alisevv
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| Tema: The Marked Man. Capítulo 15. Mañanarr Mar Mar 30, 2010 6:25 pm | |
| Remus y Harry llegaron por red flu al Caldero Chorreante. El mayor se giró para ayudar a Harry a mantenerse en pie, pues éste no había mejorado en sus habilidades para viajar por este medio. Remus pensaba que era extraño que alguien que se equilibraba y controlaba tan bien una escoba, fuera tan desgarbado durante los viajes por chimenea.
Mientras caminaban a lo largo del Callejón Diagon, con rumbo al Callejón Knockturn, el más joven comentó:
—Estoy comenzando a sentir como si viviera en este desgraciado lugar, Remus. Cuando estaba en segundo año, durante mi primer viaje por red flu terminé accidentalmente en Borgin & Burke. Hagrid me encontró y me sacó del callejón. Era un poco aterrador, con todos esos personajes sospechosos rodeándome. Merlín sabe lo que habría pasado si no me hubiera encontrado con él. Entonces, juré que me mantendría alejado de Knockturn, que había aprendido mi lección y no regresaría jamás. Y ahora estoy viniendo todos los días.
Remus soltó una risita.
—Eso simplemente evidencia que no podemos ver nuestro futuro.
—¿Así que no crees en la Adivinación?
—La mayoría es pura mierda, en mi opinión. Por supuesto, los videntes son una cosa diferente; ellos realmente pueden ver el futuro, o algo parecido. Pero yo ciertamente no puedo, y tampoco me gustaría. Imagina conocer el día de tu muerte; sería horrible.
Harry se estremeció. Sí, probablemente lo sería. Él ya vivía con el temor de que el día de su muerte no estaba lejos. Trelawney la había predicho, pero ella era un fraude tan evidente, que había logrado ignorarla la mayoría de las veces.
Ambos hombres caminaron con rapidez y tranquilidad a lo largo de la calle, tratando de estar atentos y no parecer demasiado obvios. Harry se dio cuenta que había una manera para conducirse en estos lugares y estaba aprendiendo de un maestro. Se alegraba de estar acompañado por un experimentado miembro de La Orden. Sabía que Remus había ejecutado múltiples misiones en el pasado, aunque como era más joven, nunca supo los detalles de las acciones en las cuáles había estado involucrado. Una vez más, tenía razones para agradecer que Remus fuera su compañero y le ayudara en esto, y bendecía a Dumbledore por haberlo organizado. Y, por supuesto, Dumbledore también le había dicho que confiara en Severus, ¿no?
Se acercaron a la tienda de empeños de Cohen, y fue inmediatamente obvio que el lugar estaba abierto ese día; estaba brillantemente iluminado y la cartulina con el mensaje ya no estaba pegada en la puerta.
>>Ah, ya era hora. ¿Entramos? Sé que estamos en camino del Mosquete, pero seríamos tontos si ignoráramos esta oportunidad.
—Sí. Puede volver a desaparecer por ‘la duración’ si le dejamos escapar hoy —aceptó Harry.
Abrieron la puerta y entraron en la tienda, que estaba bien iluminada y aparentemente alegre, para las premisas del Callejón Knockturn. Obviamente, Cohen quería que sus clientes potenciales tuvieran la mejor vista de sus mercancías. Alrededor del recinto había altas vitrinas de cristal conteniendo muchos artículos del hogar, tanto de índole práctica como ornamental. A lo largo de las paredes había anaqueles con libros y barandillas con ropa. Harry vio túnicas, camisas, un barril lleno de sombreros, incluso pares de botas pulcramente alineadas a lo largo de la pared frontal. Tal parecía que allí se podría comprar cualquier cosa que se deseara. Las mercancías no tenían marca. Y daban la impresión de tristeza y abandono; habían sido empeñadas por gente desesperada que necesitaban un sickle o dos. Si cualquiera de los artículos era robado, no eran más que suposiciones. Harry se detuvo y miró una de las vitrinas de joyería; había uno o dos relicarios, pero ninguno que reconociera como candidato al sustraído de Grimmauld Place.
Remus se acercó al mostrador del fondo. No había nadie en la tienda, pero sí una gran campana dorada sobre la tabla, así que dejó caer su mano sobre ella, haciéndola sonar. Un hombre apareció.
—Buenas y bienvenidos, caballeros.
La voz del encargado era suave y aduladora, con un pequeño tono nasal. Si Harry tuviera que describirla, tendría que decir que era ‘grasosa’. De hecho, era similar a la apariencia del hombre parado frente a ellos. Jools Cohen, porque se trataba de él, era delgado y de mediana estatura, y vestía una túnica negra pegada, pasada de moda, que acentuaba su estructura ósea. Su flaco rostro era distintivo: larga nariz y profundas líneas a cada lado de la boca y entre las cejas. Sostenía sus manos entrelazadas al frente de su cintura, como si estuviera sosteniendo su inexistente barriga. Harry le tomó aversión inmediata, y frunció el ceño. Remus, sin embargo, mostró su cortesía acostumbrada.
—Buenos días. ¿Estoy hablando con el señor Cohen?
—De hecho, ése es mi nombre —replicó con la más tenue de las sonrisas. Harry pensó que eso era peor que verle serio, no se adecuaba a sus rasgos en absoluto—. ¿Están aquí para comprar o para vender?
—Inicialmente, para comprar —contestó Remus—. Usted parece tener un buen surtido.
—Las tiendas de empeño siempre están repletas, señor. Ofrezco un servicio valioso para la gente de por aquí.
Harry sintió el deseo de bufar. Pensaba que el único servicio que este hombre prestaba, probablemente fuera a su propia cámara de Gringotts.
—Por supuesto —Remus asintió levemente, como reconociendo la valía del hombre—. Estoy buscando un objeto en particular, que un desafortunado pariente empeñó. No sé si fue en su establecimiento, pero muy bien pudo haber sido. Es una pieza de familia, así que me gustaría volver a adquirirlo, si fuera posible.
—Es comprensible, y no es una petición inusual —replicó Cohen—. Supongo que tiene la boleta de empeño, de su pariente…
—Desafortunadamente, la perdió. Es muy olvidadizo, y no es precisamente joven —le embaucó Remus.
Un destello de sospecha atravesó el rostro del hombre.
—Bueno, si no está seguro que fue en mi tienda…
—Pero estoy seguro que usted conoce su mercancía, señor Cohen —le interrumpió—. Dígame, ¿ha recibido un pesado relicario de oro en los últimos dos meses?
—Recibo una gran cantidad de joyería, señor. Sin más detalles…
—El relicario es inconfundible. No puede ser abierto, debido a su antigüedad. Usted recordaría eso, estoy seguro.
—Desgraciadamente, no recuerdo nada parecido.
Harry estaba empezando a enojarse. El hombre se estaba mostrando claramente evasivo desde que Remus admitiera que no tenía la boleta de empeño. Vale, eso podía ser algo extraño, pero aún así no había razón para que el propietario de una casa de empeño pusiera dificultades para una negociación. Él quería vender su mercancía, ¿no?
—¿Podría mostrarnos los relicarios? —insistió Remus.
—Están en las vitrinas, caballeros. ¿Lo ven ahí?
—No, no puedo verlo, pero revisaremos nuevamente.
Remus se giró hacia Harry y fingieron que examinaban las vitrinas de joyería.
—¿Ves algo, Jim?
—No, nada ni parecido. Está ese viejo relicario de allí, pero tiene la inscripción GHV, así que no es el mismo.
—¿Nuestro relicario no tiene inscripción? ¿Seguro?
Harry asintió, y Remus se giró hacia Cohen, quien a esas alturas les observaba claramente receloso.
>>¿Está seguro que no tiene almacenado nada más, quizás algo que todavía no haya puesto en exhibición?
—Mire, ya se los dije, sólo lo que hay en las vitrinas. Cualquier otra cosa no es asunto de ustedes.
Harry estaba harto de todo eso. Cohen había ido más allá de ser poco servicial; estaba obstruyendo descaradamente.
—¡Mundungus Fletcher! Sé que lo conoces y tienes tratos con él. Muéstranos lo que te ha traído los últimos tres meses —la voz de Harry se había vuelto sonora y exigente, y mientras ordenaba la colaboración del prestamista, Remus vio un destello de poder mágico salir de su cuerpo en dirección del hombre parado detrás del mostrador. Cohen jadeó y se agachó detrás del pesado mueble de madera.
Remus y Harry se acercaron a él y le miraron con fijeza. Cohen, encogido en el suelo, tembloroso, levantó su temerosa mirada hacia ellos.
—No hay necesidad de esto. ¿Por qué no dijeron desde un principio que eran amigos de Dung? —se levantó, las manos visiblemente temblorosas—. Son sus amigos, ¿verdad?
—Le conocemos —admitió Remus.
—¿Qué le ha traído él últimamente? —la voz de Harry sonaba fuerte y molesta, y Cohen se apresuró a responder, temeroso de las descargas mágicas que irradiaban del claramente poderoso mago.
—Algo de platería… está atrás. No la exhibo porque está marcada, como es obvio. Sé que Dung puede ser un poco… ligero de dedos, a veces.
Remus bufó; ésa era una forma de describir al ladronzuelo.
—Tráigalo.
El hombre se deslizó a través de las cortinas hasta el cuarto trasero. Harry miró a Remus.
—Espero que regrese.
Cohen regresó, con los brazos llenos de objetos de plata: platos, teteras, jarras, copas y cucharas. Colocó todo sobre el mostrador, provocando una serie de repiqueteos metálicos. El rostro de Harry se ensombreció. Toda esa plata llevaba el emblema de los Black. Quería gritar ‘¡eso es mío!’, pero sabía que a veces era necesario perder un boquerón para lograr atrapar una caballa.
>>Justo lo que esperaba —murmuró—. Todo esto es para vender, ¿no?
—Oh, sí. Definitivamente.
—Entonces me llevaré todo el lote. Espero un precio justo, ¿comprende? —Harry le miró furioso una vez más, y Jools enrojeció.
—Yo soy un hombre justo. Aún si a ustedes no les guste lo que hago, soy justo; si le preguntan a cualquiera de por aquí, se los confirmará. Pueden conseguir este gran lote por veinte galeones.
Remus se echo a reír.
—No lo creo, señor Cohen. Pruebe con diez.
El hombre farfulló.
—¡Me está ofreciendo la mitad! Eso es ridículo.
—Sus oportunidades de vender estos artículos marcados no son buenas. Nosotros le ayudaremos a retirar todo esto de su tienda.
—La mitad del precio no es la clase de ayuda que necesito —se empecinó el prestamista.
—Quizás podríamos ofrecerle los veinte, si tuviera el relicario —intervino Harry, esperando que a Remus no le molestara que se involucrara en el regateo.
—Ya se lo dije, no tengo un relicario como ése. Aunque traten de endulzarme con sus galeones, sigo sin tenerlo.
Harry le siguió mirando con furia. Realmente, no le agradaba Cohen, y odiaba el hecho de que para seguir los pasos de Dung tuvieran que terminar en lugares tan desagradables.
—Ya veo —dijo Remus—. Bien, si no puede ayudarnos, quizás tendremos que dejar la platería.
Eso tampoco funcionó.
—Como gusten. Yo no tengo ese antiguo relicario que no abre. Dung trajo todas estas cosas de plata, es todo lo que he recibido de él en seis meses —la voz del hombre había perdido su labia aceitosa, y ahora sonaba petulante y de mal humor.
Remus asintió.
—¿Quieres esto, Jim?
Harry metió la mano en su bolsillo y colocó una gran moneda de diez galeones sobre el mostrador.
Cohen la miró. Nadie habló. Los segundos pasaron, enfatizados por el sonido del largo reloj de pie, parado a un lado. En el momento que Harry pensaba que el prestamista no iba a aceptar su oferta, la mano del hombre salió disparada y tomó la moneda.
>>¿Tiene un saco para todo esto? —preguntó Remus.
Cohen dio media vuelta y desapareció a través de la cortina, y Remus se preguntó si eso sería todo, pero el hombre regresó segundos más tarde con una gran bolsa de yute. Estaba manchada con algún tipo de sustancia —aceite, quizás— pero tenía buen tamaño. Harry recogió la platería mientras Remus mantenía el saco abierto.
>>Gracias —dijo el licántropo, al tiempo que se giraban para partir. Harry no era capaz de agradecer nada al desagradable tendero, así que no dijo nada.
—Siempre listo para hacer negocios, caballeros. Díganles a sus amigos —exclamó mientras los otros salían.
De regreso en el Callejón Knockturn, Harry miró a su acompañante.
—¿Regresaremos todo esto a casa, o las llevaremos con nosotros a El Mosquete y la Bola?
Remus le lanzó una larga mirada antes de sacar la varita y decir ‘¡Mínima!’. Ante eso, el saco de arpillera se encogió al tamaño de un monedero. El hombre lo metió en su bolsillo. Harry se ruborizó. Todavía tenía una molesta tendencia a pensar como muggle.
>>Supongo que toca el bar, entonces —musitó Harry, tratando de no parecer avergonzado.
—Sí, allí es donde encontraremos el último nombre de la lista. Esperemos tener mejor suerte en ese lugar. Hasta ahora, estamos en blanco.
Esta vez, se acercaron a Tim, el cantinero, con más normalidad. Sabían bastante como para no bajar la guardia dentro del lugar, pero ambos se sintieron contentos de haber estado allí antes, por lo cual les era más fácil encarar a los parroquianos.
—Cerveza, Tim —pidió Remus, repitiendo la actuación del día anterior.
Tim les sirvió con rapidez, colocando dos jarras de peltre llenas de cerveza frente a ellos y recibiendo el pago. La cerveza tenía un buen cuerpo; no era espumosa, pero sí lo bastante vívida como para mostrar que estaba fresca. Harry sorbió con satisfacción, pues tenía la boca seca luego de gritarle a Jools Cohen; se sentía alegre de tener algo que beber, aunque fuera cerveza, lo que significaba que debía recordar beber con cuidado.
——¿Figgis está hoy? —preguntó, con un tono rudo y común que parecía adecuado para ese lugar.
Tim le observó con dureza, luciendo pensativo mientras pulía jarras de cerveza. Obviamente, su respuesta requería reflexión. Harry se recordó a sí mismo que debía mantener la calma.
—No.
—Dijiste que estaría —protestó Harry, con evidente contrariedad.
—Dije que podría estar —replicó, mientras seguía mirándole atentamente—. Y vino antes, pero no se quedó mucho tiempo, ¿entiende?
—Pero le dijiste que queríamos hablar con él, ¿verdad? —intervino Remus.
—Puede que lo haya mencionado —replicó bruscamente.
Remus y Harry bebieron, los codos apoyados en el mostrador. No se hablaron uno al otro; sólo miraron sus bebidas, y ocasionalmente, al cantinero. Tim continuó su tarea, puliendo y moviendo cosas. Harry se preguntó si alguna de esas actividades sería estrictamente necesaria, o sólo un modo de comportarse cuando estaba siendo observado.
—Supongo que tendremos que venir mañanarr —masculló el joven, aparentemente dirigiéndose a Remus, pero dejando claro que le gustaría una respuesta de Tim.
—Humm —murmuró el licántropo.
—Pueden hacerlo si gustan, Jim. Mi cerveza no es mala.
—Sí, y la comida también es buena —agregó Harry—. Honor a quien lo merece.
Tim asintió cortésmente, aparentemente complacido con el comentario. Los otros dos continuaron bebiendo.
—Entonces, ¿no apostarías porque valga la pena quedarse por aquí hoy? —preguntó Remus.
—No. Él dijo que tenía que ir a otros sitios. Hombre ocupado, Slopey. Mañanarr sería una mejor apuesta.
—¿A qué hora recomendarías? —persiguió con tenacidad la información que deseaba del cantinero. La conversación estaba siendo más difícil que un parto.
—Oh, calculo que sobre las once sería una buena apuesta. Frecuentemente, viene por un trago y luego almuerza un bocadillo. No siempre viene, y no siempre se queda mucho tiempo, depende. Hombre ocupado, pueden ver.
Remus veía. Había que intentarlo repetidamente, pues era obvio que Slopey Figgis no rendía cuentas más que a sí mismo, y era del tipo escurridizo. Ambos hombres terminaron sus bebidas, y luego de despedirse de Tim, salieron del lugar.
—Francamente, no sé cómo nos va a ayudar ese hombre —masculló Remus, en cuanto salieron de El Mosquete y la Bala y se dirigieron hacia el Callejón Knockturn.
—Parece un buen tipo, pero sé a lo que te refieres. ¿Nos está diciendo la verdad, o sólo nos está haciendo perder el tiempo? Sin embargo, de momento es nuestra única pista, a menos que seamos lo bastante afortunados como para encontrar a Dung.
—Sí. Entonces, regresaremos ‘mañanarr’. Tu acento es bueno, Jim
—Acostumbraba a hablar así. Los Dursley me enviaron a la escuela primaria pública, y algunos de los niños eran un poco toscos. No fue sino hasta que entré en Hogwarts cuando cambié y me volví más refinado.
Remus se echó a reír, y luego ambos regresaron a Mablethorpe, para almorzar en casa por una vez. | |
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