CAPITULO 4
Con el corazón latiendo desbocado en su pecho y las manos temblorosas y sudorosas del nerviosismo, Severus recorrió los pasillos lúgubres y oscuros de su casa y se plantó delante de la puerta cerrada de la habitación de Harry. Su casa no era para nada grande, y el chico tan solo estaba hospedado al otro lado de ella, pero el recorrido siempre corto, se le había antojado infinito. Pero ya estaba allí. Se tomó su tiempo para normalizar su errática respiración y tranquilizarse, y cuando ya estuvo totalmente sereno, inspiró hondo y abrió la puerta.
El único recibimiento que tuvo, fue una total oscuridad. El cuarto estaba en penumbras, y la poca iluminación que había, provenía de la luna entrando por la ventana abierta. No se escuchaba sonido alguno excepto el característico cantar de los grillos y el de las ramas de los árboles a causa de la suave brisa que soplaba en pleno agosto. Temiendo hacer algún ruido que alertara y despertara a Harry, Severus cruzó descalzo la distancia que separaba la puerta de la cama, conteniendo la respiración ante la perspectiva de ver al chico dormir apaciblemente, y con curiosidad por saber como lo haría. Solo que Harry no estaba en su cama. Se desinfló de decepción y luego frunció el ceño, intrigado. Eran las tres de la madrugada, ¿Dónde demonios estaría?
Las sábanas revueltas evidenciaban que había dormido ahí, y pasando la mano por encima, sintió que estas aún conservaban su calor, por lo que el chico no haría mucho que se había ido. La cuestión ahora era saber donde estaba. Cada habitación tenía su propio baño, lo que resultaba más sencillo que tener que bajar a la primera planta en caso de una emergencia en mitad de la noche. Pero no, Harry tampoco se encontraba ahí.
-¿Querías algo?
Sobresaltado y enfadado consigo mismo por no estar alerta y haber sido sorprendido, se giró y encontró a Harry recostado en el marco de la puerta. Tendría que haberse fijado en su pelo revuelto, en que no llevaba gafas o en la taza humeante que llevaba en las manos, en cambio no pudo evitar que sus ojos se posaran en las piernas desnudas del chico, largas y bien torneadas. Pero donde los ojos de Severus se detuvieron más tiempo, fue en esa parte de anatomía tan bien dotada y oculta tras unos boxers negros. Sus ojos oscuros recorrieron con avidez el escultural y joven cuerpo. No es que Severus hubiera tenido mucha experiencia en la cual comparar a Harry, que la tenía, pero estaba seguro que no había un hombre que rivalizara a Harry en atractivo y carisma. La camiseta de manga corta, que debido a la oscuridad de la habitación no podía distinguir el color exacto, se le pegaba pecaminosamente a su pecho bien formado.
Harry aguantó con aplomo el examen al que lo estaba sometiendo Snape, aunque por dentro era consumido por los nervios. Su autocontrol ya era lo bastante débil, y el hecho de que el hombre le mirara con… ¿hambre?, le complicaba las cosas y le estaba costando horrores contenerse para no lanzarse contra el hombre.
No había podido conciliar el seño, demasiado consciente de la presencia de Severus a pocas habitaciones de la suya y de la fuerte atracción que este ejercía sobre él, por lo que bajó a la cocina a por una taza de chocolate caliente, que siempre lograba tranquilizarle. Antes de bajar, había parado delante de la habitación del Slytherin, pero no se atrevió a entrar. Casi se le salió el corazón del pecho cuando lo vio parado en medio de su cuarto. La situación era un tanto irónica. Él, como un auténtico Gryffindor que era y que se suponía que tenía que ser valiente, no se había atrevido a dar el paso, en cambio, Snape sí lo había dado. Y no había cosa que lo alegrara más.
-Si, a tí.
Harry recibió una sacudida en cuando las palabras del hombre penetraron en su mente y cobraron sentido. Lo miró fijamente, esperando ver alguna muestra de duda, burla o lo que fuera que le indicara que había escuchado mal, pero no, Severus estaba serio, y también decidido. Lo sabía por la forma en la que lo miraba, directa y sin posibilidad de error. Snape le deseaba y ya se había cansado de esconderlo.
-Pues aquí me tienes – su voz sonó estrangulada, pero a Harry le estaba resultando muy complicado respirar y hablar con normalidad cuando Severus le miraba así.
Severus se acercó a él despacio, acechándolo y el chico se sintió como una presa a punto de ser capturada por su cazador. Estaba deseando que le cogiera e hiciera con él lo que se le antojara. Tuvo que echar la cabeza atrás para poder mirarlo a los ojos y se perdió en la profundidad de esas aguas oscuras. El Slytherin alzó una ceja cuando el olor a chocolate le llegó a la nariz.
-¿Chocolate? - Como respuesta, el chico se encogió de hombros. – Muy bien, tengo pensado algo para ese chocolate.
Y ante un pasmado Harry, Severus cogió uno de los dedos del chico y lo metió dentro de la taza, mojándolo con el caliente y oscuro líquido. Con toda la parsimonia, se lo metió en la boca y fue lamiéndolo y chupándolo, manteniendo en todo momento, el contacto visual. Harry abrió los ojos de par en par y ahogó una exclamación. ¡Por Merlin, si Severus seguía lamiendo su dedo de esa forma tan erótica, se correría enseguida! Y esos ruiditos que emitía… ¡¡Que no era de piedra, hombre!! Nunca. Jamás de los jamases, un gesto tan sencillo, lo había hecho excitarse tanto.
-Delicioso – Severus se lamió los labios, saboreando el chocolate. No era muy aficionado al chocolate, almenos, nunca como Lupin, pero a partir de ese momento, podría decir que se había convertido en su postre favorito, sobretodo, si era tomado directamente desde Harry.
Y hablando del Harry… El chico tenía las mejillas arreboladas y los ojos abiertos y brillantes. Tenía unos ojos tan hermosos y tan expresivos. Harry nunca había sido capaz de ocultar sus sentimientos. Era claro y transparente y eso posiblemente, era lo que más le gustaba de él, que no había ningún otro Harry debajo de esa fachada. Era siempre él.
Acunó el rostro de Harry entre sus manos y lo besó. Quería que fuera un beso suave y lento para poder saborearse lentamente, pero en cuando sus labios se encontraron, fue como si se desatara una tormenta y ahogando un gemido, devoró su boca. Succionó sus labios carnosos, mordiendo ligeramente el labio inferior. Harry se aferró a él y profundizó el beso, con su lengua yendo al encuentro de la lengua de Severus. A veces, cuando miraba a Harry hablar, no podía evitar que sus ojos se posaran en sus labios carnosos, deseando probarlos.
Sus manos dejaron el rostro de Harry y fueron bajando por su cuello y su pecho, metiéndose debajo de la camiseta. Harry tembló ante el contacto y soltó un pequeño gemido de placer que avivó aún más el fuego del deseo que consumía a Severus. Pronto, la ropa empezó a molestar y con las manos torpes y temblorosas, fueron deshaciéndose de sus camisas. Cosa un poco complicada dado que ninguno de los dos quería despegar sus labios.
La taza de chocolate se resbaló de las manos de Harry, cayendo al suelo con un estruendo y rompiéndose en pedazos. Viéndose libre por fin del objeto que mantenía sus manos ocupadas, se colgó del cuello de Severus y este, cogiéndole por el trasero, lo levantó y colocó de tal forma que las dos entrepiernas se tocaran.
Ambos contuvieron un grito.
Harry enroscó las piernas alrededor de la cintura de Severus, cruzando los pies y apegándolo más a él. Enredó sus dedos entre los finos y sedosos mechones del cabello del mayor. Era como estar tocando seda y la falsa creencia de que este tenía el pelo graso, quedó olvidada en algún lugar de su mente. Severus cerró los ojos disfrutando de aquella inesperada caricia en sus cabellos, y echó la cabeza hacia atrás mientras Harry devoraba sin piedad su cuello, besando, lamiendo con esa enloquecedora lengua suya y dando pequeños mordisquitos. Con pasos inseguros y torpes al estar cargando con el peso de Harry, lo apoyó a la pared, con él encima.
Liberó el redondeado trasero de Harry de sus manos y las dirigió hacia las olvidadas erecciones. En el momento en que tocó el pene del chico por encima de los bóxers, este tembló y le dio un fuere mordisco en el cuello, haciéndole gritar de dolor, y aunque sonara un poco masoquista reconocerlo, le excitó de sobremanera.
-Lo siento – Harry sonaba arrepentido, mientras lamía la poca sangre que había en su cuello.
-No te preocupes, me ha gustado – sonrió de medio lado y posó sus labios sobre los de Harry, sintiendo el sabor metálico de su propia sangre. – Será mejor que vayamos a la cama, se me están empezando a dormir las piernas.
-Pues otras partes de ti están bien despiertas.
-No bromees con eso, que estoy tan duro que no puedo andar – intentó ponerse serio, pero sus labios se curvaron hacia arriba ante la expresión burlona del chico. No había mentido en cuanto a su doloroso estado.
-Se cómo te sientes, créeme. Además, estoy muy bien aquí y no quiero bajarme.
Y para corroborar esas palabras, movió su pelvis y Severus gritó su nombre, echando la cabeza hacia atrás.
-A la cama. Ya.
Harry no podría estar más de acuerdo. El ex profesor lo tumbó suavemente en la cama, procurando no aplastarle con su peso o hacerle daño. El chico no quiso desenroscar las piernas, era reacio a dejarlo marchar. La necesidad de sentirlo dentro de sí, le estaba volviendo loco. Pero al parecer, Severus tenía otras intenciones, porque haciendo caso a sus protestar, quitó sus piernas y se levantó.
-No irás a marcharte, ¿verdad?
-Potter, los Slytherin somos osados, no locos.
El chico soltó una risita y se incorporó un poco en la cama, apoyándose en los codos. Severus permanecía plantado a los pies de la cama, con las manos en las caderas y parecía buscar algo, pero por su ceño fruncido, esto se negaba a aparecer. Harry aprovechó para observarlo a sus anchas. Aparte de lo bien dotado que estaba, cosa que le alegró muchísimo, Severus poseía un cuerpo digno de envidia. Estaba delgado, si, pero tenía una complexión perfecta, y con el pelo largo y suelto, le daban una apariencia salvaje que para nada se hubiera imaginado de su ex profesor de Pociones.
-¿Te gusta lo que ves? - la voz ronca del hombre le hizo parpadear.
-Mucho – respondió descaradamente y se mordió el labio inferíos, a propósito - ¿Buscabas algo?
-Me temo que el chocolate ha echado por tierra mis planes. – sonaba decepcionado.
-¿Y qué planes eran esos? – preguntó curioso y excitado a la vez.
-Beberlo directamente de ti.
Harry emitió un sonido estrangulado y antes de que Severus parpadeara, una taza humeante de chocolate se encontraba en sus manos.
-Muy bien, señor Potter. Diez puntos para Gryffindor – se acercó la taza a la nariz, y olisqueó – Túmbate y cierra los ojos.
Tragando duro, Harry obedeció, pero abrió los ojos cuando sintió el peso de Severus al sentarse en la cama.
-Si vuelves a abrir los ojos, me iré de aquí y dejaremos esto sin concluir. – Severus se inclinó sobre él y le susurró, para después darle un pequeño mordisco en el lóbulo de la oreja.
La amenaza surtió efecto, porque Harry cerró los ojos con fuerza y permaneció tenso, apretando la sábana con los puños. Su pecho subía y bajaba con rapidez, respirando a bocanadas. Haciendo caso omiso de los pequeños temblores que sacudían a Harry cada vez que el caliente líquido tocaba su piel, Severus fue dejando caer poco a poco el chocolate. Embadurno sus pequeños y duros pezones, y luego, siguiendo un fino sendero, rodeó el ombligo.
En el primer lametazo que Severus dio en el pezón derecho, Harry soltó un siseo y echó la cabeza hacia atrás. Su cuerpo entero tembló de excitación. se sentía dolorido de tanto placer, y aunque por una parte deseaba que Severus acabara con esa tortura y se adentrara en él, por otro lado quería seguir disfrutando de esa sensación, quería que el hombre siguiera bebiendo el chocolate directamente de él, atormentándole con la lengua y enviándole corrientes de placer por todo su cuerpo.
Severus nunca se había considerado una persona golosa, pero nunca había disfrutado tanto de un dulce como en esos momentos. La mezcla de dulzura del chocolate con el salado de la piel de Harry, era delicioso. Y él se estaba dando un festín digno de dioses. Severus consideraba de muy mal gusto el hecho de comparar amantes estando precisamente apunto de acostarse con uno, pero sabía a ciencia cierta que nunca había disfrutado tanto. Ningún otro amante le había dado tanto placer como se lo estaba dando Harry. En sus anteriores relaciones, si es que podían llamarse así dada su corta duración, nunca había dado importancia a los preliminares, en disfrutar de la sensación de estar dando placer a la otra persona, aún por encima del propio. Con Harry, estaba disfrutando como nunca dándole placer a él, y al ver su expresión extasiada, sus mejillas arreboladas, sus esmeraldas brillantes y sus labios entreabiertos, el estaba recibiendo un placer inmenso.
Poco a poco, fue deslizando hacia abajo los ajustados bóxers del chico, hasta quitárselos por completo. Ante sus ojos, Severus tenía la prueba evidente de la perfección de Harry: su pene grueso y largo, asomaba orgullosamente erecto entre sus rizos oscuros. Se relamió los labios antes de dar un lengüetazo desde la base hasta la punta, haciendo que Harry pronunciara su nombre en un grito, apretando los talones en la cama y echando la cabeza hacia atrás y mordiéndose los labios tan fuerte que Severus temió que se hiciera una herida.
Los dedos largos y delgados de Severus envolviendo su pene en una cadenciosa marcha de sube y baja, enviaban corrientes eléctricas por todo su cuerpo, desde la cabeza hasta la punta de los pies. Le dolían los ojos de permanecer tanto tiempo cerrándolos con fuerza, y su pecho subía y bajaba con demasiada rapidez. Sus manos entumecidas, parecían incapaces de soltar la sábana. Estaba conteniéndose para no echarse a temblar incontrolablemente, pero estaba tan excitado que temía explotar en la próxima caricia de Severus.
-Harry, abre los ojos y mírame.
Lo hizo sin dudar. Cualquiera le negaba algo a Severus Snape con esa voz suave y enronquecida por el deseo. Lo primero que vio cuando abrió los ojos, fueron unas estrellitas de colores revoloteando delante de él, pero cuando sus ojos se acostumbraron, dirigió su mirada hacia abajo y vio que Severus permanecía agazapado a su lado, con una mano en su estómago y la otra sobre su pene. No pudo apartar la mirada de sus ojos oscuros ni cuando el hombre fue bajándola cabeza hasta su protuberancia y fue metiéndoselo poco a poco en la boca, hasta tenerlo entero. Harry jadeó al sentir la humedad de la boca de Severus rodearle.
Jadeos, gemidos, siseos y palabras incoherentes fue lo único que salió durante un rato por la boca de Harry. Severus Snape estaba haciéndole la mejor mamada de su vida. Enredó los dedos en el pelo oscuro del hombre, manteniéndolo allí y urgiéndole a que fuera más deprisa. Estaba llegando, lo sentía.
Al saborear el líquido pre-semen que salió del pene de Harry, Severus chupó más deprisa, hasta que en un ronco grito saliendo desde lo más profundo de su pecho, Harry se vino en la boca de Severus, quien bebió hasta la última gota.
Había visto el Firmamento entero. El orgasmo lo había sacudido como un ciclón, dejándole sin fuerzas siquiera para mover un brazo y esforzándose por que el aire entrara en sus pulmones. Sintió como Severus gateaba por la cama hasta acostarse a su lado, y cuando Harry pensó que necesitaría por lo menos unas horas para recuperarse, volvió a ponerse duro cuando el hombre unió los labios con los suyos y pudo probar su propio sabor mezclado con el embriagador sabor del chocolate. Nunca se cansaría de decirlo, pero todo sabía mucho mejor directamente de Severus. Respondió con ferocidad al beso, entrelazando su lengua con la de Severus. Se incorporó hasta colocarse a horcajadas encima del ex profesor, quien abrió los ojos un poco sorprendido.
Con un chasquido de dedos por parte de Harry, los calzoncillos de Severus desaparecieron Harry empezó a restregarse arriba y abajo, provocando jadeos cuando sus duras erecciones se frotaban. Para Severus, quien ya había estado a punto de eyacular cuando el chico llegó al orgasmo momentos antes, esto fue el detonante de su autocontrol, y ahogando un rugido, dio la vuelta poniendo a Harry otra vez de espaldas y lo embistió con una fuerte estocada. Ni se le pasó por la cabeza usar lubricante. Ambos gritaron, pero mientras que él lo hacía por placer, Harry lo hacía de dolor.
-¡Maldición Harry! ¿Por qué no me has dicho que nunca lo habías hecho? – Severus respiraba con dificultad, conteniéndose para permanecer quieto y no provocarle más dolor.
-No son un monje inocente, Snape – el mocoso se atrevió a sonreír, que luego se torno una mueca de dolor – Nunca he sido el pasivo.
-¿Y por que…? – Quería preguntarle porque había dejado que fuera él el primero, pero las palabras se le quedaron atoradas en la garganta. Él era el primero del chico, y eso le hizo hincharse de orgullo.
-¿Vamos a seguir hablando o a seguir con esto?
Harry esbozó una sonrisa burlona y se movió un poco, provocando que Snape gruñera. Poco a poco, el mayor fue moviéndose dentro del chico. Harry notaba como Severus se contenía para mantener un ritmo apropiado y evitar causarle más daño. Al ver su rostro tenso, y sus ojos cerrados fuertemente, se dio cuenta de que en vez de disfrutar como se suponía que tendría que estar haciendo, Severus estaba sufriendo. Estaba tan tenso, que temía tocarlo y que estallara en pedazos. Quiso decirle que no se contuviera tanto y disfrutara, pero en verdad estaba adolorido, quizá no tanto como al principio, pero esa molestia que sentía le impedía disfrutar de lo que estaban haciendo. Y eso le hacía sentirse nervioso y tenso, cosa que no facilitaba las cosas.
En uno de esos embistes, Severus tocó un punto dentro de él que le hizo soltar un pequeño jadeo de sorpresa. Eso le había gustado. Miró a Severus y este le sorprendió con una sonrisa, una de las pocas y verdaderas que esbozaba y que transformaban por completo su rostro. Lo hacía parecer más joven. Y Harry se enamoró un poco más de él.
Al haber encontrado por fin el punto perfecto en el que darle placer a Harry y sobretodo, ver que este se relajaba, le dio mas confianza a Severus y fue moviéndose un poco más deprisa. Los pequeños jadeos de Harry no evidenciaban dolor alguno, y ya estaba empezando a disfrutar, como lo estaba haciendo él al sentir su pene ser rodeado por la estrechez del cuerpo del chico. Era una sensación indescriptible. Sintiendo los preludios del orgasmo recorrer su espina dorsal, cogió el pene erecto de Harry y fue bombardeándolo hasta que los dos al mismo tiempo llegaron a la cumbre. Severus dentro del chico y este en las manos del hombre.
Severus se dejó caer encima del chico, escondiendo la cara en la curva del cuello, aun con sus cuerpos entrelazados. Posiblemente estaría aplastándolo, pero no tenía fuerzas para moverse. Tomaba aire a bocanadas y su pulso acelerado amenazaba con descontrolarse. Si le daba un infarto y moría, lo haría feliz. Esbozó una sonrisa de plena satisfacción. Sintió las mano de Harry acariciando su espalda y su cálido aliento en su cuello. Se le hizo un nudo en la garganta y no supo por qué. Si hubiera sido una de esas mujeres sensibleras, habría llorado de alegría al haber tenido el mejor sexo de su vida, pero aunque él no era una mujer y menos aún una persona dada a sensiblerías, si que tenía que reconocer que había sido el mejor polvo de su vida.
No, si tenía que ser sincero y justo, diría que lo que había pasado entre él y Harry, no había sido un simple polvo o solo sexo, era mucho más: habían hecho el amor.
Harry emitió un pequeño gemido de protesta cuando Severus se deslizó fuera de su cuerpo. El mayor se tumbó de espaldas y Harry encima de él, con una pierna entre las suyas, la cabeza apoyada en su pecho y una mano en el justo encima del corazón. Permanecieron los dos acostados, con sus lentas respiraciones y cada uno metido en sus propios pensamientos.
-Te quiero.
Severus se quedó quieto al escuchar la declaración del chico, y la mano que acariciaba suavemente la espalda de este, se quedó quieta. Quería decirle que él también sentía algo, pero aunque sabía que era más que simple cariño, no sabía definirlo. No quería decirle nada hasta que no estuviera seguro de que era lo que de verdad quería. No valía la pena hacerse el dormido, porque Harry sabía perfectamente que le había escuchado, pero pareció aceptar su falta de respuesta y siguió haciendo dibujos invisibles sobre su pecho, hasta quedarse dormido. Tan solo unos minutos después, Severus le siguió.