heredado la de Harry.
—Y aquí está la otra princesita —Le dijo la enfermera, entregándole la otra bebé con cuidado.
Las miró, eran exactamente iguales.
Sonrió tan cálidamente al sentir la magia de las niñas revolotear con la suya, ellas le estaban reconociendo como parte de sí y era una sensación tan maravillosa que quiso llorar de la emoción. Eileen se apoyó en el hombro de Lily, ambas sonriendo dulcemente. Eran ellas, pequeñas y frágiles, en los protectores brazos de su padre.
* * *
—¿Puedo verlas? —Susurró apenas Harry desde la cama, se veía muy pero muy cansado. Acababa de despertar y lo único que quería era tener a sus bebés con él.
Snape se acercó y, después de que el menor se apoyara en las almohadas, depositó a la bebé que había estado cargando mientras Harry dormía y fue por la otra a la cunita donde estaba. El ojiverde tomó a su pequeña y unas lágrimas resbalaron por sus mejillas. Snape llegó con la segunda y las miró a ambas ya sin evitar el llanto.
—Al fin nos conocemos —Les susurró con amor, besando sus cabecitas con sumo cuidado—. Así que eran ustedes las alborotadoras que me pateaban en las noches.
El pocionista no dijo nada, solo se quedó mirando a Harry con un brillo en la mirada. Era una imagen tan tierna para él, poder verlo de nuevo y junto a esos dos pequeños bultitos que representaban la unión de ambos.
Casi parecían una familia… casi.
Lily y Eileen derramaron lágrimas de felicidad. Ambas eran amadas por sus dos padres, era más que notorio. Y esa era una imagen que recordarían siempre.
—Tú te llamarás Lily —Le dijo a la bebé que sostenía en su brazo derecho. Curiosamente era la que había nacido primero, lo sabían porque la pulserita que indicaba su hora de nacimiento estaba en la manita izquierda. Eileen sonrió triunfante mientras Lily se sonrojaba y dejaba escapar una sutil risita—. Lilian Jane… como tu abuela y tu tía favorita.
La bebé suspiró, acurrucándose más contra el calor de su padre, parecía tan de acuerdo que Harry sonrió satisfecho.
—Si es mi tía favorita —Le susurró Lily a Eileen.
Harry miró a la otra pequeña, sonriendo igual de dulce, entonces recordó la presencia de Snape a su lado y lo miró.
—¿Quisiera hacer el honor? —Le preguntó con una sonrisa.
Snape se sorprendió de que le permitiera nombrar a su otra hija, así que llevó una mano a su boca y frunció el ceño, pensativo.
—Eileen —Dijo después de un momento—. Como su otra abuela.
—Es un nombre hermoso —Respondió Harry—. ¿Verdad? —Le preguntó a la bebé, que imitó a su hermanita y suspiró—. Si, le gusta. ¿Y el segundo?
—No hay muchas mujeres de las que pueda tomar el nombre —Contestó Snape—. Puede escogerlo usted… no creo que quiera llamarse Minerva.
Harry rió levemente, mientras pensaba que nombre ponerle a su hija. Ginny podría ser, pero quizá a Snape no le agradara la idea… después de todo no podía ponerle el nombre de su exnovia ¿o sí?
—Luna —Dijo al fin—. Eileen Luna.
Severus asintió en acuerdo. Ambos se mantuvieron viendo a sus pequeñas por un momento, luego el recuerdo de la conversación que mantenían en el jardín de los Weasley los golpeó. Harry borró automáticamente su sonrisa… ¿Qué haría ahora? Snape pareció pensar lo mismo, puesto que tensó la mandíbula y frunció el ceño.
No, nunca dejaría que Potter se llevara a esos pequeños regalos que acababa de recibir.
La puerta de la recamara se abrió, asustando a Lily y Eileen, dando paso a las personas que morían de ansiedad por conocer a los pequeños angelitos. La familia sonreía emocionada por darles la bienvenida.
* * *
Se encontraron en una sala, donde ahora se resolvían los juicios en el Ministerio. Esta solo era una vista de acuerdo para la custodia de las gemelas Snape-Potter pero de todos modos decidieron que fuera en presencia del ministro, su consejero, un testigo y los abogados de ambos partícipes. Harry y Severus estaban frente al estrado, sentados en unas cómodas butacas, cada abogado a su lado.
Los dos tenían una expresión de fastidio y no ocultaban su desencanto de estar en la presencia del otro. Pero que más daba, habían cometido una equivocación y ahora tenían que aceptar las consecuencias.
—Tú no estás capacitado para cuidar de ellas Potter —Escupió Snape con desprecio.
—¡¿Y tú sí?! —Espetó Harry furioso.
—¡Por supuesto que sí! ¡Por si no lo has olvidado, yo salve tú trasero!
—Y también lo follaste —Murmuró el menor por lo bajo. Snape entornó los ojos—. ¡Son mis hijas, por Merlín!
—¡Y mías también, Potter! ¡Que no se te olvide!
Ambos se fulminaron con la mirada. Kingsley Schacklebolt, que fungía como ministro en esos momentos, se talló las cienes con una mano. Llegar a un acuerdo de custodia con esos dos era un dolor de cabeza.
—Silencio —Ordenó con voz cansada—. Esto no es una discusión sobre quien es más competente para criarlas. Ambos están bien capacitados y tienen buena posición económica, cualquiera podría hacerse cargo. Esta vista es para que lleguen a un acuerdo, sus abogados ha venido desesperados por no poderles hacer entrar en razón. ¡Y por Merlín y Morgana que ahora entiendo su frustración! —Agregó, mirándoles reprobatoriamente.
—¡Pero Kingsley! ¡Son mis bebés! ¡No pueden separarme de ellas! ¡Yo las llevé dentro de mí!
—El que fueras la incubadora no te da el derecho de arrebatármelas —Siseó Snape, amenazante—. ¡Tengo tanto derecho como tú!
—Claro —Ironizó Harry—. Cómo tú no sufriste dolores de nada, solo te sentaste a esperar que la hipogrifo madre las trajera.
—¡Escucha Potter, eres un…!
—¡Ya basta! —Intervino Kingsley—. ¡Ustedes son imposibles!
—¡Pues has algo! —Bramó Snape—. ¡Ya me harté de que me hagan venir junto a éste mocoso estúpido! ¡Sólo den un veredicto, carajo!
Harry volteó al otro lado, ocultando el dolor que las palabras del pocionista le causaban. Sus ojos se veían llorosos y se mordió el labio. Aquella situación le gustaba mucho menos a él que a Snape, de eso estaba seguro. Pero el hombre no le quería, así que no podía hacer mucho.
—Está bien —Suspiró, tragándose sus lágrimas y mostrándose fuerte—. Yo aceptaré que las vea cuando lo desee.
—¿Y cómo demonios crees que viajaré a Edimburgo cada que quiera abrazar a una de mis hijas? ¡Es que no puedes llevártelas!
—Ministro —Continuó el ojiverde, ignorándole. Snape bufó irritado—. ¿Qué es lo que sugiere?
—Pues dadas las circunstancias —Miró a los dos hombres—. Y dado que ninguno quiere dar su brazo a torcer. Creo que será mejor que cada uno cuide a una de sus hijas.
Harry palideció instantáneamente, parecía a punto de sufrir un colapso nervioso.
—¿Qué?
—Cómo lo escuchas Harry, no encuentro otra solución. Ustedes no pueden verse ni en pintura, su relación desastrosa solo haría un mal innecesario a las niñas.
—Pero… ¿Separarlas les haría un bien? ¡Por Dios, piensa en lo que dices! —Se levantó de su silla y se acercó al estrado—. ¡Me estas pidiendo que elija a una de mis dos pequeñas! ¡Jamás podría!
—Pues que el profesor Snape elija —Respondió el ministro con pesar—. No creo que haya otra manera.
El azabache se volvió hacia el mayor. Éste había fruncido el ceño y miraba al chico detenidamente. Harry le suplicó con la mirada.
—Sí, creo que es lo mejor —Sentenció, quitando sus ojos de los verdes—. Mejor cada uno por su lado.
—¡Qué! ¡No!... ¡Snape!
—Bien, entonces está decidido —Anunció Kingsley—. Cada niña se irá con uno de sus padres, lo demás es su decisión —Juntó las palmas y se levantó de su asiento—. Caso cerrado.
Snape también se levantó, uno a uno, todos los presentes fueron abandonando la sala, hasta que solo quedaron ellos y Dumbledore, que había observado sin mediar palabra alguna. El director y el pocionista se miraron, el anciano negó con la cabeza informándole de su descontento y miró a Harry con tristeza antes de salir.
El azabache le miró desesperado, quizá había pensado que diría algo a su favor. Snape comenzó a caminar a la salida pero se detuvo en la puerta.
—Iré por Eileen mañana temprano —Le dijo el pocionista sin mirarle—. Ten listas sus cosas.
—Pero… —Musitó Harry—. Severus…
—Yo no soy el que se va de Inglaterra —Respondió el hombre con voz fría—. Esta ha sido tu decisión, Potter. Recuérdalo… mañana temprano.
Cuando la puerta se hubo cerrado. Harry se dejó caer al suelo sin fuerzas mientras las lágrimas caían por sus mejillas. No, eso no podía estar pasando. Ya no solo tendría que renunciar a la persona que amaba… ahora también tendría que renunciar a uno de sus angelitos.
Afuera, Severus se volvió hacia la puerta y la miró como si quisiera derrumbarla. Su expresión se tornó apagada y caminó como un condenado hacia la horca, alejándose a cada paso de lo que más amaba en el mundo.
* * *
Encima de la sábana de la cama de Ron había un mantita sobre la que descansaban dos pequeños cuerpecitos que apenas y sobrepasaban el tamaño del par de manos que terminaban de vestirles en ese momento. Harry había colocado a sus dos bebés pequeños mamelucos de color rosa pastel que dejaban al descubierto las piernitas y manitas de las niñas. Cómo era primavera había un sol esplendoroso afuera y un calorcito un poco sofocante.
Una de las pequeñas se estiró cuan larga era, acomodándose mejor, sus ojitos se habían abierto hace un par de días y lucían verdes y brillantes. Sin querer, su diminuta mano quedó sobre la de su hermana, que se estaba quedando dormida mirando la brillante Snitch que Harry había encantado para ellas y dejaba sonar una melodía de cuna muy suave.
Sonrió enternecido por tan linda escena. Jamás se había sentido tan dichoso cómo en ese momento que las tenía junto a él, casi nada del faltaba. Deseó con toda su alma poder tener a Remus y Sirius junto a él, estaba completamente seguro de que estarían tan enamorados de sus niñas como lo estaba él. Casi podía ver a su padrino pasear de un lado a otro con una pequeña en brazos, diciendo: "Sé que serás la próxima merodeadora de Hogwarts y pondrás en alto el apellido Potter. ¡Cómo tu abuelo!".
Su melancolía se vio interrumpida, al pincharse él mismo con la aguja que sostenía en su mano derecha. Llevó su dedo a la boca, chupando la gota de sangre que había escapado de la minúscula herida.
Un par de puntadas más y estaba terminado. Se sintió orgulloso de su trabajo, ambos muñecos de felpa que había comprado en una tienda muggle, a los cuales les había bordado las iniciales de Severus y de él. La graciosa serpiente que sacaba la lengua, era símbolo de la casa del pocionista, por lo que tenía una S plateada. El leoncito melenudo, representaba su propia casa, por lo cual la H se encontraba en dorado. Sí, había escogido muy bien.
Se acercó a sus bebés, depositando junto a una dormida Lily la serpiente.
—Tú cuidarás del señor S —Le dijo con cariño, acariciando la piernita suave y tersa—. Así siempre tendrás presente a tu padre.
La Lily mayor miró a su padre sonreírle con amor, aun a sabiendas de que estaba dormida. Sintió deseos se saltar a él y colgársele como lapa, sintiendo alrededor suyo los amorosos brazos del azabache.
Harry se dirigió a Eileen esta vez y depositó el león a su lado.
—Para que recuerdes siempre que estaré contigo a donde vayas y que te amo. No te olvides de mí, nubecita de algodón.
Se recostó en un lado, mirando a las dos con veneración. Las pelusitas oscuras de cabello presagiaban que sería tan negro como el de su otro padre. Harry pedía al cielo que no heredaran la rebelde melena que le caracterizaba, no imaginaba a sus hijas con ese problema.
Unos toques a la puerta le hicieron desviar la mirada de sus bebitas y susurró un suave "pase". Hermione entró, mirando con ternura la escena de su mejor amigo con sus bebés. Aquellos dos pedacitos de cielo le habían dado una gran chispa de vida a la casa desde que llegaran del hospital. Todos, en especial Fred, George y Ginny, las amaban y adoraban tenerlas en brazos. Tenían que turnarse para poder abarcarlas. Los gemelos tenían una predilección por esas pequeñas, pensaban adiestrarlas en el arte de ser alborotadoras de Hogwarts, por eso mismo odiaban el trato que el ministro había puesto.
—Harry… es hora…
—¿Tan pronto? —Gimió.
Hermione asintió, mientras veía a Harry debatirse entre encerrarse en el cuarto o huir a Timbuktu. Ambos bajaron las escaleras, cada uno con una bebé en los brazos. Harry besaba tenía la cara pegada a la de Eileen, mientras le susurraba que la amaba una y otra vez.
Al salir, la figura de Snape se encontraba en el jardín, mirando la hierba fijamente. Los ojos negros se fijaron en él al sentirlo llegar. Ambos se miraron. Ninguno dijo nada, el ojinegro decidió despedirse de Lily y se dirigió a Hermione, que la dejó en sus brazos.
—Sé una buena niña —Susurró y besó la carita un par de veces, sorprendiéndose de que pudiera existir algo tan pequeño—. Te amo Lily.
Harry se giró al escucharle y le miró de forma implorante. Snape endureció la mirada al verlo. Devolvió a la niña a Hermione y luego extendió los brazos al ojiverde, que se mostró reticente a entregarla.
—Por favor no… —Articuló con los labios, mientras las lágrimas cristalizaban sus ojos y entregaba la maletita de Eileen.
Severus sintió como si le golpearan en la yugular y apretó los labios al ver el pequeño león con la H bordada sobresalir de la bolsa. Tomó a la bebé en sus brazos y dio un vistazo más a Lily.
La Lily del presente derramó una lágrima, sintiéndose abandonada repentinamente. Eileen apretó su mano.
El pocionista se alejó por la vereda, mientras la escena se disolvía cómo bruma.
* * *
Las gemelas salieron del pensadero con una expresión de tristeza muy grande, ambas se miraron y se abrazaron con fuerza.
—Ellos se amaban —Dijo Lily, conteniendo las demás lágrimas.
—Sí, pero son unos cabezas duras —Coincidió Eileen, que lloraba a raudales—. ¿Por qué hicieron eso, abuelo?
—Creo que ambos pensaban lo mismo —Respondió el anciano, acariciando sus cabezas—. Que su amor no era correspondido.
—¡Pero era obvio que sí! —Exclamó Lily—. ¡Se les nota a leguas!
—Ustedes lo notaron porque los conocen —Sonrió el anciano—. Igual que yo, pero ellos no se conocían en ese entonces lo suficiente. Nunca se llevaron bien y esas riñas y diferencias se sentían como un mundo de distancia entre ambos. Creo que estaban muy confundidos y ninguno pensó en hablar de sus sentimientos.
—Lo dicho, son cabezas duras —Afirmó Eileen—. ¡Pero esto no se quedará así!
—¡No, señor! —Terminó Lily.
Ambas sonrieron con malicia.
—De nuestra cuenta corre que papá Harry y papá Severus vuelvan a estar juntos —Dijeron a unísono—. ¡No nos rendiremos jamás!
Dumbledore sonrió complacido mientras veía a ambas niñas salir entusiasmadas por la puerta. Se sentó detrás de su escritorio y llevó a su boca un dulce.
—Mmm… pero que buen caramelo de limón.
* * *
—¿Sucede algo? —Preguntó Severus.
Lily y Eileen estaban sentadas en su escritorio haciendo algunos deberes mientras, de paso, pasaban tiempo de calidad con su padre. Él, en cambio, se encontraba leyendo un libro en su sofá favorito con mucha tranquilidad. O al menos todo sería tranquilidad si sus hijas no le enviaran miradas molestas de vez en cuando.
—¿Qué es lo que puede pasar? Nada —Respondió Lily.
Su enojo era más notorio, más exterior o eso decía su voz irónica. Eileen en cambio, solo se mantenía callada y parecía ignorarle, como siempre que estaba molesta. Enarcó una ceja. Sí, ahí sucedía algo.
—Para ese sarcasmo, jovencita.
—¿Qué sarcasmo? Si todo está perfecto —Ironizó, luego se volvió a su hermana—. Ven Eileen, vamos a nuestra habitación.
La otra no contestó nada, solo la miró y se dejó tomar de la mano para ser guiada hacía su habitación en silencio. Snape las siguió con la mirada y el ceño fruncido, era la primera vez que sentía esa opresión en su pecho ante el rechazo, no de una, sino de sus dos hijas. Era un sabor amargo a decir verdad.
Se tomó su tiempo para recapitular si había hecho algo mal, si había dicho algo indebido o les había tratado de una forma distante o algo parecido. No, nada, si apenas y se habían visto hacía una media hora y el día anterior todo estaba bien.
¿Qué era lo que les sucedía?
Dentro de la habitación, Lily se dejó caer sobre la cama y miró al techo con el ceño fruncido. Eileen solo se sentó recargada en la cabecera con las piernas cruzadas, leyendo el libro sobre criaturas mágicas que había estado leyendo todas las noches desde hacía una semana. Ambas estaban molestas con sus padres por haber tomado esa ridícula decisión de separarlas solo porque, según ellos, no se podían tolerar.
¡Ja! ¡Cómo si no se viera en los ojos de los dos que estaban irremediablemente enamorados! Ellas podrían ser todo, menos tontas o ciegas. Además, Severus había sido el que tuviera la palabra final y, aunque estuvieran tan molestas tanto con él como con Harry, al último no lo tenían allí para reprocharle también.
Lily resopló con desgane, cambiando su expresión enojada a una de cansancio. Eileen dejó de mirar su libro para posar su verde mirada en ella.
—No me gusta hacerle eso a papá —Confesó—. No lo he tenido por once años conmigo y vengo a hacerle rabietas.
—Se lo merece —Dijo Eileen, suspirando—. Cada acción conlleva una reacción.
—Sí pero… ¿tú no te sentirías mal de hacerle eso a papá Harry?
—Claro… me sentiría una mala hija, de hecho, me siento igual que tú a pesar de que no es la primera vez que se lo hago a papá Severus. Sin embargo, no logro comprender qué rayos pasó por sus mentes al aceptar esa decisión. ¿Es que no pensaron en nosotras? —Dejó el libro en la mesita de noche de nuevo y se volvió a Lily, que le miraba con los ojos abiertos—. ¡Once años sin mi hermana! —Exclamó—. ¡Once! Y no es como si nunca te hubiera necesitado, se supone que teníamos que vivir todo juntas, no cada quien por su lado.
—Espera —Intervino Lily en su discurso, sonriendo de oreja a oreja—. ¿Estás diciendo que estas molesta porque no me tenías a tu lado?
—¿Quieres que lo repita más lento?
—No, no hace falta —Rió—. ¡Eres adorable!
—¿Adorab…?
Lily se abalanzó sobre ella, abrazándola melosamente. Eileen se coloreó de las mejillas y comenzó a empujarla para que se alejara.
—¡No puedo respirar! —Se quejó—. ¡Eres peor que una sanguijuela!
—¡Me quieres! —Exclamó con júbilo Lily—. ¡Sí me quieres!
—Por supuesto que te quiero tonta —Gruñó Eileen—. Eres mi mejor amiga en todo el mundo.
—¡Y tú la mía! —Respondió besando su mejilla.
—¡No! ¡Qué asco! —Aleteó—. ¡Aléjate, aléjate!
La pequeña Potter se alejó, mirando divertida como su hermana refunfuñaba y pedía a Merlín paciencia con dramatismo, levantando los brazos al techo.
—Te quiero aunque seas peor que un ogro —Le dijo con cariño.
—Tú eres el ogro —Contestó Eileen—. Y yo también te quiero.
Capítulo SiguienteCapítulo AnteriorInicio