alisevv
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| Tema: The Marked Man. Capítulo 1. Mucho depende de ti, Harry Lun Ene 25, 2010 12:38 pm | |
| Título: The Marked Man
Autor: Rakina
Traductor: Alisevv
Genero: Romance, acción/aventura, primera vez.
Resumen: Después de la muerte de Dumbledore, Harry se da cuenta que es posible odiar a alguien más de lo que odia a Voldemort. Cuando la única esperanza para la Luz significa tener que trabajar junto a Snape, más cerca incluso que nunca antes, ¿cuáles son las posibilidades de que Voldemort muera?
Advertencias: Esta historia es Slash, es decir, relación chico/chico. Muerte de un personaje
Disclaimer: Ya todos lo sabemos, pero hay que decirlo^^. Todos los personajes de Harry Potter pertenecen a Rowling, incluso Sev¬¬. Los personajes originales son de la exclusiva propiedad de Rakina
Nota original de la Autora: Escribí esta historia justo después de la publicación de El Príncipe Mestizo, por tanto, contiene spoilers de ese libro. Es otra variante del tema ‘obligados a enlazarse’, pero pienso que ofrezco una versión original de ello. No tengo dudas de que después de la publicación de Las Reliquias de la Muerte, esta historia se volverá completamente AU. La advertencia de muerte de un personaje se refiere a Voldemort (oh, sorpresa)Estaba rodeado por oscuridad y desasosiego. Harry se retorció y giró con la vana esperanza de que algo aliviara su tormento, pero no.
—A un lado…
No podía… aunque deseaba moverse, no podía. Estaba petrificado, o aturdido, o muerto, o algo…
—Severus…
¡No! Esa voz estaba rogando y suplicando, pidiendo suavemente por el alivio que Harry sabía no llegaría. No deseaba ver lo que iba a pasar a continuación. Lo había visto ya demasiadas veces, y aún así el dolor que sentía no disminuía por muchas veces que su traumatizado cerebro reviviera la escena. Trató nuevamente de retorcerse y alejarse. Y puso todo su empeño en no mirar ese rostro tan odiado, en no ver la mirada de rebeldía que ese monstruo estaba lanzando a Dumbledore.
Dumbledore, el anciano mago quien era la esencia de la calidez y la luz, de la sabiduría y la alegría, enfrentado con el odio y la oscuridad. Y sólo podía haber un final allí; uno que Harry no deseaba volver a ver.
—Severus…, por favor…
Mientras el odiado destello de luz verde volvía a brillar tras sus ojos, Harry despertó con un grito. Abrió los ojos, y la luminiscente imagen tras sus retinas le mostró los duros rasgos del rostro de Severus Snape, grabados en el verde resplandor del Avada Kedavra. Esa cruel luz verde que acababa de matar a su querido mentor, y Harry lloraba su desesperación y odio por la persona cuya imagen estaba grabada en su mente, frecuentando cada una de sus noches de sueño. No había pensado que le fuera posible odiar a alguien más de lo que odiaba a Voldemort, pero ahora sabía que sí.
Snape.
¡NO ME LLAMES COBARDE!, le había gritado Snape, la rabia contorsionando sus ya de por sí desagradables rasgos en algo casi demoníaco. Harry le consideraba el epítome del mal. En el pasado, cada interacción con el hombre había estado teñida con aversión, y en la actualidad su opinión final era que el hombre era apenas humano.
¿Cómo podía una persona normal haber asesinado al hombre que había confiado en él, al hombre que le había dado –probablemente de manera inmerecida– una segunda oportunidad? Dumbledore había vivido y trabajado al lado de Snape durante muchos años, le había mostrado respeto e insistido en que Harry le tratara de la misma manera. ¿Cómo podía haber estado tan equivocado el anciano mago? Harry le había preguntado, repetidamente, cómo podía estar tan seguro de la lealtad de Snape, y Dumbledore sólo le había contestado que confiaba completamente en el profesor de Pociones. Harry no lo había comprendido entonces, y ahora se arrepentía de esa confianza del Director más que de cualquier otra cosa. Snape, el Jefe de la Casa de las serpientes, había sido una víbora en su seno, y había golpeado con mortal eficiencia.
—¿Harry? —la cabeza de Hermione echó un vistazo desde el umbral de la puerta, la luz exterior iluminando su preocupada expresión—. ¿Está todo bien?
El chico se frotó la cara.
—Oh, lo lamento, Hermione. No quise despertarte.
—¿Pesadillas de nuevo? ¿Es Voldemort?
—No, algo peor que eso —espetó Harry—. El bastardo de Snape.
—¿Te duele la cicatriz?
—No. Sólo duele cuando Voldemort está involucrado —contestó, exasperado.
—Entonces, ¿cómo puede ser peor? —preguntó la chica tentativamente.
—No es un dolor físico, Hermione. Pero es la visión más malditamente dolorosa, seguir viendo cada noche cómo asesina a Dumbledore —se interrumpió mientras el terrón de su garganta amenazaba con revelarse y hacer vacilar su voz.
—Oh. Por supuesto… Lo… lo siento —tartamudeó su amiga, sin saber qué decir para ayudarle.
Harry asintió, consciente de que nadie podía ayudarle. Ese tormento era suyo y sólo suyo. Todos extrañaban al Director, pero él, que por el lado de la Luz había sido el único testigo de su muerte, sufría un mayor tormento que el resto.
Hermione asintió.
—Lo sé, Harry. Pero tienes que seguir. Debes destruir los horcruxes. Eso debe ser lo más importante.
El joven frunció el ceño. En momentos como ése, estaba tentado de decir ‘¡a la mierda con los horcruxes!’ y dejar que el mundo mágico se las resolviera con su Señor Oscuro. Su verdadero deseo era perseguir a Snape; enderezar el error de la traición a Dumbledore.
—Buenas noches, Hermione —se obligó a decir. Necesitaba que se fuera antes de disgustarla diciendo algo que no quería.
Ser arrastrado, colgado y descuartizado era el castigo histórico para la traición. Harry siempre se había sentido enfermo al leer sobre eso, pero si había alguien que podía merecer ese condenado destino –¡demonios, hasta podría ejecutarlo él mismo!– era Severus Snape. Snape colgando de una cuerda atada alrededor de su cuello, sus piernas moviéndose en su desesperación por encontrar un punto de apoyo. Luego, quizás quince minutos de lento estrangulamiento, su rostro oscureciéndose y su lengua sobresaliendo, hasta que casi pasara al recuerdo. Casi. Luego, bajarlo, acostarlo sobre una mesa y, cuando recobrara la consciencia, destriparlo. Sí, y ver mientras el hombre observaba como sus entrañas eran extraídas de su tripa y arrojadas al fuego. Observar, y escuchar, y oler el repugnante aroma de intestinos humanos asados. Eventualmente, Snape moriría, pero sólo después de que le hubiera visto sufrir lo suficiente por su traición. Mugrienta escoria de Mortífago. Luego, él mismo sería feliz de tomar un hacha y despedazar su cuerpo. Snape no merecía el honor de un funeral o descansar en paz. Merecía el fin de los verdaderos traidores.
Hermione salió cuando vio la amarga expresión de su amigo, cerrando la puerta suavemente detrás de ella. El odio de Harry era comprensible, pero le estaba consumiendo. Incluso estaba eclipsando su odio por Voldemort. Le preocupaba que él dejara de lado su importante tarea, para la cual había sido instruido por el mismo Dumbledore: encontrar y destruir los horcruxes. Snape era un asunto colateral, pero la prioridad de Harry parecía ser encontrar y matar a Snape.
Regresó a su pequeña habitación en la reconstruida casita de Godric’s Hollow, determinada a traer nuevamente a colación el tema en la mañana. Harry necesitaba avanzar o no podría cumplir su tarea real.
Los tres amigos estaban sentados alrededor de la mesa de la cocina, comiendo tostadas y bebiendo té o jugo de calabaza. Éste debería haber sido su séptimo y último año en Hogwarts, pero ninguno de ellos podía haber supuesto que en lugar de eso estarían aquí, en la casita que Harry tenía en el lugar donde estuviera la vieja casa de sus padres, haciendo planes para destruir al mago más malvado de esa generación. Planes que no incluirían a Albus Dumbledore.
Se mantenían en contacto con la Orden del Fénix. Mensajes regulares eran intercambiados a través de los Patronus. Les eran enviadas las insinuaciones y rumores sobre la posible ubicación de los horcruxes. A veces, Harry extrañaba su compañía, aunque se encontraba con ellos de vez en cuando en las reuniones de la Orden. Pero se sentía feliz de estar con Ron y Hermione, en un lugar donde podían hacer planes sin sentirse presionados o inadecuados, o sólo simples jóvenes.
—¿Te estás sintiendo bien, Harry? —preguntó Hermione, suavemente.
—Sí. Pero disculpa por despertarte.
—Sabes que eso no importa. ¿Pudiste volver a dormirte bien?
—Sí.
Aunque los demás esperaban que Harry ampliara la respuesta, no lo hizo. El silencio se prolongó incómodamente.
La atmósfera se aligeró ante la llegada de una lechuza con correo. Era una lechuza de granero estándar, del tipo que se empleaba en la oficina postal mágica para enviar el correo diario. El animal traía El Profeta y una carta. Hermione tomó el periódico y comenzó a leerlo con avidez. Ron leyó el destinatario de la carta y se la entregó a Harry.
—Un mensaje de Kingsley —les informó el moreno mientras leía—. Dice que Narcissa Malfoy ha ido a quedarse con su amiga Verita Cohen, en Buxton.
—Puede ser algo que valga la pena revisar. Después de todo, apuesto que Malfoy estará en contacto con ella, y Malfoy huyó con Snape, ¿recuerdan?
—No lo he olvidado, Ron. Es una buena idea; puede que valga la pena una visita. Tenemos que empezar en alguna parte.
—Pensaba que la idea era encontrar el horcrux del relicario primero —comentó Hermione.
—Bueno, sí. Podemos hacer eso también —contestó Harry
La chica frunció el ceño, pero antes que pudiera plantear el tema que estaba preocupándola, fueron interrumpidos.
¡Crack!
Un ruido similar al de la aparición de un elfo doméstico, o quizás al de una piedra lanzada contra la ventana, hizo que miraran alrededor. Ni elfo, ni ventana rota, pero había un rollo de pergamino bajando hacia el suelo, meciéndose bajo las corrientes de una brisa mágica. Su descenso era lento e hipnotizante, casi coreográfico. Tres pares de ojos observaron su bajada, hasta que Hermione se movió y lo aferró en el aire.
—¡Oh!
—¿Qué es, Mione? —interrogó Ron.
—Me quemó —contestó, apretando la mano contra su pecho.
El pelirrojo se levantó para chequearla, y Harry le imitó y extendió la mano hacia la pieza de papel, que seguía cayendo. La arrebató del aire sin contratiempo.
Era sólo una pieza normal de papelería mágica, por lo que podía ver. En negrillas, con tinta negra, se leía: ~ Harry Potter ~
—Viene a mi nombre —informó a los demás, mientras se sentaba de nuevo, el rollo de pergamino aferrado en su mano—. No me quemó, así que debe estar bien que lo lea.
Antes que los demás pudieran argumentar que era posible que fuera peligroso, lo desenrolló y comenzó a leer.
Mi muy querido Harry
Este papel sólo aparecerá ante tu presencia, y posiblemente ante las de Hermione Granger, Ron Weasley o Remus Lupin. Son las únicas personas a las que deberás mostrárselo o mencionar su contenido.
Esta carta está encantada para aparecer un tiempo después de mi muerte y funeral, y será el momento apropiado para que actúes. Lo que te pido que hagas no debería ser demasiado costoso en esta etapa, y espero que no lo veas sospechoso.
Ve, con Ron y Hermione si así lo deseas, a visitar a Remus Lupin. Él sabe que vas a ir, y hará lo que yo le he ordenado previamente. Como sabes, es experto en Defensa Contra las Artes Oscuras, y te ayudará, lanzándote un hechizo para romper un encantamiento de memoria.
Debo confesar que utilicé sobre ti un hechizo de memoria limitada, para mantener cierto conocimiento oculto de tu mente consciente, y de la posibilidad de Legeremancia por parte de Voldemort. Fue enfocado para ocultarte unos pocos hechos relevantes, que el hechizo que ejecutará Remus traerá a tu consciente una vez más. Te aseguro que no removí nada de tu mente, Harry. El uso de tal hechizo destructivo me repugna.
Cuando descubras la información que he mantenido en secreto ante ti, espero que podrás ver la importancia y serás capaz de comprender mis acciones.
Por favor, apresúrate a visitar a Remus. Mucho depende de tus acciones a partir de ahora.
Estoy muy orgulloso de ti, mi muchacho.
Albus
Ron y Hermione estaban sentados juntos. El pelirrojo tenía su brazo sobre los hombros de su novia, consolándola luego de la impresión por el hechizo de quemadura, que no había sido serio, pero sí lo suficiente como para evitar que ella tomara el rollo de pergamino. Observaron el juego de emociones que atravesaron el rostro de Harry, ansiosos por saber lo que estaba escrito en la carta para que pudiera afectarle tanto. Su amigo se veía aturdido.
Sin palabras, Harry les entregó el pergamino a sus amigos, para que pudieran leerlo juntos. Ron lo tomó con precaución, medio esperando que le quemara también, pero al parecer, ahora que Harry lo había leído era bastante seguro. Luego que la pareja leyó, el único comentario proveniente de Ron fue un incrédulo:
—¡Maldición!
Última edición por alisevv el Miér Mayo 11, 2016 6:09 pm, editado 2 veces | |
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