La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 The Marked Man. Capítulo 10. Comenzando de nuevo

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alisevv

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MensajeTema: The Marked Man. Capítulo 10. Comenzando de nuevo   The Marked Man. Capítulo 10. Comenzando de nuevo I_icon_minitimeMiér Feb 24, 2010 9:10 pm

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Harry se sentía algo avergonzado de que Remus hubiera tenido que hablar con Severus sobre su falta de experiencia. Se preguntaba porqué aún no se acostumbraba a ser diferente al resto de la gente, habiendo tenido tanta práctica en eso. Desde que podía recordar, los Dursley le habían enfatizado lo monstruoso que era. Luego, cuando había descubierto el mundo mágico, se había sentido inicialmente optimista, pero pronto había descubierto que allí también era extraño, por diversas razones. Habiendo sido criado en el mundo muggle, no conocía su herencia. Su lamentable ignorancia sobre la cultura mágica le había conducido a varios malos entendidos, sin contar con toda esa cosa de ‘el famoso Harry Potter’, el incidente con el parsel, el Torneo de los Tres Magos, y… Dejó de hacer la lista mental, era demasiado deprimente recordar cuantas veces había terminado sintiéndose solo. Sin embargo, la frecuencia con la que se había sentido diferente de sus amigos no lo hacía más fácil de soportar; en todo caso, lo hacía más doloroso, como una herida que era cada vez más profunda.

Remus trajo algo de té, que en realidad a Harry no le apetecía, pero se lo agradeció de todas formas.

—Severus se fue bastante rápido; creo que debía estar ocupado y claramente interrumpimos algo —comentó Remus.

—Sí. Dijo que me llamaría esta noche. Voy a ir a visitarle de nuevo, ¿vendrás? —creía saber la respuesta a eso, pero no perdía nada con intentarlo.

—No. Severus quiere pasar algo de tiempo contigo para que se conozcan mejor. No sería de ayuda tenerme allí —Remus notó la expresión de pánico del joven, así que se apresuró a agregar—: No es nada pesado, Harry. Sólo desea hacerse tu amigo. Necesitan comenzar de nuevo… Olvidar toda mesa historia antigua de profesor y alumno.

Harry se mostró indeciso, pero supuso que tendría que hacerlo. A medida que la tarde transcurría lentamente, extrañó la compañía de Ron y Hermione. Ellos le habrían distraído, ayudándole a pensar en algo que no fuera el sexo gay y Severus. La vista de Remus sólo ayudaba a recordarle ambas cosas.

Se dedicó a leer El Paraíso de la Sensualidad, más que nada por hacer feliz a Lupin. Sin embargo, después de un rato, para su consternación, empezó a encontrarlo excitante. Los héroes se llamaban Dave y Chris. Harry encontró más aceptable pensar en Chris como la mujer, aunque era obviamente un hombre, y eran descritos sus órganos sexuales masculinos. No cuestionaba porqué pensaba de este modo, o porqué se había visto atrapado en la historia. Los hombres lograban involucrarse en toda clase de comportamientos sexy por todas partes, y pronto, Harry se encontró con que tenía una insistente erección. Frotó el frente de sus pantalones subrepticiamente, cubriéndose con el libro, y apretó su dureza, gimiendo ligeramente.

Remus también estaba leyendo, sentado en una silla cercana. Harry se ruborizó fuertemente; aunque no se encontraba en el ángulo de visión del mayor, estaba seguro que éste sabría porqué había gemido. Unos minutos más tarde, Remus se levantó.

—Voy a empezar a preparar la cena, Harry. Cocinaré espaguetis, pero tengo que ir a la tienda a comprar unos champiñones. No tardaré.

—Vale —graznó Harry, antes de aclarar su garganta tímidamente, perturbado por el hecho de que su voz hubiera sonado tan extraña.

Tan pronto como Remus partió, Harry bajó el cierre de sus pantalones y liberó su erección. Bajó su boxer y aferró su polla, agradecido y aliviado por no tener que fingir que no estaba excitado. Apuntaló el libro en el apoyabrazos de su silla y continuo leyendo mientras se acariciaba. ¡Oh, Dios! Las palabras eran tan sensuales, y el pensamiento de Chris lamiendo el trasero de Dave mientras acariciaba sus bolas… Aceleró el movimiento mientras bajaba la mano izquierda para acariciar sus propios testículos. Gimió. Nunca antes se había masturbado mientras leía, y encontraba que era una experiencia muy intensa.

Mientras Chris abría a su amado con los dedos –Harry no tenía idea de cómo se sentiría eso; sonaba muy extraño tocarse esa parte de su cuerpo y no se atrevía a intentarlo– y deslizaba su polla ya lista en la entrada de Dave, Harry elevó aún más las caderas y supo que estaba en el límite. Sus bolas se apretaron mientras su orgasmo llegaba y él dejaba escapar un sonoro gemido. No le preocupaba que Remus regresara, sabía que se había ido para darle algo de espacio. Bendijo internamente al licántropo, e incluso mientras lo hacía, su polla comenzó a pulsar y liberarse, derramándose sobre sus manos y vientre, mientras sus caderas empujaban al mismo tiempo que la pareja de ficción.

Dejó caer la cabeza contra el respaldo de la silla y exhaló. Se sentía débil y desmadejado, pero muy feliz. Le encantaba tocarse, y siempre disfrutaba masturbándose. Sólo se ponía nervioso cuando alguien más entraba en la ecuación, especialmente cuando había sido Ginny y él no había sabido qué hacer. Echó una ojeada al libro y se dio cuenta que, al menos desde ese punto de vista, sería más fácil con Severus. El libro dejaba claro que si se sentía bien para ti, usualmente también era agradable para tu pareja. Quizás esto no sería un desastre total; él podía hacer lo que sabía se sentía bien para sí mismo, y quizás Severus haría concesiones, ahora que Remus había conversado con él.



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Cuando Hermione y Ron regresaron, una hora más tarde, ya Harry se sentía mejor. Su paja le había liberado de la tensión sexual, y su mente parecía estar haciendo esfuerzos por adaptarse mejor a la situación.

—¿Tuvieron suerte? —les preguntó.

—Oh, creo que nos fue bastante bien. Encontré algunas referencias sobre la copa —contestó Hermione, alegre.

Ron rodó los ojos.

—Sí, más referencias; realmente útil.

—Sólo estás molesto porque es más que lo que tú conseguiste, Ronald —replicó la chica, frunciendo el ceño.

—¿Qué hiciste tú, Ron? —preguntó Remus.

—Pasé un día delicioso haciendo un magnífico tour por la Habitación de los Trofeos, cortesía del encantador Argus Filch, eso fue lo que hice —contestó—. Me mostró montones de armarios de almacenaje, todos los materiales que utiliza para pulir las malditas cosas, y luego me explicó más de lo que jamás necesité saber sobre quién ganó qué trofeo, o quién vino y lo obsequió, y cuál era una escandalosa burla porque el ganador había estado en detención con tanta frecuencia ese año, que nunca debería haber ganado trofeo de ninguna clase. Me pasé el día mordiéndome el labio para no decirle al idiota que se callara, porque si lo hubiera hecho, el que se hubiera callado me molestaría más.

Harry rió.

—Aún podremos hacer de ti un diplomático, Ron. ¿Van a regresar mañana?

—Sí, todavía tengo muchos libros que revisar —contestó Hermione, sonando bastante entusiasmada.

—Y yo tengo una cita con Filch en lo profundo de las mazmorras —agregó Ron, pesimista y para nada animado.

—Hmm. Yo tengo una cita con Snape esta noche —bromeó Harry.

—Entonces, dejaré de quejarme —declaró Ron—. Yo lo tengo mal, eso seguro. Pero tú lo tienes mil veces peor.

—¡Ronald! —le reprochó Hermione; simplemente, no se pudo mantener callada. Ya habían pasado varias veces por eso; sólo deseaba que el pelirrojo cambiara de actitud—. Probablemente, el profesor Snape es muy agradable en su hogar. Estoy segura que va a ser perfectamente cortés con Harry, y tienen que lograr trabajar juntos, así que tu actitud no es de mucha ayuda.

Harry tenía que estar de acuerdo con eso. Hermione se estaba quedando absolutamente corta al decir que él y Snape debían ‘trabajar juntos’. Ellos iban a casarse, en el completo sentido de la palabra. Harry se estremeció.

Como si fuera una señal, la knut se calentó y vibró en su bolsillo.

—Hora de irme —dije, levantándose.

—Buena suerte, Harry —le deseó Hermione.

—Sí… —dijo Ron, y su rostro era una imagen de tan exagerada compasión, que Harry no le había visto una expresión igual desde su última detención con Snape, cuando había tenido que perderse la salida a Hogsmeade.

—Que tengas una buena noche —musitó Rermus.

Eso sonaba más positivo, y el hombre estaba sonriéndole, así que le sonrió a su vez.

—Trataré —replicó, y se Apareció.

—Buenas noches, Harry.

La voz profunda de Severus le saludó al aparecerse en la salita de Spinner’s End. Agudas puñaladas de pánico atravesaron el estómago del joven ante el sonido de esa voz, y se esforzó por mostrarse calmado.

—Buenas noches, Severus.

Se sentía extraño usar el nombre de pila del hombre. A Harry siempre le había gustado el nombre de Severus, sonaba misterioso y especial, no como el suyo, que era del tipo común.

—Supongo que ya habrás comido con Lupin —comenzó Severus.

—Sí, Remus cocinó espaguetti. Estuvo rico —contestó. Se sentía surrealista el estar allí parado, conversando con Snape sobre el menú de su cena. Supuso que si iba a regañar al hombre por llamar a Remus por su apellido, él debería esforzarse en llamarle Severus, incluso mentalmente.

—Ah, sí… Remus es un buen cocinero, entonces —Snape –Severus– sonaba como si estuviera haciendo el esfuerzo, así que Harry también lo hizo. Sonrió al oscuro hombre.

—Lo hace bien. Habitualmente, no cocina nada muy elaborado, pero es bueno con la comida básica británica. Yo también puedo manejar esa clase de cocina —agregó.

—¿Tú cocinas, Harry? La verdad, nunca lo hubiera imaginado. Pocos chicos de tu edad tienen esa habilidad.

—Severus, no soy un ‘chico’, y no soy como el promedio. Pasaba la mayor parte de mis vacaciones de verano cocinando para los Dursley. Estoy bastante acostumbrado, te lo aseguro.

—¿Los Dursley?

—Mi tía y tío, y mi primo. Hicieron que aprendiera a cocinar siendo un niño. Para el tiempo en que empecé en Hogwarts, preparaba la mayoría de las cenas, y algunas otras cosas como tortas y galletas.

Severus frunció el ceño.

—Es bien sabido que no existen elfos domésticos en las casas muggles —comentó, haciendo un gesto alrededor de la habitación—, ¿pero seguramente es inusual que un niño cocine para una familia?

—Probablemente, pero no sabría decirlo —contestó, llanamente. No quería gastar esa noche disertando sobre su vida en Privet Drive. Eso le deprimía.

Severus notó su incomodidad y empezó de nuevo.

—¿Te apetece un vaso de vino, Harry?

—Oh, sí, sería agradable —contestó—. ¿Tendrás algún vino blanco dulce? Me gusta ése.

Severus hizo un esfuerzo por no estremecerse. El gusto de Harry por el vino era menos sorpresivo que lo que había sido su talento para cocinar; era el gusto típico de los principiantes. Por esa razón, había conseguido unas cuantas botellas sólo para esta ocasión.

—Sí, tengo. Yo prefiero el rojo, pero podemos abrir ambas. Vendrás aquí la mayoría de las noches, así que las consumiremos muy pronto.

Harry observó como su anfitrión salía de la habitación a traer las bebidas, así que se sentó en el sofá frente a la chimenea a esperar. El recinto seguía tan melancólico y desgastado como recordaba, pero no era particularmente atemorizante. Recordó el tiempo en que creía que Snape dormía en un ataúd, algo que era el rumor más popular entre los jóvenes estudiantes de la torre Gryffindor.

Severus regresó con dos botellas de vino y dos copas, que colocó sobre la mesita de centro. Con un giro de varita, ambos corchos salieron de los cuellos de sus respectivas botellas, y cayeron sobre la mesita con dos ligeros ruidos sordos. Sirvió y entregó a Harry su vino blanco, reservando una copa de vino rojo para él. Luego, se sentó al lado del joven en el sofá.

Los ojos de Harry se abrieron, alarmados. ¿Qué estaría planeando Snape? Seguramente no querría besarle… ¡No esta noche!

El hombre notó la inmediata tensión en su joven compañero, pero no dijo nada. Había un espacio entre ellos, ninguna zona de sus cuerpos se estaba tocando, y aún así el muchacho estaba tan tenso como si él le estuviera exigiendo tener sexo ‘aquí y ahora’. Frunció ligeramente el ceño; seguramente, Remus tenía razón en estar preocupado, esa reacción era extrema. Lograr que Potter –Harry– confiara sería difícil.

—¿Te gustaría jugar ajedrez, Harry? O si prefieres, podríamos simplemente leer.

—Oh, bien… umm… No soy muy bueno con el ajedrez. Ron me gana todo el tiempo, y estoy seguro que tú también lo harías. Pero tienes muchos libros, y me gusta leer.

El hombre acalló su primer instinto de hacer un comentario sarcástico sobre sus habilidades de lectura y comprensión.

—Entonces, sírvete tú mismo.

Harry dejó su copa sobre la mesa y se levantó abruptamente, como si se alegrara de dejar el sofá donde Snape estaba tan cerca de él. Vagabundeó frente al estante más cercano, ubicado en la pared a la izquierda de la chimenea, y escudriñó entre los títulos.

—Está muy oscuro, es difícil ver… —gruñó.

De inmediato, el nivel de luz aumentó. Harry observó a Severus, quién estaba sosteniendo su varita y lanzándole una mirada extraña e intensa. Rápidamente, regresó la vista a los libros y se concentró en encontrar algo interesante, repitiéndose continuamente que era imposible que estuviera sintiendo los ojos de Snape sobre él. Snape –Severus– no estaría mirando su trasero en sus apretados jeans, ¿verdad? Deseó no haber pensado eso, pues le hacía sentir calor por todas partes y desear retorcerse. Al final, no pudo evitar rodar tímidamente las caderas, sólo porque tenía que moverse.

Severus estaba disgustado consigo mismo. El chico –joven– se había dado la vuelta de repente y le había atrapado mirando –con apreciación– su flexible figura, parada al lado de la estantería. Había tomado muy en serio las advertencias de Remus, y estaba determinado a proceder no sólo lentamente, sino catatónicamente. Podía decir, por la expresión del rostro de Harry y lo rápido que se giró, que el joven había captado su hambrienta mirada, y reconocido la causa. Cuando el Gryffindor se estremeció de vergüenza, Severus se sintió presionado, no a patearse el trasero por comportarse como un tonto, sino a lamer sus labios con apreciación, ante la vista del culebreo de las caderas, apretadamente forradas, mientras imaginaba cómo se sentirían las ceñidas nalgas bajo sus manos.

—¡Hay libros muggles! —exclamó Harry, interrumpiendo el ensueño de Severus.

El hombre rió entre dientes.

—¿Y por qué no los habría? Sabes que mi padre era muggle, ¿no?

Harry volvió a mirarle, esperando no encontrar todavía la mirada hambrienta en sus ojos, y se sintió aliviado al ver que el otro estaba reclinado sobre su asiento, con un libro abierto en su regazo. Se veía relajado; ¿quizás habría imaginado la ardiente mirada anterior?

—Sí, eres el Príncipe Mestizo, por supuesto. Pero no pensaba que leyeras libros muggles ahora. Imaginaba que todos tus libros serían sobre artes oscuras y cosas así.

—Muchos de ellos lo son, Harry. Pero hay una cantidad similar que no. No hay muchos libros impresos sobre el tema que yo pueda permitirme. Pero siempre he disfrutado la literatura muggle. ¿Por qué te sorprende?

—Supongo que es porque siempre he pensado que eres muy distinto a mí. Conozco muchos de estos libros, incluso he leído algunos de ellos, así que me sorprende encontrarlos aquí.

—Probablemente tenemos varias cosas en común, Harry. El propósito de este tiempo juntos antes de la boda es descubrir esas cosas, para que todo nos resulte lo más cómodo posible.

Harry asintió. Comprendía la razón de esas sesiones, y estaba tratando de hacer su parte. Parecía que Severus también se estaba esforzando, pero todavía se presentaban muchas interrogantes. Eligió un libro que hacía tiempo deseaba leer, pero no lo había hecho por falta de tiempo. Ahora, decidió que había conseguido algo agradable para hacer durante las noches que iba a pasar allí, así que regresó al sofá con su premio.

—¿Qué elegiste? —preguntó Severus, y se escuchaba verdaderamente interesado.

El Color de la Magia.

—¿Pratchett? Excelente elección. Compro todos sus libros tan pronto como salen. Una vez que te enteras de qué va la serie es realmente divertida, e ingeniosa también —estaba riendo como si los libros le proporcionaran un genuino placer. Harry estaba tan desacostumbrado a verle sonreír que se le quedó mirando fijamente por más tiempo del que era cortés. Severus rió entre dientes—. En verdad estás teniendo dificultades para aceptar que soy humano, ¿cierto, Harry?

—Err… bien, supongo que es tan extraño como si McGonagall se sentara ahí, riendo —balbuceó—. Es sólo que muchos de mis amigos han leído a Pratchett y dicen que es guay… —se interrumpió, pues estaba metiendo la pata cada vez más hondo.

Severus rió sonoramente.

—Y yo soy tan poco guay que debería vivir en el Ártico, ¿no?*

Harry tuvo que aceptar que la situación era ridícula. Lanzó la cabeza hacia atrás, recostándola en el sofá, y se echó a reír de puro alivio. Para cuando ambos se acomodaron para leer, la atmósfera en la salita era considerablemente más relajada.

Severus estaba complacido… más que eso. La elección de Harry le había parecido interesante, y sería otro tema del que podrían hablar sin sentirse incómodos. Mientras leían con calma, observó al joven por el rabillo del ojo, sintiéndose contento al notar que parecía genuinamente relajado. Cuando Harry dejó escapar una carcajada, Severus se permitió relajarse un poco más y moverse ligeramente en el asiento, girándose para quedar frente al Gryffindor, sus piernas cerca de las del muchacho de ojos verdes, quien no mostró ninguna respuesta, lo que al mayor le pareció una buena señal.

Cuando Harry terminó su vino, Severus le sirvió una vez más.

—Gracias.

El hombre estaba sorprendido y complacido ante los buenos modales del muchacho. Había esperado tener que discutir con él esa noche, o al menos enfrentar su mala educación.

Harry estaba disfrutando el libro. Severus tenía razón, era divertido pero también ingenioso. El mundo mágico de Pratchett era verosímil, con magníficos personajes. Encontraba a los magos hilarantes, e incluso le recordaban a algunos magos reales que conocía.

—¿Terry Pratchett es mago, Severus?

—No, es definitivamente muggle. ¿Por qué lo preguntas?

—Su mundo es… bien, es difícil de explicar, pero algunas partes parecen familiares.

—Sí, yo también lo sentí. Me pregunto si el señor Pratchett tendrá algún familiar mágico, pero no he escuchado ningún rumor al respecto.

El tiempo pasó agradablemente, tanto, que Harry se sorprendió cuando Severus habló.

>>Creo que es hora de que regreses a casa, Harry. Tus amigos empezarán a preocuparse, pensando que te he entregado al Señor Oscuro.

Harry, sobresaltado, frunció el ceño ante la mención de Voldemort, y miró al hombre atentamente, para tratar de juzgar lo que quería decir con eso. El rostro de Severus estaba perfectamente serio y tranquilo, pero había algo… apenas el más débil de los brillos en los ojos oscuros… Harry estalló en carcajadas. Severus se le unió.

—¡Maldito idiota! —exclamó Harry, entre espasmos de risa.

Severus tenía sentido del humor; eso era una revelación. Se había necesitado una noche leyendo un libro de El Mundodisco** y dos vasos de vino para relajar a Harry hasta el punto de poder apreciar eso, pero lo había conseguido.

El joven se levantó y regresó el libro a la estantería.

—Puedes llevártelo, si lo deseas —ofreció Severus

—No. Me gustaría leerlo mientras estoy aquí. Me da algo que desear hacer cuando te visite.

Harry notó que el hombre se mostraba cauteloso. Su rostro se había tensado, perdiendo la sonrisa relajada que había dejado su risa. El joven revisó sus palabras y se dio cuenta que no había sonado muy amistoso al implicar que necesitaba de libros para hacer su visita soportable. Pero él no había querido insultar a su anfitrión, que había sido infaliblemente cortés y atento durante toda la noche.

>>Umm… esto es, quise decir… que es agradable, venir aquí a leer libros… —se hubiera pateado a sí mismo, por sonar tan poco convincente. Se preguntó porqué eso le importaba, pero lo hacía.

—Bueno, déjalo aquí entonces. Regresa mañana a las ocho de la noche. No necesitas que te llame, ¿verdad? Debes ser capaz de aparecerte solo.

El tono de Severus había vuelto a ser el de negocios. Harry se dio cuenta que su comentario había afectado al hombre, quien miraba su alfombra raída una vez más. No deseaba marcharse así. Habían pasado una buena noche, y quería que Severus lo supiera. Estaría feliz de pasar sus noches leyendo y relajándose así, y no quería arruinarlo todo al molestar a su anfitrión en la primera oportunidad. Quizás el hombre no se molestara en seguir intentándolo.

—Gracias, Severus. Pasé una agradable noche —musitó.

El otro levantó la cabeza y miró los ojos verdes. Harry sostuvo su mirada y al parecer fue aceptable, pues Severus asintió ligeramente. Extendió la mano y apretó su brazo en un gesto de despedida. El Gryffindor se armó de valor para no retroceder.

Y fue sorprendentemente fácil.




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Última edición por alisevv el Lun Mayo 16, 2016 6:21 pm, editado 3 veces
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MensajeTema: Re: The Marked Man. Capítulo 10. Comenzando de nuevo   The Marked Man. Capítulo 10. Comenzando de nuevo I_icon_minitimeLun Jun 16, 2014 9:03 am

ah harry metiendo la mata...u_u pobre sev...que tiene que lidiar con harry..u_u y su casi fobia a sev..XD
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