erioleloy
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| Tema: "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 6. Dom Mayo 10, 2015 12:40 am | |
| Capítulo 6. —No… no podría explicarlo… pero a así es… —Eso no fue lo que Harry quiso decir, pero él no encontró una mejor forma de expresarse, mas esas palabras, fueron la chispa que encendió la cólera de Snape.
—¡Cobarde! —le dijo casi gritando, harto de aquella situación.
—N-no…—intentó decir Harry.
—¡Cobarde! ¡Cobarde, como la maldita sabandija de tu padre! ¡Cobarde!
De pronto, Harry, sintió como se le cerraba la garganta con una desagradable e incomprensible irritación.
» ¡Es igual! ¡Igual! ¡Igual a él! —Snape se esforzaba por no gritar. Pero de pronto ya no pudo contenerse: —. ¡¡Alimaña inútil!! ¡¡Por una vez en tu vida, comportate como un maldito hombre!! ¡¡No como un despreciable animal rastrero! ¡Como una rata inmunda! ¡Asume la responsabilidad de tus errores, escoria humana! ¡¡No huya como la maldita cucaracha cobarde de tu padre!!
—Mi padre —replicó Harry con firmeza, casi con rencor—, ¡no era ningún cobarde! ¡Él fue un héroe!
—¡Sí! ¡Claro que sí, Potter! —concedió Snape con sorna.
—¡Él no era ningún cobarde! —repuso joven moviendo apenas los labios—. Y yo creo que, usted señor, no puede decir lo mismo. ¿O ya se olvidó de quien fue la rata traicionera que le dijo a Voldemort sobre la profecía que acabó con la vida de mis padres? ¡Usted no tiene derecho a insultar su memoria! ¡Mi padre fue un gran hombre!
—¡Tu padre era un cerdo! ¡Un cerdo! ¡Qué puedes saber tú de tu padre, Potter! —bramó Snape, su cara adoptó una expresión enloquecida, inhumana, como si le estuviesen ensartando con un hierro caliente—. Yo en cambio, mocoso inútil, cerebro disecado, podría contarte maravillosas historias sobre tu asombroso padre —se burló Severus—, historias que te pondría la carne de gallina y… hasta te provocarían arcadas…
La cólera y el rencor luchaban en su interior contra la conmoción y el miedo, hasta tal punto que Harry enmudeció unos instantes. Snape parpadeó unas cuantas veces, estudiando el rostro de Potter, que lo mantenía completamente inexpresiva, desafiante, pero su labio superior temblaba. Snape iba por buen camino, el tren de Potter estaba a punto de descarrilase por completo.
—¡Un cerdo inmundo! ¡Un cretino! ¡Una hiena despiadada!—dijo Severus, componiendo una siniestra sonrisa.
—¡Deje de insultar a mi padre! —exclamó Harry apretando los puños — ¡¡Él no era nada de lo que usted está diciendo! Él no era ningún… ¡¡nada de lo que usted está diciendo!! ¡¡Él era un gran hombre!! ¡¡Él dio la vida por su familia!!
Severus soltó una amarga carcajada y añadió con desdén:
—¡¡Tu padre, Potter, no era el estudiante popular y brillante, el bromista ingenioso que hechizaba a las personas por diversión!! ¡¡El gran y hábil jugador de Quidditch!! —chilló Snape—. ¡¡Él era un cretino infeliz!! ¡¡Un patán idiota y cruel que disfrutaba con las miseria y el dolor ajeno!! ¡¡Un arrogante fanfarrón estúpido y orgulloso, como tú!! ¡¡Un cobarde de…!!
—¡¡No hable de mi padre como si le conociera!! —le cortó Harry con voz temblorosa a causa del esfuerzo por controlarse. Ya no sentía nada de miedo; sólo rabia y desprecio—. Usted… usted… ¡¡maldito mortifago arrepentido!!
El rostro de Snape se contorsiono en una meca de puro rencor y odio.
—¡¿Qué dices, Potter?! ¡¿Que no le conocía?! ¡¡¿Qué no le conocía?!! —cuestionó Severus con tonó mordaz; chasqueando la lengua—. ¡Oh, Potter, si supieras! ¡Si supieras! ¡¡Yo conocí a tu padre!! Le conocía, muy, ¡muy bien! —se mofó Snape—. ¡¡Le conocí, mucho mejor de lo que tu podrías llegar a imaginarte!! ¡¡Le conocí mucho mejor de lo que el estúpido de Black le llegó a conocer!!
—¡Cállese, cállese, cállese! —saltó Harry, su corazón golpeando más rápido y más fuerte que nunca—. ¡No quiero oírle! ¡Cállese!
—Mejor, Potter… —Snape sonrió con una pequeña mueca de satisfacción al ver la turbación en el rostro del muchacho—, mucho mejor que tu vendita madre…
—¡Cállese le digo! —repitió Harry con autoridad, observando a Snape con todas las señales de una gran repugnancia—. ¡No se atreva a hablar de ella! ¡No se atreva a decir nada de ella!
—¡Tu padre era mucho peor de lo que ingenuamente creíste ver en ése maldito Pensadero! —señalo Snape fríamente, clavando sus ojos en Harry con una expresión de odio puro—. ¡Basura! ¡Eso era tu padre, Potter! ¡¡Una inmunda y asquerosa alimaña!!
Harry respiró hondo tratando de serenarse, de no caer en la trampa que Snape le estaba tejiendo, pero nada le dio resultado.
—¡¡Dejé de insultarle!!
—Desgraciadamente, Potter… yo conocí muy bien a tu padre… —Snape hizo una mueca involuntaria, como si hubiera tragado un líquido asquerosamente amargo—. Creame que mucho mejor de lo que yo mismo hubiese deseado haberle llegado a conocer… —Los labios de Snape estaban temblando, su cara estaba blanca de furia y sus amarillos dientes al descubierto—. El animal de tu padre, al igual que tú, poseía un original talento para las mentiras pero, ¡¡no la suficiente inteligencia como para ver a través éstas y medir sus consecuencias!!
—Suficiente, Severus… —lo atajó el director, con calma pero dureza, y Severus calló de inmediato, consciente de que esta vez había cruzado una peligrosa línea invisible.
Tanto Severus como Harry respiraban entrecortado.
El pocionista le dio la espalda a ambos, alumno y director, y se puso a dar grandes zancadas por todo el despacho, frotándose los nudillos de un puño con la otra mano; conteniéndose para no ponerse a romper cosas. Snape quería expresar su furia frente a Harry, pero también sabía que Dumbledore no se lo permitiría.
—Severus —dijo el director con serenidad—. Siéntate, por favor…
Severus se detuvo, mordiéndose la lengua y dirigiendo una mirada turbulenta hacia Dumbledore, cuyo rostro estaba surcado de arrugas; una distancia de tres metros los separaba, quedarse quieto le resultaba tan difícil como no gritar. Dumbledore permaneció contemplativo un momento, como si meditara sobre reprocharle algo o no, y al fin sólo dijo con serenidad:
—Severus… Escúchame, por favor…
—¡No! —chilló él, tan furioso que parecía maniático—. ¡No, Albus! ¡No!
—Severus, te ruego que me dejes terminar —repuso el director con paciencia—. Harry cometió un terrible error pero…
—¡No me digas que fue un error, Albus! ¡Éso no es ningún error es…!
—…ya hablamos del asusto —lo interrumpió Dumbledore con tono más severo—, conoces mi opinión al respecto.
—¿Ah, sí? —Snape se mantuvo en sus trece—. ¡Entonces, ¿por qué creés que este maldito crio estaba escuchando detrás de la puerta?! ¡En verdad, no sé qué pretendía con eso, Potter! —gritó furioso—. ¡¡Ya va siendo hora de que este maldito mocoso deslenguado aprenda a guardar algo de respeto!!
—¿Y no le parece que —remarcó Harry con la voz teñida de sarcasmo—, ya va siendo hora de que usted haga algo para merecer ese respeto, señor?
Snape perdió el poco dominio de sí mismo que conservaba, avanzó con pasos enérgicos hasta el muchacho y lo agarró por el cuello de la camisa, asfixiándole; manteniendo la cara del muchacho muy cerca de la suya. Harry le sujetó por las muñecas y lo intentó apartar de sí.
—¡Suél-te-me! —dijo el niño con voz entrecortada; grandes dientes caninos comenzando a deslizarse a lo largo de su labio inferior—. ¡Suélteme! ¡Maldito bastardo!
—¿O qué? —bravuconeó Snape desafiante—.¡¿O qué, Potter?!
A Harry se le seco la garganta. Sabía lo que Snape estaba a punto de hacer y nunca había sido capaz de impedirlo… La habitación empezó a titilar ante sus ojos, él se esforzó al máximo por dejar su mente en blanco pero, pese a su empeño, vagas imágenes brotaron como el agua de su mente.
De pronto, Harry se encontró de nuevo frente a Snape. Su mirada verde escudriño los ojos negros del profesor, con la vana esperanza que éste no hubiese visto nada de lo que él quería ocultar pero…
—¡¡Basura!! —aulló Snape, sacudido por fuertes temblores—. ¡¡Cretino!! ¡¡Degenerado!! ¡¡Cerdo inmundo!! —Severus apartó bruscamente al joven y sacó su barita tan deprisa que Albus apenas si la vio. Harry se incorporó con los ojos desorbitados y sacó la suya con igual rapidez; apuntándole, tan pálido como la cera.
—¡Suficiente! —ordenó Dumbledore, golpeando su taza con tanta fuerza sobre la mesa que el líquido se derramó por los bordes—. ¡Ambos, guarden esas varitas! —dijo con una voz tan potente que intimidaba—. ¿Acaso es mucho pedir que se comporten en forma civilizada y mantengan la compostura? Snape le lanzó a Dumbledore con una mirada diáfana y calculadora, como si estuviera formándose un juicio sobre él. No parecía ni remotamente avergonzado por su comportamiento,
—Severus… —exigió el anciano con el mismo tonó autoritario de antes—. Ahora, Severus… Snape bajo su varita sin reprochar, pero sus facciones denotaron la repulsión y el odio que emanaban de su interior; se giró y dio unos vacilantes pasos, apoyándose contra el dintel de la chimenea, y se quedó ahí, mirándose las manos con la cabeza agachada, como si rezara, mientras le temblaban las piernas.
—Quiébrate, Potter… —susurró a sus temblorosos dedos—. Quiébrate…
Harry se había quedado petrificado, con la varita en alto y enseñando los dientes, cual perro rabioso; desconfiado de que Snape se abalanzara de nuevo hacia él con otro arrebato de furia ciega.
—Harry, tú también —repuso el director, indicándole que volviera a su lugar—… guarda esa barita, y has el favor de sentarte.
Harry le observaba con un gesto inexpresivo, pero su mirada iba rápidamente de un ojo de Dumbledore a otro, como si intentara descubrir algo en uno de los dos, de calcular si poda confiar en él, en sus palabras. El anciano a su vez le estudió con una curiosidad expectante, y luego de soltar un abatido suspiró, suavizo sus rasgos, mientras Harry apartaba la mirada contrariado, dejándose caer en la silla de nuevo con un nudo en la garganta.
De nuevo hubo otro silencio incómodo, está vez más largo que el anterior.
—Harry… muchacho… —dijo Albus tras la breve pausa—, ¿comprendes que las mentiras sólo complican más esta delicada situación? —Harry hizo una mueca, mordiéndose el labio inferior—. La unión forzada (así como cualquier otro tipo de transgresión física hacia un Omega sin su consentimiento) está penada por el Ministerio, como un delito de abuso sexual con acceso carnal gravemente ultrajante, agravado por condición de aprovechamiento y sometimiento sexual en relación de dominancia jerárquica, Harry.
—¿U-unión, dijo…?—musitó el niño aturdido.
Severus rodó los ojos y soltó un teatral bufido.
—Azkaban, Potter —enfatizó Severus—, eso es lo que significa, directo a Azkaban. Ahí es a donde iras pequeña sabandija degenerada. Te ganaste un pase libre a sus lujosas instalaciones…
—Severus, por favor, podrías dejarnos a solas por un momento —pidió el viejo mago mientras se servía más té—. Severus…
—Ya te oí, Albus. Y no —replicó Snape entre dientes, contemplando el danzar del fuego, sin siquiera girarse—. Me quedare justo aquí, y escucharé la patética excusa de Potter…
—Bien, si prefieres ser necio —comentó Dumbledore con un ademán indolente, alzando su taza—… no hay que hacele.
Severus iba a rebatirle con algo ingenioso, pero se mordió la punta de lengua guardándose el veneno; en su futuro tendría suficiente tiempo para esparcirlo a diestra y siniestra… Toda una vida… toda una jodida y condenada vida.
—¿Y bien, muchacho…?
—… y bien, ¿qué profesor?
—Acaso debo ser más específico, Harry…
—No… —soltó Harry—. No, no recuerdo nada, señor… —observando por el rabillo del ojo al pocionista—. Ya se lo dije al profesor Snape…yo… por favor…—Harry no quiso sonar tan suplicante y desesperado, pero no pudo evitarlo—. Por favor, director… ¡Yo no lo recuerdo! ¡No recuerdo nada!
Dumbledore se contuvo de decir algo más. El niño parecía tan devastado, tan perdido e indefenso… ¿Cómo se suponía que él arreglaría ése desastre?
Suspirando, Severus dejó su lugar frente a la chimenea. Esto era algo absolutamente típico, como era de esperarse, Potter, había elegido ignorar sus problemas hasta que algún desastre inminente le forzara a la acción.
«Igual que con sus clases de Oclumancia», pensó Snape.
—¿Qué no recuerdas, Potter? —inquirió Severus indignado—. ¡Que me reclamate encontrá de mi voluntad! —Él observó la garganta del muchacho hincharse al tragar—. ¡¡Que entraste a mí habitación, agazapado como un vil ladrón en la oscuridad, y luego me montaste como a un vulgar animal de cria!!
—¡¿Q-qué?! —Harry le miró fijamente con los ojos abiertos de par en par; su rostro era una mescla de arrepentimiento y enojo.
—Así es Potter…—soltó el Omega con gesto melodramático, regresando sobre sus pasos—. Lo hiciste… Me montaste… ¡Me montantes! —le presionó Snape, su cara se había tornado alarmantemente blanca y demacrada—. ¡¿Qué no recuerdas, Potter?! ¡¿Qué?! ¡Ah, ya sé! ¡Necesitas que refresque tu memoria! —Snape se quitó con arrebató su túnica negra, aventándola sobre el sofá—. ¡Necesitas que me desnude aquí mismo, Potter! ¡Quieres que te monte una escenita!
Severus se desprendió la chaqueta con manos temblorosas y, Harry le vio caer a sus pies, con temor e incredulidad; sin poder evitar el lamentoso gruñido que abandono lo hondo de su pecho.
—¡¿Q-qué es lo que hace?!
El pocionista desabrochó los primeros botones de la camisa, echándola hacia atrás, mostrando su pecho y cuello, cubiertos de oscuras marcas y simétricas mordidas. Potter sintió que de repente sus dedos quemaban y que, las ganas de estirarlos hacia el profesor, eran demasiado grandes como para ignorar las pretensiones de su propio cuerpo.
Harry jadeó, tratando de controlarse. Miró con fijeza hacia abajo y se mordió el labio hasta hacerlo sangrar. Podía hacerlo. Podía controlarse, controla su cuerpo, podía controlar su biología; aunque estuviera temblando por volver a tocar esa tibia y suave piel. El pecho del niño se hinchó y volvió a caer, ahorcado.
—¿Qué te ocurre, Potter? —preguntó Severus con desprecio, sus delgados labios embozando una media sonrisa burlona—. ¿No sabés que son? —Harry hizo una mueca de dolor, como si el pocionista le hubiera aventado con algo—. ¡Míralas! ¡Míralas! ¡Míralas bien, Potter! ¡Tú me las hiciste! —exclamó Snape con fervor—. ¡¿Sigues sin recordar, mocoso degenerado?! O… quizás… quizás, deba mostrarte más piel. ¡¡¿Qué tal si también me quitó los pantalones?!!
La mente de Harry funcionaba a toda velocidad; en su vida jamás había sentido la necesidad de luchar contra su biología. Sólo ahora, frente a Snape semidesnudo, se sentía caer en el limbo de sus más bajos instintos. Sus ojos verdes se clavaron el los azules de Dumbledore, casi con desesperación. Buscando una señal, una mueca, una palabra, algo que le dijera que era lo que debía hacer pero, el director no parecía nada afectado ante lo directo de su suplicá, aunque cerró los ojos por una milésima de segundo, negando suavemente con la cabeza.
Harry se sintió desfallecer, preso de una terrible angustia y cerró los ojos por una fracción de segundo. Ya no tenía más sentido fingir o discutir. Tenía que pagar por lo que había hecho. Aguantó la respiración y esperó un momento, como si estuviera haciendo una especie de cuenta mental hacia atrás, entonces soltó toda la verdad con precipitación.
—¡Bien! ¡Lo confieso! ¡Fui yo!—exclamó Potter, encogiéndose sobre sí mismo y aguantando las lágrimas—. ¡Lo hice! ¡Entré! ¡Es verdad! ¡Lo hice!
—¡Sabandija degenerada! —espeto el pocionista al tiempo que rodeaba el sofá; cerrándose la camisa con aire decidido—. ¡¡Debería arrancarte las vísceras y hacértelas tragar!!
—Severus, por favor, calmá.
—¡¡Calmá una mierda, Albus!! | |
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