La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 The Blesséd Boy. Capítulo 2. En la comunidad

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alisevv

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MensajeTema: The Blesséd Boy. Capítulo 2. En la comunidad   The Blesséd Boy. Capítulo 2. En la comunidad I_icon_minitimeDom Ene 24, 2010 11:32 pm

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Con un chasquido, aparecieron en la cocina–comedor de la Comunidad. Miranda Beckett, la cocinera, miró alrededor.

—¡Maestro Snape, lo encontraste! —exclamó, feliz.

—Obviamente —replicó Severus secamente, mientras Miranda limpiaba sus manos llenas de harina en un trapo de cocina.

La mujer se acercó presurosa y abrazó a Harry.

—Me alegra que vinieras a vivir con nosotros —declaró.

El chico estaba algo asombrado; relativamente, tenía poca experiencia en eso de ser abrazado, pero fue imposible oponerse a Miranda. Ella era pequeña, con el cabello marrón y algo regordeta, una estructura física a la que los cocineros eran bastante propensos. Harry la había encontrado un poco más irritable cuando había estado con el grupo de la escuela, pero quizás había sido su reacción natural a los remilgos de Draco Malfoy acerca de su cocina.

>>He hecho una tarta para la hora del té, Harry, en honor a nuestro nuevo miembro. No todos los días crece nuestra Comunidad.

—Gracias —contestó con sinceridad. Nadie había hecho una tarta para el jamás, en ninguna ocasión, y se preguntaba cómo se sentiría.

—Debo regresar a trabajar. Estoy haciendo pastel de cordero para esta noche. Pero me alegra que estés aquí —se giró hacia su fregadero y de inmediato volvió a hundir sus manos en él.

—Déjame mostrarte tu habitación, antes que todos regresen para el té —dijo Severus, y Harry le siguió a lo largo del pasillo que conectaba con las celdas—. Estás en la número once, siendo nuestro miembro número doce.

Harry le sonrió.

—¿Por qué no en la número doce, si soy el miembro número doce?

—Josiah y Lydia comparten una celda doble, al estar casados —explicó.

El otro asintió.

—¿Tú eres el número uno, por casualidad?

El Maestro le devolvió la sonrisa.

—Por supuesto; el número uno en todo. Ahora, ve y acomódate; yo iré a chequear la sala de pociones antes de reunirme contigo para el té.

Harry abrió la puerta de la celda número once. Era similar a aquella en que había dormido la primera vez, con el adicional de una colorida alfombra de retazos a un lado de la cama. Sobre la almohada yacía una flor, una rosa blanca; la tomó, inhaló su aroma y sonrió. Había un pequeño vaso de cristal en el armario ubicado sobre el lavabo; Harry lo llenó de agua y metió la rosa dentro, colocándola sobre el escritorio.

Luego de agrandar su equipaje, se dedicó a colocar su ropa en la cómoda y el guardarropa. No se había molestado en hacerlo en su visita anterior, dado que se iba a quedar sólo una noche. Ahora, iba a permanecer allí por años. Se aseguró de que todo quedara cuidadosamente organizado, deseando que ésta, la primera habitación que era realmente propia, fuera perfecta. Luego se sintió en el sillón para probarlo, moviéndose un poco para verificar cuán cómodo era. Tenía un almohadón con una funda de lana tejida a ganchillo que parecía acurrucarse en el espaldar, apenas manteniéndose derecho; se preguntó que miembro de la Comunidad estaría encargado de elaborar los tejidos. Luego, tomó su juego de escritura y lo puso en el pequeño escritorio proporcionado para su uso personal. Ahora estaba escaso de papel, pues había utilizado la mayoría en la correspondencia que había enviado a Severus después de su partida. Se recordó que tenía que conseguir más; quizás George podría darle un poco del Centro de Caligrafía, ¿o tal vez debería preguntar a Lydia si podía obtener algo de la tienda?

Al lado del escritorio había un estante pequeño donde Harry colocó sus pocos libros. Eran sus textos de Hogwarts y un Almanaque Mágico que había comprado la pasada Navidad. Éste tenía extrañas tablas, con las fases de la luna –con advertencias sobre los hombres lobo–, el movimiento de las mareas y las fechas de las fiestas movibles. Contenía un terrible galimatías que incluso dejaba tontos a los dos años de lecciones de Adivinación que había sufrido en la escuela, pero también tenía acertijos y unas cuantas historias y leyendas muy interesantes. Los anuncios en la cubierta posterior eran sobre cosas extrañas y maravillosas, y Harry había sonreído al ver un anuncio sobre Las pociones del Maestro Snape, disponibles en Slug & Jiggers, y en las mejores tiendas de Pociones. Con frecuencia, hojeaba un libro al acostarse; eso le ayudaba a conciliar el sueño. Había gran cantidad de libros en la Comunidad. Tenían una pequeña habitación, al lado del Centro de Caligrafía de George, llena de estantes, y en tres de sus paredes los libros estaban colocados desde el piso hasta el techo. George era el bibliotecario, así que decidió que le preguntaría si podía prestarle algunos libros para llevar a su habitación.

Se levantó y fue hacia el lavabo. Se observó fijamente en el espejo. Pensaba que se veía bien. Su cabello estaba algo desordenado, pero siempre estaba así; simplemente, no crecía liso. Aún así, se lo cepilló varias veces, intentando lucir lo mejor posible para su reunión con los demás a la hora del té. Se lavó las manos con el jabón de miel que estaba seguro había hecho Richeldis, y en ese instante recordó el comentario de Susan, de que la Comunidad probablemente compraba las cosas para fingir que las hacían. Alguna gente tenía que estropearlo todo.

Los textos en las paredes eran iguales a los que había en la celda donde había dormido previamente: un recordatorio de las reglas de la Comunidad, y la muy especial profecía que Merlín había dejado para Eigg.

—Bien, estoy en casa —musitó.

La pequeña habitación era acogedora y Harry sonrió. Por primera vez en su vida, si necesitaba su propio espacio, tenía un rinconcito al que ir, un lugar sólo para él. Eigg era fenomenal.



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Cuando entró en la agradable cocina, con la enorme mesa donde comían los miembros y visitantes, todos se levantaron y aplaudieron.

—¡Bienvenido, bienvenido! —tronó Josiah Jordan, su rostro todavía tan rojo como lo recordaba. Su exhuberancia hizo que Harry se preguntara si habría vuelto a probar su vino.

Danyel corrió hacia él y le abrazó. Harry se levantó y permitió que lo hiciera, consciente de lo inofensivo que era el muchacho –tan sólo muy expresivo con sus emociones– y lo encariñado que había estado con él en su visita anterior. Sin embargo, no respondió con mucha efusividad, pues no deseaba que Danyel lo hiciera muy seguido; dudaba que el Maestro Snape apreciara ese comportamiento hacia su aprendiz.

Danyel le soltó y sonrió.

—Me alegra que hayas venido a vivir con nosotros, Harry.

—Yo también me siento alegre de estar aquí —contestó, lo suficientemente alto como para que todos escucharan.

Severus se levantó de su silla en la cabecera de la mesa.

—Como mi aprendiz, tu sitio es aquí, a mi mano izquierda —instruyó, señalando una silla vacía a su lado—. La mayoría de tu horario de trabajo la pasarás conmigo, en la sala de Pociones. Pero también quiero que aprendas lo que hace el resto de la Comunidad, así que de vez en cuando te enviaré a trabajar con alguno de mis colegas. Cada especialidad tiene sus periodos de mayor ocupación, y frecuentemente nos ayudamos unos a otros.

Harry se sentó y Miranda le entregó una taza de té.

—Me alegra que hayamos atraído a un mago joven a nuestra Comunidad —expresó, sonriendo—. Aquí tienes mi especial bienvenida para ti, Harry —movió su varita y apareció un gran pastel en el medio de la mesa. Estaba completamente glaseado, y en letras verdes se leía Bienvenido, Harry. Las flores glaseadas –rosas, violetas, altramuces y ranúnculos– parecían casi vivas. Emanaban un aroma encantadoramente dulce, de forma que la torta olía como un gran pedazo de Delicia Turca.*

—Gracias —dijo el agasajado, encantado—. ¿Una rebanada para cada uno?

Danyel aplaudió y Jolyon le siseó:

—Es la torta de Harry, chico. Espera tu turno.

Harry se levantó y empezó a cortar el pastel en doce pedazos iguales. Colocó el primero en el plato superior de una pila que Miranda había convocado, junto con un tenedor, y se lo entregó a Severus.

—Para ti, Maestro.

El hombre inclinó la cabeza y Harry pudo ver la aprobación en los ojos de los demás. Severus era su Maestro y siempre debía ser servido primero. Eigg tenía una jerarquía.

Cuando el joven ofreció otro pedazo a Scylla Darke, quién estaba sentada al otro lado del Maestro, ella se rehusó.

—No como pastel. No es bueno para mí.

Miranda se irguió sobre ella cuán alta era.

—¿Estás diciendo que mi pastel es poco saludable, Scylla? Pensaba que tenías mejor opinión que ésa acerca de mis habilidades culinarias.

—Por supuesto que la tengo, Miranda. Es sólo que la torta glaseada no es… una opción sana.

Harry la miró con incredulidad. Para ser una bruja, sonaba terriblemente parecida a su tía Petunia, su pariente muggle más cercana, quien estaba obsesionada con las ‘opciones saludables’ desde que a su hijo se le había diagnosticado obesidad peligrosa. Harry no creía que la Comunidad comiera tortas como esa con frecuencia, aunque ahora contaban con doce miembros, así que el promedio sería de un cumpleaños por mes. Quizás por eso Scylla estaba renuente a aceptarlo. Era muy delgada, y era posible que controlara su peso. De alguna forma, dudaba que se llevara muy bien con la regordeta cocinera.

>>Oh, está bien —dijo Scylla, y tomó el plato ofrecido con algo de brusquedad. Todos los demás empezaron a comer con suspiros de placer, así que Harry se sentó y tomó un tenedor lleno de dulce.

El pastel estaba delicioso, tal como lo imaginaba. Tenía un sabor vagamente parecido a rosa, como la delicia turca, algo que siempre le recordaba a las Navidades, cuando esos dulces eran servidos como postre en el festín de Navidad de Hogwarts. Pero eso le hizo sentirse un tanto extraño, pues apenas estaban a finales de junio. Tenía todo el verano por delante, y contaba con que fuera el mejor de sus veranos, ahora que estaba en su nuevo hogar.



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Harry se hundió en su cama, cansado pero feliz. Severus le había dicho que pasara el resto del día reencontrándose con la Comunidad, y él había estado feliz vagabundeando por ahí, observando a los demás trabajar o conversando con ellos.


En verano, las áreas del jardín y la granja tenían mucho movimiento. Las ovejas estaban fuera, en los pastizales de las faldas de An Sgurr, el mayor pico de la isla, y requerían poco cuidado, relativamente. Argus Filch o Jolyon Tadcaster irían a revisarlas de vez en cuando, atrayéndolas con una especie de panqueca que les encantaban. Las ovejas más viejas atenderían a su llamada, y las más jóvenes las seguirían. Era una época del año fácil para las ovejas; el nacimiento de borregos había terminado y era tiempo de plenitud.

Harry había pasado un buen rato ayudando a Argus y Abigail Jordan en los jardines. La cosecha de las judías verdes era pesada y había sido un trabajo largo.

—Mañana llevaré algunas a la tienda de Galmisdale —le comentó Abigail a Harry—. ¿Quieres venir?

—Umm… no sé. El Maestro Snape puede tener algo planeado para mí.

Abigail sonrió.

—Eso tiene fácil solución, Harry. Por supuesto que debes preguntar primero. Pero dile que yo te lo ofrecí.

Harry estaba acostumbrado a hacer lo que se le ordenaba, en casa y en la escuela, así que no creía que le costaría acostumbrarse ahora que estaba en la Comunidad.

—Lo haré. Puede que me deje ir, pero creo que pronto querrá que me aboque a mi trabajo en Pociones.

—¿No están las vacaciones? ¿Incluso para los aprendices?

—Supongo que sí. No sé si tendré vacaciones, tendré que preguntar —replicó, dándose cuenta que sabía muy poco de los planes educativos que tenía Severus para él, y sintiéndose bastante tonto.

Más tarde, después de cenar, le había preguntado al Maestro Snape si podía hablar con él. Severus había asentido y le había guiado hasta una salita privada, fuera del área principal.

—Maestro Snape, Abigail me invitó a ir mañana al pueblo con ella, para llevar algunas judías verdes a la tienda.

—¿Quieres ir?

—S… sí, me gustaría ir. Supongo que sólo en verano producimos lo suficiente como para venderles.

—En general, así es. Y tampoco enviamos demasiado, o comenzarían a preguntarse cómo el jardín de la casa de huéspedes puede producir tanto. Puedes ir. No comenzaremos con el trabajo de Pociones hasta la próxima semana.

Harry asintió.

—Abigail dijo que era tiempo de vacaciones… incluso para los aprendices.

Severus rió entre dientes.

—Creo que a ella le gusta bromear a mi costa. Si esto fuera una universidad o una escuela, ése sería el caso. Pero en Eigg no tenemos vacaciones largas. Celebramos los solsticios, los equinoccios, la mayoría de los días de fiesta mágicos y algunos muggles, pero no tenemos semanas y semanas de andar por ahí haraganeando, como hacen los muggles y algunos magos. Nuestro modelo, que es el monacato tradicional, implica vivir en función del servicio y la utilidad, no de la indolencia.

—¿Y si alguien se enferma, Maestro, y no puede trabajar?

—Oh, entonces les golpeamos —contestó seriamente.

Harry miró los ojos oscuros, sobresaltado y cauteloso. Severus también le miró con semblante pétreo. Y entonces Harry vio el brillo que el mayor no pudo evitar emergiera a sus ojos.

—¡Estás bromeando!

Severus se echo a reír.

—Por supuesto. ¿Por qué clase de monstruo me tomas, Harry? ¿Acaso no me conoces?

—Lo siento, lo siento… No quise…

Pero la disculpa de Harry fue interrumpida cuando Severus le rodeó con sus brazos y le besó.

—Muchacho tonto. Cada miembro de la Comunidad es precioso. Somos de los pocos que desean mantener las tradiciones mágicas, no sólo de una manera dogmática, sino tratando de hacer nuestro mayor esfuerzo para establecer nuestro modo de vida aquí. Todos los miembros de la Comunidad trabajan duro y son apreciados. Ahora, deja de preocuparte. Si lo deseas, te daré una visión general de los aspectos que cubriremos durante el primer año. Tuve que redactarlo para el Consejo del Ministerio de Educación, para que pudieran aprobar tu maestría cuando lo hayas cumplido.



Harry se acomodó, acurrucándose contra la almohada. Iba a ser un trabajo duro –nada que valiera la pena era fácil– pero él iba a estar bien. Por una vez en su vida, iba a ser parte de algo, no una singularidad dejada fuera de cada grupo como había sido en Hogwarts. Había tanto por delante: Su trabajo con Pociones la semana entrante, y antes que eso, la visita al pueblo al día siguiente. Harry se quedó dormido con una sonrisa en el rostro.


*Delicia Turca: Dulce de Estambul, Turquía. En realidad, éste no es un postre que se come después de la comida. Es un postre que se come a la hora del Café para acompañar el delicioso café de Turquía. El dulce tradicional tiene sabor a jugo de limón, naranja, agua de rosas o azahar (agua de flor de naranjo). Por lo regular, el dulce lleva pistachos o almendras.




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Última edición por alisevv el Lun Mayo 02, 2016 6:26 pm, editado 4 veces
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MensajeTema: Re: The Blesséd Boy. Capítulo 2. En la comunidad   The Blesséd Boy. Capítulo 2. En la comunidad I_icon_minitimeDom Mar 08, 2015 12:28 am

no se porque esa bruja (lo digo en forma de insulto) de Scylla no se ahogo con el pedazo de pastel que le sirvieron asi se hubiera evitado tantasss problemas harry..u_u..XD pero buenooo..XD
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