alisevv
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| Tema: En busca de la libertad. Capítulo 6. Disfrutando el amor Jue Nov 29, 2012 7:51 pm | |
| —Albus, me mandaste llamar —preguntó Remus, entrando en la pequeña habitación que el anciano utilizaba como salita de su recámara.
—Sí —contestó con rostro serió—. ¿Quieres una taza de té?
—Por tu cara, preferiría algo más fuerte, si no te importa.
—Sírvete tú mismo —invitó, señalando un barcito cercano.
Mientras el más joven se servía una generosa porción de whisky, Dumbledore prefirió un té tranquilizante. Cuando ambos estuvieron cómodamente instalados, el mayor hizo la pregunta que Remus temía.
—¿Qué has sabido de Harry y de Snape?
—Nada —confesó Remus, antes de dar un largo trago a su bebida—. No he podido volver a su casa, pues dejó órdenes estrictas de que me llamaría si me necesitaba, y sería sospechoso si la gente me viera rondando por su mansión sin ser invitado. Envié vigilancia a casa de Severus, y, al parecer, sigue saliendo todas las mañanas al amanecer y regresa al anochecer.
—¿A la cabaña?
—Apostaría a que sí.
—Maldición, si alguien cae en cuenta de lo extraño de sus acciones, le van a descubrir, y con él a ese muchacho.
—No lo creo. En verano no trabaja el Parlamento, y Severus acostumbra ir a recorrer sus tierras, generalmente a caballo. Su comportamiento no va a extrañar a nadie. Además, a Lucius ni se le pasaría por la cabeza que su esclavo fugado está con él.
—Aun así, Remus, necesitamos traer a Harry a la mayor brevedad. Ya está casi todo preparado. Si confirmamos que es el heredero y hacemos correr la voz, una vez empecemos el ataque, el pueblo nos seguirá con los ojos cerrados. Tenemos que entrenarle para que se enfrente a Voldemort. Le necesitamos aquí, y es para ya.
—Pues si se te ocurre alguna idea, te ruego que me ilumines —replicó Remus, no sin cierta molestia. Él entendía la necesidad de cambiar el orden existente, pero no le gustaba la idea de que utilizaran a Harry como un arma arrojadiza; era el mejor amigo de Draco, y éste no le perdonaría jamás si le llegaba a pasar algo.
—Sí que tengo una idea —contestó Albus, ignorando el tono enfadado de su interlocutor—. Tienes que ir a verle a la cabaña y convencerle de venir a las catacumbas.
—¿Y cómo voy a traerle? Podrían reconocerle, y aunque las cosas están más calmadas, aún sigue en pie la recompensa ofrecida por Lucius.
—Vendrás de noche a través de tu sótano y partirás por la ruta del bosque —explicó, refiriéndose a la salida de las catacumbas que emergía en lo profundo del bosque que rodeaba la ciudad—. Allí te estará esperando Alastor con dos caballos. Él sabe una ruta para llegar a esa cabaña sin tener que pasar por la ciudad; tendrán que dar un gran rodeo, pero con suerte, podrán regresar con el chico antes que amanezca.
—¿Con la misma suerte que tuvieron sus padres? —preguntó Remus, y el anciano tuvo la decencia de ruborizarse al recordar el penoso incidente.
—La presencia de esos traficantes fue una casualidad con la que no contábamos —se defendió, sin dar su brazo a torcer—. Es indispensable traer a Harry Potter —insistió.
—¿Y qué haremos con Hagrid? —cuestionó—. Él cuida a Harry.
—Alastor se encargará de él.
—¿Qué? —exclamó, horrorizado—. ¡Eso si que no! Hagrid es una buena persona, me niego a que le hagan daño.
—Nadie va a dañar al guardabosque —le aseguró—. Sólo vamos a ponerlo a dormir un rato.
Remus le observó fijamente por largo rato, y al final, lanzó un bufido.
—¿Cuando? —fue la escueta pregunta, sabía que el hombre no aceptaría más argumentación.
—Esta noche.
—¿A dónde vamos por aquí? —preguntó Harry, mientras el caballo marchaba al trote por medio de lo profundo del bosque, donde los árboles eran tan frondosos que apenas dejaban pasar los rayos de sol.
—A mi lugar secreto de niño —contestó Severus, soplando su cálido aliento sobre la nuca del joven y logrando que ráfagas de excitación corrieran a través de su columna vertebral—. Está tan escondido que ni siquiera mis padres sabían de ese sitio. Allí solía esconderme cuando me castigaban y me escapaba; nunca me encontraron —comentó, guiñándole un ojo.
—Pensaba que tu lugar secreto era el río donde vamos a pescar.
Desde ese primer beso que se dieran hacía ya una semana, Harry y Severus habían salido todos los días con una cesta de comida y se habían dedicado a disfrutar del sentimiento que les embargaba a plenitud. Dentro de las limitaciones, el Duque le había mostrado lugares muy hermosos, y entre beso y beso, incluso le había enseñado a pescar decentemente.
—Ése es mi lugar favorito para pescar, pero no mi lugar secreto —salieron de la espesura y se encontraron en un pequeño claro. Una alta roca se erigía en el fondo del claro y de ella caía una cascada de agua, que formaba una poza de considerable tamaño para luego seguir su cauce río abajo.
—¡Oh, Severus, es precioso! —exclamó Harry, mientras la cabalgadura se acercaba a la orilla de la poza—. ¿Es peligroso bañarse aquí? —sabía que en los ríos se podían encontrar remolinos que te engullían o corrientes que te arrastraban.
—En lo absoluto —aseguró el hombre, saltando al suelo y ayudando al joven a desmontar—. Más tarde podemos nadar, pero antes quiero mostrarte algo.
Caminaron tomados de la mano por un estrecho pasaje, que bordeaba la poza y se perdía detrás de la cascada. Harry estaba maravillado, era increíble observar la caída de agua desde la parte de atrás.
>>Ten cuidado al caminar, vamos a pasar por un trecho bastante oscuro —le advirtió el Duque.
Caminaron con cuidado y pronto se vio la luz al otro lado del túnel. Cuando salieron, Harry quedó con la boca abierta. Encontraron un pequeño bosque central de árboles frutales, y todo a su alrededor eran altas paredes de roca, dando la impresión de que habían caído en un inmenso abismo. Lo que más curiosidad le despertó fueron los huecos que parecían haber sido horadados en la roca viva.
—Son cavernas, algunas bastante amplias —explicó Severus, al notar la dirección de la mirada del joven.
—Pero esto, ¿de dónde salió?
—La verdad, no tengo idea. Las cuevas no son de origen natural, son obras de humanos. Pienso que es un antiguo asentamiento, quizás alguna población que utilizó este sitio para protegerse de sus vecinos.
—¿Y nunca hablaste de este lugar?
—No.
—¿Por qué? Esto podría tener un gran valor arqueológico.
—De niño, era mi lugar secreto, y no pensaba descubrirlo ni loco. De mayor, me negué a que viniera un montón de caza tumbas a profanar este lugar.
Harry miró la magnificencia que les rodeaba y asintió.
—Creo que te entiendo.
Cuando regresaron de nuevo a la poza, Severus preguntó:
—¿Te apetece nadar un rato?
—Para luego es tarde —contestó el joven, corriendo hacia la orilla del estanque.
Sonriendo, Severus vio cómo empezaba a desvestirse con celeridad, como si se tratara de un chiquillo de pocos años. Imaginó que pensaba bañarse en ropa interior, pero observó, atónito, que el joven se desprendía de toda su ropa hasta quedar completamente desnudo.
Se podía asegurar que el hombre babeaba mentalmente. Harry tenía un cuerpo delgado pero fibroso, con un culo que, dioses… debería ser pecado que alguien tuviera un culo así. Cuando el chico se giró, llamándole con una mezcla de sensualidad e ingenuidad, Severus jadeó con excitación. Ya había visto antes ese pechoo casi lampiño, de músculos marcados, y la suave línea de vello negro que se perdía debajo de la cinturilla del pantalón, pero ahora no podía apartar los ojos del hermoso y apetecible miembro, que colgaba orgullosamente, escoltado por dos redondos y llenos testículos. Demonios, ese crío le iba a enloquecer.
>>Vamos, Severus —exclamó Harry, corriendo hacia el agua—. Ven a bañarte.
Un poco más prudente, el Duque dudó unos segundos, pero la emoción era demasiada. Se desnudó con presteza, notando que, desde el agua, Harry observaba cada uno de sus movimientos con una clara expresión de admiración ante lo que iba descubriendo.
Con paso pausado, Severus también se introdujo en el agua, y al momento, Harry nadó hacia él, y pegando su cuerpo desnudo al del Duque, pasó sus brazos por su cuello y le besó, al tiempo que frotaba sus caderas contra las de él.
Se besaron con pasión, pero al final, el mayor pareció recuperar un poco de cordura y se alejó ligeramente.
—Harry, si seguimos así, no voy a poder detenerme —musitó, su voz era casi una súplica.
—No quiero que te detengas, Severus.
—Pero, eres muy joven, y lo nuestro… —se detuvo un momento y su rostro reflejó el dolor que sentía—… es incierto. Mereces que tu primera vez sea con un hombre que pueda amarte y protegerte, que se pueda quedar contigo para siempre.
Harry tomó su cara con ambas manos y le besó con fruición.
—Te merezco a ti —musitó sobre sus labios—. Soy consciente de que, si sobrevivo a esta locura en que estoy metido, no seré capaz de estar con nadie más. Mi corazón te pertenece, y te pertenecerá por siempre. El tiempo que nos quede juntos, quiero estar contigo plenamente.
Severus acarició su mejilla y le besó con infinita ternura.
—Harry, desearía que las cosas fueran de otra manera, y voy a luchar porque cambien, pero…
El joven puso dos dedos sobre sus labios para callarle.
—Vivamos estos momentos de felicidad que nos ha concedido la vida —suplicó—. Pase lo que pase, me siento privilegiado al poder estar contigo, y amarte.
Se abrazó de nuevo a él y el contacto de sus miembros erguidos envió oleadas de placer por ambos cuerpos. Severus no resistió más. Alzando al delgado cuerpo en sus brazos, salió del agua y se acercó a una zona donde el césped era más suave y frondoso, dejándole con cuidado sobre la mullida superficie. Se inclinó sobre él, y acarició sus labios con su dedo índice. Harry estaba sonrojado de excitación y vergüenza, pero decidido a cumplir su más grande deseo.
—Eres virgen —más que una pregunta era una afirmación, pero aun así el joven asintió con la cabeza—. Espérame un momento.
Severus se acercó a la cesta de comida y tomó la botella de aceite que habían llevado. No era el lubricante ideal, pero no tenía nada mejor a mano. Regresó junto a Harry y se sentó a su lado, acariciando sus pezones al tiempo que volvía a besarle.
>>Sólo tengo aceite comestible para prepararte —se disculpó—. Al ser tu primera vez va a doler un poco, pero trataré de ser lo más cuidadoso posible.
—Lo sé —contestó, sonriéndole—. Confío en ti.
Severus empapó sus dedos en aceite y empezó a acariciar su bajo vientre, deslizando su mano hasta alcanzar su pene y sus testículos. Mientras los mimaba con cuidado, Harry empezó a jadear de placer.
—Dobla tus piernas y ábrete para mí —susurró al oído de Harry. El joven obedeció y su amante dejó deslizar un dígito alrededor de su sonrosada entrada. Cuando lo introdujo en el estrecho canal, Harry dio un respingo, pero no sé quejó. Severus jugueteó en el interior hasta que sintió que ya podía introducir un segundo dedo. Empezó a moverlos, distendiendo el canal y relajando el anillo externo. Siguió su trabajo a conciencia, hasta que consideró que el joven estaba lo bastante dilatado como para recibirle.
>>Ahora voy a entrar, pequeño —musitó, al tiempo que derramaba una considerable cantidad de aceite sobre su propio pene, que a esas alturas estaba duro como una roca. Se colocó en la entrada y pidió—: Si te duele demasiado, avísame y me detendré en seguida.
En medio de su excitación, Harry asintió con la cabeza, animándole a entrar.
El joven mentiría si dijera que no había sentido un fuerte dolor, tanto que su propia excitación disminuyó claramente. Severus se detuvo y empezó a acariciarle el pene y los testículos.
—Relájate, así dolerá menos —musitó con voz sedosa, notando que el miembro de Harry iba recuperando su dureza entre su mano—. Así, voy a entrar un poquito más —siguió penetrando con cuidado, sin dejar de acariciar y besar a Harry para distraerle del dolor que estaba sintiendo. Cuando estuvo completamente enterrado, le dio unos segundos para reponerse, y volvió a salir, embistiendo con más fuerza esta vez. Dos o tres embestidas más tarde, Harry soltó un jadeo de sorpresa y placer, y Severus sonrió: había encontrado su próstata.
Las embestidas siguieron, cada vez más certeras, hasta que todo el dolor fue sustituido por una inmensa sensación de placer, y los gemidos de Harry ya no eran de dolor sino de realización. Cuando al fin explotó sobre el vientre de Severus, supo que esa sensación era una mezcla de agonía y éxtasis que no se podía comparar a nada que hubiera sentido antes, ni siquiera cuando se masturbaba a solas en las noches. El tener la aterciopelada dureza de Severus embistiendo en su interior, su mano fuerte aferrando su miembro, su boca ansiosa devorando la propia y su corazón latiendo al mismo compás del suyo era algo que no olvidaría jamás.
Momentos después, Severus penetró por última vez y, con un grito ahogado, derramó su líquido caliente en su interior. Esperó unos momentos para recuperarse y salir del joven, abrazándole y llevándole con él hasta que quedaron acostados, las piernas del uno entrelazadas con las del otro. Antes de quedar dormido en brazos del mayor, se escuchó un tenue susurro que se llevó el viento:
—Severus, te amo.
Mientras le acomodaba más cerca de él, el Duque de Snape lo confesó en palabras por primera vez.
—Yo también te amo, Harry.
En el comedor de las catacumbas, Ron devoraba su alimento con voracidad. Le acompañaban Hermione, un joven gordito y bonachón que se llamaba Neville, y un muchacho moreno y delgado que respondía al nombre de Dean.
—Ya tengo ganas que empiece la pelea —comentaba Dean en ese momento, atacando el plato de guisado de conejo que tenía delante—. Apenas si aguanto las ganas de hacer que esos Slytherin muerdan el polvo.
—Parece que aún tenemos que esperar —comentó Hermione.
—Pues no sé a qué —siguió el moreno—. Todos tenemos las espadas bien afiladas; rodarán muchas cabezas.
Ron le observó con curiosidad. Parecía que disfrutaba con la idea de matar a sus enemigos. Como era el más nuevo, prefirió no comentar nada. Sin embargo, Neville sí que le replicó.
—No debes hablar así, Dean —le recriminó—. La idea es tratar de cambiar el sistema con la menor cantidad de víctimas posibles.
—¿Después de tres siglos de maltratos crees que nos vamos a limitar a derrocar a ese falso Rey? —bufó con tono brusco—. Queremos venganza.
—La venganza no conduce a nada, Dean —intervino Hermione—. Además, no todos los Slytherins son malos
—Dile eso a tu padrino —retrucó el aludido—. Créanme, una vez que empiece nuestra revancha, no va a quedar un solo noble vivo en todo el reino —se levantó de la mesa y tomó su plato vacío—. Y ahora me voy, tengo que entrenar.
Ron le observó partir con el ceño fruncido. Con gente tan extremista, todos los Slytherin estaban en peligro, Draco incluido. Tendría que hablar con Remus a la mayor brevedad.
Remus y Alastor habían cabalgado por rutas que el primero ignoraba que existieran; tenía que reconocer que su compañero conocía esos parajes como la palma de la mano. Sin saber cómo habían llegado allí, luego de muchas vueltas se encontraron frente a la cabaña de Hagrid. Detuvieron sus cabalgaduras a cierta distancia y desmontaron.
—Déjame a mí —pidió Alastor—. Cuando deje al guardabosque fuera de combate, te llamaré.
—Ten cuidado, por favor. Hagrid es muy buena persona, no le hagas daño.
—Sólo dormirá un buen rato —replicó, enseñándole el frasquito que sacó de un bolsillo de la chaqueta.
Alastor estaba acostumbrado a deslizarse furtivamente sin ser oído, y era un experto en abrir cerraduras, por lo que pronto estuvo parado frente a Hagrid, quien dormía en el suelo, sobre un montón de pieles de oso y con la escopeta a un lado. Mojó el pañuelo que llevaba en éter, se agachó junto al hombretón, y en un rápido movimiento lo presionó contra su nariz. En medio de su sueño, Hagrid ni siquiera se dio cuenta que estaba siendo drogado. Después, sacó una inyectadora llena y la clavó en el brazo del guardabosque.
Salió de la cabaña con tanto cuidado como había entrado, evitando despertar al joven que dormía profundamente en la enorme cama, y se acercó a Remus.
>>Ya está listo —declaró—. El gigantón está fuera de combate. Ahora te toca a ti.
Suspirando con resignación, Remus se dirigió a la cabaña. Al entrar, encontró a Hagrid y a Harry dormidos como bebés. Se acercó a la cama, se sentó con cuidado, y llamó con voz suave:
—Harry, despierta.
El chico despertó, sobresaltado y alarmado. Al ver quién le llamada, abrió los ojos con asombro.
—Señor Remus.
—¿Cómo estás? —preguntó el hombre con dulzura.
—Bien —aseguró el joven—. Pero, ¿qué hace usted aquí? Es muy tarde.
—Vine a buscarte.
—¿A buscarme? —ahora el tono era preocupado—. ¿Por qué? ¿Le pasó algo a Severus? —miró al guardabosque en el suelo—. ¿Por qué Hagrid no se ha despertado? ¿Le hicieron algo?
Remus no perdió el hecho de que Harry acababa de llamar al Duque por su nombre. Le extrañó pero no dijo nada.
—No te preocupes, sólo está dormido. Y sobre el Duque, hasta donde yo sé, está perfectamente.
—Entonces, ¿por qué vino usted a buscarme? ¿Le envió él? —al negar Remus con la cabeza, Harry se puso en guardia y le miró con desconfianza.
—Él no sabe que he venido. Si lo supiera, creo que no te dejaría ir.
—Pues no pienso moverme de aquí hasta que Severus me lo diga —declaró, enfático—. Ya puede irse por donde vino.
—Antes, permíteme que te cuente una historia. Si luego decides quedarte, no te lo impediré.
Remus habló largo rato, sobre la Orden del Fénix y las catacumbas. Sobre la liberación de los esclavos y la necesidad de que hubiera un cambio profundo en la sociedad, y sobre su papel como heredero de Gryffindor.
—Pero yo soy un simple esclavo fugado, ¿cómo saben que soy ese heredero que buscan?
—Eres idéntico al retrato que se conserva del rey Godric.
—Podría ser casualidad —argumentó, poco dispuesto a dejarse convencer.
—Es posible, pero todo concuerda. Hace trece años, se encontró el descendiente de uno de los hijos del antiguo Rey. Intentó escapar con su esposa y su hijo; ellos murieron y el niño desapareció.
—Como mis padres —musitó Harry, en voz muy baja, casi como si hablara consigo mismo.
—Exacto —apoyó Remus—. Ellos estaban escapando para unirse a La Orden del Fénix.
De repente, a la mente de Harry llegó un recuerdo olvidado hace mucho tiempo. Una promesa que había hecho a su padre el día que huyeron, antes que sus progenitores fueran asesinados.
—Papá, ¿por qué tenemos que irnos? —preguntó Harry.
Desde la ingenuidad de sus cinco años, sentía cierta inquietud al alejarse del mundo que había conocido hasta entonces. Además, afuera era de noche y estaba lloviendo, y él no podía evitar tener miedo.
Su padre dejó por un momento el humilde equipaje que estaba preparando a toda prisa, hizo un gesto al niño para que no hiciera ruido que despertara a los esclavos que dormían a pierna suelta en los catres cercanos, y abrió sus brazos para que se acercara. Harry se sentó en su regazo y se acurrucó contra su pecho, mientras el hombre le acariciaba la cabecita.
—Hay algo muy importante que descubrí hace poco —le susurró—. Nos esperan en un sitio seguro; allí podré ayudar a mucha gente.
—¿A qué gente, papá? —el niño también habló en tono quedito.
—A otros esclavos como nosotros, mi niño.
—¿Y cómo vas a hacer eso?
—Todavía eres muy pequeño para que lo entiendas —el hombre agachó la cabeza y besó su coronilla. Entonces, su voz adquirió un tono más formal y continuó—: Harry, necesito que me prometas algo.
—¿El qué, papi?
—Todo va a ir bien, pero, si yo no lo logro, promete que harás todo lo posible para que un día no quede ningún esclavo en todo el reino.
—¿Cómo voy a hacer eso? —preguntó, preocupado—. Soy muy pequeño, papi.
—Crecerás, hijo mío, y espero que lo hagas como un hombre libre. Pero si no es así, te pido que recuerdes esta promesa. ¿Lo harás?
—Sí —afirmó el pequeño, asintiendo con su cabecita—. Pero no les va a pasar nada a ti y a mamá, ¿verdad?
El hombre le estrechó con fuerza contra su pecho.
—Espero que no, mi niño. Espero que no.
Harry regresó de sus recuerdos, parecía que había llegado el momento de cumplir esa promesa. Paseó su triste mirada por esa humilde cabaña en la que había sido tan feliz y suspiró con resignación. Sabía que ese momento tendría que llegar, pero lamentaba que hubiera llegado tan pronto.
—Deme un momento, señor Remus. Tengo que escribir una carta.
—Dile que estás conmigo, así no se preocupará —pidió el mayor.
—Lo haré —contestó, yendo a buscar papel y pluma.
Quince minutos más tarde, Harry abandonaba el lugar, con la certeza de que estaba perdiendo para siempre su felicidad.
Última edición por alisevv el Dom Feb 28, 2016 4:09 pm, editado 1 vez | |
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