La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 1.

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erioleloy

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MensajeTema: "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 1.    "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 1.   I_icon_minitimeMiér Ago 06, 2014 3:07 pm

"Odio y Posesión"


Capituló 1.




Las maldiciones brotaban de su boca a diestra y siniestra, su respiración se agitaba cada vez más, sus labios temblaban; la histeria emergía de sus venas fogosas, de su ardiente garganta. Repetidas palabrotas brotaban y se desvanecían entre  los azulejos. Sus entrañas se sentían consumidas, como víctimas de un poderoso veneno.

Sin vergüenza u honor, Snape, derramaba lágrimas. Su erosionada fuerza de voluntad y su castigado orgullo, eran arrojados al viento con cada maldición. Se regañó a sí mismo por su debilidad, por su flaqueza; mordiéndose el labio inferior con fuerza suficiente para sacarse sangre, golpeó su puño contra el lavabo.

Espasmos le sacudieron hasta las puntas de los dedos. Su miembro intensamente erecto, se endurecía al punto de que el dolor se filtraba a través de sus lumbares; tan excitado, tan hinchado como si algo presionara  sus venas hasta el punto de reventar.

No importaba lo fuerte que gritara y que maldijera, aun si era al límite de sus pulmones, de igual modo sus alaridos no alcanzarían más oídos que los propio. Nadie le escucharía repetir una y otra vez la misma palabra:

—¡Mierda, mierda, mierda!

Sin embargo, lo peor eran esos tormentosos pensamientos que no dejaban de carcomerle la cabeza. De un tiempo a la fecha, los recuerdos le atormentaban durante las noches y los días le parecían una eterna calamidad. Los años desperdiciados y los sueños rotos parecían pasarle factura a cada minuto.

Esos espectros que le susurraban al oído que era un Omega casi cuarentón, muy poco agraciado, con más defectos que virtudes y muy marcado por una infancia traumática; huraña, soberbia, orgullosa y arrogante. A veces, demasiado impaciente y (lo admitía) muy injusto.

¡Un ex-mortifago cuya lealtad aún era constantemente cuestionada!

Además de que, ahora era una especie de abominación para la sociedad mágica, era un Omega, con una inteligencia años luz por encima a la media de los Alfas que se había dejado seducir por las Artes Oscuras.

Asimismo, era odioso con casi todo el mundo y no tenía demasiados escrúpulos a la hora de derramar sangre; había entregado a Emmeline Vance a Voldemort, aparte de haber cometido numerosos crímenes como Mortifago, antes y después de cambiar de bando.

Seamos sinceros, él no era material apto para nada. Ni los Alfas más urgidos por la desesperación se anudarían con alguien de su soberbio prontuario. Igualmente, ¿qué tenía para ofrecer? Entrega, calidez, obediencia y suavidad, ¿hijos?

¡Hijos que no tendría (y que no podía, ni deseaba) tener! ¡Todos los Alfas querían hijos! ¡Hijos propios! ¡Era parte de su imperativo biológico! ¡¿Por qué ahora se estaba complicando con toda esa mierda?!¡Ni siquiera debería importarle!

Durante la guerra su mente nunca se había detenido a pensar que, quizás algún día, podía llegar a desear tener otro compañero Alfa o incluso un Beta, o sencillamente hijos. No le había dedicado ni un segundo a ese tipo de pensamientos estúpidos. ¡Dios! ¡Ni siquiera estaba seguro de que seguiría vivo al día siguiente! ¡Ésa no había sido una opción nunca! Él apenas podía cuidar de sí mismo y no estaba dispuesto a cuidar de nadie más.

El mago se observó a sí mismo en el espejo, preguntándose: ¿«Qué habría sido de su vida si en vez de unirse a las filas de Voldemort se hubiese resignado a su biología (si tan sólo “él” no hubiese muerto), y simplemente fuera un Omega más»? Subyugado a las órdenes de un Alfa tiránico, misandromega y androalfacentrista que lo aborrecía por el simple hecho de ser lo que era.

Presionado por las responsabilidades familiares. Sofocado por sus propios hijos. Sintiéndose atrapado y perdido; enredando entre la desesperación y la apatía.

«Ésa sería una vida muy miserable, Severus…», pensó él.

Conformándose con el tedio rutinario y la monotonía de los quehaceres diarios de un hogar, porque la sociedad opresora así lo dictaminaba. Cambiando pañales, limpiando mocos y curando raspones; lavando ropa, planchando camisas, remendando pantalones y tejiendo suéteres. Aseando y preparando desayunos, almuerzos, meriendas y cenas, ¡lavando platos! ¡Fabricando más bebes! ¡Todos los días, todo el día, hasta que la última pisca de energía mágica abandonara su cuerpo!

¿Cuánto tiempo habría durado? Años, semanas, días, horas, ¡antes de suicidarse! Como esos desagraciados dieciséis Omegas por cada mil al año; sin contar las tasas de los que morían por violencia doméstica, crímenes pasionales, secuestro, prostitución, venta de órganos y complicaciones durante el parto.  

No. Él no quería (ni querría jamás) una familia.

Severus no quería anudarse a nadie, no deseaba (ni desearía) ningún Alfa más en su vida. Nadie volvería tener poder sobre él para oprimirlo, pisotearlo, destruirlo física y emocionalmente.…

Nadie más le utilizaría y le descartar como papel higiénico, ¡nunca más!

Nunca más sería el tapete de nadie, eso sí que lo tenía bien claro.

Antes prefería vivir mil años en soledad…

Aunque fuera un final patético, para un viejo inútil y amargado sin nada por lo cual sentirse orgulloso al morir…

Severus cogió agua entre las manos y se mojó la nuca, fue entonces que recordó las palabras intercambiadas con Dumbledore en su despacho la pasada tarde; en otro vano intento del anciano por hacerlo entrar en razones.

—El dolor nos conduce por caminos erróneos, Severus —Albus le había argumentado, con una humeante taza de té entre las manos, mirándole con compasión, mientras Fawkes daba ligeros cabezazos medio dormido sobre su hombro—, pero el miedo al dolor es aún un peor consejero, mi estimado amigo…  

—La pasión dura un momento; los lamentos toda la vida, Albus. Por fuera puede parecer muy bonito pero, por dentro tú y yo sabemos que hay muchos sucios y oscuros secretos guardados. —le había rebatido a su vez Severus, sorbiendo un poco de té.

—Severus, la felicidad pude hallarse hasta en los más oscuros momentos, si somos capaces de usar bien la luz —hubo dicho entonces Dumbledore con vehemencia—. No tengas penas de los muertos; más bien de los vivos y, sobre todo, de los que viven sin amor…

—Tratá de vivir sin aire Albus, ¿a ver cuánto duras? —había refunfuñado en aquel momento Snape con sarcasmo.

—El amor es lo único capaz de darnos un valor sobrehumano, un coraje inalcanzable y una fuerza capaz de vencer al mundo, Severus —le había expresado entonces Dumbledore con un semblante ilegible, acariciando la cabeza de la desplumada y achacosa ave que, gorgoteaba gustosa y picoteaba su barba con terneza—. Tú mejor que nadie debería comprenderlo…

—Precisamente por ello —había puntualizado este con rigidez—. Bien sabés que me ha traído más desdichas que alegrías a lo largo de los años… —El pocionista había colocado su taza sobre la mesa con un golpe seco y, el fénix revoloteó sus alas, enfadado, sobre el hombro del director—. Tenerme a mí mismo me ha demostrado que puedo vivir solo, sin caer en lo profundo del abismo…

Severus resopló, mojándose nuevamente el rostro, deslizando los dedos por su negro cabello, encaminándose con las piernas como gelatina hacia la sala; su cuerpo ya casi ni aguantaba su propio peso.

Se sirvió un vaso de wiski de fuego; trincándoselo de un sólo trago lo colmó al instante, repitiendo la operación un número indeterminado de veces. Consternado, lanzó el vaso contra el suelo empedrado, antes de arrastrar la botella consigo y dejarse caer contra el rígido sillón de cuero negro junto a la chimenea; esporádicas chispas de fuego crepitaron, rompiendo de a ratos el manso sigilo nocturno.
El alcohol no menguaría sus dolencias, pero el estupor de la embriagues, lo llevaría lentamente a pasear por los etéreos prados de la inconciencia, haciendo que todo ese martirio fuese más llevadero.

Snape dio un generoso tragó directamente del cuello de la botella, tapándose el rostro con un brazo, mientras que tibias lágrimas mojaban sus mejillas. El ardor de su bajo vientre era como una serpiente que escupía fuego en su sangre, erosionándole las venas, arremolinándose en los rincones más insondables de su cuerpo; gritos mudos le anudaban las cuerdas de la voz y el alma.

Haciendo de tripas corazón, Severus se acabó el resto de la botella de un «fondo blanco», dejando que está se deslizara entre sus dedos hasta caer al suelo, junto a una de las patas del sillón.

Pocos minutos después, su mente y su cuerpo parecían trabajar por separado; ya no podía ni quería, detenerse a pensar en lo que estaba haciendo.

¡Cada mes el mismo infierno…! Cada mes la misma solución… No conocía otra forma de escapar de la abrasadora tortura que le volvía con cada respiración.

Snape se quitó la camisa de un tirón, aventándola a lo lejos.

«Tan… tan sólo relájate… Relájate y déjate llevar…», pensó Severus, cerrando los ojos con un suspiro.

Las pálidas manos le temblaron de anticipación y placer, mientras se bajaba los pantalones hasta los tobillos y dejaba que la naturaleza de su cuerpo se hiciera cargo del resto.
Su diestra cosquilleó sutiles figuras sobre los contornos de su estómago, descendiendo y enredándose entre los crespos y húmedos rizos que rodeaban su erección, la cual se erguía plena, impetuosa y orgullosa, nada más sentir la punta de sus yemas.

Severus acariciar todo el largo de su pene, desde la base hasta el glande, y luego en sentido inverso; aferró firmemente su miembro duro y goteante con una mano, ascendiendo y descendiendo con movimientos suaves, simulando los empujes de la penetración. Deteniéndose esporádicamente y apretando con vigor la base, mientras que con la otra mano sujetaba el glande y lo estrangulaba un poco, para luego frotar su pulgar contra la bulbosa cabeza y trazar pequeñas caricias circulares sobre toda la superficie; raspando la punta de su uña sobre el frenillo y escarbando su meato.

Un gruñido gutural y obsceno, escapó de los labios del Omega.

Podía apreciar el viscoso flujo de su dilatado ojete crecer y escurrir por sus pálidos muslos; ensuciando el tapizado del sillón. Abriéndose de piernas, deslizó su zurda hacía abajo, masajeando suave y gentilmente cada uno de sus tensos testículos; clavando las uñas y tirando de la tersas bolsa musculares hacia abajo, retorciéndose con los placenteros pinchazos de dolor.

Un sutil aroma vaporoso, un olor al que Snape no estaba acostumbrado, inundo la habitación; era intoxicante y vagamente familiar. Como el roció veraniego en una mañana soleada, no tardó en envolverlo y embriagarle los sentidos…

Olía a madera de ébano y a cuero, a brizna, sol y libertad…

… Y éso lo excitó aún más.

Severus ahogó un quejido, mordiéndose los labios para no emitir sonido. Levantó suavemente su pene y sus testículos, e hizo pequeños círculos en la zona del perineo; presionando hacía dentro de la pelvis con fuerza y de manera rítmica varías veces, dándole un placentero masaje estimulante a su próstata.

Un dedo aventurero exploró con soltura la circunferencia de su húmido ano, empujando lentamente hacia la envolvente y sedosa tibiez; pronto tuvo dos compañeros más. Snape los metía y los sacaba con alternación, apretando su próstata y meneando sus caderas hacia arribá mientras bombeaba fuerte y rápido su verga, manteniendo un ritmó implacable. El aliento del Severus se quedó helado al oír unos sonidos inarticulados elevarse por encima de sus jadeos.

Revestida en una nube de alcohol, su mente no podía distinguir con claridad ni lucidez nada, aunque creyó reconocer muy lejanas sombras danzantes que cruzaban frente suyo. No eran mucho más que borrosas manchas revoloteando como espectros a su alrededor; repitiendo su nombre una y otra vez con voz ahogada.
«Snape… Snape… Snape…»

Invadiendo cada uno de sus pabellones auditivos, disparando un cortocircuito en la simpáis de su cerebro; ronca, baja y modulada. Sumamente sensual…
«Mírame, Snape… levanta la cabeza…»

Snape arqueó la espalda como un gato en celo, echando la cabeza hacía atrás y lamiéndose los labios, antes de dejar escapar un atronador gruñido.
«Oh, Snape… Omega asqueroso, ¿qué es lo que estás haciendo?»

Su mente bicéfala le gritaba que siguiera. Que no le hiciera caso a la voz intrusa. Que no se detuviera en pleno vendaval. Que únicamente se centrara en el placer de la carne, su carne… Pero aun así su mente erro y sin querer le recordó…

Recordó a ese hombre asqueroso… A se monstruo insensible… Se lo imaginó ahí, de pie delante de él torturándolo, sometiéndolo, atizándole los sentidos con sus palabras viles…

Severus abrió los ojos lentamente y una borrosa sombra caminó entre la oscuridad de la mazmorra, surgiendo como fantasma de algún misterioso rincón, hasta detenerse frente al sillón con aquella característica arrogancia, con esa irritante soberbia.
« ¿Ya estás por venirte, Snape? ¿Sólo con eso?»

Ojos viperinos le miraban hambrientos, dispuestos a devorarle. Profundos y exaltados, como borrascosas olas de mar…

Severus continuó estimulándose con movimientos suaves, con caricias que iba aumentando involuntariamente en potencia y velocidad a medida que el placer crecía voraz en su vientre, y su cuerpo temblaba desesperado por la necesidad de un orgasmo.
« ¿Por qué? ¿Por qué me haces esto?»
« ¿Aún no lo sabés, Severus?»
«Por favor, no… ¡No…! ¡Me duele!»
«Porqué te odio…»

« “¡Cállate! ¡No quiero escuchar tu maldito lloriqueos!»

Las caderas de Severus acompañaron los movimientos de sus dedos, potenciando las enloquecedoras sensaciones; necesitaba más, deslizar los dedos en su interior sabía a poco. No eran él. No eran su Alfa. No era la misma estimulación que podía ofrecer el miembro de un Alfa. No lograba alivio. No le colmaban. Snape gimoteó con fuerza y frustración. Sentía un dolor sordo entre las entrañas que sabía sólo cedería cuando se viniese.  
«No importa cuánto me hizo gritar y llorar de dolor…
Yo siempre regresaba a él,
siempre por más,
por sus migajas de placer,
por la necesidad de la copula,
por la laceraba quemazón
que chamuscaba  mi carne por dentro…»


Su ojete estaba hinchado y palpitante, sentí como la carne latía de puro deseo. El pocionista detuvo sus dedos, esta vez ejerciendo mayor fricción en su pene; imaginando que eran sus manos o mucho mejor que era su lengua caliente y húmeda. Severus gimió de gusto con sólo ese pensamiento. Y volvió a frotarse esta vez más rápido; tuvo que inspirar con fuerza para luego suspirar varias veces en un vano intento de desosegarse.
«En la vida no me quedaron más lágrimas para derramar.
Ni por él, ni por nadie…»


Snape se pellizcó un duro pezón y una sacudida le recorrió toda la espalda y cruzó su vientre, directo hacia su sexo; erizándole la piel y dejándolo quieto y jadeante. Él tuvo que apoyarse contra el respaldo, sentía todo el cuerpo tensó por culpa de aquella increíble lujuria que ceñía su piel.
« ¿Severus, por qué lloras?  ¿Acaso te duele?»
«“Pareces que aún no puedes sentirme…»

Su carne empapada y tierna, latía y se contraía anhelante contra sus dedos. El Omega respiró intentando sosegarse; luego de un par de profundas bocanadas, reanudó sus caricias y elevó al máximo el nivel de estimulación de su ano. Presionando, pellizcando y tirando de la carne de su pene con total libertad; entregado por completo al poderoso apetito, sin poder parar de gemir intensamente.
«Siempre quise apuñalarlo…
…con las mismas palabras crueles con las que él me apuñalaba a diario.
Quería lastimarlo de el mismo veneno que él me lastimaba…»

Severus presionó su próstata una vez más y arqueando la espalda, sus entrañas comenzaron a temblar con los increíbles espasmos de placer; gimió y gimió sin parar, gritando de satisfacción, mientras su cuerpo temblaba con intensos espasmos.
«En medio del maltrato, de los golpes,
de esas humillaciones tan repugnante,
siempre quise matarle…»

En su mente se lo imaginaba de cuerpo entero, parado delante de él mientras sus piernas temblaban descontroladas. Severus sentía el cuerpo empapado en sudor ante la eficaz y erótica imagen mental… Aquel nombre abandono su garganta en un susurró quebrado:
—James…
«Dime, Severus… ¿Qué quieres? ¿Qué deseas?»

La voz ronca, sofocada por el deseo, contestó a su llamado.  
James… James y su aroma fuerte, firme, protector y tranquilizador; llenándole los sentidos… él… su macho…su Alfa… su único dueño…
James… Un recuerdo, un sueño o una alucinación de los más profundos tormentos de su corazón; de su desquiciado cerebro. ¿Qué importaba? Severus jamás había experimentado una fantasía tan vivida, tan real… tan…
« ¿Qué, Severus…? Dime, ¿qué quieres?»


—¡Tócame! ¡Tócame! ¡Tócame! —gritó Severus; el dolor era tan agudo que se le clavaba como un millón de agujas finas, atravesándole la piel.
«Lo haré si éso es lo que quieres… ¿Lo quieres, Severus?»

—¡Sólo hazlo! Por favor… tocame… —suplicó el pocionista y, sin remordimiento se montó a cuatro patas sobre el sillón, abriéndose las nalgas y presentando su húmedo periné, reluciente a la luz de la chimenea

—. ¡Por favor, sólo hazlo! ¡Tócame! Te lo suplicó… por favor… te necesito… te necesito adentro mío…
«¿Quieres que te joda, Severus?  
¿Qué meta mi verga vigorosa por tu pequeño augurito tibio y mojadito? Siempre fuiste una puta tan libidinosa…
Tan golosa…
Mi putita…
Mi putita golosa…»

—¡Sí, sí, sí! ¡Te necesito! Necesito que me jodas… jodeme… por favor, jodeme… te lo suplicó…

El Alfa soltó un ronco gruñido aceptando la invitación.

Severus volteó el rostro sólo para encontrase con una hipnótica sonrisa predadora; arqueando la espalda, él empujó su culo hacía atrás, animándole a montarlo.

El Alfa paso sus enérgicas manos por los pálidos muslos hasta el centro de su culo, y Severus se estremeció en su contra; asombrado por la capacidad imaginativa de su cerebro.

El otro mago le amasó las nalgas antes de inclinarse y hundir su nariz entre los dos carnoso y redondeados montículos, olisqueando, pasando repetidas veces su lengua sobre el fruncido ojete con placer; degustando el acre sabor del flujo.

La mandíbula del moreno se apretó con fuerza cuando el Omega abrió más las piernas, ondeando su culo al aire, frenético. Su pulgar acarició la parte inferior del sedoso saco; embelesado con la visión de la linda y apretada entrada rosada.

El Alfa se llevó el pulgar a la boca y lo chupó antes de apretarlo contra el tembloroso agujero, frotándolo en círculos, rodeando el borde y empujando un poco hacia adentro. Al instante sintió los músculos alrededor del ano apretándose en señal de protesta; al principio él movió su dedo adentro y afuera, muy lentamente, pero a medida que los gemidos del Omega se volvieron gritos desaforados él añadió un segundo y tercer dedo.

El moreno ascendió con húmedos y lentos besos por todo el largo de la columna del Omega; chupando y mordiendo cada pequeño pedazo de piel que descubría a su paso haciendo que se estremeciera de placer, cuando sus labios rozaron con sutileza el área en donde se conectaba su hombro y su clavícula.
El deseo se arremolinó como una niebla roja al alrededor de Severus; era adictivo y él quería más. Echó su cabeza hacía atrás, exponiendo las hinchadas venas de su cuello con los ojos vidriosos.

El Alfa sopló aliento caliente sobre su cuello, lamiendo desde la base hasta la parte superior usando únicamente la punta de su lengua. Besando cerca de la oreja, pilló otra de las áreas sensibles del Omega; el aire caliente cerca de ahí lo volvió literalmente loco.

Snape arremetió sus caderas contra los anchos dedos del Alfa con furia; sin embargo, este los retiró para que no se viniera de pronto. El Omega protestó, tratando de reemplazar con sus propios dígitos la pérdida pero, el Alfa le dobló el brazo sobre la espalda, reteniéndolo hábilmente por la muñeca con una mano.    
Abriendo la boca entre besos, el Alfa se movía de arriba a abajo y viceversa por el pálido cuello del Omega; chupando sólo uno o dos segundos, succionando con la boca abierta y soplando aire frío en cada húmedo lugar al retirarse.    

Luego de haber besado el cuello de Severus por un largo rato, el Alfa mordió suavemente su piel tomándolo por sorpresa; pellizcando un poco de piel entre los dientes, levantándola suavemente antes de bajarla a su lugar con dulcera.

El Omega se estremeció, hundiendo el rostro contra el oscuro cuero del sillón cuando los labios del Alfa se cerraron contra la hendidura curvada de sus hombros, entretanto molía la punta del vigoroso falo contra su fruncida estrada; jugueteando, amenazando con empujar y penetrarle.

Severus no se contuvo más y gritó hasta quedarse sin aliento:

—¡Oh, James! ¡James! ¡James! ¡JAMES!

Un potente y feroz rugido retumbo contra las paredes de la mazmorra, y una ruda mano se enterró entre los oscuros cabellos del Omega; tironeando su cabeza hacía atrás de golpe. Severus contuvo el aliento, cuando los largos caninos del Alfa se hundieron profundamente entre la suave piel de su cuello y su hombro con fuerza; marcando como suyo para siempre.

Centímetro a centímetro, la punta del pene del Alfa desapareció en la profundidad apretada del tembloroso Omega. La cabeza de Severus se arqueó aún más hacia atrás con la boca entreabierta; dolorosos gemidos brotaron de su garganta, mientras el Alfa empujaba todo el camino restante con una sola y profunda estocada y, poco a poco, dulce y lentamente, se retiraba.

Severus aulló cuando la hinchada verga rozó ese mágico punto en su interior. El moreno empujaba dentro y fuera suyo con movimientos cada vez más rápidos e inestables; los músculos de su ano se apretaron cada vez más en torno al hinchado miembro con cada penetración.

—¡Más! ¡Más! ¡Más fuerte! ¡Penetrame más fuerte! —ordenó Severus con un gritó frenético; el calor de la pasión llenando cada centímetro de su cuerpo—. ¡Más! ¡Más rápido! ¡Mierda! ¡Carajo! ¡Más! ¡Más!

El moreno agarró la goteante polla de Severus y comenzó masturbarlo con el mismo ritmo de los empujones de sus caderas; una caricia hacia arriba, una penetrada, una caricia hacia abajo, una salida.
El pocionista sintió sus bolas apretándose de placer, mientras la voz se le quedaba atragantada. No podía decidir qué era lo que más le deleitaba, si apretar y contraer los músculos de su esfínter al alrededor del vigoroso falo que acariciaba su próstata o sentir las hábiles manos de Alfa acogotando el glande de su miembro.

Ambas sensaciones lo estaban llevando hacia el orgasmo con más rapidez que todo lo que había experimentado en el pasado; a ese ritmo Severus no estaba seguro cuánto tiempo más iba a aguantar. Cerró los ojos y soltó un grito agudo, antes de lograr morderse la mano y amortiguar los obscenos sonidos de su garganta; entretanto un borbotón de líquido caliente cubrió la mano del Alfa.

El moreno a su vez acarició un par de veces más el pene de Severus antes de deslizar sus manos hacía arriba, por los fuertes y pálidos brazos, hasta tomarlo por los hombros y empujarlo contra el sillón; penetrándolo con erráticas y voraces estocadas.

El Alfa se corrió con un potente rugido, colmando a su compañero con su semilla caliente; reclamándolo como su propiedad. Los músculos internos del Omega se contrajeron entorno al miembro, y el olor de las feromonas liberadas por el Alfa llenaron sus sentidos, abrumándolo.

Las oscuras pupilas de Severus se dilataron, y una neblina roja y espesa les rodeó, hasta que ambos fueron envueltos y separados del mundo exterior.

Sus corazones se detuvieron durante un segundo y luego, poco a poco, reanudaron sus pulsaciones; sincronizándose y latiendo al unísono…

Sus respiraciones mezclándose y adaptándose, convirtiéndose en una sola; cada exhalación del Alfa, el Omega la respiraba, cada inspiración del Alfa, surgía del aliento del Omega.

El Alfa podía leer todas las emociones del Omega en su conexión. La desesperada necesidad de ser amado y necesitado; el anhelo de pertenecía y el deseo físico que Severus estaba experimentando en esos momentos. El dolor de su magullado corazón desaventurado. Incluso el temor de ser abandonado, descartado como un profiláctico al final de la cópula…  

Instintivamente, el Alfa, supo que sus propias emociones brillarían como un faro en medio de una tormenta para que Severus pudiera verlas por igual… El anhelo que le quemaba los huesos por poseer al Omega, porque le perteneciera, la necesidad de protegerle de cualquier mal y las ansias de disfrutar de su cuerpo una y otra vez, hasta que ambos cayeran desvanecidos del hambre y la sed. También sabía que Severus podría ver su temor a ser rechazado por encima de sus necesidades de dominio y reclamo.

El Omega apreció como un peso flaco se derrumbaba sobre su espalda y sus oídos se inundaban con los placenteros ronroneos procedentes de la garganta del Alfa; la corona del abultado glande había quedado enganchada contra las rugosas paredes hinchadas de su cérvix, estimulándole con cada contracción involuntaria de su interior.

Varios minutos pasaron, mientras el cuerpo del Snape temblaba las réplicas de su orgasmo y el pene del Alfa continuaba pulsando, enviando chorro tras chorro de tibia semilla dentro de la tierna cavidad hasta vaciar la última gota. Todo lo que el Alfa podían hacer era quedarse así, abotonado, esperando a que su pene se deshinchara y que los músculos del canal que lo mantenía prisionero se relajaran.

El moreno desencajó sus colmillos de la pequeña herida sangrante del cuello del Omega y enterró su cara sobre los níveo omoplatos, resoplando. Severus lloriqueó, tironeando sus caderas de arriba abajo en una muda protesta de que lo mordiese de nuevo.  

El Alfa se mordió la punta de la lengua, conteniendo una grosería ante la punzada de dolor que le dio el tirón. Y sonriendo, deslizó su lengua por la marca que habían dejado sus dientes; apretando con suavidad y ternura la dañada piel entre sus labios, antes de girar el rostro del Omega y estirarse hasta que sus narices se frotaron en un beso esquimal, para luego devorarle la boca con delicada pereza.

A Severus el gesto le pareció casi insólito, demasiado tierno, demasiado casual, demasiado irreal; incluso para una fantasía, alucinación, o lo que fuere éso que estaba experimentando en aquel momento.
James jamás había tenido una disposición cariñosa después, o antes, o incluso durante el coito. Todo con él era, palo y a la bolsa, y si te he visto no me acuerdo…

El Alfa le cepilló la lengua contra los dientes para que le permitiera ingresar. Tímidamente Severus entreabrió la boca, brindándole total libertad para que jugará, para que la chupara, succionara y mordiera a gusto, mientras él se dejaba hacer, embelesado; sintiendo su cerebro adormecido por la gran cantidad de serotonina, dopaminas y endorfina que recorría su torrente sanguíneo; llevaba años sin experimentar tamaño calidoscopio hormonal, toda una montaña rusa de placenteras sensaciones.

El beso del Alfa era dramático, teatral, enorme y exagerado; como si se tratara de un animal salvaje que trataba de besarle y devorarle, todo a la vez. Severus en cambio, era toda concentración, con besos relajados y prolongados, directos, intensos, filosóficos, como si quisiera reafirmar su autoridad, su carácter en cada uno de sus movimientos.

El Alfa le abrazó por la espalda, estrechándolo fuertemente contá su pecho; acariciando y trazando errática figuras sobre su vientre. Copando sus pectorales, pellizcando y sobando los pequeños botones rosados; de los cántaros de miel botaron pequeñas perlas. Perlas que el moreno recogió con los dedos y se llevó a los labios; hundiendo su mentón contra el hueco del hombro de su amante con un suspiro, pegando la boca a su oído con la respiración errática.

Con un poco más de lucidez en la cabeza, Severus entreabrió los acuosos ojos, distinguiendo la suave y cálida luz de la chimenea que iluminaba una torpe sonrisa infantil, dibujada en unos finos labios encarnados; nevosas mejillas sonrosadas y revueltos rizos negros azabache, esponjados por el remolino de la pasión. Unos ojos verdes se abrieron como pimpollos de amapolas, perforando los suyos, brillando con fascinante devoción bajo la suave luz azafranada.

Brillantes ojos verdes… verdes… y algo hizo clic en parte más antigua y básica del cerebro reptiliano de Severus…

Eran verdes… los ojos eran verdes… y no castaños…


Última edición por erioleloy el Dom Mayo 10, 2015 12:05 am, editado 8 veces
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MensajeTema: Re: "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 1.    "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 1.   I_icon_minitimeLun Dic 08, 2014 7:05 pm

Jajajaj creo que la ultima escena me causo mucha risa el sarcasmo de Severus es genial y el pobre de potter ni como defenderlo jjjaaa, este es segundo capi y creo que no se si Dumby me cae bien o mal siento que en esta historia será una piedrita en el zapato ya veré que pasa.
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Yuki Fer
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MensajeTema: Re: "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 1.    "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 1.   I_icon_minitimeLun Ene 12, 2015 9:42 pm

pobre sev...mmm aunque no entiendo completamente.....como es que harry llego al lugar donde se encontraba sev... :s...


Última edición por Yuki Fer el Mar Ago 18, 2015 12:40 pm, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 1.    "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 1.   I_icon_minitimeDom Ene 18, 2015 8:31 pm

ohhh este capitulo esta mucho mejor todo mas separadito, la lectura se me hizo mas ligera, ya quiero saber que dice el Gry fav de todas (hasta de snape aunque lo niegue!) jeje... voy por el tercer cap! excelente!
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MensajeTema: Re: "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 1.    "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 1.   I_icon_minitime

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