La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 The Blesséd Boy. Capítulo 13. El juego inocente

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alisevv

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MensajeTema: The Blesséd Boy. Capítulo 13. El juego inocente   The Blesséd Boy. Capítulo 13. El juego inocente I_icon_minitimeVie Mayo 07, 2010 12:12 am

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La mañana siguiente, durante el desayuno, se produjo un incidente menor cuando Danyel fue a sentarse en el lugar de Abigail. Harry alzó la vista, sorprendido, al sentir que el muchacho se sentaba a su lado.

Danyel se acercó y le abrazó.

—Todo está bien, Harry —aseguró.

—¿Qué haces molestando a Harry? —le regañó Jolyon, levantándose y agarrando a su hijo por los hombros—. Regresa a tu puesto habitual. Abigail querrá su sitio.

—Yo quiero sentarme con Harry —protestó el muchacho.

Harry estaba rojo de vergüenza. Podía sentir el ceño fruncido del maestro Snape, y sabía que se debía estar preguntando qué le había dicho a Danyel. Afortunadamente, el joven se levantó y siguió a su padre antes que la situación empeorara. Harry no quería que su amigo terminara siendo castigado.

Severus no habló durante el desayuno, y el joven de ojos verdes no estaba seguro de si era porque seguía molesto por lo de Danyel, o si estaba enojado con él por el incidente de la poda del día anterior. La flagrante injusticia, aunque no había sido más culpa de Severus que la que tuvo él mismo. Miró a Scylla, sentada al otro lado de la mesa, y observó que lucía positivamente radiante y satisfecha. No dudaba que el comportamiento de Danyel la estaba haciendo incluso más feliz. Rápidamente, desvió la vista y la concentró en su plato. Cuando terminó, como Severus seguía comiendo y conversando con la desgraciada Scylla, él empezó a ayudar a Miranda.

Severus se estaba sintiendo culpable, y sabía exactamente porqué. No era porque hubiera hecho algo que Harry no mereciera —su comportamiento había merecido un castigo— sino porque él lo había disfrutado mucho. Se había excitado, y había mantenido el control de la situación con dificultad. Cuánto había deseado poseer a Harry mientras estaba encadenado a la cama, vulnerable, abusado y completamente subordinado. Incluso ahora, mientras lo recordaba, su polla se endureció, así que se obligó a sí mismo a apartar los ojos del muchacho y empezar a hablar con Scylla. Eso le calmaría.

—Vámonos ya, chaval, tenemos que tener listos los pastizales de invierno para las ovejas —Jolyon se paró y se encaminó hacia la salida. Danyel se levantó de un salto, pero en lugar de seguir a su padre, corrió hacia Harry, quien estaba retirando las tazas.

—Harry, te veré más tarde —dijo.

El aludido se giró hacia Danyel para decirle que todo estaba bien, cuando el joven lanzó sus brazos a su alrededor y comenzó a besarle. Harry se sorprendió, pues no esperaba tal reacción, y permaneció clavado en el piso. El dolor de su espalda hizo que sus ojos se anegaran y luchó por no mostrarlo.

El beso de Danyel era entusiasta y completamente inexperto, pero Severus no notó eso. Al instante, reaccionó con una ráfaga de pura ira. Levantó su varita, gritando:

—Fuera, Danyel.

Harry vio como su maestro apuntaba directo a la espalda del chico. Se retorció y logró levantar las manos y empujar a su amigo para apartarle.

—Vete, Danyel —le pidió con urgencia.

El chico pareció confundido y se giró para ver una varita apuntándole. Jolyon se había detenido en la puerta y dio la vuelta al escuchar el grito de Severus. El Maestro notó su mirada.

—Jolyon, tomarás a tu hijo y tus cosas, y se irán a vivir a la casa de huéspedes durante el próximo mes. Mientras estén allí, espero le enseñes los rudimentos básicos del comportamiento civilizado antes que pueda regresar a vivir con el resto de nosotros. No permitiré que acose a mi aprendiz —la voz de Severus era profunda y mortal; bajó su varita, pero no la guardó.

—Sí, maestro Snape. Cumpliré sus órdenes. Me disculpo por Danyel —Jolyon inclinó la cabeza en señal de sumisión—.Vamos, chico —hizo un gesto hacia su hijo.

Harry le dio a su amigo un ligero empujón.

—Ve, todo va a estar bien.

Danyel se fue, rodeando a Severus en un círculo tan amplio como pudo. Su padre le tomó del brazo y le sacó de allí.

—Y tú, Harry, ve a trabajar. Hablaré contigo más tarde.

El joven se encaminó a las salas de Pociones, absolutamente abochornado. Realmente, no entendía por qué Danyel le había besado de esa manera. Quizás el joven pensaba que necesitaba consuelo. Estaba seguro de que su amigo no entendía que tales besos no eran correctos. Ciertamente, él no le había animado a comportarse de tal forma, pero temía que su maestro pudiera suponer que sí.

El trabajo del día había transcurrido en un incómodo silencio. Harry se sentía miserable, y deseaba decirle a su maestro que no había hecho nada malo. Pero se mordió los labios y esperó hasta que el hombre se dirigió a él. Eventualmente, el mayor habló mientras recogían todo para ir a cenar.

—¿Qué le dijiste al muchacho?

—Nada, Maestro. Él me preguntó si estaba herido, y le contesté que estaba dolorido. Eso fue todo.

El hombre le observó con severidad. Quería creerle. En su mente habían girado imágenes de Harry siendo consolado en los brazos de Danyel. ¿Cómo él le había castigado y había sido frío con él, inmediatamente fue a buscar consuelo donde pudiera encontrarlo? Danyel era joven, de una edad similar a la de Harry; podrían estar atraídos de manera natural. ¿Habría estado tan equivocado con Harry? Primero el daño a la planta, y ahora el contacto físico con el otro chico.

—¿Y esa muestra de afecto tan inapropiada?

—No sé porqué hizo eso. De verdad, Maestro. Él siempre es amable conmigo, toma mi mano. Anoche me abrazó, pero nada más, lo juro.

—¿Anoche?

La voz de Severus se volvió peligrosamente calmada. Harry sabía que debía ser cauteloso, pero tenía que decir la verdad.

—Salí a caminar después de la cena. No quería reunirme con el grupo, todavía me sentía avergonzado. Danyel estaba en el granero de lechuzas, me vio y me preguntó si me sentía bien. Eso fue todo, Maestro. Simplemente, me abrazó y me dijo que no estuviera triste.

Severus le observó atentamente de nuevo. Harry le miraba con expresión firme, con ojos que hablaban de verdad. Caldeado por la mirada de los ojos más verdes… Severus deseaba creerle, quería que todo volviera a ser igual que antes, cuándo todo era perfecto. Pero la perfección no existe en realidad, ¿verdad? Al final, sólo asintió.

—Mañana haremos algunos experimentos con las nuevas plantas. De momento, ve y prepárate para la cena —giró sobre sus talones y se dirigió hacia su celda; necesitaba estar solo.

A la hora de la cena, Jolyon y Danyel llegaron unos minutos más tarde que el resto.

—Disculpen por el retraso, hay un buen trecho desde la casa de huéspedes.

Scylla sonrió y Harry se preguntó si el ver a la gente en problemas la alegraba automáticamente. Frunció el ceño, mirándola, en tanto se servía una porción del guisado con vegetales y un trozo grande de pan, pero eso sólo logró que la sonrisa de la bruja se ampliara. Jolyon se aseguró de que su hijo se sentara en su puesto y fue a realizar la lectura de esa noche.

Harry no pudo evitar notar que los ojos de Danyel estaban colorados de irritación; esto hizo que se sintiera culpable, aunque no podría decir el porqué. Él no había animado a Danyel, ¿cierto? Parecía que el aceptar el consuelo y la compañía del muchacho la noche anterior había sido un error.

Fue sacado de sus tristes reflexiones por la llegada de Hedwig. Se apresuró a tomar la carta.

—Léela después de cenar —ordenó su maestro.

Harry guardó el pergamino en su túnica y continuó comiendo. Cuando terminó, pidió:

—¿Por favor, puedo ir a leerla a mi celda, Maestro?

Severus le miró.

—Muy bien. Pero regresa a la salita cuando termines. No quiero que te aísles.

—Sí, Maestro —se levantó, hizo una inclinación de cortesía y abandonó la mesa.

Querido Harry

¡Geniales noticias! Le pregunté a la profesora Sprout si iríamos el año que viene,
¡y vamos a ir! Pero antes que eso, me dijo que el maestro Snape le había escrito
invitándonos a ir para Navidad, ¡y ella aceptó!

Apenas puedo esperar. Realmente tengo ganas de verte.

Hemos estado trabajando en la creación de híbridos de plantas mágicas y estamos
tratando de desarrollar una variedad de tentácula venenosa cuyo veneno sea inocuo
pero que siga funcionando en las pociones. Si tenemos éxito, te enviaré un esqueje.

Estoy ayudando en las lecciones, e incluso di una clase a los de primero la semana
pasada. La profesora Sprout dice que en ningún momento me vieron como un estudiante,
y que ya me han aceptado como profesor. Me sentía muy nervioso, pero en cuanto
empecé a conseguir que entendieran las técnicas de siembra en macetas me fue bien.
¡Ella me llamó profesor Longbottom!

Quiero que me cuentes más sobre esos ritos a los que asististe, suenan muy interesantes.
¡Prepárate! Y no le pregunté a la profesora Sprout sobre la botella del mago…
¡no me pillarás tan fácilmente, Potter!

Estaremos arribando el veintitrés de Diciembre y nos quedaremos hasta después
del día de San Esteban.

¡Nos vemos pronto!

Neville


La carta le hizo sentir mejor y se encaminó a la reunión nocturna con una sonrisa.

Severus le vio entrar y notó que estaba más animado. Estaba seguro de saber lo que decía la carta de Harry. Él había escrito a su amiga Pomona Sprout invitándola por Navidades, esperando que ella trajera a su aprendiz, quien era amigo de Harry. Por la expresión del rostro del muchacho, parecía que habían aceptado. No había sabido cómo animar a Harry sin tener que admitir que su castigo a Danyel había sido severo. No era un castigo terrible; el chico sólo necesitaba que le recordaran cómo vivir en comunidad. No había esperado que Danyel se sintiera tan acongojado; no estaba solo; su padre se estaba quedando con él. Aunque, Jolyon podía ser adusto, y Danyel amaba la compañía y se había sentido muy feliz desde que Harry se había unido a la comunidad. Severus suponía que era comprensible, pues Harry era el único joven de la edad de Danyel, y era muy amable y paciente con él. Pero esa cercanía le había hecho perder el control en una oleada de celos.



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A medida que transcurrían las semanas, Harry se convencía más cada vez de que Danyel estaba sufriendo por vivir en la casa de huéspedes. En cada comida, llegaba con los ojos aguados, o con visibles muestras de haber llorado recientemente. Esto hacía que Harry se sintiera horrible. El maestro Snape no había notado el desasosiego de Danyel ni la incomodidad de su aprendiz. Jolyon sólo se mostraba adusto. Y Harry también tenía su sufrimiento personal; Severus no había vuelto a su celda desde su castigo. Al principio, el joven pensó que era porque estaba permitiendo que las heridas de su espalda sanaran, pero ya estaba curado y el maestro seguía sin aparecer.

Por primera vez desde el incidente, Harry habló a Danyel, mientras ambos ayudaban a retirar los platos.

—Pronto terminará, Dan.

—Extraño esto mucho. Quiero regresar con todos. Me gusta hablar contigo, Harry…

Harry sabía que hacía mal, pero no pudo contenerse.

—Iré a verte, si quieres.

El rostro de Danyel se iluminó.

—¿Lo harías? Estaré esta noche en mi sitio. Papa vendrá a jugar cartas cómo siempre, y yo estaré solo.

Harry asintió. Podia imaginar lo triste que debía sentirse Danyel quedándose solo todas las noches en la casa de huéspedes. Su maestro no había dicho que nadie podía visitarle, sólo que debería permanecer allí por un mes. Se dijo a sí mismo que no estaba haciendo nada malo, aunque sabía que debería mencionárselo a su maestro, y también sabía que no lo haría.



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Severus estaba sentado en su sillón, leyendo, mientras los demás estaban ocupados en otros pasatiempos. Jolyon estaba sentado con su acostumbrado grupo de jugadores de cartas.

—¿No quieres que tratemos de hacer una cesta más grande, Harry? —le preguntó Argus—. Ya sabes hacer la cesta colgante.

—Oh… er, no esta noche, señor Filch. Yo tengo que… er… llevar mi libro a la biblioteca y buscar uno nuevo —Harry llevaba un rato luciendo algo agitado. Se levantó y cerró su libro—. ¿No tiene problema, señor Watson?

George había estado cabeceando, con una revista sobre su regazo.

—Oh, claro que puedes, Harry. Ve tranquilo.

El chico se dirigió hacia la puerta. Severus le dejó ir, y momentos después, se levantó también y abandonó la salita de la Comunidad. Harry se estaba dirigiéndo hacia su celda, lejos de la sala de trabajo de George y de la biblioteca. Severus frunció el ceño y se detuvo en el umbral del depósito de las escobas.

Harry regresó dos minutos más tarde. Llevaba su capa y se encaminó hacia la puerta de salida. Severus permaneció quieto; sabía que no le vería a menos que él lo quisiera. El joven estaba saliendo y Severus tenía una buena idea de a dónde. Su estómago gruñó, pesado y caliente por el miedo y la ira. Dejó que se fuera; cinco minutos más tarde le siguió, su capa oscura mezclándose con la oscuridad de la isla luego del anochecer, su mente recordándole que la perfección no existía, ni siquiera en Eigg.

Harry tocó en la puerta de la casa de huéspedes, que se abrió de inmediato. El rostro de Danyel se transformó con una sonrisa del mayor deleite y le hizo señas para que entrara.

—¡Me alegra que pudieras venir! Ven a jugar ludo conmigo, Harry. No puedo jugar solo.

El joven de ojos verdes sonrió y se quitó la capa, dejándola sobre el sofá. No había daño en eso. Con frecuencia, jugaba con Danyel en las noches, en la salita común. Se sentó a la mesa donde su amigo ya tenía dispuestos el tablero y las fichas.

Severus desvió su trayectoria y se dirigió hacia el lateral de la casa, donde la luz brillaba a través de una de las ventanas inferiores. Las cortinas estaban cerradas, pero había una grieta de luz pues no estaban completamente unidas, y Severus lanzó un hechizo para fisgonear, alzándose para mirar a través, esperando encontrarse con algo escabroso…

>>Me la comiste —se lamentó Danyel, mientras la ficha de Harry enviaba la suya de regreso a casa.

—Bueno, tú me hiciste lo mismo antes.

—Sí, pero… pero… —de repente, estalló en carcajadas—. Lo hice, ¿verdad? ¡Yo te lo hice primero!

Estaban jugando ludo. Severus frunció el ceño. ¿Era eso lo que los chicos hacían juntos?

Después de unos veinte minutos de risas y bromas, Harry dejó ganar a Danyel. Lo hacía habitualmente. Esto proporcionaba al chico tal placer, que Harry no tenía corazón para competir con él en el ludo. Danyel bailó alrededor de la habitación, moviendo los brazos sobre su cabeza.

>>¿Jugamos otro? —preguntó, esperanzado.

—No, gracias. No puedo quedarme más tiempo. Ellos pueden darse cuenta de que salí.

—¡Oh, se supone que no debes estar aquí! Oh, si el maestro Snape te descubre, conseguirás otra azotaina.

—Espero que no. Pero no puedo quedarme más tiempo. No creo que él estaría muy feliz con esto.

—No, no lo estaría, Harry. De seguro te castigaría.

Harry se movió en la silla. Severus había sido muy severo. Recordaba el modo en que las cadenas le habían mantenido estirado, vulnerable…

>>Quizás es mejor que te vayas…

Danyel sonaba tan descorazonado. Su humor cambió como el tiempo, las nubes borrando su sol notoriamente.

—Regresaré mañana, si quieres —ofreció Harry. Cualquier cosa por hacer que Danyel se sintiera mejor.

La puerta se abrió con violencia.

—Creo que no.

Los chicos alzaron la vista. El rostro de Harry enrojeció de culpable vergüenza. Su maestro estaba parado en el umbral, una expresión de furia en su rostro mucho peor que la que tenía cuando le había culpado por dañar la vid.

>>¡Fuera! —gritó a Harry—. Regresa a la Comunidad y a tu celda.

Danyel estaba llorando abiertamente.

—Por favor, Maestro, por favor. Harry no hizo nada malo.

Severus miró al acongojado chico.

—A diferencia de ti, Danyel, Harry sabía que estaba actuando en contra de mis instrucciones; el espíritu de ellas, sino la palabra. No me pidió permiso para visitarte porque sabía que no se lo concedería. Él está consciente de lo que ha hecho.

Harry abandonó la casa de huéspedes. Severus se movió a un lado para dejarle pasar.

>>No quiero seguir viéndote deprimido por el lugar, Danyel. No llorarás en las comidas. Si vuelves a mortificar a Harry, no se te permitirá regresar.

El chico dejó escapar un gemido y Severus se marchó, dando un portazo. Caminó detrás de su aprendiz.



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Harry estaba estirado de nuevo. Esta vez era peor, pues su maestro le había ordenado que se desnudara, y ahora estaba tendido sin siquiera su ropa interior. Pudo escuchar cómo Severus sacaba la vara y tembló.

—Me has decepcionado antes, Harry. Ahora, estoy muy enojado. Es obvio que tú pones los deseos de ese muchacho por encima de los míos.

Harry gimoteó contra la almohada. No era eso. Él no…

—¡Uno! —gritó cuando llegó el primer golpe—. Por favor, Maestro, yo no… ¡Dos!

>>¡Tres! Oh… —Harry gimió porque ése había sido más fuerte que los otros dos, y eran más seguidos que la última vez que había sido castigado. Sus palabras parecían enojar aún más a su maestro. Pero él tenía que explicarle. Danyel no le gustaba del modo que Severus pensaba; simplemente, se preocupaba por él.

>>Por favor, no es que él me interese más. Yo sólo siento… ¡Cuatro! ¡Cinco! —dos rápidos golpes le habían impactado, pero sabía que no podía permitir que eso le callara. Tenía que decirle a su maestro. El rostro de su maestro tenía una expresión terrible. Llena de furia y dolor, y Harry había puesto ese dolor ahí.

Severus podía escuchar al chico; podía oír su voz sobre el zumbido de sus oídos. Brevemente, se preguntó si el ruido en sus oídos significaba que iba a desmayarse; su ira se sentía casi dolorosa, como si su cabeza fuera a estallar. Este chico era su Harry, su chico, su aprendiz. Sólo suyo… Su brazo bajó de nuevo.

>>¡Seis! Maestro, por favor, escúchame. ¡Eres tú quien me interesa, sólo tú! Siete, oh, joder… —Harry secó sus mejillas contra la almohada, furioso por haber empezado a llorar—. Por favor, ¿Cuántos…? ¡Ocho!

¿Cuántos? ¿Acaso lo sabía? No podía detenerse, no podía respirar, no podía pensar correctamente. Su muchacho. Nadie lo tomaría, ni lo tocaría…

>>¡Nueve! ¡Diez! ¡Once! —Harry gritó ante el último golpe. La vara estaba bajando por su cuerpo y ese ultimo había cruzado sus nalgas. Sus suaves nalgas temblaron y se pusieron rojas de inmediato.

Severus miraba el sitio de ese golpe. La carne del chico temblaba tan dulcemente, una oscura línea adornando ese dulce culo con una marca que hacía una cruz perfecta en su hendidura. Una cruz… El símbolo del sufrimiento… para otros. Sacudió la cabeza para espantar esos ridículos pensamientos.

>>Sólo tuyo, Maestro… sólo tuyo por siempre —dijo Harry. Su voz, más débil, ahora sonaba derrotada—. Doce —musitó suavemente. Doce, trece, veinte… ¿qué importaba? Su maestro le odiaba y él no sabía el porqué. Amaba a su maestro, le respetaba, deseaba trabajar con él, aprender de él, estar con él. Pero ahora Severus parecía odiarle, incluso desde el día que Danyel le había abrazado—. Por favor, Maestro. Sólo tuyo; por siempre.

La mano de Severus, alzada, tembló. Las palabras de Harry penetraron en su consciencia y esta vez pareció escucharlas y comprenderlas. El chico le estaba diciendo que le quería. ¡Pero él le había visto con Danyel!

¿Y qué es lo que viste? Un juego de ludo entre dos chicos. Un muchacho simple y Harry, quien se había sentido preocupado por su amigo.

Severus bajó el brazo y salió cual tromba de la habitación sin una palabra, repentinamente más vencido que el muchacho castigado.

Harry permaneció encadenado a la cama, sus lágrimas humedeciendo la almohada que presionaba contra sus mejillas. Dejó que sus ojos lentamente se cerraran.





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MensajeTema: Re: The Blesséd Boy. Capítulo 13. El juego inocente   The Blesséd Boy. Capítulo 13. El juego inocente I_icon_minitimeVie Jun 13, 2014 11:13 pm

affraid affraid affraid pale pale pale oh no pobre harry...esta vez sev se paso de la raya tendra que controlar esos celos...u_u
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