La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 3.

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erioleloy

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MensajeTema: "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 3.    "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 3.   I_icon_minitimeDom Feb 08, 2015 11:05 am


Capituló 3.




Harry fue cegado por una fuerte luz apenas intentó abrir los ojos; su cabeza dolía como el infierno. Él trató de girarse sobre su estómago y taparse la cara con el brazo, con una almohada, con lo que fuera, pero no pudo.

Algo… algo no estaba bien…

El niño parpadeó, desorientado, veía todo borroso y su cuerpo se sentía pesado, como adormecido; ninguna extremidad le respondía y tenía la garganta seca, áspera y rasposa, como si hubiese tragado un desierto de arena. Apretó fuertemente los ojos, para luego volver a abrirlos y respirar profundo, percibiendo un aroma raro e intenso; era algo caliente y húmedo que no llegaba a ser desagradable del todo, pero que tampoco era perfume de rosas, olía como a sudor mezclado con… ¿con semen?

Aquello hizo que él se exaltara e intentar erguirse, luchar por mover brazos y piernas, pero estos inmediatamente se tensaron y único que consiguió fue angustiarse más. ¡No podía moverse!
Potter alzó como pudo la cabeza, intentando observar a su alrededor, pero sin lograr reconocer nada, ni los objetos ni el lugar; el terror le atizó la espina dorsal, haciéndole estremecer. Desesperado, intentó recordar, ensayar una y otra vez múltiples escenas en su mente, encajar cada pieza en su lugar pero, ¡nada! ¡No conseguía nada! ¡Su mente sólo era un caos!    

Sólo recordaba que la noche anterior se había despertado al oído un ruido extraño en el exterior y se había asomado por las cortinas, pero lo único que encontró fue a Ron roncando como una morsa.

Entonces, él se había vuelto a meter adentro intentando conciliar el sueño, pero todo intento fue inútil. Al rato de rodar de arriba abajo y de una esquina a otra de la cama, su estómago rugió, así que se calzó los zapatos y bajo a robar algo de la cocina.

Harry también recordó caminar y caminar por los pasillos y… luego seguir caminando… y en aquel momento el olor más dulce de su vida le asaltó y… y después… después ya no recordaba nada…  

—Tranquilo, muchacho, recuerda que debes respirar…

La inoportuna voz hizo que Harry girara la cara con brusquedad, mientras un gutural y atormentado rugido abandonaba la profundidad de su garganta; sus ojos estaban rojos y desorbitados, su respiración turbada y sus garras desplegadas, mientras echaba tarascones al aire con sus largos colmillos, batallando desesperadamente por soltarse.  

—Tranquilo… Shuu… Tranquilo.… Sólo conseguirás lastimarte —dijo la voz intrusa. Harry sintió como algo macizo y pesado se hundía a su lado, congelándole el aliento—. Ten… con estas te sentirás más cómodo…

Potter sintió como algo frío y metálico tocaba la punta de su nariz, y luego todo a su alrededor se aclaró como por arte de magia. «¡Mis gafas!», él pensó, con un jadeo de emoción. Harry, ni lento ni perezoso, rápidamente barrió con ojos vivarachos el lugar en donde se encontraba y… no… no le era familiar en lo absoluto…  

Era un cuarto bastante amplio, o tal vez así se veía porque la única cosa sugerente era la cama de doseles de brocato verde y plata en el centro que, a la izquierda, cohabitaba con un pequeño buro de ébano y, a la derecha, con una ventana; más allá había un escritorio y una silla de igual material pegados a la pared; al este, había un arcón, justo al lado de un vetusto armario, y al oeste, una segunda puerta que él supuso podría llegar a ser el baño.

Todo era muy austero. No había muchos adornos. Resaltaba al ojo que su habitante era alguien práctico que odiaba las cosas superfluas; sin embargo, lo que sí capturo la atención de Harry, fue un hermoso tapiz hindú que colgaba en la pared norte de la habitación, justo encima de la rustica chimenea junto a la primera puerta. El mismo parecía estar encantado, representando hipnóticas figuras que mutaban cada tanto, era tan cautivante y exquisito que bien podría hacerle llorar con su belleza.    

Potter regresó su atención a la una única ventana de la habitación, la cual se encontraba cubierta por unas pesadas cortinas hachas de la misma tela de los doseles de la cama, haciendo difícil la entrada del sol. «Claro, si aún es de día», él pensó. A pesar de todo, el dormitorio estaba muy bien iluminado por las ambarinas llamas de la chimenea; no cabía duda que el lugar era muy elegante y, aunque austero, incluso resultaba bastante acogedor…

—Harry, muchacho, ¿cómo te sientes?

El joven mago desvió su mirada hacia la izquierda, topándose con unos brillantes luceros azules que le perforaron el alma detrás de unos cristales de medialuna. Harry pasó saliva, preocupado, no había aura de bondad o picardía alguna en ellos, es más, hasta parecían algo… algo tristes… como desengañados…
Potter se relamió los resecos labios, y luego dijo con voz rasposa:

—B- Bien, sólo un poco… un poco… no sé… como mareado, o eso creo…

—Era de esperarse…

Harry parpadeó, confundido.

—¿D-disculpe?

—¿Sientes algo inusual?

—Uhm… ¿Inusual? —dijo el adolecente con los ojos mansos y claritos fijos en el techo—. ¿Inusual, cómo qué?

—¿Calambres? ¿Náuseas? ¿Cefalea? —señalo el director, chasqueando los dedos delante del muchacho, comprobando su reflejo vestibular.    

—Sí, un poco. Bueno, en realidad, bastante… es como… como si una maldita lechuza me picoteara el cerebro, o algo así… —contestó el muchacho—. Mi cuerpo se siente lánguido… No sé director, no siento ni los brazos ni las piernas…

—No te preocupes, es debido a la poca irrigación sanguínea —Harry ahora no dijo nada, únicamente le observó como si se le hubiese puesto el pelo verde—Los amarres… —El niño le continúo observando sin comprender, y Albus apenas contuvo el impulso de soltar un lago suspiro antes de aclarar—: Tus manos y pies están atados a la cama…

—Ah… era eso… —murmuró Harry, tirando de sus muñecas y sintiéndolas arder; fue entonces que él dirigió su atención hacia arriba, palideciendo al instante de la impresión.

Sus manos…  

Sus manos estaban manchadas con… con sangre…

Seca y ennegrecida sangre…

¿Por qué…?

—Desafortunadamente, no pudimos evitar ese pequeño altercado pero, gracias a Merlín, no fue nada grave, sólo un par de rasguños que cicatrizaran con el bálsamo adecuado…

—¿Q-que? —Potter pasó saliva, conmocionado—. ¿Qué fue lo que ocurrió, señor…? ¿Por qué… por qué estoy maniatado… a una cama…?

—¿No lo recuerdas?

Harry hizo una mueca contrariada y negó.

Dumbledore se mantuvo en silencio durante aproximadamente minuto y medio, analizando cada ínfimo musculo del rostro del niño que se revolvía incómodo sobre la cama en busca de una señal, una mueca, un tic nervioso, algo que le dijera que el muchacho estaba mintiendo, pero no encontró nada…

Sin más remedio, Albus, hizo lo que pretendía evitar desde un principio, penetró en la mente del niño y caóticos fragmentos desfilaron delante de sus ojos hasta que, horrorizado, él encontró lo que estaba buscando. Y ni él se lo creía pero, por primera vez en su vida, agradeció que Harry no fuera muy diestro en el arte de la Oclumancia. «Qué fue lo que hiciste, muchacho tonto e imprudente», pensó él, masajeándose las sienes con ambas manos y soltando un suspiró derrotado.

—¿Q-qué? ¿C-cómo? —Aturdido, Harry, sacudió la cabeza y revoloteó las pestañas—. ¡¿Por qué hizo eso?!

—¿Hacer qué? —contestó el director con simpleza.

—¡Hurgar dentro de mí maldita cabeza, sin mí permiso! —bramó el adolecente, sintiendo como el aire se le atoraba en garganta y no alcanzaba sus pulmones. Dumbledore le observó por encima de sus gafas, fingiendo perplejidad. Dos también podían jugar el mismo juego.

—No sé de qué hablas, muchacho… —murmuró con un repentino tono ameno y conciliador; deslizando su palma por la húmeda frente del niño y apartando un par de oscuros mechones—… aún tienes fiebre, pero menos que hace un rato —Harry cabeceó, apartando los largos y hábiles dedos, y frunció el ceño; él no se sentía para nada afiebrado—. Me parece que sigues cansado; mejor te duermes otro rato…

—N-no estoy cansado… y-yo no… —aseguró el joven Alfa, batallando contra el repentino sueño que le asaltaba—, no tengo… no tengo sueño… ¡Joder! ¡Puede dejar de toquetearme! —replicó Harry, cuando el director aparto otro oscuro mecho de su frente.

De repente, como si un balde de agua helada le mojara la espalda, Harry lo comprendió. Él conocía muy bien esa benigna mirada de ojos azules resplandecientes como dos turquesas, siempre le había aterrado más que el mismísimo Lord Voldemort. Dumbledore estaba utilizando sus feromonas apaciguadoras para someterlo y enviarlo a dormir de nuevo. ¡¡Justo como hacían los cerdos con las crias rebeldes!!      

Los ojos de Harry se estrecharon con cautela, mientras tragaba saliva, controlándose. El Alfa en su interior luchaba por saltar encima de la garganta del anciano y arrancarle la cabeza de cuajo.

—L-lo, lo siento, señor… —murmuró entre dientes, con la mandíbula tan tensa que sintió sus muelas rechinar—. N-no, no quise gritarle… pero… pero la fiebre…

—Entonces es mejor que duermas otro rato…

Harry apretó los dientes sobre la siguiente cosa que iba a decir; tenía ganas de gritarle al hombre que se fuera, o que lo desatara y lo dejara sólo, pero se contuvo a sabiendas de que cualquier falta de respeto que mostrase en su actual estado… cavaria su propia tumba…  

Un silencio incómodo se instaló entre ambo. Harry tomó varias respiraciones profundas, incapaz de reprimir el creciente enojo que le invadía, antes de preguntar:

—¿S-señor?

—Sí. Dime, Harry —El director se acarició la generosa barba, aplanándola contra su pecho y sonriendo con la suspicacia de una vieja cabra.

Potter a su vez desfiguró una mueca avergonzada y pidió:

—U-usted…Usted podría…  Eh… ¿Soltarme?

—Con gusto…—El pequeño Alfa dejó caer su cabeza sobre la mullida almohada con un liberador suspiro pero, de pronto, todo se fue al carajo —… cuando te tranquilices.

Harry se puso rígido, miedo e indignación lo llenaron al mismo tiempo; su corazón comenzó a latir más rápido de lo normal y, una sensación de aprensiva, le causo un dolor sordo en el pecho.

—E-estoy tranquilo, señor… —susurró el muchacho con la voz ahogada.

—Eso… no dice lo mismo, muchacho… —Había un borde frío en la voz del director, mientras se inclinaba hacia adelante, señalando sus garras.

Harry respiró hondo, cuando vio sus garras clavadas en las palmas de sus manos; la sangre empezaba a gotear por su brazo hasta manchar las sabanas. Él inclinó ligeramente la cabeza hacía un lado y rodó una mirada de regreso al hombre, mordiéndose el labio inferior con ansiedad.

—Al menos podría…eh… —tartamudeó el joven moreno; agradecido de que, al menos, una fina sábana blanca le cubría medio cuerpo—, ya sabe…

—¿Explicarte el motivo de tú desnudes? —Harry tragó con fuerza, moviendo la cabeza en forma afirmativa—. ¿Tampoco recuerdas eso? —cuestiono Dumbledore, y esta vez el niño negó con los labios apretados y el rostro rojo hasta las orejas—. Ni esto ni lo otro… —repuso el anciano, mientras sus manos bajaban hasta moverse por el lastimado brazo de Harry con la frente arrugada—. Bien, mi joven amigo, entonces creo que soy la persona menos indicada para preguntarle ésas cosas…

—Q-qué… ¿Qué quiere decir, señor? —El ritmo cardíaco de Harry se aceleró hasta que su corazón retumbó contra su pecho.

—Justamente eso que está pasando por tu cabeza. —respondió el otro mago, con pesada tristeza en la voz. El muchacho tragó con fuerza, porque no estaba muy seguro de lo que «eso» significaba exactamente.

—N-no sé de qué está hablando, señor…

Harry sentía como si estuviera de pie en un terreno inestable, sin saber hacia dónde correr, como si la tierra se derrumbara bajo sus pies, y eso hizo que se le pusiera la piel de gallina; sin embargo, no fue hasta que Dumbledore alargó su mano y acarició su cabeza que Harry se dio cuenta de que había estado temblando hasta ese momento.

—Shhh, calma, muchacho… calma… —dijo el anciano, sin apartar sus ojos del niño, porque Harry no era más que eso, un niño.

Un niño sólo y muy asustado…

Pero, lamentablemente, eso no justificaba su gran estupidez…

—Será mejor que tomes una ducha, te reúnas luego con nosotros en la sala… —Albus juntó las manos y se las frotó, luego las dejó colgar entre sus rodillas; podía sentir el peso de la culpa arremolinarse en la boca de su estómago.

—¿Nosotros, señor? —inquirió Harry algo confundido por el repentino, y nada sutil giro de la conversación.
—Esa puerta de ahí enfrente —dijo Dumbledore, ignorando su pregunta y señalando hacia su izquierda, a una discreta puerta de la cual Harry no se había percatado—, es el cuarto de baño —Albus le dio unas palmaditas al muslo de niño y luego se echó hacia atrás y se levantó—; en su interior encontraras todo lo que necesites. Una vez que estés presentable, podremos tomar té y hablar con más profundidad sobre el tema…

El anciano le dedico una última mirada benévola y luego salió de la habitación dejándole solo. Un segundo después, los amarres alrededor de su cuerpo cedieron, deshaciéndose en el aire. Harry se sentó rápidamente, cubriéndose de un tirón hasta la barbilla y soltando un tembloroso suspiro, apretando su agarre sobre la tela.

«¡Maldición!» Harry se pasó una mano por el desordenado pelo en un gesto nervioso. «¡¿Qué diablos paso?! ¡¿Qué hacía ahora?! ¡¿Dumbledore le expulsaría del colegio?!»

El joven se estremeció interiormente ante la idea. Recordó a Dumbledore, era el clásico retrato de la furia fría; la cólera sonrosaba ligeramente sus naturalmente pálidas mejillas. A pesar de los horrores que había vivido en los últimos años, Harry, amaba a Hogwarts. ¡Él no quería marcharse!

Cuando él regresó a cursar su último año, no se esperó recibir más sobresaltos. ¡Pero no! ¡Él era Harry Potter y algo tremendamente horrible, y muy fuera de lo ordinario (incluso para el mundo mágico) le tenía que suceder a él cada año!

Harry extrañaba esos amenos días de su infancia, en donde lo más calamitoso que le podía pasar era una confrontación con tío Vernon, un castigo de tía Petunia o hurí de Dudley y sus atolondrados amigos, para que no le volvieran a meter la cabeza dentro del inodoro del colegio.      

Potter apretó los labios y se bajó de la cama, sabía que iba a tener que dar más de una explicación en las próximas veinticuatro horas, ¡explicaciones que él no tenía! Se dirigió al cuarto de baño, quería sacarse ese olor a sangre y… a eso que no sabía qué era… antes de ir arrastrándose con el rabo entre las piernas y suplicarle a Dumbledore que no lo echara a patadas.

¡¿Qué mierda había pasado la noche anterior?! ¿Por qué carajo había amanecido desnudo y atado en la cama de una habitación desconocida…? Su mente continuaba en blanco, mientras cogía una toalla de la parte superior de la cómoda y se metía en la ducha. Harry se enjabonó y limpió el olor restante a sangre y, aquello dulce y acido que le cubría todo el cuerpo y que no llegaba a reconocer.

«¿Qué rayos era eso…?»

Harry observó su cuerpo, acariciando suavemente las enrojecidas marcas que se extendían a lo largo y ancho de su pecho, eran finas y numerosas, algunos incluso estaban superpuestos encima de otros; bueno, al menos ya no sangraban como las que se acababa de hacerse en las palmas de la mano.

A Harry no le importaban las cicatrices, había vivido toda su vida con una cicatriz que le zigzagueaba la frente de punta a punta. Total, ¿qué le hacía una mancha más al tigre? Sí, en cambio, estaba un poco sorprendido, más bien digamos que descolocado por no recordar el motivo de las mismas.  

Analizó sus muñecas, quemadas por la fuerza que él mismo había ejercido en contra de las cuerdas. Delineó con las yemas de sus dedos las heridas más marcadas, siseando por el ardor. Continúo observando el resto de su cuerpo, analizando cada marca, cada hematoma, cada mordida y rasguño; dedos marcados que se dibujaban a lo largo y ancho de su torso, sus brazos, sus caderas, sus muslos y… ¿sus nalgas?

De pronto, en aquel instante, la realidad lo golpeo…

Lo impactó directo, como un tren de carga a ciento diez millas por hora.

Harry apoyó las palmas contra los húmedos cerámicos y cerró los ojos, mientras un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.

«Santo cielo qué… ¿qué mierda he hecho?»

Harry se puso más colorado que… que el culo de un mandril, al recordar alguna de las difusas imágenes de lo que había ocurrido la noche anterior, de cómo había caído en sus brazos… y en su cama…

Un terrible arrepentimiento lo asaltó. «¡Mierda, mierda, mierda!»

¡Nadie más necesitaba saber acerca de aquello! Tal vez, tendría suerte y «él» no diría ni una palabra. Aunque, después de las experiencias que había tenido con el sujeto, lo dudaba. De otro modo, Dumbledore no estaría ahí, haciendo preguntas e indagando dentro de su cerebro.

Harry se quedó frío…

¡¿Por qué?! ¡¿Por qué lo había hecho?!

¡¿Por qué había perdido el control de esa manera?!

Cuando él le había visto entrar al despacho oliendo a… a la gloria misma… y se había sentado en ese maldito sillón de cuero negro y había comenzado a… a… a jugar consigo mismo… ¡él simplemente no pudo! ¡No se pudo controlar! ¡¿Quién podría?! ¡Él sólo explotó! ¡Como un millón de fuegos artificiales!
Nunca se había sentido tan excitado, tan avasallado. ¡Nunca! Tenía diecisiete años y seguía siendo virgen (¡quién podía culparlo!), o por lo menos él lo era hasta hace un par de horas atrás.


«Dios… ¿Dios? ¡Dios!»

Él había perdido su virginidad con… con…
…con Snape.
¡Había perdido su virginidad con el murciélago grasiento!

«Joder… eso era como una revelación mística…»

Después de dar tantos pretextos y vueltas, tan sólo para llegar a segundas bases con Ginny aquella tarde en la Madriguera. ¿Por qué? ¿Por qué con Snape había sido tan fácil? ¿Qué había de diferente en el murciélago grasiento aquella noche, para que él se lanzara de cara al vacío? Porque a él nadie lo engañaba, ¡había algo!, desde el primer momento hubo algo… algo inexplicable… una química… una atracción inmediata y mutua… ¿Qué? ¡¿Qué era?! ¡No lo comprendía!

Pero de algo sí estaba seguro, todo en él le había invitado. Lo había seducido, inducido; lo había incitado. Él no era así. ¡No era así! A él le gustaban… las mujeres, ¡y le gustaban mucho!

Jamás se le hubiera cruzado por la cabeza siquiera besarse con otro hombre; mucho menos si «ese hombre» era tan desagradable, feo, grasiento y… y… ¡anciano!  

¡Era culpa de Snape! ¡Sí, eso era! ¡Era culpa de Snape! ¡Su maldita culpa! ¡¿Qué diablos le había hecho?! ¿Qué tipo de Artes Oscuras había utilizado sobre él para embobarlo?

Una vez que Harry estuvo limpio y, sin rastro alguno de lo que había ocurrido entre ambos, salió de la ducha y se secó, devolviéndose a la habitación y se sentó a la orilla de la cama.

—¿Qué mierda hiciste…? —Harry se preguntó así mismo, recostándose con los brazos detrás de la cabeza; contemplando el techo, meditativo.

De pronto, él se preguntó si… ¿si se arrepentía de lo que había hecho y…?
Y Dios… no… No. No lo hacía… Realmente, ni siquiera lo lamentaba. Había sido la experiencia más alucinante de toda su vida; sin embargo, al mismo tiempo se sentía aturdido y atontado, por haberse acostado con Snape.

Aturdido y atontado porque, la mejor y única, experiencia sexual que había tenido en toda su vida había sido con…

¡Joder! Ni siquiera podía pronunciarlo…

¡Ni se podía sacarse de la cabeza esos malditos labios!

¡Nadie lo había besado de esa forma en su vida! ¡Quién lo diría! ¡El maldito murciélago grasiento hacia un magnífico trabajo con esa afilada lengua de víbora venenosa!

Entonces, Harry comprendió que nunca había besado antes en su vida. No como se besaban los verdaderos amantes. Eso era lo que significaba hacer el amor… esa calidez, esa humedad; esa lengua acariciando sus labios y sus…y sus…

Harry se levantó bruscamente y busco su ropa por el suelo; logró divisar sus pantalones arrinconados al otro extremo de la cama, junto a una de las patas del buro.

¿En dónde diablos estaba su camisa?

El moreno sintió un pequeño estremecimiento en su cuerpo al encontrar lo que parecía un retazo de su camisa debajo de la cama. Al recordar la ardiente lujuria en los ojos del hombre mayor cuando le arrancó la prenda con un tirón. Fue un poco emocionante y, muy excitante, saber que él, un muchacho bajito, torpe y escuálido, un desastre en dos pies, podía encender a alguien hasta hacerle perder por completo el control.  

Potter se inclinó para recuperar sus pantalones del suelo, descubriendo con los pelos de punta que estos no se encontraban en mejor condiciones que su camisa.

«Genial», él pensó, paseándose de un lado a otro de la habitación, inquieto.

¿Y ahora que se ponía? Él no pensaba salir así, como dios lo hecho al mundo.

En aquel momento, recordó haber visto algo sobre la cómoda y se devolvió al baño, salió un momento después, frotándose la parte de atrás del cuello con una muda de ropa limpia; no eran sus mejores trapos, pero por lo menos eran suyos y no de Snape.  

Bueno, eso sí que sería extraño, salir de la habitación de Snape vistiendo su ropa. Un escalofrío recorrió la espalda del niño mientras se afirmaba en el borde de cama y dejaba caer la cabeza entre las manos, sonrojado.  

Una parte distante de él se preguntaba, ¿por qué no estaba resentido con Snape, o por lo menos molesto? Harry simplemente no sentía nada, ni vergüenza ni angustia ni ira. ¡Nada! ¡No sentía nada!
Tampoco había nada que él pudiera decir o hacer para justificarse y, ciertamente, no quería contestar las preguntas que quemaban en los ojos azules del director. ¿Debería mantener la boca cerrada? Y simplemente aceptar las consecuencias de sus actos ante Dumbledore o… ¿enfrentar a Snape y…?

« ¡No! ¡No, Harry! Miente, Harry, ¡miente!»

Una mentira repetida mil veces se convertía en una verdad…

Eso era una realidad, él lo sabía, ¡lo había vivido!

Los Dursley le habían mentido de tantas coloridas formas, y en tantas numerosas ocasiones. Negándole toda información sobre el mundo mágico. Mintiéndole tanto sobre sus padres que, Harry se había terminado creyendo toda la sarta de mierda que Vernon se había inventado.  

«Miente y niega, Harry… Miente y niega…»


Harry se aferró a ese pensamiento en particular, como si se agarrara del medero de un naufragio. Después de todo, ¿quién lo iba a contradecir? En sí, ¿qué era la verdad? Sólo un acuerdo entre una afirmación y un hecho (o la realidad a la que dicha afirmación se refería), y ante la fidelidad de la idea que se tiene ante ese mismo hecho, entonces…

¿Qué es lo que constituía una verdad?

¿Con qué criterio se podía identificarla y definirla?

¿Hasta qué punto la verdad era algo relativo o absoluto?

Si la verdad dependía de la perspectiva de quien la mírese, entonces, la verdad también podía ser una supuesta mentira y, la mentira, a su vez una verdad figurada…

Capítulo 2

Capítulo 4


Última edición por erioleloy el Dom Mayo 10, 2015 12:02 am, editado 5 veces

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MensajeTema: Re: "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 3.    "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 3.   I_icon_minitimeLun Feb 09, 2015 10:06 pm

ohhh por diosss.... no puedo creer lo que paso....estoy en shock total.....sensei que pasara..realmente snape hara eso...... o tal vez lo haga recapacitar albus...mmm no se siento pena por severus pero tambien por harry porque sin querer termino en una situacion muy mal.. :/ pero que se puede hacer... mmmm bueno sensei espero la actualizacion pronto...porfaaaa no me dejes con la angustia de saber que cosas realmente van hacer..>.<
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MensajeTema: Re: "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 3.    "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 3.   I_icon_minitimeVie Mar 13, 2015 9:19 pm

Muchas gracias por el capítulo, algunas cosas del omegaverso nunca terminan de cerrarme. Pero el fic vale realmente la pena Smile
Me gusta mucho como va pintando la historia. Espero que puedan de a poco resolver diferencias y llevar adelante su vínculo adecuadamente.
Nos leemos, saludos.
Pd: Te puedo hacer un comentario sin que te molestes? Hay una falta ortográfica recurrente que sinceramente no puedo dejar de marcarte, no se escrbe barita, sino varita.
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MensajeTema: Re: "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 3.    "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 3.   I_icon_minitimeDom Abr 26, 2015 10:52 pm

No inventes esto es realmente wow Shocked Shocked Shocked

Severus y Harry están en una situación de lo mas bizarra y se que Severus tiene mucho resentimiento pero el odio descomunal es increíble, lo peor es la racionalidad de Severus aunque de cierta manera comprensible pero es que da miedo y Harry no se me da tristeza su realidad solo espero que esto mejore que la verdad lo dudo y mas con la actitud de Severus, espero que actualices pronto por que necesito saber que va a pasar
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MensajeTema: Re: "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 3.    "Odio y Posesión". NC-17. Capítulo 3.   I_icon_minitime

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