Navidades opuestas
* * *
El tirón en el ombligo era de lo peor, una sensación molesta y demasiado fuerte. Cayo de sentón sobre la fría nieve, sumándole ahora la sensación de dolor y humedad a su cuerpo.
—¿Estas bien? —Le preguntó Harry, acuclillándose frente a ella y ayudándola a incorporarse—. ¿Te mareaste?
—U-Un poco —Respondió, tallándose la parte trasera—. Sólo me tomo desprevenida.
—Pensé que ya te habías acostumbrado —Comentó, preocupado—. Quizá sea la falta de práctica…
—Sí, eso ha de ser.
—Creo que debimos viajar por chimenea.
Eileen torció la boca, viajar por traslador no era mucho peor que aparecerse, pero ya se había acostumbrado a hacerlo, a abrazar a Severus con todas sus fuerzas e ignorar la sensación de pasar a través de un tubo. Más bien, ya se había habituado a ella.
—¿No vienes?
Miro a su padre, que se había adelantado un poco, asintió, alcanzándole y tomo su mano por lo que Harry sonrió; ambos descendieron por la colina, desde donde se podía ver un pueblo más abajo.
—Es bueno volver —Escuchó que susurraba Harry. Dejó de mirar hacia atrás para ver su rostro. Tenía una mirada de melancolía.
Miro al frente y pudo entender porque. La estructura aparentemente inestable de La Madriguera se alzaba esplendorosa, cubierta por una fina capa de nieve y crujiendo por la ventisca.
Sonrió.
Lily hablaba maravillas de aquel lugar, contaba un sin fin de anécdotas graciosas, de lo acogedora que era, del aroma de la cocina de la abuela Molly y de muchas cosas más.
Al llegar a la puerta, pudo ver en el jardín las pequeñas huellitas, de los gnomos de los que Lily le había contado, sobre la blanca nieve. Harry no alcanzó ni a tocar la puerta, cuando esta se abrió dando paso a una mujer de rojo cabello, con algunos hilos plateados por la edad, que sonreía felizmente.
—¡Harry! —Exclamó, envolviéndolo en un abrazo tan fuerte y cariñoso que no pudo despegar la mirada de ellos—. ¡Qué feliz estoy de que hayas venido!
—Jamás rechazaría una legendaria Navidad con los Weasley —Respondió el azabache, devolviendo el abrazo.
A Molly se le inundaron los ojos de lágrimas, que secó rápidamente. Se volteó hacia ella y le miro de la misma forma que a su padre, haciéndola estremecer.
—¡Mi pequeña Lily! ¡Cuánto has crecido! ¡Ven aquí, déjame abrazarte!
Por acto reflejo, retrocedió un paso, pero no pudo evitar verse envuelta en esos amorosos brazos. La sensación de calor no tenía igual, la tía Narcissa no era tan cariñosa, ni tampoco la tía Minerva. No, nadie la había abrazado así antes.
Se aferró a ella, apoyando la cara en su hombro y suspirando… podía estar allí por horas.
—Harry, muchacho —Saludó otra voz, detrás de la señora Weasley—. Ha pasado mucho tiempo.
—Una eternidad diría yo —Respondió su padre, abrazando también al otro—. Se ve muy bien señor Weasley.
—Ni que lo digas. Cada vez tengo menos cabello.
La risa de su padre le inundo los oídos, aumentando la sensación de confort en su corazón. Si, realmente ese lugar le agradaba.
—Vamos Molly, no la acapares. Los demás también queremos abrazarla.
Sintió que era soltada e, inconscientemente, se aferró a ella. Molly profirió algo parecido a una risita, que también parecía sollozo. Le soltó lentamente, viendo que lloraba pero sonreía. Le sonrió también.
—Pero mira que hermosa damita hay aquí —Se volteó hacia el hombre que le hablaba. Era tan mayor como su esposa y, como bien lo dijera, sólo le quedaba un poco de cabello, blanco casi en su totalidad.
La sonrisa amable le dio la confianza de acercarse, alzo los brazos, pidiendo que le abrazara. Arthur no se hizo de rogar y la estrecho contra él. Su ropa olía a una mezcla de armario cerrado, jabón y té dulce.
Se separó, mirando a la pareja. Su padre le sonreía, contento.
—Pasen, pasen —Les animó Molly.
El interior era tan cálido como Lily lo había descrito, los adornos navideños eran bonitos y coloridos, algunos de los objetos se movían solos y un gran número de cabezas rojas casi llenaban la sala, junto a otras más.
—¡Hola, Harry! —Saludó una pelirroja de ojos azules, abrazando a su padre y besando su mejilla. Eileen sintió una punzada de celos al verla hacerlo pero no tuvo tiempo ni de pensar cuando Ginny se giró a abrazarla y besarla en la mejilla también—. ¡Hola, torbellino!
¿Torbellino? ¿Le había dicho torbellino?
—¡Ven aquí, princesa!
La alzaron en brazos y la envolvieron en otro abrazo. Miró un poco ofuscada al pelirrojo que le sonreía. Una fea cicatriz atravesaba su rostro pero aun así era muy apuesto y tenía el cabello muy largo. Apoyó las manos en sus hombros y le miro con las mejillas sonrojadas.
—¿No saludarás a tu tío favorito? —Preguntó él con su gran y deslumbrante sonrisa.
—¡Epa! Ese título es nuestro —Protestó otro pelirrojo, a su lado iba otro exactamente igual—. ¿Verdad Torbellino?
—No, no —Dijo otro—. A freír espárragos, el tío favorito soy yo.
—Claro que no Ron, tu eres el tío gordito.
—¡Hey!
—¡Cálmense! —Se unió uno más, Charlie—. A ver, mis niños ¿Quién es el tío favorito?
—¡El tío Percy!
Todos comenzaron a reír por el sonrojo del Weasley más gruñón ante la exclamación de los pequeños. Tantas sonrisas y miradas cariñosas eran demasiado para ella, que comenzó a marearse. Estaba un poco asustada, pues nunca antes había estado en una situación similar.
—¡Hola Lily! —Intervino una vocecita conocida—. Papi, bájala. La atosigan.
Victoire miraba a su padre y a sus tíos con el ceño fruncido y los brazos en jarra. En el sofá, una mujer igual de rubia y hermosa, con un pequeño pero prominente vientre, sonreía con orgullo. Su prima era la viva imagen de su madre.
El pelirrojo la puso en el suelo. Entonces él era Bill Weasley, padre de Victoire. Sí, era cierto, lo había visto en la estación. La pequeña rubia le sonrió y pasó un brazo por sus hombros.
—Tranquila, sé que son unos bobos pero no tengas miedo, son maravillosos —Le susurro, comprensiva. Eileen asintió—. ¡Dormiremos juntas!
—¡Fantástico! —Sonrió.
* * *
Aparecerse era horrible, horrible, horrible, horrible. Era la primera vez que lo hacía y prefería no volver a intentarlo jamás. Severus la sujetaba de los hombros, mirando con preocupación su tono verdoso.
—¿Segura qué estás bien? ¿No te has descompensado nada?
Negó dificultosamente con la cabeza, sintiendo que vomitaría en cualquier momento.
—¿Te has mareado? —Ella asintió—. ¿Te soltaste de mí? ¿Abriste los ojos?
¿Acaso estaba loco? Se había abrazado a él con todas sus fuerzas y cerrado los ojos tan fuerte que dolía. Además, sólo le había dicho: "¿Lista?" Y ya. ¡Sólo eso y ya! ¿Cómo demonios soportaba eso Eileen?
De la verja frente a la que estaban, provino un chirrido y, como si fuera humo, los barrotes fueron atravesados por un hombre rubio platino de largos cabellos y porte elegante.
—¿Sucedió algo, Severus? ¿Se descompenso? Te dije que mejor vinieran por flu, no es bueno para una niña aparecerse.
¡Por fin alguien sensato! Su padre debería escuchar más a ese hombre, fuera quien fuera, y viajar por red flu. No. Mejor un traslador, era mucho más fácil y menos peligroso.
—Pero lo hemos hecho miles de veces, quizá está enferma o algo parecido. Se ha mareado, lo cual no pasa desde la primera vez.
—Ya estoy bien, papá —Le dijo para calmarlo. Aún sentía náuseas pero seguro ya no vomitaría—. ¿En dónde estamos?
Severus frunció el ceño y la tomó de las mejillas.
—No, no estás bien.
—Si lo estoy, pá. Tranquilo.
—¿Pá? —Inquirió el rubio con una sonrisa burlona.
—Creo que mejor regresamos al colegio, Pomfrey debe revisarte.
—Por favor —Pidió ella—. Créeme, estoy bien —Su padre se levantó.
—Lucius, lamento las molestias… ¿Me prestarías tu chimenea?
Busco desesperada algo que le ayudara, no quería arruinar la Navidad de su padre… Y también quería conocer al tío Draco. Debía pensar… ¿Qué haría Eileen? ¿Qué haría Eileen? ¿Qué haría Eileen? ¡Al demonio! Eileen era demasiado bien portada y solo se quedaría callada, aceptando la decisión de su padre.
—¡Q-Quiero ver al tío Draco! —Exclamó. Compuso su mejor cara triste y obligó a sus ojos a que se llenaran de lágrimas—. Por favor papá. —Inflo las mejillas, como una vez viera que su gemela lo hiciera—. Tío Lucius, ayúdame.
Ambos mayores la miraron con las cejas alzadas. Lucius sonrió divertido, el adoraba a la hija de su amigo y le parecía tan tierno que le pidiera ayuda a él.
—Vamos Severus, ella está bien ¿Verdad Leen?
—Sí, sí —Afirmó con ojitos implorantes. Lucius aprovecho que el pelinegro la miraba para sonreírle cómplice y de un movimiento de cabeza, le hizo una señal para que se acercara.
Lily caminó rápidamente hacía el, que le estrecho en sus brazos y paso los suyos por su cuello, mirando a su padre, llorosa.
—Tengo poción para las náuseas adentro ¿Qué tal si le damos un poco y seguimos con la cena?
Severus ciño los ojos ante el evidente chantaje, pero debía admitirlo, no podía negarle nada a esos ojitos verdes.
—Lo siento tío Lucius, he arruinado la noche —Dijo con tristeza a Malfoy—. ¿No me dejarás de querer, verdad?
—Oh, por supuesto que no preciosa —Respondió el, acariciando su cabeza.
Era la primera vez que veía a Eileen chantajear a Severus. La niña siempre era muy recatada y respetuosa, lo cual era adorable. Sin embargo, verla controlando al pocionista le divertía, así que ella tenía un lado oscuro después de todo. Ahora entendía perfectamente porque el sombrero la había enviado a Slytherin a pesar de que la pequeña fuera tan Gryffindor.
El pocionista rodó los ojos.
—Está bien —Suspiró—. Nos quedaremos.
Lily le sonrió a su padre, corriendo a abrazarlo también. Tomó a ambos hombres de la mano sin nada de pena y los tres atravesaron la verja, tomando el camino empedrado a la mansión.
Sus ojos brillaron al entrar y verse rodeada de tanta elegancia, había estado en casas así cuando su padre tenía trabajo pero jamás era una visita informal como esa. En la estancia, una mujer, rubia y hermosa, junto a dos jóvenes muy apuestos ya les esperaban. El rubio sonrió radiante al verla y se acercó rápidamente, abriendo los brazos.
Lily se sintió intimidada un momento, más el cariño que expresaba la mirada gris le quito toda duda y corrió a abrazarlo como una niña pequeña. Draco la alzó en sus brazos y giró brevemente con ella. Un rubor se apoderó de las mejillas de la pequeña, el tío Draco de verdad parecía un príncipe.
—¡Te extrañé tanto, hadita! —Le dijo él, emocionado—. ¿No me habías olvidado, verdad?
Lily negó con la cabeza, tímidamente. Draco frotó su nariz contra la de ella, sonriendo satisfecho y la dejó en el suelo, tomándola de la mano.
—Hola padrino —Saludó al pocionista, que le sonrió y estrechó su mano—. ¿Todo bien? Tardaron demasiado en entrar, empezaba a preocuparme.
—Leen se mareó un poco —Contestó Lucius por él, sonriendo de forma burlona—. Y Severus, tan exagerado como siempre, ya estaba pensando en marcharse para recluirla en una cama.
—¿Te sientes mal? —Preguntó el rubio a Lily, que seguía mirándole embobada—. Tienes las mejillas rojas ¿No tendrás fiebre?
La mano blanca de Draco se posó en su frente. Ella se sobrecogió un poco y la alejó con suavidad.
—Estoy bien, tío Draco.
—¿Tío Draco? —Inquirió él—. ¿Ya no me dices dragón?
—Eh… —Balbuceó ella—. Yo…
—Oh, entiendo. Cómo ya entraste a Hogwarts ya no quieres jugar conmigo —Le dijo, fingiéndose indignado y lastimado—. Está bien, niña grande.
Por primera vez en su vida, Lily negó con vehemencia, no deseando ser una "niña grande".
—No, no. Si quiero seguir jugando contigo d-dragón, lo siento, es que… yo estaba…
—Deja de molestarla, Draco —Intervino Blaise, sonriéndole a su esposo—. ¿No ves que esta desorientada por el viaje?
—Oh, cierto. Lo siento hadita del bosque —Acarició su cabeza con suavidad—. No estaba considerando eso, perdóname.
—No te preocupes —Sonrió Lily.
—¿Y a mí no me saludas, Leen? —Se escuchó la voz de Narcissa. La niña la miró y asintió, yendo a abrazarla.
—Hola tía Cissy —Le saludó, besando su mejilla.
—Te has cortado el cabello —Dijo, tomando un mechoncito de la negra melena—. Tan lindo que se te veía largo.
—Un compañero le quitó un pedazo, fue imposible devolverlo a como estaba, así que lo emparejamos —Explicó Severus, yendo a sentarse a su lado—. Hola Narcissa.
—Hola Severus —Sonrió la mujer—. Que cruel ha sido ese niño. ¿Lo castigaste?
—Eileen no pudo identificarlo —Respondió en un suspiro—. Así que no pude hacer mucho.
—Pero volverá a crecer —Agregó Draco, sonriéndole a Lily—. Además, de cualquier forma se ve hermosa.
El sonrojo de Lily volvió, junto a un palpitar acelerado en su corazón. Se sintió un poco aturdida, por lo que fue a sentarse al regazo de su padre, apoyando la cara en su pecho. El pocionista abrió mucho los ojos, más luego sonrió y paso su brazo por su cintura. Los Malfoy y Blaise le enviaron una mirada asombrada, él solo se encogió de hombros.
—¿Ya quieren cenar? —Preguntó Lucius.
Ante el asentimiento general, todos se levantaron y se dirigieron al elegante comedor. Lily se sacó su abrigo, dejando ver su vestido negro con un lacito verde. Llevaba también medias blancas y unos zapatitos negros con unos moñitos que sujetaban sus tobillos. Le gustaba mucho más el color rojo pero había tenido que ponérselo al ser un regalo de su padre, además de que se veía muy linda en su humilde opinión.
En su cuello, escondida por su ropa, llevaba la medalla que le diera el abuelo Albus antes de partir. La letra L grabada en ella brillaba tenuemente.
* * *
Después de una ronda de abrazos de pelirrojos, dos rubias, una morena, un castaño y de una sonrisa de Hermione, Eileen pudo respirar tranquila. Besó la frente del pequeño Hugo y lo tomó en brazos, sentada en el sofá, junto a Victoire a la que también le encantaba jugar con el niño.
El pequeño pelirrojo tomó en sus manitas la medalla y trató de llevarla a su boca.
—No, no —Le detuvo con mucho cariño—. Eso no se come.
Hugo balbuceó y sonrió divertido mientras Eileen le acariciaba la pequeña nariz.
—Le agradas mucho —Comentó Victoire en voz baja.
—A mí también me agrada mucho —Respondió—. Es tan pequeñito y con este trajecito rojo parece una manzanita.
—Sí, es verdad —Rió la rubia—. Tío Ron siempre le compra cosas rojas.
De la nada, un relámpago rubio se lanzó encima de Victoire, que chilló de dolor mientras pataleaba. Eileen alejó a Hugo antes de que fuera golpeado sin querer.
—¡Dominique! —Se quejó, alejando a su pequeña hermana de sí—. ¡Me lastimas!
—¡Ranas saltarinas! —Exclamaba Dominique, dando saltitos encima de Victoire. ¡Ranas saltarinas!
—Eres feo —Escuchó entonces que alguien decía frente a ella, alejó su verde vista de las hermanas rubias para fijarla en la pelirroja que le hablaba a su hermano. Rose le hacía muecas a Hugo, que comenzó a llorar—. Llorón.
El niño sollozó cada vez más alto, Eileen intentó calmarle, más pronto Hermione llegó por él y se lo llevó.
—¿Jugamos, Lily? —Dijo Rose, sonriéndole. Al parecer lo que la niña quería era que Hugo no estuviera allí.
—¿Por qué hiciste llorar a Hugo? Eso fue muy malo de tu parte —Le dijo sin reñirla—. Él es muy lindo.
—Se come mis galletas siempre, no es lindo —Apuntó—. Además, a él no le agradas.
—¿No le agrado?
—No, siempre llora cuando te acercas y te dice fea.
—Oh, no sabe lo que dice, es tan pequeñito. Deberías protegerlo, no hacerlo llorar.
—Tener un hermano es una pesadilla —Finalizó Rose, inflando las mejillas y alejándose enfadada.
Eileen suspiró, rememorando las veces que Lily le hiciera sentir mal. Pero, pese a todas las lágrimas que derramó por su culpa, amaba a su hermana más que a cualquier cosa y sabía que Rose también amaba a Hugo. Ella no había tenido a Lily para que le quitara sus cosas o se pelearan por la atención de sus padres, o se jalaran los cabellos… así que, tenerla en ese momento no le despertaba ganas de pelear, sino de sonreírle siempre… recuperar el tiempo perdido.
Se levantó del sofá, yendo con rapidez hasta donde su padre charlaba con Ron animadamente. Se quedó parada mirándoles tímidamente. Harry la miró interrogante.
—¿Sucede algo, Lily?
—¿Puedo estar contigo? —Preguntó con las mejillas encendidas.
—Por supuesto, cariño.
Harry le sonrió y abrió los brazos para que se sentara en sus piernas. Eileen se acurrucó contra él, rodeando su cuello con los brazos y suspiró como si estuviera en el lugar más cómodo del mundo. Perder la pena para sentarse en el regazo de Severus le había tomado mucho tiempo, a diferencia de con Harry. Estar en los brazos de su padre le hacía sentir completa, feliz.
Ron sonrió al verlos juntos y se preguntó cómo sería verlo con sus dos pequeñas de la misma forma. La niña se veía tan feliz y despreocupada, ajena a que Snape también era su padre. Torció el gesto, pensando en cómo podía ser posible que ese hombre fuera progenitor de tales dulzuras… ¿Qué le había visto su amigo al murciélago? ¡Por Merlín, era Snape! O el amor realmente era ciego o Harry necesitaba anteojos nuevos.
—¿Por qué no trajiste a Bailey? —Preguntó.
Harry dejó de ponerle atención a su hija para alzar su verde mirada. Eileen también abrió los ojos, ese nombre no le había preocupado desde que Lily lo mencionara y en ese momento no deseaba escucharlo.
—Dijo que la pasaría con su primo —Contestó el azabache con una sonrisa—. Pasará año nuevo con nosotros. Les mandó obsequios a todos, por cierto.
—Qué considerado —Sonrió Ron—. Intenta ganarse a la familia ¿No?
—De alguna forma tiene que hacer méritos. Los Weasley no aceptan a cualquiera ¿o sí?
—¿Y tú, Lily? ¿Ya lo aceptaste?
—Por supuesto, ella lo adora —Respondió Harry—. ¿Verdad, mi amor?
Eileen se mordió levemente le labio inferior y se encogió de hombros, escondiendo la cara en el cuello del ojiverde. Ambos amigos se miraron, intrigados por su reacción e iban a preguntarle algo cuándo, para fortuna de Eileen, Molly alzó la voz.
—¡La cena está lista!
* * *
—Dime Hadita ¿Eres la mejor del colegio?
Lily asintió. No era mentir, era la mejor en "ciertas clases" y su hermana en otras, así que, si tomaba en cuenta que se hacía pasar por ella, era la mejor en todas ¿Verdad?
—¡Perfecto! Yo sabía que lo serías, así que te daré un premio.
—¿Premio?
—Ajá.
—¿Qué es?
Draco se acercó a ella, haciéndole sonrojar. Ambos estaban en el jardín, mirando la nieve caer mientras los demás tomaban una copa. Si le preguntaran como era la navidad en Malfoy Manor, ella respondería… fría, muy diferente a la de La Madriguera, aunque le agrada demasiado la familia Malfoy. Lily pensó que Draco le besaría, así que cerró los ojos. El rubio sonrió, enternecido por su reacción y solo susurró:
—Un deseo.
Los ojos de Lily se abrieron de par en par y le miró, entre avergonzada y sorprendida.
—¿Un… deseo?
—Sí, tú pide y yo te lo cumpliré.
La niña se lo pensó un momento. Ella deseaba algo con todo su corazón, solo que su tío no podría cumplírselo… A menos que fuera cupido.
—¿Podrías decirme porque me abandonó? —Musitó.
Los grises ojos de Draco le miraron sin comprender. Lily había bajado la mirada y con su la punta de su pie dibujaba un corazón en la nieve. Esa era una duda que traía desde siempre, incluso desde antes de conocer a Eileen, solo que ahora venía con más fuerza. ¿Por qué su padre la había abandonado? ¿Por qué había preferido quedarse con su hermana y no con ella? Esto último no era demasiado importante, lo mismo se preguntaría si ella viviera con Severus y no con Harry, solo quería saber por qué...
—¿Por qué te abandono? —Repitió Draco, confundido.
—Ya sabes… mamá… o papá… o quien sea la otra persona que me dio la vida.
—Hadita…
—Siento… que duele —Le confesó Lily, con las lágrimas al borde de sus verdes ojos. Jamás había hablado con nadie de aquello—. Duele saber que quizá no me quiere… que tal vez no soy suficiente para esa persona o que no le importé demasiado… Siempre he sentido que falta la mitad de mi corazón… que cada navidad está incompleta…
Draco miró alarmado como las primeras lágrimas rodaron por sus mejillas y el vaho de su aliento le indicaba los inaudibles sollozos que emitía. Sintió un peso en el estómago al entender que a la hija de su padrino le hacía falta su otro padre y quiso asesinar a Potter por ser el causante de esas lágrimas. Más él no podía imaginar que Lily no lloraba por Harry, lloraba por el hombre que estaba en ese momento dentro de la casa. Lily lloraba por Severus.
—No… no llores hadita —Intentó consolarla, acariciando su cabello y atrayéndola hacia él—. Yo… yo estoy seguro de que esa persona te ama y no quiso dejarte.
—¿Y por qué lo hizo?
—Creo… creo que deberías hablar con tu padre de esto, pequeña.
Eso no ayudó en nada. Vio como la niña comenzaba a sollozar un poco más y hundía la cara en su pecho. Se sintió desesperado de no saber qué hacer.
—Tengo miedo —Musitó Lily ahogadamente—. Tengo miedo de no ser lo que papá espera… que no me quiera.
—Pero tu padre te ama con toda el alma. No tienes que temer por eso…
—Quiero a papá —Sollozó, deseando estar en los brazos de Harry—. Quiero ir con mi papá…
El rubio frunció el ceño, Severus estaba solo detrás de la puerta, así que era muy extraño que dijera que quería ir con él y no se levantara para hacerlo. Iba a sugerir exactamente eso, entrar, cuando…
—¿Sucede algo? —Preguntó Snape. Draco le miró, más Lily no se despegó de su pecho, sus hombros se movían, indicando que seguía llorando.
—Padrino…
—¿Eileen? ¿Estás bien?
Lily se soltó del joven entonces, más no miró a Snape. Asintió y se puso de pie, secando sus lágrimas con vergüenza.
—Sí, papá. —Intentó sonreír, comenzando a caminar hacia el interior de la casa con paso veloz.
Severus le miró, intrigado. Se volvió hacia Draco y se encontró con los grises ojos puestos en él.
—¿Qué le sucede? ¿Le dijiste algo?
—No, no lo hice —Contestó el rubio—. Padrino, creo que deberías hablar con ella… está… triste.
—¿Triste?
—Le hace falta el cariño de su otro padre. Potter no es santo de mi devoción, pero estoy seguro de que sabría manejar las inquietudes de su hija.
—¿De qué inquietudes hablas?
—¿Le has dicho a tu hija lo orgulloso que estas de ella?
—Claro que lo he hecho —Respondió, casi indignado.
—Pues no lo parece —Suspiró—. Ella no lo siente así y la comprendo mejor que nadie. Papá es muy parecido a ti.
—¿Estás diciendo que a Eileen le falta mi reconocimiento? ¿Qué soy un mal padre?
—Estoy diciendo que hables con Potter.
Draco también se encaminó al interior, Severus se quedó un momento, mirando la blanca nieve caer, para después suspirar y dirigirse en la misma dirección. Al entrar, se encontró con la imagen de su hija, dormida en los brazos de Lucius.
—Creo que está exhausta de sus juegos —Sonreía el rubio dirigiéndose a su hijo y acariciando el bracito de la niña—. Es una lástima, yo quería que abriera los regalos a la media noche, cómo todos los años. Solo nos quedamos despiertos para verla.
—La llevaré a su habitación, padre —Se ofreció Draco, estirando los brazos—. ¿Puedo, verdad padrino?
Ante el asentimiento del ojinegro, Malfoy tomó a Lily en brazos y, junto a Blaise, se dirigieron escaleras arriba. En la habitación que la niña siempre ocupaba con Severus, la depositaron en la cama con mucho cuidado. Blaise quitó sus zapatos mientras Draco acomodaba las cobijas. Ambos se sentaron en la cama, mirándola dormir.
—¿Imaginas cómo será cuando tengamos la nuestra? —Le susurró el rubio a su pareja. Blaise sonrió y tomó su mano con cariño.
—Por supuesto, serás un padre muy mimoso y la malcriarás.
—Oye —Rió tenuemente—. Tú no te quedarás atrás, yo no tendré toda la culpa.
—Pero sí la mayoría.
—Bah, me amará más que a ti entonces.
—Y yo te amaré más cada día —Sonrió, besando sus labios—. ¿Quieres intentarlo una vez más?
—Yo encantado —Respondió, radiante.
* * *
—Han caído como troncos —Le sonreía Harry a Bill. En sus brazos llevaba a Eileen, completamente dormida—. ¿Verdad?
—Ni que lo digas —Coincidió el pelirrojo, en sus brazos llevaba a Victoire.
Detrás de ellos iba Ron con Rose, Hermione con Hugo y Charlie, con Dominique. Habían coincidido con que los niños durmieran en una sola habitación, mientras ellos se acomodaban a cómo podían en lo demás de la casa. Harry acostó a su hija después de que Bill depositara a la suya, la niña se acurrucó contra su prima, durmiendo apaciblemente. Todos llevaban ya su pijama y, encima de esta, el característico jersey que tejía la señora Weasley a cada integrante de su familia.
Antes de salir de la habitación, le dio un beso en la frente y olfateó su cabello por un momento. Sonrió. Era una costumbre extraña, lo sabía, pero había leído por ahí que las mujeres eran capaces de reconocer a sus bebés por su aroma. Y aunque él era hombre, había sido él quien las llevara dentro por ocho meses y quien sufriera de los dolores a la hora de tenerlas. Cuando Lily se había ido a Hogwarts y le dejara solo, solía dormir en su habitación, abrazado a su almohada.
A Harry le encantaba el aroma de su hija, tenía la firme idea de que olía a galletas de jengibre y mantequilla; era un aroma dulce y delicioso que reconocería en donde sea que estuviera… al igual que con su otra niña. Una solitaria lágrima rodó por su mejilla derecha, yendo a parar en la cabellera negra de Eileen. Cada vez que la recordaba era lo mismo, no podía evitar añorarla, le gustaba imaginar que su bebé también tenía ese aroma.
¿Cómo estaría ella ahora? ¿Se la estaría pasando bien? Otra navidad sin ella… Harry deseaba que su obsequio le fuera entregado, como cada año que enviaba uno. Deseaba abrazarla más que a nada.
—Papi… —Murmuró Eileen entre sueños y apretando en su mano tres dedos de Harry.
El ojiverde sonrió. ¿Dónde estaría él ahora, si no tuviera su adorada Lily?
Al bajar nuevamente por las escaleras, los gemelos le interceptaron para meterle en su habitación.
—¿Qué sucede?
—Deseamos hablar contigo —Dijo Fred.
—En privado —Esta vez George.
—Pues… díganme —Contestó Harry, sentándose sobre la cama, los gemelos lo hicieron frente a él.
—Hemos visto a Eileen.
La voz de los gemelos sonó como una al decir aquella frase. Harry abrió los ojos y casi se abalanzó sobre ellos.
—¿Qué? ¿Cuándo? ¿Dónde?
—Hoy —Respondieron los dos—. En Diagon.
—Entró a nuestra tienda —Agregó George—. Iba con Snape.
—Es normal, es su padre.
—No, no es normal —Terció Fred—. Snape y Eileen nunca habían entrado a nuestro local.
—Quizá ella quiso entrar… —Repuso Harry sin entender—. Además… ¿qué tiene de raro?
—No… no lo sé —Dijo Fred—. Sólo sabemos que hay algo extraño en todo esto… Snape no parecía el mismo, ha cambiado.
—¿A qué se refieren?
—Es como si hubiera rejuvenecido algunos años —Explicó George—. Además de que ya no es tan desagradable.
—Y Eileen es una preciosidad —Añadió Fred, con una sonrisa—. Es increíble lo parecida que es a Lily, igualitas, como George y yo.
—Sólo que Eileen tiene el cabello más largo, sí, lo sé.
—¿Más largo? —Inquirieron los gemelos.
—Sí, más largo…. Hasta la mitad de la espalda la última vez que Mione me envió una fotografía.
—No, te equivocas. Tienen el mismo corte.
—¿Qué?
—Cómo lo oyes, no podrías diferenciarlas si las tuvieras enfrente.
Harry arrugó las cejas, según tenía entendido, a su hija le encantaba tener el cabello largo.
Suspiró.
—Bueno… ¿Y qué tenía de urgente todo esto?
—Pues… nada, a decir verdad —Dijo Fred, encogiéndose de hombros.
—Sólo queríamos charlar un poco y decirte que te pagaremos la operación mágica en los ojos.
—¿Qué?
—Digo, para que te fijaras en Snape tienes que tener un grave problema…
—¿O es mental? —Añadió George.
—¡Ustedes son imposibles! —Gruñó Harry, ignorando las risillas de los gemelos para salir de la habitación.
Algunas cosas nunca cambiarían.
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