alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Retazos de Vida. Capítulo 16 Sáb Abr 24, 2010 6:39 pm | |
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Todo lo que dicen sobre la maternidad y todo lo que conlleva traer un niño al mundo es cierto; es absolutamente maravilloso y jodidamente doloroso.
Pero a estas alturas ya el dolor pasó y sólo me queda el recuerdo de la maravillosa sensación que experimenté cuando colocaron sobre mi pecho el cuerpecito desnudo de mi hijo recién nacido. En ese momento creí que moría de felicidad.
Lo que estoy a punto de narrarte son en parte mis recuerdos, y en parte, cosas que me contaron cuando ya todo pasó, bien porque no estaba presente, o porque de plano no me enteré, así que tenme un poquito de paciencia si ves que me enredo, ¿vale?
Ante todo tengo que decirte algo que no te había contado. Cuando conversamos con William sobre el parto, nos comentó de una posibilidad que nos interesó sobremanera: el parto acuático.
Ésta es una técnica que es cada vez más utilizada por las brujas y magos para dar a luz a sus bebés. Consiste en sumergirse en una gran bañera con agua templada, a unos veintiocho grados centígrados aproximadamente, y esperar allí el nacimiento del pequeño.
Según nos explicó William, durante el trascurso del embarazo masculino se forma un canal de nacimiento, que en el momento del alumbramiento se dilata para permitir la salida del bebé. Cuando se trata de un parto natural este proceso puede resultar bastante largo y definitivamente doloroso.
En los partos acuáticos, el agua caliente reduce la producción de adrenalina, que es una hormona que retrasa el proceso de dilatación y estimula la producción de endorfinas, que son unas hormonas cerebrales que disminuyen la sensación de dolor y hacen olvidar el paso del tiempo, además de ayudar a relajar los músculos. De esta manera, el agua acorta el periodo de dilatación y disminuye el dolor de manera importante.
Por otra parte, al salir dentro del agua parece que el feto no siente un cambio tan brusco, pues se siente en un medio bastante similar al líquido amniótico. Los defensores del sistema dicen que es mucho menos agresivo hacia el niño que un parto normal.
Otra ventaja era que Severus podría estar junto a mí en la bañera y colaborar de forma contundente en el nacimiento de nuestro bebé. Esa idea especialmente nos fascinó, así que, con el beneplácito de nuestro medimago, decidimos que Adam nacería por este sistema.
Esto requirió varias sesiones de preparación, que debo decir disfrute completamente. Severus me ayudaba con los ejercicios que debía hacer para preparar los músculos para el parto, y con los ejercicios respiratorios que permitirían controlar el dolor. Además, practicábamos las posiciones que deberíamos asumir dentro de la bañera y todo lo que tendríamos que hacer para que el bebé llegara perfecto.
Después de cada sesión llegaba agotado pero emocionado, sintiendo que cada paso que dábamos hacia el nacimiento de nuestro bebé, nos unía más.
Incluso pedimos permiso y en alguna ocasión llevamos a Esperanza con nosotros. Era hermoso verla tratando de ayudar a Severus con mis ejercicios, o posando su carita sobre mi barriga cuando terminaba agotado. Los tres, como familia, estábamos esperando a Adam con los brazos y los corazones abiertos, y haciendo todo lo que estaba a nuestro alcance para que llegara con bien.
—Nicole dice que ella también quiere usar ese sistema cuando tengamos nuestros niños —comentó Draco, muy interesado en lo que estaba contando su abuelo.
—¿¿QUÉ??? —gritó Frank, alborozado—. Esto sí que es un descubrimiento, Draco y Nicole ya están hablando de bebés. Mucho cuidadito con estos niños, abuelos.
—No molestes a Draco —advirtió Adam.
El joven rubio levantó las cejas, en el gesto que lo caracterizaba cuando algo lo molestaba.
—Nicole y yo estamos enamorados —declaró, rotundo—. Por supuesto que no vamos a plantear nada formal hasta que nos graduemos; pero sí, hemos hablado de hijos, y de casa, y de muchas cosas más.
—Además, el abuelito Harry era menor que Draco cuando se casó y mira lo bien que le fue.
—Porque yo tenía al abuelo Severus para apoyarme —señaló Harry—. Pero, de ser posible, es mejor esperar a estudiar y ser independiente antes de pensar en establecerse y tener hijos.
—Sin contar con que están en la edad de divertirse y pasarla bien, no de tener hijos y compromisos —agregó Adam.
—En eso tienes toda la razón —intervino Severus—. A veces, pienso que robe a Harry una parte muy importante de su juventud.
—Tú no me robaste nada —acarició amorosamente el rostro de su pareja, antes de darle un tierno beso—. Siempre fuiste mi vida y me diste todo lo que pude desear y más —sin transición, se giró de nuevo hacia los nietos—. Pero las circunstancias que nos tocó vivir fueron diferentes. Por suerte, ustedes pueden vivir sin temor ni sobresaltos, y disfrutar su juventud con plenitud.
—Eso sí, espero que cuando decidas establecerte, sigas pensando en Nicole —comentó Severus—. Me gusta esa chica; es buena, hermosa e inteligente.
—Completamente de acuerdo —convino Harry.
—Pues trataré de complacerles —aceptó Draco—. Los sacrificios que hay que hacer por los abuelos.
Y con eso todos rieron. Sabían que Draco estaba completa e irremisiblemente enamorado de Nicole. La transparencia de su mirada así lo decía.
Dirás que soy fastidioso contándote todo esto, pero fue tan hermoso que tenía que dejarlo plasmado en tus páginas. Pero no te preocupes, ya paso a la acción; es decir, al día que Adam nació.
Mi bebé nació el veintitrés de Noviembre a las tres de la tarde. La noche anterior yo me había sentido realmente mal, con dolores intermitentes y un fuerte desasosiego. Luego me enteré que esto era a causa del proceso de formación de la última etapa del canal de nacimiento. Al fin, casi cuando amanecía, logré conciliar el sueño. Pero pronto me desperté, con un agudo dolor en la base del vientre.
Harry despertó sobresaltado, se incorporó y llevó una mano a su abultado vientre, el agudo dolor que sentía le había quitado el aliento momentáneamente. Trató de respirar tal como le habían enseñado en las prácticas, de forma que poco a poco se fue relajando y el dolor fue cediendo.
Había sufrido algunos dolores en los días anteriores y William le había dicho que eran contracciones normales originadas por la formación del canal de nacimiento, y aunque esta vez la punzada había sido más aguda y prolongada, decidió esperar antes de despertar a Severus.
Severus.
Giró lentamente el rostro y observó largo rato su amada cara dormida, posada en la almohada a su lado, pensando en cuanto le había apoyado en todo aquel proceso. Y ahora estaba agotado. Se había pasado la noche cuidándole y consolándole, y no se había dormido hasta que él mismo lo había hecho. Pasó largo rato mirándole, y cuando alargaba una mano para apartar un negro mechón de la cara de su esposo, una nueva contracción hizo que se retorciera de dolor. Cuando al fin logro recuperarse, observó el reloj de pared. Habían pasado doce minutos desde la última.
—Harry, ¿pasa algo?
El joven se volteó nuevamente hacia su pareja y musitó con una débil sonrisa.
—Severus, creo que tu hijo quiere nacer.
—¿Estás seguro, amor? —pregunto el hombre con serenidad—. Recuerda que ya tuviste varias falsas alarmas antes.
—Esta vez estoy casi seguro. Ya viene nuestro bebé.
Ahora sí que la actitud de Severus se transformó. Comenzó a temblar incontrolablemente y una capa de nerviosismo cubrió sus atractivas facciones.
—Tenemos que ir al hospital de inmediato —se levantó bruscamente y casi corrió hacia la puerta del cuarto.
—Sev, ¿a dónde vas? —le preguntó su esposo, sonriendo.
—¿Cómo que a dónde voy? A avisar a William para que nos espere en San Mungo.
—No tienes que correr tanto —en el tono del más joven había un inocultable dejo de diversión—, todavía queda mucho tiempo.
—¿Cómo que mucho tiempo? —el rostro de Severus se veía crispado—. Nuestro bebé va a nacer, ¿acaso no lo entiendes?
—De hecho, sí —dijo Harry, antes de retorcerse presa de una nueva contracción—. Pero recuerda lo que William nos dijo; este va a ser un proceso largo, apenas se está terminando de concretar la formación del canal, probablemente ni siquiera ha comenzado el proceso de dilatación.
Severus se quedó mirándole un largo rato, reflexionando sobre la sensatez de las palabras de Harry. Al final, le sonrió y repitió:
—Voy a llamar a William—y de nuevo dio media vuelta rumbo a la puerta.
Harry no pudo evitar echarse a reír.
—¿Sev?
—¿Qué? —preguntó el hombre, volteando una vez más, con impaciencia.
—¿No sería mejor si te vistieras primero?
En ese momento, el profesor de Pociones se vio a sí mismo por primera vez desde que despertara, descubriendo que estaba totalmente desnudo. Frunciendo el ceño, corrió hacia la cómoda y empezó a rebuscar entre los cajones
—¿Dónde está mi maldito bañador?
—Lo dejaste arriba de la mesita, con todas las cosas para el parto —Harry le miró con ternura y repitió—: Amor, aún hay mucho tiempo. ¿Por qué no te tranquilizas un poquito?
—Yo estoy tranquilo, estoy absolutamente tranquilo —corrió hacia donde estaba el bañador y comenzó a vestirse apresuradamente, para luego correr de nuevo hacia la puerta y desaparecer tras ella.
Se precipitó hacia la chimenea de la salita. Era sábado y muy temprano, así que probablemente el medimago se encontraría en su casa y durmiendo. “Que se fastidie” , pensó Severus antes de casi gritar:
>>Residencia de William Robertson.
Casi de inmediato, apareció la preocupada cara del medimago.
—Severus, ¿eres tú? ¿Le pasa algo a Harry?
—Empezó con los dolores de parto —replicó el otro con la cara crispada—. Ya vamos a salir hacia San Mungo.
—Perfecto, allá los espero. Pero tranquilo, Severus, este proceso va a ser lento.
—¿Por qué demonios todo el mundo me dice que me tranquilice? —gruñó el hombre, y la sonrisa de comprensión de William fue lo último que vio cuando rompió la comunicación. El maestro de Pociones se quedó un momento en suspenso, sin saber qué hacer a continuación.
—Llama a Remus —le sugirió Harry desde el umbral de la puerta.
Severus lo miró por un segundo, antes de fijar su atención nuevamente en la chimenea.
—Habitación de Remus Lupin.
Esta vez tuvo que esperar un poco más antes que apareciera la somnolienta y despeinada cabeza de Remus.
—Severus, ¿qué ocurre?
—Es Harry. Nuestro bebé ya viene.
—Danos un segundo que despierto a Bill y nos vestimos, y estamos con ustedes.
Severus se incorporó lentamente de la chimenea y miró fijamente a su pareja, como pensando qué más debía hacer. De repente, Harry tuvo una nueva contracción y el mago mayor se aceleró nuevamente.
—La ropa del bebé —de nuevo se precipitó a la puerta y casi se lleva a Harry por delante en el movimiento—. Debo buscar la ropa del bebé. Y el portal, hay que hacer el portal.
Durante todo el embarazo de Harry, habían estado usando un portal mágico para viajar a San Mungo, pues era el medio más seguro y tranquilo para Harry y el bebé. Incluso habían llegado a perfeccionar de tal manera el hechizo, que podían abrirlo y cerrarlo a su antojo, y lograr que permaneciera abierto el tiempo que ellos quisieran.
Cuando Harry regresó a la habitación, ya Severus tenía el bolso con las cosas del bebé y estaba abriendo el portal. Cuando hubo completado el hechizo, sonrió satisfecho, respiró tranquilo, y sin siquiera mirar atrás, atravesó el portal.
Apareció en medio de la recepción del Hospital San Mungo, donde un sonriente William ya le estaba esperando.
—Severus, buenos días —le saludó sonriente el medimago—. ¿Y dónde está Harry?
—¿Harry? —repitió Severus, y entonces se dio cuenta que en sus prisas por llegar a San Mungo, había olvidado un pequeño detalle: traer a su esposo. Enrojeció avergonzado ante las miradas divertidas del personal del hospital que estaba presente, y se disponía a atravesar el portal una vez más, cuando apareció un dolorido Harry, acompañado de Remus y Bill.
—Creo que dejaste un pequeño paquete por el camino, Severus —se burló Remus.
El aludido lo miró con disgusto y luego corrió hacia su pareja.
—Perdón, yo…
—Lo sé, amor, lo sé —Harry acarició su mejilla, y en ese momento una nueva contracción llegó y se aferró a los hombros de su esposo para sostenerse.
—William —el rostro de Severus era todo un poema de angustia, y el sonriente medimago se compadeció y se giró hacia una enfermera.
—¿Ya está lista la sala?
—Sí, doctor —contestó la joven bruja con tono profesional.
—Entonces, acompáñenme —pidió, mirando a Severus y a Harry, que ya estaba cómodamente instalado en una silla de ruedas, antes de girarse hacia Remus y Bill—. También pueden venir, hay una salita al lado de la sala de partos donde pueden esperar. Pero deberán tener paciencia, esto puede ser bastante largo.
Caminaron por múltiples pasillos hasta llegar a unas puertas dobles similares a las de los quirófanos muggles. Mientras Remus y Bill se dirigían a la salita de espera, el resto entró en la sala de partos.
La sala de partos era un lugar absolutamente acogedor. Amplia e iluminada, parecía un inmenso jacuzzi de un hotel cinco estrellas. Estaba decorada en tonos suaves y relajantes, con profusión de plantas por todo el contorno y una suave música de fondo, todo diseñado para ayudar a que la embarazada —o el embarazado en este caso— se sintiera cómodo y en paz.
Tanto Harry como Severus se desvistieron y se metieron en la inmensa bañera circular. Severus se sentó en un cómodo sillón interior y abrió las piernas, permitiendo que Harry se sentara entre ellas apoyado en su regazo. Pronto, la calidez del agua y la música de fondo, unidas a las suaves caricias circulares que Severus hacía sobre su voluminosa panza y los besos que de tanto en tanto le daba en el cuello, lograron su magia, relajando completamente al joven.
—Harry, ahora voy a examinarte para ver cuán dilatado estás —explicó el medimago a la pareja. Ante el movimiento de aceptación del embarazado, William se inclinó sobre el agua transparente e hizo unas cuantas comprobaciones, antes de enderezarse nuevamente y sonreír—. Todo viene perfectamente, pero me temo que vas a tener que esperar un buen rato aún, apenas comienza el proceso de dilatación.
—No te preocupes —Harry sonrió a su vez, y se acomodó mejor en el regazo de Severus—. Estoy muy, muy bien así.
Durante las siguientes seis horas, los fuertes dolores fueron paliados por las suaves y amorosas caricias circulares de Severus y las palabras de consuelo murmuradas al oído del futuro padre. Harry lo soportó bastante bien; sin embargo, en la última media hora las contracciones habían sigo casi constantes y el muchacho se sentía verdaderamente agotado.
—Bueno, Harry —dijo William después de comprobar una vez más la dilatación—, me parece que ahora sí que tu bebé quiere terminar de salir. Vamos a empezar; cuando yo te diga, puja.
—¿Y yo qué puedo hacer? —preguntó Severus.
—Sigue como estás. Sólo sostén a Harry y sigue acariciándole, y no te preocupes que todo va a salir bien —el medimago le sonrió brevemente y luego enfocó su atención nuevamente en Harry—. Quiero que te deslices un poco más abajo y dobles las piernas como si estuvieras en cuclillas; no te preocupes pues Severus te va a sostener.
Harry hizo lo que le indicaron mientras una nueva contracción le atacaba.
—Muy bien, Harry —dijo William, animándole—. Puja —el joven pujó con todas sus fuerzas—. Magnífico Harry, tu bebé ya viene en camino. Una vez más, puja.
En medio del dolor, Harry sentía como su niño se abría paso en su interior, buscando salir. Severus observó fascinado cómo aparecía primero la pequeña cabeza, luego los hombros, el cuerpo, hasta que su bebé estuvo completamente libre de lo que había sido su refugio los últimos nueve meses: el cuerpo de su amado esposo.
William sacó al pequeño del agua y le aspiró las mucosidades, antes de entregarle una pequeña tijerita a Severus.
>>¿Quieres cortar el cordón umbilical a tu bebé?
—¿Yo? —preguntó Severus con los ojos anegados, antes de extender tentativamente la mano y tomar la tijerita.
Bajo las indicaciones de William y con mano ligeramente temblorosa por la emoción, cortó el cordón que unía a su bebé con Harry, el que había sido su fuente de vida hasta ahora. De repente, como si el pequeño lo sintiera, empezó a llorar de forma estridente.
—Vaya que este jovencito tiene buenos pulmones —comentó William.
—Es que sacó el carácter de Sev —Harry sonrió, agotado.
El medimago tomó al gimiente niño y le recostó en el pecho de su padre, quien todavía seguía apoyado en el regazo de Severus. El pequeño se tranquilizó de inmediato.
—Y como a mí, tú le calmas al instante —musitó Severus, poniendo una de sus grandes manos sobre el cuerpecito tibio de su hijo. El pequeño, de inmediato, se movió, acomodándose contra el calor de la mano.
—Bienvenido a casa, mi niño —musitó Harry, mirando a su pequeño milagro.
—Gracias, amor —musitó Severus a su vez, inclinándose y besándole suavemente en los labios—. Gracias por hacerme tan feliz.
—Qué hermoso, abuelito —dijo Lisa, con los ojos brillantes.
—Es cierto —concordó Draco—. Nos lo habían contado varias veces pero nunca con tanto detalle.
—Ni siquiera yo lo recordaba tan bien —confesó Severus—. Aunque ese día siempre lo tendré grabado en mi corazón, con el paso de los años muchos de los recuerdos se van atenuando.
—Si ya sabía yo que tenía que quedarme a escuchar esto —dijo Adam con una sonrisa, mirando a sus padres—. Gracias por amarme tanto.
—Pues yo sólo diré una cosa —comentó Mark, mirando a su padre que se había parado y estaba abrazando a sus abuelos—. Menos mal que no te ahogaron al nacer.
Ante la risa general, Harry continuó.
—Bueno, señores padres —dijo William con una sonrisa satisfecha—, lo siento, pero me van a tener que prestar al caballerito por un rato.
—¿Te lo vas a llevar? —preguntó Harry con tristeza, extrañando a su bebé incluso antes de que le apartaran de su lado.
—Es sólo un momento —se inclinó y tomó al pequeño, que en cuanto se vio apartado del calor de sus padres empezó a gimotear nuevamente—. Rita lo va a lavar, medir, pesar y vestir, para que esté presentable para conocer a su nueva familia —entregó el bebé a su ayudante y fijó su vista en Harry—. Y yo debo terminar de curarte.
—Además, amor, debes tratar de descansar —musitó Severus, acariciando su cabello—. Estás agotado.
—Tengo un poquito de sueño —aceptó Harry, bostezando—. Pero Esperanza debe estar preocupada, hay que contarle.
—Hagamos una cosa —propuso William, fijando la vista en Severus—. ¿Por qué no llevas a Adam para que le conozcan mientras yo me ocupo de Harry y le trasladamos a una habitación?
—¿Puedo llevármelo? —preguntó un sonriente Severus, al que en ese momento estaban entregando un bebé completamente vestido y absolutamente cabreado. En cuanto el hombre le cobijo en su regazo y le meció, susurrándole suavemente, el pequeño comenzó a calmarse.
—Vaya, parece que el jovencito manipulador reconoce a sus dos padres —rió el medimago—. En cuanto a tu pregunta, te lo presto sólo unos minutos, es un trato que hice con Esperanza hace un par de meses. Pero luego debes entregárselo a Rita para que lo lleve a la guardería; más tarde lo llevaremos a la habitación de Harry.
Severus se volvió a Harry, quién ya dormitaba dentro de la bañera, y frunció el ceño con preocupación.
—¿Va a estar bien?
—Perfectamente, no te preocupes —el medimago palmeó amistosamente su espalda—. Quiero que él y el bebé pasen la noche en el hospital, pero es sólo por seguridad, mañana te los podrás llevar a casa. Ahora, anda, tu hija te espera.
Dando una última mirada a Harry, se encaminó, guiado por la enfermera, hacia una puerta interior. Al traspasarla se encontró con los rostros expectantes y sonrientes de toda su familia.
Sin prestar mayor atención al resto de los presentes, Severus se acercó a Esperanza, que le miraba con los ojos abiertos como platos. Al llegar a su altura se agachó y le sonrió, mostrándole al pequeño bulto que llevaba en brazos.
—Esperanza, cariño, te presento a tu hermanito.
Los ojos de la pequeña se llenaron de lágrimas de emoción.
—¿De verdad es mi hermanito? —preguntó, un tanto temerosa.
—Sí, es Adam. ¿Quieres tocarlo?
La niña extendió su pequeña mano hacia el diminuto puño del recién nacido, pero cuando estaba a punto de tocarlo, la apartó con rapidez.
—¿Y si le hago daño? —preguntó, asustada—. Es muy chiquito.
—Es muy chiquito pero tu mano es muy suave, no lo vas a dañar —le aseguró su padre, acariciando su carita. Al ver que la niña no estaba muy convencida, le propuso—: Hagamos algo, préstame tu mano y lo tocamos los dos, ¿te parece?
La niña asintió y le dio la mano a Severus. Con mucho cuidado, el hombre la guió hasta el puñito cerrado de Adam y la depositó allí. La pequeña acarició suavemente mientras el bebé abría el puño y lo cerraba nuevamente sobre un dedo de la niña. Esperanza levantó la vista hacia su padre y sonrió feliz.
—Papá, mira, me agarró el dedo —exclamó, alborozada.
—¿Ves, preciosa? Adam te reconoció y. como no puede hablar, es su forma de decirte hola.
—¿Me reconoció? ¿Él sabe que soy su hermana?
—Estoy seguro que sí, princesa. Estoy seguro que sí.
Y mientras todo eso pasaba yo durmiendo como un lirón, ¿puedes creerlo? Cuando me recuperé, hice que Severus pusiera ese recuerdo en un pensadero y lo vi una, y otra, y otra vez, tratando de grabar hasta el mínimo detalle. No tienes idea de cuánto me hubiera gustado estar allí en ese momento.
Pero lo cierto es que este lirón perezoso no despertó hasta varias horas después, en una habitación muy bonita e inundada de arreglos con flores, globos e infinidad de motivos alusivos a bebés; y en medio de ello un inmenso ramo de tulipanes en diferentes tonos de azul, con un enorme león en el medio, la cosa más hermosa que había visto en mi vida.
Giré la cabeza a un lado y encontré los sonrientes rostros de mi niña, mi esposo y un montón de amigos.
—Papi, despertaste —gritó Esperanza, y si no es porque Sev la detuvo suavemente, se hubiera lanzado sobre mí en ese mismo momento.
—Recuerda lo que te dije —habló Severus—. Papi está un poquito maltratado, tienes que ser cuidadosa.
—Sí, papá, lo prometo —contestó Esperanza muy seria. Entonces Sev le dio un beso y la soltó, y ella se acercó a mi cama.
—Papi, ¿cómo estás?
—Muy bien, pequeña; pero acércate más y dame un abrazo.
—Pero papá me advirtió…
—Sé lo que dijo —la interrumpí—, él se refería a que no me saludaras tan efusivamente como sueles hacerlo; pero no dijo nada sobre besos y abrazos, ¿verdad?
Al instante, Esperanza estaba aferrada a mi cuello, besándome repetidamente.
>>¿Y ya conociste a tu hermanito? —le pregunté, acomodando un negro mechón tras su oreja.
—Siiii. Es muy chiquito, papi, pero tiene mucha fuerza porque cuando lo toqué agarró mi dedo y no lo soltaba. Y tampoco lloró. Papá dijo que me estaba saludando.
—Y así era, mi amor —musite, mirando a Sev con todo mi amor.
—Bueno, Esperanza, creo que ahora nos toca a nosotros saludar a tu papi —pidió Remus con una sonrisa.
Entonces se formó un pandemónium; todo el mundo hablando, riendo, felicitándonos, comentando lo hermoso que era Adam, hasta que llegó una enfermera a poner orden.
—Señores, ya es muy tarde y el paciente debe descansar —ordenó, mientras empezaba a hacer salir a la gente del cuarto—. Mañana podrán verle de nuevo. Señor Snape, ¿se va a quedar acompañando a su esposo?
—Sí, señorita.
—En ese caso, en unos minutos traeré a su hijo para que lo puedan alimentar.
Nosotros sonreímos y Esperanza suplicó, viendo a la enfermera.
—¿Yo me puedo quedar?
—Lo siento, pequeña, está prohibido que los niños permanezcan en el hospital durante la noche.
Ante la cara de decepción de nuestra niña, Severus la abrazó.
—No te pongas triste, mi amor. Será sólo por esta noche; mañana, todos vamos a regresar a casa.
—¿Adam también?
—Sí, Adam también —Severus sonrió y beso su cabecita—. Ahora, dale un beso a papá Harry y yo te acompañaré hasta la salida, ¿vale? —mi niña sonrió y corrió a abrazarme antes de volver junto a Sev—. Enseguida regreso —me dijo él, antes de salir con nuestra Esperanza.
Yo me acomodé en la cama satisfecho y fijé la vista una vez más en el arreglo de tulipanes. ¡Era tan hermoso!
—¿Te gustan? —preguntó Severus, que en ese momento regresaba a la habitación.
—Son preciosos. ¿Los trajiste tú, verdad? —contesté, extendiendo mi mano hacia él en una muda invitación. Sev se acercó al ramo y sacó una tarjeta, antes de acercarse a mi cama, darme un beso, y entregármela. Antes de abrir la tarjeta, le supliqué, haciéndole espacio en la cama—: Siéntate a mi lado, amor.
—No creo que al doberman que tienes por enfermera le guste mucho la idea —argumentó Severus.
—Estoy seguro que no va a decir nada, se nota que le caemos bien —puse mi cara de cachorrito, ya sabes, esa que no puede resistir, y él cedió y se recostó a mi lado, abrazándome. Enseguida me acomodé contra su pecho y abrí la tarjeta.
Queridos Harry y Adam
Mil gracias por hacernos el Padre, Hija, Esposo y Hermana más felices y orgullosos de todo el ancho mundo.
Los amamos hasta el infinito
Severus y Esperanza
p.d: Papi, el león lo elegí yo, las flores son de papá Severus.
No imaginas el nudo de emoción que sentí al leer esas palabras. Fui incapaz de hablar; sólo pude mirar a Sev con los ojos anegados y darle un prolongado beso. Cuando al final nos separamos para respirar, le sonreí y señalé el bolso de la ropita de Adam.
—Amor, dentro del bolso hay una cajita negra, ¿querrías traerla?
Sev frunció ligeramente el ceño, intrigado, pero sin decir nada cumplió mi petición. Cuando fue a entregarme la caja, negué con un gesto.
Abrió la cajita y sacó la pulsera de plata en forma de serpiente que había en su interior.
—Merlín, es preciosa —musitó, admirando su diseño contra la luz de la lamparita de noche—. Una obra de arte. ¿Es para mí? Pero no entiendo. ¿Por qué?
—Esa pulsera la compré hace algunos años —le explique, mientras la tomaba de sus manos y se la ponía alrededor de la muñeca—, cuando no tenía ni siquiera una remota esperanza de que tú llegaras a quererme. Ya sabes, aquella Navidad antes de casarnos.
—¿Y la has tenido guardada todos estos años?
—Estaba esperando un momento especial para dártela y éste definitivamente lo es —me incliné y besé sus labios tiernamente—. Gracias, amor, por regalarme a Adam.
—Gracias a ti por regalarme una vida feliz. Te amo.
Te juro, Diario, que soy el hombre más feliz del mundo
—Vaya, no tienen idea de cuanto lamento tener que irme —Adam miró su reloj y frunció el ceño antes de girarse hacia los gemelos—. Si su madre se pone ruda, cuento con que ustedes dos me defiendan.
—No te preocupes, papá —desestimó Frank, con un gesto de la mano—. Ya sabes que mamá ladra pero no muerde.
—Será a papá, porque a nosotros vaya que nos enseña los dientes a veces —lo contradijo su hermano.
—Y, por supuesto, ustedes no se lo merecen, ¿cierto? —replicó Adam con gesto serio—. Y no vuelvan a hablar así de su madre.
—Yo me voy con Adam —dijo Ron, levantándose y estirando los músculos.
—¿Por qué no te quedas a dormir, Ron? —le invitó Harry con una sonrisa—. Así nos puedes acompañar mañana en la mañana a la villa, tienes mucho tiempo que no saludas a los amigos.
—¿Cómo que a la villa? —se escuchó a Frank, entre el murmullo de protesta de los otros chicos—. ¿Y el diario?
—El diario puede esperar unas horas —intervino Severus—. Llevan tres días sin salir de aquí, y luego sus madres se quejan de que los tenemos encerrados.
—Pero queremos que el abuelito siga leyendo el diario —se lamentó Lisa.
—Hagamos algo —propuso Severus—. En la mañana vamos al pueblo, compran golosinas, saludamos a los amigos y almorzamos por allí, y en la tarde seguimos con el diario. ¿Qué les parece?
—Si no hay más remedio —aceptó Mark a regañadientes, hablando por todos.
—Y entonces, Ron, ¿te quedas? —insistió Harry a su amigo.
—De verdad quisiera pero no puedo, tengo una entrevista temprano con un jugador que queremos contratar.
—Además, quiero ir al campo a ultimar unos detalles para la ampliación y necesito que estés presente —intervino Adam.
—¿Pero puedo regresar, verdad? —más que una pregunta, lo de Ron fue una súplica—. Quisiera escuchar un poco más de ese diario.
—Sabes que ésta es tu casa y siempre eres bienvenido —replicó Severus.
—Pues capaz yo me doy otra vueltita también por aquí, aunque estoy seguro que esta vez me querrá acompañar Renne.
—Ay, no, papá, deja a mamá en casa —pidieron Frank con la voz y Mark con los ojos.
—Trataré —ofreció Adam, divertido, preparándose para salir.
—Pues ya que mañana en la mañana no hay lectura del diario, aprovecharé para visitar a Nicole —declaró Draco, mirando a sus abuelos—. ¿No les importa?
—Claro que no, hijo, ve con tu chica —contestó Harry, y viendo que el joven quería decir algo más, preguntó—: ¿Qué ocurre, Draco?
—Pues, pensaba si no les importaría que invitara a Nicole a escuchar un poquito del diario —preguntó tentativamente—. Si les molesta lo entenderé, se que lo que dice allí es muy íntimo.
—¡Sí! —exclamó Lisa, alegre; la chica le caía muy bien—. Trae a Nicole, primo, por fa.
Harry y Severus intercambiaron miradas. Luego de un leve movimiento de cabeza de Harry, el patriarca Snape tomó la palabra.
—Sabes que Nicole siempre es bienvenida en casa, puedes traerla cuando quieras.
—Y nosotros podremos traer a nuestras novias —preguntó Frank, burlón.
—Cuando logren una relación tan seria como la de Draco y Nicole, por supuesto que sí —contestó Harry.
—¿Y hablar de hijos, casa y demás? —Mark se horrorizó—. Ni loco.
Entre las risas por la cara de espanto de los gemelos, Ron y Adam se despidieron y Draco salió para llamar a su novia por la chimenea, mientras Severus se levantaba y ayudaba a Harry a pararse.
—Bueno, chicos, es mejor ir a dormir para poder salir temprano al pueblo —dijo el mago mayor, tomando el diario de Harry y encaminándose lentamente a la puerta—. Y no sigan protestando, ya saben que su abuelo dijo que no iba a leer más por esta noche —y con eso salieron del estudio, seguidos por sus tres enfurruñados nietos.
—Fue hermoso recordar todo lo del nacimiento de Adam —murmuró Severus, cuando Harry lo alcanzó en la cama y se arrebujó en su cálido abrazo.
—Sí, para mí también —admitió el mago más joven.
—¿Cuándo me vas a leer las partes que te saltaste? —preguntó Severus, mirándole con picardía y señalando el diario.
—Cuando quieras —contestó Harry—; aunque si prefieres, saca esa droga que inventaste y te lo demuestro— propuso, sugerente.
Severus lanzó una carcajada y le apretó contra sí.
—Hoy no va a poder ser, estoy algo cansado. Pero mañana no te escapas.
Ante la respuesta, Harry se quedó mirando fijamente a su pareja. No podía recordar una sola vez, sin importar la circunstancia, en que Severus hubiera admitido que estaba cansado.
—¿Te sientes bien? —le preguntó, preocupado, notando en ese momento que se veía un poco demacrado.
—Sí, es sólo un poco de fatiga, nada que un buen sueño no pueda solucionar.
—¿Prefieres que nos quedemos en casa mañana?
—Por supuesto que no —negó con énfasis—. Vamos a dormir y verás que mañana amanezco como nuevo.
—Vale —aceptó Harry, aunque internamente se prometió que si ese cansancio seguía iba a obligarle a hacerse unos exámenes. Se acercó más al otro y le dio un tierno beso en los labios.
—Buenas noches, Sev.
—Buenas noches, amor.
Última edición por alisevv el Dom Feb 07, 2016 5:12 pm, editado 2 veces | |
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