Como todo comenzó
* * *
La oscuridad reinaba en aquel lugar, en el que solo una vela parecía iluminar (aunque no demasiado) una gran estancia. Dos siluetas se dibujaban con la escasa luz, una en un asiento, mientras la otra se encontraba arrodillada sumisamente en frente. Unos ojos azules centelleaban con un brillo tenebroso, mientras miraban al otro con diversión.
—Lo tenían muy bien guardadito —Siseó—. Vaya, quien lo iba a decir…
La otra persona no respondió, tan solo se mantuvo con la cabeza gacha.
—Me complaces demasiado, todo va de acuerdo al plan, sino es que mejor… ¿Ya has hecho lo que te pedí?
—Sí, amo —Respondió con voz susurrante.
—Excelente, excelente… sigue así. Ahora bien, debo tenerlas antes del solsticio de primavera. ¿Entendido?
—Entendido. Aquí las tendrá, amo.
—Bien, puedes retirarte.
Se levantó, caminando fuera de la estancia. Sus ojos estaban opacos y su expresión apagada.
* * *
El regreso a clases fue muy diferente. Lily y Eileen ahora no tenían problemas en ocultar su nuevo lazo. Ambas entraron al gran comedor juntas y se sentaron en la mesa Gryffindor como si nada, junto a Rosie, Victoire y los demás. Desde la mesa Slytherin, Alina Nott y las demás serpientes miraban incrédulas la hermosa sonrisa que las gemelas portaban. Las detenciones eran de lo más divertidas, puesto que era tiempo juntas que no desperdiciaban. Se sentaban juntas en clase, participaban, se ayudaban en lo que podían. Los tiempos libres la pasaban en la biblioteca, haciendo bromas por ahí, explorando el castillo y jugando con Hugo y Rose. La niña había exclamado "¡Se multiplicó!" al verlas. Otro de sus pasatiempos era estar en su habitación, que había sido redecorada. El techo estaba encantado y las paredes recubiertas de cuanta cosa encontraron, mayormente fotos. Su abuelo les había obsequiado la cámara instantánea con la que les tomara la foto y ahora la utilizaban cada que podían.
Lily y Eileen sentían que ya no podían recordar cómo era la vida antes de conocerse, no entendían cómo pudieron estar tanto tiempo lejos la una de la otra, en esos momentos era impensable volverse a separar.
Harry había sido contratado por el ministerio para investigar un reciente caso de asesinato que acontecía y llenaba de terror a Londres. Así que se había mudado parcialmente a Greamuld Place junto a Bailey, que también estaba incluido en el equipo de trabajo. Su padre iba a visitarles cada que podía, es decir, todo fin de semana y por lo menos una vez al día, entre semana. Era como si solo tuviera trabajo pero viviera con ellas. ¡No les podía ir mejor!
Claro que sus padres evitaban verse más de lo estrictamente necesario.
Aquel día de febrero, cuando el tiempo volvía a ser soleado. Harry llegó de improviso pero no iba solo, Bailey les sonrió y las saludó con un abrazo a cada una.
—¿Qué tal? ¿Todo bien?
—Sip —Respondió Lily sonriente—. ¿Mucho trabajo?
—Ni te imaginas —Sonrió el joven—. No entiendo como tu padre puede aguantar tanto.
—Papá es el mejor —Indicó Eileen—. Es obvio que pueda.
—Cierto.
La habitación de Lily y Eileen tenía en el medio un tapete de un juego llamado Twister, que había sido un obsequio de navidad de Harry. A ellas les divertían los juegos muggles y no se oponían a jugarlos todos los días con su padre, después de hacer los deberes.
—Pie derecho, rojo —Indicó Lily, ambas miraban como Bailey y Harry se contorsionaban para poder cumplir el reto. Ambas habían tardado veinte minutos, así que debían superarlas. Volvió a girar la manecilla, que esta vez calló en el amarillo—. Mano izquierda, amarillo.
La puerta se abrió, más ninguno se percató de ello. En ese momento, Bailey resbaló y se llevó consigo a Harry, que cayó encima de él, riendo divertido. Las niñas comenzaron a reír, hasta que vieron que el pelinegro aprovechaba para robarle un beso a su padre.
—¡Oye! —Se quejó Lily—. ¡Hagan eso en privado!
—Esa sería una buena idea —Le susurró Bailey a Harry en el oído. La cara del ojiverde se encendió automáticamente—. ¿Convencerían a su super apuesto padre de salir a cenar esta noche por mí?
Unas risitas divertidas de las niñas se escucharon cuando Harry intentó levantarse más el abrazo de su pareja no le dejó hacerlo y lo giro en el suelo, quedando sobre él y estando a punto de besarlo de nuevo.
Un carraspeo llamó la atención de los cuatro.
Harry palideció al ver a Severus parado en el umbral de la puerta, le estaba mirando tan asesinamente que ya se imaginaba hecho cuadritos. Lily y Eileen se miraron con alarma. Bailey en cambio, miró inocentemente al hombre.
—Lamento interrumpir sus sátiros juegos —Arrastró las palabras, enviando con los ojos a Bailey al quinto averno—. He venido por mis hijas.
—¿Para qué? —Preguntó Lily.
—¿No puedo convivir con ustedes ahora? —Inquirió con frialdad—. Entiendo… entonces me retiro.
Se dio la media vuelta, Eileen se levantó de un saltó.
—¡Espera! —Snape se detuvo y le miró—. Yo voy contigo.
Se despidió con la mano de los demás y salió tras el pocionista. Al llegar al despacho, Snape se cruzó de brazos y no pronunció palabra alguna.
—¿Estas molesto?
—No.
La niña suspiró.
—Vale.
—¿Quién era "ese"?
Eileen reprimió una sonrisa, su padre era cómo un libro abierto para ella y estaba más que claro que su padre estaba celoso. Era tan fácil leerlo.
—Bailey —Respondió fingiéndose inocente.
—¿Y qué demonios hacía en su habitación?
—Jugábamos Twister.
—¿Eso era jugar? —Ironizó—. Oh vaya ¿así lo llaman ahora?
—¿Qué tiene de malo? Las parejas hacen eso… ¿No?
—¿Qué?
Snape giró tan rápido el cuello hacia ella que se preguntó si no le habría dolido hacerlo, su ceño se había fruncido.
—Bailey es la pareja de papá Harry.
—¿Cómo que pareja?
Eileen suspiró derrotada, esta vez no fingía… ningunos de sus planes había funcionado, así que los planes de Harry y Bailey seguían intactos.
—Padre… papá va a casarse.
* * *
La chimenea de la habitación se iluminó con llamas verdes que pedían el acceso a su morada, era fin de semana y todos estaban en La Madriguera. Ron se acercó y visualizó la cara sonriente de su mejor amigo.
—¡Harry! —Exclamó con una sonrisa.
—¡Hola Ron! —Le saludó el ojiverde—. ¿Me permites pasar?
—¡Pero por supuesto!
Permitió el paso al chico, que enseguida salió completamente de la chimenea y, con una gran sonrisa, se lanzó a abrazar al pelirrojo. Ron lo recibió con los brazos abiertos y se estrecharon fuertemente.
—¿Qué haces aquí? —Preguntó el colorín, emocionado.
—Pues…
Harry se separó de él y se volvió a la chimenea de donde, en ese momento, salía otra figura. Bailey le sonrió amigablemente a Ron, quien arqueó las cejas.
—Hola Ronald —Saludó—. Qué bueno volver a verte.
—Hola Bailey. Gracias, igualmente. ¿Qué les trae por aquí? —Dijo, mirando a ambos. El pelinegro entrelazó su mano con la de Harry, para incomodidad de Ron.
—Verás… venimos a invitarte a nuestra boda.
La mandíbula de Ron cayó al piso, literalmente.
* * *
Lily y Eileen habían acudido al despacho de su abuelo en busca de respuestas, sus padres, por más que ellas insistieran, no pensaban responder sus interrogantes y necesitaban saber urgentemente, la boda de Harry se acercaba cada vez más... El anciano había asentido sin que ninguno mediara palabra, ya sabía que estaban haciendo ellas allí y estaba preparado para contarles la verdad.
—Los siguientes eventos que les mostraré —Dijo Dumbledore con repentina seriedad—. Son los que cuentan la historia de sus padres, tuve muchas dificultades para obtener estos recuerdos… ¿Están completamente seguras de que quieren mirar?
—Adelante —Dijo Lily con seguridad, tomando la mano de su hermana que se veía dudosa—. Queremos saberlo, queremos saber qué fue lo que unió a nuestros padres.
—Bien, entonces… adelante —Señaló el pensadero con su mano, invitándoles a sumergirse en el pasado. Ambas dieron un paso al frente y, juntas, entraron.
Sintieron como si cayeran, y de pronto, solo una frase se repetía una y otra, y otra, y otra vez. Cómo una mantra.
"El Lord ha caído"
La escena que se materializó ante ellas era la de un vestíbulo en ruinas, cuerpos y cuerpos alrededor.
El grito de una mujer, un grito desgarrador, las hizo voltear hacia una pelinegra de cabello desastroso, cuya expresión desquiciada hizo que ambas temblaran de miedo. Mientras unos huían, esta parecía buscar algo con su mirada. Blandió su varita y un rayo verde salió disparado hacia un hombre, que apenas había noqueado a su contrincante (otro hombre robusto y rubio) y lo tomaba desprevenido. Más un cuerpo se interpuso en su camino.
Al suelo cayó el cuerpo inerte de un castaño. Sus ojos color miel quedaron abiertos y sin brillo.
—¡No! —Exclamó el ojigris con dolor. Su grito parecía más un alarido que cualquier otra cosa. Se abalanzó sobre el cuerpo, estrechándolo en sus brazos—. ¡No, Remus, no!
Un silencio sepulcral se extendió por todo el vestíbulo, ya no había más mortífagos, así que los presentes miraban al hombre que había perdido a su compañero. El dolor era palpable en sus lamentos. Lily y Eileen, que ya les habían reconocido, sintieron tristeza al ver cómo era que habían perdido a uno de sus tíos. Era la primera vez que los conocían y era un poco trágico hacerlo en el momento en que murieran.
Pero la mujer no se quedó quieta, en cambio, vio su oportunidad en el descuido de aquel que lloraba a su amado a lágrima viva. Harry, junto a Snape y Dumbledore, entró en el vestíbulo, atraído por los sollozos de su padrino. Justo en ese momento, un rayo verde golpeó su pecho en un ataque limpio.
—¡Sirius!
El cuerpo de animago cayó sobre el de Remus, sus manos aun entrelazadas. Ambos abandonados a la muerte y al amor. Harry cayó de rodillas, mirando destrozado como su familia se había ido en una fracción de segundo.
Y él que había creído que al fin todo había terminado.
Bellatrix, cegada de rabia y dolor, notó la vulnerabilidad con la que el asesino del Lord se encontraba y le apuntó de la misma forma. Lily y Eileen jadearon asustadas y prácticamente corrieron alado de su padre, que miraba los cuerpos con los ojos abnegados en lágrimas.
Metódicamente quisieron cercarlo, protegerlo, más sabían que eso de nada servía.
—¡Avada Keda…!
—¡Expelliarmus!
La voz estridente y poderosa que antecedió al rayo rojo, provenía de detrás de ellos. Las niñas voltearon para ver a Severus adelantarse a ellas e interponerse entre la mujer y Harry.
El ojiverde miró a Snape como si fuera la luz al final del túnel.
—¡Eres un ruin traidor, Snape! —Chilló Bellatrix—. ¡El Lord confiaba en ti!
—Que eso te sirva de escarmiento —Respondió duramente—. Ahora que él se ha ido a la ruina ¿No sabes cómo ahogar tu pena de amor, verdad Bella?
—¡Maldito bastardo!
La guerra de rayos comenzó, ambas veían a su padre batirse en duelo con mucha admiración. Ellas habían que Severus estaba dando lo mejor de sí, que estaba peleando por Harry.
Sin embargo, el despecho de Bellatrix era más poderoso en ese momento y logró desarmar al pocionista. La mujer sonrió, era una sonrisa chueca, sádica y diabólica, sus pupilas se habían dilatado hasta niveles extraordinarios y miraba a Harry, que había ido alado de Snape.
—Vengaré a mi Lord —Dijo, apuntándole con la varita—. Morirás Harry Potter, y contigo se irá este mestizo bastardo.
Snape se incorporó, anteponiéndose al menor. Su varita había quedado en el piso, muy lejos de él y, en el momento en el que el rayo se dirigía a ellos, estrechó a Harry contra sí, protegiéndolo con su cuerpo. Harry cerró los ojos con fuerza.
Una esfera brillante de color blanco azulado les rodeó instantáneamente, la maldición asesina rebotó en el campo protector y, bajo una mirada desconcertante, fue a parar al pecho de Bellatrix en un golpe seco. Seguidamente, la mujer cayó al suelo, muerta.
La luz que emanaba del campo de fuerza, era tan brillante que dejó ofuscados a los demás. En cambio, Lily y Eileen, que estaban dentro de la esfera junto a sus padres, vieron perfectamente como ambos abrían los ojos. Sus rostros estaban tan cerca que sus alientos casi se fundían en uno solo. Fue Harry quien unió sus labios, besando a Severus con intensidad.
Era una escena tan hermosa que parecía sacada de una novela.
Pero el momento no duró demasiado, una lágrima brotó de los ojos de Harry y la esfera, con su luz cegadora, desapareció en un segundo. Y el niño que vivió se desplomó en los brazos de Severus Snape.
Dumbledore llegó hasta ellos, con la preocupación en su anciano rostro. Snape sostuvo a Harry con mucho cuidado, cargándolo en brazos.
—¿Están bien?
—Se ha desmayado —Dijo el pocionista en un susurro algo rasposo—. Debo llevarlo con Pomfrey.
Caminó hacia donde se atendían a los heridos y lo depositó delicadamente sobre una mesa.
—Solo está exhausto —Informó la sanadora después de revisarlo—. Debe descansar.
—Lo llevaré a su torre —Dijo Snape, sujetándolo nuevamente.
—Tu varita —Irrumpió el director, entregándole el objeto—. Por si hay mortífagos por allí.
El hombre asintió y salió del lugar, ya era sabido que había protegido todo ese tiempo a Harry (tal y como este lo había dicho cuando peleaba con Voldemort), así que todos le miraban de forma un tanto extraña y sorpresiva.
Caminó hasta las escaleras e iba a subir, cuando un agarre a su túnica le detuvo.
—Lléveme con usted —Susurró Harry.
—Debe dormir, Potter —Respondió, casi de la misma forma.
—No quiero subir allí.
—¿Pretende que lo lleve al jardín?
Harry negó con la cabeza, que estaba escondida en el pecho de su exprofesor, sin dejar de apretar su túnica con las manos.
—¿Puedo quedarme con usted?
Por toda respuesta, Snape tomó las escaleras a las mazmorras y bajó los peldaños, dirigiéndose a su habitación. Lily y Eileen les seguían fielmente.
Entró en su despacho y, cerrando la puerta tras él, paso de largo a su habitación, donde deposito a Harry en su cama con cuidado. No obstante, el ojiverde no le soltó, en cambio, se afianzó más a su cuello como lapa.
—Quédese conmigo —Le pidió susurrante, desde su cuello.
—Está abusando, Potter.
—Por favor…
Severus suspiró y asintió, después de todo el también necesitaba descansar. Movió su varita y ambas ropas, sucias y con sangre fresca y seca, se transformaron en cómodos pijamas. Harry le soltó entonces y le permitió levantarse. El pocionista fue a su armario y sacó algunas pociones y varias vendas para curar sus heridas. El chico se dejó hacer, frente a la mirada curiosa de las gemelas que estaban a su lado. Ambos se mantuvieron en silencio durante un rato.
Cuando Snape terminó de curar sus propias heridas y las de Harry, dejó todo en la mesita de noche y se sentó a un lado de él. El Gryffindor se mantuvo cabizbajo. Unas lágrimas cayeron sobre sus piernas y se grabaron en la tela del pijama. Severus le miró.
—Potter…
—No sé qué haré ahora…
—Seguir —Respondió Snape.
—Sirius y Remus se han ido —Sollozó—. Mi única familia.
—Tiene a esos dos, Weasley y Granger, también son su familia.
—No es lo mismo. Ellos se casaran y tendrán hijos… yo no tengo lugar ahí.
—Pues haga lo mismo e imíteles —Sugirió—. Vuelva con la chica Weasley o consiga a alguien más, cásese y tenga muchos hijos… haga una familia.
Harry negó con la cabeza, mientras las lágrimas seguían cayendo a su pijama de satín azul claro. Snape le tomó con delicadeza del mentón, haciendo que le mirara.
—Tiene una vida por delante, Potter. Hay mucho que no ha hecho, cosas que no ha conocido. Dele una oportunidad.
Harry asintió, mirando a los ojos negros. Severus pudo ver en los verdes tantos sentimientos, confusión, tristeza, dolor… y una chispa de algo que jamás había visto. Arropó a Harry en la cama y se recostó a su lado sin hacer contacto alguno con el chico. El ojiverde no tardó en dormirse después de que apago la luces, más él lo observaba con la poca luz que la chimenea arrojaba.
Lily y Eileen casi chillaron emocionadas cuando Harry, entre sueños, se abrazó a Severus enredando sus piernas con las de él. Snape sonrió con la mirada, no con los labios, y lo estrechó contra su pecho, ganándose un suspiro placentero de parte de Harry. Solo así, también él pudo conciliar el sueño.
—Moony… Paddy —Escucharon las pequeñas que Harry susurraba antes de que la escena cambiara.
* * *
El sepulcro de una persona amada, siempre sería una situación difícil de asimilar. Harry lo sabía.
Las lápidas de las personas que habían muerto en la batalla final, solo eran el frío y lúgubre recordatorio de que no habían sido parte de un sueño, que realmente habían existido y habían ayudado a que la paz volviera al mundo mágico. Una lágrima solitaria resbaló por su mejillas, mientras se encontraba de pie frente al lugar donde descansaban las últimas personas a las que había considerado como sus padres.
Lily y Eileen miraban desoladas, cómo los ojos de su padre reflejaban el dolor más agudo que alguien puede sufrir. La pérdida.
Su cabello, de por si rebelde, era alborotado aún más con el viento frío.
—Las almas se las lleva el viento… y nos arrebatan el corazón —Susurró con voz trémula, en una melodía triste—. Oh tierra, oh lluvia y viento… Oh cielo y luz. Por favor, ampara todo en este lugar… Por favor ampáralo todo y florece aquí…*
Aquella había sido una canción que Sirius y Remus le tararearan una vez, cuando vivían en Greamuld Place. Su padrino había dicho que era una canción que su madre le cantaba cuando era un pequeño, solo había escuchado ese pedacito antes de caer dormido… pero lo recordaba muy bien. También le parecía haberla escuchado aquella vez durante la guerra…
—Mi muchacho —Susurró Dumbledore, llegando a su lado y posando una mano en su hombro—. Debemos irnos…
—¿Por qué? —Murmuró Harry, muy bajito.
—No es bueno que estés aquí mucho tiempo.
—No —Respondió—. Lo que quiero decir es… ¿por qué se los han llevado?
—No podemos intervenir en el destino, Harry —Le contestó el anciano con pena—. Así fue decidido…
—Quisiera haber muerto también…
—No digas eso Harry —Le pidió el anciano, tomándole de los hombros e intentando que le mirara. El chico no lo hizo.
—¿Por qué no? Podría estar con mis padres, con Sirius, Remus… con mi familia.
—No es bueno vivir en el pasado.
—¡Pero estoy solo! —Exclamó enojado—. ¡Y ésta soledad es mi presente!
—¡No lo éstas! —Argumentó Dumbledore—. ¡No estás solo, Harry! Tienes a tus amigos, a la familia Weasley… ¡Me tienes a mí!
Harry se mantuvo en silencio, mirando el pecho del anciano y conteniendo sus lágrimas. Sus ojos estaban tan hinchados que ya no quería llorar más. Lily jamás le había visto de aquella forma, y era tan doloroso pensar que su padre había y pudiera volver a sentirse así. En ese momento, deseó darle un abrazo.
Vieron que Dumbledore le abrazaba, dejando que llorara en su pecho.
La escena volvió a desintegrarse.
* * *
Ese apartamento en Londres Muggle jamás había estado tan abandonado. Y no me refiero a abandonado de solo, sino a abandonado de sucio y desordenado. Aquel podría describirse como el reino del polvo y los trastos sucios. Harry se hallaba sentado en alfeizar de la ventana, mirando ojeroso hacia afuera, donde había un parque verde en el cual jugaban familias felices.
Un suspiro se escapó de sus labios, formando vaho en el aire.
La chimenea comenzó a crepitar con llamas verdes y de ella salió la figura alta y desgarbada de Ron, que se volvió para ayudar a salir a otra más pequeña, Hermione.
—Y dices que mi habitación es un cuchitril —Dijo el pelirrojo, mirando a su alrededor.
—Cállate Ronald —Le riñó Hermione—. Por Merlín Harry, esto es un basurero.
—Gracias —Respondió desganado el ojiverde, sin despegar la mirada de la ventana—. No es que me esfuerce mucho para tenerlo así.
Hermione y Ron le miraron apenados, sabían que su amigo estaba en una fuerte depresión de la cual no habían podido sacarlo. Pero ese día sería diferente así que, armándose de valor, Hermione se acercó a él con los brazos en jarra.
—Ya han pasado dos meses, no puedes seguir así —Le dijo en un tono muy parecido al de la señora Weasley—. Dale, levántate que hemos venido por ti.
—¿Para qué? —Respondió Harry después de suspirar.
—¡Tienes que salir, divertirte un poco!
—No, gracias.
—Vamos hermano —Dijo entonces Ron, intentando ayudar a su ahora novia—. Es tu cumpleaños por el amor a Godric, no te quedarás aquí. ¡Cumples dieciocho años!
—Un año menos de vida —Musitó en tono lúgubre. Hermione bufó.
—Deja de hacerte el trágico Harry, no te queda ese papel.
—¿Puedo quedarme aquí toda mi vida? Seré el anciano cascarrabias del edificio, ese que colecciona piedras o pelusas y murmura cosas a la pared.
—No, no puedes —Respondió la castaña—. Tendrás muchísimo dinero pero no te puedes dar el lujo de volverte loco. Eres el héroe del mundo mágico.
—¡¿Y eso de qué me sirvió?! —Exclamó—. ¡Estoy más solo que un hongo!
—¡Porque así lo quieres tú! —Instó ella—. Ahora vamos, arréglate. Vendrás con Ron y conmigo a la fiesta.
—No, no lo haré.
Hermione rodó los ojos y le miró duramente. Harry volteó la cara a la ventana nuevamente y decidió ignorarles. La chica entonces se volvió a Ron, quien se encogió de hombros. Ella le hizo una señal con la cabeza para que dijera algo, Ron suspiró y se mordió el labio inferior.
—Vamos Harry, deja de actuar como un niño —Agregó entonces.
—En mi infancia nunca pude, tengo derecho ahora.
—No, no lo tienes —Achacó, tomándole del brazo y haciendo que se pusiera de pie. Harry lo fulminó con la mirada pero no se amedrentó—. Solo serán un par de horas ¿Sí?
Ron le sonrió suplicante y puso esa mirada con la que sabía que Harry no podría negarse. El ojiverde pareció dudar un momento, fue entonces que aprovechó.
—Prometo que te divertirás, sino, te daré mi figurita de Krum y los boletos para el partido de Quidditch al que nos ha invitado a Hermione y a mí.
—¿Enserio?
—Sí, enserio —Sonrió, aunque el leve tic en su ojo le decía a Harry que le costaba hacerlo.
—Bien —Suspiró, aunque más que por las cosas era por el esfuerzo que hacían sus amigos—. Lo haré.
—Vale —Sonrió entonces Hermione—. Ve a ponerte guapo mientras limpiamos un poco aquí.
—Vaaaaaale.
Se metió en la que debía ser su habitación y cerró la puerta. Ron y Hermione se sonrieron triunfantes y comenzaron a hacer un poco de limpieza con sus varitas. Lily y Eileen reían de verlos golpearse con cariño y, de vez en cuando, darse un pequeño beso, riendo como si hicieran travesuras.
Ambos cayeron en el sofá durante un pequeño juego y comenzaron a besarse tiernamente. Lily, por maldad, le cubrió los ojos a Eileen que se había sonrojado al verlos.
—¿Qué tal? —Les asustó la voz de Harry. Tanto las niñas, como Ron y Hermione dieron un saltito. El pelirrojo cayó del sofá y luego se volvió para ver al azabache—. ¿Así me veo bien?
Eileen dejó salir una exclamación y sus ojitos brillaban de emoción. Harry llevaba unos pantalones negros que se ceñían a su cuerpo, dándole la curvatura perfecta, una camisa manga larga color caqui oscuro, la cual había arremangado pues no hacía frío y una corbata también negra. Su cabello no tenía arregle, así que iba como Dios mandaba. Harry se llevó las manos a la corbata, moviéndola nervioso.
—¿No es demasiado casual? —Preguntó indeciso.
—¿Cuándo demonios te compraste eso? —Preguntó Ron—. ¡Si no has salido de aquí!
—Me lo envió Dumbledore hace unas horas. Sabía que era demasiado excéntrico.
—¡No! —Exclamó Hermione maravillada—. ¡Te vez muy bien, Harry! ¡Enserio!
—Kingsley tiene razón —Agregó Ron divertido—. Dumbledore tiene estilo.
—Entonces ¿no me veo mal?
—¡No, claro que no! —Chilló Eileen, emocionada. Lily rió divertida.
—No te escucha, tonta.
—Ya lo sé —Respondió, haciendo un puchero—. Solo quería responder.
—Claro que no, bobo —Dijo Hermione—. Te vez estupendo. Además es adecuado, iremos a un lugar genial en el centro de Londres.
—¿Eh? Pero pensé que la pasaríamos en La Madriguera —Dijo alarmado.
—Ya verás el restaurante, te encantará —Respondió Hermione con una amplia sonrisa.
* * *
—No, no entraré allí —Decía Harry, agazapado contra un poste de luz y cubriéndose bien con su chaqueta larga—. Esto es demasiado, yo solo quería pasarla con ustedes y los Weasley.
—Pero mi familia está allí —Respondió Ron, jalándolo para que se soltara del mástil.
—¡Pero ahí está medio Hogwarts!
—Solo tus más allegados —Recordó Hermione—. Vamos Harry, no es como si no te conocieran.
—Y porque me conocen es que no quiero entrar.
Ron siguió en su labor de intentar meter a Harry al restaurante mágico que habían elegido para su fiesta de cumpleaños, mientras Harry parecía pegado con un hechizo al poste de luz. Lily y Eileen reían de verlo tan renuente.
Un carraspeo detrás de Hermione hizo a la chica voltear y a los chicos detenerse en el acto, quedando Ron con la cabeza echada hacia atrás en una pose cómica y Harry solo con sus manos en el poste. El ojiverde palideció instantáneamente al notar de quien era la figura a lado de su amiga.
—Buenas tardes, señorita Granger.
—Profesor Snape —Sonrió Hermione—. Qué alegría que decidió venir.
—Bueno, parece ser que no vine a nada —Respondió el hombre enarcando una ceja—. Ha de ser tan malo para que ni el festejado quiera entrar.
—Je je je —Rió Hermione apenada—. Bueno, lo que sucede es que Harry es un poco tímido.
—¿Tímido dice? —Dijo burlón—. Vale, haré como que no escuche eso —Miró a Harry con picardía y éste se sintió de gelatina. Sus manos se deslizaron del frío metal y, tanto él como Ron, cayeron al piso con un ruido sordo.
—¡Auch! —Exclamó Ron.
Snape bufó y negó con la cabeza, mientras Hermione les miraba indignada. Desde esa perspectiva, Harry podía verle claramente. El hombre llevaba una gabardina negra con el cuello alzado y una cintilla en la cintura que resaltaba su esbelta figura. Se veía tan apuesto como diferente, hacía dos meses que no le veía. Esta vez fue el turno de Lily de mirar a su padre con emoción, mientras Eileen reía de la cara que su papá Harry había puesto.
Harry había caído encima de Ron, salvándose del golpe. Ron en cambio…
—¿No has pensado en hacer dieta, Harry?
Como un switch, los colores se encendieron en la cara de Harry, el rojo predominando en sus mejillas. Se levantó de un salto de su amigo y bajó la mirada, abochornado. Ron se levantó también y se sacudió la ropa.
—Entonces, ¿entrarán? —Dijo Snape, divertido por la actitud de Harry—. Sino, me iré. No pienso estar en el mismo lugar que Dumbledore sin motivo alguno.
—Sí, lo haremos profesor —Respondió Hermione.
—Deje los títulos Granger, no soy más su profesor.
—De acuerdo, señor —Sonrió ella con un rubor en las mejillas—. ¿Entrarás Harry?
—S-Sí —Susurró el ojiverde.
Los cuatro entraron en el local al mismo tiempo. Adentro, les esperaban el profesor Dumbledore, la profesora McGonagall, los señores Weasley, los gemelos, Bill y Fleur, Charlie, Ginny, Neville, Seamus, Dean, Luna y un sinfín de personas conocidas. Rostros que sonrieron al verles llegar.
Ginny fue la primera en correr a abrazar a Harry efusivamente, ante la mirada asombrada de todos al verlo llegar con Snape.
—¡Feliz cumpleaños, Harry! —Le deseó, besando su mejilla—. ¡Hace tanto tiempo que no te veía! ¡Déjame mirarte bien!
La pelirroja lo alejó y revisó casi cada detalle. Harry sonrió y se encogió de hombros, un poco azorado. Ginny sonrió satisfecha y entonces le dejó acercarse a la mesa. Harry se quitó su chaqueta por educación y todos lanzaron una exclamación por su atuendo.
—Veo que te quedó como un guante —Le dijo Dumbledore en voz baja y con una sonrisa brillante, mientras le felicitaba.
—Sí, muchas gracias —Respondió—. No debió molestarse.
—Que va, es la primera vez que te hago un regalo propiamente dicho.
—Gracias, señor.
—Qué apuesto estás querido —Le dijo la señora Weasley—. Pero estás un poco delgado ¿has estado comiendo bien?
—Sí, señora Weasley, eso creo —Respondió nervioso.
—¿Seguro? —Inquirió.
—Déjale respirar, mujer —Sonrió el señor Weasley, palmeando el hombro del ojiverde—. Harry, muchacho. Feliz cumpleaños. Ya todo un hombre ¿eh?
—Supongo, señor.
—¿Entrarás a La Academia de Aurores?
—No, no lo creo —Respondió con una mueca—. Me han ofrecido una estupenda oportunidad en Edimburgo para estudiar con David Wells, el auror de consulta.
—¿Ah, sí? ¡Qué alegría! La aceptarás ¿verdad?
—Estoy pensando en eso.
Los abrazos de sus amigos y besos de sus amigas fueron disminuyendo conforme los conocidos se acababan. Lily y Eileen miraban curiosas a todas las personas más no despegaban sus ojos de su huraño padre, que se encontraba sentado en un rincón de la gran mesa de invitados. Vieron que Harry se escabullía de la plática hacia ese lugar y le siguieron con una sonrisa.
Harry se sentó a un lado de Snape, tenía un rubor leve en las mejillas.
—Parece que llego mi turno —Dijo el pocionista. Luego agregó en tono sarcástico—. Al fin.
—No hace falta la ironía —Respondió Harry un poco nervioso—. Además, no hace falta que lo haga.
—Pero quiero hacerlo —Terció Snape. El chico le miró—. Feliz cumpleaños, Potter.
Harry sonrió tímidamente y Snape arqueó una ceja. Ambos volvieron la vista hacia el frente, donde Luna aleteaba las manos en la mesa, diciendo que había un animalillo invisible allí. El ojiverde aprovechó para dar un vistazo descarado a su exprofesor.
Snape llevaba una camisa con cuello color gris oscuro y un pantalón negro, lucía muy elegante con esa ropa muggle, la cual no había visto antes porque llevaba la gabardina. Nunca se hubiera imaginado que Severus Snape supiera vestirse, claro, no es que la túnica negra habitual fuera de mal gusto, solo que era un gran contraste.
—¿Algo que le guste, Potter? —Le sorprendió Severus, que había apoyado su cara en la palma de su mano. Harry se puso rojo como un tomate al verse descubierto y miró el plato vacío sobre la mesa.
—Eh…
—Me refiero al menú —Agregó el hombre, señalando la carta que había entre los dos. Harry casi imploró que la tierra se lo tragara.
—N-No he visto lo que hay…
—Le recomiendo la sopa de champiñones, es muy buena.
—¿Ha venido aquí antes?
—Solo un par de veces. La primera, Dumbledore insistió en conocerlo porque era novedoso. La segunda, en una cita.
—¿Una… cita? —Preguntó, la sangre bajó tan rápido como subió y se puso blanco como el papel.
Severus asintió, tomando el menú. Harry no tuvo tiempo de decir nada, ni podía realmente, cuando Dumbledore se sentó a su lado.
—¿Ya vamos a pedir? —Preguntó—. Te recomiendo la sopa de champiñones Harry, es simplemente exquisita.
El pocionista curveó un poco las comisuras de sus labios, mientras Harry sentía que todo daba vueltas a su alrededor.
—¡¿Una cita?! ¡¿Con quién?! —Exclamó enfadada Lily a su padre, que no le escuchaba—. ¡¿Y tú?! ¡Di algo! —Exigió a Harry.
—No te oyen, tontaina —Se burló Eileen.
—¡Ya lo sé! ¡No me imites! —Refunfuñó—. ¡Pero como se atreve papá a decirle a mi papi que estuvo allí en una cita, con alguien más!
Eileen suspiró, ella también se preguntaba lo mismo. La cena comenzó y luego el pastel, donde cantaron feliz cumpleaños al ojiverde. Harry recibió muchos regalos, que abrió felizmente. Sin embargo, la tristeza de sus ojos era más que evidente para cierto pocionista, que le miraba todo el tiempo. Harry deseaba que en esa celebración estuvieran sus familiares, es decir, apreciaba tolo lo que hacían por él pero… no era lo mismo sin ellos.
Al terminar la celebración ya era de noche, Harry se despidió de sus amigos, agradeciéndoles todo y asegurándole a Ron que ya no debía darle su figura de Krum ni los boletos, que se había divertido y podía quedárselos.
—¿Dónde está viviendo ahora? —Preguntó Snape, sobresaltándolo. Harry pensaba que se había quedado solo, así que le asombró que el hombre aun siguiera allí.
—En el centro —Respondió—. ¿Usted volverá al castillo?
—No, son vacaciones Potter. También tengo una vida ¿sabe?
—Ah, lo siento.
—¿Quiere dar un paseo?
Harry tardó un momento en responder, era un shock siquiera pensar en que ese hombre le estuviera proponiendo caminar. Asintió titubeante y ambos emprendieron camino por el bulevar. El restaurante estaba en una zona comercial, donde los siguientes establecimientos también eran de comida. Las luces de las farolas iluminaban las calles con una luz cálida, mientras el cielo aún estaba teñido de un tono rosáceo por el atardecer.
Caminar alado de Snape no era diferente a caminar junto a otra persona, iban casi al mismo paso calmo y lento, solo que las pisadas del mayor no se escuchaban como las suyas. Snape parecía caminar en una nube.
Lily y Eileen, que flanqueaban los pasos de sus padres, se sintieron repentinamente bien. Parecía como si fueran en un paseo en familia por la ciudad y eso las hizo sonreír. Quizá, solo faltaba que estuvieran todos tomados de la mano.
Harry comenzó a pensar que, quizá, la vida no era tan gris como había estado creyendo hasta entonces, sí, le hacían falta muchas personas pero… probablemente solo una podría llenar el vacío. Y esa persona en ese momento le miró.
—¿Está bien?
—Sí… ¿Por qué lo pregunta?
—Luce perdido —Respondió—. ¿Había paseado antes por Londres?
—No, nunca —Confesó Harry—. No me había dado el tiempo.
—Vaya y yo que creía que ahora que era libre andaría con una muchachita diferente cada día —Dijo sinceramente admirado—. Con eso de que El Profeta le promueve peor que una agencia de citas.
—El Profeta dice puras tonterías. Ni siquiera lo he leído, para ser franco.
—Eso explica muchas cosas.
—¿Dice algo interesante?
—Hmm, no. Solo que le vieron salir de un bar con unas copas de más, mientras una exuberante mujer, que curiosamente se llama igual que la señorita Chang, colgaba de su brazo melosamente.
—¡Patrañas! —Soltó Harry—. No he salido de mi departamento todo este tiempo, Ron y Hermione pueden confirmarlo.
—No es necesario —Medio sonrió Snape—. No es como si fuera de mi incumbencia su vida privada.
—Pero no quiero que tenga una mala impresión de mi —Aseveró el ojiverde, más luego se sonrojó y bajo el tono—. Quiero decir…
—¿Enserio me ha dicho eso a mí? —Inquirió, haciéndose el sorprendido—. ¿A mí, que lo conozco desde hace ocho años, que fui su profesor y que tuve que conocerlo a fuerzas?
—P-Pues…
—No, Potter. La mala impresión ya la tengo.
—¡¿Eh?! ¿Habla enserio?
—No —Suspiró—. Es broma, no se sulfure.
—Menos mal —Resopló Harry. Snape le miró interrogante—. Usted me cae bien.
—Vaya, eso es nuevo —Dijo socarronamente—. ¿Qué le hizo dejar de odiarme?
—El que usted dejara de odiarme a mí.
—Touché.
Ambos sonrieron. El ambiente se volvió un poco más ligero mientras seguían su paseo. Harry miró los aparadores de las tiendas, que brillaban mostrando artículos.
—Señor.
—¿Qué sucede, Potter?
—Dijo que había ido al restaurante en una cita ¿verdad?
—Efectivamente.
—¿Me podría decir con quién?
Snape se detuvo en seco. Lily casi se estrella con su espalda pero solo lo atravesó. Eileen la miró casi asustada, más luego sonrieron y miraron a sus padres.
—¿Disculpe?
—L-Lo siento —Se apresuró a decir Harry, mirando nervioso hacia otro lado—. No quise ser entrometido, es simple curiosidad. No tiene que responder… yo solo… yo, no quería…
—Vine con Alice Cooper —Dijo el pocionista—. Una experta en pociones de América, vino de visita unos días y me contactó.
—Oh… —Respondió Harry, comenzando a caminar. Severus le imitó—. Ya veo…
—Usted no puede dejar de meter sus narices en lo que no le importa ¿verdad?
—Sí, puede ser…
El silencio se hizo nuevamente. Severus iba unos pasos más atrás de Harry que repentinamente había comenzado a caminar más rápido, como si quisiera alejarse.
—Y… ¿Es bonita? —Preguntó entonces el ojiverde. Snape no supo si reír o bufar.
—Supongo, no me fije demasiado en eso.
—Oh, que distraído es.
—¿Por qué la repentina curiosidad por la persona con la que he salido?
—Quizá si soy entrometido.
—No sé porque no me sorprende —Ironizó—. ¿A dónde vamos exactamente, Potter?
—Yo a mi casa —Respondió Harry, mirándole.
—Vaya ¿y no desea avisarme mañana?
—Ah, lo siento… es que quería invitarle un café o algo por estilo ¿quisiera venir?
—¿Me está invitando a su casa?
—Sí, eso hago.
Snape le miró desconfiado, a lo que Harry solo pudo encogerse de hombros y extender su mano.
—Mejor nos aparecemos. Aquí no hay muggles —Añadió, mirando a los lados.
—Es usted todo un misterio, Potter —Respondió, tomando su mano.
La escena volvió a disolverse como la bruma.
* * *
La puerta del apartamento de Harry se abrió, dejando pasar a ambos hombres. Harry se quitó la chaqueta y la dejó en el perchero, luego se volvió para pedirle a Snape la gabardina. El hombre se la entregó y miró el lugar con una ceja alzada.
—¿Usted vive en la calle de la Hilandera, verdad?
—Exacto.
—¿Té o café?
—Café, sin azúcar.
—Qué amargo —Sonrió Harry.
—¿Algún problema?
—En lo absoluto.
Harry tomó camino a la cocina, Severus encendió la chimenea con la varita y se sentó en el sofá. Lily y Eileen corrieron hasta él y le miraron dulcemente.
—¡Ellos de verdad se agradaban! —Dijo Lily.
—¡Sí! —Secundó Eileen—. ¿Qué les habrá sucedido?
La puerta de la cocina volvió a abrirse y Harry llegó con dos tazas. Le entregó la de café a Snape y él se quedó con la de té. Ambos estaban en el sofá, con un espacio muy estrecho entre ellos. Charlaron por un buen rato sobre nimiedades. El tiempo parecía haberse suspendido en ese apartamento mientras mantenían un leve coqueteo.
—Potter… —Dijo Snape, dejando la taza de café sin terminar en la mesita a un lado del sofá.
—¿Sí?
Snape dudó un momento, mientras fruncía levemente el ceño a forma de exasperación.
—Usted… ¿Usted está bien, verdad? —Harry le miró sin comprender—. Me refiero… a lo de Black y Lupin.
El semblante del ojiverde se ensombreció de inmediato. El dolor en su pecho seguía tan fresco cómo el primer día.
—Lo lamento, creo que me ha contagiado lo entrometido —Dijo el pocionista—. No me haga caso.
Pero Harry ya no respondió absolutamente nada, su mente había viajado al pasado de nuevo, al momento en el que todo se había derrumbado. Severus se reprendió mentalmente y apuntó en sus recordatorios platicarle a Dumbledore de lo decaído que estaba su niño dorado.
—Potter…
—Lo siento —Murmuró el chico, mirando la tapicería con lágrimas en los ojos—. Es solo que… nadie parece comprenderme… todos me dicen que debo superarlo, que debo seguir… pero era mi familia ¿cómo se supera algo así?
—Ninguno puede entenderle, Potter… porque no han perdido a nadie, es difícil para los demás sentir empatía con el dolor. Sin embargo es algo que le acompañará a lo largo de toda su vida.
Harry le miró, entendiendo que aquel hombre también había perdido a personas importantes para él… su madre y la mujer que amaba, Lily Potter. Una punzada acudió a su corazón, mientras los ojos negros le miraban de una forma comprensiva. Quiso preguntarle si la extrañaba, si aún la añoraba... pero sabía que la respuesta podía ser dolorosa. ¿Cómo se puede vencer a una persona cómo ella? ¿Cómo se puede vencer a un fantasma que incluso él amaba?
—Desearía que este dolor se fuera —Susurró.
Severus se sintió un poco mal, entendía a la perfección su sentir y también dolía. Harry se veía tan indefenso, tan solo… tan solo como él. Aquel chico no se merecía aquello… ya había sufrido demasiado.
—Potter, hay una cuestión que quisiera tratar con usted.
—¿Una cuestión?
—Sí, sobre algo que sucedió hace algunos meses.
—¿Eh? —Harry se sintió aún más confundido, no recordaba haber hablado con ese hombre siquiera.
—Usted me robó —Aclaró Snape con simpleza.
—¿Qué? Claro que no.
—Ah, ahora lo niega —El pocionista esbozó una leve sonrisa, victorioso de haber sacado el tema triste de la mente del chico.
—¿Cómo voy a negar algo que no hice? —Repuso, ofendido.
—Bien… es hora de que me devuelva lo que tomó.
—¡Pero si yo no…!
Los labios de Severus se unieron a los de Harry, acallando sus palabras y haciéndole ponerse tan tieso como una tabla. El pocionista fue suave, delicado, casi como si manejara una poción difícil. Harry sintió que su corazón golpeaba su caja torácica con violencia y las gemelas chillaron como ratitas.
Snape se separó de él lentamente, aunque no demasiado.
—Usted me robó un beso —Le susurró. Harry, aun aturdido, solo atinó a mirar sus ojos—. ¿Volverá a negarlo?
Harry no necesitó más. Rodeó al hombre con sus brazos y lo atrajo a él, besándole nuevamente. Snape no le rechazó, en cambio, se acopló rápidamente al chico y ambos terminaron recostados en el sofá.
Una mano, blanca y un poco arrugada por los años, las tomó de la túnica y las llevo fuera de la escena donde sus padres se abrazaban y se daban bonitos besos. Lily fue la primera en protestar y miró a Dumbledore con reproche.
—¡Se estaba poniendo interesante!
—Puede que sí, pero ese recuerdo acaba allí —Les dijo con una sonrisa—. Ya es tarde mis niñas, deben volver a sus habitaciones.
—Pero aún falta mucho por ver, solo un poco más abuelo —Pidió Eileen.
Ambas niñas miraron al anciano, suplicantes y componiendo una carita de perrito mojado. Dumbledore enarcó ambas cejas al notar que ese gesto les hacía parecerse a Harry y sonrió, negando con la cabeza.
—Lo siento pero no —Sentenció—. Mañana pueden volver, estaré esperándoles ¿vale?
—Vaaaale —Respondieron las dos al mismo tiempo.
—Buenas noches.
—Buenas noches abuelo —Volvieron a decir ellas, abrazándole y dando un beso en cada una de sus mejillas.
Cuando salieron, sonrió afable. Era maravilloso ser abuelo.
* * *
Los besos en el sofá comenzaron a tornarse necesitados, feroces.
—Es un salvaje Potter —Se quejó Snape, riendo roncamente cuando Harry le mordió el labio. Harry no respondió y le volvió a besar—. P-Potter…
El pocionista se separó nuevamente, ésta vez estremecido por las manos suaves que se habían colado bajo su ropa y acariciaban sus costados con timidez. Miró el cabello revuelto de Harry, que se encontraba besando su cuello en ese instante, una bruma nublando sus pensamientos.
Él realmente lo deseaba, sus suaves succiones lanzaban pequeñas descargas eléctricas que recorrían su piel placenteramente, las piernas juveniles apretando sus costados con sutileza. Se recargó en una mano y levantó la diestra, para acariciar la desordenada melena azabache y cerró los ojos, disfrutando de ese pequeño momento de gloria.
Harry dio pequeños besos en el espacio entre su hombro y su cuello con mucho cariño y hundió una mano en los negros cabellos, acariciándole. Snape se estremeció cuando llegó a un punto debajo de su oreja. Sí, ese era un punto sensible. Sintió una humedad mojar su piel y se separó levemente del menor para mirarlo a los ojos. Sendas lágrimas empapaban sus mejillas y sollozos inaudibles le hacían temblar.
Snape se levantó, Harry se aferró a él con brazos y piernas. A como pudieron, llegaron a la que era la habitación del ojiverde, cerrando la puerta tras de sí.
Severus abrió los ojos, había comenzado a recordar cosas innecesarias mientras miraba la chimenea crepitar. Quizá la cercanía del ojiverde le estaba afectando, ese era un capitulo ya cerrado en su vida.
¿Lo era, verdad?
* * *
Cayó sobre la cama, que crujió ante su peso. Todavía seguía mareado cuando el suave peso de Severus se posara sobre él y éste comenzara a besar su rostro, sorbiendo con sus labios las saladas lágrimas. Harry aún podía sentir el sabor a café de la boca del pocionista. Esta vez no se detuvo a pensarlo, colocó las manos en su camisa y se la quitó sin miramientos. El torso desnudo de Snape estaba lleno de cicatrices, unas se estaban desvaneciendo, otras habían quedado marcadas de por vida en su piel. Por lo demás, los músculos eran una visión demasiado satisfactoria.
Acarició con sus dedos el pecho, Snape le miraba más él apenas y se percató de eso. El pocionista tomó sus manos y besó cada uno de sus dedos y luego sus palmas, cómo agradeciendo ese toque sin prejuicios. Quizá debían incomodarle las marcas de su pasado, así como a él le incomodaban sus lágrimas. Llevó las manos a sus propios botones y comenzó a sacarlos del ojal con rapidez para que ambos quedaran en igualdad de situación. Snape no tardó en comenzar a besar su cuello, lo que le hizo jadear extasiado.
Se dedicó a explorar el cuerpo del mayor, como si fuera un mundo nuevo por conocer, un misterio a develar, mientras el otro trazaba un mapa de besos y caricias por el suyo. Ambos unieron sus cuerpos en una danza delirante, mientras por la habitación se escuchaban frases susurradas como: "Sé más cuidadoso, Snape" o "Potter, me lastimas", además de jadeos y gemidos amortiguados. Cuando llegaron a la cúspide, el pelinegro se dejó caer sobre él, después de un prolongado suspiro. Harry aun veía estrellitas cuando le rodeó con sus brazos y le permitió dormirse sobre él, sus cuerpos nunca rompieron la unión.
Aquella había sido la mejor noche de su vida, y no hablando solo del sexo. No, él se había entregado a la persona que había comenzado a amar en el momento en el que ese hombre demostró que habría entregado su vida por salvar la suya. Solo alguien que valiera la pena actuaría de esa manera. Y de ese encuentro habían resultado sus hermosas hijas, el sueño de una linda familia había aflorado en su corazón.
Lástima que solo había sido eso, un bonito sueño.
—¿Piensas en mí? —Preguntó la voz de Bailey con un tono pícaro. Harry abrió los ojos y sonrió.
—¿Tú que crees?
—Qué me estabas esperando despierto para que nos quedemos toda la noche en vela.
El joven se puso arriba de Harry, cercándole con sus brazos y uniendo sus labios a los de él. Él ojiverde no opuso ninguna resistencia y correspondió al beso, más no cerró los ojos como su pareja. Delineó con la mirada cada facción de Bailey, que eran tan diferentes a las de Severus.
Este se separó después de un momento y le sonrió, radiante.
—Creo que mejor nos vamos a dormir —Dijo Harry—. Estoy algo cansado por el caos de hoy.
—Está bien, amor —Aceptó, recostándose a su lado, abrazándolo.
Se acurrucó a su lado y cerró los ojos en su pecho, muy lejos de pensar en el calor que ese cuerpo le daba. Bailey era muy bueno con él, muy bueno en la cama y muy bueno en todo… quizá demasiado bueno. Tenían poco tiempo de comenzar a salir pero el pelinegro ya le había propuesto matrimonio, cosa que había aceptado sin dudar para olvidarse de una vez por todas de aquel otro hombre que aún hacía acelerar su corazón, tal y cómo lo había comprobado anteriormente.
Pero ahora que sus hijas se conocían y no pensaban separarse, la situación se estaba complicando… no podía simplemente dejar de ver a Snape, era el otro padre después de todo.
—Buenas noches pequeño —Le susurró Bailey cuando notó que su respiración era tranquila, no estaba dormido pero tenía los ojos cerrados. Realmente no podía sacar de su cabeza las manos suaves de Severus Snape. Jamás pudo hacerlo y jamás podría.
Notas finales:* Canción del anime No.6 "Kaze no Requiem" cantada por Nezumi. Traducida para que entendieran el significado xD. Es una canción que aparecerá nuevamente :3 así que pueden escucharla aquí.
https://www.youtube.com/watch?v=fNC5NeMNKbkEs muy hermosa ;o; también la versión de Safu, una canción que según es de una Diosa conocida como "La Gran Madre". A cómo yo lo entiendo, habla sobre la existencia de ella, es decir, sobre la vida misma, la existencia y sobre cómo las resguarda :3 jaja, pronto la pondré completa.
En fin.
Jajaja Dx yo odié matar a Sirius y Remus... pero necesitaba hacerlo, no podía dejar la guerra sin ninguna pérdida. Además de que necesitaba a Harry deprimido Dx... En el siguiente veremos la continuación. Jojo ya ven, Harry sigue amando a Severus e.é y xD Lily y Eileen se perdieron la mejor parte jajajaja, ay mi vida, las dejé sin ver lo bueno.
Pero Dumbledore sería un pervertido si les mostrara eso D: así que no, no no no no. :B Ahora Sev ¿Qué harás? ¡Dímelo! xD Ya sabes que tu Harryto se va a casar... ¿Te quedarás de brazos cruzados? ¬¬ Responde que sí y te doy con mi Nimbus en la cabezota.
Ahora sí, pueden matarme xD por matar a mi Moony y mi Paddy. Oh, soy una persona despreciable ;o;.
¡Muchas gracias por las lecturas!
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