alisevv
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| Tema: The Marked Man. Capítulo 13. El Mosquete y la Bala Sáb Mar 13, 2010 6:31 pm | |
| La mañana siguiente, después del desayuno, la caza del Horcrux comenzó de nuevo. Harry se lanzó un hechizo de glamour, quedando con el cabello castaño y los ojos azules, y usando un sombrero de lana que bajó hasta la frente, ocultando efectivamente su cicatriz. Ron y Hermione se Aparecieron hacia Hogwarts momentos antes que Remus y él partieran por red flu hacia el Caldero Chorreante.
Una vez en el Callejón Diagon, Remus revisó su plan del día.
—Primero iremos a Fortescue. Él debe estar allí ahora, no deben llevar mucho tiempo abiertos. Una vez que estemos allí, donde no creo que nos demoremos, iremos hacia Knockturn. Podemos pasar por la tienda de Cohen para ver si ha regresado de su viaje, y si no está, seguiremos hacia El Mosquete y la Bala.
—Comentaste que era un lugar peligroso —dijo Harry.
—Bueno, es sabido que muchos de sus clientes están fuera de la ley la mayor parte del tiempo. Esas gentes son recelosas. Deberemos ser cuidadosos. Sugiero que vayamos lentamente, tratando de infiltrarnos si podemos. Si empezamos a hacer preguntas directas, podemos terminar en un problema.
—Genial, justo lo que necesitamos —murmuró—. Más demoras.
—Es inevitable, Harry. Al menos, tenemos un plan en marcha —argumento Remus, siempre optimista.
—Nos gustaría hablar con el señor Fortescue, por favor —pidió Remus al asistente.
—Por supuesto, señor. ¿A quién anuncio?
Se trataba del mismo joven del día anterior y Harry se lamentó por él. Su rostro podría haber sido mejorado con una de las pociones de Snape, estaba muy seguro de eso. Hacía todo lo posible por no mirar al desafortunado racimo de espinillas alrededor de la boca del muchacho, pero temía ser demasiado obvio al tratar de mirar a cualquier otro lugar.
—El señor Fox* —contestó Remus.
Harry sonrió ante el alias. No creía que mencionar el apellido Potter fuera inteligente, así que no dijo nada en absoluto. El ayudante salió por una puerta del fondo de la tienda, y regresó poco después, acompañado por un hombre bajito y regordete.
—¿Puedo ayudarles, caballeros?
—Nos gustaría hablar brevemente con usted, si fuera posible —pidió Remus—. En privado.
El señor Fortescue miró de uno al otro, considerando la situación. Harry imaginó que los joyeros probablemente eran un grupo precavido.
—Muy bien, acompáñenme a mi oficina —aceptó luego de una corta pausa—. Asegúrate de mantener tus ojos abiertos, Rodney —advirtió al chico de las espinillas.
Harry y Remus le siguieron a la habitación trasera, donde ante un gesto del hombre, se sentaron en un par de viejas butacas, mientras él se acomodaba detrás de un antiguo escritorio de caoba del tamaño de una cancha pequeña. Instrumentos de joyería estaban desperdigados sobre su superficie: lentes, paños de pulir de varios colores, viales con sustancias limpiadoras, una pila de papeles, y una caja conteniendo alhajas terminadas.
—Señor Fortescue —comenzó Remus —. Mi hijo —hizo un gesto hacia Harry, quien consiguió no lucir sorprendido —ha sido víctima de un robo en su casa. Estamos visitando joyerías para ver si podemos encontrar los objetos perdidos. El más importante de ellos es un relicario que perteneció a su abuela…
—Bueno, debo decir —le interrumpió el señor Fortescue prontamente— que podría sentirme muy insultado por esto, señor Fox. ¿Qué le hace pensar que yo trato con objetos robados?
—Oh, no directamente, señor Fortescue, estoy seguro —trató de aplacar al hombrecillo, cuyo rostro se había tornado bastante rojo por la agitación—. Pero estas cosas se ponen en circulación, estamos conscientes de eso. Estamos preguntando por todas partes, no sólo aquí, por supuesto.
—Por favor, señor Fortescue. Tiene un valor más que todo sentimental. Era todo lo que tenía de mi abuela —agregó Harry, sonando desagradablemente lastimero a sus propios oídos.
El hombre se limitó a mirarle; era obvio que por regla general no le impresionaba la gente joven. A regañadientes, contestó:
—¿Un relicario, dicen? ¿Hace cuánto lo perdieron?
Harry pensó que ‘perdido’ era una palabra extraña de utilizar, pero respondió:
—Recientemente, en el último mes. Es de oro, y claramente antiguo. No tiene inscripción alguna. Oh, y no se podía abrir, estaba bloqueado. No estoy seguro si la abuela puso un hechizo en él o si simplemente era demasiado viejo, pero nadie lo consiguió.
—Hmm, no puedo decir que haya encontrado nada parecido —reflexionó Fortescue—. Hubiera recordado un relicario que no pudiera ser abierto. Siempre comprobamos los retratos, guardapelos, esa clase de cosas que nos vende la gente. Es asombroso con cuánta frecuencia olvidan sus bagatelas personales en el interior de los objetos, y, obviamente, no es inteligente dejar esa clase de artículos en las manos de un comprador. Nunca se sabe lo que podría ocurrir.
—Sí, por supuesto —convino Remus—. Entonces, ¿no puede ayudarnos?
—No, señor Fox, me temo que no —hizo amague de levantarse de su silla pero Remus se anticipó.
—¿Sabrá usted algo de un viejo amigo mío? En realidad, él fue quien me lo recomendó.
—Oh. ¿Y quién será?
—Mundungus Fletcher.
Fortescue frunció el ceño, su rostro se mostró cauteloso. Les miró atentamente, vagando la vista de uno al otro.
—Soy un hombre ocupado, señor Fox, y me temo que debo pedirles que se vayan…
—No estamos relacionados con la ley de ninguna manera, señor Fortescue —le aseguró Remus.
El hombrecillo jadeó pesadamente y hundió los hombros.
—Bueno… de verdad soy un hombre muy ocupado. Y respondiendo a su pregunta, no; no he visto a Mundungus desde hace tres meses. La última vez que le vi le dije que saliera de mi vista. Los artículos que traía para vender eran… inadecuados para mi tienda, por así decirlo.
Remus asintió. Era ni más ni menos lo que había esperado.
—Gracias —dijo, y guió a Harry de regreso a la tienda, y al callejón.
—Bueno, como se esperaba, podemos sacar a Fortescue de la lista. Lo que nos deja dos posibilidades, así que no debería ser tan difícil —comentó Harry, mientras caminaban hacia el callejón Knockturn.
—Hmm, no creo que esto lo haga más fácil o más difícil. Fortescue fue siempre improbable. Sin embargo, los dos candidatos restantes pueden significar más de un problema. Aquí está la tienda de Cohen, esperemos que esté abierta.
Pero la casa de empeños de Jools Cohen continuaba cerrada y oscura; el triste pedazo de cartulina marrón atado a la puerta con un Hechizo de Pegamento todavía les decía que estaba ‘lejos por la duración’.
—Mierda —opinó Harry.
—De hecho —convino Remus—. No nos queda otra opción que afrontar El Mosquete y la Bala, de cualquier forma me apetece una bebida. Sobra decir que ellos no sirven cerveza de mantequilla.
Harry bufó. Pensaba que podía hacerse una idea de cómo sería, pero la verdad era que no estaba preparado para la realidad de la taberna ubicada en Twitchell Lane.
Twitchell Lane era una callejuela estrecha, con edificaciones a ambos lados que, cuando se llegaba a la altura de la segunda y tercera tienda, parecían inclinarse de forma que casi se tocaban unas a otras. Tenía una apariencia bastante medieval, y Harry esperaba que no quedara nadie por allí a quien le gustaran los orinales. Los adoquines eran grandes y desnivelados, y había que estar pendiente al caminar si no se quería terminar con un tobillo roto. Harry se sentía vulnerable; cualquiera podría saltar sobre ellos desde uno de los umbrales o callejones entre las casas. El lugar también era sombrío, y muy poca luz lograba infiltrarse desde la otra calle. Una vez más, se alegraba de no haber emprendido solo la investigación.
>>Aquí es —dijo Remus, mientras se acercaba a una gran edificación bastante oscura. Un cartel de madera colgaba del saliente sobre el local, mostrando un fusil y una bala toscamente pintados, bala que sería demasiado grande para ajustar en un cañón, pero era obvio que la exactitud balística no era la tónica del letrero.
Remus empujó la oscura puerta de roble y ambos entraron a un lugar que era apenas un poco más brillante que el exterior. De cierta forma, el lugar olía a leña, y Harry notó que el suelo estaba cubierto de serrín, creando la sensación de que estaban dentro de una jaula. La barra estaba construida de barriles ubicados en fila, cuyo mostrador era un enorme pedazo de madera colocado encima. No había clientes parados en la barra, aunque había unas pocas personas —perceptibles como formas oscuras— que se sentaban a lo largo de las paredes de la habitación, y un grupo de cuatro personas ubicadas en una mesa lateral.
Harry y Remus se acercaron al cantinero —un joven alto y tan musculoso como un leñador—que sostenía un paño sorprendentemente limpio.
—¿Sí? —preguntó.
—Cerveza —contestó Remus.
El cantinero pareció tomar la escueta respuesta como algo esperado y se giró para conseguir dos jarras de peltre de un estante ubicado a sus espaldas. Fue hacia el barril que estaba en uso y dio vuelta a la espita, llenándolas.
—Dos sickles.
Harry llevó la mano a su bolsillo y sacó las monedas. El sitio era barato, lo que no era algo bueno.
—Gracias —dijo el dependiente cuando le dio las monedas.
Remus seguía al lado de la barra, bebiendo su cerveza. Harry le imitó, cauteloso sobre lo que probaría en un lugar como ése, pero era buena y tomó un poco más. La hubiera bebido hasta el final, pero no era bueno para mantenerse sobrio y allí necesitaba de toda su agudeza. Aunque nadie había hecho ningún movimiento obvio, podía sentir que les observaban.
>>Nunca antes les había visto por aquí —comentó el cantinero después de unos minutos.
—No. Estábamos de compras y buscando a alguien, y pensamos que éste sería un buen lugar para tratar. Un amigo nuestro viene aquí algunas veces. Mi nombre es John, por cierto —dijo Remus.
—Tim —replicó lacónicamente el otro—. ¿Qué hay sobre él?
—Me llamo Jim —contestó Harry, usando su segundo nombre tal como había hecho Remus.
Siguieron bebiendo y curioseando alrededor, conversando distraídamente sobre el bar y tratando de no mirar a los clientes, quienes seguían observándoles. Tim les miraba abiertamente.
—Entonces, ¿quién es el amigo que les recomendó éste lugar?
Remus sonrió.
—Oh, dudo que le conozcas.
Harry se preguntó qué estaría haciendo Remus, pero decidió limitarse a observar y hablar sólo si le hablaban primero. Sabía que el licántropo había trabajado en misiones para la Orden y probablemente sabría cuál era la mejor forma de averiguar lo que necesitaban.
—Tal vez sí. ¿Viene con regularidad?
—Hmm.
Bebieron un poco más, Remus seguía mirando lo que le rodeaba como si el interior de la lúgubre habitación fuera interesante en alguna forma. Todo era oscuro y olía a madera vieja. No había nada de adorno, todo tenía un propósito, desde las jarras de peltre y los barriles volcados hasta la chimenea con sus pesados hierros.
Remus se inclinó hacia Tim de forma conspiradora y bajo la voz al nivel de un susurro.
>>Mundumgus Fletcher.
—Ah —aventuró el otro. Sacó una jarra de cerveza del estante y la frotó con el paño, removiendo imaginarias manchas.
>>El nos dijo que viniéramos aquí para ver a Slopey Figgis —siguió Remus, con la misma calma.
Tim no dijo nada. Harry se preguntó si la falta de sílabas, o de un sonido al menos, era algo significativo. Sorbió su cerveza.
—¿Tienen algo de comer? —pidió. Si ingería un poco de pan podría ayudarle a permanecer sobrio. Bebía tan lentamente como podía, pero sentía que el alcohol estaba comenzando a afectarle.
—Emparedados y bocaditos.
—Tráigame un emparedado de jamón —pidió Harry bruscamente, preguntándose si Tim le mandaría al diablo, pero parecía que el sujeto estaba acostumbrado a tales demandas.
—¡Ethel! —gritó.
Se abrió una puerta detrás de la barra y apareció una mujer de mediana edad. Tenía el cabello marrón libremente veteado de gris, y era pequeña y delgada.
>>¡Un emparedado! —ordenó Tim.
—Que sean dos —pidió Remus, y Ethel asintió y regresó por donde había venido.
Harry esperaba que la comida fuera sana; la mujer no aseguraba eso precisamente, pues ella misma parecía estar a un paso de la inanición.
Mientras aguardaban los emparedados, todavía parados en la barra junto a Tim, el cantinero les ofreció algo de información.
—No he visto a Dug en toda la semana. Dijo que iba a desaparecer por un tiempo. ¿Para qué les envió?
—Ya te lo dije —la voz de Remus sonaba molesta—. Ver a Slopey.
—Hmm.
Ethel regresó con dos platos llenos de emparedados. Harry pensó que lucían bastante sanos, aunque poco atractivos debido a la naturaleza del borde del pan. Ciertamente, servirían para absorber la cerveza, aunque dudaba que pudiera comerse más de la mitad de su plato. Levantó uno y le dio un mordisco, deleitándose con el jamón que era grueso y jugoso, y evidentemente cortado de una articulación.
—Un sickle, caballeros —pidió Ethel. Su voz era débil y semejante al sonido de un pájaro. Remus hurgó en su bolsillo y le pagó. La mujer se estremeció cuando se movió hacia ella, pero tomó la moneda y regresó a la cocina
Comieron en silencio hasta que Remus volvió a hablar.
—Buena comida.
—Sí. Los squib saben dónde conseguir buen jamón y hacen buenos emparedados —replicó Tim, una oración positivamente locuaz para el cantinero.
—Entonces… Slopey. ¿Está hoy aquí?
Tim miró nuevamente a Remus, como si buscara algo. El otro no reaccionó, sólo siguió masticando su grueso emparedado.
—No. Quizás mañana.
Remus asintió y continuó comiendo lentamente. Harry no había hablado desde que ordenaran la comida; se sentía seguro, ahora que su estómago estaba relleno del pesado pan, y le resultaba interesante observar la personalidad que Remus había asumido en el lugar.
—Puedes decirle sobre nosotros, creo que lo harás de todas formas. Dile que somos amigos de Dug.
El hombre asintió.
Terminaron de comer. Remus terminó su cerveza pero Harry pensó que no sería buena idea que él le imitara, así que dejó alrededor de un tercio en su jarra. El cantinero pensaría que era de poco aguante, pero todavía tenía el resto del día por delante, y probablemente que visitar Spinner’s End por la noche.
>>Oh, casi lo olvido —dijo Remus, mientras se daba vuelta para partir—. Jools Cohen; ¿cuándo abrirá nuevamente su tienda? Yo podría hacerme con algo de dinero.
Tim no titubeó.
—Ni idea. Se fue por una semana. No acostumbra estar mucho tiempo fuera, tiene un negocio que manejar.
Remus asintió en señal de agradecimiento y ambos salieron del sombrío edificio hacia la también oscura calle, de regreso al callejón Knockturn. Harry nunca hubiera pensado que podría llegar a encontrar Knockturn un lugar atractivo, pero al lado de Twitchell Lane, definitivamente era una mejora. Reaccionó y caminó un poco más rápido hacia los agradables alrededores del callejón Diagon.
—¿Cómo te fue anoche? —preguntó Remus mientras caminaban—. Me fui a dormir temprano y aún no habías regresado. Me pareció que Ron y Hermione agradecerían algo de privacidad —agregó, guiñándole un ojo.
Harry rio entre dientes.
—Sí, ellos lo tienen bastante mal a veces. Especialmente en las tardes.
—Hermione estaba absolutamente complaciente una vez que terminó su dibujo. Hizo copias, para que todos podamos tener una imagen de la copa. Cuando empezaron a acurrucarse, salí discretamente y me fui a la cama. Supongo que todo fue bien con Severus.
Harry sabía que el otro le estaba preguntando, de una manera no-muy-obvia, cómo les había ido a Severus y a él.
—Fue bien. Anoche me besó —agregó, esperando que eso apaciguaría la curiosidad de Remus, pero sólo le animó.
—¿Oh? No me sorprende, sé que te encuentra atractivo.
El joven le miró con el rostro extrañamente tenso.
—Él solo está haciendo esto porque es necesario, Remus. Igual que yo. Sabes cómo sentimos el uno respecto al otro. Tenemos que lograr que esto funcione, mata…
—Shhh.
—Perdona… Hacer lo que debemos hacer.
—Lo sé. Pero aún creo que te encuentra atractivo. Puedo notarlo cuando te mira, y recuerda que yo sé qué buscar.
Harry se estremeció. Seguramente Remus estaba equivocado. Él no había notado nada especial en la forma en que le veía Severus. Entonces, recordó la vez que se había girado, estando al lado de la estantería de libros, y había captado esa expresión en los ojos negros. Una mirada que le había hecho pensar que Severus deseaba devorarle.
>>Bueno, en todo caso, me alegra que se estén acostumbrando uno al otro —siguió Remus—. Supongo que irás nuevamente esta noche.
Harry no contestó. Por supuesto que lo haría, habían acordado que iría a Spinner’s End cada noche a las ocho en punto, a menos que Severus le contactara para cambiar eso.
>>Es mejor que regresemos a casa, no hay nada más que podamos hacer aquí —propuso Remus; ambos se encaminaron al Caldero Chorreante y viejaron hacia su casa por la red flu.
Harry siguió poco comunicativo. Su mente estaba vagando de regreso a Spinner’s End, y sintiendo los cálidos y secos labios contra los suyos. Había sido agradable, ahora que lo pensaba. Comparado con los esfuerzos sollozantes de Cho Chan, y la insistencia de Ginny, con sus besos devoradores, el beso de Snape había sido placentero. El impacto de haber sido besado había logrado que no pensara más es ello, pero ahora que lo consideraba, Harry meditaba que no le molestaría demasiado que Snape lo volviera a hacer. Después de todo, no era algo tan terrible que su futuro esposo le besara al despedirse, ¿verdad?
Última edición por alisevv el Miér Mayo 18, 2016 5:19 pm, editado 3 veces | |
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