Aquí les dejo otro capítulo. Mil gracias a tordos lo lectores, por su comentario y su paciencia, los apreció mucho. Pasé una larga temporada oscilando entre mucho trabajo y cero inspiración @o@. Así que, les pido disculpas por la tardanza, tratare de agilizar más el próximo capítulo.
Besos y Abrazos. Y recuerden: ¡Don’t worry, be happy!
Verdes… ¿Por qué verdes y no castaños…? ¿Por qué ver…des…? De pronto, fue como si un baldazo de agua helada le pegara a Severus en pleno rostro. ¡Verdes! ¡Ojos verdes! ¡Cabello negro revuelto!
El Omega se giró de medio cuerpo y, con los vellos de la nuca encrespados, analizó el semblante del mago delante de sus ojos confundidos e inmediatamente, algo muy parecido al pánico se imprimió en los músculos de su rostro y sólo atino a tartamudear:
—T-tú… Oh, dios… —El Alfa a su vez lo miró confundido, con la boca entre abierta durante al menos medio minuto.
—Shhh… Aquí estoy… Shhh… —le dijo con profundo cariño, mientras su tímida y cálida mano se posaba contra las pálidas mejillas del Omega, amasándolas.
Un escalofrío recorrió el largo de la columna de Snape, revolviéndole las entrañas, mientras los ojos se le saltaron de las cuencas, en cuanto percibió el fuerte aroma de sus almizcles combinados y captó el enérgico palpitar del corazón del Alfa contra sus oídos.
«Oh, dios… No, no, no. ¡Por favor, no! ¡Qué esto no sea real!», pensó Severus horrorizado. «¡No! ¡No es real! ¡Esto no es real! ¡Esto no es real! ¡Es un sueño! ¡Esta es una horrible pesadilla! ¡Quiero despertar! ¡Dios, quiero despertar!» Retorciéndose, el Omega, lucho para quitarse de encima el cuerpo de su compañero, en tanto un desgarrador grito abandonaba su garganta.
«¡No! ¡No! ¡No!» Él no se había dejado gobernar por la lujuria desmedida, por los instintos más básicos de su cuerpo, apresando, enjaulando su alma afligida y atormentada, en la lúgubre frondosidad de la melancolía perpetúa.
Severus lloriqueó, sumido en la desesperación. Alzó un brazo y, pasándolo a la altura de los hombros, falló al intentar golpear con su puño la cabeza del Alfa; su mirada era demente, como la de quien había caído en la esquizofrenia, con un nuevo intento, logro tironear al Alfa de los cabellos y arañarle los oídos.
El desconcierto y la desesperación se apoderaron del Alfa en partes iguales. Él no sabía cómo sosegar al perturbado Omega, ¡ni siquiera estaba seguro si ésa era la reacción que debía esperar! Él había escuchado, innumerables historias sobre la intensidad del frenesí de copula que afectaba a los Alfas; estos incluso podían llegar a masticar vigas de acero con tal de alcanzar su objetivo, pero jamás había oído de un Omega que agrediera físicamente a su compañero de copula. Sin embargo, el aturdido mago ni siquiera tuvo tiempo a soltarse del jalón de cabello, ya que Snape le empujó con todas sus fuerzas hacia atrás, tirando del nudo que los unía; intentando forzar una separación, a costa de sufrir un desgarro anal, y de que a él se le fracturara el pene.
Un desagradable temblor recorrió el cuerpo del moreno, e intensas luces blancas brillaron delante de sus ojos por el dolor abrumador, apretó los dientes y cerró los ojos firmemente con fuerza, manteniéndose completamente quieto; cuando el dolor menguó un poco, un quedo gemido escapó de entre sus labios.
Severus intentó hacer que el sujeto sobre su espalda perdiera el equilibrio dándole varias patadas en la rodilla; sin embargo, éste logro trabarlo, aplicándole una llave de yudo alrededor de su cuello, mientras que con el otro brazo lo envolvía por el torso, para no perder el equilibrio pero, las uñas del Omega se clavaron en los muslos del Alfa, desgarrándole la piel a carne viva.
—¡Calma! ¡Calma! —gritó el otro mago, intentando que Severus le escuchase y se serenara—. ¡Calma, por favor!
No obstante, al instante comprendió que esa sería una tarea más que imposible, Severus no le hacía caso, e inmensamente angustiado, el Alfa hizo lo primero que se le vino a la cabeza, le mordió, hundiendo sus colmillos lo más profundo que le fue posible sobre la marca de acoplamiento y luego chupó con ganas, llenándose la boca con el metálico sabor; gruñendo y rugiendo desde la profundidad de su pecho.
—¡Su-suéltame! —gritó Severus frenéticamente—. ¡Suéltame, Potter!
El pequeño e inexperto Alfa, continúo drenándolo hasta que las fuerzas del Omega flaquearon y al fin logro someterlo. Snape se encogió sobre sí mismo, agachando la cabeza y ladeándola, ofreciendo sumisamente su cuello; tratando de ocultar las lágrimas que se formaban rápidamente en sus ojos—. ¡¡No, no, no!! No, por favor, no… suéltame… suéltame, Harry… ¡¡Suéltame!! ¡Te lo suplicó…! Harry, por favor… por favor…
—¡¡Por amor del cielo, Albus!! ¡¡Sepáralos!! ¡¡Parecen animales salvajes!!
Dumbledore se tambaleó cuando, McGonagall, lo agarró por el brazo y de repente le empujó hacia adelante. El anciano hizo una elaborada mueca, reticente a acercarse a la pareja recién acoplada y ella agitó sus manos al aire, alentándolo, con los ojos en blanco.
Albus sólo soltó un pesado suspiró, y comenzó a dar pequeños pasitos, vacilantes, con el temor de estar a punto de conseguir que el pequeño y alterado Alfa le desgarrara la garganta.
Durante el apareamiento, Harry, había trasfigurado a su estado de Alfa salvaje y no parecía nada contento con la repentina invasión a su privacidad. Dumbledore se detuvo a un metro de la pareja, tratando de parecer tan inofensivo como le fuese posible.
—Harry, muchacho, ven…
Albus se levantó sobre la punta de sus pies, tratando de ver el cuerpo de Severus por encima del niño en busca de lesiones; según parecer, ellos habían tenido una dura contienda antes de que el Omega cediera al asalto, las sabanas estaban manchadas con sangre, y el niño tenía numerosas mordidas, arañazos y magullones por todo el cuerpo. Entonces, Albus, agradeció a la naturaleza su condición de Omega y se concentró en enviar tantos pensamientos tranquilizadores y pacíficos hacia ambos magos como le fue posible. Él sabía que, tanto los sentidos de Harry, como los de Severus, se encontraban hipersensible a los estímulos exteriores por el anudamiento y los captarían con facilidad pero que, también percibiría los preocupados que Minerva y él se encontraban ante la situación.
—Ven aquí… —El director de Hogwarts se afirmó en el borde de la cama y respirando hondo, extendió su pálida mano hacia el alterado joven—, ven aquí, muchacho… —Harry olisqueó a su alrededor y soltó un vívido rugido, lanzando un zarpazo al aire, gruñendo y mostrando los largos y afilados colmillos, mientras el anciano soltaba el aire contenido en sus pulmones de golpe. Fue entonces que, los vivarachos ojos color cielo de Dumbledore, pudieron escanear gran parte del cuerpo de Severus; había sangre seca, y profundos arañazos por su espalda, pecho y muslos, así como hematomas y marcas de mordeduras en diferentes lugares. El director cerró su mano en un puño; ellos debían de sentir tanto dolor que, él ni siquiera podía llegar a imaginárselo.
Severus se agitó e intentó girarse, pero Harry le empujó de regreso al colchón y lentamente se recostó sobre su espalda, asegurándose de cubrir la mayor parte de su cuerpo, protegiéndole; frotando su cara contra los cetrinos hombros para tranquilizarle, de ahí el joven Alfa subió olisqueando hasta su cuello, y resopló ruidosamente cuando Severus inclinó la cabeza hacía atrás, pasando su lengua por la garganta arqueada de Severus, mordiendo, no como para herir, pero sí como para apaciguarlo.
—¡Mío! —gruñó el niño salvajemente, mientras lamía la marca de acoplamiento en la parte posterior del cuello de Severus que, gimoteó combándose contra el Alfa y pidiendo más.
«Dios…», pensó Albus. El niño ni siquiera tenía conciencia de lo que estaba haciendo, instintivamente le cubría con el aroma de su almizcle, marcándolo, para que todo aquel que se acercara a Severus supiera que ya había sido reclamado.
—Oh, Harry… muchacho —susurró Dumbledore, mientras hundía su mano entre los cabellos del niño, el cual soltó un gruñido más bravío que el anterior, tensando la espalda como un gato—. Suéltalo pequeño… —Le acarició suavemente la cabeza, indicando que nadie en esa habitación representaba una amenaza—, suéltalo… ven… dejá a Severus…
Dumbledore apretó los dedos, debatiéndose durante unos segundos, si debía continuar presionando al niño o no. Las cosas parecían ir bastante bien entre ambos y, a esas alturas, ellos ya no podían hacer nada para remediar la situación. Además, Albus no quería hacer o decir algo que lanzara a la perturbada pareja a un estado de pánico; sin embargo, una exaltada Minerva interfirió.
—¡¡Ya basta, muchacho!! ¡¡Contrólese!! —ordenó ella con voz autoritaria. Harry inmediatamente soltó un peligroso bramido sobre los oídos del Omega, el cual sólo jadeó sobresaltado antes de comenzar a convulsionarse.
Albus apenas tuvo tiempo de parpadear, en el momento que Harry rodó sobre la cama llevándose a Severus con él, quien únicamente atinó a gritar cuando su espalda golpeó el suelo y el pequeño Alfa se le montó a horcajadas, gruñendo y enseñando los colmillos a ambos intrusos.
—¡No, Minerva! ¡Atrás! ¡No te acerques! ¡Vete contra la pared! ¡Atrás dije! —gritó Dumbledore, levantándose de un salto y cruzando en un tris el espacio que los separaba, mientras empujaba a la mujer por los hombros.
—¡¡Pero él…!!
—Shhh, calma… Calma, Minerva… No lo incites… —susurró el anciano con un roto suspiro, mientras observaba a la pareja encogida sobre el suelo, con la desesperación coloreando sus ojos—. Contrólate…
Las manos de MacGonagall temblaban mientras las apretaba contra sus pechos y respiraba hondo; soltando el aire lentamente, ella luchó por dominar su temperamento.
—L-lo siento, Albus… No sé qué me pasó…
—Está bien, son las feromonas de la cópula… —Dumbledore apretó su hombro confortándola—. Perdona, Minerva, no quise gritarte, pero éste es un asunto sumamente delicado; no es un dominio territorial. Tus reproches solamente conseguirán provocar más al muchacho, no que él lo vea como la orden de una autoridad institucional…
» Además, todo es inútil, ninguno de los dos tiene conciencia de lo que está haciendo. Asimismo, cabe la posibilidad de que por la corta edad del muchacho que, Severus, sea su primera pareja reproductiva, en tal caso, sus instintos opondrán resistencia…
O por lo menos no cederían hasta asegurarse una concepción, y teniendo en cuenta la reciente condición de Severus, sería más fácil que… que Sybill y Firenze se casaran y tuviesen hijos… hijos muy, muy, muy raros… En fin, ellos tenían al menos dos días más antes de que ellos se desvanecieran, por la pérdida de líquidos y nutrientes esenciales durante la ininterrumpida maratón sexual.
Minerva se alejó bruscamente del agarre del director y se paseó de un lado a otro de la habitación, desconsolada.
—Minerva, calma…
McGonagall se detuvo junto a la puerta y se volvió hacia Albus, con el rostro corinto del coraje, y declaro:
—¡¡No puedo estar calmada, Albus!! Esto… esto es un horror… ¡¿Qué vamos a hacer?!
—Por ahora no hay nada que hacerle, Minerva… —Ella arrugó la nariz, indignada—. Sólo esperar a que… a que el calor se les pase… luego se verá una solución…
—¡No entiendo, Albus! ¡¿Cómo Potter logró burlar las protecciones mágicas?!
Dumbledore tampoco lo hacía. No se lograba imaginar cómo Harry se las había ingeniado. La oficina y los cuartos privados de Severus estaban sellados con un conjuro que sólo podía romperse desde el interior por el propio mago, la Red Flu había sido bloqueada, y un hechizo anti-aparición y otro anti-desaparición colocado.
Albus era la única persona que podía, tanto aparecerse como desaparecerse dentro de cualquier dominio de la escuela a voluntad, ya que era el director; incluso la misma Minerva debió valerse de su ayuda para entrar en los aposentos del pocionista.
—Tú crees que… ¿Que el propio Severus lo dejo entrar?
—Lo dudo… —dijo el director entre dientes, y la bruja alzó sus manos al aire, frustrada.
—¡¡Por Merlín, esto es inaudito!! ¡¡Algo así jamás había pasado!!
Dumbledore sólo se limitó a encogerse de hombros resignado, y agregó:
—Lo sé, Minerva… lo sé… créeme cuando te digo que, comprendo tu indignación… —dijo él con solemnidad—. Sólo Merlín sabe cuántas horas llevan copulando, y nosotros ignorantes del asunto…
Ese tipo de cosas jamás se le pasaban por alto. Albus llevaba un estricto control de cada Omega que entraba en calor dentro de los límites del colegio; estos eran inmediatamente separados por un hechizo que los ponía a resguardo del resto del alumnado en un ala especial de la enfermería y, si sus padres ya los habían acoplado, se los trasladaba a una habitación privada, bien dispuesta para recibir a la pareja.
Los Omegas no abundaban en Hogwarts, unos trescientos por cada mil alumnos, incluyendo al profesorado y demás miembros de la institución; los números prácticamente no variaban con los años y, ellos tampoco eran un grupo difícil de controlar, un promedio de diez Omegas entraban y salían de sus calores todos los días.
La noche anterior cuando el registro marcó que el periodo de Severus había comenzado, y que éste ya se encontraba debidamente aislado en sus aposentos, Dumbledore, se había marchado a dormir con una sonrisa en los labios. Había sido tan descuidado e imprudente…
—¡Oh, mi dios, Albus! ¡Ya empezaron de nuevo! —El rostro de Minerva se desfiguró terriblemente y apartó la mirada, mientras Harry reanudaba su «danza del amor» sobre el cuerpo de Severus, contoneando su viril y ansioso miembro contra las pálidas nalgas que se abrían al aire desinhibidas, ofreciéndose al placer—. ¡Hay que hacer algo! ¡Detenlos! ¡¡Detenlos!! —gritó la mujer desesperada, levantando un querellante índice hacia la pareja. Dumbledore ágilmente la cogió por el codo y le arrastro fuera de la habitación, cerrando la puerta con un golpe seco.
—No lo creo conveniente, Minerva; ellos podrían enloquecer —El director la soltó y se quitó los lentes de medialuna; cerrando los ojos, se frotó el puente de la nariz con su diestra, y agregó:—. La angustia les asfixiaría; no es así como debe ir un acoplamiento. Los compañeros deben permanecer juntos, aunque sea una situación tan desafortunada como ésta…
»El estado en el que entra una pareja después del primer apareamiento, es un momento muy peligroso, y me refiero a peligroso para todos, durante las próximas semanas (y sobre todo durante los siguientes cuatro días), Harry necesitará excesivo contacto físico con Severus o no será capaz de mantenerse bajo control; si los separamos ahora, ellos perderán el poco control que aún conservan sobre sus bajos instintos…
—Esto es… es horrible, Albus —De repente, McGonagall, se veía muy triste; su frente se arrugó y una mirada distante llenó sus ojos—, yo… yo no… cuando paso del medio día y Severus no se presentó a sus labores cotidianas me preocupé, sus inasistencias son tan poco habituales. Entonces recordé que, bueno…, tal vez su periodo había iniciado y que, no sé, quizás se sentía muy enfermo y debía pedirle a Poppy que bajara a revisarle pero, cuando mandé a un elfo domestico a investigar el motivo… jamás pensé que regresaría con ésta… ésta confidencia… ¿Cómo crees que ocurrió ésta desgracia?
—Prefieró no imaginármelo, Minerva. Por ahora, lo mejor es dejarlos justo como están, por lo menos hasta que todo se termine; cualquier percepción de amenaza a su compañero, no importa lo trivial que ésta sea y Harry podría… —El anciano dejó escapar un pesado suspiro, regresando las gafas de medialuna a su rostro—… apenas si lograríamos hacer algo para sujetarlo —Un destello de aprensión avanzó lentamente por su pecho—, ese muchacho atacaría a Severus, incluso intentaría matarle, sobre todo si con el aislamiento Severus recupera facultades sobre su inconsciente animal y se niega a someterse a su voluntad de nuevo …
Minerva abrió la boca, pero únicamente pudo mirar a Albus un en estado de conmoción durante varios minutos, y luego agregar escandalizada:
—¡¡Pero ellos ya se han acoplado!!
—Precisamente por ello, Minerva. En tal estado de frenesí, la alterada mente del niño puede tomar el distanciamiento como un acto de abandono… —dijo el anciano mago y luego respiró profundamente, mientras ambos miraban sobre sus hombros hacia la puerta—… trataría de darle caza, dejaría suelto su instinto de Alfa para hacer que Severus se sometiera a su voluntad o peor aún, de desafío y… y entonces aquí en verdad correría sangre…
Por lo general, los Alfas que eran separados de sus Omegas durante sus calores (ya fuese porque estos se encontraban enfermos o heridos), eran esposados y enclaustrados para mantener a salvo a las personas a su alrededor. No obstante, Dumbledore, sabía que un Alfa tan joven como Harry no lo soportaría, no sería capaz de estar alejado de su pareja recién acoplada, menos si está aún se hallaba en celo, se arrancaría la piel a jirones por anudarlo de nuevo; se volvería loco, atacaría indiscriminadamente a quien se atravesara en su camino, hasta que finalmente… ocurriera una desgracia…
—Oh, Albus… dijiste qué si Severus recupera la conciencia se resistiría… tú crees que el muchacho… el muchacho simplemente… —Minerva volviendo su mirada hacia el director y pasó saliva ente la sola idea.
—Sí, Minerva… Desgraciadamente, sí… —susurró Dumbledore con la preocupación grabada en su agotado rostro —. De algún modo Harry entró agazapado por la oscuridad de la noche y… y asaltó a Severus mientras él se encontraba más vulnerable, quizás dominado por la agonía de los calores, o a lo mejor hasta dormido… De otro modo, estoy convencido de que esto jamás hubiese ocurrido. Severus no es así, esto no es parte de su conducta habitual, él me habría informado del accidente al instante… —Dumbledore miró brevemente en dirección de la habitación y luego regresó su atención hacía la mujer.
—¿No sospechas que…? —La bruja volvió a suspirar, cambiando el peso de su cuerpo de un pie al otro, incomoda—. Bueno, ya sabes, Albus… tal vez… ellos…—El anciano la atravesó con una intensa y suspicaz mirada, y ella agregó con voz crispada—… ellos han estado manteniendo un idilio.
—¿Con Harry? —preguntó Albus con absoluta incredulidad—. No, Minerva; eso jamás… —el anciano mago frunció el ceño y se mordió ligeramente el labio, echando otro incomodo vistazo por encima del hombro—. Si hubiéramos encontrado aquí adentro al señor Malfoy o… a cualquier otro alumno de Hogwarts… Bueno. Sí, tal vez, lo consideraría.
»Draco le admira. Incluso, me atrevería a decir que, hasta se identifica con él y le idolatra; ellos siempre han mantenido ése especial lazo que salta a la vista de todos, pero con Harry… No, Minerva… Me resulta tan ininteligible… Severus jamás se liaría con un alumno y, de ningún modo, se atrevería a ponerle un sólo dedo encima a Harry…
Albus ahora lo veía todo con claridad. Severus no habías pretendido hacer lo que hizo, él lo había hecho porque no tenía otra opción. Harry era un Alfa, y ellos siempre conseguía todo lo que se proponían, sobre todo si se trataba de un primer round de apareamiento con un Omega receptivo; no importaba si éste le doblegaba en edad, o que en cualquier otra circunstancia de la vida le hubiese parecido poco o nada atractivo. Si la esencia de sus feromonas y el aroma de sus fluidos corporales le eran genéticamente atractivos, los impulsos más primitivos de su cerebro ganarían la partida, excitando su interés sexual hacia esa potencial pareja reproductiva.
Severus simplemente le había dado a Harry lo que éste le pedía, porque su faceta de animal instintivo le decía que, en un periodo sexualmente receptivo, un Omega no podía ni debía luchar contra la voluntad de monta de un Alfa, mucho menos si el candidato para la cópula era un macho joven, sano y muy vigoroso.
Albus sabía que, el inconsciente animal inferior, siempre ganaba la partida…
Era sólo un lapsus… Un absurdo que, te condenaba a cinco días de irreflexivo y maquinal impulso reproductivo, a una alocada carrera entre la atracción sexual, la química y el magnetismo animal…
—La evidencia muestra lo contrario… —espetó McGonagall. Dumbledore respiró hondo y empujó su mano hacía abajo, por su larga y espesa, barba blanca.
—La evidencia no es lo importante ahora, Minerva; tenemos un problema mucho más grande entre nuestras manos…
—Te refieres al Ministerio… —La bruja palideció al instante; su voz desvaneciéndose lentamente en el aire. Albus simplemente asintió.
—A pesar de que Harry ya es mayor de edad y que, puede acoplarse con quien él desee, sigue siendo uno de nuestros alumnos, y aunque las directrices de la institución prohíben las interrelaciones alumno-profesor eso… eso podría arreglarse… —aseguró el anciano mago y tragando saliva, mirando intensamente hacia la puerta—. Sin embargo, si la situación es como yo la supongo, y Harry sometió en contra de su voluntad a Severus… Minerva, ni siquiera yo conseguiré intervenir para que el muchacho no sea enviado a Azkaban, si es que Severus presente una denuncia formal… —Albus no pudo alejar la aprensión de su tono de voz—. Y si eso llega a ocurrir, no sólo la escuela caerá en desgracia… Lamentablemente, conozco lo suficiente a Severus como para afirmar que su ira contra Harry, lo hará cometer una insensatez…
—Oh, mi dios… pobre Severus… —se lamentó la subdirectora en voz baja.
Dumbledore simplemente asintió, afligido. Él sabía que la desgracia se cernía inherente sobre sus cabezas. Para el Ministerio, había un único castigo aplicable a los Alfas que asaltaban sexualmente a un Omega que ya había sido acoplado o no, y ése era la reclusión perpetua… Sumándole el desgarrador dolor que ambos experimentaría por la pérdida de su compañero, se podría decir que ellos estaban condenados… Ninguno Alfa vivía mucho tiempo bajo llave. Ningún Omega vivía demasiado alejado de su compañero. Finalmente, ellos se suicidarían, si el Ministerio tenían que sacrificarlos antes…
Severus nunca soportaría (no importa cuán fuerte fuese en cuerpo y mente), estar separado de Harry durante su próximo calor; el dolor, la desesperación y la angustia se lo comerían vivo. Sus instintos darían un paso al frente y se haría cargo de sus facultades mentales y le guiaría a hacer cosas que… cosas que él prefería no recordar…
Dumbledore conocía muy bien la agonía de la carencia, la había sufrido en más de una ocasión en carne propia, la misma le había dejado secuelas irreversibles; pendiendo de un hilo…a un quimérico pasó entre la locura y la muerte…
Sí, físicamente, Severus era fuerte, uno de los Omegas más fuertes que Albus había conocido en su larga vida pero, emocionalmente, Severus era inestable, quebradizo, como manojo de hojas resecas. Si bien, tras el paso de los años había aprendido a disimularlo con excelencia; aduras apenas soportaba pasar sus calores en soledad y sin estar debajo de la influencia de algún químico. Si ahora se proponía, vivir el infierno de estar sometido a cinco días al mes sin Harry, ellos ya podía decir que él había firmado su sentencia de muerte…
Cumplidos, comentario, sugerencias, ladrillazos; lo que gusten.