La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 ¿Deberiamos pasar al plato principal? Capitulo 2. Los siete velos de Isis

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PlatinumAlchemist

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MensajeTema: ¿Deberiamos pasar al plato principal? Capitulo 2. Los siete velos de Isis   ¿Deberiamos pasar al plato principal? Capitulo 2. Los siete velos de Isis I_icon_minitimeMiér Nov 28, 2012 4:12 pm

¡Al fin tengo listo el segundo y tercer capitulo del fic! espero que les este gustando y por favor, dejenme sus comentarios.

Título: ¿Deberiamos pasar al plato principal?

Resumen: Harry Potter, un alumno de quinto semestre de Medicina empieza a tener sueños húmedos donde siempre aparece un hombre de ojos negros... todo seria muy normal si estos sueños no fueran tan recurrentes y si no le cobraran factura. Provocando en el chico cansancio crónico y ataques de ansiedad por su misterioso amante. Todo por lo que esta luchando parece irse por el drenaje cuando descubre que su adorado desconocido es igual a su nuevo profesor de Farmacología. El grandioso Profesor Severus Snape.

Categoría: Harry Potter

Personajes: Harry Potter, Severus Snape, Original

Géneros: Romance, Sobrenatural, Drama

Clasificación: NC-17

Advertencias: AU=Universos Alternos, Lemon.

Desafío: Día Internacional del Snarry (23 de octubre) - Convocatoria 2012

Capitulo: 2/??

Completa: No

Disclaimers: Como saben, Harry Potter y sus personajes pertenecen a la Maravillosa J.K. Rowling.


¿Deberiamos Pasar al Plato Principal?


Los siete velos de Isis


La bella mañana había llenado la cuidad de esplendor. El cielo estaba libre de nubes asegurando un brillante y cálido día. Los pájaros trinaban, un suave velo de rocío cubría las flores mientras estas eran visitadas por las abejas en busca de miel. El panadero de enfrente abría sus ventanas para que el aroma a pan recién horneado inundara la calle entera y atrayendo a los niños que corrían con entusiasmo a comprar el delicioso pan. A fuera todo era risas y algarabía en Cambridge, excepto para Harry. El ojiverde había tenido una noche terrible, sus ojeras habían adquirido un desagradable color morado, el verde de sus ojos contrastaba con el rojo que rodeaba sus irises, además su cuerpo a pesar de haber dormido casi toda la noche se sentía como si hubiera corrido un maratón descalzo cuesta arriba. Así eran las noches del chico últimamente, al parecer algo pasaba en sus sueños que a la mañana siguiente despertaba el doble o triple de cansado que cuando se acostaba, y para colmo el café y coca cola ya no estaban surtiendo efecto.

El irritante sonido de la risa de esos escuincles, que seguramente pasarían sus dedos sobre las vidrieras de afuera, llenándolas de babas y mocos cuando lo único que él quería era volver a su cama y olvidarse de todo lo demás. Pero no, ahora se dedicaba a limpiar el mostrador de la tienda “Los 7 velos de Isis”. Una tienda esotérica ubicada en las orillas de Cambridge.

La tienda estaba ubicada en un pequeño edificio de 2 pisos, era una construcción antigua pero al mismo tiempo muy hermosa… o al menos lo era en antaño, pues “los 7 velos de Isis” podía ser descrita como muchas cosas menos hermosa. El olor a incienso se percibía desde antes de abrir la tienda, llegando a marear a la mayoría de curiosos que se acercaban por casualidad a la tienda, haciendo que solo los cada vez mas inexistentes clientes y que realmente tuvieran una razón para comprar ahí entraran. En la vitrina de vidrio habían todo tipo de velas de muchas formas o colores, cajitas de incienso importadas desde países lejanos, mazos de tarot en sus diversas categorías, talismanes, piedras, runas, amuletos. Todo catalogado para una función en especial; desde las clásicas para atraer el dinero, amor, salud, trabajo. Hasta las hilarantes como las corta envidias, para aumentar el deseo sexual, abre caminos, alejar malas personas, ven a mi, etc.

Los anaqueles estaban inundados de diversos objetos inútiles, llenos de grabados extraños e indescifrables. Las paredes estaban tapizadas de posters llenos de sellos, oraciones, grabados y representaciones de santos o deidades de diversas religiones. Y finalmente lo mas distintivo de la tienda, seis velos de seda que colgaban del techo ondeándose al son del patético ventilador que rotaba de un lado a otro en un intento de ventilar un poco el lugar. El séptimo velo se encontraba en una de las paredes, a modo de puerta para acusar a uno de los anexos a la tienda.

El joven exhausto y con algo de nauseas apoyo su cuerpo sobre el mostrador, dispuesto a tomar una pequeña siesta, pero maldijo por lo bajo cuando escucho que unos gritos provenientes del interior del cuarto.

-¡¿qué?! ¡Le exijo que me devuelva mi dinero! ¡Embustera!-se escucho un grito colérico desde la habitación. Saliendo de la habitación una señora regordeta bastante entrada en años que salía de la tienda mientras le arrebataba bruscamente su abrigo a Harry quien cortésmente se lo sostenía. Después volteo hacia él, como si quisiera también descargar su furia con el, pero se arrepintió y siguió gritando hacia la pequeña habitación de la que había salido.

-¡Usted no tiene vergüenza! ¡Pero se va a enterar! – finalizo la señora, saliendo de la tienda sin mirar atrás. Vociferando algo sobre informar a las autoridades o sobre interponer una demanda. Pero las maldiciones cesaron cuando la mujer salió por la puerta dando un sonoro portazo.

-¿pero ahora que paso, tía Sybil? ¿No quedamos que no haría mas predicciones de tragedias e infortunio?- pregunto Harry mientras se dirigía hacia la mujer que surgía de la habitación. Si la tienda era extraña, lo era aun más su dueña. La tía Sybil era una mujer bajita, delgaducha y de aspecto… curioso… la mujer usaba lentes de botella haciendo que sus ojos parecieran los de un escarabajo, su pelo enmarañado y vestimentas estrafalarias. Una túnica de colores purpuras, azules y rojos, con una cinta de la que colgaban monedas tintineantes que hacían ruido con el menor movimiento de la mujer.- por que no puede ser como todas las demás adivinas que les dan a sus clientas lo que desean escuchar. Podría decir cosas como la llegada de un nuevo romance o avenida de una fortuna.

-pues eso fue casi lo que le dije. Pero no como ella esperaba. Pero yo Harry, querido, soy una profesional.- dijo tía Sybil en un intento de suficiencia, pero su temblor nervioso tan característico en ella era inocultable para Harry.- la señora se sacara la lotería, pero no es mi culpa que su amante se la vaya a robar, además este la abandonara por su hija, quien esta esperando un bebé. Además su esposo también partirá pronto con su amante, pues ella también espera un hijo.

Harry se quedo sin palabras ante la predicción de su tía. A pesar de no ser la primera vez que la escuchaba, las predicciones de la mujer siempre parecían ser trágicas o de infortunio… que si te vas a quedar calvo, te vas a romper ambas piernas, tu pareja tiene un amante y te dejara dentro de poco y la ruina llegara a tu puerta. O si bien te va, al menos se te morirá el gato. Lo más escalofriante era que la adivina casi siempre daba en el blanco... pero Parecía que para la susodicha adivina, predecir incluso que habrá buen clima era imposible.

-Harry, querido. ¿Que te paso? Tienes muy mala cara.- comento su tía, al parecer olvidando los desfortunios que acababa de predecir. Con sincera preocupación la mujer poso sus esqueléticas manos en su frente buscando algún signo de fiebre o enfermedad.

-no es nada tía Sybil. Solo tuve una mala noche.-dijo Harry mientras se acomodaba sus lentes de montura redonda y sonreía afable para a tranquilizar a su tía.

-oh Harry, querido. Seguramente pescaste un mal aire, o algún compañero envidioso te ha arrojado el mal de ojo.- el joven abrió los ojos consternado por las palabras de la estrafalaria mujer y no puso resistencia cuando esta lo arrastro hacia la habitación.- Anda vamos a mi consultorio, para que te lea las cartas. Además desnúdate para te haga una limpia con estas hierbas y la próxima noche de luna llena nos quedaremos haciendo una velación para asegurarnos que estés bien.

-¡No, tía! ¡Espere un momento!- la detuvo Harry cuando esta tomaba su mazo de cartas de su estuche. –le aseguro que solo es estrés. El lunes empezare clases y estoy algo nervioso por ello.

-ya he terminado de limpiar la tienda. Si me disculpa. Iré a dormir un rato.- Harry no le dejo argumentar antes de que saliera por la cortina y se dirigiera hacia las escaleras que llevaban hacia la vivienda.

Al llegar a su habitación, el joven se derrumbo en la cama. Irritado, Harry se quito los zapatos con los pies lo mas lejos que pudo. No tenia nada contra tía Sybil, pues la mujer mucho hacia ya con dejarlo quedarse en su casa. Odiaba este estúpido trabajo, pero no le quedaba de otra. Si bien, la paga era decente, no podía sentirse como un idiota mientras le vendía a la gente un montón de babosadas y chapucerías que prometían con cumplir cualquier clase de problema.

Como estudiante de medicina que era, esta clase de trabajo era patético… pero suspirando acepto que necesitaba el dinero. Sus padres ya se sacrificaban mucho mandándolo a Cambridge, y aun con la ayuda de la beca que tenia, aun tenían que pagar libros, trabajos material, fotocopias, y apoyar un poco a los gastos de la tía Sybil por estancia. Por lo que el salario de Harry se iba en sus transporte y otras cosas que se le ofrecieran… ah claro y más del cincuenta por ciento en Ginny…

Al menos, admitió resignado, su tía le pagaba mejor que en la cafetería donde trabajaba durante periodo de clases y en vacaciones, cuando no volvía a su pueblo natal, ayudaba en la tienda. Pero ambos trabajos sacaban la mayoría de las veces de apuro a Harry.

Después de un rato acostado en su cama, cavilando en tonterías se le vino a la mente el recuerdo del intruso que al menos un par de noches a la semana asaltaba sus sueños. No había podido observar su rostro aun, pero su piel de marfil, los duros músculos, el cabello lacio que caía como cascada hasta sus hombros y que en el fondo se apreciaban los oscuros pozos de petróleo. Su intruso de los ojos ónix.

No supo porque pero el pensar en el desconocido le ruborizaba las mejillas. A pesar de no recordar absolutamente nada de lo que hacia con aquel hombre, pero a decir de lo húmedo y excitado que despertaba siempre que aparecía el… sus sueños no eran precisamente sobre jugar con conejitos.

Harry se hundió en un sueño profundo. Soñando con al fin descubrir la identidad de aquel hombre que durante las ciertas noches lo estrechaba entre sus brazos.

El fin de semana paso como una bruma y al fin llego el lunes. El primer día de clases de su tercer año de medicina, y justamente en este maldito día tuvo que apagar su despertador de golpe y volverse a dormir… se baño, vistió y medio peino lo mas rápido que pudo. Harry corrió apurado con una tostada en la boca mientras se ponía el abrigo. Se despidió de su tía, o al menos eso intento con el montón de mermelada y tostada a medio comer y salió disparado por la puerta de la tienda hacia la parada del autobús.
Alcanzando en el último minuto el autobús, el joven lo abordo y milagrosamente encontró un asiento junto a la ventana. Biiiieeeen Harry, se te olvido el paraguas .si serás Idiota. El cielo se veía nublado y las nubes negras tapaban hasta el último rayo de sol. Dándole a Cambridge el tono grisáceo pálido tan usual en invierno. Cuando iba a medio trayecto los peores miedos del ojiverde se juntaron cuando las finas gotas de lluvia empezaron a caer, para después volverse un horroroso diluvio.

Maldiciendo su suerte, Harry al fin arribo a su destino. Bajo del autobús y corrió media manzana hasta su facultad. Claro, no sin antes calarse hasta los huesos por la lluvia. Pues solo a él se le ocurría salir con un simple abrigo de lana…

Miro su reloj de muñeca para consultar la hora, sacando el maltrecho horario entre de las cosas de su mochila, se dirigió hacia el aula. Que extraño… son las 8 y no hay casi nadie. Efectivamente, aunque por las nubes era difícil distinguir que tan entrada de la mañana era, los pasillos se veían casi vacíos y de los edificios a penas y salía ruido. Incluso estaba mas callado que durante clases.

Aun era temprano y la gente empezaba a llegar poco a poco. A pesar de llevar ya cuatro semestres estudiando ahí, Harry aun no terminaba por memorizar bien su facultad. Pero no había tanto problema, pensó mientras se cargaba nuevamente la mochila, pues aunque el chico era un poco despistado tenía el tiempo suficiente para encontrar su salón.

¡Maldito despertador, maldita lluvia, maldita gente que no se detiene ni medio segundo y maldita señora del aseo que no sabe dar indicaciones! Pensó mientras retomaba su ritmo después de patinar y casi azotarse contra el piso por culpa de la maldita lluvia y la enorme carrera por todo el campus. Pero, por fin, llego al pasillo correcto que le conduciría hasta su aula y llegar a ella se metió sin mas ni mas.
Pero para su mas que desgraciada suerte, no contaba que encontraría el director de la facultad de Medicina, el Doctor Albus Dumbledore y a su lado seguramente su nuevo profesor... pero al que lo no puso mucha atención, pues le distrajeron las risitas de sus compañeros que intentaban disimular con un ataque de tos.

-Oh, Harry, que bueno es verte. Pasa.- comento Albus al ruborizado y encorvado joven, además el director mas que molesto por su interrupción parecía realmente complacido por ver al joven.- llegas un poco tarde pero aun podrás escuchar un poco sobre nuestro nuevo profesor, el Doctor Snape.

-yo… lamento la tardanza… señor-dijo el joven y al levantar la mirada se sintió desfallecer. Ahí estaba el, pero esta vez si era el y no un sueño. Frente a si estaba su intruso de los ojos ónix. Bueno, jamás había visto su cara, pero sus ojos, esos los reconocería donde fuera. Solo esos ojos eran tan profundos que Harry sintió que podría ahogarse en ellos. Esos ojos que ni en un millón de años olvidaría. Su piel blanca como el papel, tan blanca que parecía que nunca sido acariciada por el sol. Su cabello negro y lacio le caía como dos cortinas, enmarcando sus angulosos rasgos. Mismos que le daban un aire mas maduro a pesar de su desproporcionada nariz.

Cuando sus miradas se cruzaron. Harry por inercia le sonrió pero el profesor le miro como si estuviera oliendo mierda o algo peor, para después voltear su vista de regreso al frente. El joven sintió su garganta secarse y sin entender porque, le empezaron a picarle los ojos. Su corazón parecía acelerarse más bajo la mirada de este hombre que con el maratón que acababa de tener. Incluso podría jurar que los escuchaba retumbando sobre sus oídos.

Bajo su mirada e intento caminar hacia la banca vacía mas cercana con todo su esfuerzo por no mostrar el temblor de sus piernas. Después de terminar de acomodarse en su asiento, aturdido y de repente sin ánimos para siquiera levantar la cabeza se limito a escuchar como el director continuaba con su discurso.




Capitulo 1
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Capitulo 3
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