alisevv
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| Tema: The Blesséd Boy. Capítulo 28. El alegre mes de mayo Sáb Ene 15, 2011 7:23 pm | |
| Harry había empezado a anticipar sus malestares matutinos. Se preguntaba si había desarrollado algún tipo de alergia a los huevos, o quizás era la tensión por la partida de Scylla lo que había estropeado su hora del desayuno, pero fuera lo que fuera, había desarrollado una estrategia de distracción para evitar que Severus y los demás se preocuparan por él. Así, esa mañana estaba caminando en compañía de Danyel con rumbo hacia las edificaciones correspondientes a la granja.
Danyel había empezado a desayunar muy temprano. Era madrugador, y se levantaba lleno de una energía que a su padre le resultaba difícil canalizar —especialmente desde la llegada de Harry a la Comunidad— así que comía tan pronto como Miranda llegaba a la cocina. Luego se dirigía a la granja para recoger los huevos para reemplazar los que ella hubiera usado para el desayuno. Harry había perfeccionado el arte de llegar a la mesa justo cuando Danyel estaba terminando de comer y antes que aparecieran los demás. No había tenido dificultad en persuadir a su amigo de que le gustaba ir a recoger huevos con él. Sabía que Miranda le observaba, y se preocupaba, pero había tenido una tranquila charla con ella para explicarle su ‘ansiedad del desayuno’, como él la llamaba. Ella había aceptado siempre y cuando lo compensara en el almuerzo y regresara a tiempo para trabajar, pero siempre insistía en que se llevara algunas tortas de avena ‘para el camino’. Le había persuadido diciendo que ayudarían a calmar su estómago —se le solían dar a los enfermos— y él había descubierto que la bruja tenía razón. Podía tomar algunos bocados sin sentirse mal, pero era incapaz de comerse una completa. Utilizaba las sobras para alimentar a las lechuzas.
Era una mañana estupenda; todavía fría, pero luminosa, y prometía que más tarde subiría la temperatura. Los pájaros estaban enloquecidos, gorjeando sonoramente para proteger sus territorios entre la búsqueda de alimento para las madres y los polluelos que todavía no podían abandonar el nido. Todo estaba prácticamente creciendo ante la vista. Claros brotes verdes aparecían en los árboles, en los arbustos, y sobre la tierra en forma de florecillas silvestres y hierba, que se extendían rápidamente para compensar el largo y estéril invierno. Danyel parloteaba, hablando de todo y nada; Harry se sentía feliz de caminar y disfrutar de este optimista mundo primaveral.
Llegaron a la granja y Danyel se apresuró a buscar la cesta de los huevos.
—Voy un minuto a saludar a Hedwig —le informó Harry, encaminándose hacia el granero de las lechuzas—. Ha estado gruñona últimamente; no quiere charlar conmigo, ni siquiera bajar.
—Vale, Harry.
Entró en el granero frío y poco iluminado. La mayoría de las lechuzas estaban alineadas en la viga central y un grupo de cabezas giraron a mirarle mientras caminaba hacia la esquina donde se localizaba el nicho en el que estaba situado el nido de Hedwig. Observó movimiento.
Hedwig estaba parada, moviéndose de una pierna a la otra como si estirara sus cansados músculos. Su blanco plumaje resaltaba en la sombría esquina. Parecía haber mudado algunas plumas…
—¡Oh, Hedwig! —jadeó Harry, sobrecogido.
Las plumas mudadas eran en realidad el plumaje de un polluelo, que era blanco moteado de gris. El pequeño se movió y abrió unos extraordinarios ojos amarillos, iguales a los de su madre. Al lado de él, algo más se movió. Harry trató de distinguir cuántos había acurrucados bajo las patas de la madre. Habían sido tres huevos, ¿habría conseguido Hedwig sus tres polluelos? Se paró de puntillas tan alto como pudo; en el entusiasmo de ver a los bebés de su lechuza, había olvidado que era un mago y podía levitarse. Había tres.
>>¡Oh, Hedwig, tengo que contárselo a todos! ¡Tú eres muy hábil!
La lechuza ululó hacia él, pero lucía absolutamente indulgente, como si estuviera orgullosa de su alabanza. Se escuchó un batir de alas y un ulular más enojado, y el compañero de Hedwig voló hasta ella con un ratón colgando del pico. Harry observó cómo el búho recién llegado giraba la cabeza para mirar al humano invasor, los ojos brillantes de furia.
>>Está bien, ya me voy. No molestaré a la nueva mamá.
Salió a buscar a Danyel, para contarle la emocionante noticia.
>>Pero no debemos molestarla, Danyel. Las mamás recientes son muy sensibles.
—Lo sé, Harry. Pa siempre me dice que deje a las ovejas en paz cuando acaban de tener los corderos. Siempre dice: ‘Es mejor dejarlas tranquilas, muchacho; las mamás saben lo que es mejor para sus bebés’.
Harry se sintió aliviado de que Danyel no corriera a perturbar a la nueva familia de lechuzas. Jolyon había enseñado bien a su hijo, y aunque Danyel reaccionaba con demasiado entusiasmo a veces —especialmente con Harry— estaba bien entrenado en la cría y amaba sinceramente a todos los animales.
Harry se apresuró a dirigirse a la sala de trabajo para contarle a Severus las novedades. El hombre escuchó y sonrió ante el entusiasmo de su esposo, quien había estado visitando a las lechuzas cada mañana; estaba muy emocionado con el nacimiento.
—Esas son buenas noticias, Harry. Habrá lechuzas blancas volando sobre Eigg por años. Si al final tenemos demasiadas, podemos vender algunas a El Emporio de la Lechuza, en el callejón Diagon.
Harry no pareció muy animado con la idea; su rostro pálido lucía decididamente apretado. De hecho, se veía bastante pálido últimamente, lo que era extraño en primavera, pensó Severus, mirándole atentamente. La mayoría de los miembros de la Comunidad florecían claramente cuando el tiempo empezaba a calentar. Estiró la mano para examinar el rostro de su esposo, sintiéndose ligeramente preocupado. Le apartó el alborotado cabello de la frente y revisó su temperatura, mirando fijamente.
—Harry, tu cicatriz ha cambiado.
—¿Eh? ¿Cambiado? ¿Qué quieres decir? —indagó con tono preocupado.
Con su dedo largo y frío, el maestro tocó la cicatriz, trazando la silueta con dificultad.
—Está desapareciendo; es tan tenue que apenas se puede distinguir.
Harry sacudió la cabeza.
—Siempre está rosada, y a veces casi roja.
Severus levantó una tabla de picar y le lanzó un Hechizo de Espejo, transformándola.
—Mira.
Era innegable. Harry tocó su cicatriz, asombrado.
—Pero, ¿por qué…?
—No lo sé —admitió su esposo—. Tengo que investigar más.
Durante el día, llegó una carta dirigida a Severus. Él y Harry estaban trabajando en las salas de Pociones, las cuales eran inaccesibles para las lechuzas, así que el ave se posó en el espaldar de la silla de Severus en el comedor y esperó.
Cuando los miembros de la Comunidad llegaron para cenar, aguardando pacientemente a que llegara su maestro para ser servidos, uno o dos trataron de comunicarse con la lechuza. Era espectacularmente malhumorada, o protectora, dependiendo del punto de vista. Jolyon, quien creía que tenía buena mano con los animales —y realmente la tenía— cobijó su índice ensangrentado y gruñó.
Severus y Harry entraron y el maestro se sentó, haciendo una indicación a Argus para que empezara la lectura de esa noche. Argus empezó a leer un pasaje de Historia Mágica de Escocia, que era el libro favorito de Harry pues contenía todas las profecías y las historias antiguas desde la época de los Celtas. Sabía que la Leyenda del Muchacho Bendito se encontraba allí, pero Argus empezó a leer un pasaje sobre la fundación de la Escuela Hogwarts.
Severus dejó que los demás se sirvieran y comieran en tanto él lidiaba con la lechuza. La previamente irascible ave, extendió complaciente su pata al maestro Snape, del modo más dulce posible, y ululó en agradecimiento cuando el hombre le dio un trozo de pollo, antes de volar hacia la ventana. Miranda se levantó y la dejó salir, bastante aliviada de poder seguir trajinando sin conseguir un picotazo.
Severus revisó el remitente —Revista de Pociones. Londres & Glasgow— y decidió abrir la carta en la mesa. Sacó el pergamino del sobre y lo ojeó mientras Harry le servía un plato con pollo, papas y puré de nabo, que cubrió con una salsa de tomillo.
Apreciado maestro Snape
Ya tenemos los resultados de las pruebas que corrimos utilizando su nueva Poción de Fertilidad. Nos sentimos complacidos al informarle que las pruebas resultaron un completo éxito. Todas las mujeres que tomaron la poción quedaron embarazadas, algunas por primera vez en su vida, otras logrando superar las complicaciones médicas relacionadas con la concepción.
Es innecesario decir que publicaremos nuestros resultados y evaluación en el próximo ejemplar de la revista.
Le deseamos mucha suerte en la comercialización de su poción, que merece convertirse en la poción a elegir para todo el que necesite tratamiento de fertilidad, tal como nosotros planeamos hacer constar en nuestro artículo.
Someta sus próximas creaciones para nuestra evaluación. Nosotros siempre quedamos impresionados con sus pociones. Estamos manejando la posibilidad de escribir un artículo sobre usted en una edición futura de Revista de Pociones. Si está de acuerdo con la idea, por favor, escríbanos para hacérnoslo saber.
Siempre suyo
Algernon Pestle Editor
Harry vio la sonrisa complacida en el rostro de su esposo y se relajó. Siempre se preocupaba cuando llegaba una lechuza; temía que fuera alguna cosa desagradable proveniente de la Alianza Sangre Pura. Pero, al parecer, esta vez se trataba de buenas noticias.
Durante el desayuno de la mañana siguiente, sin embargo, Severus ya no mostraba esa sonrisa satisfecha.
—Miranda, Harry no está aquí, de nuevo. ¿Qué está haciendo?
—¿No le has preguntado a él, Maestro? —eludió la bruja.
—Te estoy preguntando a ti —gruñó el hombre.
Había preguntado antes por Harry, y le habían dicho que el chico acostumbraba utilizar ese tiempo para visitar a Hedwig. Al principio lo había creído, pero su pareja sabía que podía hacer eso después de desayunar, sin tener que saltarse la comida. Desde que había notado cuán pálido estaba, Severus había decidido averiguar por qué Harry ya no desayunaba.
—Bueno, se ha estado levantando temprano, para salir con Danyel…
Severus podría jurar que Miranda se sentía incómoda. Quizás Harry le había hecho prometer guardar el secreto. Pero, ¿por qué haría eso? Se ha estado levantando temprano, para salir con Danyel. Frunció el ceño. Sabía perfectamente que no tenía razones para sentirse celoso de Danyel Tadcaster, pero al parecer el conocimiento no tenía nada que ver en lo que al corazón se refería. Cada noche se sentía tan feliz, sosteniendo a Harry en sus brazos después de hacer el amor. Harry no querría estar con Danyel…
Pero él se levantaba temprano para hacer justo eso. ¿Había algo que no estaba dando a su esposo? En lugar de dirigirse a su sala de trabajo, esperó en la cocina a que el joven regresara.
—Deseo hablar contigo, Harry —dijo, guiándole hacia la salita de estar.
El chico miró a Miranda, pero ella rehuyó sus ojos.
>>Siéntate —Severus palmeó el sofá, justo al lado de donde se había sentado. Quería tenerle cerca, necesitaba descubrir qué estaba pasando. Si existía algún problema, quería atajarlo antes de que empeorara.
Harry se sentó y bajó la vista hacia sus manos, cruzadas sobre su regazo. Severus pensó que lucía culpable y su corazón se sacudió.
>>¿Por qué has estado madrugando para salir con Danyel?
—Umm. Bueno, tengo que ver a Hedwig. Los polluelos están creciendo, son realmente maravillosos. Cada vez se pueden ver más claramente y…
—Sabes que puedes hacer eso después de desayunar. No has estado comiendo, ¿verdad? —en realidad, no era una pregunta. Severus lo había sabido por Miranda. Harry se presentaba cuando Danyel estaba terminando su comida; cuando regresaba al edificio principal, se encaminaba directo a la sala de trabajo. No estaba desayunando.
—No, Maestro.
Severus notó el uso de su título y el tono de voz.
—Trabajamos mucho en la mañana, necesitas comer. Siempre disfrutaste de la cocina de Miranda.
El joven no contestó. Parecía encontrar fascinante la imagen de sus manos unidas. Severus no pensaba permitirlo.
>>Harry, debo insistir en que desayunes. Regresaras en este momento y al menos te comerás unas tostadas antes de venir a trabajar. Mañana, si quieres salir con Danyel, desayunarás con él primero. Lo verificaré.
—Severus, por favor… —sabía que su pareja le había descubierto. Ni siquiera sabía por qué había tratado de ocultar su malestar, excepto porque lo estaba manejando a su manera y no quería preocupar a su esposo—. No puedo.
—¿Por qué?
Claro que Severus quería una respuesta; nunca hubo posibilidad de elegir. Harry suspiró y admitió el problema.
—Me siento mal.
El maestro frunció el ceño.
—Te sentiste mal cuando Scylla se marchó. Eso fue hace quince días. ¿Todavía sigues enfermo?
Harry asintió, antes de levantar la vista para mirar los ojos de su esposo.
—Estoy bien si no desayuno. Aún así me siento revuelto, pero pasa al rato. Lo compenso en el almuerzo, como me dijo Miranda.
—¿Oh, ella te dijo?
Harry pudo haberse mordido la lengua. Ahora Severus estaba en conocimiento de que Miranda sabía más de lo que le había dicho y no parecía feliz en absoluto, ni con Harry ni con la cocinera.
—Por favor, Severus. Yo le pedí que mantuviera el secreto. Ella sólo aceptó porque vio que yo comía bien después. No fue su culpa.
—Harry, las decisiones de Miranda son su responsabilidad, ya hablaré con ella en un momento. Pero, primero debemos averiguar si tienes un problema serio. Has lucido un poco pálido últimamente, y eso ya me tenía preocupado. Este problema de la comida es sólo un ingrediente más. Permíteme lanzarte algunos hechizos de diagnóstico.
Severus se levantó y tomó su varita, instruyendo a Harry para que se acostara en el sofá y abriera su túnica. El maestro se sentía helado con la ansiedad, asustado de que algo no estuviera bien, que Harry no se hubiera recuperado correctamente de sus heridas y hubiera quedado algo mal en su interior. Corrió su varita de arriba abajo por el cuerpo de su esposo, salmodiando hechizos reveladores de diferentes tipos de enfermedades. El proceso tomó varios minutos y le dejó con el ceño fruncido.
>>Hmm, hay algo, pero aún no consigo detectar lo que es. No hay obstrucciones, ni cáncer, nada maligno. Pero hay algo mal en tus niveles sanguíneos. Déjame revisar la parte hormonal y utilizar hechizos más específicos.
Repitió sus acciones, canturreando versos diferentes. Harry observó mientras la varita se movía a lo largo de su cuerpo, al tiempo que comenzaba a temblar y fijaba sus ojos en los de Severus para encontrar la mirada impactada de éste.
—¿Qué sucede? ¿Estoy muy enfermo? ¿Severus?
El hombre sacudió la cabeza, denegando.
>>Por favor, dime; me estás asustando.
—No, no… no estás enfermo. No realmente enfermo. Es sólo que es… increíble.
Harry podía ver que su esposo estaba impactado por algo que había encontrado. Sabía que acosarle no ayudaría, así que se obligó a sí mismo a esperar. Finalmente, Severus habló:
>> Bendecido con la fuerza de los Antiguos que pasaron, y el poder de traer niños al mundo. Harry, estás embarazado.
Harry cerró los ojos por la impresión. Y pasó mucho rato antes que pudiera abrirlos de nuevo.
Última edición por alisevv el Dom Mayo 08, 2016 2:37 pm, editado 2 veces | |
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