La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 The Blesséd Boy. Capítulo 14. Penitencia

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alisevv

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MensajeTema: The Blesséd Boy. Capítulo 14. Penitencia   The Blesséd Boy. Capítulo 14. Penitencia I_icon_minitimeVie Mayo 07, 2010 12:15 am

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Harry no sabía cuánto tiempo llevaba allí, los brazos estirados por encima de la cabeza, la piel desnuda helándose con el frío nocturno. No lo sabía porque había caído dormido. Se despertó con el sonido de la puerta de su celda al abrirse.

Severus entró al recinto.

Expedio.

Su voz era suave, casi vacilante. Harry sintió cómo las cadenas desaparecían y él pudo dejar caer los brazos. Le dolían por haber estado estirados en una posición tan incómoda. Las manos de Severus comenzaron a frotar ungüento en las marcas de su espalda.

—Por favor, asegúrate de venir a desayunar mañana, Harry —pidió suavemente pero con firmeza.

—Por supuesto, Maestro —contestó. Sus brazos realmente dolían mientras la circulación regresaba a la normalidad. Apartó la cabeza del parche húmedo en la almohada.

Severus permaneció en silencio por un rato, aplicando el ungüento con mucho cuidado. Harry se sentía de maravilla mientras la sustancia empapaba sus heridas… casi como si ya no estuvieran en absoluto. Suspiró con alivio.

—Éste es un ungüento sanador, Harry. Sabes que, habitualmente, las marcas de los castigos se dejan curar en forma natural, aunque se aplica otro tipo de crema para asegurar que no haya infección o un daño permanente —la voz de Severus sonaba atenuada, incluso triste.

—Sí, Maestro —murmuró el joven. Estaba comenzando a sentir somnolencia… El dolor estaba remitiendo, mientras sus brazos asumían una posición más cómoda; el masaje de los dedos de su maestro estaba relajando la tensión de los músculos.

—Reaccioné excesivamente, Harry. Tú hiciste mal en visitar a Danyel sin preguntarme primero, pero yo me equivoqué al reaccionar tan severamente como lo hice. Por eso te estoy curando.

Harry asintió, soñoliento. Esto era agradable…

El hombre dejó que sus manos permanecieran sobre los verdugones de la espalda de Harry. El muchacho era hermoso. Su bronceado se había decolorado en un débil dorado, pero su piel era maravillosa… Sólo tuyo, Maestro… Sólo tuyo, por siempre.

Severus se levantó y le tapó con la manta.

—Me disculpo —musitó, rígido, y se marchó.



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A la mañana siguiente, cuando todos los miembros de la Comunidad estuvieron reunidos alrededor de la mesa del desayuno, Severus habló:

—Por favor, quédense un momento antes de dirigirse a sus tareas. Tengo un castigo que administrar.

Harry se sintió enfermo. Él ya había sido castigado, Severus lo había dicho. Seguramente, no iba a cambiar de opinión y castigarlo en público ahora que no era su primera vez, ¿verdad? ¿O iría a castigar a Danyel? Le lanzó una rápida mirada al otro muchacho, quien se veía asustado. Jolyon indicó a su hijo que regresara su atención a su plato.

Harry clavó la vista en su maestro, temiendo notar que la rabia y el odio habían regresado a él. Pero el rostro se Severus se mostraba vacío de expresión, como si estuviera manteniendo todos sus sentimientos ocultos en su interior.

Apenas pudo comer. Esperó hasta que todos hubieron terminado, su estómago dando saltos como un animal enjaulado. Abigail se inclinó hacia él y susurró:

—Todo está bien; no creo que estés en problemas, Harry. Él te castigaría en privado.

—Entonces, ¿todavía soy novicio?

—Durante tu primer año, sí —la chica apretó su mano y el chico se sintió mejor, pero siguió aprensivo sobre lo que iba a pasar y quién sería castigado esta vez.

Cuando todos hubieron terminado de comer y permanecieron en sus puestos, mirando al Maestro con expectación, éste se levantó. Se paró detrás de su silla, colocando las manos sobre el respaldo, y habló:

—Anoche, descubrí que Harry había ido a visitar a Danyel.

El aludido se ruborizó y sintió que todos los ojos se giraban hacia él, pero siguió mirando fijamente a su maestro. Severus no le miró, y su rostro permaneció sereno.

>>Yo le castigué por no pedirme permiso. Rompió el espíritu del castigo de Danyel, y sabía que era poco probable que yo le concediera el permiso. Fue castigado por ello. Harry se comport mal, pero yo me comporté peor. Reaccioné en exceso al encontrarle con Danyel. Le castigué muy severamente, mucho más de lo que la infracción merecía. Las acciones de Harry —aunque en contra de mi voluntad— fueron inspiradas en el espíritu de amabilidad y apoyo a los miembros de la Comunidad. Mis reacciones, por el contrario, fueron el resultado de mis celos.

Se escucharon varios jadeos de sorpresa; la gente miraba del Maestro a Harry, y de éste a Danyel. Éste ultimo lucía asustado, y Harry se veía asombrado. Severus permaneció con el semblante pétreo, claramente controlándose, aunque sus manos se aferraban con fuerza al respaldo de la silla.

>>Harry es mi aprendiz. Soy posesivo con él, y eso es lo que se espera en circunstancias normales. Sin embargo, Danyel es un caso especial, como todos sabemos. Me disculpo contigo, Danyel, por mis celos de tu amistad con Harry. Me disculpo contigo, Jolyon, por olvidar las indulgencies debidas a tu hijo. Me disculpo contigo, Harry, por mi severidad al castigarte más allá de lo que era justo, y por dudar de tu lealtad hacia mí.

Mientras mencionaba el nombre de cada persona, Severus les miró e inclinó la cabeza hacia ellos con humildad. Jolyon asintió a su vez, cortésmente. Danyel, sólo se veía confundido. Harry se ruborizó hasta un rojo ladrillo.

>>Siempre que cualquier miembro de la Comunidad hace algo equivocado que trae como consecuencias problemas o trabajo para los demás miembros, es castigado. Cuando el Maestro de la Comunidad hace algo que afecta a varios miembros, el castigo debe ser más severo. Ustedes tienen el derecho de esperar que yo no cometa tales errores. Estoy realmente avergonzado por haber errado ante ustedes.

Severus se alejó de la mesa; al parecer, ya no necesitaba aferrarse a la silla.

>>Jolyon, tú eres un hombre fuerte, y eres uno de los que agravié. Por favor, asísteme en esto.

El hombre asintió levemente; luego, habló brevemente a Danyel, se levantó, y alcanzó la cocina de unas pocas zancadas. Levantó la mano y bajó el látigo.

Harry se estremeció.

—¡No!

Abigail puso una mano sobre la suya.

—Déjale, Harry. Él siente que debe hacer esto. Es importante que cómo jefe de la Comunidad se vea que es justo.

—Pero… no importa. Él me curó.

—Tú no fuiste el único agraviado, Harry —la voz de Abigail también sonaba triste.

El muchacho miró hacia el otro lado de la mesa. Scylla estaba sentada con el semblante tan pétreo como el que Severus había tenido antes. Harry casi había esperado verle una expresión de triunfo, pero al parecer ella no intrigaba para buscar el sufrimiento y humillación públicos de Severus; era a él a quien quería ver castigado. Se preguntó, nuevamente, si Scylla querría a su maestro para ella.

Con un movimiento rápido y decidido, Severus se sacó la túnica por encima de la cabeza. La dejó caer sobre el respaldo de una silla, apuntalando sus manos contra la pared. Su espalda mostraba las marcas sanadas de anteriores castigos y Harry se sorprendió al ver cuántas eran. ¿Seguramente el Maestro no se habría castigado con tanta frecuencia?

—Veinticuatro, Jolyon. Es el doble de lo que yo le infligí a Harry. Y pon tu esfuerzo en esto, hombre.

Jolyon gruñó, afirmando. Se arremangó la camisa, se colocó en posición, y empezó.

Harry supo, al instante, que esto era diferente a la vara. El cuero del látigo parecía cortar, ser más afilado que la pulida madera de la vara. Sabía que la piel de Severus no soportaría veinticuatro latigazos sin resultar dañada. Dejó escapar un gemido de pura agonía. Abigail tomó su mano y la apretó.

Jolyon estaba haciendo lo que le había sido pedido, y era un hombre fuerte y corpulento. Los latigazos crujían contra la carne del maestro Snape, y el cuerpo del hombre saltaba bajo la fuerza de cada golpe. Con el sexto latigazo la sangre comenzó a correr por la espalda de Severus, y las lágrimas a bajar por la cara de Harry. Danyel comenzó a gemir. Harry deseaba correr hacia el extremo de la mesa y abrazar al muchacho, pero eso había sido lo que había empezado todo esto, así que se obligó a permanecer en su sitio.

Miranda se levantó y se acercó a Danyel, acogiéndole en un abrazo maternal. La azotaina continuó y Severus comenzó a gritar con cada nuevo golpe, pero continuó parado y apoyado contra la pared con brazos temblorosos, orgulloso y determinado a demostrar que él no necesitaba sujeciones, y que sabía que se había ganado esto y lo aceptaba.

En el décimo quinto latigazo comenzó a tambalearse, sus piernas perdiendo la habilidad para sostenerle en pie.

—No más, Maestro —pidió Jolyon, bajando el látigo—. No puedes soportar más.

—Por favor, no más —lloró Harry—. Ya recibiste más que yo, y el látigo es cruel.

Severus sacudió la cabeza, largos mechones oscuros colgando sobre su rostro, ocultando su expresión. Su voz flaqueó pero insistió:

—Josiah, ven y sostenme, por favor.

—Maestro… —Josiah se veía desesperado por evitar esa tarea.

—Por favor —repitió Severus—. Necesito recordar esto.

Josiah se levantó, moviéndose con renuencia, pero debía obedecer al maestro Snape. Sacó su varita y hechizó unos grilletes que sostuvieron al hombre contra la pared, y lanzó un Petríficus para asegurarse de que permaneciera en su lugar.

Jolyon reasumió su labor. Él contaba los golpes. Harry podría asegurar que ahora eran más débiles, no poniendo su considerable fuerza en ellos. Su maestro no lo soportaría.

Para cuando todo terminó, había algunas expresiones casi enfermas en la mesa. Jolyon estaba completamente tembloroso. Bajó el látigo y lanzó un hechizo para limpiar la sangre. Josiah liberó el Petrificus y los grilletes, sosteniendo al hombre que se derrumbaba. Harry corrió a ayudar.

—Llévenlo a su habitación —pidió.

Los hombres virtualmente arrastraron a Severus hasta su celda. Harry señaló la cama y ellos le acostaron sobre su estómago. Lydia trajo algunas pociones sanadoras de la tienda y se las entregó a Harry. Ella apretó con fuerza su mano, al notar su angustia.

—Es importante para él vivir bajo sus propias reglas, Harry. Admitió que había errado y tuvo razón. Es un hombre orgulloso; hacer menos que esto, le hubiera dañado mucho más que el castigo.

Harry asintió, reconociendo la verdad en sus palabras y alegre por su amabilidad. Respiró profundamente y fue hasta Severus.

—Te curare, Maestro.

—No —la voz de Severus era áspera; había gritado muy alto al final—. Sólo límpialo, por favor, Harry.

El joven tragó con fuerza. Severus era tan testarudo.

—Muy bien, Maestro.

Se apresuró hacia el lavabo y preparó unos paños y una vasija con agua tibia. Echó un vistazo hacia atrás. Los otros hombres se habían marchado, y Severus estaba acostado con la cara hacia el otro lado, aguardando tranquilo, así que aprovechó y vertió algo de la poción sanadora en el agua tibia. En opinión de todos, salvo Severus, su maestro ya había sufrido suficiente. Diluida, no curaría las heridas con rapidez, pero ayudaría.

Sumergió la suave tela en el líquido y comenzó a limpiar el desastre sanguinolento en la espalda de Severus. El hombre apretaba las manos, a veces se estremecía, pero no emitió ni un sonido. Harry casi podía sentir la fuerza con la que apretaba la mandíbula. Cuando la carne estuvo limpia, la secó con un paño absorbente.

—¿Puedo ponerte un ungüento ordinario, Maestro?

Severus asintió.

—Está al lado del lavabo

Harry lo consiguió y empezó a curarle las heridas tan suave y profundamente como pudo. Esas nuevas líneas harían cicatrices que se unirían a la miríada de otras que ya cruzaban la fuerte espalda. Harry había estado desnudo con Severus, pero nunca había visto su espalda. Le impresionó, pero contuvo cualquier comentario. Severus estaba quedándose dormido a pesar de sus heridas, o quizás a causa del trauma provocado por ellas, y Harry pensaba que dormir era lo mejor para él de momento.

Cuando terminó, limpió todo lo que había utilizado. Verificó que Severus estuviera dormido y se dirigió a la salida. Regresaría en un par de horas a revisar a su maestro.

En el área del comedor, Miranda estaba sentada a la mesa con una taza de café. Levantó la vista hacia Harry, sus ojos llenos de tristeza.

—Ven y toma un poco de café —invitó.

—¿Él ha hecho esto con frecuencia? —preguntó, mientras se sentaba y aceptaba la taza que ella le entregaba.

—No. Es un hombre muy discreto. Es muy estricto consigo mismo, no he sabido que haya perdido el control de esta manera jamás. Es por ti, por supuesto.

Harry levantó la vista, sobresaltado.

—¡Yo no quería que hiciera esto!

—No, por supuesto que no. No quise decir nada parecido. Yo lo que quiero decir es que pierde el control a causa de sus sentimientos por ti. Es claro como el agua… Él te ama.

Harry jadeó.

—¿Él… me ama? No… él no ha dicho, no ha hecho… Quiero decir… —enrojeció y se odió por eso. Sí, habían hecho cosas juntos con bastante frecuencia, ¿pero amor? No, Miranda se estaba comportando como una mujer tierna y romántica. Eso era todo.

—¿Cómo explicas esto? —la bruja sonrió suavemente.

—Él sólo restablece las reglas, para reforzar la disciplina —declaró, consciente de que sonaba poco convincente.

Miranda se compadeció de él y comenzó a hablar de cuán ocupados estarían los trabajadores, especialmente el pobre Josiah, quien no sabía cuando conseguiría un minuto de respiro en la elaboración del vino, y Richeldis, quien estaba hasta las axilas de cera de abejas y miel. Harry se relajó y charló; no tenía prisa en ir a su sitio de trabajo y ver a Scylla, y tenía que revisar a su maestro en una hora o así.

Eventualmente, Harry se rindió y pasó la mañana con Miranda, conversando y ayudándola a prepararse para las fiestas navideñas y el solsticio de invierno. Las celebraciones siempre alegraban a todos, y los banquetes de Miranda les proveían del combustible para pasar la peor parte del invierno, todavía por venir. Él le contó sobre los banquetes en Hogwarts y los diferentes platos que servían allí, y ella prometió servir algunos de ellos en la mesa de Navidad de ese año.

Harry le preguntó cómo hacían con los regalos. ¿Iban de tiendas? Miranda le contestó que podía pedir salir unos días de la isla, si así lo deseaba, aunque la mayoría de los miembros de la Comunidad hacían los obsequios para sus compañeros. Ella hacía dulces, Richeldis prendas de punto o crochet, y George hermosos artículos de escritorio. Harry no estaba seguro de que hubiera nada que él pudiera hacer para regalar, así que decidió preguntar a su maestro si podía salir a hacer sus compras navideñas.





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MensajeTema: Re: The Blesséd Boy. Capítulo 14. Penitencia   The Blesséd Boy. Capítulo 14. Penitencia I_icon_minitimeVie Jun 13, 2014 11:24 pm

AHH porque se complican la vida así...lo mejor que pueden hacer este part de tontitos es decir sus sentimientos claramente y asi se evitarian tanto problema..T_T...XD
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http://yukif.livejournal.com/
 
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