La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 The Blesséd Boy. Capítulo 20. El buen pastor

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alisevv

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MensajeTema: The Blesséd Boy. Capítulo 20. El buen pastor   The Blesséd Boy. Capítulo 20. El buen pastor I_icon_minitimeSáb Ene 15, 2011 5:26 pm

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Harry se presentó a desayunar luciendo su brazalete. Estaba decidido a no quitárselo jamás. Severus había dicho ‘para siempre’ y Harry deseaba que así fuera. Se sentó al lado de Neville y Abigail, y la chica, al ser tan buena amiga como era, notó cuán contento se veía el joven. Ella estaba algo preocupada por su futuro; ¿podría tener una vida que incluyera tanto a la Comunidad como a James? Le alegraba ver a Harry tan feliz. Desde sus castigos, el joven había estado tenso. Ella sabía que la relación que había entre el Maestro y su aprendiz era muy profunda. Quería a los dos hombres lo bastante como para desear verles juntos y felices, y estaba segura que eso pasaría cuando ambos aceptaran que su relación no era algo malo y admitieran sus verdaderos sentimientos uno por el otro.

Harry estaba untando una tostada con mantequilla cuando una lechuza aterrizó afuera de la ventana, golpeando el cristal con insistencia.

—¿Puedo dejarla entrar, maestro Snape? —preguntó Danyel, emocionado.

—Sí, Danyel.

El joven dio un salto y atravesó corriendo la habitación, para luego abrir la ventana y hablar con la lechuza. Ésta ululó en agradecimiento y voló hacia el destinatario. Aterrizó en la mesa a un lado de Harry, frente a Neville, quien se mostró sorprendido. Pero luego, el ave estiró su pata hacia Abigail, quien se mostró más sorprendida, incluso. Desde que Harry vivía en la Comunidad, ella nunca había recibido una lechuza.

El rostro de la chica se desencajó al darse cuenta que se trataba de un sobre rojo.

—¡Tómalo, rápido! —le ordenó el maestro Snape.

Su tono agudo la hizo reaccionar de la impresión y asió la carta. El howler se abrió y una voz estridente y enojada llenó el comedor.

¡Tú, desconsiderada e imprudente tonta! ¡Corromperás es ascetismo mágico al casarte con un muggle! ¡La principal idea al vivir aquí es rehuir las influencias muggles, y tú vas y empiezas a follar con un asqueroso isleño muggle! No perteneces aquí. Si te quedas, corromperás la Comunidad del Maestro Snape y la llevarás a su fin. ¡Lárgate, antes de que sea demasiado tarde! ¡Si prefieres follar con muggles que vivir como una bruja decente, lárgate y no vuelvas!

La voz se apagó. El rostro de Abigail, habitualmente sonrosado, había palidecido, luciendo como si estuviera a punto de desmayarse. Su madre se levantó y fue a abrazarla. El rostro de su padre estaba más rojo que de costumbre y parecía como si quisiera estrangular a alguien, pero el howler se había auto destruido y Josiah ni siquiera tuvo la satisfacción de destrozarlo.

Había lágrimas en los ojos de Abigail.

—Maestro Snape, no es cierto. ¡Yo no he fo… follado con nadie! Me gusta Jamie, pero no pondré a la Comunidad en peligro. Partiré…

Severus se levantó, furioso. Irradiaba fuerza mágica en su furia.

—No harás tal cosa. Eres un valioso y valorado miembro de esta Comunidad. Esto no es más que una asquerosa y cobarde calumnia. Si la persona que lo envió no es capaz de pararse y decírnoslo de frente, no merece ser escuchada. Tú posees mi confianza, Abigail.

La chica estalló en lágrimas de alivio, sollozando sobre el hombro de su madre. Lydia sacó un pañuelo limpio para su hija.

Severus continuó:

>>Ya te lo dije, enfrentaremos la situación de tu relación cuando sea necesario. Hasta que tome mi decisión, nada está dicho. No abandonarás la Comunidad, y, ciertamente, menos por causa de un howler anónimo. Éste es tu hogar.

Se sentó, mirando con fiereza alrededor de la mesa para asegurarse que ninguno discordara. Nadie dijo una palabra. Los invitados —la profesora Sprout y Neville— lucían avergonzados por haber sido testigos de esa escena. Harry observó los rostros de sus compañeros de la Comunidad; todos lucían indignados por el ultraje hecho a Abigail. Todos, excepto —desde el punto de vista de Harry— Scylla, quien estaba concentrada en su plato y no había dicho ni una palabra a nadie. Ella iba a pasar el día con sus amistades y partiría muy pronto.

Neville y la profesora Sprout se fueron esa mañana, con múltiples agradecimientos por tan maravillosas Navidades, e invitando a Harry para que pronto visitara Hogwarts y se quedara unos días. Harry pensó que quizás lo hiciera algún día, pero de momento no quería dejar Eigg, ni a Severus, por un tiempo más largo que el de su viaje al Callejón Diagon.

El seis de enero, las decoraciones navideñas fueron retiradas con una pequeña ceremonia tradicional de Noche de Reyes. Miranda había cocinado los últimos pasteles de carne de la estación y todos se atiborraron de pasteles calientes acompañados con mantequilla de whisky. La Navidad había terminado oficialmente y tenían por delante la etapa más dura del invierno. La primavera todavía era una perspectiva distante. El maestro Snape instó a todos a ayudar siempre que se necesitara trabajar en el exterior. Alimentar y vigilar a los animales era un trabajo pesado en esta época del año. Harry asumía su parte con alegría. Aunque el frío era fiero, el viento implacable, y la tierra estaba frecuentemente cubierta con nieve, a él le encantaba ser parte de la isla en la estación más cruda. Sentía como si la Tierra estuviera aguantando la respiración, aguardando a que llegara la primavera.

Un par de mañanas después de Reyes, Danyel llegó corriendo desde el exterior.

—Pa dice que si pueden venir a ayudar. ¡Algunas de las ovejas se escaparon!

El maestro Snape ordenó a Harry, Josiah y Argus que fueran a ayudar a reunirlas. Los tres hombres se levantaron y se vistieron con el equipo apropiado para salir al exterior. Mientras dejaban la calidez del comedor comunal, jadearon ante la ferocidad del viento. Había una capa de nieve cubriendo los terrenos, y ellos afincaron sus pisadas mientras se dirigían hacia la tierra de pastura. Se suponía que los pastizales de invierno estaban destinados a mantener a las ovejas en su interior, seguras y abrigadas. Si ellas se habían salido, seguirían su instinto de deambular por la isla en busca de alimento, algo que podría ser desastroso en medio de un severo invierno.

Jolyon les hizo señas mientras se acercaban.

—Las ovejas más viejas, y la mayoría de las jóvenes, siguen aquí. Las ubiqué tras esas vallas mientras tanto. Alrededor de cinco de las más jóvenes están extraviadas. Como pueden ver por sus huellas, se dirigen hacia la Piedra del Este —Jolyon señaló un lugar donde la cerca estaba rota.

Mientras buscaban, Harry aprendió pronto que las ovejas no caminaban en línea recta, pero al menos sus huellas eran fáciles de seguir por la nieve. Continuaron hacia las protecciones del este; las viñas podadas y sin hojas se veían sombrías en la distancia. Todo pareció ir bien hasta que las ovejas se dividieron.

>>Esto tenía que pasar —gruñó Jolyon—. Las ovejas acostumbrar a caminar juntas, pero de vez en cuando uno se consigue alguna torpe.

Al llegar al final de los viñedos, uno de los animales parecía haber girado hacia el norte. El campo abierto cubierto de nieve se extendía hasta la pared de piedra seca de los campos del norte.

—Yo iré tras la que se desvió —se ofreció Harry de voluntario.

—Bien, no sé si eso sea inteligente —argumentó Jolyon—. Cuatro o cinco se fueron por este rumbo, calculo que hacia la Piedra del Este. Quizás simplemente debamos dar por perdida a esa oveja descarriada.

—Es una oveja joven, Pa —intervino Danyel, sonando agitado—. ¡No puedes abandonarla! Yo iré con Harry.

—No harás eso. Harry no necesita tener que vigilarte a ti además de buscar al cordero. No puedo destinar a nadie más para que vaya contigo, Harry. Hay demasiadas por este camino; puede que necesitemos buscar y luego guiarlas de regreso. Incluso con magia, es probable que se necesite a cuatro de nosotros para hacerlas regresar. Pero no me gusta la idea de que vayas solo. Si algo te sucediera…

—Conozco el terreno, Jolyon. Y sólo es una oveja la que tendría que traer. Puedo hacerlo.

—A mí tampoco me gusta la idea —intervino Josiah.

—Si no regreso pronto, pueden venir a buscarme. Lo más probable es que me reúna con ustedes en el camino. Hay mucho terreno abierto por la zona, probablemente esté vagabundeando un poco.

Eso sonaba razonable, así que Jolyon asintió, aunque a regañadientes.

—Mejor muévete entonces, chaval. Queda poca luz y hay una oveja que rescatar.

Los cuatro hombres caminaron penosamente hacia la Piedra del Este. Harry se dio la vuelta y miró hacia el norte. Iba a ser difícil; el terreno era más escarpado y tenía que mantener los ojos cerrados la mayor parte del tiempo, para protegerse del viento helado. Podía seguir las huellas con facilidad. Era definitivamente una oveja; una extraña y solitaria oveja que quería ir al norte. Una o dos veces pensó que la había escuchado balar, pero, eventualmente, decidió que sólo era un truco del viento, que gemía y azotaba ruidosamente. Bizqueando para ver más adelante, pudo observar la pared de piedra seca del campo que recordaba de sus caminatas para establecer las protecciones.

Mientras alcanzaba la pared, esperando encontrar la oveja perdida, todo comenzó a ir mal. La oveja no estaba allí. Había un pedazo de nieve compactada donde ella parecía haberse acostado un rato, pero había huellas que seguían lejos, hacia los límites. Y empezaba a nevar. Harry sabía que eso era malo; dificultaría seguir las huellas de la oveja y haría que la pobre visibilidad empeorara aún más. Apretó los dientes y se apuró, ignorando el dolor de sus piernas; el frío de su cuerpo había aumentado notablemente cuando se había detenido.

La oveja había alcanzado las protecciones y había girado hacia el sur. Las protecciones no sólo resguardaban a la Comunidad de los muggles, sino que también protegían a todo lo que estaba en su interior, animales incluidos. El cordero había sido guiado para permanecer dentro de los terrenos y Harry se alegraba de que hubiera funcionado. Ahora él estaba caminando a lo largo de la ruta de los ritos limítrofes, dirigiéndose hacia la Piedra del Este. Quizás pudiera encontrarse con los demás, aunque lo dudaba. Si habían encontrado sus ovejas, a esas alturas estarían regresando a la Comunidad.

Las huellas del joven cordero estaban siendo enterradas por la nueva nieve. La temperatura parecía haber bajado más aún. Siguió avanzando; sus pies se sentían entumecidos por el frío, pese a sus gruesas medias de lana y a sus botas de piel. Su cabeza estaba envuelta en una bufanda de lana y llevaba puesta la capucha de su capa. Apenas sus ojos miraban hacia fuera, a la creciente penumbra. No tenía idea de la hora, pero no podía ser demasiado tarde, todavía no estaba oscuro. El cielo estaba plomizo, amenazando con continuar nevando.

Comenzó a sentirse extrañamente desconectado. Sus piernas parecían entumecidas, aunque continuaba moviéndolas al concentrarse en la tarea de poner una delante de otra. No tenía indicios que le dijeran si estaba teniendo éxito, pero seguía moviéndose hacia adelante. Pudo escuchar un balido, esta vez estaba seguro. El cercado de la Piedra del Este estaba adelante, apenas unos pocos pasos más…



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—¿Le dejaste ir? ¿Por una sola oveja? ¿Qué te poseyó para hacer semejante estupidez, Jolyon? ¿Un chico solo, fuera, con este tiempo? —el maestro Snape caminaba y rugía ante el granjero y su grupo retornado. Un grupo donde faltaba uno—. ¡No se molesten en quitarse las capas! Vamos a buscarle de inmediato.

Ellos salieron, siguiendo al maestro Snape, que avanzaba a grandes pasos, impulsado por la urgencia nacida de la sensación de terror que le había embargado cuando Harry no había regresado con los demás. Jolyon estaba agobiado; sabía que no debería haber permitido que Harry se fuera. Sólo esperaba que el joven estuviera bien, y que le encontraran regresando con su oveja. La visibilidad era pobre ahora; difícilmente se podía ver diez pies hacia adelante.

Pronto llegaron al punto donde se habían separado y Harry se había encaminado al norte. Severus observó, adusto, el paisaje que les rodeaba. Frío como la muerte, inhóspito como sólo una isla en lo profundo del invierno podía ser. Podrían deambular todo el día sin encontrar a Harry. Si estaba herido, atrapado de alguna forma… Severus sacó su varita. Empezó un cántico, un viejo hechizo que jamás había utilizado. El Reperio Anima Meam era utilizado para mostrar a las parejas enlazadas por el alma la localización de su otra mitad. No estaba seguro de que funcionara con Harry y él, no estaban formalmente enlazados, pero sus sentimientos por Harry eran muy profundos, y pensaba que el joven sentía lo mismo, así que estaba decidido a intentarlo.

Su varita giró alejándose del norte, señalando justo adelante.

>>Iremos por ese rumbo.

Nadie se atrevió a contradecir a su maestro, su severa decisión invitaba a no disentir. Caminaron hacia el Este. Josiah lanzó a Jolyon una mirada interrogante. El otro sacudió la cabeza, no estaba seguro del porqué su maestro les guiaba por ese rumbo, en lugar de seguir la ruta de Harry. Si no le encontraban pronto, el fiero frío podría reclamarlo. A estas alturas, Harry ya debería haber regresado, si fuera capaz de hacerlo. ¿Seguramente el chico habría tenido el sentido común de dejar de buscar antes de que fuera incapaz de regresar?

El cercado de la Piedra del Este era apenas visible ante el alto nivel de la nieve. Cuando habían pasado más temprano por allí la nieve apenas estaba empezando a caer. No habían tenido problemas en encontrar a las ovejas, apiñadas en su refugio dando la espalda a la cerca, y las levitaron de regreso a su establo. Ahora, el tope del cercado apenas se atisbaba en medio de la nieve. Había poco más que ver.

Cuando llegaron a la valla, el espació cercado y la piedra todavía estaban parcialmente despejados. Las piedras limítrofes nunca parecían cubrirse de nieve, lo cual era una señal de su magia.

Severus dejó salir una exclamación y corrió hacia abajo, saltando sobre la cerca para entrar en el recinto. Harry estaba caído sobre la piedra, sus brazos abiertos. El cordero estaba sentado contra la roca, mostrándose estúpidamente tranquilo e inconsciente del desastre que había ocasionado. Un chorrito de sangre marcaba la sien de Harry. Severus corrió hacia él y le tomó en sus brazos. La sangre había humedecido la capucha de la capa del joven, y cierta cantidad formaba un charco semi congelado bajo el lugar donde había apoyado la cabeza. Severus gimió de terror. Le apartó la bufanda de la nariz y boca, y verifico sus signos vitales.

>>¡Gracias, Merlín! —suspiró, al detectar la respiración de Harry. Pero el chico estaba muy frío, su rostro parecía de mármol. Le lanzó un hechizo de calor antes de levitarle—. Regresemos. Trae a la desgraciada oveja, Jolyon.



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