Descubiertas
* * *
Lily se aburría demasiado, su padre trabajaba todos los días en su laboratorio, sin importar si eran festivos o no, en lugar de pasarlo con ella. Claro, para Eileen eso sería normal porque ella lo tuvo toda la vida, no que ella…
Arrojó la pluma, a la cual ya se le había secado la tinta por no usarla, sobre el pergamino de los deberes a medio terminar. Se volteó sobre su cama y miró el techo, extrañando en sobre manera su cielo lleno de nubes. ¿Por qué su padre era taaaaan serio? ¿Por qué no jugaba con ella? Suspiró.
No podía quejarse, las pocas sonrisas que aquel hombre de ojos y cabellos negros le dedicaba eran tan vigorizantes cómo cualquier mimo. De solo verlas se sentía rebozar de felicidad. Severus era un poco arisco, pero sus pequeños gestos le delataban. Su corazón le pertenecía a él, solo a él… y quizá a Draco. Una sonrisa burlona se asomó en sus labios, que boba era, su tío estaba casado. Se preguntó que estaría haciendo Eileen en ese entonces.
Llevó una mano a su pecho y sacó la medalla que les servía de comunicador. Claro, ninguna de ellas la había activado hasta ahora, lo que era una señal de que no habían sido descubiertas. Pero deseaba hablar con ella.
—La varita de regaliz no es una varita —Susurró.
A muchos kilómetros de distancia Eileen, que se encontraba jugando un juego de mesa llamado Scrabble con Harry y Bailey e iba ganando, sintió un calorcillo emanar de su pecho. Primero lo ignoró, más la persistencia de esa sensación le hizo recordar la medalla. Asustada, se levantó de sopetón de su silla completamente pálida.
—¿Sucede algo? —Preguntó Bailey.
—Debo ir al baño, lo siento —Se excusó, corriendo lejos del comedor y tomando camino a las escaleras.
Harry se asomó un poco por sobre la mesa para ver que se había ido y entonces, aprovechando, colocó un par de fichas en el tablero de forma ilícita, superando la puntuación de su hija.
—¡Oye, eso es trampa! —Le riñó dulcemente su pareja.
—Es mi hija —Dijo Harry, anotando más puntuación en el papel donde llevaban el conteo—. Se llama poner las cosas en el orden correcto.
—Haciendo trampa.
—Se supone que debes apoyarme —Respondió Harry, inflando una mejilla—. Ni se te ocurra delatarme porque te hago dormir en la tina.
—Vale, vale… yo no he visto nada.
Eileen se encerró en el baño con el pestillo puesto y se fue a sentar precisamente en la orilla de la tina, sacando de su pecho la medalla.
—¿Qué sucede Lily?
Lily resopló.
—Al fin, creí que no responderías.
—¿Nos ha descubierto? —Preguntó sin más.
—No, claro que no boba… sino no estaría tan tranquila.
—¿Entonces?
—Solo quería hablar con alguien, me aburro mucho.
—¿Te aburres? —Inquirió—. ¿Y papá?
—En su laboratorio —Dijo haciendo una voz burlona y una mueca que su hermana no podía ver—. Ese hombre trabaja demasiado ¿no conoce la palabra "descanso"?
—No estoy segura de que esté en su vocabulario.
—¡Eso lo explicaría! El abuelo Albus ha salido a no sé dónde, la tía Minerva revisa unos ensayos atrasados y no hay nadie en el castillo. ¡Soy la única sin nada que hacer! Bueno… tengo los deberes pero no quiero hacerlos… ¿Tú ya los hiciste?
Eileen abrió los ojos desmesuradamente. Se había olvidado de los deberes.
—Hey, ¿sigues ahí? —Preguntó Lily ante su silencio.
—S-Sí.
—¿Los has hecho?
—Ajá…
—Aish… ¿Me los pasarás cuando vuelvas? No tengo ganas.
—Creo que mejor no.
—¡Egoísta! Me encuentras después de once años y no quieres pasarme los deberes.
—No es eso, es que…
—¿Qué? Admítelo, eres egoísta.
—¡No los he hecho! —Exclamó—. ¿Ya? No los he hecho…
—¡¿Qué?! ¿Qué demonios has estado haciendo entonces?
—Estar con papá… y Bailey…
—Oh… ya lo conociste —Murmuró Lily—. ¿Verdad que es genial?
—Demasiado… ¿De dónde rayos viene, quién fue el responsable de su existencia?
—Irlanda… y su madre, creo.
—¡Debería ser un pecado tener hijos así! —Exclamó—. ¡Es horrorosamente agradable! ¡Ha leído todos los libros que yo!
—Y eso no es lo peor —Añadió la leona—. ¡Jugó en un equipo de Quidditch! ¡Fue guardián!
Un ruido desvió la atención de Eileen de la medalla, pasos.
—¿Lily? ¿Has terminado? —Escuchó la voz de Bailey—. No quisiera apurarte… ¡pero me urge entrar!
—Sí, en un momento —Respondió, luego bajó la voz—. Lily, debo irme… Bailey quiere usar el baño.
—¿Estás en el baño? —Inquirió Lily haciendo otra mueca que su gemela jamás llegaría a ver—. ¿No podías ir a la habitación?
—Estaba jugando, sería raro encerrarme en mi habitación, tontaina.
—¿Lily?
—Ya voooooy. Adiós torbellino.
—¿Torbe…? ¡Oye!
Eileen dejó escapar una risita, mientras susurraba la contraseña de nuevo y salía del baño.
Lily bufó.
—Tonta, sólo los tíos Fred, George y Ginny me dicen así.
Se levantó de su cama con pereza y se bajó el suéter blanco de cuello alto que llevaba, protegiendo su pancita del frío. Se colocó las botas y un gorro también blanco y salió de la habitación. Quizá Filch y su gata quisiera que alguien pusiera un muérdago encima de ellos… estaba convencida de que ese viejo practicaba la zoofilia.
* * *
Aquel día, Harry había decidido pasarla con su hija. En un par de días sería año nuevo y deseaba aprovecharla al máximo mientras la tuviera con él. Así que solo eran ellos dos. Eileen en cambio, oraba porque el tiempo pasara lo más lento posible, no quería alejarse de su padre.
Ambos estaban en la sala, Harry revisaba unos papeles sobre su trabajo, mientras Eileen le observaba en silencio desde la alfombra frente a la chimenea, estaba recostada boca abajo y tenía un libro que no leía. Solo le miraba como si fuera lo más interesante que hubiera en el mundo, con su barbilla recargada en sus manos.
—¿Qué sucede cariño? —Preguntó por su silencio.
—Nada papi —Respondió ella, casi en un suspiro. Harry le miró intrigado.
—¿Te sientes mal?
—No.
—¿Entonces?
—¿Entonces qué? —Ladeó la cabeza, su cabello, que estaba atado en una cola de caballo, se movió con ella.
—¿Por qué me miras así? ¿Y por qué estás tan callada? ¿Y qué haces con un libro?
—Ah… yo…
La niña se había sonrojado y había bajado la mirada a su libro. Harry se asustó por su comportamiento, temiendo que algo malo le pasara y se levantó del sofá, para sentarse en el suelo frente a ella. Al sentirlo cerca, Eileen sintió su corazón acelerarse y no pudo evitar sentir que lloraría, Merlín sabía que era muy sensible.
—¿Lily? —Preguntó Harry, tomándole del mentón y alzando su mirada. Se asustó más cuando las lágrimas salieron de los ojos de su hija—. Dios, mi vida ¿Qué sucede? ¿Te ha pasado algo malo?
Eileen negó con la cabeza y sollozó quedito. Se levantó y se arrojó a los brazos de su padre, enterrando la cara en su cuello mientras le abrazaba.
—Cariño, tranquila —Le susurraba el azabache mientras trazaba pequeños círculos en su espalda—. Dime… ¿Qué pasa?
—Te amo papá —Sollozó—. Te amo mucho.
—También te amo bebé —Harry la estrechó más fuerte y sonrió, enternecido—. Lo siento… olvide que no debo tratarte como una bebé porque ya eres una niña grande —Intentó animarla.
—No —Negó ella con la cabeza—. Bebé está bien… bebé me gusta. Me gusta que me abraces y me mimes… que me arropes en las noches y que me leas cuentos… me gusta que juegues conmigo y todas esas cosas…
—Vaya ¿tanto me extrañaste? —Bromeó Harry.
—No tienes idea —Sus sollozos se hicieron más sonoros, tanto que el ojiverde pensó que no era normal.
—¿Dónde quedó mi niña testaruda y orgullosa? —Susurró—. ¿Esa que no llora por nada y que detesta que la trate como una pequeña?
—En Londres —Respondió Eileen que se sentía tan llena de emociones desconocidas—. Se quedó en Londres con papá Severus.
Harry palideció al escucharle.
—¿Lily? —Tomó los hombros de Eileen y la alejó, ella no se opuso, le miró con sus ojos cristalizados y sus mejillas rojas mientras lloraba tanto que parecía crear un mar. El ojiverde retiró unos mechones de su flequillo que se habían pegado a su mejilla y su frente y acarició su cara, su cabello. Parecía que la miraba por primera vez—. ¿Eileen?
Ella asintió, comenzando a llorar más. Harry volvió a abrazarla, esta vez más fuerte. La niña correspondió la caricia.
—Oh mi Dios, eres tú. —Sollozó, llorando de alegría—. De verdad eres tú… Mi niña, mi bebé… mi hermosa Eileen —La alejó nuevamente y pegó su frente a la de ella—. No puedo creerlo… eres tan hermosa… Ya, ya… no llores mi amor.
—P-Pero —Hipó Eileen—. ¿Por qué me abandonaste? ¿No me querías?
—Oh, no, no cariño —Se apresuró a responder, besando su frente, sus ojos, sus mejillas y su nariz—. Te amo con todo mi corazón, siempre lo hice. Dejarte fue lo más difícil que hice en mi vida, todos los días te he pensado y añorado. Te amo tanto como amo a Lily, es solo que tu padre y yo…
—¿Por qué no te quedaste con nosotros? —Preguntó inflando las mejillas—. O tan siquiera visitarnos… —Harry dejó escapar una risita que sonó un poco ahogada por las lágrimas y la sentó en su regazo.
—Tu padre y yo no nos llevamos muy bien —Le explicó, sorbiendo un poco su nariz—. Él estaba… o está muy enojado conmigo… yo acepté un trabajo aquí antes de saber que ustedes venían… y cuando me enteré, aplacé mi viaje. Cuando le platiqué a tu papá sobre ustedes, a él… no le gustó la idea. Él y yo no éramos nada —Dijo con amargura—. Y todo sucedió demasiado rápido… yo no tenía idea de que los hombres… bueno, podían tener bebés. Cuando nacieron fue como mirar el cielo… eran la luz de mis ojos. Y me dolió que tuviéramos que separarnos por tonterías… Perdóname Eileen, lo siento tanto.
La niña miró a su padre llorar y, con sus pequeñas manos, secó sus lágrimas, tal y como Severus solía limpiar las suyas, usando los pulgares.
—No te preocupes papá, nosotras tampoco sabíamos que eso se podía —Le dijo con dulzura— Y no llores… te amo y siempre te voy a amar… sin importar qué. Es solo que me hiciste mucha falta todos estos años…
—Gracias —Sonrió Harry, orgulloso de que su hija fuera tan comprensiva—. Eres tan dulce.
—Supongo que lo saqué de ti —Rió Eileen, dejando de llorar—. Porque de papá Severus lo dudo.
—Sí… puede ser —Rió también Harry, contagiándose de su sonrisa—. Tu padre puede ser un limón cuando quiere.
—¿Verdad que sí? ¡Además es un dramático!
—¡Sí, es cierto! —Coincidió—. ¡Hace drama por todo!
—¡Ja! ¡Ahora no tiene como negarlo!
Harry abrazó una vez más a su hija y besó sus mejillas con amor. Luego de que la arrullara en sus brazos… fue que se le prendió el foco.
—¿Eileen?
—¿Sí papá?
—¿Dijiste que Lily está en Londres?
* * *
—¿Podrías pasarme el polvo de cuerno de unicornio, cariño?
Lily asintió y miró los ingredientes, dudosa. Se lo pensó un minuto y luego tomó un polvo que le pareció sería el correcto.
—Aquí tienes —Le entregó el frasco. Severus lo miró y sonrió.
—Este no es Eileen, es el azul.
—Oh, es que todos lucen iguales —Murmuró Lily por lo bajo, con las mejillas rojas.
—¿Qué dices? Pero si sabes distinguirlos perfectamente —Enarcó una ceja—. ¿O me dices que ya se te ha olvidado?
—No, no —Negó con la cabeza y las manos—. Es que… estoy algo cansada es todo.
—¿Cansada? Pero si has dormido más de lo normal.
—Eh… —Balbuceó—. Es… es por los estudios.
—Nunca has tenido problema con eso.
Lily suspiró derrotada… ¿Es que Eileen tenía que ser tan perfecta? Papá Harry siempre le animaba a hacer lo que quisiera y le decía palabras de aliento cuando pensaba que no podía hacerlo, además de que le corregía amorosamente. El hombre que tenía enfrente, enfrascado en la elaboración de una poción (que supuestamente ella conocía pero no era cierto), era algo diferente. Entendía en cierto punto porque su hermana era tan callada y recatada… Su padre realmente daba miedo.
Cómo extrañaba a su papá.
—¿Sucede algo? —Preguntó el pocionista, notando que se había desparramado sobre la mesa, mirando a la nada con repentina melancolía. La niña le miró sin levantar la cabeza de la madera.
—¿Por qué eres tan serio?
—¿Eh? —Frunció el ceño—. ¿Por qué lo dices?
—Eres muy callado… no me preguntas cómo me fue en el día —Explicó ella—. No me abrazas, no te gusta jugar conmigo…
—Jugamos ajedrez ayer.
—Pero el ajedrez es aburrido —Lily frunció la nariz, justo como él lo hacía.
Y fue entonces que se dio cuenta.
—¿Y a qué quisieras jugar, Lily? —Preguntó con suavidad, sentándose a su lado.
—Pues… no lo sé. ¿Qué tal naipes explosivos? —Propuso ella—. O quizá… ¿Conoces el juego de serpientes y escaleras? Me gusta mucho… pero no sé… ¿Te gusta el Quidditch?
—No mucho —Respondió, sonriendo enternecido.
—¿Enserio? ¿No te gusta volar? —Exclamó sorprendida—. ¡Pero si es muy divertido!
—¿Sí? Bueno, hace mucho que no lo hago… pero podríamos intentarlo.
—¡Genial! —Aplaudió ella—. ¡Te enseñaré una pirueta que aprendí hace un tiempo!
—Me gustará aprenderla con tan linda maestra —Dijo él, acariciando la cabellera de su hija, que la llevaba suelta. Muy opuesta a Eileen que casi siempre solía llevarla atada.
Lily se sonrojó y sonrió tímidamente. Severus se preguntó cómo no lo había notado antes, las diferencias eran más que notorias…
—¿Lily?
—Dime.
Snape sonrió de lado y enarcó una ceja. A la niña le cayó el veinte de sopetón y le miró, horrorizada.
—Eh… yo… —Balbuceó ella sin saber qué hacer. Había metido la pata, el plan estaba arruinado—. Yo…
—¿Me permitirías abrazarte?
La niña abrió mucho los ojos, sorprendida de que no hubiera regaños ni nada por el estilo. Asintió torpemente y su padre le atrajo hacia él con mucha delicadeza, abrazándola por primera vez consciente de quién era. Ella le rodeó fuertemente con brazos.
—Mi Lily —Susurró Snape—. Mi pequeña Lily.
—No soy pequeña —Se quejó su hija aunque no sonaba enojada, sino feliz.
—Lo sé, has crecido mucho.
—Y lo he hecho sin ti…
El pocionista la soltó poco a poco. Lily evitó mirarle, reteniendo las lágrimas.
—Lo siento mucho.
—¿Sabes lo malo que es crecer sin tus dos padres? ¿Y más sin el padre sensato? Debería saber lo mismo que Eileen en pociones y estudios… y Eileen lo mismo que yo de Quidditch y otras cosas… Debería haber sabido que tenía una hermana con quien compartir y con quien hablar cuando me sentía triste… No me quejo de papá Harry, él me ha cuidado muy bien… pero también necesitaba de ti, quizá así llenaría tus expectativas… Lo siento.
Severus sintió que su corazón se oprimía con esas palabras. Se reprendió mentalmente por no mostrar tanto afecto hacia su hija como ella lo merecía y quiso propinarse una patada al darse cuenta de que era de la misma forma con Eileen.
—No preciosa, no hay nada por lo que debas disculparte —Le dijo, tomándole el mentón—. Tu eres perfecta tal y como eres… eres lista, graciosa y tienes un corazón muy grande y hermoso. No pienses en llenar mis expectativas —Se acercó y besó su frente—. Tú y Eileen son todo lo que puedo desear… ambas sobrepasan mis expectativas y dan felicidad a mi viejo corazón.
—Tú no eres viejo —Sonrió Lily, una lágrima cayo de su mejilla y esta vez no le importó—. Eres muy apuesto… ahora sé de donde sacamos Eileen y yo nuestro porte.
El hombre sonrió ampliamente avergonzado, la verdad era que ellas eran tan hermosas como Harry, no cómo él… pero apreciaba que sus hijas tuvieran una buena imagen suya.
—Y también ahora sé porque papá se enamoró de ti.
Su sonrisa se borró automáticamente, mientras apretaba la tela de su túnica y su miraba se enfriaba.
—No pequeña, eso no es así…
—¿Qué cosa? —Inquirió confusa.
—Tu padre no se enamoró nunca de mi —Respondió con pesar.
—¡Claro que sí! —Exclamó ella, frunciendo el ceño—. Él siempre decía que amaba a "mamá". Aunque "mamá" resultó ser "papá" —Rodó los ojos por las ideas de su otro padre y agregó—. Además… —Se acercó a él y le susurró en tono confidente—. Siempre susurraba tu nombre cuando dormía, siempre me pregunte quien era "Severus". ¡Y eres tú!
—Te agradezco que intentes animarme —Le sonrió, divertido por la expresión ceñuda de Lily—. Pero yo sé de lo que hablo…
—Siento no coincidir contigo —Negó con la cabeza—. Pero bueno… qué se le hace… Adultos tenían ser… bien me decía mi amigo el señor papa que no tienen remedio.
Una ronca risa brotó de los labios de Severus, quien abrazó a su ocurrente hija una vez más. Luego se levantó, tomándole de la mano.
—Bien pequeña, empiezan tus lecciones de pociones.
—¡Vale! —Sonrió ella.
—A propósito… —Lily le miró interesada—. Estás castigada.
—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! ¡No he hecho nada!
—¿Te parece poco engañarme? ¿Estar aquí cuando deberías estar con tu padre en Salazar sabrá que parte del mundo? Y sobre todo… ¿Decirme aburrido?
—¡Pero eres aburrido!
—¡Ya verás quien es aburrido, mocosa insufrible! —Sonrió Snape, mientras comenzaba a hacer cosquillas a su hija, quien reía divertida pidiéndole que parara.
Unos segundos después, ambos salían del laboratorio entre risas, olvidándose de las pociones.
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