Harry inspiró hondo y se estremeció, una traicionera lágrima de impotencia, de temor, de pánico, se deslizó por sus mejillas; sus emociones se sentían tan ridículas… Ya nada importaba. ¡Nada de lo que Snape pensar, o dijera de él! Su mente sólo vagaba entre la desazón y la vergüenza de sus acciones. No podía respirar, se sentía asfixiado; ni soportaba la mirada de decepción en el anciano y sabio rostro de Dumbledore.
Anhelaba no sentir… no sentir… y arrancarse el corazón…
—¡Entré! ¡Entré! ¡Lo hice! ¡Entré! —Dumbledore se mordió el labio inferior y guardo silencio, porque había pensado algo demasiado horrible para decirlo en voz alta—. ¡Pero fue un accidente! ¡¡Un accidente!! Yo… ni siquiera recuerdo como paso… ¡Lo juró, yo…! —Harry emitió un ahogado grito de frustración; cubriéndose la boca, entonces, paso saliva y con un brusco estremecimiento levanto la cabeza, se puso de pie—. ¡Escúcheme, director! ¡Expúlseme! ¡Castígueme! ¡Denúncieme al Ministerio y mándeme a Azkaban si éso es lo que quiere! ¡Si éso le hará feliz, pero…!
»Pero, sepa una cosa… ¡una sola cosa! —Lágrimas desbordaban las comisuras de sus ojos y se resbalaban por su rostro—. ¡¡También tendrá que echarlo a patadas a él!! —Un gruñido ronco, grave, casi gutural le rasgó la garganta, mientras señalaba hacia Snape—. ¡Porque todo… todo esto fue su culpa! ¡¡Su culpa!!
Harry observó como el pocionista abría los ojos como platos y boqueaba, luchando por encontrar algo hiriente, algo horrible y biliar, algo que sólo Snape se atrevería a decir; sin embargo, el muchacho fue más rápido y vio en aquel lapsus neuronal, la oportunidad perfecta para arremeter en su contra con brutalidad y sin miedo.
»¡FUE SU MALDITA CULPA! ¡ÉL ME OBLIGÓ! ¡LO JURO!
—¡¿Mi culpa?! ¡¡¿MI CULPA?!! —argumentó Severus con vehemencia—. ¡¡Esto es tú culpa, Potter!! ¡¡No te atrevas a pensar, ni por un maldito segundo, que esto no es tú culpa pequeño degenerado!!
—¡¡Éso no es verdad!! ¡¡Él me sedujo, director!! —repuso Harry, astuto como un zorro—. ¡¡Me sedujo!! ¡¡Fue su culpa!! ¡¡Su culpa!!
—¡¡¿Qué mierda…?!!
—¡¡Él fue quien se insinuó!!
—¡¡Me violó, Potter!! —chilló Severus, aquella palabras eran como piedras atravesándole la garganta. Harry sofocó otro gritó atormentado, como si Snape le hubiese arrojado un balde de agua helada sobre la espalda—. ¡¡Me ultrajó!!
—¡No! ¡No! ¡Eso no es verdad!
—¡¡Me forzó mocoso maldito!! —recalcó Severus sin piedad.
—¡No! ¡No! ¡No! —Harry negó, tapándose los oídos, con la voz quebrada—. ¡No es verdad! ¡No es verdad!
—¡¡Abuzó de mí en un momento de debilidad!! —añadió el pocionista con despiadada frialdad.
—¡Él me decía cosas extrañas! —se defendió Harry, secándose las lágrimas con el faldón de su camisa—. Cosas que yo no comprendía, pero que me hicieron perder el control y… y…
—¡¡MALDITO SEAS, POTTER!! ¡¡MALDITO SEAS!! ¡¡TODO ESTO FUE TÚ CULPA!! ¡¡TÚ CULPA!!
—¡Cállese, cállese, cállese! ¡CÁLLESE!
Se produjo una nueva pausa incomoda pero, más tensa que las anteriores, sofocante, asfixiante, como la atmosfera previa a una tormenta tropical. El pecho de Severus subía y bajaba al compás de su respiración, y sus mejillas estaban encendidas. Harry regreso lentamente a su lugar en la silla, tapándose la cara con ambas manos y permaneciendo inmóvil detrás suyo. Dumbledore, esperó pacientemente hasta que el semblante de ambos se calmara, y luego declaró con suavidad, dirigiéndose principalmente a Severus:
—Nadie te denunciará en el Ministerio, Harry —Los ojos de Snape se ensancharon con una mescla de asombro, furia e indignación; por un momento pareció que fuera a ahogarse con su propia saliva—. Ni serás expulsado de ésta institución…
—¡¿QUÉ ESTAS…?!
—Sólo buscaremos —continúo Dumbledore elevando su voz para superponerse a las réplicas de Snape—, el modo de llegar a un acuerdo sensato y justo entre las dos partes, ¿no es así Severus?
—¡¿Estás… estás… tú está loco?! —exclamó Snape, horrorizado—. ¡¿Acaso estás demente?! ¡¿Estás demente maldito viejo id…?!
—Cuidado —le advirtió Albus con tranquilidad—. Mucho cuidado, Severus. Mucho cuidado, con lo que dices. Las palabras duelen, lastiman; es una ilusión creer que se pierden en el viento…
—Lo siento… —hipó Harry, frotándose los ojos—. Lo siento… Lo siento tanto… de verdad yo… Lo siento, director… yo… yo…
—Lo que sucedió —intervino Dumbledore; tomando un poco de aire—… ya no es importante, Harry. De ahora en más, necesitamos ver cómo ustedes van a seguir adelante; sé que ambos pueden hacer que esto funcione, ¿no es así, Severus?
—¿No sé? —concedió Snape con un dejo de burla—. ¿Realmente se puede?
—Sabés tan bien como yo que, tiene que funcionar —le recordó el anciano, y aunque su voz seguía suave y sosegada, una especia de aura de frialdad emanaba de él—. Tanto por tu propio bien, como por el bien del mismo Harry.
—¡No! —respondió el profesor con rotundidad—. ¡Me niego!
—Severus, tú…
—¡¡No, Albus!! ¡¡No!! —Snape lo corto antes de que siquiera pudiera abrir los labios para comenzar la frase—. ¡¡No pienso volver a pasar por esto otra vez!! ¡¡Mucho menos con Potter!! ¡¡No otra vez!! ¡¡No con Potter!!
—Entonces, dime tú, con ése brillante cerebro, con ésa gran inteligencia que te concedió el universo: ¿Qué piensas hacer cuando la necesidad te desgarre las entrañas? —le preguntó maliciosamente, retándole a responder.
—¡Lo he podido manejar, muy bien yo sólo, todos estos años! —le rebatió el pocionista enfurruñado.
—Claro, por supuesto, y por éso el Ministerio te intimó a apersonarte y declarar, sobre tus… practicas insanas…—observó Dumbledore, con sus grisáceas cejas alzadas.
—Ese es un golpe bajo y sucio, viejo tramposo.
—¿Lo es, Severus? O no es más que la pura verdad… —Snape apretó los dientes, sentándose y golpeado sus puño contra el brazo del sillón—. Severus, la verdad nunca ha ofendido a nadie…
—Callate…
—Severus, por favor comprende. Te guste o no. Harry, ahora es tu Alfa y…
—¡Maldición! ¡Ése es el problema! ¡Lo comprendo! ¡Lo comprendo muy bien! ¡¡Se cuales son cada una de las implicaciones!!
—Entonces, deberías aceptarlas como tales y dejarte de tanto berrinché; tomar esto con la calma y la madures propia de tu edad —El director inclinó la cabeza contra el respaldo de su silla y observó al maestro de pociones con frialdad a través de sus gafas de media luna—. Sí, Severus. Harry aun es un niño, pero tú, no lo eres, por más que ahora te encapriches en comportarte como uno… —dijo con severidad—. Eres el mayor y como tal, debes contralar tus sentimientos, colocar sensatez a esta situación y obrar con sabiduría; tendrás que hacerte cargo de los dos de aquí en más…
Snape exhaló disgustado.
—Sí que estás loco…
El director ignoro eso y llenó su taza con más té, antes de continuar:
—Sabes que no tiene porqué ser una relación formal y publica —Dumbledore carraspeó cuando Harry casi atravesándolo con la perpleja mirada, boquiabierto—. Tampoco estoy pidiéndoles que ambos ofrezcan algo que ninguno de los dos pueda dar… —explicó después de otro sorbo de té—. Simplemente, podrían tratar de establecer una relación menos, rencorosa… Perdido por perdido, no hay nada más que perder, Severus; lo mejor que se puede hacer es intentar…
—Sí, ¡claro! ¡Socios, camaradas, compañeros! —se mofó Snape, inclinándose hacia delante y entornando los ojos—. Todo será lo mismo. Tomaremos té con galletitas por las tardes y charlaremos sobre el sentido de la vida, ¡muy ilustrativo, Albus!
—Severus, están unidos. Aun que no haya sido de la forma más… digna de unirse pero, lo están… Tú y él, ya no son lo que eran —Harry se removió en su silla, observándoles claramente incómodo—, y como ciertamente ninguno de los dos, podrá evitar, desear, anhelar; volver a sentir, a revivir, lo que ya ocurrió, debemos intentar llegar a un punto intermedio…
»Por Merlín, Severus, esto no tiene por qué terminar en una tragedia. No estamos dentro de una obra de teatro. En la vida real no hay mártires, lo sabes; nadie es recompensado por su sufrimiento. Utilizar el auto-sacrificio y la consternación para controlar o manipular el entorno, sólo les llevara a sentirse atrapados en una consiguiente sensación de impotencia, y esto se lo digo a ambos; la culpa, el sentimiento de indignidad —dijo observando a Severus—, la terquedad, el miedo al cambio, el miedo a los conflictos —Dumbledore apuntó con un acusador dedo hacia Harry—, la incapacidad para ver opciones o alternativas y creer que la vida tiene que ser difícil por naturaleza —volvió a dirigirse a Severus—. Esas creencias sólo pueden provocar el resentimiento, la ira y el odio, en sus corazones…
»Dejen de culparse, de justificarse, de quejarse. Cada vez que se culpan el uno al otro o a las circunstancias, para evitar tener responsabilidades y no hacer frente a las cosas como son. Cada vez que justifican su posición o ponen excusas, lo hacen para quedarse pegados en donde están. Cada vez que se quejan de la situación, se están centrando en circunstancias que ya no pueden cambiar, en lugar de en las cosas que sí pueden…
El pocionista se quedó inmóvil, considerando las palabras del director con ojos suspicaces; apoyó la espalda en el sillón y cruzó con elegancia sus largas piernas, una sobre la otra.
—A ti… sólo te interesa salvar el pescuezo de este idiota imberbe, de este inútil saco de estiércol —dijo Snape arrastrando las palabras—, porque sabes muy bien la que se va a armar con el Ministerio, cuando los malditos de la prensa publiquen todo esto.
«Claro, ¿y a ti no, Severus? ¿A ti no?», pensó Dumbledore, pero sólo dijo un:
—No —con rotundidad—. Me preocupas tu Severus, mucho más que este niño —El director embozó una particular mueca afligida y continuó: —. Querido amigo… a él… a él le podríamos maniatar, meter en una habitación encantada, sin puertas y sin ventanas, y al salir continuaría siendo él mismo; aturdido, agotado, furioso, un poco magullado y claramente muy angustiado, pero íntegro. En cambio tú… tú Severus… —Snape se encogió de hombros, agachando la cabeza—, no tienes ni idea de a lo que obstinadamente te encaprichas por enfrentar… has luchado tanto para sobrevivir a dos guerras; puedes elegir Severus… puedes elegir… Hay una segunda opción amigo mío, sopésala, sé que no parece la mejor, ni la más ética, y definitivamente, no la más adecuada según tus dogmas personales pero, por favor, no elijas la muerte… elige la vida… hay mucho porque vivir…
Severus cerró sus ojos, sintiéndose completamente derrotado; cayendo en picada cada vez con más fuerza. La historia de su vida se repetía una y otra, y otra vez. ¿Acaso ese era su eterna condena? Ser utilizado reiteradas veces como una muñeca inflable.
James nunca reconoció su vínculo, siempre le trato con cruel indiferencia, y le oculto como al más sucio y vil de los secretos; sin embargo, su naturaleza aun así le hacía desearle, anhelarle, en igual medida en la que le odiaba. Severus tenía tantas razones para odiar a los Alfas, sobre todo ahora que volvería a ser un juguete lujoso. Ese era su destino… nadie en el mundo llegaría a amarlo… jamás…
Siempre seria el oscuro, horrible y repugnante secreto de alguien… Nunca sería diferente a esos Omegas prostitutos que eran poseídos de espalda a alguna pared del Callejón Knockturn, rogando porque sus clientes estuvieran los suficientemente ebrios, como para poder colocar sus miembros entre los muslos y así evitar la penetración.
—Estoy bastante seguro de que tú podrás hacer que esto funcione. Tu puedes hacer lo que sea, Severus… —le aseguró el director, como si le leyera la mente; lo cual el astuto anciano podía estar haciendo—. Ya lo hiciste una vez, ¿recuerdas…? Severus, concéntrate en las cosas que sí puedes hacer para mejorar esta situación; en las posibilidades, sólo así encontraras soluciones y podrás tomar medidas. Entonces, el próximo pasó a dar se revelará por sí mismo, repitiendo éste comportamiento ustedes construirán confianza y se sentirán competentes para hacer frente a los desafíos más básicos; sé que necesitas tiempo para pensar, Severus, es normal… —Dumbledore dejó su taza sobre la mesa al tiempo que se ponía de pie, arreglándose la túnica—. Dejemos que pasen unos días y volveremos a retomar el tema…
—¡¡Yo no pedí esto, y no lo quiero!! ¡¡No volveré a depender de nadie!! —soltó Snape despectivamente, determinado a no ser manipulado por el astuto director—. ¡¡No volveré a ser colocado en una posición de absoluta dependencia hacia nadie!!
—Profesor… N-no, no entiendo… —se le escapó a Harry, que ya no podía morderse más la lengua—. ¿De qué… de qué están hablando?
—¡¡Cállese, Potter!! ¡¡No!! ¡¡Mejor muérase!! ¡¡Muérase, y ya!!
—¡¡Severus!! —le reprendió el director.
—¡¡No seré su maldito esclavo!!
—Harry… Lo que aquí ocurrió, fue un contrato, una compleja mezcla de dos diferentes esencias mágicas; creadora de una poderosa protección. Un lazo de servidumbre entre un mago y otro, entregando su mente, espíritu, alma, fuerza, voluntad y cuerpo; compartiendo un mismo destino.
—¡Un desatino! —insistió Severus—. ¡¡Una espada de dos filos!!
—Callá, Severus; comencemos de cero, Harry —continuó el anciano—. ¿Tú qué crees?
Severus entornó los ojos y dejó escapar un teatral bufido. La mirada del director ahora era amable, por lo que Harry se dejó llevar por el impulso de preguntar:
—¿De… de cero, señor…? Bueno, no sé… ¿Qué está pasando? ¿Por qué me mira como si estuviera a punto de morir?
—Por qué eso ocurrirá más temprano que tarde, si no arreglamos este asunto, muchacho…
—¿Eh?
—Harry, has marcado permanentemente al profesor Snape como tuyo; como tú Omega, ¿sabés lo que eso significa?
—¡¡Él sabe lo que hizo!! —estalló Snape.
—No. Él no lo sabe —continuó Dumbledore—. Y pareciera que tú tampoco, Severus, en caso contrario te estarías comportando de acuerdo a tú edad; si pretendes que la conducta de Harry sea como la del adulto que es, te sugiero que tú también comiences a comportarte como uno.
—¡Oh, alabado hasta los cielos! Famoso, Harry Potter, valiente, noble y sincero; al igual que su perfecto y virtuoso padre, modelo de…
—Repito. No necesitas ser infantil Severus —le interrumpió el director, regresando a su butaca—, y es mejor que te tranquilices, ya que tú eres tan culpable como Harry, básicamente, aceptaste tener relaciones sexuales con él, aunque después cambiaste de idea; asume tú también responsabilidad.
—¡Sí, bien! ¡Lo siento por ser tan infantil! —dijo él secamente—. ¡Yo estaba delirando por la fiebre! ¡Psicótico! ¡Alucinando! Yo estaba… estaba… —Severus de sonrojó con violencia—… sólo fue un lapsus linguae que Potter aprovecho a su favor, ¡él sí se encontraba sobre sus cinco sentidos!
—Independientemente de las razones por las que ambos se encuentra aquí y ahora, Severus, asume la responsabilidad de tratarla como lo que es, y pregúntate a ti mismo: «¿Qué hago para contribuir a agravar el problema?» «¿Qué puedo hacer para que la situación mejore?» —repuso Dumbledore—. Te recuerdo que, tanto tú como Harry tienen un libre albedrio, esos mágicos segundos de extrema lucidez que les regalo el universo, para escoger entre ceder a los bajos instintos o hacer lo que dicta su conciencia superior; sé que eres un poco escéptico así que, llamala intuición si te place. Tú también hiciste lo que quisiste, Severus. Desataste tú lujuria, tu irracionalidad, y dejaste que el fuego de la pasión te consuma; bien podrías haberte detenido luego de que las paredes de tu matriz cedieran al abotonamiento de Harry; sin embargo, tú decidiste continuar (por tres días he de aclarar), abandonándote a tu lado más animal.
—¡¡¿Estas insinuando que esto es mi culpa?!!
—Estoy diciendo que, el hecho de que no hayas tenido periodos de celo, no te hace inmune o indiferente al gozo de los placeres de la carne —argumentó Albus—. Ambos fueron los creadores de la realidad en la que viven ahora; si aún no te has olvidado de tus viejas clases de Estudios Antiguos, el principio de Causa y Efecto dice que: Existen muchos planos de causación, por tal motivo, a veces es muy difícil comprender por qué sucede lo que sucede y, nos enredamos en un drama personal; nuestras acciones físicas, verbales y mentales son causas, y nuestras experiencias y vivencias son sus efectos.
—¿De qué diablos estás hablando, viejo?
—De que, tantos magos como muggles, olvidamos de que nosotros mismos hemos elegido antes de nacer el vivir una mala experiencia para aprender una lección y reparar nuestros errores pasados, para evolucionar espiritualmente —se apresuró a decir Albus—. La única diferencia entre tú y éste muchacho, es que él aún no tiene ni el más mínimo conocimiento básico de lo que ahora está atravesando o, ¿me equivoco, Harry?
Querido Merlín, el niño ni siquiera podía responder, sólo le miraba con pánico, con los ojos abiertos de par en par; boqueando como un pez fuera del agua. Dumbledore suspiró. No le mentía a Snape, ese niño era realmente ignorante de la magnitud de lo que había ocurrido entre ambos.
—Harry comprendo y, no me extraña que —continuó Dumbledore—, por la peculiar crianza a la que te sometieron tus tíos, seas completamente ajeno a estos delicados temas pero…
—¿Disculpa? —replicó Snape con ironía.
—Su tío y su primo son Alfas, Severus —Snape bufó, indignado—. Y, como recordaras, su tía es una Beta…
—¿Usted se refiere a la fisiología de ustedes, señor…?
—Así es, Harry. ¿Qué sabes respecto a esta?
—No mucho… —dijo Harry, y tras recibir una mirada tenaz, modificó su declaración— Bueno, nada en realidad. Remus y la Señora Weasley me… me explicaron un par de cosas pero… no… no me dijeron nada en concreto…
—¿Cómo cuáles? —preguntó Dumbledore con vos apacible. Harry dejó escapar un suspiró, y se escurrió en su silla, sentía que partir de ahí, las cosas sólo podían empeorar.
—Hum…eh… de dónde vienen los bebés y… Hermione me explicó sobre… sobre la menstruación y esas cosas; cómo somos todos lo Alfas por dentro y eso, pero… al final ella se veía tan perturbada, que decidí abstenerme de volver a hacerle ése tipo de preguntas. Lo demás… eh… supongo que con los años…lo… lo oí por ahí… y el resto son suposiciones mías y mucha televisión…
La vergüenza que Harry sentía se materializo en una sensación de calor y picazón que le fue descendiendo desde la coronilla hasta la punta de los pies.
—¿«Televisión»? —espetó Snape enervado.
—Sí. Es un aparato muggle que capta las ondas electromagnéticas en el aire y luego las decodifica para, convertir estas señales eléctricas en señales de luz a través de un tubo de rayos catódicos y así poder ver imágenes en una pant…
—Se lo que es un Televisor, Potter. Muchas gracias, por compartir su basta sabiduría con nosotros.
—Sin embargo, ninguno de ellos te dijo que al acoplarte y posteriormente reclamar al profesor Snape como tuyo, firmaste un Contrato Mágico Vinculante —indicó suavemente Dumbledore, como si hablara a un niño pequeño.
—N-no.
—¿Sabes lo que es eso, Harry?
—Hum…un… ¿Juramento Inquebrantable?
Snape soltó una despectiva y seca carcajada.
—No. No es un «Juramento Inquebrantable», Harry… —le corrigió Albus, mirándolo con profunda compasión—. Pero, sí, es algo muy similar a uno —Snape abrió la boca para intervenir otra vez pero, el director levantó un dedo, indicándole silencio—. ¿Estas al corriente de que existen seis géneros: hombres y mujeres Alfa, hombres y mujeres Beta y, hombres y mujeres Omega?
Harry sólo asintió, apretando los labios.
De pronto, Dumbledore levantó su varita, de la punta de esta surgió un resplandor rojizo, elevándose por el aire e iluminando el atónito rostro del niño; mientras una brillante lengua de fuego dibujaba en el aire la figura de seis personas con sus respectivos géneros y sus respectivos juegos cromosómicos:
Alfas: Machos (XYY) Hembras (XXY)
Betas: Machos (XY) Hembras (XY)
Omegas: Machos (XXXY) Hembras (XXXX)
—Dada la diversidad, las posibilidades de emparejarse son muchas, más no todas viables para una reproducción exitosa, Harry. La gran mayoría de estas combinaciones tienen una baja o nula tasa de fertilidad pero, eso no es realmente de importancia, nadie viene a este mundo con la obligación de engendrar o siquiera de criar a sus propios hijos; todos tenemos nuestro camino particular y debemos de recorrerlo solos… —dijo Dumbledore con gravedad, recordando con profunda tristeza, cuanto le había costado a él mismo comprender aquello, y luego agregó: —Sí, sé que parece injusto y suena muy triste, pero es la dura realidad. Tú mismo la viviste, Harry… El hecho de que tus padres fallecieran en este plano dimensional, no te impidió a ti desarrollar tu existencia y cumplir con tu destino de matar a Voldemort. Claro que, hay una infinidad de dimensiones y en cada una de ellas, vivimos un sin fin de experiencias diferentes; quizás exista alguna dimensión en la que Voldemort, no se convirtió en un mago tenebroso, sólo en un simple chico que creció en un hogar amoroso…
—¿Cómo eso podría ser posible, señor? —preguntó el niño escéptico.
—Bueno, esta habría sido una realidad muy contingente, si su madre no hubiese dejado de administrarle la pócima Amortentia al padre de Voldemort —respondió el director.
—Y toda esta habladuría Metafísica sobre el Existencialismo, ¿sirve para…? —repuso de pronto el pocionista con impaciencia.
—Oh, para mucho, Severus; principalmente para comprender lo que nos llevó a esta situación… —sonrió Albus, con esa generosa mueca que exhibía cuando sabía algo que Severus no sabía; una circunstancia que últimamente se daba con terrible frecuencia—. Ante de tomar un cuerpo físico, todos los seres de la creación, incluyendo animales, plantas, minerales y demás objetos creados, tanto por magos, como por muggle, seleccionamos voluntariamente mediante un Contrato Kármico las experiencias que estamos dispuestos a compartir con otros seres; no estoy hablando nada descabellado Harry, no me mires de esa forma —aclaró el anciano, dirigiéndose al más joven del grupo—. Esto lo estudiaste, y lo viviste, a lo largo de todos estos años en tus clases de Cuidado de Criaturas Mágicas, Herbología, Magia Terrestre y Alquimia.
—Uhm… ¡Ah, sí! Cierto… —dijo Harry atrapado en falta.
—¡Oh, sí, Albus! ¡Ya lo veo! ¡Este es mi mesías! ¡Mi salvador! —se burló Snape.
—Basta, Severus. Este no es un buen momento para dar pie a tu humor negro… —reprochó el director elevando la voz, exasperado—. Como decía, un claro ejemplo de esto son las varitas mágicas. Los fabricantes suelen decir que la varita es quien elige al mago, no al revés, y que no siempre está claro el motivo del porqué esto ocurre esto pero, en realidad sólo son dos energías pactadas que se reencuentran; dos almas que se reconocen como parte de un todo. Sí, Harry, ciertamente la varita tiene un espíritu y una personalidad propia; esto es más profundo de lo que parece, va mucho más allá de una simple teoría de Animismo.
—¿También están compuestos por átomos simientes, señor?
—Todos tenemos átomos simientes Harry; es parte del código de la vida. Bueno, a ver en tu caso… si vemos un espermatozoide a nivel atómico, nos toparemos con la particularidad de que en su parte superior está localizado el "átomo simiente", conformado por materia, energía y conciencia. Todos somos parte de una conciencia universal, dividida en una colectiva y otra individual, es el espíritu que habita en todas las especies, un buen ejemplo para esto son: las hormigas, las abejas, los Bundimun; en estas colonias perfectamente organizadas se forma un sistema determinado que tiene vida propia. Conteniendo y compartiendo la energía individualizada de cada miembro y la de una misma Fuente Cósmica.
»Todos nos manejamos con una conciencia grupal. Si uno no se deja llevar por falsas suposiciones y extrañas premisas… sabrá que existe una conciencia colectiva, una biblioteca de información común a todos los seres que está continuamente siendo escrita y reescrita. Sabrás que, no hay sitio para la casualidad y, sí para la causalidad. Sabrás que, sabes que es lo que tienes que hacer, y que eres lo que debes ser. Como en un hormiguero universal, todos estamos conectado en diferentes, intrínsecos y profundos grados, a veces mucho más profundo de lo que la gente cree; piedras, plantas, arboles, varitas, escobas voladoras, lechuzas, Elfos Domésticos, Centauros, Dementores. Aragog —A Harry le recorrió un escalofrío por toda la espalda—. Todos ellos poseen, como tú, una personalidad e inteligencia que se adecua a cada uno. Cualquier conciencia colectiva no puede ser razonablemente utilizada durante un período de tiempo sin una individualidad distintiva. Sin embargo, eso no significa que ninguno de ello sean inferiores a nosotros los humanos; en realidad hay varias especies que podrían catalogarse de muy superiores, en cuanto a la espiritualidad y a la integración social.
—¿C-cómo el Sauce Boxeador, señor?
—Más bien como los Ents, Harry —explicó Albus, ante el desconcertado muchacho—. Como decía, en el interior de las varitas, también residen fragmentos de los “átomos simientes” del Árbol y del animal, incluso de la esencia del alma del mismo fabricante que la forjo, por ello no cualquier mago puede confeccionar una varita; así como dentro tuyo residen fragmentos del alma de tus padres, cuando la esencia de sus átomos simientes se mezclaron entre ellas, y posteriormente lo hicieron con la tuya; ellos sólo abrieron una puerta, un Puente de Poder que canalizaría el alma que manifestó uno de los espíritus de tu Yo Superior, para materializarte a este plano físico —Con un pequeño movimiento de cabeza, Snape pareció alejar algo desagradable—. Lo importante es que, el plan divino no es una procreación masiva y desbocada de individuos en el mundo, ni de este (ni en ninguno de los múltiples universos), sino la correcta educación y elevación de las vibraciones de cada una de las almas, para regresar al seno del creador iluminada, ya que todas las almas que existieron, existen y existirán ya fueron creadas; no hay un lugar en donde se fabriquen nuevas almas, Harry. Siempre son las mismas recorriendo diferentes universos, diferentes dimensiones, adquiriendo nuevos conocimientos; vibrando con una mayor o menor frecuencia.
»Cada alma viene a este plano con un karma y un destino (elegido por ella misma), algo así como una lista de acontecimientos que deben de ocurrirle, de acuerdo a las decisiones que dicha alma tome a lo largo de toda su vida, para comprender todo aquello que ha venido a aprender. Tú mejer que nadie lo deberías de entender ya que, el destino de todos los de esta dimensión habría cambiado rotundamente si el que hubiera muerto fueras tú en lugar de tus padres, o si ellos ni siquiera te hubiesen concebido —dijo Dumbledore con vos cansada. Una grotesca mueca se extendió a lo ancho del rostro de Snape, regodeándose ante la posible suposición—. Ciertamente la sucesión de acontecimientos habrían sido muy diferentes a las actuales; es por esto mismo que el destino no es algo absoluto y, es contantemente modificado por cada una de nuestras acciones. Seguramente la profesora Trelawney te enseño en sus clases de Adivinación que sólo se puede ver el futuro inmediato de un individuo; la diversidad de caminos que se nos presentan y cuales son a los que estamos más, digámosle, inclinados a tomar; pero ya nos fuimos por las ramas, regresemos a nuestro punto de partida. ¿Entiendes algo de lo que te dije, Harry? —preguntó Dumbledore mirándolo por encima de sus anteojos con forma de media luna; el muchacho sintió que lo estaba examinando con rayos X.